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Clones instantáneos

"De veras tengo hambre", refunfuñé para mi mismo mientras el estómago comienza a gruñirme, la verdad es difícil mudarse a mitad de año y vivir con el novio de tu madre, un hombre que parece un pseudo doctor Chapatín, algo más joven, pero que es un dizque científico.

Bajé a la cocina y en efecto la despensa estaba completamente vacía, una vez más mi cerebro no logra comprender como "eso" logró enamorar a mi madre, ella era demasiado para él y ni siquiera sabía como se habían conocido.

Después de escudriñar un poco en cada rincón de la cocina, logré encontrar una manzana algo dudosa y un plátano que no tenía buena pinta, pero que podía esperar, llevaba una semana aquí y mi madre aún no había puesto las cosas en orden todavía.

"Un smoothie será"

Comencé a rebanar las frutas, no sin antes poner a todo volumen mi canción favorita y cantarla a todo pulmón, obviamente uno no puede hacer dos cosas al mismo tiempo, así que justo cuando llega el coro cierro los ojos para poner más énfasis en la letra, pero olvidó que aún sigo picando la fruta, así que literalmente me rebano un dedo, bueno no, eso es demasiado exagerado, si me lastimé y tuve que ir directo al lavabo a lavarme la herida, pero nada fuera de lo común, solo una falsa alarma, una que dolió mucho.

Ya con la fruta picada y el dedo machacado, tomó algo de leche, "mientras no huela mal, la voy a usar", acerqué mi sensible olfato al envase, ciertamente había caducado hace un par de días, pero no creo que aquello me matará solo por tomarlo ¿o sí?, de todas formas bajo el raciocinio de un adolescente: "lo que no te mata, te hace más fuerte", la leche olía bien para mí así que la usé.

Claro, tenía que haber un pero en la historia, no encontraba la dichosa batidora por ningún lado, y de hecho no me había dado cuenta antes, tal vez porque no me importaba, pero faltaban varios electrodomésticos en la cocina, no había tostadora, ni licuadora, ni batidora, ni otras doras.

Suspire hondo, tratando de contener mi ira, suponiendo que este señor viniera de las cavernas, todos esos elementos eran esenciales en cualquier cocina ¿no?; pero considerando que era un hombre que había pasado la mitad de su vida encerrado, en palabras de mi madre, todo era posible.

Estaba decidido a no rendirme, tenía que haber algo que pudiera usar para hacer mi amado smoothie; lo había imaginado ya, su sabor era lo único que estaba en mi cabeza, así que era imposible que ahora me rindiera sin probarlo.

Recorrí toda la casa, algunos lugares eran más limpios que otros y para ser la casa de un científico, era demasiado grande; bueno recorrí "casi" toda la casa, ya que mi madre me había prohibido entrar al lugar de trabajo de aquel hombre, pero ella no estaba aquí ahora ¿verdad?.

Después de meditar frente a la puerta sobre si entrar o no, el estómago comenzó a gruñirme de nuevo y pensé: "ya es suficiente, al diablo con todo", entre de golpe a aquel lugar, debo admitir que su "laboratorio" era bastante impresionante, habían demasiados papeles pegados a la pared y diferentes objetos extraños colocados en los mesones, además de que la luz era extraña y hacía del ambiente un poco atemorizante; quede tan sorprendido, hasta que vi una bendita batidora en uno de los mesones junto con otros electrodomésticos, sin dudarlo dos veces la tomé y salí corriendo de allí.

Al fin estaba tan cerca de lograrlo, la enchufé y puse todos los ingredientes, no veía la hora de saborear mi delicioso smoothie, pero la maldita batidora se descompuso a media vuelta.

— ¡Maldición! — grite frustrado mientras le daba un golpe a aquella inservible máquina.

De pronto continuó girando, pero cada vez más rápido y más, que la electricidad comenzó a salir de ella en forma de rayos, intente desconectarla, pero tenía miedo de morir electrocutado, así que corrí a esconderme en el sótano, llegué tan rápido que nadie pensaría de lo que es capaz, hasta que le sucede algo así.

A continuación escuche una pequeña explosión, encendí el interruptor de la luz del sótano y en efecto la luz se había fundido; mi madre iba a matarme, como iba a explicar que fundí toda conexión eléctrica de la casa solo por preparar un maldito smoothie y en ese momento pensé que era lo peor que podía pasarme, pero no estaba ni remotamente preparado para lo que sucedería después.

Unos leves ruidos provenientes de la cocina me sacaron de mis pensamientos, pensamientos que estaban enfocados en tratar de buscar una excusa creíble que evitará que mi madre me castigará o peor aún que su novio lo hiciera. Tuve que regresar a la cocina para ver que pasaba, en cuanto entré note que había una masa líquida salpicada por todos lados, pero eso no fue lo peor, ya que otro sonido me dirigió directamente al comedor, rayando en lo absurdo la situación, habían cuatro clones míos sentados a la mesa disfrutando de un smoothie cada uno.

— ¡¿Qué diablos?! — me exalté de inmediato al verlos.

— Hola — voltearon a saludarme los cuatro en coro.

— ¿Quiénes son ustedes? — pregunte notablemente desconcertado.

— Me llamo Ethan — dijo uno raspando con el dedo todos los rincones de su vaso de smoothie vacío.

— Yo también — acotaron los otros tres, terminando su smoothie.

— ¿Quién eres tú? — preguntaron nuevamente en coro.

— Yo soy Ethan — dije firme — el verdadero Ethan — tuve un impulso por remarcarlo con un tono autoritario, como si necesitara aclararlo.

De inmediato sonó el teléfono y les hice una seña a mis clones para que guardaran silencio con el dedo, tomé el móvil y contesté:

— ¿Hola? — estaba sumamente nervioso observando a los clones en el comedor y rogando para que esto fuera solo una pesadilla.

— Ethan, cielo, Amadeo y yo llegaremos a casa como en una hora, ¿todo esta bien? — oí la voz de mi madre al otro lado de la línea.

— Claro — contesté intentando sonar tan natural como me fuera posible.

— Bueno, pronto llegamos, adiós — se oyó el pitido que me indicaba que se había terminado la llamada.

"¡¿Una hora?!"

Se aceleró mi corazón debido a que solo tenía una hora para arreglar todo el desastre, que por un segundo había olvidado debido al shock de los clones.

— ¡¡¿Tienen que ayudarme?!! — comencé a persuadir a los clones.

 — Claro — contestaron en coro otra vez, he de admitir que viéndome por fuera no estaba nada mal.

— Debemos limpiar y ordenar la cocina — les indique y los repartí de inmediato para comenzar con las labores.

Supongo que se vería gracioso si alguien viera semejante escena, como en las caricaturas antiguas en las que un personaje que hacía las cosas tan rápido para hacer la limpieza o para arreglar un desastre que parecía que había muchos de él en un mismo sitio, como yo ahora; pero pues para mí no era nada gracioso, ya que realmente habían otras 4 versiones de mí rondando por la cocina y no tenía ni idea de que haría con ellos después.

Después de 40 minutos, la cocina quedó reluciente, como si nada hubiera pasado, excepto por la batidora, que de hecho no parecía estar tan arruinada, pero no tenía la intención de volverla a encender jamás, así que simplemente la limpie y la deje en el mismo lugar donde la había encontrado. Cuando regrese a la cocina, los clones hicieron una fila frente a mí y uno comenzó a hablarme:

— Esto ha sido muy divertido, pero ya debemos irnos — dijo con una cara seria que seguramente yo jamás vería puesta en mí, ya que lo serio no se me da.

— Ha sido un gusto — el otro tomo mi mano y sonrió como una despedida.

— Esto ha sido genial — agregó el tercero con una carcajada muy sonora.

— Me ha encantando el smoothie — dijo por último el clon restante, sobándose el estómago en señal de satisfacción.

Y así como así los clones se esfumaron frente a mis ojos, no pude ni agradecerles por su ayuda, y un raro pensamiento me invadió justo en ese instante:

— Clones instantáneos — inmediatamente reí por aquella idea tan peculiar.

Observe el reloj, las manecillas me indicaban que aún faltaba un cuarto para la hora, aún tenía mucha hambre, pero no pensaba tocar nada más en esa casa de locos hasta asegurarme que haría lo que realmente debía hacer, así que decidí recostarme en el sofá a descansar y sin darme cuenta me quedé dormido.

— Ethan, cariño — sentí la cálida voz de mi madre que me despertó y sentí su tibia mano que me hacía una caricia.

— Hola mamá — contesté medio adormilado todavía.

— ¿Cómo has estado? — preguntó Amadeo, que llevaba unas bolsas en dirección a la cocina.

— Bien, creo — contesté algo inseguro.

Me incorporé en el sofá y me froté los ojos, no sabía si realmente lo que había pasado fue real o tal vez solo fue un loco sueño producto de mi imaginación.

— Amadeo, creo que se ha fundido un fusible, la luz no enciende — oí decir a mi madre que se encontraba en la cocina.

— ¿O no lo fue? — susurré.

Palabras: 1532

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