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Capítulo siete.



Una tarea sencilla. La lleve a cabo miles de veces; cotidiana, normal, necesaria, aunque ahora, palpando las ansias de los que me rodean, se me hace desmesurada y ardua. Sus murmullos de aliento al igual que las caricias con las cual rosan mis manos, o peinan mis cabellos son un estimulo poderoso. Trato de aferrarme a ellos, a los que me empapan de amor en su esperanzada cercanía, igual que las flores son bañadas con el rocío matinal, y con este invitadas a abrirse a un nuevo día.

Y con un esfuerzo que vacía mis escasas reservas de energía lo logro. Todo es difuso al comienzo. Los que reconozco por sus voces se dibujan como siluetas borroneadas, como sombras difusas que más que personas parecen manchas. Parpadeo tratando de enfocar, de distinguir, de apreciar,y lentamente, mucho más de lo que mi inquietud esta dispuesta a soportar o mi corazón a tolerar, comienzan a volverse nítidas, familiares, amadas. Ya no son esbozos, ni trazos amorfos, son ellos los que con sus clamores insistentes me trajeron de nuevo.

—Oh Karen, Karen—dice mi madre, en palabras mezcladas con sollozos. Mi padre, anegado en lágrimas no dice nada, solo nos abraza a las dos que yacemos en la cama rígida de aquella clínica en la que me han atendido desde niña.

Respiro y suspiro, pero no como antes del horror, ni como cuando este se devoraba mis horas, sino como quien despierta de una terrible pesadilla,y cae en cuenta que las angustias allí vividas solo eran crueles invenciones de un mal sueño. Pero sé que no todo lo fue, y esa conciencia me hace diferente, lo que les espera a los que mueren quebrando las leyes divinas es demasiado terrible para ponerle un nombre.

Me niego, por lo menos en este momento, a sumergirme en esas meditaciones ¡Estoy viva! ¡Oh Dios de los cielos!, lo estoy. Aún respiro, aún siento, aún soy contada como una más en la tierra de los vivientes.

¿Fue su misericordia, tal vez?, ¿sabe que lo hice por amor?, ¿conoce que fue mi dolor el que decidió por mí?¿qué fue su mano ,y no la mía, la que tomó la brillante hoja que prometía el olvido?, ¿la que abrió los conductos cerrados de mis muñecas hasta empapar de rojo mi vestido?

No fui yo, fue la agonía en mí la que me dio ese desenlace, y ese dejo de locura que me atrapo días antes.

No quiero pensar en él, aún no. No mientras mi madre me susurra su gran amor a la vez que me rodeaba en su cálido abrazo, no mientras mi padre me mira con la expresión mas colmada de afecto que pudieran dedicarme algún día. Llegará el momento de enfrentar esa realidad que casi se cobra mi vida, pero no es este, aun estoy débil, aun no encuentro el valor para ello.
Quédate ahí, mi amor, que cuando junte valentía suficiente volveré a evocar el azul de tus ojos y volveré a llorarte, ¿cómo no hacerlo?... Si al distanciarte de mi me dejaste sin opciones,y con solo una senda, la que recorriste primero y en la que me apresure a perderme. Sí hubo dos muertes ese fatídico día, aunque aquel oscuro cajón solo contuviera un cuerpo.


                                                 

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