Capítulo 5: Un Corazón Roto
"Si tan solo hubiera una forma de viajar al Inframundo para sacarte de allí, viajaría ahora mismo"
— ¿Qué fue eso? — Abro los ojos de golpe y respiro de forma pesada mientras mi corazón late muy agitado — Escuché la voz de Papá en mi cabeza, recuerdo haber oído antes aquellas palabras. ¡Es verdad!, él solía decirlas a menudo cuando visitábamos Arendelle y rezábamos frente al árbol de fresno.
Ahora todo tiene sentido, Papá plantó aquel árbol en memoria de Vördr. Era muy pequeña para entenderlo, pero era la forma en que él solía recordarlo.
Puede parecer una locura, pero ya sé lo que debo hacer. Podré cumplir el deseo de Papá.
—¿Iduna? - Oigo la voz de Vördr afuera de la tienda — ¿Estás bien?, escuché tu voz allí adentro.
— Estoy bien, saldré en un segundo - Me levanto con rapidez, lista para salir.
Con la eterna luz de Helheim salgo un poco somnolienta hacía afuera de mi carpa, y lo primero que veo es a Vördr delante de mí sosteniendo una bolsa de tela vieja.
Estamos uno al frente del otro, nuestros rostros están muy cerca, casi puedo sentir su respiración.
— ¿Cómo dormiste Iduna? — Me preguntó con gentileza.
Inmediatamente, desvíe un poco mi rostro de él. Me siento un tanto avergonzada, mis mejillas se vuelven un poco rojas.
Esto no puede estar pasando.
— Estoy muy bien…gracias por preguntar — Respondo suavemente.
— Me alegra oír eso. ¡Bien!, es hora de irnos, un largo viaje nos espera, prepara tus cosas que ya partiremos.
— Claro... — Volteo rápidamente para no mirarlo y despejar un poco mi mente.
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Luego de ordenar mi equipaje, seguimos nuestro rumbo a Nastrand.
A diferencia de ayer, hoy estamos más callados y camino a unos tres metros de distancia de Vördr.
Esta horrible sensación está volviendo una vez más, esta sensación que jamás creí que la volvería a sentir.
Mi corazón no deja de palpitar y mis piernas tiemblan cuando estoy cerca de Vördr.
Solo espero que esto sea temporal, por que no quiero volver a sufrir como aquella vez.
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Nunca he tenido suerte en el amor, a decir verdad, no sé lo que es en realidad.
De los distintos tipos de amor que existen, el amor romántico es el que menos experiencia tengo.
Siempre he querido ver más allá en las personas, jamás me ha importado su apariencia, me atraen los sentimientos y las distintas formas que tienen de percibir el mundo que los rodea.
Cuando tenía 13 años, una vez me enamoré de un chico llamado Kustaa, tenía unos hermosos ojos azules y su cabello largo era de color café. No era de contextura atlética, pero si tenía la fuerza suficiente como para tomar un hacha y cortar un árbol a su propio ritmo.
Sus padres eran los encargados de confeccionar ropa y utilerías para nuestro pueblo. Kustaa tenía bastantes conocimientos en artesanía y siempre le veía observando detenidamente a las aves que se posaban en los árboles.
Francamente, él era el único motivo por el cual me levantaba para asistir a las clases y estar detrás de todos mis compañeros.
Perdía el tiempo observando su cabello e imaginando cosas que no sucederían.
¿Una boda?, ¿Muchos hijos?, ¿Envejecer juntos?, todo eso yo deseaba, pero había un pequeño y deprimente detalle: Él me rechazaba también al igual que los demás. Muchas veces abandonaba esas fantasías en mi cabeza al asumir que eso jamás iba a suceder.
O eso es lo que creía.
Una tarde, después de clases, me encontraba sola observando la bella flora del Bosque Encantando después de entrenar con mi ballesta. Estaba recostada en el césped con la mirada perdida en todas las flores, cada una era muy bella, se podía ver de todos los colores del arcoiris.
Era algo muy hermoso de apreciar.
— ¿Hermosos no crees? — Escuché como alguien hablaba. Su voz provenía de mi lado.
Rápidamente observé a mi derecha y lo reconocí, era él, era Kustaa, el chico que me robaba el sueño.
En ese entonces no supe que decir, mi mirada estaba fija en él, sus palabras me robaron el aliento.
— Me gusta esta — Kustaa me señaló una extraña flor de color blanco — Me recuerda mucho a las plumas de las aves.
Su sonrisa era encantadora.
— Hola...¿Qué haces aquí? — Mi mente no sabía como reaccionar a sus palabras, ¡Él estaba interactuando conmigo!.
Rápidamente me puse de pie.
— Sólo pasaba por el bosque y te vi recostada, no sabía que te gustaran las flores Iduna.
Me sonrojé cuando pronunció mi nombre.
—En realidad no soy muy aficionada a las flores — Me avergoncé ante mi — Solo estaba aquí, matando el tiempo, necesitaba estar un tiempo a solas.
— Parece que siempre estás sola, lo noto muy seguido —Sonrió una vez más.
— Yo...este...es verdad, me gusta estar sola.
— Pues no deberías estarlo, tienes una hermosa sonrisa, tu cabello platinado es fascinante.
Yo me sentía como en el cielo con sus cumplidos, era la primera vez que alguien que no fuera Mamá, Papá o mis tíos me trataban de esa manera que no sabía como reaccionar.
En ese momento, todo parecía irreal, todo era tan mágico, parecía un cuento de hadas.
— ¿Quieres que nos encontremos aquí mañana? — Kustaa había tomado la iniciativa y me invitó a salir.
— ¿Tú, quieres salir conmigo? — En ese entonces estaba muy emocionada por dentro.
— ¡Por supuesto! - Su rostro denotaba entusiasmo — Mañana a la misma hora, ¿Qué te parece?.
— ¡Claro! — No pude contenter más la emoción.
Ese fue el peor error que pude cometer, si tan solo hubiera pensado con claridad por cinco segundos, hubiera evitado toda la humillación que vendría posteriormente:
Al día siguiente, a la misma hora que el día anterior, estaba sentada observando impacientemente las flores del césped. No había podido dormir en toda la noche, e incluso había dejado de practicar con mi ballesta producto de la emoción.
A pesar de que en nuestra tribu eramos pocas personas, la privacidad de cada uno era respetada por sobre todas las cosas.
Ni siquiera la conté a Mamá de mi primera cita, que era con quien podría haber hablado de este tema.
Tal vez ella me habría recomendado cautela.
Finalmente, vi a lo lejos como Kustaa se acercaba.
Me sentía nerviosa y un tanto insegura en ese momento.
Pero por sobre todo me sentía muy hermosa, por primera vez me vestí con un vestido morado que utilizaba las veces que visitaba Arendelle. Cuando Papá vio mi atuendo antes de irme a clases, me sonrió y me comentó lo hermosa que me veía.
No solía vestirme así, pues siempre trataba de encajar ante los demás con sus ropas tradicionales que no intentaba sobresalir en ningún aspecto. Pero aquella vez creí que todos esos años de rechazo se habían esfumado por completo.
— Hola Iduna, que hermosa te ves hoy — Él me saludo de forma gentil como solía hacerlo.
— Gracias...también luces genial — Desvíe mis ojos con timidez. A decir verdad, Kustaa llevaba la misma ropa que el día anterior, pero algo en él era muy diferente.
— ¿Quieres caminar? — Extendió su mano para que pudiera tomarla.
Todo estaba pasando tan rápido que obviamente acepté sin problemas.
Él me guió con calma por entremedio del bosque por un camino que parecía conocer de memoria.
Si no fuera por que estaba sumamente concentrada escuchando como hablaba de las aves, habría sospechado que todo andaba muy extraño.
De pronto, Kustaa se detuvo de golpe y en un gesto rápido tomó mis dos manos con la suya. En ese entonces no noté nada raro, estaba enbobada al sentir sus cálidas manos junto a la mía.
— Sabes Iduna, hay algo que siempre he querido decirte — Respiro profundamente antes de continuar — Eres una chica muy bella, eres la flor más hermosa de este jardín. Tal vez suene algo patético de mi parte…pero…¿Podría besarte?.
Por un segundo mi corazón se detuvo.
Jamás creí que escucharía tales palabras, usualmente las leía a menudo en los libros.
— Cla…cla…claro — Cerré mis ojos y acerqué mis labios hacía él.
Creí que estaba a punto de sentir por primera vez uno de los mayores placeres de la vida, pero algo ocurrió:
— ¡AHORA!.
Kustaa me soltó y se alejó de mí rápidamente por algunos metros. Yo estaba confundida esperando lo que iba ser mi primer beso.
De pronto sentí como a mis espaldas se desparramaba algo viscoso en mi vestido.
Giré con temor y me percaté que algunos de mis compañeros sostenían una cubeta, al sentir el olor que emanaba esa cosa, noté asqueda que eran fecas de reno derretida.
— Eres tan ingenua Iduna -— Miré a Kustaa no podía parar de reir - Caes ante el más mínimo afecto, estás tan desesperada por encajar que aceptaste salir conmigo así nada más. Eres tan fácil que me das risa, jamás serás uno de nosotros, alguien de tu clase nunca será un verdadero Northuldra. Deberías hacernos el favor a todos e irte de aquí en cuanto antes, sólo das lástima.
Sus palabras rompieron mi corazón en mil pedazos. Era la primera vez que alguien me decía a la cara lo que siempre quería escuchar.
De pronto vi como todos mis compañeros de clase salieron de entre los árboles y de algunos matorrales para rodearme y reírse de mí.
Obviamente no pude aguantar tal humillación y me largué a llorar. Salí corriendo cuanto antes para ir al río y lavarme.
Mientras me alejaba escuchaba a la distancia como todos se reían.
Al llegar al río ya tenía mis ojos hinchados y mi rostro estaba totalmente caliente producto del llanto.
Me desvestí y me bañe para quitarme ese hedor que no me dejaba respirar.
El vestido que había preparado para esta ocasión especial estaba arruinado.
Aquella tarde regresé a mi tienda semidesnuda, pero no antes de quemar por completo ese vestido que me traería malos recuerdos si lo conservaba.
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— Ya llegamos — Vördr toma mi hombro y con su otra mano señala a la distancia la oscura y deprimente playa de Nastrand.
Vaya, el camino se me hizo corto, estuve todo este tiempo concentrada en mis pensamientos que ignoré todo el trayecto.
Estamos en el límite entre el césped y la playa de Nastrand.
Miro a Vördr que observa al horizonte.
Ya es tiempo de volver a la realidad, debo estar concentrada.
Respiro pesadamente. La mano de Vördr que está encima de mi hombro me mantiene nerviosa.
Instintivamente debería pedirle que no me tocara, pero no es así, a su lado estoy muy tranquila.
Él no es como Kustaa, Vördr es diferente, he crecido, ya no soy una niña tan ingenua, ahora sé bien en quien confiar.
Lentamente muevo mi cabeza para observar Nastrand.
El cielo es de color negro, sus arenas son oscuras. Distingo muchos cuerpos en descomposición, rodeados por serpientes negras que desmembran su carne.
Sus lamentos se escuchan con tanta claridad que no dejan de resonar en mi cabeza.
— Quiero entrar — No despejo la mirada de ese horrible lugar.
— ¿Segura que quieres hacer esto? — Noto como Vördr se preocupa por mí.
— Estoy segura.
Doy el primer paso.
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