[Kintsukuroi]

Que extraño y rápido pasaron las cosas día con día, cada vez me acerco más a ti, aunque aún sueles retroceder. Tómate tu tiempo, aun espero.

Eres insegura, está bien; eres tímida, está bien; pero ya no creas lo que eres solo porque te lo dijeron los demás. La indiferencia es el síntoma más común del miedo.

¿No me crees? Te diré algo, puedes ser ese color blanco en la caja que todos creen innecesario, pero un artista valorara su  existencia; quien sabe cuándo se puede presentar una hoja negra.

Por fin lo he logrado, te has reído, las lágrimas se secaron y con eso mis heridas sanaron.

—Veo que estas mejor— ladee mi gesto mientras te veía carcajear levemente, delicada como el roce de una pluma.

—No sabía que eras tan gracioso— respondiste sin parar de reír.

—Y yo no sabía que tu sonrisa era hermosa— te hice sonrojar —Nishishi.

No puedo evitarlo, no me controlo a tu alrededor por eso me comporto como tonto hipnotizado al verte contonear tus caderas al andar.

Me la paso en vela, soñando despierto con mil recuerdos falsos de un futuro incierto observando el techo. La soledad de mi cuerpo desapareció y de pronto vivo lleno de ilusión de nuevo, pero ¿Cómo lo calmo?

Sin parar busqué en mi caja de materiales, sé que está ahí escondido en algún lugar aguardando a ser usado. De arriba a abajo hasta encontrarlo escondido y algo abandonado, hermoso color blanco.

Tomé una hoja oscura, le saqué filo a la punta y sin esperar, mientras el recuerdo de tu perfil seguía fresco en mi memoria, comencé a trazar líneas rectas y disparejas buscando en la oscuridad tu silueta.

Frágil y rota, vendada y sellada con costuras, aun así, me parecías hermosa con esa historia a tus espaldas; eso solo demuestra lo fuerte que eras.