🌹19🌹
A las nueve, me despierto.
Bueno, me despierta el despertador.
Lo pongo porque yo soy de dormir hasta las doce si nadie me avisa.
Como siempre, estoy solo en la cama, pero sonrío al saber que es la mañana de Reyes.
¡Qué bonita mañana!
Ataviado con el pijama y la bata,
saco mis regalos, que están guardados
en el armario, y bajo la escalera
dispuesto a repartirlos.
¡Vivan los Reyes Magos!
Paso por la cocina e invito a Sarah y Norbert a unirse a nosotros. Tengo
regalos para ellos también. Cuando
entro en el comedor, Taehyung y Yong ho juegan con la Wii.
El niño, en cuanto me ve, tuerce el gesto, y yo, dichoso, paro la música desde el mando de Taehyung, los miro y anuncio feliz:
—Los Reyes Magos me han dejado
regalos para ustedes.
Taeh de sonríe y Yong ho dice:
—Espera a que terminemos la
partida.
¡La madre que parió al niño!
Su falta de ilusión me deja K. O.
Vamos ¡igualito que mi sobrina, que
con seguridad estará gritando y saltando de felicidad al ver los regalos bajo el árbol!
Pero dispuesto a no hacerle ni puto caso, levanto a Taehyung del sillón
cuando Norbert y Sarah entran.
—Venga, vamos a sentarnos junto al
árbol. Tengo que darles sus regalos.
Yong ho vuelve a protestar, pero esta
vez Taehyung lo regaña. El niño se calla, se levanta y se sienta con nosotros junto al árbol. Entonces, Taehyung se saca cuatro sobres del bolsillo de su pantalón y nos da uno a cada uno.
—¡Feliz Navidad!
Sarah y Norbert se lo agradecen y,
sin abrirlos, los guardan en sus
bolsillos. Yo no sé qué hacer con el sobre mientras observo que Yong ho lo abre.
—¡Dos mil euros! ¡Gracias, tío!
Incrédulo, alucinado, tieso y
boquiabierto, miro a Taehyung y le pregunto:
—¿Le estás dando un cheque de dos
mil euros a un niño el día de Reyes?
Taehyung asiente.
—No hace falta que haga la tontería
de los regalos —opina el niño—. Ya sé
quiénes son los Reyes Magos.
Esa explicación no me convence y,
mirando a mi Iceman, protesto.
—¡Por el amor de Dios, Taehyung!
¿Cómo puedes hacer eso?
—Soy práctico, cielo.
En este instante, Sarah le entrega a Yong ho una pequeña caja. El niño la abre y grita con entusiasmo al encontrarse un nuevo juego de la Wii.
Encantado con su felicidad, aunque sea por otro jueguecito que lo mantendrá enganchado a la
televisión, le doy a Sarah y Norbert
mis regalos. Son una chaqueta de lana
para ella y un juego de guantes y bufanda para él. Ambos los miran con gozo y no paran de agradecérmelo mientras se disculpan por no tener ningún regalo para mí.
¡Pobres, qué mal rato están
pasando!
Continúo sacando paquetes de mi
enorme bolsa. Le entrego a Taehyung uno, y varios a Yong ho. Taehyung rápidamente abre el suyo y sonríe al ver la bufanda azul que le he comprado y la camisa de Armani.
¡Le encanta!
Yong ho nos observa con sus paquetes en la mano. Dispuesto a firmar la paz con el niño, lo miro con cariño.
—Vamos, cielo —lo animo—. Ábrelos. ¡Espero que te gusten!
Durante unos instantes, el niño
contempla los paquetes y la caja que he dejado ante él. Se centra en la enorme caja envuelta en papel rojo.
Me mira a mí y a la caja alternativamente, pero no la toca.
—Te prometo que no muerde —suelto al final en tono cómico.
Receloso como siempre, Yong ho coge
la caja. Sarah y Norbert lo alientan a
que la abra. Durante unos segundos la
requetemira como si no supiera qué
hacer con ella.
—Rompe el papel. Vamos, tira de él
—le digo.
Inmediatamente hace lo que le pido y
comienza a desenvolver el regalo ante la sonrisa de Taehyung y la mía. Una vez que le quita el bonito papel, la caja está cerrada.
—Vamos, ¡ábrela!
Cuando el niño abre la caja y ve lo
que hay en ella, de su boca sale un «¡Oh!».
Sí, sí, sí…
¡Le ha gustado!
Lo sé. Se le nota.
Yo sonrío triunfal y miro a Taehyung.
Pero su gesto ha cambiado. Ya no
sonríe. Sarah y Norbert tampoco.
Todos miran el skateboard verde con
gesto serio.
—¿Qué ocurre? —pregunto.
Taehyung le quita al niño el skate de las manos y lo mete en la caja.
—Kook, devuelve esto.
Al momento recuerdo lo que Chung ha me dijo. ¡Problemas! Pero me niego a querer entender nada y replico:
—¿Que lo devuelva? ¿Por qué?
Ninguno contesta. Saco de nuevo el
skate verde de la caja y se lo enseño a Yong ho.
—¿No te gusta?
El niño, por primera vez desde que
lo conozco, me mira expectante. Ese
regalo lo ha impresionado.
Sé que el skate le ha gustado. Me lo dicen sus ojos, pero soy consciente de que no quiere decir nada ante el gesto duro de Taehyung.
Dispuesto a batallar, dejo el skate
a un lado e insto a que el niño abra los
otros regalos. Tras abrirlos, tiene ante él un casco, unas rodilleras y las coderas.
Después, cojo de nuevo el skate y me
dirijo a mi Iceman:
—¿Qué le ocurre al skate?
Taehyung, sin mirar lo que tengo en las manos, dice:
—Es peligroso. Yong ho no sabe
utilizarlo y, más que pasarlo bien con él, lo que se hará será daño.
Norbert y Sarah asienten con la
cabeza, pero yo, incapaz de dar mi brazo a torcer, insisto:
—He comprado todos los accesorios para que el daño sea mínimo
mientras aprende. No te agobies, Tae.
Ya verás cómo en cuatro días lo domina.
—Kook —dice con voz muy tensa—, Yong ho no montará en ese juguete.
Incrédulo, respondo:
—Venga ya, pero si es un juguete
para pasarlo bien. Yo le puedo enseñar.
—No.
—Enseñé a mi sobrina a utilizarlo y
tendrías que ver cómo lo monta.
—He dicho que no.
—Escucha, cielo —sigo a pesar de
sus negativas—, no es difícil aprender.
Es sólo agarrarle el truco y mantener el equilibrio. Yong ho es un niño listo, y estoy seguro de que aprenderá rápidamente.
Taehyung se levanta, me quita el
skateboard de las manos y puntualiza
alto y claro:
—Quiero esto lejos de Yong ho,
¿entendido?
¡Dios, cuando se pone así, lo mataría! Me levanto, le quito el skate de
las manos y gruño:
—Es mi regalo para Yong ho. ¿No crees que debería ser él quien dijera si lo quiere o no?
El niño no habla. Sólo nos observa.
Pero finalmente dice:
—No lo quiero. Es peligroso.
Sarah, con la mirada, me pide que
me calle. Que lo deje estar. Pero no, ¡me niego!
—Escucha, Yong…
—Kook —interviene Taehyung, quitándome de nuevo el skate—, te acaba de decir que no lo quiere. ¿Qué más necesitas escuchar?
Malhumorado, le vuelvo a arrancar
el puñetero skateboard de las manos.
—Lo que he oído es lo que ¡tú!
querías que dijera. Déjale a él que
responda.
—No lo quiero —insiste el niño.
Con el skate en las manos me acerco
a él y me agacho.
—Yong ho, si tu quieres, yo te puedo
enseñar. Te prometo que no te vas a
hacer daño, porque yo no lo voy a
permitir y…
—¡Se acabó! ¡He dicho que no y es
que no! —grita Taehyung—. Sarah,
Norbert, llévense a Yong ho del salón; tengo que hablar con Jungkook.
Cuando los otros salen del salón y
nos quedamos solos, Taehyung sisea:
—Escucha, Kook, si no quieres que
discutamos delante del niño o del
servicio, ¡cállate! He dicho que no al
skate. ¿Por qué insistes?
—Porque es un niño, ¡mierda! ¿No has
visto sus ojos cuando lo ha sacado de la caja? Le ha gustado. Pero ¿no te has
dado cuenta?
—No.
Deseoso de llamarle de todo menos
bonito, protesto.
—No puede estar todo el día
enganchado a la Wii, a la Play o a la…Pero ¿qué clase de niño estás criando?
No te das cuenta de que el día de
mañana va a ser un niño retraído y
miedoso.
—Prefiero que sea así a que le
pueda pasar algo.
—Desde luego, algo le pasará con la
educación que le estás dando. ¿No has
pensado que llegará un momento en el que él quiera salir con los amigos o con una chica, y no sabrá hacer nada, a excepción de jugar con la Wii y
obedecer a su tío?, desde luego son tal para cual.
Taehyung me mira, me mira y me mira, y al final responde:
—Que vivas conmigo y el niño en
esta casa es lo más bonito que me ha
ocurrido en muchos años, pero no voy a poner en peligro a Yong ho porque tú creas que él deba ser diferente. He aceptado que metieras en casa este horrible árbol rojo, he obligado al niño a que escriba tus absurdos deseos para decorarlo, pero no voy a claudicar en cuanto a lo que a la educación de Yong ho concierne.
Tú eres mi novio, me has propuesto
acompañar a mi sobrino cuando yo no esté, pero Yong ho es mi responsabilidad, no la tuya; no lo olvides.
Sus duras palabras en una mañana
tan bonita como es la de Reyes me retuercen el corazón. ¡Será idiota!
Su casa.
Su sobrino.
Pero no dispuesto a llorar como un imbécil, saco mi mal genio y siseo mientras recojo con premura todos los regalos del niño y los meto en la bolsa original:
—Muy bien. Le haré un cheque a tu
sobrino. Seguro que eso le gusta más.
Sé que mis palabras y en especial mi
tono de voz molestan a Taehyung, pero estoy dispuesto a molestarle mucho, mucho y mucho.
—Dijiste que la habitación vacía de
esta planta era para mí, ¿verdad?
Taehyung asiente, y yo me encamino hacia ella. Abro la puerta del salón y me encuentro con Sarah, Norbert y Yong ho. Miro al pequeño y digo con sus regalos en la mano:
—Ya puedes entrar. Lo que tu tío y
yo teníamos que hablar ya está hablado.
Con premura me encamino hacia esa
habitación, abro la puerta y dejo caer en el suelo el skate y todos sus accesorios.
Con el mismo brío, regreso al salón.
Sarah y Norbert han desaparecido y
sólo están Taehyung y Yong ho, que me miran al entrar. Con el gesto desencajado le digo al pequeño, que me observa:
—Luego, te doy un cheque. Eso sí,
no esperes que sea tan abultado como el de tu tío, pues punto uno: no estoy de acuerdo con darte tanto dinero y punto dos: ¡yo no soy rico!
El niño no responde. La tensión
está instalada en el comedor y no estoy dispuesto a ser yo quien lo cambie.
Por ello, saco el sobre que Taehyung me ha entregado, lo abro y, al ver un cheque en blanco, se lo devuelvo.
—Gracias, pero no. No necesito tu
dinero. Es más, ya me di por regalado
con todas las cosas que me compraste el otro día.
No responde. Me mira. Ambos me
miran, y como un huracán asolador,
señalo el árbol, dispuesto a rematar el
momentito «Navidad».
—Vamos, chicos, continuemos con
esta bonita mañana. ¿Qué tal si leemos los deseos de nuestro árbol? Quizá alguno se ha cumplido.
Sé que los estoy llevando al límite.
Sé que lo estoy haciendo mal, pero no
me importa. Ellos, en pocos días, me
han sacado de mis casillas. De pronto,
el niño grita:
—¡No quiero leer los tontos deseos!
—¿Y por qué?
—Porque no —insiste.
Taehyung me mira. Comprende que estoy muy enfadado y le desconcierta no saber cómo pararme. Pero yo estoy
embravecido, enloquecido de rabia por estar aquí con estos dos obtusos y tan lejos de mi familia.
—Venga, ¿quién es el primero en
leer un deseo del árbol?
Ninguno habla, y al final,
cómicamente cojo yo un deseo.
—Muy bien…, ¡yo seré el primero y
leeré uno de Yong ho!
Le quito la cinta verde y, cuando lo
estoy desenrollando, el pequeño se lanza contra mí y me lo quita de las manos. Lo miro sorprendido.
—¡Odio esta Navidad, odio este
árbol y odio tus deseos! —exclama—.
Has enfadado a mi tío y por tu culpa el día de hoy está siendo horrible.
Miro a Taehyung en busca de ayuda, pero nada, no se mueve.
Deseo gritar, montar la tercera
guerra mundial en el salón, pero al final hago lo único que puedo hacer.
Agarro el pinche árbol de Navidad rojo y a rastras lo saco del salón para meterlo en la habitación donde he dejado anteriormente el skateboard.
—Joven Jungkook, ¿está usted bien?
—pregunta Sarah, descolocada.
¡Pobre mujer! ¡Vaya mal rato que
está pasando!
—Relájese —añade antes de que yo
le pueda responder, y me coge de las
manos—. El señor, en ocasiones, es algo recto con las cosas del niño, pero lo hace por su bien. No se enfade usted, joven.
¡Pobre!, y mientras camino escaleras
arriba murmuro:
—Tranquila, Sarah. No pasa nada.
Pero voy a refrescarme, o esto va a
terminar peor.
Cuando llego a la habitación y cierro la puerta, me pica el cuello. ¡Dios, los ronchones! Me miro en el espejo y tengo el cuello plagado de ellos. ¡Malditos!
Dispuesto a salir de esta casa como
sea, me quito el pijama. Me visto y, abrigado, regreso al salón, donde esos
dos ya están jugando con la Wii.
A grandes zancadas me acerco hasta ellos. Tiro del cable de la Wii y la desconecto. La música se para; ambos me miran.
—Me voy a dar una vuelta. ¡La
necesito! —Y cuando Taehyung va a decir algo, lo señalo y siseo—: Ni se te
ocurra prohibírmelo. Por tu bien, ¡ni se te ocurra!
Salgo de la casa. Nadie me sigue.
La pobre Sarah intenta convencerme de que me quede, pero sonriéndole le indico que estoy bien, que no se preocupe. Cuando llego a la reja y salgo por la pequeña puerta lateral, Susto viene a saludarme.
Durante un rato camino por la
urbanización con el perro a mi lado. Le cuento mis problemas, mis frustraciones, y el pobre animal me mira con sus ojos saltones como si entendiera algo.
Tras un largo paseo, cuando vuelvo
a estar de nuevo frente a la reja de la
casa, no quiero entrar y llamo a Chung ha.
Veinte minutos después, cuando casi no siento los pies, Chung ha me recoge con su auto y nos marchamos. Me despido de Susto.
Necesito hablar con alguien que
me conteste, o me volveré loco.
Si ven alguna incoherencia xfa avisenme
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