
🌹25[Parte II ]🌹
Dos días después, una mañana,
cuando Yong ho y Taehyung se van al colegio y al trabajo respectivamente, comienzo la remodelación del salón.
Pasamos mucho tiempo en él y necesito darle otro aire.
Yo mismo me encargo de hacer los
cambios.
Norbert se horroriza por verme encima de la escalera. Dice que
si el señor me viera me regañaría. Pero yo estoy acostumbrado a esas cosas, y descuelgo y cuelgo cortinas encantado de la vida.
Sustituyo los cojines de cuero oscuro por los míos color pistacho, y el sillón ahora parece moderno y actual, y no soso y aburrido.
Sobre la bonita mesa redonda coloco un jarrón de cristal verde y con unas maravillosas calas rojas.
Quito las figuras oscuras que Taehyung tiene sobre la chimenea y coloco varios marcos con fotografías.
Son tanto de mi familia como de la de Taehyung, y me enternezco al ver a mi sobrina sonreír.
¡Qué linda es!
Y cuánto la echo en falta.
Sustituyo varios cuadros, a cuál más
feo, y pongo los que yo he comprado.
En un lateral del salón, cuelgo un trío de cuadros de unas flores de la luna.
¡Queda hermoso!
Por la tarde, cuando yong ho regresa del colegio y entra en el salón, su gesto se contrae. La estancia ha cambiado mucho.
Ha pasado de ser un lugar sobrio a uno colorido y lleno de vida. Le horroriza, pero me da igual. Sé que cualquier cosa que haga no le gustará.
Cuando Taehyung llega por la tarde la
impresión de lo que ve le deja mudo.
Su sobrio y oscuro salón ha desaparecido para dejar paso a una estancia llena de alegría y luz.
Le gusta.
Su cara y su gesto me lo dicen y, cuando me besa, yo sonrío ante la cara de disgusto del pequeño.
Al día siguiente Taehyung decide llevar a Yong ho al colegio. Por norma, siempre lo hace Norbert y el niño acepta contento.
Los acompaño en el auto. No sé dónde
está pero estoy deseoso de dar un paseo por mi cuenta por la ciudad.
A Taehyung no le hace gracia que yo ande por Múnich solo, pero mi cabezonería puede con la suya y al final accede.
En el camino recogemos a dos niños,
Robert y Timothy. Son charlatanes y me miran con curiosidad. Yo me percato de que ambos llevan un skate de colores en las manos, justo el juguete que Taehyung prohíbe a Yong ho.
Cuando llegamos al colegio, para el auto, los niños abren la puerta y se bajan. Yong ho lo hace el último.
Después, cierra la puerta.
—¡Vaya!, no me ha dado un besito
—me río.
Taehyung sonríe.
—Dale más tiempo.
Suspiro, volteo los ojos y me río.
—¿Tú me das un besito? —pregunto cuando voy a bajarme del auto.
Sonriendo, Taehyung me atrae hacia él.
—Todos los que tú quieras, pequeño.
Me besa y yo disfruto de su posesivo
beso mientras dura.
—¿Estás seguro de que sabes
regresar tú solo hasta la casa?
Divertido, asiento. No tengo ni idea,
pero sé la dirección y estoy seguro de
que no me perderé. Le guiño un ojo.
—Por supuesto. No te preocupes.
No está muy convencido de dejarme
aquí.
—Llevas el móvil, ¿verdad?
Lo saco de mi bolsillo.
—Listo, por si tengo que pedir ¡auxilio! —respondo con burla.
Al final, mi loco amor sonríe, le doy
un beso y me bajo del vehículo.
Cierro la puerta, arranca y se va. Sé que me mira por el espejo retrovisor y con la mano digo adiós como un tonto. ¡Madre mía, qué enamorado estoy!
Cuando el auto gira hacia la
izquierda y lo pierdo de vista miro hacia el colegio. Hay varios grupos de niños en la entrada y, desde mi posición, observo que Yong ho se queda parado en un lateral.
Está solo.
¿Dónde están Robert y Timothy?
Me quedo parado tras un árbol y observo que con disimulo mira hacia una guapa niña rubia, y me emociono.
¡Aisss, mi pitufo enfadico tiene
corazoncito!
Se apoya en la reja del colegio y no
le quita la mirada de encima mientras
ella juega y habla con otros niños.
Sonrío.
Suena un timbre y los niños
comienzan a entrar. Yong ho no se mueve.
Espera a que la niña y sus amigas entren en el colegio, y luego lo hace él.
Con curiosidad lo sigo con la mirada y de pronto veo que Robert, Timothy y otros dos chicos con sus skates en las manos se acercan a él y Yong ho se para.
Hablan.
Uno de ellos le quita la gorra y se la tira al suelo.
Cuando él se agacha a cogerla,
Robert le da una patada en el trasero y Yong ho cae contra el suelo.
La sangre se me enciende.
¡Estoy indignado! ¿Qué hacen?
¡Malditos niños!
Los niños, muertos de risa, se alejan y observo cómo Yong ho se levanta y
se mira la mano. Veo que tiene sangre.
Se la limpia con un kleneex que saca de su abrigo, coge la gorra y, sin levantar la mirada del suelo, entra en el colegio.
Boquiabierto, pienso en lo que ha
pasado mientras me pregunto cómo
puedo hablar de eso con Yong ho.
Una vez que el niño desaparece comienzo a andar, y pronto estoy en la vorágine de las calles de Múnich.
Taehyung me llama. Le indico que estoy bien y cuelgo.
Tiendas…, muchas tiendas, y yo,
disfrutando, me paro en todos los
escaparates. Entro en una tienda de
motocross y compro todo lo que
necesito. Estoy emocionado. Cuando
salgo más feliz que una perdiz, observo a los viandantes.
Todos llevan un gesto serio. Parecen enfadados. Pocos sonríen.
Paso caminando por un puente, el
Kabelsteg. Me sorprendo al ver la
cantidad de candados de colores que hay en él. Con cariño toco esas pequeñas muestras de amor y leo nombres al azar:
Iona y Peter, Benni y Marie.
Incluso hay candados a los que se le han sumado pequeños candaditos con otros nombres que imagino que son los hijos. Sonrío.
Me parece super romántico, y me
encantaría hacerlo con Taehyung. Se lo tengo que proponer. Pero suelto una carcajada.
Con seguridad pensará que me he vuelto loco.
Tras visitar una parte bonita de la
ciudad, me paro ante una tienda erótica. Suena mi móvil. Taehyung. Mi loco amor está preocupado por mí. Le aseguro que ninguna banda de albanokosovares me ha raptado, y tras hacerlo reír me despido de él.
Divertido, entro en la tienda erótica.
Curioso miro a mi alrededor. Es un
local donde venden todo tipo de juguetes eróticos y lencería sexy, y está decorado con gusto y refinamiento. Las paredes son rojas, y todo lo que hay allí llama mi atención.
Cientos de vibradores de colores y juguetes de formas increíbles están ante mí y curioseo.
Veo unas plumas negras y las cojo. Me servirán para jugar otro día con Taehyung. También elijo unos cubrepezones de lentejuelas negros de los que cuelgan unas borlas.
La dependienta me indica que son reutilizables y que se pegan con unas
almohadillas adhesivas al pezón.
Me río.
Imaginarme con esto puesto ante Taehyung me da risa. Pero conociéndolo, ¡le gustará!
Cuando voy a pagar, me fijo en
un lateral de la tienda y suelto una
carcajada al ver unos disfraces.
Sonrío y cojo uno de policía. Lo compro.
Esta noche sorprenderé a mi Iceman.
Cuando salgo de la tienda con mi bolsa en la mano y una sonrisa de oreja a oreja, paso ante una ferretería.
Recuerdo algo. Entro y compro un pestillo para la puerta.
Quiero sexo en casa sin invitados imprevistos de ojos grandes.
Tres horas después, tras patearme las calles de Múnich, cojo un taxi y
llego hasta casa. Sarah y Norbert me
saludan y, mirando al hombre, le pido
herramientas.
Sorprendido, asiente, pero no pregunta. Me las proporciona.
Encantado de la vida con lo que
Norbert me ha traído, subo a la
habitación que comparto con Taehyung y, en la puerta, pongo el pestillo.
Espero que no le moleste, pero no quiero que Yong ho nos pille mientras estoy vestido de policía o hacemos salvajemente el amor.
¿Qué pensaría el niño de nosotros?
Por la tarde, cuando Yong ho regresa del colegio, como siempre está taciturno. Se encierra en su cuarto a hacer deberes.
Sarah le va a llevar la merienda y le
pido que me deje hacerlo a mí.
Cuando entro en la habitación, el niño está sentado la mesita enfrascado en sus deberes. Le dejo el plato con el sándwich y me fijo en su mano. La herida se ve.
—¿Qué te ha pasado en la mano? —
pregunto.
—Nada —responde sin mirarme.
—Para no haberte pasado nada,
tienes un buen rasponazo —insisto.
El niño levanta la vista y me escruta.
—Sal de mi cuarto. Estoy haciendo
los deberes.
—Yong ho…, ¿por qué estás siempre
enfadado?
—No estoy enfadado, pero me vas a
enfadar.
Su contestación me hace sonreír.
Ese pequeño enano es como su tío, ¡hasta responde igual!
Al final, desisto y salgo de la habitación. Voy a la cocina y cojo
una coca-cola; la abro y doy un trago de la lata. Cuando la estoy tomando,
aparece el niño y me mira.
—¿Quieres? —le ofrezco. Niega con la cabeza y se va.
Cinco minutos después me siento en el salón y pongo la televisión. Miro la hora. Las cinco. Queda poco para que regrese Taehyung. Decido ver una película y busco algo que me pueda interesar. No hay nada, pero al final en un canal pasan un episodio de «Los Simpson» y me quedo mirándolo.
Durante un rato, río por las
ocurrencias de Bart y, cuando menos me lo espero, aparece Yong ho a mi lado. Me mira y se sienta. Doy un trago a mi lata de coca-cola. El pequeño coge el control con la intención de cambiar de canal.
—Yong ho, si no te importa, estoy
viendo la televisión.
Lo piensa. Deja el control sobre la
mesa, se acomoda en el sillón y, de
pronto, dice:
—Ahora sí quiero una coca-cola.
Mi primer instinto es contestarle:
«Pues ánimo, muchacho, tienes dos piernas muy hermosas para ir a por ella».
Pero como quiero ser amable con él, me levanto y me ofrezco a traérsela.
—En un vaso y con hielo, por favor.
—Por supuesto —asiento, encantado
por aquel tono tan apaciguado.
Contento llego a la cocina. Sarah no está. Cojo un vaso, le pongo hielo, saco la coca-cola del frigorífico y, cuando la abro, ¡zas!, la coca-cola explota. El gas y el líquido me entran en los ojos y nos empapamos la cocina y yo.
Como puedo, suelto la bebida en la
encimera y, a tientas, busco el papel de cocina para secarme la cara.
¡Diosssssss, estoy empapado!
Pero entonces me percato a través del espejo del microondas de que Yong ho me observa con una cruel sonrisa por el hueco de la puerta.
¡La madre que lo parió!
Seguro que ha sido él quien ha
movido la coca-cola para que explotara y por eso me la ha pedido con tanta amabilidad.
Respiro…, respiro y respiro mientras me seco, y limpio el suelo de la
cocina.
¡Maldito niño!
Una vez que termino, salgo como un toro de Osborne, y cuando voy a decirle algo al enano, convencido de que es el culpable de todo, me encuentro en el salón a Taehyung
con él en brazos.
—¡Hola, cariño! —me saluda con
una amplia sonrisa.
Tengo dos opciones:
borrarle la sonrisa de un puñetazo y contarle lo que su querido sobrino acaba de hacer, o disimular y no decir nada del mini delincuente que está en sus brazos.
Opto por lo segundo, y entonces mi
Iceman deja al niño en el suelo, se
acerca a mí y me da un dulce y sabroso beso en los labios.
—¿Estás mojado? ¿Qué te ha
pasado?
Yong ho me mira, y yo le miro, pero
respondo:
—Al abrir una coca-cola me ha
explotado en la cara.
Taehyung sonríe y, aflojándose la corbata, señala:
—Lo que no te pase a ti no le pasa a
nadie.
Sonrío. No puedo evitarlo. En este
momento entra Sarah.
—La cena está preparada. Cuando
quieran pueden pasar.
Taehyung mira a su sobrino.
—Vamos, Yong. Ve con Sarah.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro