Capítulo 29
Me paro de la cama sin ganas.
Estoy cansada, y no quiero hacer nada más que volver a dormirme. Pero algo en mí no me lo permite.
He estado inquieta desde anoche, no voy a decir que no pude dormir, porque no fue así, sin embargo, aún en mis sueños he estado con esa maldita inquietud que me carcome.
Luzbel ha llegado a casa, ya lo escuché, sin embargo no escucho que suba ni nada parecido.
Salgo de la habitación y comienzo a bajar las escaleras con pereza, mi cuerpo pide a gritos que vaya a dormir, sin embargo la llama de emociones que tengo dentro lo evita a toda costa.
—Pensé que estabas dormida — escucho que habla.
—No, ya estoy despierta.
—Sí, lo noto.
—¿Cómo estás?
—Bien, siento llegar a estas horas... las cosas se prolongaron demasiado anoche, terminamos dormidos en la sala de Henry.
—Sí, lo imaginé, siempre pasa — admito recordando las veces que quedamos igual.
—¿Quieres que vayamos a desayunar?
—No — contesto sintiendo nervios de lo que voy a decir —. Tenemos que hablar.
—¿Sobre qué? — pregunta claramente sorprendido.
—Quiero que me cuentes las cosas y. ¿Qué es eso que no quisiste contarme cuando íbamos a ver a Lilith?
Luzbel parece palidecer. Nunca en todo este tiempo había visto que eso le pasara, creo que definitivamente lo tomé por sorpresa.
—Lía no...
—No es momento — termino —. Nunca es momento, Luzbel. Para ti jamás es hora de decir las cosas, ¿por qué te acobardas? ¿A qué le tienes miedo?
—No le tengo miedo a nada, es sólo que no sé si sea el mejor momento para decirte todo.
—Estoy harta de eso, ¡me valen una mierda los momentos! Sólo quiero que me digas todo y ya, ya no quiero seguir aguantando y hacerme ideas estúpidas. Es hora, Luzbel. Es el maldito momento.
—¿Eso quieres? ¿Quieres que te lo diga todo?
—Así es, quiero que me cuentes por fin lo que me has estado ocultando.
—Bien. Si es lo que quieres, está bien. Ve a cambiarte de ropa. Vamos a salir.
Lo miro pensativa, pero al cabo de unos segundos acepto. Doy la vuelta y regreso por las escaleras.
No puedo quitar las imágenes de ayer de mi cabeza, y aunque pensé que iba a dejarlo estar, me siento culpable cuando miro a Luzbel.
Él y yo... simplemente no debí hacerlo, Luzbel no se lo merece, él jamás hubiera hecho algo así, yo no debí hacerlo...
Me convenzo en múltiples ocasiones que solo estoy exagerando. Sí hice mal, sin embargo no fue algo tan grave. Rafael y yo supimos parar las cosas, sólo fue un beso, que duró minutos, pero sólo quedó en eso, en un beso de despedida.
Amarro las agujetas de mis tenis y tomo una chaqueta del armario antes de salir nuevamente. Me he vestido con unos jeans que me encontré en el suelo, una playera negra y unos converse blancos.
No sé porque parece molestarle a Luzbel mi petición. En todo caso, la molesta debería de ser yo, pues me ha estado ocultando muchas cosas desde que lo conocí. Y no siento equivocarme cuando digo que de verdad me merezco saber lo que no me ha querido decir.
—¿A dónde vamos? — pregunto una vez que estoy abajo.
—Vamos a caminar, no quiero estar aquí encerrado cuando explote la bomba.
Sus palabras me toman por sorpresa, tal vez esto va a ser mucho peor de lo que pude haberme imaginado por toda la noche.
¿Acaso esto va a ser todavía peor que todo lo que ha pasado durante este tiempo?
¿Será que esta vez de verdad logra hacerme un lado y separarnos para siempre?
—Di las cosas ya — pido mientras caminamos a la parte trasera de la casa.
—¿Por qué tienes tanta prisa?
—Porque no quiero que haya un maldito contra tiempo y terminemos como siempre. Sin decirnos nada.
—No lo habrá — asegurar como si de verdad pudiera saberlo —. Hoy sabrás todo si es lo que quieres.
—Pues sí, sí es lo que quiero — acepto con firmeza.
—De acuerdo. Empieza, dime qué es lo primero que quieres oír.
—¿A qué te referías cuando me preguntaste si te recordaba? — pregunto sin siquiera pensármelo.
—Voy a contarte algo. Así podrás obtener tu respuesta y saber más de mí como querías.
—Bien, lo tomo.
—Increíble. Hace demasiados años como para contarlos, cuando yo aún era un ángel joven, todo era diferente. Yo era diferente. Y no era como podrías estarlo pensando, no era tan malo... de hecho no era para nada como soy ahora. Era tranquilo, no odiaba tanto a todos. Amaba ir y hacer de las mías, eso no lo niego, sin embargo no tenía esta actitud que tanto odias ahora.
—¿Y qué pasó?
—Sí, justo a eso voy. Resulta que un día conocí a alguien.
—¿Alguien...?
—Una de nosotros. Era perfecta. No le temía nada, iba en contra de todo lo que le impidiese llegar a donde quería. Era fuerte, despiadada, decidida, y tremendamente hermosa.
Sé que es estúpido, sin embargo comienzo a sentir celos de lo que dice. Vamos, ¿a él le gustaría que le contara que conocí a un chico guapo, rudo, decidido y sexy? Creo que no.
—¿Y...? — pregunto mirándolo. Se ha quedado perdido es sus recuerdos mientras tiene una sonrisa enamorada, tal parece que extraña a alguien y jamás quiso decírmelo.
—Bueno, pues la conocí de una forma muy divertida — continúa riéndose de sus recuerdos.
—¿Ah si? ¿En dónde? ¿En tu cama?
—No, para nada. No era así en esos tiempos... Digamos que me salvó la vida.
Que coincidencia, yo también le salvé la vida y no pone esa cara de idiota cuando habla de mí.
—Interesante... — acepto con voz tan neutra como puedo.
—La conocí en guerra — explica entonces —. No sabía que había chicas guerreras, ellas se ocupan de otras cosas, pero odian lo que tenga que ver muerte. Ninguna ángel nunca podría aceptar estar entre sangre, metal, muerte... pero ella lo estaba. Me salvó cuando intentaron cortar mis alas en el campo de batalla. Fue extraño la forma en que pasó todo. Traía un casco puesto, así que no podía mirarle el rostro. Por lo tanto pensé que era uno más, y vaya, no conozco a todos los guerreros, son demasiados. Sin embargo, mientras me le quedé mirando decidió desenmascararse... y todo se detuvo por un largo momento, la guerra desapareció y ella era lo único que existía en ése instante... luego volvieron a atacarme y todo regresó a la normalidad.
Casi río por el detalle, seguramente que sí, debió de ser muy hermosa aquella chica.
—¿Y a qué viene todo esto? — pregunto entonces luego de un largo silencio.
—Aún no termino. Luego de ese día la busqué por todas partes, salía en busca de esas alas negras diario... pero no había nada. Desapareció. Se esfumó como si fuera posible, como si no existiese de verdad...
—¿Y ese es tu amor frustrado? — pregunto con mofa.
—No, no es mi amor frustrado. La encontré.
—Maravilloso, ¿y luego?
—Bueno, pues después de la travesía logré hablar con ella, y me di cuenta que era aún más increíble de lo que había notado. El punto es que logré salir con ella. Logré que sintiera algo por mí, y ella logró volverme más loco de lo que ya me tenía. Estábamos enamorados, ambos lo sabíamos, estaba a punto de pedirle que se casara conmigo... pero luego algo se atravesó en mi camino.
—¿Algo...?
—Alguien.
—¿Quién...?
—Rafael.
Algo me golpea entonces. Las imágenes de anoche, mis pensamientos, absolutamente todo golpea mi mente.
Rafael traicionó a Luzbel junto con su enamorada. Y ahora vine a repetir la maldita historia conmigo.
—Yo... lo siento — digo en voz baja, supongo que le lastima hablar de esto.
—No tienes por qué sentirlo, fue algo estúpido, y la verdad nadie tiene la culpa. Rafael no sabía con quién se metía, y ella se enamoró de ambos... supongo que no podíamos controlar eso. Sin embargo fue un golpe bajo. Saber que mi hermano se había llevado a la cama a la mujer que yo amaba fue trágico, y me pelee a golpes con él, fue algo estúpido, y que a fin de cuenta supimos sobrellevar. Sin embargo la perdimos.
—¿La perdieron?
—Fue acusada de pecados terribles, más cuando intentó ir en contra de Dios... yo intenté convencerla de que no hiciera nada, pero era inútil, nada la haría cambiar de opinión... lo único que me quedó fue convencerlo a él de que no fuera enviada al tártaro, de que pagara una condena menos terrible, ya que había hecho demasiadas cosas por todos nosotros.
—¿Y qué le hicieron?
—Murió. Su alma fue enviada al seol a su suerte. Pasó siglos ahí dentro... intenté ayudarla, aunque me puse en riesgo yo. Fui e intenté llevarla hacia la luz... pero a fin de cuentas no quedó más remedio que dejarla ahí, hasta que ella sola lograra pasar a dónde debía. Yo simplemente no fui el mismo, ella me dejó tremendamente herido y cambié para siempre... ahí empezó todo, las mujeres, mi odio, todo lo que ves ahora en mí.
—Aprecio me cuentes esto, pero... no entiendo qué tiene que ver lo que te pregunté...
—Bueno, eso porque aún no termino — contesta mirándome por primera vez desde que salimos de casa —. Luego de siglos la volví a ver.
—¿Volvió a edén?
—No, y no la vi de la forma más normal que pude imaginarme. Sin embargo noté que seguía amándola igual.
—¿Ah si? ¿Reencarnó en un sapo?
—No — contesta riéndose —. En un bebé.
—¿Bebé...?
—Una — corrige deteniéndose frente a mí —. Una hermosa niña humana. Que nació el ocho de septiembre del noventa y ocho. ¿Te suena?
—¿Yo...? — pregunto con un hilo de voz sin poder creerlo.
—Tú. Sólo tú. Quién diría que la misma persona que me salvó la vida en guerra, me la salvó en la caída.
—Espera, ¿yo te engañé con Rafael? ¿Tú y yo nos conocemos desde ese momento...? Yo...
—Calma, sé que es algo duro para ti, pero me exigiste respuestas...
—No, espera, en serio — pido mientras una lluvia de recuerdos inunda mi cabeza.
Me siento mareada, comienzo a desubicarme y miles de sentimientos me invaden sin piedad.
Termino en el suelo sin poder evitarlo. En este momento todo comienza a cobrar sentido, y la cabeza está a punto de reventarme. Cuando aquella mujer me enseñó algo en el inframundo, fue esto.
Tal vez la conocía, tal vez ella me reconoció o algo parecido... Por eso se portó tan buena conmigo, seguramente por eso no permitió que me hicieran daño cuando me llevaron ante ella.
Y a fin de cuentas lo único que hizo fue mostrarme mi vida de antes... en la que conocía a Luzbel y también a Rafael.
Esto sólo fue lo que impulsó a todos esos recuerdos para aparecer nítidos en mi cabeza.
—Lía, cálmate — Luzbel me toma de los hombros e intenta ponerme de pie, sin embargo me retuerzo involuntariamente en sus manos y vuelvo al suelo.
Siento que me está dando un ataque, no puedo ponerme de pie y espasmos atacan todos mis músculos sin piedad alguna.
Una punzada me atraviesa la cabeza, el dolor se expande hacia todo mi cuerpo. Siento una presión horrible en el pecho y comienza a faltarme el aire brutalmente.
—Lía, por favor — ruega Luzbel, siento como me rodea con los brazos y me alza del suelo —, respira, nena, por favor... todo va a estar bien...
Estoy tan aturdida que veo borrosa la cara de Luzbel. Siento que los árboles van dando vueltas a mi alrededor y mi cabeza comienza a punzar en consecuencia al fuerte dolor que la atacó.
Luego de que todo por dentro pareciera explotarme, por fin comienzo a sentir alivio, mis músculos se destensan y deja de dolerme el cuerpo. Sin embargo sólo me siento débil, me siento incapaz de enderezarme de los brazos de Luzbel, y termino desvaneciéndome por completo.
(...)
—¿Cómo te sientes? — pregunta en cuanto abro los ojos.
Me quedo callada mientras miro todo a mi alrededor y comienzo a ubicarme.
—Bien... ¿qué paso? — comienzo a incorporarme como puedo. Seguimos en el bosque y ambos estamos en el piso.
—¿Recuerdas algo?
—¿Algo de qué?
—De lo que te conté — contesta tranquilo. Mi mente empieza a pensar y nuevamente comienza a dolerme la cabeza. Al parecer ahora los recuerdos llegan solos y sin control alguno.
—Sí...
—¿Te sientes mejor?
—No... estoy muy confundida...
—Lo entiendo, es normal. Acabo de contarte algo que no se le debe contar a los humanos... Aunque bueno, tomándolo bien en cuenta, tú no eres del todo humana.
Un escalofrío me recorre la espalda al pensarlo... yo soy humana, tanto como siempre... nada ha cambiado en mí.
—¿Qué fue lo que hice? — pregunto sin fuerzas.
—¿De qué?
—Cuando yo era... un... ángel... — me cuesta demasiado asimilarlo. ¿Sólo es eso? ¿Sólo fui uno de ellos y ya? No. Simplemente no puedo creérmelo y me niego por completo a aceptarlo.
—Hiciste muchas cosas, Lía...
—¿Qué cosas?
—No lo sé... cosa como tener contacto con humanos. A veces eras muy soberbia, fuiste egoísta con los demás. Y tu orgullo te llevó a muchas cosas... sin embargo lo entiendo. Siempre has sido un alma libre, tú no fuiste creada para recibir órdenes y acatar reglas. Tu lugar es enfrente de todos, dirigiendo, rompiendo reglas con tal de lograr algo... y me gusta, pero a los demás no.
—No logro asimilarlo... esto es demasiado.
—Lo sé, es algo duro. Te reencuentras contigo misma cuando te enteras, y de cierta manera, decírtelo es la llave de tus recuerdos. Yo quería esperar más. Pensé que habías entendido que siempre busco el momento para hacer las cosas, por eso mismo no quise decírtelo justo ahora, quería prepararte para ello. Sin embargo me obligaste a hacerlo, ahora vas a tener que lidiar con tus dos yo del pasado y presente. Y vaya... para como eres ahora, creo que te considerarás insoportable.
—Eso sólo es una demostración de que todos los ángeles son unos pinches insoportables.
—Puede, esa es nuestra naturaleza. Pero, ¿te digo algo? Tú querías a los humanos.
—¿Mi yo ángel...? — esto ya comienza a sonar ridículo, ¿cómo es posible que a mí me tenía que tocar todo esto?
—Sí, tú. Decías que ellos no eran tan malos, sólo no eran avanzados como nosotros. Los defendías a capa y espada... de hecho te enojaste conmigo cuando decidí pedir la vacuna para los nuestros. Para que no pudieran meterse con los humanos.
—Es una estupidez, aún ahora me enoja escucharlo.
—Bueno, pues hiciste tú revuelo allá arriba con tal de evitarlo... fue épico.
—¿Ah sí? ¿Por qué? ¿Hice una huelga o algo parecido?
—No, nada de eso. ¿Te imaginas peleándote conmigo?
—¿Peleándome a golpes?
—Así es. Me metiste una buena tunda.
—Sí, claro. El ángel más poderoso de todos fue derrotado por una mujer — digo en tono tremendamente exagerado y sarcástico.
—No dije que me derrotaras. Dije que me golpeaste bien, eso es todo. Yo gané, como siempre.
—Ah, ahí vamos.
—En serio, te terminé ganando, y sin usar espada.
—¿Eso qué tiene qué ver?
—Que estuviste a punto de dejarme sin cabeza a mí.
Suelto una carcajada e intento imaginármelo, sin embargo el recuerdo aparece entonces.
—Pues hubiera sido bueno ganarte — contesto mientras intento dejar de ocupar demasiado la cabeza para no recordar más.
—Siempre perdías conmigo... y cuando ganabas lo hacías de manera sucia.
—¿Cómo? ¿Te ofrecía comida a cambio?
—Si tú cuentas como comida, sí.
Las mejillas se me ponen rojas y las maldigo en silencio mientras me froto con las manos en un intento de regresarlas a la normalidad.
—Vaya... que zorra... — admito, aunque de una manera extraña, creo que estoy auto llamándome zorra.
—Eras excesivamente lujuriosa.
—Me doy cuenta.
—En serio. El problema de los ángeles es que todos tienen un pecado que predomina en ellos.
—¿Y cuál es el tuyo? ¿Soberbia?
—Lujuria, igual que tú.
Lo miro pensativa entonces. Ya me he dado cuenta que Luzbel es lujurioso hasta el tuétano, pero ahora sólo de imaginarme ese deseo tan fuerte en ambos, sé que era algo tremendamente explosivo e intenso.
—Perdón.
—¿Por qué me pides perdón, Lía?
—Por lo que te hice... sé que tiene demasiado tiempo, no sé si me disculpé contigo en su momento, pero quiero hacerlo ahora... — me paro del suelo y comienzo a sacudirme la ropa —. Todo este tiempo desde que te conocí, pasé preguntándome qué pasaba contigo. Al principio creí que era cosa de ángeles, que ese era el comportamiento de todos ustedes. Pero cuando conocí a Rafael me di cuenta de que no era así. Tú tenías algo y no querías decírmelo. Quise saberlo, comencé a odiar la razón por la que te habías vuelto tan insoportable, tan frío, tan tú. Pero jamás imaginé que me estaba odiando a mí misma.
—No quiero disculpas — contesta mientras comenzamos a caminar —, no me interesan. Yo sé que no tuviste la culpa, yo jamás te he culpado de ello. La realidad es que me heriste, sin embargo lo entiendo, jamás fue tu intención. Y si yo soy así no es tu culpa. Yo tuve la elección, y me convertí en lo que tú odiabas... así que creo que la que se merece una disculpa eres tú.
—¿Por qué yo?
—Porque yo también hice cosas que te lastimaron. Y te debo otra porque tenías razón. Los humanos no son tan malos como creemos. Y viniste a enseñármelo de la forma más pura que podías.
La sonrisa de Luzbel me derrite el corazón. Aunque me molesten algunas de sus actitudes no puedo negar que lo quiero tal y como es.
Por un momento sólo nos quedamos mirando. Analizando al otro, observando hasta el más mínimo detalle.
Me estiro ligeramente hacia él para besarlo, sin embargo mi diminuto tamaño no me permite alcanzarlo, y como siempre, a Luzbel parece darle gracia.
Luego de dedicarme una sonrisa se inclina hacia mí, acortando los centímetros que nos separaban.
—¡Luzbel! — una voz interrumpe el momento de manera precipitada.
Rafael está corriendo a metros de nosotros, viene vestido con sus botas, pantalones y armadura dorada. Sus alas permanecen cerradas en su espalda, y por un corto momento me pregunto por qué no viene volando hasta aquí. Aunque claro, un instante después recuerdo que estoy en pleno bosque.
—¿Que formas son esas de interrumpirnos? — pregunta Luzbel.
—Tenemos que irnos — contesta llegando junto a nosotros —, ahora.
—Espera un momento, ¿qué está pasando?
Rafael lo ve y señala algo hacia arriba. Ambos miramos para esa dirección. Yo realmente no logro ver nada, alcanzo a ver el azul del cielo, pero los árboles me estorban demasiado como para notar algo inusual.
Parpadeo varias veces en un intento de poder ver lo mismo que ellos. Obligo a mis ojos a observar el panorama con atención. Y cuando por fin lo noto un nudo se forma en mi estómago.
¿Luna...? Sé que la luna siempre está ahí, sin embargo ahora mismo pareciera que está a escasos kilómetros de la tierra y brilla como si fuera un segundo sol.
—No... — escucho que susurra Luzbel — ¡Como es posible! ¡Faltaban dos semanas!
—Al parecer los astros no están de tu lado, hermano.
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Siguiente actualización, lunes 18 de febrero 💘
Y les aviso de una vez, el lunes publico los últimos capítulos 🌝
Los amo ♥️
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