🌹41🌹
Los días pasan y me sumerjo en el trabajo. Trabajar junto a Jackson es una delicia. Más que a un secretario me trata como a un compañero. Por las tardes necesito salir de casa. Doy paseos y en ocasiones me agobia ver a tanta gente. Echo en falta esos paseos en la nieve por la urbanización solitaria llena de árboles de Múnich.
Uno de aquellos días mi jefe, a la hora de la comida, me dice:
-Te invito a comer. Quiero enseñarte algo que estoy seguro que te va a encantar.
Nos subimos en su auto y aparcamos por el centro de Seúl.
Agarrado de su brazo camino por la
calle mientras vamos charlando cuando
veo que entramos en un burger. Divertido, lo miro y digo:
-Serás rata.
-¿Por qué? -pregunta divertido.
-¿De verdad que me vas a invitar a
comer una hamburguesa?
Jackson asiente, me mira con una
extraña sonrisa, y dice:
-Claro. Siempre te han gustado, ¿no?
Me encojo de hombros y finalmente musito:
-Pues también tienes razón. Pero
hoy, como invitas tú, la quiero doble de
queso y doble de papas.
Asiente y nos ponemos en la cola.
Estamos charlando, y cuando nos toca
pedir, me quedo sin palabras al ver a la
persona que nos va a tomar el pedido.
Ante mí está mi ex jefa. Aquella idiota de pelo lustroso que me hacía la vida imposible en la oficina. Ahora es la
encargada de aquel burger. Mi cara de
asombro es tal que ella, molesta, dice:
-Si no saben lo que van a pedir, por favor, dejen pasar al siguiente cliente.
Tras reponerme de la impresión, Jackson y yo hacemos nuestro pedido, y cuando nos marchamos con las bandejas a la mesa, entre risas, él comenta:
-Anda, tira la hamburguesa y
vayamos a comer otra cosa. Esa tipa es
tan mala que es capaz de habernos
escupido o echado matarratas en la
comida.
Horrorizado ante tal posibilidad le
hago caso y entre risas salimos de ese
lugar. La vida en ocasiones es justa y a
ella la vida le está dando una buena
lección.
Mis días se estructuran en trabajo,
paseos y noches pensando en Taehyung.
No he vuelto a saber nada más de él. Ya ha
pasado un mes desde mi regreso a Corea y cada día me siento más lejos de él, aunque cuando me masturbo lo siento a mi lado.
Vuelvo a salir con los amigos de siempre.
Cuando nos vamos de juerga, me
descontrolo. Bebo más de la cuenta y sé
que lo hago para olvidar. Lo necesito.
De momento, ningún hombre llama
mi atención. Ninguno me pone. Y cuando
alguno lo intenta, directamente lo corto.
Yo elijo, y no estoy en el mercado de la
carne.
Un domingo por la mañana, tras una
buena juerga la noche anterior, suena la
puerta de mi casa. Me levanto. El timbre
vuelve a sonar. Mi hermana no es, o ella
misma habría abierto la puerta. Cuando
miro por la mirilla tengo que pestañear
al ver quién es. Abro la puerta y
murmuro:
-¡¿Yoongi?!
El hombre me mira y soltando una
carcajada dice:
-¡Madre mía, Kook, vaya juerga te
debiste de pegar anoche!
Abro los brazos, él da un paso adelante y nos fundimos en un sano y cariñoso abrazo. Pasados unos segundos musita:
-Venga, date una ducha. Necesitas
ser persona.
Corro al baño, y cuando me miro en
el espejo, hasta yo mismo me asusto.
El agua me reactiva la vida y la
circulación de la sangre. Cuando acabo
y regreso al salón vestido con mis
clásicos pantalones y una camisa, dice:
-Precioso. Así estás mil veces más
tentador.
Ambos nos reímos. Le invito a sentarse en mi sofá y mirándolo pregunto:
-¿Qué haces aquí?
Yoongi me retira un pelo de la cara, lo
pone tras la oreja y responde:
-No, precioso. La pregunta es: ¿qué
haces tú aquí?
No lo entiendo. Pestañeo.
-Debes regresar a Múnich.
-¡¿Cómo?!
-Lo que oyes. Taehyung te necesita y te
necesita ¡ya!
Me acomodo en el sillón. Me muevo
y aclaro.
-No se me ha perdido nada en Múnich, Yoongi. Tú mismo viste que entre él y yo, tras lo que pasó esa noche, nada funcionaba. Viste que...
-Lo que vi es que me besaste para
enfurecerlo. Eso es lo que vi.
-¡Joder, Yoongi! No me lo recuerdes.
-¿Tan terrible fue? -se burla. Y
cuando voy a responder, suelta una
carcajada y pregunta-: Pero bueno,
cielo, ¿cómo se te ocurrió hacer eso?
Cada vez más descolocado frunzo el
ceño y murmuro:
-Te besé porque Taehyung necesitaba un
último toque para echarme de su vida.
Me lo acababa de decir segundos antes y
yo sólo le facilite el momento. Cuando
tú llegaste, lo siento, pero te vi y tuve que hacerlo. Te besé para que él diera el
último paso y me echara.
-Pero ¿él te dijo que te marcharas?
Lo pienso, lo pienso y, finalmente,
respondo:
-Sí.
-No -corrige él-. Tú eras el que
gritaba que te marchabas, y él al final
fue quien te dijo que si te querías
marchar que te marcharas. Pero fuiste tú,
querido Jungkook.
-No..., pero...
-Exacto. ¡No! Él no fue.
La sangre se me agolpa. No quiero
hablar de eso y, antes de que Yoongi diga
nada más, me levanto del sofá.
-Mira, chato, si has venido aquí
para volverme loco hablando del idiota de tu amigo, sal ahora mismo por esa puerta, ¿entendido?
Yoongi sonríe y cuchichea:
-¡Guau!..., tiene razón Taehyung, ¡qué
carácter!
Cierro los ojos. Resoplo. Me rasco
el cuello y él dice:
-No te rasques, que no es bueno para tus ronchones.
Lo miro y él pone los ojos en blanco.
-Sí, precioso. Taehyung me tiene loco.
No para de hablar de ti y ya no lo soporto más. Conozco tus ronchones. Tus enfados. Sé que adoras las trufas. Los chicles de fresa. Por favor, ¡ya no puedo más!
Eso me hace aletear el corazón, pero
sin querer creer nada, musito:
-Él me dijo que iba a retomar sus
juegos. Me lo dijo antes de marcharme.
-¿Te dijo eso?
-Sí.
Yoongi sonríe y murmura:
-Pues que yo sepa, precioso, no le he visto en ninguna fiestecita. Es más, he llegado a pensar que se va a meter a monje.
Eso me hace callar, y mirándome,
aclara:
-Ese tonto y cabezón amigo mío te
iba a pedir, la noche en la que tú te pusiste hecho furia, que te casaras con él.
-¡¿Qué?!
-Pero vamos a ver, Jungkook -insiste Yoongi-, ¿por qué te crees que llegaba
yo con una botellita de champán en las
manos? Lo que pasa es que o se explica
muy mal, o tú no le quisiste escuchar.
Pestañeo. Muevo la cabeza.
¿Boda?
¿Taehyung me iba a pedir que me casara
con él?
Definitivamente, está loco, ¡loco! Y
cuando voy a decir algo, Yoongi prosigue:
-Cuando ocurrió lo de Yessi y se enteró de todo lo demás se enfadó muchísimo. Su madre y su hermana tuvieron una buena bronca con él. Le aclararon que todo lo ocurrido no era culpa tuya ni de nadie. En todo caso era culpa suya por ser como es. Él no se enfadó contigo, cariño, se enfadó
consigo mismo. No podía entender que
fuera tan obtuso como para que todos le
tuvieran que mentir y ocultar cosas. -
Pestañeo, casi no respiro, y Yoongi
prosigue-: Cuando vino a mi casa y me
lo contó, yo le dije lo que siempre le he
dicho. Su manera de decir las cosas, tan
tajante, hace que la gente se intimide y
no cuente nada. Le ha costado entenderlo, pero lo ha entendido. Durante días lo pensó, por eso no te hablaba, y cuando se dio cuenta de ello quiso remediarlo pero todo se fue a la mierda. Tú me besaste. Él se bloqueó, y tú te marchaste.
Yoongi me mira, y yo, todavía perplejo, lo miro a su vez. Chasquea los dedos delante de mí y pregunta:
-¿Sigues aquí?
Asiento y continúa:
-El caso, precioso, es que él ha dicho que tú te marchaste y tú has de regresar. Es tan orgulloso que a pesar de saber que lo hizo mal, es incapaz de pedirte que regreses aunque se esté muriendo. Por lo tanto, cielo, si le quieres, da tú el paso. Te lo
agradeceremos todos los que vivimos a
su alrededor.
Lo pienso, lo pienso, lo pienso y,
finalmente, respondo:
-No voy a hacerlo, Yoongi.
Éste resopla, se levanta y pregunta:
-Pero ¿cómo pueden ser tan cabezones los dos?
-Con práctica -respondo al recordar esa contestación que Taehyung una vez me dio.
-Se quieren. Se hechan de menos.
¿Por qué no lo solucionan? La primera
vez se separaron porque él te echó. En esta segunda ocasión es porque tú te has ido. Uno de los dos ha de ceder esta
tercera vez, ¿no?
Me levanto y, aturdido por lo que he
oído, digo:
-Necesito salir de aquí. Vamos, te
invito a tomar algo.
Esa noche Yoongi y yo salimos por Seúl. Hablamos y hablamos. En ningún momento intenta propasarse conmigo y se comporta como un auténtico caballero y mejor amigo de Taehyung. Tras dejarme en mi casa a las
nueve se marcha. Debe coger un vuelo
que lo lleve a Múnich.
Al día siguiente en la oficina estoy escribiendo un e-mail cuando el hombre
que me tiene enloquecido pasa por
delante de mí como un huracán y, sin
pararse, dice, dando un golpe en mi
mesa:
-joven Jeon, pase a mi despacho.
El corazón se me sube a la garganta.
¿Taehyung allí?
No me puedo levantar.
Las piernas me tiemblan.
Hiperventilo.
Tres minutos después el teléfono
suena. Una llamada interna. Lo cojo.
-joven Jeon, lo estoy esperando -insiste Taehyung. Como puedo me levanto. Llevo sin verlo demasiados días y de pronto está
allí, a menos de cinco metros de mí y
requiere mi presencia. Me pica el
cuello. Cierro los ojos, tomo aire y entro
en el despacho. El impacto al verlo me
deja sin aliento. Se ha dejado crecer la
barba.
-Cierra la puerta.
Su tono de voz es bajo e intimidador.
Hago lo que me pide y lo miro.
Me mira, me mira y me mira, y de
pronto dice:
-¿Qué hacías anoche con Yoongi por Seúl?
Pestañeo. Tanto tiempo sin vernos,¿y me pregunta eso? ¡Será...!
Cuando consigo despegar unos
dientes de otros, respondo:
-Señor, yo..
-Taehyung..., soy Taehyung, Jungkook, déjate de llamarme «señor».
Está furioso, tremendamente furioso,
y su mal humor comienza a hacerme
reaccionar. Su mirada es fría, pero ahora
que sé lo que Yoongi me ha contado,
juego con una baza a mi favor y
respondo:
-Mira, no voy a mentirte. ¡Se
acabaron las mentiras! Yoongi es un
amigo, ¿por qué no voy a salir con él
por Seúl o por donde me dé la gana?
Mi respuesta no lo satisface y
pregunta entre dientes:
-¿En Múnich has salido alguna vez
con él sin yo saberlo?
Abro la boca, sorprendido, y
cuchicheo mientras muevo la cabeza:
-¡Serás idiota...!
Taehyung pone los ojos en blanco, mueve
la cabeza también y sisea:
-No comiences, Jungkook.
-Perdona. Pero no comiences tú -
digo, dando un golpe con la mano en la
mesa-. Pero ¿qué tonterías me estás
preguntando? Yoongi es el mejor amigo
que puedes tener y tú me preguntas
tonterías. Mira, ¿sabes lo que tedigo? Lo veré siempre que me dé la gana.
-¿Juegas con él, Jungkook?
Otra pregunta sorpresa. Al final, le
doy. ¿Cómo puede pensar eso? Y
malhumorado, se me ocurre responder:
-Simplemente hago lo que tú haces.
Ni más. Ni menos.
Silencio. Tensión. De nuevo, Alemania contra Corea. Al final asiente y tras mirarme de arriba abajo sisea:
-De acuerdo.
Nos miramos. Nos retamos. Estoy
por gritarle que él me ha ocultado lo de mi hermana, pero al final y sin saber por
qué voy y digo:
-El próximo fin de semana voy a
Múnich.
Taehyung se levanta de la silla y,
apoyándose en la mesa con los ojos
fuera de sus órbitas, pregunta:
-¿Vas a ir a la fiesta de Yoongi?
No sé de qué fiesta habla. Yoongi no
me ha dicho nada ni conoce mi viaje. Yo
he quedado con chung ha en Múnich, para
ver a Yong ho y a todos los que quiero, pero apoyándome en la mesa, contesto lenta y retadoramente:
-Y a ti ¿qué te importa?
Suena el teléfono. ¡Mi salvación!
Con rapidez lo cojo.
-Buenos días. Le atiende Jeon Jungkook. ¿En qué puedo ayudarle?
-Tontoo, ¿cómo estás, cariño?
¡Mi hermana!
Sin dejar de mirar a Taehyung, respondo:
-¡Hola, Pablo!
-¡¿Pablo?! Pero tontoooo, que soy yo, Yang mi.
-Lo sé, Pablo..., lo sé. Vale. Si
quieres cenamos. ¿En tu casa? ¡Genial!
Mi hermana no entiende nada, y
antes de que diga nada más, añado:
-Luego, te llamo. Ahora estoy
hablando con mi jefe. Hasta dentro de un
rato.
Cuando cuelgo, la mirada de Taehyung es
siniestra. No sabe quién es ese Pablo y
lo desconcierta. Divertido porque sé lo
que piensa, añado:
-¿Qué pasa?, ¿quien te informa de
mi vida no te ha hablado de Pablo? -Y
echándome para adelante en la mesa,
siseo ante su cara-: Pues te tienen muy
mal informado. Yoongi es un amigo, algo
que desde luego Pablo no es.
Sin más, me doy la vuelta y salgo del
despacho. Me tiembla todo. Qué manera
de joderla.
Sé que no me quita ojo, por lo que tomo mi maletín y me voy de allí como alma que lleva el diablo. Cuando llego a la cafetería, me pido una coca-cola con mucho hielo. Estoy sediento a la par que furioso e histérico.
¿Qué narices estoy haciendo? Y
sobre todo, ¿qué narices está haciendo
él?
Abro el móvil, llamo a Yoongi.
-Tu amiguito Taehyung está aquí. Ha
venido hecho una furia a preguntarme
qué hacíamos tú y yo ayer por Seúl.
-¿Que está en Seúl?
En ese momento, Taehyung entra en la
cafetería y me mira. Se sienta en el otro
extremo de la barra y yo sigo hablando
por teléfono.
-Sí. Ahora lo tengo justo enfrentede mí.
-¡Joder con Taehyung! -ríe Yoongi-.
Bueno, precioso, pues ya sabes lo que te
dije. Él te necesita. Si realmente le
quieres, no se lo pongas difícil y vuelve
con él. Sólo está esperando a que tú des
el primer paso. Sé dulce y bueno.
Sonrío y me desespero. ¿Dulce y
bueno? Más que dar un paso lo que he
hecho ha sido declararle la guerra.
Desesperado por encontrarme en la
encrucijada más loca de mi vida
murmuro tras ver que Taehyung me observa:
-El fin de semana que viene tengo
pensado ir a Múnich. Se lo he comentado y él ha creído que voy a ir contigo a no sé qué fiesta.
-¡Guaua!, precioso. Eso le habrá
enfurecido -se ríe.
Tras hablar sobre mi visita a Múnich
con Yoongi me despido de él y apago el
móvil. Me bebo la coca-cola. La pago y
salgo de la cafetería. Cuando regreso al
despacho, a los dos minutos aparece Taehyung. Entra en su despacho y me mira, me mira y me mira.
Dios, cómo me excita cuando me
mira así.
Soy un puñetero masoquista, pero
esa frialdad en su mirada fue lo que me
enamoró de él.
Como puedo, me concentro en mi trabajo. Sé lo que necesito. Necesito besarlo para
desbloquearme. Anhelo su boca, su
contacto, y como sé cómo conseguirlo,
me levanto, entro al despacho de Jackson, que no está, y de allí paso al archivo.
He imaginado bien. Taehyung no tarda en
llegar, y antes de que me dé tiempo a
respirar ya está detrás de mí. No me
toca. Sólo está cerca de mí. Hago que no
me he dado cuenta de su presencia y me
doy la vuelta. Me choco contra él. ¡Oh,
Dios!, su olor me encanta. Lo miro, me
mira y pregunto:
-¿Quiere algo, señor Kim?
Su boca va directa a la mía.
No se detiene en chuparme los
labios.
Directamente mete su lengua en mi
boca y me besa. Me devora con ansia.
Su barba y su bigote me hacen
cosquillas en la nariz y en la cara, pero
cuando sus manos me cogen la cabeza
para profundizar el beso, simplemente
me dejo hacer. Lo necesito. Lo disfruto.
Mientras me besa con ardor y exigencia,
mi cuerpo se recarga de fuerza y, cuando
finaliza, lo miro y, sin limpiarme los
labios, murmuro:
-Recuerde, señor, mi boca ya no es
sólo suya.
Una vez que digo eso, le empujo
contra los archivos y salgo pletórico por
haber conseguido mi beso. Pero después
me arrepiento. ¿Qué estoy haciendo? Él
necesita que yo dé el paso, pero mi
orgullo no lo ha consentido. El resto del
día no vuelve a acercarse a mí. Eso sí,
no deja de mirarme. Me desea. Lo sé.
Me desea tanto como yo lo deseo a él.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro