Capítulo seis.
Dedicado a .Ana_F31
Ese hedor se acerca amenazante. Lo percibo próximo, y los latidos de mi roto corazón se aceleran. O eso creo,pues no se si dentro mío aún palpita algo, si aún hay algún despojo de aquella vida que perdí al dejarme morir en los brazos de la pena.
Mantengo mis ojos cerrados, y aunque lo fétido de esa mortecina fragancia me rodea, una ínfima esperanza me sustenta y es esa voz que sigue llamándome sin descanso, esa que le pide a mi conciencia que responda a su llamado, y tengo tanto terror, temo tanto, pero me aferro más a ella que a la prisión eterna que me rodea, más que a esos que en las tinieblas fraguan torturas con mi nombre y le ponen mis iniciales a sus perversiones.
Y de pronto, una luz. Se prende, se apaga. Cada vez que se prende quiero retenerla, hay tanto oscuridad que ese destello alumbra hasta el último resquicio de mi alma. Pero cuando se apaga ¡oh Dios!...preveo el fin, anticipo ese extravío eterno entre gritos y llantos y me horrorizo, me espanto, cada fibra de mi ser se hunde en el más crudo espanto.
Siguen, intermitentes, sin saber que la ilusión de la que me llenan al alumbrarme es en sí misma un tormento, hasta que la luz brillante se hace más refulgente que nunca y no vuelve a apagarse más.
Con todo el deseo de vivir que antes no tuve abro mis labios que se sienten partidos y resecos; igual de áridos que el más sofocante desierto.
—Quiero... —articulo penosamente.
¡Quiero vivir! deseo gritar ¡Alguien que tome mi mano y me arrastre de este horror sin tregua!, pero de mi solo brota ese quiero, como única llave para abrir la puerta que me tiene cautiva. Y aquella mano que la toma, usa mi agonizante pedido para hacerme libre.
—¡Oh Dios!—escucho muy cerca, y esta vez sin velos que cubran mis recuerdos ni tinieblas que los opaquen. Sé de quien es esa voz, es de mi madre—¡Amor despertó!... ¡Dios bendito, despertó!
La luz traspasa mis parpados cerrados. Los que intento abrir sin hallar para tal labor suficiente fuerza. Oigo voces, mi padre, desconocidos. Se acercan, me examinan. Siento sus manos, sus artefactos, sus exclamaciones pero aun no puedo abrir los ojos y eso me aterra, porque si vuelvo a sucumbir... ellos me esperan.
Ayúdame. Tú que ves mi lucha, sosténme. No permitas que vuelva a caer en ese foso de angustia. Ellos me jalan del otro lado, puedo sentirlo, como tambien que aquí me sujetan.
"La unión hace la fuerza" oí una vez siendo una niña. Pues únete a los que me quieren viva, sujétame fuerte, que solo sé y no se cómo, que si vuelvo a desfallecer, esta vez será para siempre.
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En dos días un año. El tiempo a corrido y mi amor solo se ha acrecentado.
¿Cómo no amarlo desesperadamente? Si el es un príncipe de cuentos, si es lo que evoque perfecto cuando no sabía de su existencia. Jo, mi Jo. Sus ojos azules, su sonrisa sincera, su voz profunda, sus manos fuertes. Todo él, es el compendio de mis más elaboradas fantasías a la vez que de mis más locos sueños.
Me siento niña al pensar así,se que me avergonzaría que él oyera mis pensamientos, pero así lo siento, así lo veo, así lo vivo, así lo amo.
Me miro una vez mas al espejo en esta nueva prueba de esa lencería algo exótica que me acabo de comprar. Y es que él es tan increíble que quiso esperar a que creciera (esas fueron sus palabras exactas)para tomar lo único que resta que le dé y eso es mi cuerpo, en completa seguridad y confianza.
En dos días volverá de su viaje.
Siento mil mariposas esquizofrénicas cada vez que evoco esto. Algunas bipolares, temen un poco a la vez que se alegran, otras están tan eufóricas que vuelan en círculos haciéndome cosquillas, y algunas más, solo aletean, como si con ese batir de sus multicolores alas pudieran acelerar el tiempo y traerlo sumiso hasta aquí, y hasta mi, que muero por volver a verlo.
Asiento a una pregunta no formulada. Esa que es algo como, ¿me veré como él espera?... Ha visto tantos cuerpos bellos. En este año e oído nombres y visto fotos en mi afán por conocerlo todo y algunas, como su ex esposa eran muy hermosas, espléndidas.
Y aquí estoy yo, con mis florecientes veinte, sencilla, nada de otro mundo, ni nada que corte el aliento...pero aun así asiento. Porque esa es la respuesta, si. Me veo como él espera, profundamente enamorada, decidida a pertenecerle en todo el significado de la palabra.
Decido cambiarme de nuevo y volver a mis shorts de jean y a mi sudadera negra.
Sé que almuerzo, meriendo y ceno, pero si tuviera que detallar qué me hallaría en un tremendo brete...porque no sé. Solo sé que mi cuerpo esta en jueves, pero mi corazón ya vive ese sábado de anhelado reencuentro.
Y llega, aunque tardó, demasiado creo yo...¿O será que las horas se ralentizan para los que suspiran por amor?
Debe ser eso, porque esas cuarenta y ocho horas fueron milenios. Pero ya transcurrieron, y es tiempo de mover las agujas de mi reloj al tiempo en el que vivo realmente, que son los minutos y horas en las cuales mi gran amor esta conmigo.
Un vestido azul ceñido y algo corto es el elegido. Es precioso y me hace sentir más mujer que jovencita. A mi cabello lo sujeto con un intrincado trenzado y queda muy bien...¿Pero a mi corazón con que lo sujeto?...Si sigo así, saldrá dando saltos y tumbos hasta alcanzar el umbral de mi puerta.
Una vez más el espejo me devuelve mi imagen y puedo verme resplandecer. Tengo brillo propio, igual a una lejana estrella. Lo que me ilumina es lo que esta dentro de mi, siento que grita, sin vergüenza ni timidez lo que atesoro en mi pecho.
Mi teléfono suena cuando termino de arreglarme y controlando mis ansias de arrojarme sobre el camino lento y lo tomo anticipando la identidad de quien llama, o viendo más de cerca, de quien escribe.
Reviso el mensaje...¡Dos de la mañana! ¿Y mi teléfono recién me avisa?¿O se durmió o no tenía ganas de notificarme?...Funciona como quiere y suena cuando le da la gana. Sin dudas mi celular es un espíritu libre.
Leo con esa presión cosquilleante y expectante que reconozco fácilmente.
—Pequeña, quizás llegue un poco tarde, la lluvia dejo la carretera resbalosa. Te extraño Karen, me desesperan las ganas de verte. No puedo dejar de fantasear con esta noche en la que amaré cada centímetro de tu piel y conquistaré cada espacio de tu boca, ¿Eso sonó bien, no?...Y esta vez no lo saqué de los cereales jaja, Te adoro princesa, hasta dentro de un par de horas eternas.
Sonrió bobamente, es mi sonrisa post-palabras de Jonathan, es automática y debe verse algo graciosa. Beso el teléfono, pobre y frío reemplazo cuando al que quiero comerme a besos es mi fotógrafo de treinta y tantos años.
Sabiendo que tal vez deba esperarlo, me siento con un libro de poemas que comencé en mis periodos,mínimos y esporádicos, de concentración completa.
La cita era a las nueve,ya son las diez y aún no ha llegado.
Una inquietud me intenta atrapar pero me libero de su agarre rápidamente.
Llegan las 11, ya no cenaremos, no me interesa, la única delicia que deseo probar es a mi apuesto novio.
A las 11:45 mi madre toca la puerta y después pasa a mi habitación con una expresión de pena.
—Debió detenerse en algún lugar...A veces es lo mejor cuando las carreteras están muy resbaladizas y con el diluvio de ayer seguro están de esa manera. Trata de dormir, si llama o aparece te lo haré saber.
Sonrió y asiento, sin animo de hacer lo uno ni de obedecer lo otro, y mi madre se retira.
Ya no puedo concentrarme en el libro, mi pecho se contrae dolorosamente y no hallo la causa. Es solo un justificado retraso, ¿porqué me siento así?Seguro mañana temprano lo veré en mi puerta sosteniendo una ramo de rosas, y disculpándose por algo que no debe, pues él no tiene poder sobre la lluvia.
Cierro los ojos y espero. Mala idea, cuando cada segundo parece estancarse y los minutos sufren una repentina parálisis.
Las 12:01 y ya es otro día, el día después de nuestro primer aniversario.
La madrugada se acerca conforme la noche avanza, y me duermo de a ratos, para despertarme de nuevo y seguir esperando.
Las 6:3o y el día se levanta, pero yo no, no tengo fuerzas. Me siento exhausta y entristecida. Un par de minutos después suena el teléfono, y dejo la pesadez nocturna tirada en el suelo, mientras salgo de mi habitación rápidamente para llegar a atender.
Me apresuro, pero al llegar hasta la repisa donde descansa el aparato, este se silencia.
Resoplo molesta y espero de nuevo. Sé que no pasara mucho para que vuelva a llamar.
Algo así como un minuto transcurre y al primer timbre el teléfono esta en mi oído.
—Buenos días...—dice una voz femenina del otro lado con un tono serio—Necesito hablar con la señorita Karen Julliard.
—Si soy yo¿qué sucede?—pregunto extrañada por que preguntan por mi a esta hora tan temprana.
—Señorita Julliard lamento informarle que...—comienza,y solo escucho un poco más antes de que el teléfono caiga de mis manos al suelo, al lado de mi cuerpo que yace inconsciente.
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