¿Por qué haces esto?, me lo haces cada vez más difícil.

El pesar de mi pecho es más doloroso que cualquier enfermedad, me duele cada vez más verte esforzarte, pero entre menos sepas, menos lloraras y créeme Meliodas, no quiero ver esos hermosos ojos esmeraldas oscurecerse como la noche.

No lo soportaría...

He leído cada uno de tus poemas, he recibido cada flor, adore esos hermosos dibujos y me los llevaré en mis memorias, pero ya detente, que sufro lo que vas a sufrir.

No sabes lo alegre que has vuelto mis días, cada amanecer imagino tú sonrisa mientras el verde pasto me abraza con la brisa de la mañana. Pasó lo que no quería, he estado tan perdía en esos momentos que sin querer me he enamorado.

Por eso tengo que soltarte, pero tu aun te mantienes terco, aferrado a esa cuerda que lastima tus manos, por mas sangre que derrames te mantienes firme, pero ¿Qué harás cuando esa cuerda se rompa y ya no me puedas sujetar?, ese dolor... esa cicatriz siempre te acompañará .

—Elizabeth...— estas ahí nuevamente, te sujetaste más fuerte. Eres necio.

Cariño mío, suéltame y trata esas heridas que traes antes de que empeoren y no puedan sanar, yo puedo cargar con ese dolor por los dos y los recuerdos prevalecerán en el tiempo en mi corazón y alma hasta el final, los guardare conmigo en todo momento y me perderé con ellos en el viento.

Pero te lo pido, te ruego... déjame ir.