Capítulo 15
No sé cómo es posible que después de tanto tiempo sigamos cayendo, pero así es.
Siento que han pasado minutos, mi grito se acabó hace tanto tiempo que ya ni siquiera lo recuerdo.
Luzbel alcanzó a Lux en el aire, no sé cómo es que logró tomarla sin soltarme a mí, pero bueno, no sé muchas cosas de él de todas formas.
Voy a morir, no hay otra opción, mis segundos están contados y sólo quiero llegar al piso ahora, sólo eso.
Luzbel comienza a moverse y me pone mas de nervios, no pensará soltarme ahora... ¿Verdad?
—Quédate quieta — me pide con voz agitada.
¿Quedarme quieta? ¿Este asno no nota que estoy más tiesa e inmóvil que su espada?
Estoy dándole la espalda, me tiene bien abrazada y no me permite moverme ni un solo centímetro de la fuerza de su agarre.
Respiro tan rápido como puedo, pero eso solo ayuda a que me maree aún más y sienta como ya comienzo a desvanecerme.
Si no muero del golpe seguro que sí de la caída libre.
Cierro los ojos con fuerza y un momento después paramos.
Mi cerebro se golpea múltiples veces con el cráneo y me quedo más aletargada de lo que alguna vez pensé.
No me he golpeado directamente, pero todo el aire abandona mis pulmones y no logro estabilizarme.
—Carajo — escucho a Luzbel quejarse debajo de mí —. Lía, maldita sea, ¿Lía, estás bien?
Quiero contestarle, pero no puedo ni siquiera moverme, no logro respirar y ya siento que me estoy desmayando.
—¡Lía, reacciona! — mi espalda ha está contra el piso, logro ver la silueta de Luzbel hincado a mi lado mientras me mira —, ¡carajo!
Luzbel une los labios a los míos, pero no en un acto de cuento de hadas. Sopla en mi boca y siento como mis pulmones vuelven a expandirse y la vida me regresa.
Lo empujo para sentarme mientras comienzo a toser desesperadamente.
¡Viví! No puedo creerlo, ¡estoy viva!
—Estoy bien — contesto al fin —, estoy bien.
—Júramelo, por favor, ¿en serio estás bien?
—Sí... todo bien... ¿y Rafael?
—Él...
—Aquí estoy — contesta entonces —, ¿están bien?
—Sí, creo que me rompí algo... seguramente todo — contesta Luzbel —, estoy bien.
—¿Lía?
—También estoy bien — acepto poniéndome de pie.
—Que agradable sorpresa — una cuarta voz se escucha. Sólo puedo decir que estoy harta de la oscuridad, nuevamente no sé quién nos está hablando, pero por el acento tengo la sospecha de que es el hada de ayer —, habéis decidido venir, Luzbel.
—No vengo a platicar contigo. Llévame con ella.
—Que descortés sois... y trajiste a vuestra humana.
—Esa es cosa que a ti no te interesa, llévame con Lilith ahora. ¿O quieres que yo la busque?
—Bien — acepta a regañadientes —, vamos, seguidme.
Luzbel me rodea con un brazo y me hace caminar pegada a él. La verdad no me molesta, es bastante agradable estar así de cerca suyo.
Por otro lado estoy tensa, todo por aquí está en oscuridad total y sólo logro escuchar cosas arrastrarse por el piso, aunque la verdad prefiero no ver todo lo que debe de haber a mi alrededor.
—Fuera del camino — escucho que habla el hada —, sois unas bestias, Lilith os va a matar a todos por meterse en el camino.
No tengo ni la menor idea de a quién le está reclamando tanto, pero sé que deben ser cosas que no me van a gustar.
Respiro profundo lo más silenciosa que puedo, siento que el miedo se avecina y me niego totalmente a sentirlo.
No puedo tenerlo, por mi propio bien no debo sentir miedo.
—Calma — me susurra Luzbel al oído.
—Lo siento — contesto —, no es mi intención.
—No importa, estoy contigo, ya hiciste bastante.
—¿Habrá luz de nuevo?
—Sí, esto es sólo la entrada, no te preocupes, estamos a poco.
—Bien... — creo que eso es razón para preocuparme más.
Esta es la última fase. Ya no hay más para abajo, éste era nuestro fin. Logramos llegar, no sé cómo lo hicimos, no sé cómo sobreviví y mucho menos sé cómo es que Luzbel y Rafael lograron tenerme viva por tanto.
Ahora puedo decirlo de verdad.
Ya lo vi todo.
Estoy sumida en mis pensamientos, creo que es una forma buena de distracción para calmarme y no darle entrada al miedo.
Todo se ilumina ahora. Es muy parecido al tártaro, las luces rojas que tiñen el lugar, lava ardiente por todas partes, con pozos, ríos y cascadas de ésta.
Pero hay algo gracioso aquí. Es extraño, casi imposible, pero real.
Hace frío.
Mucho frío. Casi podría jurar que comienzo a tiritar, pero el calor de Luzbel lo impide de cierta forma.
¿Qué clase de magia hay aquí?
—Sostenla — le susurra a Rafael y me suelta para adelantarse.
El ángel tan obediente me abraza, y puedo jurar que su abrazo es cálido y relajado, también algo tierno.
—Luzbel — escucho la voz maravillada de una mujer —, viniste.
—No vine a platicar — contesta con voz seca —. Sólo suelta lo que tenías que decirme.
—Pensé que no te vería dentro de mucho tiempo... — al parecer a la mujer no le importa en absoluto la petición de Luzbel.
Nosotros nos paramos detrás de él, estoy casi pegada a Luz, mismo que abarca la mayor parte de mi campo de visión, sin embargo logro ver a la mujer.
Cabello negro azabache, tan largo como para abarcar metros de este lugar. Piel extremadamente blanca, ojos negros aunque no en su totalidad. Su ropa es una delgada tela blanca, misma que se transparenta, dejando ver la mayor parte de su cuerpo, aunque lo más llamativo, claramente son sus bustos. Sus dedos son alargados y delgados, terminando en unas uñas negras, largas y puntiagudas.
—No planeaba volver a verte nunca — contesta Luzbel cruzándose de brazos.
—Es... ¿una humana? — genial, ya me vio.
—¿No piensas decirme lo importante?
—Pensé que no era cierto — Lilith camina en nuestra dirección, hace a un lado a Luzbel con una mano y avanza hasta donde estoy —. Tú eres la que se robó el corazón de Luzbel.
La tengo enfrente, a un solo paso de distancia, Rafael me abraza con mayor fuerza y se interpone ligeramente entre ambas.
Es más alta que yo. Y cuando digo alta es en serio, me saca la cabeza de altura.
No pensé que iba a acercárseme, ni siquiera pensé que fuera a prestarme atención. Aunque tal vez creí que no iba a llegar tan lejos como para tener un encuentro de esta magnitud con ella.
—¿No habla? — pregunta ante mi silencio.
—Déjala en paz — contesta Rafael apretándome más contra sí.
—Has venido hasta aquí por Luzbel, ¿vedad? — a Lilith no le interesan las peticiones de ninguno de los dos ángeles, y me provoca gracia ver como ellos no pueden hacer nada al respecto.
—Así es — contesto lo más segura que puedo, y para mi sorpresa logro sonar bastante firme.
—Me recuerdas a mí — suelta de repente —, cuando era una humana como tú. Se nota que tienes las agallas bien puestas, nadie más se atrevería a venir desde la tierra para acá, y por supuesto que nadie había sobrevivido. Pero tú... mírate, toda una guerrera, no te interesó nada, tuviste el valor para llegar aquí. Eso merece un reconocimiento.
—Nada de reconocimientos — interviene Luzbel a medio discurso —, hemos venido por algo es específico.
—No estoy hablando contigo, cállate.
Luzbel va a contestarle algo, pero simplemente se queda callado, no está acostumbrado a que alguien lo calle.
—¿Sabías que eres estéril? — me pregunta entonces.
—¿Qué? — ¿Estéril yo...?
—Tienes el vientre seco, mi niña — repone. Me volteo a mirar a Luzbel en busca de algo, no sé específicamente qué, pero no sé qué decir —, no puedes procrear.
—¿No sabes decir cosas que no sean mentiras? — interviene entonces el ángel.
—Yo no miento, Luzbel, no con algo como la maternidad, porque mírame, soy la madre más procreadora de todos los tiempos.
—Déjala en paz.
Lilith toma la mano de Luzbel con violencia, jala de él y pone su mano sobre mi vientre.
—¿Sientes algo? — pregunta sin dejar de mirarlo.
—¿Qué debería sentir? — pregunta desinteresado.
—Vida, ¿lo sientes?
—No está embarazada, Lilith, ¿qué quieres que sienta? ¿Patadas?
La idea sonaría graciosa si no fuera precisamente esta la situación.
—Yo lo arreglaré — decide soltando a Luzbel.
—No vas a arreglar... — la frase de Luzbel se corta cuando la mujer hace algo. Ni yo logro ver qué es, pero un dolor invade mi vientre. Es tan fuerte que mis rodillas se doblan y me desplomo —. ¡¿Qué haces?! ¡¿Qué hiciste?! — Luzbel alcanza a tomarme en el aire y me pone de pie, pero no logro mantenerme parada.
Si alguna vez hablamos de dolores fuertes, éste se gana uno de los primeros lugares.
Siento un dolor intenso, podría jurar que me están arrancando algo, no sé qué me pasa pero este es el verdadero momento en el que me arrepiento de todas las cosas malas que he hecho en mi vida.
—Estará bien — Lilith me observa por un momento y se aleja unos pasos.
—¡¿Qué quieres de ella?!
—No le he hecho daño, lo juro, Luzbel.
Rafael me toma ahora, mis piernas recuperar un poco de su fuerza y el dolor comienza a cesar.
—¿Qué quieres? — pregunta furioso, está harto, de eso me doy cuenta —. ¿Para qué me has llamado? No pienso esperar un maldito segundo más. ¿Qué quieres de mí?
Siento húmedos los muslos, como si me hubiera tirado un vaso de agua entre las piernas.
Me toco con la punta de los dedos y constato que de verdad estoy mojada, miro a mi mano enseguida. Mis dedos están rojos. Vuelvo a tocarme y miro de nuevo.
Sangre.
Estoy sangrando.
—¿Estás bien? — pregunta Rafael por lo bajo.
—No — contesto con un hilo de voz mientras admiro la sangre que se ha quedado en la punta de mis dedos.
—Calma... ¿estás sangrando...?
Interpreto su pregunta no como un, ¿Estás sangrando? Sino como un, ¿Estás sangrando precisamente de ahí?
—No sé qué pasa... — comienzo a ponerme claramente nerviosa, estoy sangrando y siento que cada vez es más.
—Es sangre de vida — aclara Lilith entonces. ¿Qué carajo pasa con sus palabras? ¿De vida? ¿Uno sangra porque va a vivir?
Luzbel me mira con los ojos abiertos, está pasmado mirándome las piernas, no quiero ver cuanta sangre tengo encima ahora.
—¿Qué le hiciste? — pregunta con una lentitud que casi me hace temblar de miedo.
—Ya te dije que estará bien.
—Juro por mi espada que si algo le pasa voy a matarte.
No sé nada sobre juramentos de ángeles, pero creo que este ha sido demasiado en serio.
—Luzbel, no debemos tardar más, lo mejor será que nos vayamos ya — inquiere Rafael sin soltarme.
—Sí — acepta enseguida —, ¿vas a decirme algo o no? Si me voy no pienso volver.
—Bien — acepta ella —, la verdad jamás quise decirte nada, pensé que lo mejor era dejarte volar de mí, y no interferir más en tu camino.
—¿Sobre qué?
—Sobre nuestro... hijo.
—Dejemos algo en claro, yo jamás he tenido un hijo, nunca he podido tener uno. Para tu información, nuestros doctores crearon un suero para que no tuviéramos este tipo de percances. Porque como ya te habrás dado cuenta, tendemos a pasar por muchas.
—Luzbel, soy un súcubo, para mí no hay imposibles, y tu suero no hace efecto al cien por ciento.
—Me niego a creerlo.
—No hice esto por molestarte, créeme que no quería decírtelo, jamás pensé en hacerlo, pero a él se le ha metido una idea en la cabeza y eres el único que podrá con eso.
—Él. Con que es un niño.
—Yo más bien lo llamaría un...
—Hombre — termina otra voz.
Me volteo a mirar hacia su dirección. El alma se me cae a los pies y definitivamente quiero volver a casa ahora.
Es un chico poco más bajo que Luzbel, rubio, ojos azules, piel blanca, facciones finas pero agresivas al mismo tiempo. Se ve de nuestra de edad, incluso un par de años mas grande que yo.
No hay duda.
Es su hijo.
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