🌹XXXVI🌹
Durante seis días, mi mundo es de color de rosa.
Vivo en un país multicolor como la abeja Maya rodeado de dos
personas que me quieren y me protegen.
Yugyeom continúa con sus llamadas y, en su último mensaje, me indica que sabe que Kim Taehyung está conmigo en Busan.
Eso me molesta.
Enterarme de que Yugyeom sabe sobre la vida de Taehyung no es plato de buen gusto, pero decido callarme.
Si le explico algo a Taehyung, seguro que empeoro la situación.
Él y mi padre se llevan de maravilla y aunque, al principio, mi padre se enfadó con él por haber alquilado una villa, al final entiende que somos adultos y necesitamos intimidad.
Mi padre, día a día, se emociona con Tae. Noto que le gusta, lo respeta y lo
escucha y eso dice mucho de él.
Incluso algunas tardes se van juntos de pesca y regresan encantados y felices.
En esos días siempre que puedo me escapo para correr y derrapar un poco con mi moto.
Me encanta hacerlo y lo disfruto un montón.
Una de esas tardes aparece Yugyeom con su moto. Se cruza en mi camino.
Ambos nos paramos.
—¿Te has vuelto loco? ¿Qué hace ese tipo aquí?
Molesto por la intromisión, me quito las gafas de protección del casco.
—Te estás pasando. A ti no te importa lo que él hace aquí.
Yugyeom se baja de la moto y se acerca a mí.
—Por el amor de Dios, Jungkook, ¿sabe tu padre que ése es tu jefe?
—No.
—¿Y cuándo se lo vas a decir?
A cada instante que pasa me voy enfadando más.
—Cuando me dé la gana.
Yugyeom se mueve con rapidez, se acerca a mí, me coge del cuello, posa su frente sobre la mía y murmura:
—Jungkook… yo te quiero.
—Yugyeom no…
Sin separarse de mí, sigue hablando:
—Te quiero sólo para mí, en exclusividad. Ese tipo no te quiere como yo, piénsalo por favor y…
Le doy un empujón y me separo de él.
—Quiero continuar mi camino, Yugyeom. Quítate de en medio, ¿de acuerdo?
—¿Me estás diciendo que prefieres la compañía de ese hombre a la mía? —
murmura, sin apartarse un ápice y con actitud intimidatoria—. Ese tipo te está utilizando y, cuando se aburra de ti, te dejará a un lado como ha hecho con cientos de personas. Para él eres uno más, mientras para mí eres especial, ¿no lo ves? Te creía más listo, Jungkook, por el amor de Dios.
No quiero ser cruel como él lo está siendo conmigo.
Quiero a Yugyeom.
Es un buen amigo.
Pero por Taehyung siento algo tan fuerte que no lo puedo obviar. Al ver mi silencio, se da la vuelta y se monta en su moto, malhumorado.
—De acuerdo. Estréllate contra la pared tú solito.
Dicho esto se va y me deja desconcertado y con un sabor amargo en la boca.
El séptimo día, mi padre me recuerda el evento de motocross de todos los años. Al recordarlo se me hace cuesta arriba.
Ese año prefiero disfrutar de Taehyung y de su compañía, pero al ver la ilusión de mi padre y sus
amigos por que yo asista y participe, claudico y animo a Taehyung a
acompañarnos.
Taehyung en un principio no sabe muy bien a lo que vamos.
Me deja claro que no le gustan los deportes de riesgo.
Yo sonrío y lo engaño.
¿Qué le voy a hacer?
Pero cuando ve mi moto en el remolque y a mi padre junto a sus dos amigos del alma, hablar sobre saltos, derrapes y demás entiende
perfectamente lo que voy a hacer.
Su gesto me demuestra su incomodidad.
—No quiero que hagas lo que dicen —murmura a escasos metros de ellos.
—Escucha, Tae. Para mí lo que dicen es pan comido. Llevo practicando
motocross desde que tenía seis años. Y mira, tengo veinticinco, y sigo enterito.
Su rostro y su boca me muestran la tensión que siente.
—Te prometo que lo pasarás bien —insisto—. Tú ven y ya verás, ¿de acuerdo?
—Vaya, vaya, vaya —escucho de repente detrás de mí—. Mi precioso chico de busan.
Me vuelvo y me encuentro con Yugyeom. Su comentario no me gusta nada. Mis tripas se contraen, pero intento que no se me note.
El papá de Yugyeom lo mira y
después a Taehyung. Siento que está tan tenso como yo, pero hago de corazón frío y sonrío.
—Yugyeom, él es Taehyung. Taehyung, él es Yugyeom.
Ambos se dan la mano y yo, que estoy en medio, veo su incomodidad. Se retan con las miradas.
Dos rivales.
Por suerte, mi padre da una palmada al aire e indica que debemos marcharnos.
Yugyeom se apunta y Taehyung rápidamente me hace saber que nos seguirá en su moto.
Yo decido acompañarlo.
Cuando mi padre, sus amigos y Yugyeom se suben en el auto y
arrancan, Taehyung me pasa uno de los cascos.
—No me gusta ese tal Yugyeom.
—¿Celoso?
—¿He de estarlo?
Incómodo por lo que sé, le doy un beso en los labios.
—Para nada, cariño.
Cuando llegamos al lugar donde se va a celebrar la carrera, mi padre y sus
amigos comienzan a saludar a todo el mundo y yo también. Conocemos al noventa por ciento de los corredores y acompañantes de todos los años que hemos participado en ese tipo de carreras.
A las diez y media, la organizadora
del motocross, me entrega mi dorsal, el 51, y me indica que a las doce es la primera eliminatoria.
Taehyung no habla. Sólo me observa. A cada segundo que pasa veo en sus ojos la inquietud e intento relajarlo.
Pero cuando aparezco vestido con las protecciones, las botas, los guantes y el casco, se queda blanco como la
cera.
—¿Me puedes explicar qué haces así vestido? —pregunta con enfado.
—¿No te parezco sexy? —Sonrío.
No contesta a mi pregunta.
—Kook. No quiero que lo hagas. Esto es un deporte de riesgo.
—¡Venga ya…! No digas tonterías —Sonrío de nuevo e intento no darle
importancia.
Yugyeom, que nos observa y sé que nos escucha, se acerca a nosotros y con una sonrisa de lo más falsa dice:
—Vamos, precioso… dale gas y déjalos a todos sin habla.
—Eso haré —respondo.
Yugyeom, que lleva dos cervezas en la mano, le pregunta a Taehyung:
—¿Quieres una? —Y sin darle tiempo a responder, continúa—: Toma. Esta
cerveza enterita para ti. La otra para mí. Yo no comparto nada.
Ese comentario me subleva. Pero ¿qué hace ese inconsciente?
Taehyung no habla pero puedo percibir su desagrado mientras Yugyeom se dirige a él:
—¿Sabes que «nuestro chico» es especialista en saltos y derrapajes?
—No.
—Pues prepárate, porque, si no lo sabías, hoy te va a quedar bien claro.
Dicho esto, Yugyeom se acerca a mí y me da un beso en la cara.
—Vamos, precioso. ¡Cómetelos!
En cuanto nos quedamos solos, Taehyung me mira, molesto.
—¿A qué venía eso de «nuestro chico» y lo de «compartir la cerveza»?
—No lo sé —respondo incrédulo por lo sucedido.
Taehyung no es tonto.
Resopla, maldice y aparta su mirada de él.
—Te vas a hacer daño, Kook. No sé cómo tu padre te permite hacer esto.
Eso me hace reír. Señalo a mi padre, que está con sus dos amigos haciendo los últimos arreglos de mi moto.
—¿De verdad crees que mi padre está preocupado?
Taehyung lo mira. Lo estudia durante unos segundos y acaba dándose cuenta de la felicidad en su rostro.
—Vale… pero el hecho de que él no esté preocupado, no quiere decir que yo no deba estarlo.
Sonrío, me acerco más a él y, sin importarme que Yugyeom nos mire, me subo a una caja que hay en el suelo para estar a su altura y acerco mi boca a la suya.
—Tú tranquilo… pequeño. Sé lo que hago.
Consigo que Taehyung curve los labios y casi sonría. Le doy un beso que me sabe a gloria.
—Por tu bien —me dice, serio—, más vale que sepas lo que haces o te juro que luego te lo haré pagar.
—Mmmmm… ¡eso me encanta!
—Kook… hablo en serio —insiste.
—Venga vaaaaaaaa… si esto para mí es un paseíto de naaaaaaaaaa.
No sonríe. Yo sí.
Escucho la voz de mi padre que me llama. Tengo que salir a pista. Doy un rápido beso a Taehyung, me bajo de la caja y suelto su mano para acercarme hasta mi moto.
Mi padre la acelera y la revoluciona. Yo grito feliz y lleno de emoción, mientras Taehyung cada vez
arruga más el entrecejo.
Diez minutos después estoy en pista con otros participantes con la adrenalina por los aires, saltando y corriendo sin ser consciente del peligro.
El motocross es una combinación de velocidad y destreza, y ambas cosas unidas me gustan.
Siempre he sido un osado alocado, el chico que mi padre nunca tuvo.
Derrapo en curvas cerradas, salto baches con cambios de rasantes y mi ropa se llena de barro mientras mi adrenalina acelera mis movimientos y soy consciente de que mi posición en esa carrera es buena.
Termino entre los cuatro primeros y paso a la segunda ronda.
Taehyung está blanco como el mármol. Lo que acabo de hacer y los porrazos que él ha visto en otros participantes apenas lo dejan respirar.
Pero no tenemos tiempo de hablar, he de participar en la siguiente manga y así sucesivamente hasta que sólo
quedamos seis participantes.
Mi padre, junto a sus amigos, gritan como locos mientras hacen los
ajustes de mi moto.
Yugyeom, un experto en motocross, me da instrucciones sobre otros participantes y yo lo escucho.
Saben que lo hago bien y saben que puedo alzarme con algún premio.
Pero yo no puedo dejar de buscar a Taehyung. ¿Dónde está?
—Bebe —dice mi padre—. Taehyung se ha marchado.
—¡¿Cómo?! —preguntó boquiabierto.
—Lo que te digo, hijo. Ha dicho que prefería esperarte en la villa. —Y,
acercándose a mí, murmura—: Ese hombre lo estaba pasando fatal, hijo. Aunque, ahora que lo pienso, no sé si era por verte dar saltos en la pista o por la presencia de Yugyeom y sus atenciones.
—Papáaaaaaaaaaaaa —le regaño al verlo sonreír.
Pero no podemos continuar hablando. La nueva manga comienza y tengo que ponerme en la salida. Mi concentración flaquea, pero mi mal genio está por todo lo alto.
Taehyung se ha ido y eso me enfada.
Cuando la carrera da comienzo, salgo
disparado como una flecha. Salto un montículo, dos… tres, derrapo, acelero y cojo varios baches seguidos antes de derrapar.
Al final entro la segunda y grito de felicidad.
Mi padre corre a abrazarme. Estoy totalmente embarrado, pero he vuelto a conseguir hacerlos vibrar.
Cuando me sueltan, es Yugyeom quien me coge entre sus brazos demasiado efusivo.
—Felicidades, precioso. ¡Eres el mejor!
—Gracias y suéltame.
—¿Por qué? ¿Acaso a tu Taehyung no le gusta compartir?
—Suéltame, idiota, o juro que te machaco aquí mismo —gruño ofendido.
Cinco minutos después, en el improvisado podio, disfruto feliz al ver a mi padre, aplaudir junto a
Yugyeom, orgullosos de mí.
Yo levanto el trofeo y soy consciente de que me hubiera gustado que
Taehyung estuviera allí.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro