Capítulo 10
No sé cómo es que puedo reprimir las ganas de gritarle a Luzbel que se largue de mi casa. Todos y cada uno de mis músculos están tensos.
Mi mandíbula está apretada, haciendo que me duela más de lo que de por sí ya dolía del golpe.
—No lo sé, Luzbel — por primera vez en quien sabe cuántos minutos, uno de nosotros despega la mirada del piso y se pone de pie —, te lo dijo un hada, yo no me fiaría de eso.
—¿Acaso no entendiste lo que me dijo? ¡Soy papá! — grita, pero no es uno de esos gritos de cualquier hombre cuando se entera de que es papá. Es más bien un grito de los que da un adolescente cuando se entera de que es padre, incluso es peor.
—No lo creo.
—Yo no quiero hacerlo, pero, ¿y si es cierto...?
—No puede serlo Luzbel, no sé quién podría mentir peor, Lilith o Ayesha... ¿ya lo notaste? — pregunta con cierta diversión —. Te liaste a ambas — Rafael comienza a hablar con palabras más humanas, cosa que normalmente me daría gracia.
—¡Ya basta! — intervengo sin poder evitarlo —. ¡Largo! — ordeno señalado hacia la entrada —. Los dos, lárguense, ahora, no quiero verlos aquí — tomo a Lux de la cama y casi se la aviento a Luzbel —, y a ti menos, no quiero volver a verte en lo que resta de mi maldita vida, lárgate. ¡Y esta maldita vez no vuelvas!
Ambos se miran ladeando levemente la cabeza, seguro que estoy como una loca gritándoles, pero es algo que me viene valiendo.
—¡Que te largues! — le grito aún más fuerte. Estoy luchando con todas mis fuerzas para no soltarme a llorar ahora mismo frente a ambos.
—Lía, no hagas esto... no sé qué está pasando.
—Lárgate, Luzbel, no quiero verte, juro que no quiero volver a mirarte en toda mi vida, te has empeñado en lastimarme desde el maldito momento en que te encontré, no quiero esto. Coño, ¡tienes un hijo! No puede ser.
—No es así, yo no me explico, es algo imposible, no tengo ningún maldito hijo.
—Largo.
—¿Crees que soy idiota? Jamás en mi vida tendría un hijo, no soy tan descuidado.
—¡Exacto! — Rafael parece tener una idea brillante, pero está organizando sus ideas para decirla —, es mentira.
—¿Qué es mentira? — pregunta Luzbel.
—Jamás has podido tener hijos, ¿recuerdas? Ninguno de nosotros. Kristen creó el suero para evitar que el que lo tomara pudiera procrear sin quererlo. Pero bueno, si ustedes tuvieran sexo ahora creo ya no sería tan eficaz.
—¿Qué dices? — pregunto ante la última oración —, tu hermano ya se va.
—Espera, Lía — inquiere Luzbel volteándose hacia mí y acercándoseme, pone la cara a la altura de la mía y me mira suplicante. Estoy segura que esto lo ha tomado por sorpresa más que a mí —, lo siento, sé que estás molesta, y yo la verdad es que no sé qué está pasando, te juro que no sabía nada de esto, la realidad es que no puedo creerlo, por favor dame una oportunidad, aún no sabemos si es una trampa...
—Te odio — contesto enojada.
—No, no me odies, por favor, en serio no lo hagas...
—Basta los dos — interviene Rafael —, tú deja de lloriquear — le ordena a su hermano —, y tú, basta de esto, deberías entender que Luzbel no sabía nada de eso, ¿crees que este asno sería padre a propósito? Por amor del señor, por si no lo sabías, Luzbel odia a los niños, mi hermano odia a todas las cosas que midan menos de un metro ochenta.
—Eso ayuda mucho — contesto —, mas tomando en cuenta que apenas y rebaso el uno sesenta.
—Bueno, tú eres una clara excepción, ¿ves? Luzbel jamás había estado pegado con alguien tanto tiempo. Por lo menos podemos notar que ha pasado las noches enteras contigo.
—¿Quieres callarte? — masculla entonces Luzbel —, no solucionas nada.
—Por supuesto que no — admito —, no arreglas nada diciéndome que todas las cosas que tu hermano se ha tirado han sido cosa de un rato, y digo un rato porque ni siquiera ha pasado de verdad la noche.
—Supongo que ella no se toma tus amoríos como todas las demás — comenta mirando a Luzbel.
—Cállate ya, imbécil, ¿quieres que me mande a trepar árboles o qué?
—¿Qué? — pregunto a la frase del chico.
—Tenemos alas — contesta Rafael —, bueno... teníamos. Para los ángeles es imposible trepar un árbol, así que él quiso decir algo como...
—Vete ala mierda — contesta Luzbel.
—Eso, vete a la mierda.
—Ajá, mira, la verdad no ayuda nada lo que ambos están diciendo. Así que largo, no pienso formar parte de la promiscuidad de tu hermano.
Rafael no puede evitar reírse y casi me pongo a reír con él, Luzbel se voltea a mirarlo serio y éste se calla de nuevo.
—Bueno, siendo así, me llevo a mi hermano — el alma se me cae a los pies cuando dice eso, pensé que iban a insistir un poco más.
—Bien — acepto mordiéndome la lengua —, llévatelo ahora.
—Ya basta de todo esto, no pienso irme de aquí, ese maldito lilim no es mi hijo. Yo no tengo hijos.
—No es lo que parece, la verdad es que no tienes muchos argumentos con los cuales negarlo — inquiero plantándome frente a él.
—Irás conmigo.
—¿Qué? — preguntamos Rafael y yo al mismo tiempo, creo que a ambos nos ha caído de golpe la decisión.
—Irás conmigo — recalca acercando la cara a la mía —, iremos al abismo por la mañana, este mal entendido se va a aclarar.
—¿Estás loco? — interviene Rafael —. Estás verdaderamente loco — afirma —. Lía no va a ir a ningún lado — se me cruzan las ideas al escuchar la protesta de Rafael, no sé cuándo fue el cambio de roles entre los dos hermanos.
—Calla, Lía irá conmigo, no va a pasarle nada, si no te agrada la idea ve con nosotros.
—¿Estás consciente de que llevarás a una mortal al abismo? He escuchado tus malas ideas, pero esta se acaba de llevar el premio.
—No van a hacerle nada, ¿Crees que son tan idiotas como para meterse con la protegida de un ángel?
—Vas a atender asuntos personales con Lilith, va a tomárselo como una falta de respeto, y vaya que ella es capaz de cualquier cosa, ya lo sabes, ¿no?
—Que si lo sé. Lilith no tiene derecho a atacar a nadie, ha intervenido una de sus asquerosas hijas y yo acepto que intervenga una de nuestras hijas, Lilith jamás ha podido más que uno de nosotros.
—¿Se te olvida que fue el primer ser en desafiar a papá?
—Me da igual, cuando conocí a Lía me di cuenta de que a las humanas nada las detiene. Así que si las miras por un momento son demasiado parecidas.
—¡No soy ningún demonio! — grito enojada ante la comparación.
—Hablo de cuando Lilith era una humana aún, además, créeme, si fueras un demonio serías peor que Satanás y Belcebú juntos.
—¿Era humana?
—Claro que lo era, pregúntaselo a lo que queda del cadáver de Adán.
—No estamos hablando de eso — interviene Rafael —, Lía no va a ir a ningún lugar, iré contigo, pero ella se queda.
—¿Desde cuándo pones condiciones, Rafael?
—Desde el momento en que te he salvado más veces que cuando estábamos en guerra, Luzbel.
—¿A qué le temes? Lía quiere saberlo todo, en serio no sabes qué es tener a una humana preguntándote todos los días una cosa diferente.
—Jódete, Luzbel — le espeto.
—Es hora de que mires la cara fea de las cosas, ¿quieres conocer lo desconocido? Excelente, lo harás.
—Escucha, es una mortal, y está viva, no puede llegar al abismo sin cruzar el inframundo y el sehol. Es algo imposible que logre llegar.
—La llevaremos con nosotros, irá de la misma forma en que vamos a otros lugares.
—No puede hacerlo, si quieres que muera en el camino adelante.
—¿Que otra forma hay?
—No llevándola.
—Hablo en serio.
—La única forma es que entren desde el seol.
—¿Desde?
—Sí, entran al seol y tienen que atravesarlo todo hasta llegar a la entrada del inframundo.
—¿Tendremos que atravesar el inframundo también?
—Sí, y también el tártaro, y si son lo suficientemente afortunados para pasar el seol y el inframundo, dudo demasiado que logren pasar el tártaro sin que la maten antes.
—¿Alguien quiere explicarme que es el tártaro y todo eso? — intervengo en la platica del par, que al parecer ya ni siquiera recordaban que estaba aquí.
—El seol es la tierra de los muertos — explica Luzbel volteándose hacia mí —, todos los humanos que mueren llegan ahí, sin importar si han sido buenos o malos, es un lugar donde las almas habitan mientras logran entender que han muerto, cuando logran darse cuenta van al purgatorio. Si somos realistas, el problema no es el seol, podremos pasar sin tener problemas, nadie notará que no estás muerta de verdad, y aunque se dieran cuenta de que aún vives no correrás peligro alguno, muchos de los que están ahí dentro aún no notan que han muerto.
—¿Y cuál es entonces el problema?
—Bueno, lo difícil empieza al entrar al purgatorio. Para este momento las almas han notado su muerte, y en cuanto vean un cuerpo físico no dudarán en tomarlo.
—¿No hay forma de sólo evitar el purgatorio? — a Rafael parece divertirle mi pregunta, porque esboza una sonrisa y niega levemente con la cabeza.
—El purgatorio en la última parte del Seol — contesta —, hay formas fáciles de pasar, más si Luzbel te lleva, conocemos bien el lugar. Sin embargo las cosas sólo se complican más, entre más bajes peor se pone todo, llegar al abismo es algo imposible si no eres un ángel, un mundi, o un alma condenada. Sólo piénsalo, no tienes que ir si no quieres, deja al niño atender sus asuntos solo.
—Quiero hacerlo — me adelanto a decir, esta es la equivocación número un millón que cometo, y tengo por seguro que faltan otros millones más — iré, iré contigo — le digo a Luzbel.
(...)
—Los nefilims... no hay ya — admite pensativo —, la realidad de ellos es que fueron extinguidos hace demasiado tiempo. Las cosas se salieron de control cuando los primeros caídos llegaron aquí, ellos no fueron tan bondadosos como se cree, cuando llegaron a la tierra abusaron de su belleza, enamoraron humanas y procrearon con ellas. No voy a decirte que no hubo algunos enamorados de verdad, pero la mayoría sólo lo hizo con un fin. Crear una nueva raza, aquella que acabaría con lo que los sacó de las tierras sagradas del edén. Los nefilims fueron niños diferentes, con belleza pura y algo distinto a los demás. Muchas mujeres murieron al parirlos, eran demasiado grandes para las humanas, nacían mucho antes que los niños humanos. Eran una atrocidad, verlos era como ver a un ángel en sus primeros días, pero ellos eran diferentes, tenían un ombligo y había algo demasiado humano en ellos. Se les permitió vivir, Dios no quiso hacer nada, no quiso privarles el derecho de la vida sin ver sus acciones primero.
—¿Y qué pasó? — me siento como una niña a la que sus abuelos le cuentan una historia. Sé que me veo ridícula comiendo mi hamburguesa mientras escucho atentamente a Luzbel.
—Vivieron, lo hicieron durante años. Rafael fue encomendado a vigilarlos por un tiempo, la verdad es que yo no tenía muchas cosas interesantes que hacer y fui con él.
—¿Qué pasó luego?
—Eran muy violentos. La gente les llama los gigantes. La realidad es que no eran malos; con su creación los humanos tuvieron a sus propios protectores.
—Pero — inquiero sabiendo que hay algo más.
—Exacto. Su violencia fue más allá de donde debía, al cabo de unos años todo se salió de control, ellos iban por la tierra sintiéndose los dioses de ella. Y bueno, murieron.
—Espera un momento. ¿Murieron? ¿Y ya? Sólo... ¡Pum! ¿Están muertos?
—Claro que no. Dios eligió a un hombre para darle una encomienda.
—Y ese hombre es...
—Adivina.
—Hmm... ¿Noé?
—Que inteligente, esperaba que nombraras a Moisés antes que a él.
—Ya va, no soy tan idiota.
—Por supuesto que no. Pero sí, hablo con Noé, así que obviamente la encomienda fue hacer un arca, recolectar animales y punto, tú y tu familia se salvan.
—¿Me estás diciendo que el diluvio universal fue para extinguir a los nefilims?
—Eso mismo, en verdad se salieron de control. Pero bueno, eran muy fuertes y hubo varios sobrevivientes. Así que el plan de Dios no fue muy eficiente, además, nunca han dejado de seguir cayendo los nuestros, no me extrañaría que haya algunos nefilims puros por ahí. Pero prácticamente es imposible y no puedo asegurarlo.
—¿Puros?
—Sí, descendientes de ángeles. Los nefilims de este nuevo mundo serían descendientes de otros nefilims, ¿entiendes?
—Sí, entiendo.
—¿Y ahora hablaremos de...?
—¿Qué es un lilim? — pregunto comiéndome una papa frita.
—Son los hijos de Lilith, no importa con qué los haya procreado, si son sus hijos son llamados lilim. Ella es un súcubo, así que digamos que muchos hombres son padres y ni siquiera lo saben.
—Como tú — le doy una mordida a la hamburguesa mientras Luzbel me mira con cara de pocos amigos.
—No, yo no tengo ningún hijo.
—Ya veremos.
—Ajá. ¿Qué mas quieres saber?
—¿Que sientes por mí? — la pregunta es tan repentina que hasta a mí me toma por sorpresa, no sé en qué momento salieron las palabras de mi boca, pero estoy segura que jamás pasaron por mi cabeza.
—Lía...
—Lo siento, no sé porque pregunté eso. En serio, la pregunta salió sola...
—No, Lía, yo sé que no.
—En serio, te lo juro, ni siquiera sé porque lo he dicho, juro que ni siquiera pasó por mi cabeza preguntarlo. Joder, creo que mi lengua tiene mente propia — comienzo a cuestionarme de lo que he dicho, que estúpida soy, ¿por qué mierda dije eso?
—Lía — repite Luzbel mientras yo sigo hablando y diciendo quién sabe qué cosas de la mente propia de mi lengua —, estoy enamorado de ti.
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Siguiente actualización, jueves 31 de enero 🤭♥️
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