Cuando las estrellas están bailando en el cielo, el fuego dorado cae. Si quieres encontrarlo, la vida será tu escuela. Tienes que salir afuera para buscar esa estrella. Debes conocerlo todo, debes andar sola. El amor también son las lágrimas.

Cuando el fuego dorado caiga, deberás viajar hacia el mundo, tras estos muros, hacia ese lugar donde nada más ha estado. Deberás volar, volar alto. Ser invencible contra ti misma. 

Debes ocupar tu lugar. Recuerda. Recuerda cuál era tu sueño. Mira dentro de ti, sigue caminando. Eres más de lo que eres ahora.

Están bailando. Por fin estás despierta, a pesar de que te resistas a ser quien puedes llegar a ser. Tu vuelo acaba de comenzar.

Solo yo, únicamente yo, en pie.

Escribí este texto en una de mis libretas en septiembre del año 2014. Hacía un año que había dejado ir la parte regalada de mi corazón más allá del mar y recordé la ansiedad de aquel avión de vuelta, aquella página en blanco plagada de palabras que debían de ser invisibles y solo vivir en mi imaginación. Aquella tarde de septiembre me levanté y supe que podría seguir adelante, aunque quizá hubiera agotado todo el amor que tenía reservado para él y ya no quedara vida para recuperarlo. 

En enero de 2016 comencé esta novela. Han pasado cuatro años y dos volúmenes. Como es lógico, todo ha cambiado mucho desde entonces. Para bien y para mal, a partes iguales. Sin embrago, agradezco el día en que decidí que quizá mi voz podría dar aliento, no solo a mi dolor o a mis esperanzas, sino a todas aquellas personas que no pudieron ser quiénes deseaban. Que no pueden amar a quien quieren, que no pueden entrar a un bar sin que les miren por encima del hombro por el color de su piel, quienes han nacido en el bando del mundo equivocado. 

Escribí esto por ellos, a decir verdad, porque yo ya estaba condenada a mí misma. Por las chicas y chicos jóvenes que me han escrito durante estos años para decirme que alguna frase de la obra les ha hecho pensar, reflexionar, o les ha ayudado a amarse más a sí mismos. Cada una de las frases que empujan a Catherine a luchar van dedicadas a todos vosotros y vosotras, sin importar de dónde seáis o vuestra edad. Cuando ella se cayó de Algoma y decidió volver a levantarse una y otra vez, os quería decir que también lo hicierais vosotros. Que también lo hiciera yo. Cuando afirmó que su sueño era amarse a sí misma, también iba por vosotros. Para que tomarais las riendas de vuestras vidas y, comprendiendo que nunca vamos a entender por qué estamos vivos ni para qué, simplemente caminarais hacia vuestra felicidad, por vosotros mismos, sea cual sea. 

No luchéis por amor, convertid el amor en vuestra lucha. El amor en todas sus formas. No alcéis la voz para obtener beneficio, sino para ayudar al prójimo. Todos llevamos batallas secretas a nuestras espaldas y un fusil mata una vida, pero un beso engendra otra. Antes de juzgar al de al lado, a ti mismo, recuerda que ante una mano no tendida en el momento oportuno, alguien empieza a rendirse y puede rendirse para siempre. Y de la muerte no se vuelve ni en la literatura, os lo aseguro. Háblate, quiérete, como hablarías a tu hijo, a tu sobrino, a tu alumno, a tu yo a los diez años de edad. Eres bella, eres inteligente, eres fuerte, tienes talento, proclama tu verdad y jamás te arrodilles. La lucha es para estar de pie, siempre de pie.

Gracias a todos vosotros y vosotras. Esta historia en numerosas ocasiones ha sido el refugio para una escritora, una persona de veinticinco años que se siente una fracasada prácticamente las veinticuatro horas del día. Una niña con muchos sueños y heridas que a veces no puede levantarse de la cama por el dolor, va a la psiquiatra y escribe poemas sobre su padre muerto. Vosotros me habéis abierto vuestro corazón entregándoos a mi historia y yo os abro el mío. Gracias, desde el rincón más intacto de mi alma, por darme alas, por darme fuerzas, por vuestra paciencia, por creer en mí. De ningún modo yo podría ser el ejemplo a seguir de nadie, pero me habéis hecho sentir especial y, sobre todo, habéis avivado la llama de la justicia para todas las comunidades indígenas que solo desean ser tratadas como seres humanos.

Aseguré que Waaseyaa tendría dos partes, pero os anuncio que va a tener tres. El segundo volumen acaba de terminar y ya he empezado el siguiente. Quedan muchas historias por contar y no puedo esperar a que leáis la continuación. 

Seamos más generosos con nosotros mismos, solo así podremos cambiar el mundo. Nos necesita más que nunca. 

El Gran Espíritu os ampara. 

Miigwech