"A menudo el sepulcro encierra, sin saberlo, dos corazones en el mismo ataúd." (Alphonse de Lamartine)

Siento que mi aliento sobre las sábanas que cubren mi cabeza  está caliente. Febril, como si estuviera enferma. Sé que no es así. Que es solo el ardor que me quema por dentro desde que volví de aquel maldito lugar.

Trago y hasta mi saliva sabe amarga, como si estuviera aderezada con todo ese miedo, y mezclada con la desesperanza que me consume lenta... imparable.

A través de la tela blanca se distingue la débil luz de mi lámpara de noche. Escucho el sonido del viento que hoy sopla con una violencia insólita, azotando los vidrios de la ventana, golpeando sin clemencia a los árboles del patio.

El sueño quiere arrastrarme, es más, siento como jala mis hombros e intenta sumergirme, pero no lo dejo. Soñar me aterra. En la vigilia puedo creer y esperar, darle a mis esperanzas voluntades propias, formas reales. Los sueños no tienen esa clemencia, me muestran lo que quieren, sin consideración ni descanso, sin misericordia.

El aullido del viento crece hasta volverse peligroso. Como si una jauría de hombres lobo hambrientos estuviera arrastrándose alrededor de mi casa. Buscando una presa maltrecha quizás. No debe haber en kilómetros una mejor que yo. Un ser más roto.

—Karen...

La tormenta del exterior usa el ventarrón como boca y al aire condensado que transporta como silabas, y parece llamarme.

—Karen...

Mi respiración se atora en mi garganta y mi corazón se saltea un latido. Esos no son los sonidos del viento. Esa voz no es la de mi madre ni la de mi padre. Ese agónico sonido no parece venir de afuera.

—Karen... Karen.

Por inercia mi cuerpo se hunde en el colchón. Mis sentidos se ponen en alerta. Mi oído se afina aunque no es necesario, esa voz esta tan cerca.

—¿Eres tú?

Mi pregunta en medio de la noche parece patética. Soy una niña esperando a Santa Claus. Pero aun sabiéndolo espero la respuesta.

El sonido áspero de unos pies que se arrastran hace que apriete mis puños en forma inconsciente. Temo y deseo y esa mezcla es ácida y potente. Me ilusiona y me duele.

El roce seco avanza en dirección a mi cama. Hay otro ruido de fondo, mas sutil, mas denso.

Respira. Quien está viniendo a  mí esta noche respira, aunque con dificultad.

Podría ser un ladrón.

Podría ser mi saturada imaginación.

Podría ser solo una confusión, sonidos de una noche de tormenta.

Podrían ser mil cosas completamente explicables y lógicas, pero se que no.

Sonrió y el vaho que nace de mi boca me envuelve en una tibieza soñadora.

Lo he estado esperando y ha venido al fin.

—Promesa—dice esa voz. Y creo escuchar chistes bobos detrás, risas y consejos, madurez y afecto.

—Promesa—repito.

Él lo juro y yo le creí de verdad. Ese es un lazo que no pude romperse.

"Avanza. Ven a mi. No temas. No temas que yo no temeré. Seré valiente"

Dejo que la sábana baje lentamente.