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Capítulo 11

Estoy semidesnuda sobre Luzbel, luego de su confesión todo ha pasado demasiado rápido, tal parece que ambos necesitábamos escuchar esas palabras para hacer lo que nuestros cuerpos pedían a gritos desde hace tanto.

—Espera — pide interrumpiendo el beso —,¿irás conmigo?

—Lo haré.

—Lo he estado pensando demasiado, tal vez no sea una buena idea de verdad...

—Lo haré — insisto —, iré contigo.

—Entonces no podemos... no ahora.

—¿Por qué no? — pregunto intentando no sonar necesitada por hacer esto.

—Bueno, es una razón demasiado simple, aunque difícil de explicar.

—Entonces no es tan simple.

Luzbel esboza una sonrisa y tira de mí para acostarme a su lado. Sigo sintiéndome extraña ante las demostraciones afectivas del ángel, jamás pensé que iba a tenerlo junto a mí acariciándome el cabello.

—Sólo piénsalo, ¿quieres?

—¿Desde cuando es que tú te echas para atrás en algo? Quiero ir, aunque prácticamente estoy arriesgando mi insignificante vida, quiero hacerlo.

—Ya debía esperármelo, la que jamás se echa para atrás eres tú. Por lo menos nunca lo haces con cosas que pueden acabar con tu vida.

—Con nada.

—Ajá.

—Mira, el punto es que quiero ir, esta es una más de esas malas ideas que tengo.

—Deja de decir eso o voy a dejarte aquí.

—Tú tienes la culpa, fuiste el que dio la idea de que fuéramos los dos, yo ni siquiera quería que siguieras en mi casa.

—¿Quieres que me vaya?

—No, no quiero que te vayas. Pero hablando de eso, estoy enojada contigo.

—No he hecho nada para que te molestes, lo sabes ¿no?

—Es que... — ni siquiera sé cómo decirle que me molesta el hecho de que tenga un hijo perdido en las profundidades del mundo. La realidad es que por un lado está mal, estoy mal al molestarme de algo que ni siquiera él sabía, pero por el otro lado cualquiera se molestaría de algo así, no es cualquier cosa, no es un "adivina, tengo una mascota y no lo sabía" —. Lo siento, pero no puedo evitar molestarme, yo sé que está mal, pero es inevitable... ya suficiente tengo con aceptar que te has cogido a medio mundo, como para que ahora vengan a decirme que también tienes un hijo.

—Ahí vamos otra vez, Lía, entiéndelo, no tengo un maldito hijo. Estoy seguro al cien por ciento, te lo juro, sé que es una trampa, aunque aún no sé para qué.

—¿No crees que sería estúpido? Digo, no creo que tenga unos meses que te metiste con Lilith, ¿para qué lo haría justamente ahora?

—Eso es lo que no entiendo, Lilith es engañosa, es sumamente audaz, estoy seguro de que trama algo... no sé qué, pero voy a descubrirlo.

—Suena algo extraño, pero en fin, la realidad es que yo no sé de esas cosas.

—Si vas conmigo no hay vuelta atrás. Será realmente complicado.

—Lo sé... — acepto, aunque realmente no sé qué tan complicado pueda ser. Estoy segura de que será peor de lo que mi mente podría imaginar.

—Voy a protegerte con mi vida, no importa que pase allí, no permitiré que nada te suceda.

—También lo sé. Estaremos bien.

—Lo esteremos, pero tienes que hacer todo lo que te diga.

—Lo juro.

—En serio todo, Lía — recalca, sabiendo que probablemente desafíe sus órdenes cuando estemos en el lugar —, no importa qué sea, tú lo harás y punto.

—Te he dicho que lo juro. No soy tan idiota como para desafiar a la persona que va a llevarme.

—Bien, puede sorprenderte algo de lo que te pida, pero confía en mí, jamás te pediría algo que pudiera ponerte en peligro.

—Sabes que confío en ti. Más que en muchas personas, si no lo hiciera no iría contigo, eso es seguro.

—Bien, sólo hay una cosa muy importante.

—¿Qué tan importante?

—Demasiado.

—¿Que cosa?

—Nunca, Lía. Nunca tengas miedo.

(...)

—¿Lista? — pregunta acomodándome de nuevo la pesada armadura de metal, mientras Rafael rueda los ojos exasperado.

—Sí, estoy bien — contesto casi cansada.

—¿Te sientes segura de lo que estás haciendo? — me pregunta entonces Rafael, que sigue con los brazos cruzados mirándome.

—Muy segura, estoy bien, lista y tranquila.

—No debes de sentir ni un poco de miedo cuando entres, ¿entendido?

—Entendido — acepto, aunque no entiendo el por qué real de eso. ¿Qué cosa tan peligrosa podría provocar el miedo?

—Quiero que entiendas que allí nada es como aquí, todo es completamente diferente. Los lugares donde vas a estar no son ni la sombra del lugar en el que estás ahora mismo.

Los nervios comienzan a ponérseme de punta, y casi podría decir que comienzo a echarme para atrás. Pero no. De eso nada.

Soy capaz de ir y llegar hasta lo más recóndito de este planeta, y peor aún.

Soy capaz de regresar también.

—Lo entiendo — contesto —, créemelo, Luzbel me lo explicó todo muy bien anoche, nada de miedo, nada de protestas, y haré lo que él me diga.

—Bien, yo los veré del otro lado. Te ayudaré a entrar al inframundo.

—¿Por qué no vienes con nosotros desde el inicio?

—Hay vigilantes por todo el lugar, en todas las dimensiones. Si Luzbel y yo entramos juntos van a darse cuenta. Realmente no estaría tan mal, el problema es que no vamos solos, querrían quedarse contigo y sería bastante imposible salvarte de esa. Así que no podemos levantar sospechas. Luzbel no tiene sus alas, por lo tanto su poder es menor y su energía también, podrá pasar desapercibido fácilmente.

—Entiendo...

—¿Llevas a Lux? — le pregunta a su hermano.

—Aquí está.

—Increíble... — Rafael pasa la mirada de Luzbel a mí, me observa detenidamente mientras va frunciendo el ceño poco a poco —. No — niega mientras se lleva las manos hacia la nuca —, toma esto — alcanzo a ver que tiene algo tomado de ambas manos, parece una delgada cadena de metal, misma que me abrocha ahora al cuello.

—¿Qué es esto? — pregunto tomando lo que cuelga de la cadena entre los dedos.

—Esa cadena evitará que cualquiera cosa desagradable con colmillos pueda morderte el cuello. Pon atención a todo, el dije agudizará tus sentidos, así que haz caso al menor indicio de algo.

—Bien... — acepto confundida, apenas ahora me estoy dando cuenta de la gravedad real de las cosas. No iré a la casa del terror de Six flags, iré a la casa real de los monstruos reales que salen ahí.

—Hmm... — Rafael vuelve a observarme pensativo, ahora me siento cada vez más insignificante mientras sus ojos analizan mi cuerpo realmente escuálido a su lado. No digo que sea delgada con piernas de espárrago, ni mucho menos una de esas chicas con pésima condición física. Sin embargo, viéndome a comparación de ellos dos lo soy.

—¿Qué? — pregunta Luzbel —. No se te vayan a acabar los ojos de mirarla.

—¿Quieres callarte? Ni que se fuera a gastar.

—Ajá...

—No lo sé, insisto en que necesita muchas más cosas para sobrevivir ahí.

—Te recuerdo que no irá sola.

—Lo sé — acepta mientras saca la espada de su funda, la clava en el pasto y la mira pensativo. Observo detenidamente cómo acerca la mano a la empuñadura, apenas y le roza con la punta de los dedos. Algo se mueve y comienza a deslizarse por la palma de su mano hacia su ante brazo; desde mi punto podría jurar que es una delgada serpiente —. Dame la mano — me pide.

—¿La mano...? — pregunto nerviosa.

—Así es, dame la mano — repite extendiendo la suya hacia mí.

Respiro profundo y doy unos pasos hacia él mientras extiendo el brazo al frente.

Toma mi diminuta mano con delicadeza, su tacto es cálido, muy diferente al tacto helado y casi gélido de su hermano.

Me siento temblar, quiero controlarme pero simplemente no puedo hacerlo.

Lo que yo juraba que era una serpiente, es algo parecido a un látigo de metal. Me sobresalto ligeramente cuando éste toca mi piel y se desliza por mi brazo, siento un ligero cosquilleo mientras sube cada vez más, no sé si reírme por ello, o quejarme porque realmente está helado.

—¿Qué es? — pregunto una vez que está enrollado por completo desde mi bisep, hasta mi muñeca.

—Un látigo de plata, espero que sepas contra qué lo debes usar.

—Un licántropo...

—Exacto, puedes usarlo para cualquier cosa que quiera acercarse demás a ti, pero funcionará mejor contra ellos.

—Bien...

—Los veré allá — decide como último mirándonos —, cuídala, Luzbel.

—No tienes que pedírmelo.

Mientras los dos cruzan palabras, alcanzo a escuchar el motor de un auto del otro lado de la casa. Me separo un poco de ellos y miro por un costado de ella, alcanzando a ver un pequeño pedazo de una Jeep azul.

Joel...

—Mierda — me quejo regresando con el par —, quítame esto, de prisa — le pido a Luzbel en cuanto a la armadura que me puso.

—¿Qué pasa? — pregunta obedeciéndome y quitándome la armadura.

—Joel está aquí.

—¿Qué hace ese niño aquí? — pregunta Luzbel molesto —, ¿volviste con él?

—No es como si hubiéramos sido algo alguna vez. Y no, no sé qué está haciendo aquí.

—¡Lía! — escucho que Kate grita mi nombre.

—¡Voy! — le regreso el grito caminando de vuelta a la casa.

—¡No, yo voy para allá! — vuelve a gritar y me freno en seco, volteo a ver a Luzbel y a Rafael que ya están cruzando miradas.

Ambos sacan las espadas de sus fundas y las clavan a cada lado de la armadura que yace en el piso. Los miro con nervios sin saber qué diablos están haciendo, puedo escuchar los pasos de Kate aproximándose cada vez más y estos dos siguen ahí.

Estoy a punto de correr hacia dónde viene mi amiga, pero pasa. No sé cómo lo hacen, y probablemente nunca lo sabré, pero las espadas, la armadura y las alas de Rafael desaparecen.

—Ahí estás — habla Kate apareciendo —, pensé que no estabas en casa.

—Casi no lo estoy...

—¿Saldrás? — pregunta mirando hacia atrás de mí.

—Sí, saldré... iremos por ahí a explorar al bosque — sé que la palabra "explorar" suena muy trillada, pero no se me ocurrió nada más lógico y creíble que decirle.

—Con que explorar... ¿te conozco? — pregunta mirando hacia mi espalda.

—No... — contesta Rafael ciertamente incómodo.

—Siento que te he visto antes...

—Pues lo dudo, yo no soy de por aquí. Tal vez me parezco a alguien.

—Sí, tal vez... en fin, ¿crees que estén aquí para las ocho treinta? — me pregunta.

—Hmmm... — comienzo mirando a Luzbel, éste mira un momento el cielo antes de asentir —, seguro, ocho treinta o nueve.

—Bien, iremos a Rae's a esa hora, ya sabes, cómo todos los sábados.

—Claro — acepto —, ¿viniste con Joel?

—Ah... vinimos Liam y yo con él, iremos a casa de Joel un rato.

—Ah, bien — contesto confundida, pensé que no le gustaba salir con Liam cuando estaba solo con Joel.

—Los veré en la noche — dice a modo de despedida y da vuelta para irse, pero frena cuando da el primer paso —, ¿cómo te llamas? — pregunta volteándose de nuevo.

—Rafael — contesta no muy convencido, pero con firmeza en la voz.

—Rafael... — repite mi amiga saboreando cada letra —, ¿eres amigo de Luzbel?

—Sí, amigos... — acepta mirando a su hermano. No es que alguien fuera a notar el parecido, porque realmente no se parecen.

—Uy, que seriedad... jamás me había encontrado a alguien que conociera a Luzbel, que no fuera Lía.

—No ha estado aquí por un largo tiempo, seguro que es por eso.

—Sí, seguro. Hmm... oye, ¿por qué no nos acompañas? Si eres amigo de Luzbel eso significa que eres amigo de Lía. Así que eso significa que también eres nuestro amigo.

—Pues yo...

—Anda, será divertido — insiste acercándose a él, como sólo Kate sabe acercarse a los hombres desconocidos —, no muerdo, y mis amigos tampoco, excepto Lía, ella a veces se pone algo agresiva.

—Mira quien habla — mascullo mirándola de espalda a mí. Luzbel esboza una sonrisa al escucharme y asiente levemente.

—Kate la golpea tipos — comenta Luzbel con una sonrisa de oreja a oreja.

—¿Disculpa? — pregunta Kate con una mano en el pecho.

—¿No recuerdas ese día en el que te le echaste encima a uno de los amigos de Chuc?

—Ouh... — me quejo por lo bajo al recordarlo. Debo admitir que esa fue una buena noche.

—Por supuesto, aunque claro que Lía lo debe recordar también.

—Nada que no hubiéramos hecho antes — contesto.

—Da igual, no hablábamos de eso. ¿Qué dices, chico? ¿Vienes?

—Es una buena idea — inquiere Luzbel —, no creo que tengas prisa por llegar a casa. O qué, ¿papi te pega?

—Cállate, asno — se queja éste dándole un codazo a su hermano —, acepto, cuando regresemos iré con Luzbel y Lía.

—Bien, te veré allá... — contesta Kate sonriente.

¿Es en serio? ¿Ya se le pasó la Liamfiebre?

Esperamos un largo momento hasta que Kate termina de desaparecer del lugar,
y se escucha el motor de la camioneta al irse.

—Bien, démonos prisa — pide Luzbel tomando de nuevo la espada —, párate bien — me pide un momento antes de dejarme caer la armadura.

—Esta cosa pesa kilos — me quejo —, la verdad no sé si sea del todo bueno tráela puesta, iré más lento.

—Con tal de que evite que te hagan un agujero en el estómago me conformo — contesta el rubio sonriéndome.

—Bien... — acepto embobada viéndolo sonreírme.

—Cuídense — pide de nuevo Rafael —, iré a revisar qué tal están las cosas, los veré allá.

—Bien, cuídate — contesto, a lo que sonríe y deja escapar una risotada —, bien bien, rómpete un ala.

—Y tú una pierna. Y por favor, no te lo tomes literal.

—Ni tú.

Rafael asiente, y luego de dedicarle una extraña mirada a Luzbel desaparece.

—Rápido, vayamos al bosque — inquiere Luzbel comenzando a caminar.

—¿Por qué al bosque?

—Abriremos un portal ahí, es mejor.

—Bien...

Camino lo más rápido que puedo, sin embargo mis piernas son mucho más cortas a las de Luzbel y la armadura es tan pesada que me complica caminar con rapidez. Mientras él camina yo voy literalmente corriendo detrás, mis piernas no están cansadas, pero mi respiración ya comienza a agitarse y mi corazón palpita con fuerza.

—Vamos piernas cortas, a esta velocidad vamos a llegar mañana — me presiona Luzbel volteándose a mirarme —. Al seol, por supuesto.

—Jódete — contesto sin aliento.

Ya comienzo a ver las consecuencias de mis locuras.

—Ay señor, apiádate de las piernas de esta niña — Luzbel me alza en brazos sin inmutarse, se sigue caminando sin el menor problema y mi cuerpo se lo agradece de verdad.

—Mejor que se apiade de ti, que vas a llevarme cargando de ida y vuelta.

—Te juro que si tuviera mis alas lo haría.

—Sé que vas a recuperarlas — admito en un tono más bajo, tal vez esta no sea la mejor situación en la que puedo decirle esto, pero confío en que podrá volver.

—No nos fiemos demasiado en ello, aunque sí, eso espero.

Luzbel me baja de sus brazos, miro todo a mi alrededor y me percato de que realmente camina rápido, estamos más adentrados al bosque de lo que pensé.

Desenvaina la espalda y pone la punta sobre la corteza de un árbol, por mi seguridad decido pararme detrás de él mientras comienza a decir algo que no entiendo. Tan pronto se calla, el tronco parece abrirse, pero el árbol está intacto, no se mueve ni un poco mientras ese algo se expande a tal grado de hacerse un círculo negro en el que perfectamente cabemos los dos.

—Aún puedes huir a casa si lo deseas — habla moviéndose para mirarme.

—¿Huir? Jamás.

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