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Campeonato Intergaláctico

–Prepárense para el espectáculo más esperado del milenio –anunció la enardecida voz del presentador, un ser pálido y diminuto que daba una bizarra imagen al sostener un desproporcionadamente enorme micrófono frente a su nariz–... ¡La final del Campeonato Interestelar está a punto de comenzar! –gritó a través del enorme micrófono con traductor universal haciendo que todos los presentes se levantaran y gritaran en ovación– Llegando, desde el portal rojo, vemos al representante del planeta K–02, con una trayectoria impecable durante el torneo, el favorito de todos y quien se ganó el honor de enfrentarse al representante de los actuales campeones –pronunció la estridente voz del presentador mientras en el centro de la Arena aparecía un ser enorme, de casi tres metros de altura y un cuerpo tonificado a niveles irreales, con la piel roja y ardiente, como la lava que reina en su mundo de procedencia, elevando los brazos y golpeando su pecho en señal de poder y suficiencia –. ¡Krant, El Gladiador! –presentó entre los fervientes alaridos de la audiencia.

Los diversos seres que pululaban en el gigantesco Coliseo vitoreaban al formidable Krant y apostaban por su victoria segura, aunque algunos aún conservaban el miedo contra la potencia que se les oponía; una raza a la que no se le veía desde su coronación en la anterior contienda hace mil años.

–¡Desde el portal rojo –comunicó emocionado, el pálido ser, mientras la Arena comenzaba a brillar–, llega el representante de los misteriosos, sublimes, majestuoso, poderoso  e invictos fundadores y anteriores campeones de los que no se sabe casi nada! –exclamó excitado contagiando su emoción a las gradas– ¡El Terrícola! –gritó con sincronización perfecta a la desaparición del brillo en la Arena.

Todos los presentes en el Coliseo quedaron anonadados ante la vista del ser "majestuoso" que debía aparecer frente a ellos, parecía una caricatura diminuta frente a Krant, El Gladiador, teniendo la mitad de sus proporciones y una piel sonrosada y suave que podía describirlo como cualquier cosa menos un  “sublime” guerrero milenario.

–!Vaya! –Vociferó sorprendido el presentador– No es lo que esperábamos pero… ¡Qué comience la contienda! –gritó a todo pulmón invadiendo los sentidos de todos los presentes.

El Terrícola, se encontraba completamente desorientado al aparecer súbitamente en esta situación pero no tardó en percibir lo que le esperaba cuando una mole llameante comenzó a correr hacia él y siguiendo sus instintos se lanzó a la huidiza carrera por su supervivencia.

Mientras corría por su vida escapando del amenazante perseguidor escuchaba los vítores de la incontable audiencia clamando por un tal Krant, se sentía débil e inútil, y lo peor de todo es que lamentaba las casuales decisiones que lo llevaron a este momento.

Lamentaba profundamente haber convencido a sus abuelos para que le permitiesen ir a la cabaña del lago, lamentaba haber invitado a sus amigos para pasar un fin de semana “épico” de excursiones por el monte, juegos subidos de tono y conversaciones sin sentido hasta las tantas alrededor de la fogata. Lamentaba que Miriam hubiese encontrado aquella radio inservible en el cobertizo y aún más que Luis fuese capaz de encontrar un sentido a los insistentes pitidos de esa cosa, según él unas simples coordenadas en Morse, que nos llevaron a una cueva en el bosque cercano en busca de la posibilidad de un tesoro o a rescatar a algún inocente. Lamentaba que al internarnos en la cueva descubriéramos algo increíble, increíblemente desafortunado para mí; incrustada entre las rocas se encontraba aquella enorme y estúpida esfera de metal, todo indicaba que era un artefacto alienígeno y haber aparecido aquí tras tocarla elimina cualquier duda que pudiese albergar, quién me manda a hacer caso de las teorías de Luis.

«Luis, juro que te golpearé si sobrevivo a esto» declaró el joven terrícola para sus adentros mientras seguía corriendo perseguido por el ardiente Krant, que ahora parecía más pequeño y lento.

–Esto se pone interesantes señores –afirmó el comentarista tras su gigantesco micrófono–, Krant está en un gran aprieto, parece que El Terrícola es tan brillante como contaban las leyendas; mira que saber que los Kandos pierden su poder a medida que pasan tiempo alejados de su energía magma natal –alabó extasiado, sacando sus propias y heroicas conclusiones sobre el comportamiento del Terrícola–. ¡Esta “batalla” está llegando a su fin! –anunció, por encima de los abucheos del decepcionado público, al contemplar a El Gladiador encogerse hasta un tamaño en el que cabía en una de las manos del Terrícola.

El aterrado y agotado Terrícola continuaba corriendo en círculos por toda la Arena cuando notó los abucheos del público y la ausencia de su perseguidor deteniéndose en seco.

–Splash –se escuchó un sonido viscoso que enmudeció a todo el Coliseo.

El Terrícola siguiendo la dirección del inquietante sonido levantó su pierna izquierda viendo una mancha naranja pegada a su suela.

–¡Qué asco! –exclamó lanzándola lejos con un repelús.

–¡Tenemos al Campeón señores! –Gritó jubilosa y estridente la voz del presentador–. ¡El Terrícola retoma nuevamente el galardón para su planeta!

Todos los presentes quedan en silencio, aún afectados por los acontecimientos de la irreal batalla, incluyendo al Terrícola que sigue sin entender ni creerse lo que está sucediendo.

–Has ganado el derecho a mantener libre tu planeta y sólo tendrán que participar en la contienda final del próximo Campeonato Interestelar –proclamó el diminuto presentador flotando sobre su pequeño palco hasta llegar junto al campeón–, ha sido un honor contemplar su estratégica batalla –clamó colocando una de sus manos en el hombro del Terrícola y atrayendo inconstantes aplausos de la multitud–. ¡Que las estrellas vayan contigo sorprendente Terrícola! –concluyó activando un imperceptible mecanismo en su muñeca haciendo que la luz devorase todas las inmediaciones.

***

–¡Juan! ¡Juan! –Decían un par de chicos zarandeando al inconsciente joven en el suelo de una cueva–. ¿Estás bien? –preguntaron al unísono al verlo reaccionar.

–¿Miriam? ¿Luis? –preguntó un poco atontado el joven mientras se levantaba.

–¿Quién más podríamos ser? –dijo sarcástico el chico llamado Luis.

–Eso quería escuchar –exclamó Juan, el hasta hace instantes inconsciente, propinándole un inesperado puñetazo en el abdomen a Luis –. Te lo mereces por sabihondo –declaró tomando del cuello a ambos compañeros, dejándolos sorprendidos, y sosteniéndose a ellos en un desesperado abrazo hundido entre lágrimas –. ¡Creí que nunca más los vería, idiotas! –gritó a todo pulmón junto a sus oídos con la voz rota, contagiándoles su tristeza.

–Nosotros también nos preocupamos mucho, Juan –dijo sollozando la inocente Miriam sin entender las razones del arranque de su amigo.

–Idiota sentimental –masculló Luis mirando hacia la distancia en un intento por ocultar sus lágrimas.

Luego de regresar a la cabaña nadie creyó la historia del irreal Campeonato en el que venció Juan, incluso él llegó a dudar de sus recuerdos con el paso del tiempo.
Sólo queda esperar otro milenio… y que las estrellas nos ayuden a mantener la libertad.


(1137 palabras)

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