Capítulo 9: La Diosa Hela
— Finalmente llegamos — Respiro de forma agitada. El trayecto hasta acá fue de lo más monótono, pero estar en frente del imponente palacio de la Diosa Hela hace que mi corazón palpite mucho más rápido.
Ni en mis sueños habría imaginado que este sería el único lugar donde encontraría una edificación de color blanco como el mármol. El palacio tiene una gran cúpula que es rodeada por cuatro estructuras similares a un fuerte, la entrada está custodiada por dos grandes columnas. Para acceder a la morada de la Diosa de este inframundo debemos subir por casi mil peldaños.
Será una caminata muy larga.
Piso el primer escalón y comienzo a caminar.
Luego de unos pasos siento como el peso en mi espalda va agotando mis energías.
— ¿Qué piensas hacer? — Me pregunta Vördr — ¿Todavía quieres ser una mercenaria?
— No — Respondo con seguridad — Ya no deseo convertirme en una. Solo ansío regresar a casa.
— ¿Piensas en ser la líder de tu tribu?
— Ansío serlo, pero sé que debo esperar mi turno, Mamá es nuestra líder, pero que necesito aprender de su sabiduría para ser un ejemplo para los demás.
— Te ves mucho más segura ahora Iduna, tienes la actitud de una líder, estás mucho más templada ahora que cuando te conocí.
Me sonrojo momentáneamente ante su cumplido.
— Gra…gracias Vördr.
Nuevamente, nos concentramos en nuestro caminar.
En resumen, ha sido una jornada bastante extenuante. Ya quiero encontrarme con Hela, quiero encontrar respuestas a algunas dudas que he acumulado en este viaje, pero por sobre todo y lo más importante, necesito el valor para decirle en su propia cara que no pretendo servirle.
Eso es lo que más me aterra.
Apelaré a su juicio de Diosa, estoy segura que deberá entender, solo así podré volver al mundo de los humanos.
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Mis piernas tiemblan del cansancio y del esfuerzo que realizo.
Mis músculos se contraen al acercarnos al último escalón.
— Llegamos — Como en una actitud infantil me dejo caer al suelo. Mis mejillas tocan el frío mármol.
Respiro pesadamente y cierro los ojos por un momento.
Oigo como mi corazón palpita, podría estar en esta posición por toda una eternidad.
— ¿Te sientes bien Iduna? — Pregunta Vördr tocando mi cabello.
— Estoy bien, necesito algo de descanso — Disfruto como sus manos siguen en mi cabello.
Luego de unos minutos, finalmente decido ponerme de pie.
Ya he recuperado fuerzas.
— ¿No deberías liberar espacio en tu mochila?. Seguramente habrán cosas que no necesites.
— Prefiero tenerlas conmigo, nada está decidido. Además, me ayuda para fortalecer mis músculos.
— Eres exigente Iduna, lo haz heredado de tu padre. Tienes el espíritu de una guerrera.
Ingresamos al hermoso palacio de Hela. Todo al interior está hecho de mármol. Hay bastante espacio aquí que seguramente nuestras voces tendrían un gran eco si quisiéramos gritar.
En el piso, hay una larga alfombra que lleva directamente hasta un trono en donde una mujer de cabello gris, de vestido negro y tacones oscuros que yace sentada sin despegar la mirada de nosotros.
Al acercarnos un poco más. Me detengo y llevo una de mis rodillas al suelo y bajo mi cabeza formando una reverencia a la dueña del Inframundo.
Por su parte, Vördr hace el mismo gesto que yo.
— Diosa Hela — Tomo la palabra — Mi nombre es Iduna y soy una aprendiz de la antigua organización en su honor llamada Los Mercenarios de Hel y he venido aquí para pedirle su intervención para hacerme regresar al mundo de los vivos.
Hay un solemne silencio en la sala.
La mujer se levanta de su trono y se nos acerca lentamente.
— Pareces ser una chica bastante interesante, te he visto de cerca, eres muy bella. Pero dudo mucho que tengas las condiciones de volver.
Elevo mi rostro al sentirme confundida con sus palabras, pero ver su rostro me detuvo por completo: La mitad de ella era de una hermosa mujer de ojos verdes y piel blanca; en tanto la otra era más bien repugnante, podía ver como estaba en un estado de descomposición.
— ¿Discul…disculpe? —Titubeo al mirarla fijamente a los ojos.
— Eres la primera mujer en todos estos años que decide unirse a Los Mercenarios, admiro mucho tu valor y determinación, pero antes, respóndeme esta pregunta, ¿Deseas ser una mercenaria y vivir para enviar a los impuros a su condena eterna?
—Yo…este…yo — Es mi momento, debo ser fuerte y afrontar mi decisión — No, no puedo, me he dado cuenta que no nací para ser una mercenaria, este no es mi camino. Lo siento mucho.
— Entonces asumo que no tendré tu lealtad, ¿Verdad?
— Pues…no lo creo — Bajo mi cabeza resignada.
— Como lo supuse, de ser así, no tenemos más de que hablar — Camina hasta regresar a su trono.
— ¡Pero debo volver a mi hogar!
— Ese ya no es asunto mío — Mira sus uñas de forma indiferente como una aristócrata.
— Su excelencia — Vördr toma la palabra — Ella ha tenido el valor de venir a Helheim y solicitar su derecho como todo mortal a ser devuelto a su mundo.
— Ya no es asunto mío Vördr, las reglas son claras, solo quien jure su lealtad a mí podrá regresar, ese fue el trato que realicé con los humanos. No hay otra forma en la que pueda entregar mi bendición.
— Pero… — Intento intervenir.
— No, no es posible y aunque quisiera, tú ya estás atrapada en mis tierras — Observa hacía otro lado con indiferencia.
— ¡¿A qué se refiere?! — Me pongo de pie muy exasperada.
— He visto lo que has hecho aquí. Al parecer te has divertido bastante — Lleva su codo hacía el brazo de su trono, apoyando así su brazo que sostiene su cabeza — Tengo ojos por todo Helheim, ellos observan cada movimiento, en especial de aquellos que me visitan. Y por lo visto no haz actuado de buena manera en mis tierras.
De pronto un cuervo ingresa sorpresivamente a la sala y se posa en el hombro de Hela.
¡Cruaaac! ¡Cruaaac!
— ¡Mientes! — La miro con rabia — ¡No he hecho nada malo aquí!
— ¿Ah sí?, ¿Tienes el descaro de llamarme mentirosa?. Actuaste como lo haría la peor lacra en el mundo de los vivos. Olvidaste la bondad y la empatía, cualidades que los humanos se vanagloran tanto. Has asesinado a uno de tus compañeros y con el otro no actuaste con misericordia para salvarlo. ¿O acaso piensas negarlo? — Su sonrisa es la de una triunfadora.
— ¡Yo!… — Me tiene en la palma de su mano, no puedo. De tan solo pensar en esos bastardos me hierve la sangre nuevamente — ¡Ellos se lo merecían!
— Siempre es lo mismo, los humanos son tan hipócritas, jamás aceptan sus culpas, prefieren culpar a otros que admitir sus fallas. ¿Qué me dices de la pobre Gothel?, vi que incluso asesinaste a sus queridas brujas con poderes que no son muy comunes por aquí.
No tengo argumentos para defenderme, nada de lo que diga la hará entrar en razón.
— ¡Espera! — Vördr se acerca un poco más a Hela — ¿Qué hay de aquella criatura en Nastrand?, ¿No dirás que actuó de mala manera verdad?
— Pues sí — Hela responde con descaro — A los mortales no se les permite visitar y lo sabes, mis criaturas tienen el derecho de deambular por donde se les plazca. Pero tú Vördr, la llevaste ahí e incluso lo mataste. Estoy tan furiosa y triste a la vez, si no fuera por que eres un demonio, te torturaría con mis propias manos.
Vördr parece guardar silencio ante sus palabras.
— Si estabas consciente de ello, ¿Por qué no lo detuviste?, ¿Qué habrías hecho si hubiera muerto allí?, ¿Habrías respondido tú por mi muerte? — Me acerco también con algo de valor.
— Te repito una vez más niña, mis criaturas son libres de deambular por donde quieran, esto es Helheim, son mis reglas, los humanos no tienen ninguna jurisdicción aquí. Si hubieras muerto tu alma estaría pudriéndose en Nastrand junto a los demás.
Hay un largo e incómodo silencio entre los tres. Tengo ira acumulada, intento luchar contra esos sentimientos. El deseo de matar me consume nuevamente.
Mis palabras no lograrán convencerla, tal vez tenga razón, no actúe como un ser humano frente a Jansen y Ejulf; no debí haber visitado Nastrand; y tal vez me excedí con Gothel y sus brujas.
Pero no me arrepiento de nada, ¡No debo arrepentirme!, conocí el verdadero rostro de aquellos quienes decían ser mis camaradas; Sentí piedad por aquellos que sufrían en Nastrand; Y defendí mi vida como toda persona actuaría.
¡No dejaré que Hela me diga lo que es bueno y lo que no lo es!
¡Ella no es ninguna juez!
Todavía tengo una oportunidad, puedo utilizar mi última carta para regresar.
— ¡Hela! — Me acerco más ella, tan cerca que puedo ver con más detalle su lado cadavérico— Te reto a un duelo.
— ¡¿Es en serio?! — Suelta algunas carcajadas — ¿Quieres retarme a mí?, eres una chica bastante atrevida si crees que puedes derrotarme, te he visto en acción, sé que puedes controlar el hielo, pero está bien, podría divertirme un rato. Si ganas te permitiré regresar sin ser mercenaria; pero si yo gano, te despedirás de tu cuerpo y tu alma será mía hasta que el Ragnarok llegue y luches conmigo con tus poderes contra el ejército de Odín.
— ¡Trato hecho!
— ¿Iduna qué estás haciendo? — Se interpone Vördr.
— Es la única oportunidad que tengo. No tengo miedo, no pienso quedarme aquí de brazos cruzados, ni pienso jurar mi lealtad ante ella.
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