Capítulo 9
Tyler
La semana transcurrió sin ningún tipo de percances entre cara de ángel y yo, después del mal entendido con el té, decidí no volver a tratar de ser agradable con ella, por el momento. Nos enfocamos solo en estudiar, por lo tanto, no hemos tenido ningún tipo de roce.
He aprendido en una sola semana más de lo que imaginé, todo esto gracias a que la maestra es excelente enseñando. Cabe también resaltar, que soy un excelente alumno, pues, a pesar de lo mucho que he luchado con mi mente para concentrarme, no resulta nada fácil para mí mantenerme enfocado tratando de llevarle el ritmo a cara de ángel. Ver el brillo en sus ojos y el entusiasmo en su cara cuando enseña acerca de lo que tanto disfruta, me hace desear besarla, acariciarla, tocarla y ver ese mismo brillo en sus ojos mientras la llevo al clímax. Bueno, en realidad esa no es la única razón, la deseo y sé que aun si no se le notara lo mucho que disfruta hablar de aviones, igual me resultaría difícil concentrarme. Es por eso que insisto en darme crédito por haber aprendido todo con semejante distracción.
Me encuentro leyendo todo lo que hemos visto esta semana, se ha vuelto costumbre para mí repasar lo del día anterior, los minutos antes de que ella entre a la oficina. La puerta se abre e inmediatamente levanto la vista hacia ella; lo que veo me deja sin palabras. La señorita Davis viene vestida de rojo con un vestido que le queda sensacional y unos tacones en color negro. El vestido le llega justo encima de las rodillas, dejándome ver unas hermosísimas y estilizadas piernas que sus pantalones anchos y sus zapatos bajos no me habían permitido distinguir en estos días. Siento como mis latidos se aceleran, el flujo sanguíneo se me agolpa en un solo lugar y dudo mucho que todas las lechugas, las ancianas e incluso Donald Trump, surtan algún efecto contrario.
—Buenos días, señor Oswald —Saluda ante mi silencio —, ¿le comieron la lengua los ratones o solo es falta de educación? —pregunta y juro por mi vida que hubo diversión en sus palabras.
—Buenos días, señorita Davis —respondo a su saludo con una gran sonrisa —, soy educado, eso usted lo ha podido comprobar toda esta semana —digo, al tiempo que la recorro con la mirada, agradeciendo que los pensamientos no puedan escucharse —. Respecto a mi lengua, no, hace mucho que nadie me come la lengua, usted debería ayudarme con eso —declaro esperando que se termine la calma que ha reinado entre nosotros los últimos días.
—Ningún hombre educado anda ofreciendo su lengua a cualquiera —responde con su tono divertido, sorprendiéndome totalmente, honestamente esperaba una mala respuesta.
—¿Se considera cualquier persona, señorita Davis?
—Para nada señor Oswald, solo fue un decir —Sonríe acomodándose en el sillón a mi lado —, pensé que la que se tomaba todo literal era yo.
—¡Oh, siendo sarcástica! —exclamo imitando su diversión, definitivamente me gusta mucho más esta versión de cara de ángel.
—Soy buena alumna —dice encogiéndose de hombros —, he aprendido del maestro —concluye señalándome y haciéndome reír.
—No sé que ha pasado hoy, pero me gusta —admito —. No solo está muy hermosa con ese vestido, sino que también está muy divertida.
—Gracias —dice sonriéndome por primera vez en lo que va de la semana —, no ha pasado nada, no suelo ser como me he comportado todo el tiempo —confiesa desviando la mirada, quizás avergonzada —. De hecho, le debo una disculpa, sé que quizás he sido un poco dura —admite levantando su vista de los papeles y acto seguido me tiende una mano —. Hagamos un trato, señor Oswald, yo dejo de ser dura y usted deja de tratar de agradarme.
Miro su mano y luego su rostro tratando de descifrar lo que está pensando. Si tan solo supiera que no he intentado tratar solo de agradarle, he intentando tratar de gustarle. Es la primera vez que una mujer me pone en esta situación. Finalmente tomo su mano y no la suelto.
—Acepto con una sola condición —sonrío, levanto una sola ceja y ella me observa curiosa.
—¿Con qué condición?—inquiere imitando mis gestos.
—Con la condición de que deje de llamarme señor Oswald, me hace sentir como si fuera mi tío o mi difunto padre —confieso. Ella se queda unos segundos en silencio como sopesando lo que acabo de pedirle, pero lo que más me sorprende de la situación es que yo aún no suelto su mano y ella no se ha intentado soltar; me agrada.
—Para mí, su tío es el señor Travis, pero ¿cómo quiere que lo llame entonces? —inquiere poniendo fin el lacónico silencio.
—Tyler o Ty.
—Señor Tyler —espeta—, ¿tenemos un trato? —pregunta apretando mi mano.
—Solo si la puedo llamar señorita Samantha —respondo también apretando su mano, es la primera vez que tengo algún tipo de contacto con ella y lo estoy disfrutando.
—De acuerdo —dice al cabo de unos segundos —, trato hecho.
Aprovecho el momento para besar sus nudillos lentamente sin dejar de mirar al hermoso azul verdoso de sus ojos y puede que esté volviéndome loco por llamar su atención, pero noté cierto sonrojo.
—Si fuera tan amable de soltar mi mano, podríamos empezar a trabajar, señor Tyler —dice poniendo énfasis en mi nombre. Yo asiento y con una sonrisa en mis labios, comenzamos el trabajo.
El día transcurrió con tranquilidad y muy deprisa, me gusta estar con cara de ángel y siento que al lado de ella las horas vuelan. Nos despedimos, aproveché para besar sus nudillos una vez más, ella se limitó a sonreír, es un logro para mí que me deje hacer esto, partiendo del hecho de que ni siquiera me había sonreído antes.
Me dirijo hasta recepción en busca de Catherine, hoy es viernes y prometí llevarla por un café. Ella es linda, pero al igual que todas, se derrite por mí. Confieso que eso no hubiera sido un inconveniente la semana pasada, mejor dicho, a principio de semana; la señorita Samantha me ha hecho ver que hay mujeres más interesantes.
Catherine me recibe sonriente, va con un vestido corto y ajustado color verde; le queda bien, pero no me provoca una reacción siquiera parecida al vestido rojo, aun así saludo amablemente.
—¿Cómo estás, Catherine?
—Muy bien señor Oswald —responde rápidamente —, perdón, Tyler —Se corrige de inmediato, pues habíamos acordado tutearnos.
—Me alegro, sabes Catherine —hablo con un tono dulce haciendo que mi voz se escuche más grave —, sé que te invité un café, pero honestamente soy más de un trago y salir a bailar, ¿qué dices?
—Yo también soy más de un trago y salir a bailar, me parece bien —responde con una sonrisa.
Le ofrezco mi brazo, ella lo toma e inmediatamente nos dirigimos hacia el estacionamiento. Su cara es indescriptible al ver mi auto, hoy ando en mi Bugatti Veyron, sin duda uno de mis favoritos. Una vez dentro nos dirigimos hacia el club de mi amigo, era temprano por lo que no debía estar lleno aún. Unos minutos y después, contralando el poder de este auto, estamos en el club. Ofrezco las llaves al valet parking y nos dirigimos adentro. A pesar de ser temprano ya hay una fila larga para entrar al lugar.
Dentro no hay tantas personas, pero se percibe un buen ambiente, así que pedimos unos tragos y con ellos en manos nos dirigimos a la pista de baile. Comenzamos a movernos al compás de la música, debo admitir que Catherine baila muy bien y que disfruto de su compañía. No ha intentado que hablemos tampoco que nos sentemos, parece estar disfrutando tanto como yo. Después de varios tragos y varias canciones, no sé qué tiempo ha pasado, noto que ya hay mucha más gente y necesito un respiro.
—Catherine, subamos al VIP, ya hay más personas y allá arriba vamos a estar más cómodos —vocifero cerca de su oído debido al volumen de la música.
—De acuerdo, pero he estado aquí antes y si se hace difícil entrar, es casi imposible subir al VIP —vocifera de vuelta.
—Tranquila, no tendremos problemas en subir.
Con mi trago en una mano y Catherine sujetada de la otra, me dispongo a subir al VIP, llegamos a la entrada y, como ya soy conocido por el guardia de seguridad, pasamos sin ningún problema.
—Dime por favor que no eres dueño de este club —grita Catherine con cara sorprendida, pero inmediatamente cambia su expresión al darse cuenta de que aquí la música no se escucha tan alta y todo el mundo volteó a mirarla.
—No, no soy el dueño, pero lo conozco —contesto, riendo por su expresión.
—Tienes que presentármelo, no te imaginas las largas horas que he tardado en una fila para poder entrar.
—Puedo imaginarlo por lo que veo cada vez que vengo, agradezco no tener que hacerla.
—Necesito ir al baño, ¿hay alguno aquí arriba?—pregunta Catherine al tiempo que recorre el lugar con la mirada.
—Hay uno por detrás de ese pared.
—Gracias Tyler, ¿podrías pedirme otro mojito para cuando vuelva?
Asiento con la cabeza y le dedico una sonrisa, ella se pone de pie con dirección al baño, pero antes me da un beso en la comisura de los labios, al parecer el alcohol la ha desinhibido. Me dispongo a buscar un camarero para pedirle otro trago a Catherine, he decido no beber más pues voy a manejar de vuelta y lo último que quiero es encontrarme con algún policía mientras estoy acompañado. No encuentro un camarero, entre tanta gente se confunden, pero alcanzo a ver una figura demasiado conocida y no lo puedo creer, ¿qué hace aquí?
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