🌹38🌹
Al día siguiente, con una resaca
monumental, pues la noche ha sido de
órdago y sólo he dormido unas horas en
la casa de Chung ha, cuando llego a casa de Taehyung, él está allí. Cuando me ve entrar
con las gafas de sol puestas, camina
hacia mí y sisea furioso:
—¿Se puede saber dónde has dormido?
Sorprendido, levanto la mano y
murmuro:
—En medio de la calle te puedo
asegurar que no.
Gruñe. Blasfema. Me hace saber lo preocupado que ha estado. No le hago
caso. Camino decidido mientras siento sus pasos detrás de mí. Está furioso, y cuando entro en mi cuartito, le doy con la puerta en las narices. Eso le ha debido de cabrear una barbaridad.
Espero a que entre y me grite, pero no lo
hace. ¡Bien! No me apetece oírle gruñir.
Hoy no.
Mientras termino de meter mis cosas
en las cajas de cartón intento ser fuerte.
No voy a llorar. Se acabó llorar por
Iceman. Si no le importo, no tengo por
qué quererlo yo a él.
Tengo que terminar con esto cuanto antes. Cuando acabo decerrar una caja de libros, decido subir a mi habitación. Aquí tengo muchas cosas.
Por suerte, no me cruzo con Taehyung, y
cuando entro en el dormitorio, suspiro al
ver que tampoco está. Dejo un par de
cajas y entro a ver a Yong ho.
El pequeño, al verme, se alegra, pero cuando se da cuenta de que me estoy despidiendo de él, su gesto cambia. Su dura mirada vuelve y susurra:
—Prometiste que no te irías.
—Lo sé, cielo. Sé que te lo prometí,
pero en ocasiones las cosas entre los
adultos no salen como uno prevé, y al
final, se complican más de lo que imaginabas.
—Todo es culpa mía —dice, y se le
contrae la cara—. Si yo no hubiera
cogido el skate, no me habría caído, y el
tío y tú no habrían discutido.
Lo abrazo. Lo acuno. Nunca me habría imaginado que lloraría por mí, e intentando que las lágrimas no desborden mis ojos, murmuro:
—Escucha, Yong ho. Tú no tienes la
culpa de nada, cariño. Tu tío y yo…
—No quiero que te vayas. Contigo
me lo paso bien, y eres…, eres bueno
conmigo.
—Escucha, cielo.
—¿Por qué te tienes que ir?
Sonrío con tristeza. Es incapaz de
escucharme y yo de explicarle una vez
más el absurdo cuento de por qué me
voy. Al final, le quito las lágrimas de los
ojos y le digo:
—Yong ho, siempre me has demostrado
que eres un hombrecito tan duro como tu
tío. Ahora lo tienes que volver a ser,
¿vale? —El niño asiente, y prosigo—:
Cuida bien a Calamar. Recuerda que él
es tu superamigo y tu supermascota, y
quiere mucho a Susto, ¿de acuerdo?
—Te lo prometo.
Sus ojos vidriosos me encogen el
corazón y, tras darle un beso en la
mejilla, murmuro:
—Escucha, cariño. Te prometo que
vendré a verte dentro de un tiempo,
¿vale? Llamaré a Eon Jin y ella nos
ayudará a que nos veamos, ¿quieres?
El niño asiente, levanta el pulgar, yo
levanto el mío, los unimos y nos damos
una palmada. Eso nos hace sonreír. Lo
abrazo, lo beso y con todo el dolor de
mi corazón salgo de la habitación.
Una vez fuera, no puedo respirar. Me
llevo la mano al pecho y al final logro
tomar aire. ¿Por qué todo tiene que ser
tan triste?
Cuando entro en mi habitación, abro el armario. Miro todas aquellas preciosas cosas que Taehyung me compró y, tras pensarlo, decido llevarme sólo lo que vino de Seúl. Al coger mis botas negras, veo una bolsa, la abro y sonrío con tristeza al ver mi disfraz de policía malote. No lo he
estrenado. Por unas cosas u otras al final
no me lo he puesto para Taehyung. Lo meto en una de las cajas, junto a mis pantalones y mis camisetas. Después, entro en el
baño y tomo mi maquillaje y mis cremas.
Nada de lo que hay allí es mío.
Cuando regreso a la habitación me
acerco a mi mesilla. Vacío un cajón y
miro los juguetes sexuales. Toco la joya
anal con la piedra verde. Los vibradores. Los cubre pezones. Todo aquel arsenal no lo quiero, puesto queme recordará a él. Cierro el cajón. Allí se queda. Los ojos se me están cargando de lágrimas. Momento tonto. La culpable es la lamparita que meses atrás Taehyung compró en el rastro de Seúl y no sé qué hacer. La miro, la miro y la miro. Él
compró las dos. Al final, decido
llevármela. Es mía.
Me doy la vuelta, y Taehyung me está
observando desde la puerta. Está
impresionante con su pantalón de cintura
baja y la camiseta negra. Se le ve algo
demacrado. Preocupado. Pero imagino
que yo estoy igual. No sé cuánto tiempo
lleva ahí, pero lo que sí sé es que su
mirada es fría e impersonal. Esa que pone cuando no quiere demostrar lo que siente. No quiero discutir. No me apetece y, mirándole, murmuro:
—La verdad es que estas lamparitas
nunca han pegado con la decoración de
tu habitación. Si no te importa, me llevo
la mía.
Asiente. Entra en la habitación y,
acercándose a la suya, murmura mientras
la toca:
—Llévatela. Es tuya.
Me muerdo el labio. Guardo la lamparita en la caja y le escucho decir:
—Esto ha sido lo que siempre me ha
llamado la atención de ti, que seas
totalmente diferente de todo lo que me rodea.
No respondo. No puedo. Entonces, en un tono más calmado, Taehyung afirma:
—Jungkook, siento que todo acabe así.
—Más lo siento yo, te lo puedo
asegurar —le recrimino.
Noto que se mueve por la habitación. Está nervioso y, finalmente, pregunta:
—¿Podemos hablar un momento
como adultos?
Trago el nudo de emociones que tengo en mi garganta y asiento. Ya no me llama «pequeño», ni «bebé», ni «cariño». Ahora me llama «Jungkook» con todas sus letras. Me doy la vuelta y lo miro. Cada uno estamos a un lado de la cama. Nuestra cama. Ese lugar donde nos hemos amado, querido, besado, y Taehyung empieza:
—Escucha, Jungkook. No quiero que
por mi culpa te veas privado de un
trabajo. He hablado con Gerardo, el jefe
de personal de la delegación de Seúl, y vuelves a tener el puesto que tenías cuando nos conocimos. Como no sé cuándo te querrás reincorporar, le he dicho que en el plazo de un mes te pondrás en contacto con él para retomar tu trabajo.
Niego con la cabeza. No quiero
volver a trabajar en su empresa. Taehyungcontinúa:
—Jungkook, sé adulto. Una vez me
dijiste que tu amigo Jackson necesitaba
un trabajo para pagar su casa, su comida
y poder vivir. Tú has de hacer lo mismo,
y con el paro y la crisis que hay en Seúl te resultará muy difícil conseguir un trabajo decente. Hay un nuevo jefe en ese departamento y sé que no tendrás ningún problema con él. En cuanto a mí, no te preocupes. No tienes por qué verme. Ya te he aburrido bastante.
Esta última frase me duele. Sé que la dice por lo que le grité la otra noche, pero no digo nada. Lo escucho. La cabeza me da vueltas, pero sé que tiene razón. Vuelve a tener razón. Contar con un trabajo hoy en día es algo que no está al alcance de todo el mundo y no puedo rechazar la oferta. Al final, accedo:
—De acuerdo. Hablaré con
Gerardo.
Taehyung asiente.
—Espero que retomes tu vida, Jungkook, porque yo voy a retomar la mía. Como dijiste cuando besaste a Yoongi, ya no soy el dueño de tu boca ni tú de la mía.
—Y eso ¿a qué viene ahora?
Con la mirada clavada en mí, dice
cambiando el tono de su voz:
—A que ahora podrás besar a quien te venga en gana.
—Tú también lo podrás hacer. Espero que juegues mucho.
—No dudes que lo haré —puntualiza
con una fría sonrisa.
Nos miramos, y cuando no puedo
más, salgo de la habitación sin
despedirme de él. No puedo. No salen
las palabras de mi boca. Bajo la escalera a toda velocidad, y llego a mi cuartito. Cierro la puerta, y entonces, sólo entonces, me permito maldecir.
Esa noche, cuando todo está
empaquetado, le indico a Sarah que un
camión irá a las seis de la mañana para
llevarlo todo al aeropuerto. Veinte cajas llegaron de Seúl. Veinte regresan.
Con tristeza cojo un sobre para hacer lo
último que tengo que hacer en esa casa.
Con un bolígrafo, en la mitad del sobre
escribo «Taehyung». Después, cojo un trozo de papel y tras pensar qué poner,
simplemente anoto: «Adiós y cuídate».
Mejor algo impersonal.
Cuando suelto el bolígrafo, me miro
la mano. Me tiembla. Me quito el
precioso anillo que ya le devolví otra
vez y, tembloroso, leo lo que pone en su
interior: «Everything you want, Now and ever».
Cierro los ojos.
El ahora y siempre no ha podido ser posible.
Aprieto el anillo en la mano y
finalmente, con el corazón partido, lo
meto en el sobre. Suena mi móvil. Es Eon Jin. Está preocupada esperándome en
su casa. Dormiré allí mi última noche en
Múnich. No puedo ni quiero dormir bajo
el mismo techo que Taehyung. Cuando llego al garaje y saco la moto, Norbert y
Sarah se acercan a mí. Con una
prefabricada sonrisa, los abrazo a los
dos y le doy a Sarah el sobre con el
anillo para que se lo entregue a Taehyung. La mujer solloza y Norbert intenta
consolarla. Mi marcha los entristece. Me han cogido tanto cariño como yo a ellos.
—Sarah —intento bromear—, en
unos días te llamo y me dices cómo
sigue la telenovela, ¿de acuerdo?
La mujer cabecea, intenta sonreír,
pero lloriquea más. Le doy un último
beso y me dispongo a marchar cuando al
levantar la vista veo que Taehyung nos
observa desde la ventana de nuestra
habitación. Lo miro. Me mira. Dios…,
cómo le quiero. Levanto la mano y digo
adiós. Él hace lo mismo. Instantes
después, con la frialdad que él me ha
enseñado, me doy la vuelta, me subo en
la moto y, tras arrancarla, me marcho sin
mirar atrás.
Esa noche no duermo. Sólo miro al
vacío y espero que el despertador suene.
Estoy pensando seriamente si subir todos los capítulos hoy o no v:... Pq ya no quedan muchos
Si ven alguna incoherencia xfa avisenme
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