Capítulo 4
—No — me gruñe abrazándome con fuerza.
—Vamos Aaron, tenemos que irnos ya, se nos hace tarde.
—No me interesa, no iremos hoy.
—¿Qué estás diciendo? Tengo que llegar a literatura y teología, quédate si quieres — intento pararme de la cama, pero su brazo no me lo permite.
—Qué importan, quédate conmigo.
—No te importan porque ambos maestros te han mandado a extraordinario, pero para tu información, a mí no.
—No me interesa, quiero que te quedes conmigo. Me lo debes por la paliza que me pusiste hace una semana.
—¿Te lo debo? Tú me debes más, imbécil, y suéltame ya o te pongo otra.
—Como si pudieras.
—Te odio.
Por fin logro quitarme de encima su brazo, me paro de la cama y recojo una playera del piso, me la pongo de prisa y me voy al baño sin decir nada.
Mis nudillos están casi curados por completo, después de todo ya pasó una semana de que golpeé a Aaron y todo ha quedado más o menos olvidado. Él aún tiene un poco morado el pómulo y su costilla sigue rota, sin embargo no ha sido impedimento para que esté metido en sus peleas clandestinas y las mismas cosas de siempre.
—¿Puedo bañarme contigo? — escucho que pregunta entonces.
—Lárgate, no quiero compañía.
—¿Por qué? ¿Temes que haga que no quieras ir a la escuela?
—Timis qui higi qui ni quiris ir i li iscili — arremedo haciendo gestos aunque no puede verme —, idiota, lárgate.
—¿Qué fue eso? — pregunta soltando una carcajada.
—Me irrita escuchar tu voz, vete.
—Vamos, Lía...
—Largo, la última vez que alguien entró a la ducha conmigo no resultó como pensé... — y vaya que no fue como lo hubiese imaginado. ¿Quién iba a pensar que sólo iba a estar aquí adentro besándome?
—Con que ya lo hiciste con alguien más, eh.
—Ja, como si hubieras sido el primero — miento, obviamente Aaron fue el primer chico con el que tuve sexo. Aunque seguramente ya ni siquiera lo recuerda.
—No me digas.
—Ya vete, me desconcentras.
—No sabía que se necesitaba concentración para darse una ducha.
—Claro que sí, puedo confundir el acondicionador con el shampoo.
—Ajá.
—En serio, ahora vete.
—Vale, supongo que me desquitaré después de la fiesta de esta noche.
—Ajá.
Mentiría si digo que me desagrada la idea de salir de nuevo a fiestas, sin embargo estar rodeada por los hipócritas que admiran a el Popular, sexy y al mismo tiempo bravucón de la escuela, es un asco.
Me dan ganas de decirle a una de las tantas taradas que babean por Aaron, que le cambio al chico por una botella de Jack Daniel's... espera... ya lo hice... sólo que estaba demasiado ebria como para acordarme.
Le dije a una chica rubia que si me daba una botella llena de vodka le regalaba a Aaron... puedo decir que cumplió su parte del trato, y yo intenté hacerlo, pero Aaron se negó a cambiar de esclava, digo, de chica.
Enjuago mi cabello de prisa y me apresuro a secarme. No me habría dado una ducha a esta hora si no tuviera el sudor de Aaron en el cuerpo.
Me pongo ropa interior limpia y salgo lo más rápido que puedo, abro el armario y me pongo lo que resta de la ropa deprisa.
—¿Te acuerdas cómo nos conocimos? — pregunta.
—Sí, en una fiesta.
—Ibas vestida con una minifalda y un top negro.
—¿No te estarás confundiendo de persona?
—Por supuesto que no, si yo mismo te quité toda esa ropa.
—Hey, cierra la boca.
—Vamos, no vas a decirme que estoy mintiendo.
—Sólo calla, maldigo el día en que te conocí — Aaron suelta una carcajada y no puedo evitar hacer lo mismo.
Puedo decir que aunque creo que no nos queremos, ahora nos llevamos bastante bien.
—Te veo en la escuela — me despido colgándome la mochila sobre los hombros.
—¿A dónde vas?
—A la escuela.
—Por favor, no me digas que ni siquiera puedo llevarte yo.
—No, iré en mi auto.
—Vamos, ven conmigo.
—Si intentas llevarme a otro lado me bajo del carro.
—Iremos a la universidad, lo prometo.
—Más te vale.
Salimos de la casa luego de que tome mis llaves y Aaron su chamarra.
Fuera se está cayendo el cielo, pareciera que la lluvia esperó hasta que saliéramos para dejarse caer sobre nosotros.
—¿Quieres un paraguas? — le pregunto observando qué tan fuerte está cayendo la lluvia.
—No, si corremos no nos mojaremos tanto...
—¡Te dejaré afuera! — grito al tiempo que salgo disparada hacia el auto, entro del lado del copiloto deprisa y bajo los seguros de las puertas.
El plan funciona bien, hasta que Aaron saca las llaves auto y abre la puerta.
—Si quieres hacer tus bromas, asegúrate de tener las llaves tú.
—Mierda, había funcionado antes... — me quejo recordando como dejé al ángel desalado fuera del auto varías veces. Aunque supongo que algunas de ellas fueron porque realmente nunca había subido a un carro.
—Pues pobre tonto al que dejaste afuera.
Aaron saca el auto a la calle y nos ponemos en marcha. Acelera a fondo y apenas alcanzo a ponerme el cinturón.
—Hey, ¿me quieres matar? — pregunto sosteniéndome del asiento y puerta.
—Para nada, sabes que manejo así.
—Ahora recuerdo porque quería irme en mi auto.
—No pasa nada, se nos hace tarde ¿no?
—Jódete, quiero llegar.
—¿Cuándo no has llegado?
—Esta podría ser la primera vez, y me niego a que sea así.
—Estamos a punto de llegar.
—Maneja más lento, por favor.
—De eso nada, alguien quería llegar a tiempo a la escuela, y así será.
—Maldita sea, no vuelvo a subirme a un auto donde estés manejado tú.
—Verás que no cumples tu promesa.
—A partir de este año juré cumplir todo lo que prometo.
—¿Ya te prometiste algo?
—No... nada que debas saber por lo menos.
—Suena comprometedor...
—Para nada — miento quitándole importancia.
Aaron entra al aparcamiento esquivando varios carros que hacían fila buscando un lugar. Se mete al cajón más cercano al edifico F y apaga el motor.
—¿Bromeas? — pregunto — ¿cuál es esa mañana de saltarse las filas?
—Como si fueran a decirme algo.
—Eres terrible.
Bajamos del carro de prisa y corremos los pocos metros del auto al edificio. Intento correr rápido, pero tengo miedo de resbalar y aparte de mojarme hacer el ridículo frente a las escuela.
—Anda, piernas cortas — presiona esperándome en la entrada.
—Disculpa, no quiero resbalar ¿sabes?
—El miedo de siempre.
—Qué va.
Me acomodo el cabello mojado mientras caminamos por el amplio pasillo repleto de chicos.
Todos estamos mojados, algunos más que otros, claro.
El ambiente de mi alrededor es húmedo y sofocante, los cristales de las ventanas están empañados en su totalidad y me siento atrapada aquí dentro.
—¿Irás a la cafetería? — le pregunto cuando estamos a poco del salón.
—Entraré contigo.
—¿Entrar? Pensé que estabas expulsado de la clase...
—Eso no significa que no pueda entrar — contesta encogiéndose de hombros.
—De acuerdo...
—Ya sabes, te quiero vigilar.
(...)
Me encantaría decir que mis dos primeras clases han sido de lo mejor. Sin embargo han sido las peores del mes entero. Aaron no se despegó de mí ni por un solo momento, Kate se pasó las tres horas peleándose con él, Rihanna estaba atacándolo igual, sin embargo Kate se iba contra ella también.
Ahora estoy en mi nube de tranquilidad luego de amenazarlos a todos con romperles algo en la cabeza si volvían a crear disturbios en mi burbuja de paz.
Brian está con una chica que acaba de conocer en la enfermería, Malory se llama.
Jason está de loco con un chico que según él, le ha estado coqueteando.
Henry se ha quedado con Kate ante su insistencia de que lo acompañase con Liam, ya que ahora Joel no tiene nadie más con quien estar y no le caería mal un poco de compañía.
Y yo estoy rodeada de las víboras que tanto me odian y que tanto odio.
—Si nos odias sólo tienes que decirlo — comenta Zack mientras toma una papa frita del pequeño plato que está sobre nuestra mesa.
—Los odio — afirmo sin más.
—Increíble, pues tendrás que soportarnos.
—Y ustedes a mí, ¿ves? Lo que digas se te regresa, borde.
—Por eso tu novio se coge a otras en las fiestas — me espeta. Voy a contestarle algo, pero la mano de Aaron actúa más rápido que mi boca y le golpea la cabeza.
—¿Quieres quedar estéril, imbécil? — pregunta éste.
—No...
—Entonces cierra la boca y no te metas donde no te llaman.
El salón en el que estamos está lleno de chicos de todos los grupos. Hace demasiado frío afuera como para estar en una de las mesas de la cafetería. Además de que, aunque tienen sus propias sombrillas, ahora todo fuera de los edificios está empapado.
—¿Irás a la fiesta de esta noche? — me pregunta Brad con tono menos hostil del habitual.
—No lo sé...
—Irás — sentencia Aaron dándome una mirada firme.
—Iré — contesto encogiéndome de hombros.
Supongo que a pesar de la golpiza de hace una semana, Aaron sigue siendo el mismo controlador de siempre, y yo... la misma cobarde.
—No tienes que ir si no quieres — me recuerda Rihanna poniendo una mano sobre mi pierna.
—Irá — recalca Aaron.
—¿Quieres callarte? Es tu novia, no tu hija — esta chica de verdad es linda. Tal vez antes no lo había notado porque existía cierta rivalidad entre ambas. Sin embargo, pasados los años supongo que todo ha cambiado.
Su cabello negro cae de un medio chongo despeinado hasta su cadera, haciéndose rojo de la mitad a las puntas. Siempre viene vestida de negro, y casi a diario lo combina con cosas rojas.
Este día viene con una falda corta negra con rombos rojos, medias de red negra, botas DrMartens negras, playera y chamarra negras igual. Sus uñas están pintadas de rojo a excepción del dedo anular, que obviamente está de negro.
—¿Ya vas a empezar con tu doble moral? — pregunta Zack, mirándola con desaprobación.
—Si fueras mujer y te tuvieran en un puño entenderías. Pero tú lo único que sabes hacer es meter la verga donde tengas oportunidad.
—Ya va, dejen de pelearse — interviene Brad, haciendo que Zack no logre contestarle nada a la chica —, ¿se les olvida que somos amigos?
—La traidora no es mi amiga — contesta al fin.
—Ni quien quiera ser tu amigo, sifiloso.
Aaron suelta una carcajada y niega con la cabeza. No sé de qué me estoy perdiendo, pero tal vez no quiero ni imaginarlo.
La puerta del salón se abre de golpe, azotándose contra el muro. Todos nos volteamos a mirar exaltados, y para colmo una rubia aparece en la entrada.
Ya vi quién va a ganarse esa cosa rota en la cabeza.
—¡Lía! — grita al verme.
—Te dije que...
—Lía — repite interrumpiéndome.
—¿Qué?
—No vas a creerlo... — por su expresión sé que algo completamente horrible o magnifico ha pasado.
—¿Qué? — repito preparándome para el golpe, espero que Kate tenga algo muy bueno que decirme.
—Lía... él... Luzbel volvió...
El alma se me cae a los pies al escuchar esas dos palabras.
Volvió...
Me paro al tiempo que tomo mi mochila de la mesa y salgo corriendo del salón sin decirle una sola palabra a nadie. Corro por el pasillo como alma que lleva el diablo, mientras voy seguida de mi amiga.
—¿Dónde está? — le pregunto sin dejar de correr.
—Llegando a la cafetería.
Salgo volando de donde estoy, esquivo a todos los chicos que se me ponen enfrente y ni siquiera me preocupo en lo más mínimo por resbalarme aquí.
Empujo la puerta del edificio sin siquiera frenarme un poco, la lluvia ha disminuido ligeramente desde que llegamos, sin embargo ya comienza a mojarme mientras miro toda la cafetería.
Y ahí está. Parado como si estuviera esperándome.
Un torbellino de emociones me azota por completo, quiero llorar, reírme, tirarme a sus brazos, maldecirlo hasta quedarme sin voz. Pero no hago nada, sólo me quedo quieta mirándolo.
—Volviste... — susurro tiritando de frío —, ¡volviste! — sin poder evitarlo más, corro y me abalanzo sobre él.
Me abraza con fuerza, tanta que comienzo a quedarme sin aire, sin embargo no digo nada y me quedo quieta abrazándolo.
—No puedo creerlo — comienzo mientras algunas lágrimas logran escaparse de mis ojos —. Luzbel, eres tú — admiro su cara sin poder creerlo. Es él, realmente es él.
—Qué muerta estás — contesta con voz seria.
—Yo...
—No tienes que explicarlo, lo he entendido.
—¿Entendido... o malentendido?
—Supongo que entendido.
—Estás mojado... — comento como si no fuera lo suficientemente obvio.
—Sí, bueno... tú igual.
—Quiero suponer que nuevamente no tienes dónde quedarte, así que en serio quiero suponer que aceptarás ir a casa conmigo.
Luzbel esboza una sonrisa mientras me acaricia la mejilla con dulzura. No sé qué le pasa, pero espero que no deje de ser así.
—Si me conoces no tienes que hacer suposiciones — contesta.
—Vamos...
—Anda.
Doy la vuelta para empezar a caminar, un escalofrío me recorre la espalda cuando me encuentro con sus ojos verdes. Está enojado. Incluso más que eso...
—¿Qué estás haciendo? — pregunta.
—Yo... — comienzo —. Yo voy... él... — balbuceo sin saber qué decir. Veo cómo Rihanna abre los ojos de par en par y me niega con la cabeza. Lo estoy haciendo mal —. Iré a casa.
—Definitivamente. Estás empapada.
—Lo sé, te veré luego — contesto sin mirarlo a los ojos.
—¿Disculpa? Es más que obvio que no será así. Vamos, te llevaré a casa.
—No, iré sola, nos veremos después...
—Dije que vengas, nos vamos ahora.
—Disculpa, ¿Tú quien eres? — pregunta Luzbel detrás de mí.
—El novio de Lía — no sé si le pasó lo mismo. Pero a mí acaba de rompérseme el corazón.
—¿Y eso te da derecho a hablarle así?
—¿Tú quién diablos eres?
—A ti qué te importa, déjala en paz o voy a hacer que nunca más vuelvas a hablarle siquiera — por un terrible motivo, me imagino a Luzbel arrancándole la lengua a Aaron...
—No pienso preguntarlo de nuevo — continúa bajando los escalones hacia nosotros —, ¿quién eres?
—¿Y tú quien eres? — pregunta de nuevo.
—Ya te dije que su novio. ¿Quién carajos eres?
—¿Siendo así? El amor de su vida.
Algo en mí florece y explota, tal vez debería emocionarme si dijera que yo soy el amor de su vida. Pero da igual, es parecido.
—¿Quieres que te parta a la mitad? — para cuando reacciono ya está sólo un par de pasos de mí.
—¡No, Aaron, basta! — grito intentando detenerlo, lo empujo levemente del pecho, pero tan pronto como retrocede un paso avanza dos —, ¡para ya!
—¡Cállate, maldita sea! — me grita en la cara, haciendo que me invada el miedo y me achique entre el cuerpo de ambos.
Luzbel me rodea con un brazo y me pega a su pecho, no debo tenerle miedo. Sé que sigo siendo la misma chica valiente que era antes de conocerlo.
—¿Sabes qué eres? — le pregunta Luzbel —. Eres un cobarde. Qué fácil es amedrentar a una niña, ¿no? Pero anda, intenta amedrentarme a mí.
—¿Quieres que te amedrente? ¡¿Quieres eso?! ¡Voy a romperte cada puto hueso que tienes cuerpo! — comienza a amenazar, pero tan sólo un segundo después Luzbel le golpea con la mano libre.
—Creo que no funcionó —comenta.
—Para ya — le pido poniéndome frente a él —, por favor, para.
—Bien — acepta luego de un largo momento de silencio —, vámonos.
—¿Qué no entiendes? — pregunta Luzbel riéndose — Ella no va a irse contigo.
—Lía, vámonos — continúa levantando la voz.
—Basta — Rihanna baja los peldaños también, y se para a una distancia considerable de nosotros —, déjense de peleas. Lía no es un juguete. Dejen que ella elija con quien quiere irse. Si ambos se sienten lo suficientemente hombres, dejen que ella hable.
—Jamás me he sentido un hombre — masculla Luzbel.
—Elige, Lía — pide Aaron —, ¿con quién te vas?
Me quedo en silencio. Muero de ganas por ir con Luzbel, y voy a irme con él, sin embargo quiero que crean que de verdad lo estoy pasando.
—Te veré después — contesto a Aaron. De cierta forma, tener a Luzbel aquí me da la seguridad de mandar a la mierda a este idiota sin temer un golpe o algo parecido.
—Nunca pierdo — comenta Luzbel victorioso —, nunca.
Ambos caminamos hacia el aparcamiento de prisa. No sé cómo pienso irme si no traje mi auto.
—Hmm, hay algo que no te he dicho — hablo.
—Seguro que hay millones de cosas que no me has dicho. Platicaremos cuando estemos en casa.
—Es que sobre eso es lo que no te he dicho... no traje auto.
—Ah — suspira con tono ciertamente aliviado —, es eso. Pensé que ibas a decirme que ahora vivías con ese idiota.
—¿Estás loco? Desde cuando me crees tan tarada.
—No es que te crea tarada, pero luego de ver que volviste con tu ex novio lo creo todo.
—Jódete, pudiste evitarlo.
—Hablaremos de esto luego. Vamos, traje con que irnos.
—¿Un unicornio? — pregunto sin saber qué pudo haber traído de transporte. Luzbel me mira enarcando una ceja ante mi suposición — ¿Un pegazo entonces?
—Algo mejor, un dragón.
—Increíble, ¿escupe fuego?
—Sí, y es rojo.
—Lo preferiría azul...
—No seas incrédula, esas cosas no existen. Vamos ya.
—¿Cuando piensas dejar de jugar con mis sentimientos?
—Ahí vamos de nuevo, ven acá — Luzbel me toma de la muñeca y me jala para que lo siga.
—Ay, espera, me duele — me quejo soltándome de su agarre.
Luzbel toma mi mano con delicadeza para observar mi muñeca. No lo había notado, pero esta ligeramente amoratada y se ven las marcas de los dedos de Aaron.
—No quiero ni preguntar qué te pasó.
—Definitivamente no quieres... — acepto recordando que Aaron se quedó a dormir conmigo anoche, y pasaron cosas qué tal vez no debieron de pasar.
—Bien...
Sigo de prisa a Luzbel, aunque más mojados no podemos estar. La lluvia ha disminuido más, pero es muy tarde de todas formas.
—Espera un momento, no me digas que hay motos en el paraíso — inquiero al ver en qué ha venido.
—Por supuestos. Las Ducatis son las más pedidas — contesta con sarcasmo.
—Extrañaba al idiota sarcástico de siempre.
—Vamos, no quiero que te vayas a enfermar y mueras.
—Una gripa suena peor cuando tú lo dices.
—Cómo si no pudiera pasar.
—No lo sé, es probable que me muera si me subo ahí contigo.
—Sé hacerlo, cómo crees que llegué.
—¿Como puedo fiarme de que sabes hacerlo? Vienes de allá arriba.
—¿Confías en mí? — pregunta mirándome a los ojos. Haciendo que realmente tenga la seguridad de poner mi vida en sus manos, y suba atrás de él.
—Eso me sonó a Aladdin... supongo que esto es más seguro que una alfombra voladora...
—No sé de qué estás hablando...
—Sí, no me extraña.
—Yo sí.
—¿Sí qué?
—Sí te extrañé.
_____________________
Ahora sí, la siguiente actualización será el miércoles 😂😂
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro