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El sábado por la tarde decido salir de nuevo con mis amigos.

Nos tomamos unas cervezas, cenamos en una pizzería y, después de la cena, nos vamos a tomar algo al Bar cercano. Miro a mi alrededor en busca del espía que Taehyung con seguridad ha mandado tras de mí.

Como es lógico, no veo nada.

Sólo gente divirtiéndose como yo.

Cuando llevo una hora allí, aparece Yugyeom. Lo miro sorprendido y él me sonríe.

—¿Qué haces aquí?

—Busan sin ti es muy aburrido.

Extrañado por aquella aparición, vuelvo a mirarlo.

—Yugyeom… te estás equivocando conmigo. Nunca te he mentido y…

Pone un dedo en mi boca para hacerme callar.

—Lo sé, pero no puedo evitarlo. Vamos… ven a mi hotel. Tenemos que hablar.

Me despido de mis amigos y les prometo que regresaré pronto. Sé que lo haré.

La conversación que voy a tener con Yugyeom va a ser corta y, seguramente, no muy agradable.

Cuando llegamos al hotel, la tensión se puede palpar en el ambiente. Me niego a subir a su habitación. Vamos a la cafetería y pedimos algo de beber.

Hablamos durante una hora, discutimos, dejamos claros nuestros sentimientos. Y, cuando por fin
parece todo aclarado y me voy a marchar, me coge por el brazo y acerca su frente a la mía.

—Dame una oportunidad, por favor.
Tú mismo acabas de decir que no sabes si quieres algo más. Déjame demostrarte de una vez por todas lo que soy capaz de darte. Eres precioso, me gustas, me enloquece tu ímpetu al hacer las cosas y quiero que sepas que por ti soy capaz de cualquier cosa.

Necesito mimos y sus palabras son, en ese momento, un bálsamo para mis
heridas. No puedo dejar de pensar en mi maldito jefe. Cierro los ojos y la mirada posesiva e intrigante de Kim Taehyung aparece y, sin saber por qué, beso a Yugyeom.

Lo beso con tal erotismo y necesidad que hasta yo mismo me sorprendo.

Sin mediar palabra, Yugyeom me arrastra hasta el ascensor. Sé lo que quiere. Sé dónde me lleva y yo le dejo.

Subimos a su habitación y entramos sin mediar palabra. Durante unos minutos, nos besamos mientras dejo que recorra mi cuerpo con sus manos.
Pero me siento un traidor, no puedo evitar pensar en Taehyung.

Cuando siento que me quita el boton del pantalón suspiro y, sorprendiéndolo, le agarro una mano
y le incito a que me toque.

Yugyeom, excitado por mi efusividad, me tumba en la cama, se pone sobre mí y me restriega su erección aún guardada bajo su pantalón.

Es cauteloso.

Siempre lo ha sido.

Su manera de hacer el amor no tiene nada que ver con la de Taehyung.

Yugyeom, en el plano sexual, es pausado y delicado.

Taehyung es posesivo y rudo.

Dos hombres distintos para mí, con dos formas diferentes de hacer el amor.

Mi corazón bombea con fuerza.

Pienso en Taehyung y eso me excita.

Estoy seguro de que si viera lo que hago se excitaría tanto o más que yo.
Su juego se ha convertido en el mío.
En ese momento, aunque es Yugyeom quien me toca, es Taehyung quien me
posee.

Saco mi móvil y, con disimulo, hago un par de fotos mientras me besa.

Enloquecido por la entrega que ve en mí, me quita el pantalón y boxer y veo su sorpresa cuando me ve con las piernas abiertas para él. Sin demora, planta su boca en mi virilidad e, instantes después, mi jadeo envuelve la habitación mientras dejo que me chupe, que me penetre con sus
dedos.

Tengo los ojos cerrados y siento la mirada de Taehyung. Sus ojos ardientes me reprochan mi actitud, pero al mismo tiempo veo el deseo en su mirada.

No quiero abrir los ojos. No quiero ver a Yugyeom. Sólo quiero seguir con los ojos cerrados y que Taehyung vuele sobre mí.

De pronto, Yugyeom para y abro los ojos. Se ha abierto el pantalón y se está poniendo un preservativo.

—¿Estás seguro? —me pregunta, al subir de nuevo a la cama.

Contesto que sí con la cabeza. No puedo hablar.

Él sonríe pero no dice nada. Instantes después, con delicadeza, comienza a entrar en mi interior.

Un poco… otro poco… otro poco más, pero la impaciencia me puede y soy yo quien va en su busca.

Incorporo las caderas y me ensarto en él, deseoso de que descargue toda su potencia sexual en mí.

Aquel ataque lo pilla por sorpresa.
Lo oigo resoplar, me agarra por las caderas y comienza a bombear su
pene una y otra vez dentro y fuera de mí.

Me gusta. Sí… sigue… sigue… pero
necesito más. Mi entrada se abre para recibirlo pero aquel pene no es el que yo anhelo.

Mis músculos se contraen, a la espera de más profundidad, más posesión,
pero Yugyeom, tras varios embistes más, se corre y cae sobre mí.

Cierro los ojos y siento ganas de llorar.

Deseo a Taehyung.

Deseo que sea él quien me tome y me haga vibrar.

Lo que hacía un mes antes con Yugyeom o cualquier otro era una maravilla; ahora, tras él, se ha vuelto soso y aburrido.

Yo necesito más y sólo Taehyung sabe dármelo.

Siento la cabeza de Yugyeom en mi cuello. Lo oigo respirar por el esfuerzo.

Cuando se separa de mí me pregunta si todo va bien. Yo le miento y asiento. No quiero herirlo.

Me ayuda a levantarme y voy al baño. Cierro la puerta y me echo agua en la
cara, me miro al espejo y susurro al pensar en Taehyung:

—¿Qué me has hecho, estúpido?

Una vez me he refrescado, salgo y me encuentro a Yugyeom sentado en una silla.

Nos miramos.

—Me voy.

Su cara se contrae.

—No, Jungkook… no te vayas.

Consciente de que me estoy comportando como una mala persona, de que soy lo peor de lo peor,
me acerco a él y le doy un beso en los
labios.

—Por favor, Yugyeom, continúa con tu vida y déjame a mí continuar con la mía. Nos vemos en Busan.

Dicho esto, me doy la vuelta y me marcho. Cuando cierro la puerta tras de mí cierro los ojos y suspiro.

Qué mal me siento.

Me encamino hacia el ascensor y, cuando salgo a la calle, llamo a mi amiga.

Me dice en qué local están y me
encamino hacia allí.

Necesito emborracharme y olvidar lo que acabo de hacer.

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