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Contratos del Deseo

En el glorioso y mágico reino de Etansin lo extraordinario es ser ordinario. Acercándonos al apartado pueblo nombrado Lu podemos hallar el local menos extraordinario que podrías encontrar.

Una choza tintada en múltiples colores, resguardada en la oscuridad ya que debido a nada extraordinarios sucesos toda construcción se encontraba a más de cien metros de distancia de esta, convirtiéndola en un lugar que inexplicablemente atrae la mirada de todos los extraordinarios seres ordinarios que quieren encajar en el reino de Etansin…

Visitantes de pueblos tanto cercanos como lejanos se acercan a este peculiarmente nada extraordinario local desde el mismísimo Lu o su vecino Cadga como desde el lejano Cegdo y el casi mítico país del Rex…

Todos fantaseando con que la bruja, poco extraordinario para su fama, que residía en esta choza, del reino Etansin en el poblado Lu, les favoreciera…

Muy pocos lograban captar el interés de esta señora altamente reconocida y a la vez tan desconocida.

Como cada noche este narrador se acerca a la ventana de la choza sin recibir ningún tipo de atención destacable.

–Y vi una bruja loca,
en la calle 22.
No sabe hacer brujería
porque ya se le olvidó

Los tonos desafinados de la señora bruja llenaron mis finos oídos al posarme sobre los barrotes de la ventana.

–Que sí, que no
que todo se le olvidó.
Que si, que no
que todo se le olvidó…

Seguía cantando ella, a todo pulmón, haciendo sacudir el inestable tejado al ritmo de su voz, si es que se le puede llamar así a su desgarrador intento de música, e iba zarandeando sus caderas por toda la habitación. Con cada verso caía polvo por todos lados opacando la visión de este viejo cuervo.

–Anoche salió la bruja
y al páramo trepó.
Trató de salir volando
pero al valle se cayó…

–Cof, cof –no pude evitar toser ante la suciedad que invadía mis viejos y pequeños pulmones, agregando el hecho de captar el mensaje oculto de la canción.

–¡Eh! Hola Pajarraco Traco –saludó la bruja nada mas verme, deteniendo su tortura acústica, a la vez que vertía varios frascos en un cardero gigante.

–Hola Bruja Menpuja –devolví el saludo volando hasta posarme en su hombro.

Por si se lo preguntan, sí, esos son nuestros nombres. Nombres muy poco extraordinarios para este reino de irracionalidades.

–¿Quieres un poco? –preguntó acercándome un pequeño vaso lleno del liquido violeta brillante que recién preparaba en su cardero.

–Claro –acepté encantado, bebiendo sin reparos su brebaje–. ¡Hmmm!... Uvas chispeantes –expresé relamiéndome el pico.

–Tu favorito –agregó Menpuja acariciándome la cabeza mientras se sentaba en un sillón rechinante.

–Tú, siempre mimándome –suspiré agradecido–. Por cierto, la canción de antes… –pinché dubitativo.

– Ji, je, ji –empezó a reír de su manera peculiar y divertida; en la que parece que le da un ataque de hipo mientras patalea como morsayeti en celo, haciendo que este pobre cuervo la sobrevuele por unos segundos hasta que se le pase–. ¡Ay, qué risa me da eso! –Dice reincorporándose un poco–. ¿Te acuerdas de mi prima Florinda del Feldespato? –Pregunta tomando su Pantalla Mágica 9000 mostrándome la foto de su graduación junto a su prima Florinda–. La que sería el orgullo de la familia, la prodigio en magia y hechicería. Una loquilla lo que era, el único hechizo que se sabía era el RobaNovios y para colmo solo se robaba los p*ndejos –despotricaba divagando sobre su “querida” prima.

–¿Y qué tiene que ver Florinda del Feldespato con la canción? –pregunté intrigado sin captar la conexión.

–Pues… Ji, je, ji –repitió su risa estrepitosa por varios segundos hasta detenerse secando unas lágrimas y recuperando su respiración–. Pues más claro ni el agua mi querido Pajarraco…
Anoche salió la bruja
Y al páramo trepó
Trató de salir volando
Pero al valle se cayó…
Intentó salir volando y se despapilló toda, hasta la licencia le quitaron, ji, je, ji –continuó riendo a carcajadas mirando fijamente fotos de su prima Florinda del Feldespato llena de arañazos, empapada en agua y rastros de hojas por todas partes.

–No puedo negar que da gracia pero tampoco para tanto mi querida Menpuja –dije torciendo la mirada.

–Ay, no seas aguafiestas –rebatió sacándome la lengua de manera infantil.

–Tilinpintin Tas Tin –sonó el nada original tono para notificaciones de la PM 9000  de Menpuja.

–¡Uy, mi renacuajo! –gritó alarmada abriendo la notificación en la pantalla táctil del cachivache–. Casi me pierdo su decisión –expresó suspirando de alivio.

Podía ver a un joven hombre-liebre, ya saben esos semihumanos tan populares entre las chicas por su pelaje suavecito y sus habilidades reproductivas (aunque algunas dicen que duran muy poco)  mirando los famosos tres caminos…

–¿Le diste algún consejo al pobre? –pregunte interesado a la Bruja Menpuja.

–Claro, le dije que siguiera sus instintos y que no hiciera caso a las convencionalidades –afirmó elevando los hombros.

–Muy buen consejo –acepté mirando al joven en la pantalla–, ya veremos cómo lo toma.

El joven frente a los caminos se debatía entre el primero, el segundo y el tercero. No sabía qué hacer cuando de pronto salió corriendo con determinación y se lanzó hacia su futuro.

Al ver lo que estaba sucediendo Menpuja perdió los colores del rostro y abrió los ojos a más no poder.

–¡¿Pero qué idiota?! –Vociferé golpeándome la frente con mi ala– No deberías dar más concejos –sugerí volando hacia un estante viendo como Menpuja se limitó a asentir prácticamente sin vida–. Bueno, este negocio no funciona solo –informé agregando un poco de energía a mi voz presionando un botón en el estante.

Una pareja de aventureros vio encenderse el aclamado cartel de neón de la choza repentinamente ante sus ojos.

« Contratos del Deseo»

Leyeron para sus adentros y caminaron hacia la puerta que se abrió en cuanto se acercaron.

–H.hola –murmuró la chica agazapada tras el joven elfo que la acompañaba.

–¡Hola jóvenes aventureros! –saludé con voz de anunciador de espectáculos (me encanta ver sus caras impactadas, por mucho es  la mejor parte del trabajo)– Yo soy el Pajarraco Traco –me presenté viéndolos con rostros incrédulos– y ella es la Bruja Menpuja –dije señalándola y ella se limitó a levantar la mano lentamente en un aludo vacío–. No le presten atención, por razón fuera de nuestro poder se encuentra sin cobertura –informé quitándole importancia al asunto.

–E.eh –murmuró el joven elfo intentando decir algo–...

–Como todos los que buscan cumplir sus deseos solo tiene que firmar este pequeño contrato –dije sin darle tiempo a hablar dejando caer los pergaminos vinculantes sobre ellos.

Tomé una reproductora a mi lado y la encendí.

«Jóvenes buscadores de cumplir su deseo debéis caminar todo recto hacia la salida del bosque. Allí encontrarás la encrucijada en la que mueren tres sendas. La primera te lleva hacia la Ciudad de las Brujas y la segunda hacia el Templo Perdido de los Elfos. A la última la reconocerás enseguida, porque en ella se enredan las hiedras y resultan embriagantes los efluvios de los jazmines. Te guía hasta tus sueños y al final del trayecto hay un cartel que te previene: “Ten cuidado con lo que deseas, pues se te va a cumplir”.

Elige con sabiduría, valiente guerrera, intrépido caballero. Ten en cuenta que esta elección marcará para siempre tu destino.»

Al terminar de escucharse la grabación del antiguo oráculo del deseo me dispuse a cerrar los contratos con los jóvenes deseosos de aventuras.

–¡No lo hagan, no sigan sus instintos, hagan caso a las convencionalidades, no hay una cuarta opción! –gritó un fantasmahombreliebre con voz terrorífica, apareciendo frente a los jóvenes que salieron corriendo como almas que lleva el diablo al verlo–. ¡¡¡No se lancen al pozo!!! ¡¡¡Está vacío!!!

–Menpuja, controla tu ganancia del contrato –me límite a decir con desgana viendo cómo escapaban mis potenciales clientes sin haber firmado.

(1298 palabras)

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