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Capítulo 14

Me siento distante, sin embargo sé que comienzo a recuperar el conocimiento.

Me toma un largo momento poder abrir los ojos, pero mientras, siento que algo me tiene tomada de las muñecas mientras me arrastra por el piso.

Luego de un minuto, abro los ojos. Sigo aquí, o por lo menos eso es lo que yo quiero creer, no conozco nada de por aquí, así que supongo que es el mismo lugar.

Hago levemente para atrás la cabeza, pero esta termina colgándose y mareándome más.

No sé qué me lleva, no sé qué son las cosas que jalan de mis brazos ni mucho menos sé a dónde me llevan.

Intento regresar mi cabeza, pero ésta me pesa y no logro hacerlo.

Un minuto después me sueltan, mis manos, mi nuca y parte de la espalda alta son las que impactan contra el piso. 

—Mira lo que te trajimos — escucho la voz de uno, si esto no fuera la vida real podría jurar que hasta da risa su voz.

—¿Qué es? — pregunta alguien más, su voz es femenina y exageradamente sensual.

—Una humana — contesta de nuevo con cierta diversión en la voz.

Realmente quiero reírme de como habla, en serio quiero hacerlo, pero la realidad me obliga a quedarme inmóvil donde estoy.

—¿Qué hace una humana aquí?

—No lo sé, venía junto con dos ángeles — ángeles, mierda, ¿dónde están? ¿Dónde está Luzbel? ¿Dónde quedó Rafael? —, la robamos mientras ellos peleaban con los licántropos y los vampiros.

—Interesante... una humana acompañada de dos ángeles... eso no se ve todos los días.

—Huele bien, ¿podemos comerla?

¿Comerme? ¿¡Comerme!? Dios por favor ayúdame en estos momentos de real peligro.

—No, lárgate, ya hiciste demasiado por hoy.

No vuelvo a escuchar al de la voz graciosa, supongo que se ha ido después de todo.

—¿Puedes oírme? — escucho —, tú, la cosa rara del piso.

—¿Vas a comerme? — que pregunta tan original.

—No — contesta luego de reírse —, no como porquerías.

—Gracias, ya lo había notado.

—Bueno, después de todo eres agradable.

—Sí, opino lo mismo — admito con extrañeza ante la charla, pensé que iban a comerme.

—¿Qué haces aquí?

—Esperaba ser comida, pero realmente no lo sé, he venido de idiota a jugarle a la exploradora.

—¿Quién te trajo?

—Claramente un ángel.

—Eran dos.

—Sí, el otro llegó a auxiliarnos, aunque creo que debió traer amigos.

—Sí, hubiera sido una buena idea. Lo extraño aquí es que casi no entran ángeles. Y cuando entran solo lo hacen algunos arcángeles. Me interesa saber quién te trajo.

—Bien, cooperaré. Vine con Luzbel. Y el otro es Rafael.

—El caído y su hermano. Maravilloso.

—Sí, lo es.

—Párate.

—Bien... — como puedo me giro sobre mí y comienzo a ponerme de pie.

No quiero alzar la vista, no sé con qué vaya a encontrarme y eso me pone nerviosa.

—Ven — respiro profundo y le miro. No hay nada raro en ella, es hermosa, sus ojos son azules brillantes y creo que su cabello es negro.

Con miedo camino hacia ella, la cabeza me duele y la armadura pesa más que nunca.

Voy hasta donde está, me paro a un metro de ella y la observo pensativa.

Es muy hermosa, con mirada tremendamente intensa, cara sensual, y piel pálida.

—Siéntante — pide señalando hacia su lado. Está sobre una gran piedra, misma que tiene símbolos grabados que desconozco en su totalidad —, tus amigos no tardan en llegar, y yo estoy muy interesada en ti.

—¿Por qué deberías estarlo?

—Por cosas... quiero mostrarte algo, ¿estás dispuesta a que lo haga?

La verdad no parece una amenaza, y es tentadora su oferta, aunque no sé qué es lo que quiere enseñarme.

—Bien — acepto —, quiero verlo.

—Increíble, acuéstate — pide parándose de mi lado, yo le obedezco y subo por completo a la roca —, relájate, esto no va a doler ni nada parecido.

—Eso espero.

—Lo juro — veo que sostiene una pequeña piedra entre los dedos, misma que pone sobre mi frente con suavidad —. Cierra los ojos, e intenta no pensar en nada.

—Bien...

—Cuando reacciones conserva lo que tienes en la frente. Es un regalo.

—De acuerdo... — no es algo muy común que te regalen cosas sólo porque sí, ¿no?

Arrojo cualquier idea lejos de mi mente, me quedo en blanco por completo y espero la siguiente jugada.

Un recuerdo aparece entonces, y estoy segura que no ha sido decisión mía.

Otra cosa aparece, luego otra, y otra.

En la mayoría veo a Luzbel, aunque la verdad se mira más joven. Su cara cambia, el entorno también, es como si en mi mente aparecieran millones de momentos en donde está él.

Pero entonces las cosas cambian, y Rafael aparece de la misma manera.

Los momentos cambian por segundo, y eso es lento a comparación de la rapidez con la que todo desaparece y reaparece.

Mi cabeza comienza a llenarse cada vez más, una y otra vez, casi siento que voy a explotar mientras quiero analizar todo lo que veo. Estoy a punto de reventar, lo sé.

—¡Lía! — en una fracción de segundo abro los ojos, me siento de golpe y miro en dirección hacia donde Luzbel aparece —. ¿Qué haces aquí? ¿Estás bien?

—No lo sé... — miento tomando la piedra y guardándola en uno de los bolsillos del pantalón.

—Vámonos, no hay tiempo — Luzbel me carga de donde estoy y sale corriendo lejos del lugar.

—¿Qué pasa?

—Te quieren a ti, y eso no pasará.

(...)

—¿Cómo te sientes? — Rafael está frente a mí, el lugar en el que estamos en muy diferente a los otros dos.

Aquí hay demasiada luz, es un poco sombrío el ambiente, y todo el lugar se ve en tonos rojizos, seguramente por las cascadas de lava que hay por doquier.

—Bien — contesto luego de observar todo —, estoy bien.

—¿Te hicieron algo?

—No — la verdad es que la mujer con la que me encontré fue buena conmigo, sin embargo no creo oportuno platicarles acerca de mi encuentro —, yo desperté cuando Luzbel apareció.

—Bien, siento lo que pasó, no pude hacer nada para evitar que te llevaran... eran demasiados.

—No te disculpes, estoy bien, además, sabía que podía pasar.

—De acuerdo...

—¿Y Luzbel?

—Pues... — inquiere mirando hacia arriba —, ahí viene — Rafael desaparece de mi lado, vuela hacia arriba en dirección a Luzbel para interceptarlo en el aire y que no llegue hasta al piso una vez más.

—¿Estás bien? — me pregunta cuando está a pocos metros de llegar al suelo.

—Lo estoy, ¿y tú?

—De maravilla, comenzaba a extrañar eso de matar a criaturas desagradables.

—Ah si... que bien...

—¿Dónde están todos? — le pregunta a su hermano.

—No lo sé... por ahí deben andar perdidos.

—Vamos.

Los tres comenzamos a caminar, yo tengo ganas de quitarme la jodida armadura y mandarla al carajo, aquí hace un calor del asco y me siento sofocada, el metal pesa demasiado, me hace ir más lento e intento hacerlo más deprisa. Así que al final termina dándome calor.

—¿Puedo quitármelo? — pregunto cansada mientras arrastro los pies.

—¿Qué? — pregunta Luzbel caminando más despacio.

—La armadura.

—¿Estás loca? Ahora menos que nunca puedes quitártela.

—¿Por qué no? Ya hemos caminado bastante aquí sin cruzarnos con algo, es un gran avance a diferencia con las dos dimensiones pasadas.

—Aún así, aquí hay ángeles Lía, créeme, pueden estarnos vigilando y saltarnos encima sin que lo preveamos. Después de todo, su instinto aquí está al límite. Son más violentos que los que aún están en el edén.

—¿Y eso por qué?

—Porque aquí es comer o ser comido — contesta ahora Rafael, esa palabra me provoca gracia desde que Kate la dijo en medio de una exposición en la preparatoria —, además de que no hay mucho con qué alimentarse, los demonios vienen a torturar a los más débiles y todos están muy lastimados.

—¿Y si pasa algo qué haremos?

—Pelear, como se debe.

—¿Pelear? — pregunto sorprendida —. Pero... ¿Realmente creen que haya algún problema?

—No lo sé, hace demasiado que no estoy aquí, no sé sus condiciones.

Luzbel se limita a guardar silencio mientras mira todo y nosotros hablamos. Su cara es seria, sin embargo tiene matices tristes. Seguramente no le gusta mirar el horrible lugar donde habitan más seres como él. Incluso por equivocaciones iguales o parecidas.

Me quedo observándolo sin que lo note, o por lo menos creo que no se ha dado cuenta que no despego los ojos de él

Mientras fomento a mi enamoramiento, su expresión cambia, se ve ligeramente alarmado y comienza a mirar hacia varios lugares, aunque realmente intenta que no nos demos cuenta de su inquietud.

Me siento intrigada por saber qué le pasa, pero apenas voy a empezar a pensar en posibles razones, logro ver cómo se me hecha encima.

Aterrizamos a metros de dónde estábamos, a pesar de que Luzbel intentó quedar debajo de mí, no lo consiguió.

—Para — escucho a Rafael —, no hemos venido por pelea.

—¿Rafael?

—¿Kushiel?

—¿Qué estás haciendo aquí? ¿Luzbel?

—¿Qué maldita sea planeabas hacer? — contesta éste parándonos del piso.

—Caíste... — observa con un hilo de voz.

—Así es, caí.

—Pero... ¿cómo? Tus alas fueron cortadas... fue... ¿Fue ella? — pregunta señalándome con la barbilla, y su expresión de pesar se convierte en furia. 

—¡No! ¡Espera, baja eso! — Luzbel se planta enfrente alzando las manos cuando el ángel saca la espada —. Ella no hizo nada, no la toques.

—Odio a los humanos, son la plaga más repugnante que habita la tierra — continúa guardando la espada.

—No fue su culpa, fue tuya.

—No es así, y espero que jamás me entiendas, Luzbel.

—Tú decidiste tu camino, Kushiel. No sirve de nada que culpes a la mujer que alguna vez amaste.

—No es así. ¿No lo entiendes? Ellas se meten en tu cabeza, para luego meterse bajo tu piel y robarse tu alma. Así es como funciona.

—Creo que es al revés, nosotros provocamos eso en ellos, los humanos son más vulnerables que nosotros, tú te condenaste solo.

—Lo único que me pregunto ahora es ella, ¿quién es?

—Ella es mi... — Luzbel se queda pensativo, ¿qué somos?

—¿Te casaste con una humana?

—No es mi esposa.

—Entonces por ahora sigue siendo tu humana.

—Sí, supongo que así es.

Vaya forma de llamarme. "Tu humana". Suena a decir: "Es tu perro".

—¿Qué hacen aquí? — pregunta el ángel mientras camina en círculos alrededor de nosotros para mirarme.

—Tenemos que llegar al abismo.

—Al abismo... ¿ustedes están locos?

—Al parecer Luzbel lo está — Rafael camina de brazos cruzados con lentitud, mira todo alrededor y termina parándose detrás de mí.

—¿Por qué querrían ir al abismo? Y peor aún, con una humana.

—Algunas cosas... — contesta Luzbel mirando a Rafael.

—Cuídense entonces, los demonios vienen a atacar tan pronto como se van.

—¿Y los demás?

—Deben de estar escondidos por algún lugar, comiendo los restos de alguna cosa muerta...

—¿En serio?

—Por supuesto, ¿tú crees que aquí hay árboles con fruta y demás para comer? Ja, sólo mira esta tierra, está seca y maldita. Sólo puedo decirte que tengas cuidado, muchos de nosotros están aquí por pecar con las humanas, las odian, y si ven a la chica no van a dudar en cortarle la cabeza y pelearse por su carne — un escalofrío me recorre al imaginarme como cientos de ángeles se pelean por darle una mordida a alguna parte de mi cuerpo.

—¿Hay algún lugar más seguro por el cuál pasar?

—La verdad no, hay ángeles por todos lados, no sé en qué sitio haya menos...

Un sonido me hace desviar la atención de la platica. Es muy confuso, algo parecido a rasguños sobre una pared. Sólo que estos son miles de rasguños, y se escuchan lejanos.

—Hey — les interrumpo —, ¿oyen eso?

Los cuatro nos quedamos en silencio mientras miramos a diferentes puntos del lugar, el sonido se va intensificando a tal grado de sacarme de quicio por no saber ni de dónde viene ni qué es lo que lo provoca.

—Ya vienen — suelta entonces Kushiel, saca la espada de nuevo y se voltea a mirar de dónde saldrán.

—¿Ya vienen...? — repite Luzbel —. ¿Quienes?

—Los demonios, claramente.

—Allá — ordena Luzbel volteándose hacia dónde estamos Rafael y yo —, súbela ahí, no la alcanzarán.

—¿Qué estás diciendo? — pregunta Rafael poniéndose a mi lado —, ¿quieres que lleve a Lía para allá?

—¿Quieres que se la coma un demonio? Pues yo no, si tuviera las malditas alas lo haría yo mismo, pero eres el único que puede hacerlo, ¡date prisa y vuelve!

Apenas pienso en abrir la boca Rafael me toma de la armadura y emprende el vuelo.

No sé qué está planeando Luzbel, pero no me agrada nada.

—Quédate aquí — Rafael me baja sobre una gran roca, que podría ser una montaña pero muy pequeña —, no se te ocurra ni siquiera buscar la forma de salir, vendré por ti pronto.

—¿Qué van a hacer?

—No lo sé... pero tengo un leve presentimiento.

Rafael desaparece nuevamente. Me limito a observar a mi alrededor. Estoy rodeada de piedra, de algunas partes es más alta que de otras, pero cuando me acerco a uno de los lados logro mirar hacia dónde estaba parada hace un minuto.

Para mi increíble y gigantesca sorpresa, hay miles de ángeles ya.

El terreno es plano, podría decir que es una gran explanada de cientos de metros que luego está rodeada por gigantescas montañas.

Desde mi perspectiva, del lado izquierdo ya están formados todos los ángeles que pudiera imaginarme, algunos tienen alas, muchos otros, al igual que Luzbel no las tienen.

Y sí.

Él está ahí también.

Y no está perdido entre todos los demás.

Tampoco está está escondido, o mirando todo de lejos.

Él está ahí al frente.

Tiene a Lux en una de las manos  y corre frente a los demás de extremo a extremo.

Supongo que les está diciendo algo, pero a la distancia a la que estoy no logro oír sus palabras con claridad.

Simplemente no puedo creer lo que ven mis ojos.

Rafael también está ahí, tiene la espada en una de las manos y está inmóvil mirando al frente.

Del otro lado veo como se mueve algo, que al parecer sale de una brecha entre el piso y la montaña. Son obscuros, de diferentes tamaños, y formas.

Esto sería un espectáculo si lo estuviera viendo a través de una televisión, pero ahora solo puedo darme espacio para preocuparme por Luzbel y Rafael.

Lo sé, es patético, son ángeles y han peleado en millones de guerras. Pero ¿y qué? La muerte siempre está ahí, ¿no?

Un grito sonoro se escucha, uno por parte de todos los ángeles. Mismos que empiezan la carrera hacia el frente.

Y sí.

Luzbel sigue en primera fila aún.

Y la verdad dudo que deje de estarlo en algún maldito momento. Porque así es él, ¿verdad? Siempre tomando la delantera sin importar dónde esté o de qué se trate.

Veo como ambos lados chocan por fin, y aunque de primera instancia los ángeles son superados en número, cuando se mezclan ambos bandos puedo ver que los oscuros van desapareciendo notoriamente.

No es posible, que perfecto se ve Luzbel así... pelando, matando demonios. Junto con los suyos. Aunque éstos estén condenados aquí.

Mientras admiro todo sin poder creerlo aún, Luzbel se reúne con Rafael en medio de todo el desastre.

Comienzan a cruzar palabras aunque de repente me da la impresión de que Luzbel le está ordenando algo.

A fin de cuentas Rafael corre saliendo de zona de batalla, sus alas se abren una vez que está en campo abierto, y comienza a volar hacia mi dirección.

¿Me van a usar de distracción allá abajo?

—¿Qué pasa? — pregunto cuando está cerca.

—Nos vamos.

—¿Qué?

—Se lo han dicho a Luzbel, esta es la mejor distracción, vamos — Rafael me toma en brazos sin darme oportunidad de asimilar las cosas.

Pasamos sobre la pelea sin que nadie se inmute en mirarnos. Logro ver a Luzbel correr hacia la misma dirección que nosotros, todos le abren paso y le cubren para que nadie lo ataque mientras está desprevenido.

Vamos elevándonos cada vez más, hasta llegar al punto donde logro verlo todo. Es un lugar gigantesco, y tarde o temprano se pierde de mi vista privándome de lograr ver si tiene un final o no.

Lo único que alcanzo ver como "final" es hacia enfrente, donde la montaña es tan alta que a mí punto de vista parece topar con el techo o lo que sea que delimita la parte de arriba de aquí.

—¿A dónde vamos? — le pregunto.

—Al abismo, entráremos ya.

—¿Y Luzbel?

—Va por tierra, debe estar a punto de llegar.

De un momento a otro comenzamos a descender, siento un cosquillas en el estómago y casi empiezo a reír por ello.

Cuando Rafael me pone en el suelo me tambaleo un poco, me siento ligeramente mareada y no veo a Luzbel por ningún lugar.

—Ahí viene — me avisa Rafael mirando hacia lo que creo que es un túnel.

Miro entornando los ojos, pero no logro verlo hasta que no esta literalmente fuera de ahí.

—¡Vámonos! — grita entonces, un ángel lo lleva agarrado de la armadura, supongo que se ha ofrecido a traerlo hasta aquí.

Miro a Rafael instintivamente, éste tiene el ceño fruncido al no entender el verdadero significado de la orden de Luzbel.

Pero yo lo entiendo segundos después. Cuando una masa de demonios aparece por el mismo lugar del que Luzbel acaba de salir.

—No puede ser... — habla Rafael sacando de nuevo la espada.

Miro hacia todas partes buscando un buen lugar hacia el cual huir.

Pero el único es aterrador.

A un par de metros detrás mío, se pierde el piso. Miro un momento hacia abajo y me doy cuenta de que es un abismo, y seguramente el mismo lugar por el que emprenderemos la huida.

Luzbel está en el piso, tiene a Lux afianzada, y tan pronto como se le acerca un demonio lo suficiente comienza la pelea otra vez.

Mis nervios están a reventar, todo está demasiado cerca y yo no puedo hacerme más para atrás a menos que quiera caer a la oscura nada.

Puedo ver que los ángeles han llegado también, y la verdad es que si soy realista somos menos de los que estaban hace unos minutos en la "explanada".

—¡Vete ya, maldita sea! — le grita Rafael sin quitarse de mi lado.

Mientras miro a Luzbel con atención, pasa algo que jamás pensé ver en mi vida.

Lux se ha resbalado de su mano por un golpe del contrincante.

Y lo peor del caso es que no cae al suelo. Se va directamente por el abismo.

Luzbel se queda pasmado mirando como su espada se pierde en las tinieblas, y a decir verdad estoy incluso peor que él.

Pero no es así. Como siempre, me demuestra que jamás estoy tan mal como creo.

Corre en en mi dirección con la mirada fija en donde el piso deja de existir.

No sé cómo describirlo, pero me intercepta y se deja caer al abismo conmigo rodeada de la cintura por uno de sus brazos.

Y definitivamente esta vez no puedo evitarlo.

Grito como nunca antes en mi vida.

Por lo menos podré decir que morí en los brazos de la persona que quería.

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Siguiente actualización, lunes 4 de febrero 🤯

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