Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

🌹37🌹

Cuando me despierto al día siguiente
estoy solo en la cama. Eso no me
extraña, pero cuando bajo a la cocina y
Sarah me indica que el señor se ha ido
a trabajar, resoplo de indignación. ¿Por
qué me he dormido justo hoy?

Como puedo paso el día junto a Yong ho. El pequeño está irascible. Le duele el brazo y su buen humor conmigo es nulo.

Taehyung no viene a comer, y al regresar
bien entrada la tarde de la oficina,
cuando me ve, no me besa. Me saluda
con un seco movimiento de cabeza y se
va a ver a su sobrino. Cena con él, y
cuando llega la hora de dormir, hace lo
mismo de la noche anterior. Se da la
vuelta y no me habla. No me abraza.

Durante cuatro días soporto ese
trato. No me habla. No me mira. Y el jueves me sorprende cuando me busca en mi cuartito y me espeta:

—Tenemos que hablar.

¡Uf!, qué mal suena esa frase. Es
asoladora, pero asiento.

Me indica que pase a su despacho.

Va a ver a su sobrino. Hago lo que me
pide. Lo espero. Espero durante más de
dos horas. Me está provocando. Cuando
entra en el despacho mis nervios están
por todo lo alto. Él se sienta a su mesa.
Me mira como llevaba días sin mirarme
y se repanchinga en su sillón.

—Tú dirás.

Boquiabierto, le miro y siseo:

—¡¿Yo diré?!

—Sí, tú dirás. Te conozco, y sé que
tendrás mucho que decir.

Como un huracán me cambia el
gesto. Su burla en ocasiones me
puede y, sin más, me explayo:

—¿Cómo puedes ser tan frío? ¡Por
favor! Estamos a jueves y llevas desde
el sábado sin hablarme. ¡Oh, Dios!, me
estaba volviendo loco. ¿Acaso pretendes
no hablarme nunca más? ¿Martirizarme?
¿Clavarme en una cruz y ver cómo me
desangro delante de ti? Frío…, frío…,
eso es lo que eres: un alemán frío. Todos
son iguales. No tienen sentido del
humor. Pero si cuando les cuento un
chiste ni se ríen, y si soy simpático creen que estoy coqueteando. Por favor,
¿en qué mundo vivimos? Me tienes
aburrido, ¡aburrido! ¿Cómo puedes ser
tan…, tan… idiota? —grito—. ¡Harto! ¡Estoy harta! En momentos así no sé qué hacemos tú y yo juntos. Somos fuego contra hielo, y me estoy cansando de intentar que no me consumas con tu puñetera frialdad.

No responde. Sólo me mira y
prosigo:

—Tu hermana murió, y tú te ocupas de su hijo. ¿Crees que ella aprobaría lo que estás haciendo con él? —Taehyung resopla—. Yo no la conocí, pero por lo que sé de ella, estoy seguro de que hubiera enseñado a hacer a Yong ho todo lo que tú le niegas. Como dijo tu hermana la otra noche, los niños aprenden. Se caen, pero se levantan.
¿Cuándo te vas a levantar tú?

—¿A qué te refieres? —murmura
con furia.

—Me refiero a que dejes de preocuparte por las cosas cuando aún no han pasado. Me refiero a que dejes vivir a los demás y entiendas que no a todos nos gusta lo mismo. Me refiero a que aceptes que Yong ho es un niño y que debe aprender cientos de cosas que…

—¡Basta!

Me retuerzo las manos. Estoy muy nervioso, y al ver su gesto contrariado,
pregunto:

—Taehyung, ¿no me extrañas? ¿No me
echas de menos?

—Sí.

—¿Y por qué? Estoy aquí. Tócame.
Abrázame. Bésame. ¿A qué esperas para
hablar conmigo e intentar perdonarme de
corazón? ¡Joder!, que no he matado a
nadie. Que soy humano y cometo
errores. Vale, acepto lo de la moto. Te lo
tenía que haber dicho. Pero vamos a ver,
¿te he prohibido yo a ti que vayas al tiro
olímpico? No, ¿verdad? ¿Y por qué no
te lo he prohibido a pesar de que odio
las armas? Pues muy fácil, Taehyung, porque te quiero y respeto que te guste algo que a mí no me gusta. En cuanto a Yong ho,
efectivamente, tú me dijiste que no al
skateboard, pero el niño quería. El niño
necesitaba hacer lo que hacen sus
compañeros para demostrar a esos que
lo molestan que puede ser uno de ellos y tener un puñetero skateboard. ¡Ah!, y eso por no hablar de que al niño le gusta una chica de su clase y la quiere impresionar. ¿A que no lo sabías? —Niega con la
cabeza, y continúo—: En cuanto a lo de
tu madre y tu hermana, ellas me pidieron
que no dijera nada, que les guardara el
secreto. Y la pregunta es: cuando mi padre te guardó el secreto de que habías
comprado la casa de Busan, ¿me tenía
que haber enfadado con él?, ¿le tenía
que haber lapidado por ello? Venga ya,
por favor… Yo sólo he hecho lo que las
familias hacen: guardarse pequeños
secretos e intentar ayudarse. Y en cuanto
a Yessi, ¡oh, Dios!, cada vez que pienso
que te tocó delante de mí, se me llevan
los demonios. Si lo llego a saber, le
corto las zarpas porque….

—¡Cállate! —grita Taehyung, acalorado
—. Ya he escuchado bastante.

Eso me subleva, y soy incapaz de
hacerlo.

—Estás esperando a que me vaya, ¿verdad?

Mi pregunta lo sorprende. Lo
conozco y sus ojos me lo dicen. Y sin
darle tregua porque estoy histérico,
pregunto:

—¿Por qué le has dicho a Yong ho a
lo mejor me voy de aquí? ¿Acaso es lo
que me vas a pedir que haga y ya estás
preparando al niño?

Se queda sorprendido.

—Yo no le he dicho eso a Yong ho. ¿De
qué hablas?

—No te creo.

No responde. Me mira, me mira y
me mira, pero al final dice:

—No sé qué hacer contigo, Kook. Te quiero, pero me vuelves loco. Te necesito, pero me desesperas. Te adoro, pero…

—¡Serás imbécil…!

Se levanta de la mesa y exclama con
el gesto contraído:

—¡Basta! No me vuelvas a insultar.

—Estúpido, estúpido y estúpido. ¡Madre mía, cómo me estoy pasando! Pero tras tantos días sin hablarme, soy un tsunami.

Me mira, furioso. Yo me envalentono
y, le recrimino:

—Te deberían cambiar el nombre y llamarte don Perfecto. ¿Qué pasa? ¿Tú
no cometes errores? ¡Oh, no!, el señor Kim es ¡Dios!

—¿Quieres callarte y escucharme?
Necesito decirte algo y quiero pedirte
que…

—Quieres pedirme que me vaya,
¿verdad? Sólo te falta que incumpla
alguna norma más para echarme de
nuevo de tu vida.

No responde. Nos miramos como
rivales.

Le quiero besar. Lo deseo. Pero no
es momento para ello. Entonces se abre
la puerta del despacho y aparece Yoongi
con una botella de champán en las
manos. Nos mira, y antes de que diga
nada, me acerco a él. Le agarro del cuello y le beso en los labios. Meto mi lengua en su boca, y sus ojos me miran extrañados. No entiende qué estoy haciendo. Cuando me separo de él, con furia, miro a Taehyung y digo ante el gesto de incredulidad de Yoongi:

—Acabo de incumplir tu gran norma: desde este instante mi boca ya no es tuya.

El gesto de Taehyung es indescriptible.

Sé que no esperaba eso de mí. Y ante la
expresión alucinada de Yoongi, explico:

—Te lo voy a facilitar. No hace falta
que me eches, porque ahora él que se va
soy yo. Recogeré todas mis cosas y
desapareceré de tu casa y de tu vida para siempre. Me tienes aburrido. Aburrido de tener que ocultarte las cosas. Aburrido por tus normas. ¡Aburrido! —grito. Pero antes de salir y con la respiración entrecortada siseo—: Sólo te voy a pedir un último favor:
necesito que tu avión me lleve a mí, a
Susto y a mis cosas hasta Seúl. No quiero meter a Susto en una jaula en la
bodega de un avión y…

—¿Por qué no te callas? —maldice,
furioso, Taehyung.

—Porque no me da la real gana.

—Chicos, por favor, tranquilos — pide Yoongi—. Creo que estan exagerando las cosas y…—He estado callado —prosigo,
obviando a Yoongi y mirando a Taehyung—
cuatro días y a ti no te ha importado lo
que yo pudiera pensar o sentir. No te ha
importado mi dolor, mi furia o mi
frustración. Por lo tanto, no me pidas
ahora que me calle porque no lo voy a
hacer.

Yoongi, alucinado, nos observa, y Taehyung murmura:

—¿Por qué estás diciendo tantas
tonterías?

—Para mí no lo son.

Tensión. Nos miramos airados, y mi
alemán pregunta:

—¿Por qué te vas a llevar a Susto?

Enardecido, me acerco a él.

—¿Qué pasa, vas a luchar por su
custodia?

—Ni él ni tú se van a ir. ¡Olvídate
de ello!

Tras su grito, levanto el mentón, me
retiro el pelo de la cara y musito:

—De acuerdo. Ya veo que no me vas
a ayudar en lo referente a tu puñetero jet
privado. ¡Perfecto! Susto se queda
contigo. Ya encontraré la manera de
llevármelo porque me niego a meterlo
en la bodega de un avión. Pero que
sepas que yo el domingo ¡me voy!

—Pues vete, ¡maldita sea! ¡Márchate! —grita, descontrolado.

Sin más, salgo del despacho mientras siento que de nuevo tengo el corazón partido.

Por la noche duermo en mi cuartito.

Taehyung no me busca. No se preocupa por
mí, y eso me desmotiva total y completamente. He cumplido su objetivo. Le he facilitado que no fuera él quien me echara de su casa y de su vida.

Tumbado en la mullida alfombra junto a
Susto, miro por la cristalera mientras
soy consciente de que mi bonita historia
de amor con este alemán se ha acabado.

Al día siguiente, cuando Taehyung se
marcha a trabajar, estoy molido. La
alfombra es cómoda, pero tengo la espalda destrozada.

Cuando entro en la cocina, Sarah, ajena a mi pena, me saluda. Tomo el café en silencio, hasta que le pido que se siente a mi lado.

Cuando le cuento que me marcho, su rostro se contrae y, por primera vez en todo el tiempo que llevo aquí, veo a la mujer llorar con desconsuelo. Me abraza, y yo la abrazo.

Durante horas recojo todas las cosas
que hay mías por la casa. Guardo fotos,
libros, CD en cajas, y cada vez que
cierro una con cinta, el corazón se me
encoge. Por la tarde, quedo con Chung ha
en el bar de Arthur, y cuando le digo que
me marcho, sorprendido, dice:

—Pero ¿mi hermano es imbécil?

Su expresividad me hace sonreír y,
tras tranquilizarla, murmuro:

—Es lo mejor, Chung ha. Está visto que
tu hermano y yo nos queremos mucho,
pero somos totalmente incapaces de
arreglar nuestros problemas.

—Mi hermano y tú, no. ¡Mi hermano! —insiste ella—. Conozco a ese cabezón, y si tú te vas es, seguro, porque él no te lo ha puesto fácil. Pero te juro por mi madre que me va a oír. Le voy a poner verde por ser como es. ¿Cómo puede dejarte ir? ¿¡Cómo!?

Min ho se suma a nuestro duelo y,
durante horas, charlamos. Nos consolamos mutuamente, mientras Arthur se acerca a nosotros para traernos bebidas frescas. No sabe qué nos pasa. Lo único que sabe es que tan pronto lloramos como reímos.

De pronto, recuerdo algo. Miro el
reloj. Es viernes, y son las siete y veinte.

—¿Saben dónde está la Trattoria de
Vicenzo?

—¿Tienes hambre? —pregunta Chung ha.

Niego con la cabeza y les comento
que a esa hora sé que yessi estará en ese
lugar.

—¡Ah, no! —dice min ho al ver mi mirada—. ¡Ni se te ocurra! Si Taehyung se entera se enfadará más y…

—¿Y qué? —pregunto—. ¿Qué
importa ya?

Los tres nos miramos y, como brujas, nos partimos de risa. Nos subimos en el auto de chung ha y veinte minutos después estamos frente a ese lugar. Entre risas, urdimos un plan. Esa Yessi se va a enterar de quién es Jeon Jungkook.

Cuando entramos en el bonito restaurante, escaneo el local en busca de ella. Como imaginaba, está sentada a una mesa con varias personas. Durante un rato la observo. Parece encantada y feliz.

—Jungkook, si quieres, lo dejamos —
susurra Chung ha.

Yo niego con la cabeza. Mi venganza
se va a completar. Camino con decisión
hasta la mesa, y Yessi, cuando nos ve a
los tres, se queda blanca. Yo sonrío, y le
guiño un ojo. Para malo, ¡yo! Cuando
estamos a su lado, Min ho dice:

—Hombre, Yessi. ¿Tú aquí?

—¡Vaya, vaya, qué casualidad! — digo, riendo, y Yessi se descompone.

Todos los comensales que hay a la
mesa nos miran, y yo me presento.

—Soy Jeon Jungkook, coreano como Yessi. —Todos asienten, y murmuro con una sonrisa encantadora y angelical—:Encantado de conocerlos.

Los comensales sonríen, y sin perder
tiempo, pregunto:

—Un pajarito me ha dicho que hoy alguien te iba a preguntar algo importante. ¿Es cierto que te han pedido matrimonio?

Con una descolocada sonrisa, asiente, y su prometido, un hombre entradito en años, afirma, feliz:

—Sí, jovencito. Y esta preciosidad ha
dicho que sí. —Y cogiéndole la mano,
añade—: De hecho, mi madre le acaba
de dar el anillo de pedida de la familia,
una verdadera joya.

Los invitados aplauden, y Chung ha, Min ho y yo también. Todos sonríen mientras nos ofrecen unas copas de champán y, encantados de la vida, las aceptamos y bebemos. Nos hacen hueco. Nos sentamos con ellos a la mesa, y Yessi me observa. Yo sonrío y, mirando al futuro marido de ella, digo:

—Raimond, ella sí que es una joya…, una auténtica joyita.

El hombre asiente, orgulloso, y,
divertido, junto a mis dos compinches,
los animamos a que todos griten: «¡Que
se besen!».

Yessi me mira furiosa y, yo, encantado, aplaudo hasta que por fin se besan. Cuando lo hacen, cabeceo, y con una angelical voz, vuelvo a preguntar:

—¿Y quién es el primo Alfred?

Un joven de mi edad levanta la
mano, y mirándolo, pregunto:

—¿Le has dicho a Raimond que tú te
acuestas con Yessi también? Creo que
merece saberlo, aunque todo quede en
familia.

Las caras de todos cambian.

Raimond, el novio, se levanta y pregunta:

—¿Cómo dice, joven?

Con pesar, asiento. Toco en el
hombro al pobre Raimond, me levanto y
cuchicheo:

—Vamos, Alfred, ¡cuéntaselo!

Todos miran al abochornado joven, y Min ho insiste:

—Venga, Alfred…, es tu primo. Es
lo mínimo que puedes hacer.

Yessi está roja. No sabe dónde meterse mientras los que iban a convertirse en sus suegros le exigen que les devuelva el anillo de la familia.

Encantado por ver aquello, miro al
descolorido Raimond y murmuro:

—Sé que es una putada lo que te
estoy contando, pero a la larga me lo vas
a agradecer, Raimond. Esta joyita sólo se
casa contigo por tu dinero. En la cama,
no le pones nada y se acuesta con media
Alemania. Y antes de que lo preguntes,
sí, lo puedo demostrar.

Fuera de sí, Yessi se levanta y grita
mientras la madre de Raimond le estira
del dedo para recuperar su anillo:

—¡Mentira, eso es mentira! ¡Raimond, no lo escuches!

Chung ha, que ha estado callada hasta
este instante, sonríe con malicia y
apunta:

—Yessi…, Yessi…, que te conocemos. —Y mirando a los comensales, añade—: Mi hermano se llama Kim Taehyung, salió con ella un tiempo, pero la dejó cuando la encontró con su propio padre retozando en la cama. ¿Qué les parece? Feo, ¿verdad?

Alucinados, todos se levantan para pedir explicaciones, y Min ho murmura:

—¡Aisss, Yessi, cuándo aprenderás!

Raimond está furioso y sus padres,
junto a otras personas, no dan crédito a
lo que escuchan. Alfred no sabe dónde
meterse. Todos gritan. Todos opinan.

Chung ha no sabe qué decir y, entonces, sin
tocarla, me acerco a ella y murmuro en Coreano:

—Te lo dije. Te dije que conmigo no
se jugaba, ¡zorra! Vuelve a acercarte a Taehyung, a su familia, a sus amigos o a mí, y te juro que te echan de Alemania.

Dicho esto, Min ho, Chungha y yo
salimos del restaurante. Mi venganza
con esa idiota ha finalizado. Con la adrenalina por los aires, decidimos ir a
bailar.

No quiero regresar a casa. No quiero ver a Taehyung, y un poquito de salsa cubana y ¡azúcar! me vendrá bien.

Si ven alguna incoherencia xfa avisenme

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro