El último vampiro
Hoy me sentía extremadamente irritado, siempre he tenido arranques emocionales que no me son nada fáciles de controlar pero hoy me encontraba en mi límite.
La luz solar que invadía el salón, en el que recibíamos clases, me molestaba, por lo que estaba con los ojos entrecerrados, y una cruel presión en mi encía me hacía incapaz de pensar en nada que no fuera salir de aquí.
Cavilaba salir corriendo por la puerta o escapar saltando por la ventana y balancearme entre las ramas exteriores del árbol escuela.
Mientras divagaba entre mi malestar, la repentina e inestable sensibilidad extrema de mis sentidos y el deseo por algo desconocido el profesor se acercó a mí.
–¿Drack, estás bien? –preguntó el profesor poniendo su mano en mi hombro.
Intenté decirle que sí, que me encontraba perfectamente, pero una sensación punzante invadió mi boca dejándome en un silencio ahogado. Sólo fui capaz de dirigirle una mirada perdida y el miedo me invadió cuando pude ver terror en los ojos del siempre amable y comprensivo profesor Art, su mano separó el contacto de mí hombro en un segundo y se tambaleó de espaldas, sin apartarme la mirada hasta llegar a su mesa.
–A.alumnos –tartamudeó, con la mirada enfocada en sus manos que apretaban la madera como si la vida le fuera en ello–, presten atención –dijo suplicante.
Todos en el aula callaron, nadie fue capaz de hacer más que atender al irreconocible profesor Art.
Con esas palabras olvidé todo lo que sentía y me enfrasqué en escucharlo.
–Voy a contarles algo que nadie más se atreverá a contar y voy a suplicarles que no hablen de lo que les diré.
El ambiente siempre disperso de este salón estaba completamente estancado, nadie aparte del profesor pronunció palabra.
–¿Me entienden? –Inquirió aumentando su voz de un modo amenazador y elevando su rostro, dejando ver a todos sus ojos ensombrecidos por una oscura tristeza– ¿Entienden? –repitió en un tono completamente desesperado e irreconocible.
Todos en el salón respondimos con un corto asentimiento, la niña de mi lado incluso comenzó a llorar en silencio por la terrible atmósfera que se había creado.
–Bien –dijo el profesor–... Hace alrededor de doscientos años –comenzó a narrar, volteándose y apoyando su mano derecha sobre la pizarra, de espaldas a nosotros– en su afán de buscar una cura para cualquier enfermedad, la ciencia creó el virus V666. Este virus daba a los humanos inmunidad, una alta capacidad regenerativa y aumentaba sus sentidos y fuerza en niveles totalmente irreales... Sin embargo –pronunció, golpeando la pizarra con su puño haciéndolo sangrar–, este virus también los volvía salvajes y la humanidad no estaba preparada para esta nueva raza ni para sus inusuales excentricidades –dijo haciendo una interminable pausa para sacar un pañuelo de su bolsillo y limpiar su puño ensangrentado–... Con el tiempo comenzaron a llamarlos vampiros, por los largos colmillos que se les desarrollaban, pero no eran como los imaginaron, estos no se alimentaban de sangre sino de algo más...
Al escuchar lo que contaba el profesor Art no paraba de sorprenderme, y en cierta medida asustarme, quería saber todo respecto a lo que contaba, todos a mi alrededor escuchaban como si sólo les relataran un distante cuento de terror, pero yo le creo. Le creo porque siento correr la sangre de mi lengua, mordida por mis colmillos, dentro de mi boca y aún siento las punzadas en mi encía mientras estos crecen.
–Se alimentaban de algo que la humanidad no estaba dispuesta a sacrificar –continuó el profesor–. Se alimentaban de un producto del que probablemente ustedes nunca hayan escuchado, un combustible fósil demasiado demandado cómo para cederlo fácilmente, se alimentaban de… petróleo, y eso fue lo que hizo que se les persiguiera.
Me sentía completamente confundido ¿Qué es el petróleo, qué haré si no encuentro con qué alimentarme?
–El mundo casi es destruido en la lucha por la supervivencia, los humanos comunes nunca fueron capaces de deshacerse de los extremadamente poderoso vampiros pero no fue necesario; su escasa fuente de alimentos y la avaricia por poseer más recursos que sus semejantes fue lo que los arruinó –sentenció Art girándose hacia nosotros.
El mundo se me vino encima al saber que no tendría oportunidad, mi vida está terminada si no puedo comer. ¿Encontraré una forma de vivir sin ese recurso llamado petróleo?
–Al día de hoy muy pocas personas conocen esta oculta verdad y estos pocos que la conocen solo quieren escapar, no quieren rememorar esas oscuras historias pasadas –susurró como concluyendo un cuento y haciendo una pausa que parecía devorarlo todo en el silencio–. Eso es todo por hoy –dijo dejando a todos estupefactos–. ¡Váyanse! –gritó golpeando la mesa y todos mis compañeros corrieron despavoridos a la salida.
–Pro.profesor Art –logré decir entre murmullos al sabernos solos en el salón.
–Está bien, Drack –consoló sin moverse de su lugar–. Sabes, los últimos vampiros fueron vistos hace poco más de quince años, justo la edad que tienes ahora –dijo con una voz monótona que más que consolarme hizo a cada vello de mi piel erizarse–, probablemente fueran tus verdaderos padres.
Las lágrimas corrían sin control, nunca imaginé que tras mi condición de huérfano estaba un secreto como este, tantas veces queriendo descubrir quiénes eran y por qué me abandonaron y ahora sé que probablemente no tuvieron más opción que dejarme.
–Sabes algo más –inquirió el profesor Art mirándome directamente a los ojos, dejándome helado en mi puesto –, mi hermano fue uno de los encargados de atraparlos –dijo mientras corría una lágrima por su mejilla...
–Pro.profesor – tartamudeé abriendo los ojos estupefacto.
–¡Y nunca regresó! –gritó sacando un arma láser y me disparó directo al corazón sin vacilación.
No tuve oportunidad de reaccionar cuando sentí un dolor indescriptible en mi pecho.
–¡Lo siento Drack!¡Lo siento! –aulló mi profesor Art, llorando– Era la única forma de vengar su muerte.
Mi vida se desvanecía y en mi último atisbo de conciencia pude escuchar el estruendo ensordecedor de otro disparo y un cuerpo caer al suelo en la distancia...
(1001 palabras)
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