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Capítulo 21

—¿Está mi papi? — pregunta el rubio, y pienso cerrarle la puerta en la cara, sin embargo me controlo y no hago ninguna estupidez.

—Ya te dijo que no le llames así — contesto.

—Vamos, viví siglos sin un padre, lo justo es que deje que sienta lo que es tener uno.

—Luzbel te odia, lo sabes, ¿no?

—Me da igual.

—A él también le das igual.

—¿Está o no? — repite agresivo.

—No le alces la voz a tu mami — contesto regresándole el golpe, y parece que lo siente de verdad.

—Ya eres mi "mami" — comenta cruzándose de brazos.

—Si es para joder, sí.

—Interesante. Mami, ¿puedes llamarle a mi padre? ¿O están muy ocupados haciéndome un hermanito? Cierto, mentira, no pueden tener hijos, ¿verdad?

—Podemos, y ten por seguro que si así fuera sería el legítimo, no un lilim asqueroso como tú.

—¿Qué te puede, Lía? ¿Que mi madre se haya comido lo que tienes antes que tú?

—Por dios — exclamo, y noto como Aram hace un gesto de dolor —, si me molestara por todas las cosas por las que pasó tu padre, ya me habría dado un paro cardiaco.

—¿Irás por él o no?

—¿Qué si no quiero?

—Muy inteligente — sonríe amargamente y se dispone a entrar a la casa.

—Hey — intervengo —, como todo buen demonio que eres, te recuerdo que no puedes entrar a esta casa sin ser invitado.

La cara del chico se crispa y tensa la mandíbula enojado, regresa el pie a donde estaba y se queda ahí.

—Créeme, como insoportables nadie nos gana, niño — advierto recargándome en el marco de la puerta.

—No me retes, "niña", que por si lo olvidas te llevo algunos siglos.

—Pues que triste que tu padre está con alguien menor que tú, y peor aún, ese alguien puede darte órdenes igual.

—¡Luzbel! — grita con fuerza.

—Gracias, me evitaste la necesidad de subir.

—Cállate.

—A mí no me hables así, niño, o qué, ¿quieres que tu papi te regrese allá abajo?

—Gracias a los pozos del abismo que llegaste — exagera mirando hacia atrás de mí —, tu humana no para de joder.

—Tiene nombre, niño. ¿Qué quieres? Te dije que no podías salir del lugar en que te dejé.

—Tiene demasiado tiempo que llegué, no puedes dejarme encerrado el resto de la eternidad.

—Sí puedo, y si no te gusta, regresa abajo a donde perteneces, créeme que no me interesa en lo más mínimo que te largues.

—Pues no me voy a largar.

—Entonces no molestes — concluye cerrando la puerta, sin embargo Aram la detiene antes de que cierre por completo.

—Padre, aceptémoslo, somos familia y nadie puede cambiarlo, de nada sirve que nos odiemos y nos hagamos la vida más terrible, porque de vernos la cara nos quedan demasiados años.

—Que suerte que los humanos llegamos a los setenta cuando mucho... — inquiero.

—Demasiada suerte, dejaré de mirarte muy pronto — contesta Aram.

—Mientras tanto te haré estos cuarenta y ocho años restantes una mierda, lo prometo.

—Sabes de quién soy hijo, ¿verdad? Crees que teniendo a tales padres, tú, una simple mortal va poder contra mí.

—Mmm... sí.

—No puede ser — susurra cabreado al tiempo que Luzbel ríe por lo bajo.

—Déjalo, Lía — pide entonces —, no le avises nada, no vaya a ser que le des tiempo de prepararse.

—¿De qué lado estás?

—Claramente del de Lía, ¿por qué estaría del tuyo?

—Porque soy tú hijo.

—Ajá. ¿Necesitas algo? Estamos ocupados.

—No tengo qué comer, y veo que los humanos compran cosas con... dinero.

—Así que quieres dinero... — inquiere cruzándose de brazos —, ¿desde cuándo no comes? — la voz de Luzbel es seria, sin embargo ya no es sarcástica ni con matices agresivos.

—Desde que llegué, sólo comí lo que hiciste favor de dejarme cuando me mostraste el lugar.

Nos quedamos en silencio entonces, creo que Luzbel está pensando seriamente lo que va a hacer.

—Pensé que serías lo suficientemente inteligente como para conseguir tu propia comida — contesta.

—No voy a sobrevivir de fruta, tenlo por seguro.

—Lo sé... espera aquí, iré a ponerme ropa — pide un momento antes de cerrar la puerta.

—¿Saldrás? — pregunto subiendo las escaleras tras él.

—¿Por qué no vienes conmigo? Llevaré a Aram a comer algo...

—¿Ya te nació el sentimiento paternal?

—No. Pero sé lo que es tener hambre y no poder comer nada.

De cierta forma me tomo en serio sus palabras, siente lástima por el chico, y me contagia sentir lo mismo también.

—Vamos — acepto buscando unos jeans para ponerme, ya que no quiero salir con shorts a la calle.

—Gracias por apoyarme — habla —, en todo. Desde el primer momento en que me viste, me ayudaste a salir del bosque, me diste comida, casa, salvaste mi vida. Me lo has dado todo, gracias en serio.

—No es algo que agradecer, y si somos honestos te debo demasiado igual. Me has salvado la vida varías veces, y has hecho cosas increíbles que incluso aún no me creo.

—Como mandar a la mierda a Aaron por ti.

—También eso — acepto sonriendo y poniéndome frente a él —, y lo de ayer igual — confieso con un poco de vergüenza.

—Sé que fue traumático — comenta mirándome a los ojos —. Aunque mi intención era evitarlo, sin embargo no pude hacerlo, tenía que pasar.

—Lo sé, está entendido. No es culpa tuya.

—De hecho lo es — admite —, lo sabes.

—No es así.

—Claro que lo es. Yo fui el primer idiota en protestar en contra de la mezcla de ángeles y humanos. Y también fui el primero en votar a favor de hacer algo para evitarlo. Y peor aún. Fui el que dio las especificaciones a los doctores.

—No importa, Luz, está bien, tenías tus razones para decirlo, después de todo no está completamente bien.

—Y no sabía que iba a conocerte.

—Exacto.

—Pero ahora no importa, ha pasado, y te prometo que será mejor la siguiente vez.

¿Siguiente vez...? ¿Vamos a volver a hacerlo?

—Bien... — acepto sin saber qué decir.

—Ahora vamos, alguien nos espera.

Jalo una chamarra del armario y escucho como el gancho en el que estaba colgada cae al piso, vacilo un momento en regresar y ponerlo en su lugar, pero termino dejándolo ahí.

Mientras bajo las escaleras reviso que traiga el móvil, la cartera, tomo las llaves y me cercioro de traer tenis iguales, ya me pasó una vez y no quiero que pase otra.

—¿Vendrás con nosotros? — pregunta Aram una vez que estamos fuera.

—Por supuesto — contesto —. ¿Qué parece? ¿Que les voy a abrir la puerta?

—No lo pregunté a la ofensiva, no todo es pelea.

—Que curioso que precisamente tú digas eso.

—Más curioso es que tú me digas eso cuando no sabes nada de mí.

—Sí... — admito pensándolo un momento —. Es cierto, puede que te esté juzgando mal.

—Creo que empezamos con el pie izquierdo...

—¿Dónde he oído eso? — pregunto mirando a Luzbel, mismo que ya está viéndome con una media sonrisa.

—No sé — continúa el chico —, sin embargo no quiero problemas con ninguno de ustedes, sólo quiero llevarme tranquilas las cosas.

Creo que después de todo juzgamos mal al chico. Luzbel por no querer creer que es su hijo, y yo por eso. Porque es su hijo.

Subo al auto y me apresuro a encender el motor, veo a Luzbel subir y bajar de un momento a otro.

Le miro con atención mientras da unos pasos y le abre la puerta trasera a Aram mientras le dice que tiene que subir y abrocharse el cinturón.

Comienzo a reírme aunque intento ser discreta, jamás voy a poder ver tan normal que un ángel y un demonio se pongan un cinturón de seguridad.

Una vez que estamos dentro los tres, salgo de reversa y me pongo en marcha lento, a unos metros de donde vamos, una señora va a cruzar la calle con quien sabe cuántos niños, y por sus vestimentas estoy segura que son del jardín de niños.

Freno a un par de metros de donde comienzan a caminar de prisa hacia el otro lado de la acera, y miro por los espejos que no venga ningún loco dispuesto a jugar bolos con bebés, no queremos ver algo sangriento por aquí.

—¿Por qué no les pasas encima? — pregunta Aram con voz neutra. Aquí está ese loco de los bolos.

—¿Por qué no te pones enfrente y te paso encima a ti? — regreso la pregunta mientras tengo la mirada fija en lo que creo que es el jardín de niños completo.

—No puedes hacer eso — explica Luzbel. Me volteo a mirarlo pero tiene la vista al frente —. Aquí hay reglas que seguir, y aunque no es una regla como tal no ir atropellando niños, es algo que todos saben que no deben hacer, esta mal, y es un delito matar a alguien.

—Que extraños son, si algo parecido pasara en el abismo, ya les habría pasado encima.

—Tienes que entender que aquí las cosas son diferentes. Si quieres estar aquí debes atenerte a eso y seguir las reglas, porque de lo contrario sólo recuerda que siempre vas a tenerme detrás.

—Bien...

Vuelvo a ponerme en marcha luego de unos segundos, tal vez Aram no tenga cuerpo de niño, pero tal parece que Luzbel sí va a tener que hacerla de papá para enseñarle qué está bien y qué está mal.

Mientras voy tranquilamente por la calle, desvío momentáneamente la mirada para poner música.

Ya que he quitado todos los discos y se me ha olvidado traer más, me veo obligada a usar el móvil para conectarlo al bluetooth del auto.

—¿No deberías mirar al frente? — pregunta Luzbel entonces, doy una ojeada rápida al camino y sigo mirando el teléfono.

—Sí, sólo un momento.

—¿Acaso no ves los comerciales de la televisión? ¿Esos que dicen que no debes de usar el móvil mientras manejas para cuidar de tu vida?

—¿Acaso ves televisión? — pregunto algo sorprendida.

—A veces...

Another One Bites The Dust (Queen) es la canción que ha comenzado en el aleatorio. Subo el volumen casi al máximo, ya que el mismo de la canción es demasiado bajo.

Mientras bajo la velocidad veo de reojo a Luzbel mientras mueve imperceptiblemente la cabeza al ritmo de la música, esbozo una sonrisa y quiero reírme de ello sin embargo logro quedarme callada.

El semáforo cambia a verde y nuevamente acelero, para mi sorpresa las calles no están tan vacías como es costumbre, hay muchísimos más autos de lo normal, y cada esquina me encuentro con mas gente.

—Es buena — inquiere Luzbel sacándome de mis pensamientos.

—¿Quién?

—La canción, me gusta.

—Me doy cuenta, aunque es obvio, no existe una sola persona a la que no guste Queen.

—Pon otra — pide cuando la canción esta terminando.

—Bien... — nuevamente tomo el teléfono para buscar otra canción del grupo, si me lo hubiera pedido otra persona me habría burlado y dejaría que la música corriera como va, sin embargo tengo que aprovechar el hecho de que a Luzbel le ha gustado la canción.

Pongo la primera que encuentro de Queen, y regreso la mirada al frente.

Luego de unos segundo de silencio, la introducción de Bohemian Rhapsody llena el auto por completo, y bajo unos puntos el volumen para que el ruido no vaya a lastimar los sensibles oídos de Luzbel.

—¿No pudiste poner esto desde el principio? — pregunta volteándose a mirarme —, ¿tuve que oír todos esos gritos en vano?

—Hey, que te calmes con mi música, si no fueras el chico oídos sensibles te gustaría.

Aram suelta una carcajada por encima de la música, y aunque veo la expresión molesta de Luzbel no puedo evitar reírme con el chico.

—Esos "gritos" son los mejores — admite entonces.

—Por supuesto, no esperaría otra respuesta de un lilim que seguramente va al inframundo cuando hay conciertos.

—Ay, Luzbel — contesta —, si supieras apreciar las cosas de la vida. No todo tiene que ser luminoso y de colores, tampoco pacífico y tranquilo. Las cosas fuertes también son atractivas.

—¿Con quién crees que hablas, niño? Odio las cosas tranquilas, color de rosa, y pacíficas.

—No me refería precisamente a la guerra, me refiero al entorno y las cosas que a veces parecen insignificantes.

—Como la música — ejemplifico.

—Y la dimensión también. No es malo vivir en el abismo, y ser mundi tampoco lo es. Es ciertamente divertido.

—No tienen responsabilidades.

—Puede ser, pero dime, ¿qué de divertido es tener miles de millones de responsabilidades? No poder hacer nada porque romperías una regla, y a fin de cuenta hacer únicamente lo que te ordenan y no lo que quieres... no lo sé, Luzbel, pero tampoco suena tan divertido ser un ángel.

Mierda, este chico tiene razón...

—¿Y qué de divertido es no tener responsabilidades? — continúa Luzbel.

—¿Bromeas? ¡Obviamente todo! Su nombre lo dice, puedes hacer lo que quieras, cuando quieras y si quieres.

—Termina siendo aburrido a fin de cuentas, hacer todo lo que quieres a la larga no es ni bueno ni divertido. Piénsalo, sólo tienes quinientos años, cuando tengas más de dos mil dime que opinas al respecto.

—Te diré lo mismo.

—Cuando tenía tu edad pensaba eso... bueno, era un poco más grande cuando intenté convencer a todos de que era increíble vivir haciendo lo que querías. O qué, ¿crees que siempre he sido igual? Ay, niño, créeme que yo era mucho peor de lo que tú puedas llegar ser. ¿Qué es lo divertido de tu vida? ¿Mujeres? ¿Sexo? ¿Fiestas? ¿Drogas? Por favor, si algún día necesitas ayuda dímelo y te elijo lo que quieras.

—No sé a que quieren llegar — intervengo entonces —, pero por favor, déjenme decirles que ser humano en ese aspecto es mejor. Lo sé, deben de estar pensando: "qué se cree la niña". Pero en serio, sólo analicen las cosas. Si nos ponemos en la misma posición de ustedes, llegamos a un punto mejor. Tomamos, cogemos, nos drogamos, vivimos millones de cosas, y nuestra vida es tan corta que aún viviendo de esa manera hasta el día que morimos, jamás nos va a dar tiempo suficiente de hartarnos. No lo sé, pero creo que la cruda realidad de la inmortalidad es que no es tan fabulosa como todos creen. A fin de cuentas la muerte termina siendo mas interesante que la vida. 

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