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🌹XXIV🌹

Después de un maravilloso sábado juntos, el domingo de madrugada me
despierto sobre las seis de la mañana y oigo unos extraños ruidos en el baño.

Me levanto y me sorprendo al ver a Taehyung vomitando.

Al verme aparecer, me pide
enfadado que salga y que espere fuera.

Le hago caso y cuando sale, con gesto
dolorido, se sienta en el sillón y cierra los ojos.

—¿Qué te ocurre?

—Algo me debió de sentar mal anoche.

—¿Quieres una manzanilla para que te asiente el estómago?

Taehyung, con los ojos cerrados, niega con la cabeza y murmura:

—Por favor… apaga la luz y vete a dormir.

—Pero…

—Kook —susurra, enfadado.

—Pero qué gruñón eres, ¡por Dios! —insisto.

—Vale… soy un gruñón. Ahora, por favor, haz lo que te pido.

Sin decir nada más desaparezco y me tumbo en la cama. No quiero darle muchas vueltas a lo ocurrido. Intento entender que, si está mal, lo que menos le apetece es tenerme a mí al lado haciéndole preguntas.

Me duermo y me despierto sobre las
diez.

Nada más abrir los ojos, veo a Taehyung a mi lado. Sonríe y su apariencia es buena.

—Buenos días.—Buenos días… ¿estás mejor?

—Perfecto. Como te dije algo me debió de sentar mal. —Voy a hablar y dice—:
Mira lo que he preparado para ti.

A mis pies hay una bandeja con el desayuno. Y, sobre ella, una flor de papel.

Como un tonto, la tomo y sonrío. Él me besa y murmura:

—Déjame un hueco en la cama, luego desayunamos, ¿te parece?

—Sí.

A las doce, tras hacer el amor, lo veo tan bien, tan repuesto. Lo arrastro hasta el metro, un lugar en el que Taehyung nunca ha estado.

—En algo soy el primero —le murmuro, haciéndolo reír—. El primerito que te ha llevado al metro.

Cuando nos bajamos en la parada, su sorpresa es mayúscula. Ver tanta cantidad de gente de toda índole lo sorprende.

Se empeña en comprarme unos pendientes de plata que he estado mirando en un puestecito.

Para mi gusto, es carísimo. Para su gusto, una baratija.

Al final acepto. Pero a cambio, en otro puesto le compro una camiseta de Fútbol».

Le hago quitarse su camisa en
medio de la calle y le insto a que se ponga la camiseta que yo le he comprado.

Accede y está guapísimo con ella puesta.

Nos hacemos unas fotos con mi móvil y las guardo como mi mayor tesoro.

Encantado, paseamos de la mano como una pareja más, hasta que, al llegar frente a un puesto de lamparitas hippies, quiere comprar dos para llevárselas a Alemania y acordarse de su visita.

Me hace elegir y yo elijo dos de color
lila claro.

Cuando las paga, me confiesa que una es para mí. Eso me emociona.
Cada uno tendrá una en su hogar y, siempre que las miremos, nos acordaremos del otro.

Tras aquello, caminamos un rato más hasta que Taehyung se niega a seguir.
La gente me da sin querer en el brazo y no quiere que nadie me haga daño.
Lo horroriza que vuelva a sentir dolor. Al final, por no escucharlo,
accedo a marcharnos y tomamos un taxi.Lo llevo a comer.

Le propongo un par de restaurantes, pero él prefiere algo más íntimo.
Al final, compro unos bocadillos y nos sentamos en el mullido césped a comer, mientras reímos y
revisamos las bonitas lamparitas.

—Son preciosas, ¡me encantan!

—Sí. Son muy bonitas.

Taehyung sonríe.

—¿Llevas bálsamos labiales en el bolsillo?

Al escuchar aquello lo miro y achino los ojos.

—¿A qué clase de bálsamos te refieres? Te recuerdo que estamos en un parque y no quiero acabar
en el calabozo por escándalo público.

La carcajada que suelta me reaviva el alma y él responde a mi risa dándome un impulsivo beso en la punta de la nariz.

—No me refiero a lo que tú crees, viciosillo, me refiero a un simple bálsamo, ¿llevas?

Busco en mis bolsillos y se lo enseño.

—Píntate los labios —me pide.

Sorprendido, lo comienzo a hacer, pero me detengo a medio pintar.

—¿Para qué es?

—Hazlo.

—No. Primero quiero saber para qué es.

Se encoge de hombros y suspira.

—Quiero que tus labios estén en la pantalla de mi lámpara, junto a tu nombre.

—¡Vaya! ¡Me encanta la idea! Pero entonces yo quiero lo mismo en la mía.

—¿Quieres que me pinte los labios?

—Sí —respondo divertido.

—¡Ni hablar!

—Venga, hombre —protesto—. Yo también quiero tus labios en mi lámpara junto a tu nombre.

Durante unos minutos bromeamos.

Nos reímos. Pero al final los dos nos
pintamos los labios y los plantamos en las lámparas. Nos limpiamos con un pañuelo de papel y Taehyung me entrega un bolígrafo. Bajo mis labios pongo:«Jungkook», y él bajo los suyos: «Taehyung».

—Ahora es más bonita —indica, divertido—. Tus labios revalorizan la lámpara y siempre que los vea en Alemania me acordaré de ti.

Eso me entristece. Regresa a Alemania en su jet privado y se aleja de mí.

Ya lo añoro y todavía no se ha ido.
Cuando acabo los bocadillos, me tumbo en el césped y él me imita.

—Volverás, ¿verdad? —le pregunto, incapaz de mantenerme callado.

Como siempre, lo piensa antes de contestar.

—Claro que sí, pequeño. Parte de mi empresa está en Corea.

Respiro aliviado.

—¿Qué es eso tan importante que te hace interrumpir tu viaje? —sigo
preguntando.

No responde. Sólo me mira.

—Es una persona —gruño—, ¿verdad?

—No.

—¿Entonces?

—Tengo obligaciones que no puedo desatender y he de regresar.

Su contestación es tan cortante que decido callar.

¡Me estoy pasando!

Miro la copa de los árboles. Hace aire y me encanta ver cómo se mueven.
Eso me relaja. Taehyung pone su cabeza en mi campo de visión y me besa.

—Kook… —comienza a decir, mientras se separa de mí.

—Tranquilo. Me he pasado. Soy un pregunton.

—Kook…

—Que sí… que me he enterado. Que no soy nadie para preguntar.

—Kook, escúchame, por favor.
Su tono de voz hace que lo mire.

—Prométeme que vas a continuar con tu vida tal y como era antes de que yo
irrumpiera en ella.

Voy a contestar, pero él me pone la mano en la boca para continuar:

—Necesito que me prometas que saldrás con tus amigos y lo pasarás bien. Incluso que volverás a quedar con el tipo ese con el que te metiste en los baños de aquel bar y con ese tal Yugyeom.

Quiero que lo que ha pasado entre nosotros quede como algo que ocurrió y nada más. No quiero que le des importancia y…

—Vamos a ver. —Quito con brusquedad su mano de mi boca—. ¿A qué viene ahora esto?

—Viene a colación de lo que hablamos en tu casa.

Al recordar la conversación, me enfurezco.

Me voy a levantar del suelo, pero él se sienta a horcajadas sobre mí, me sujeta los brazos por encima de mi cabeza y me inmoviliza.

—Necesito que me prometas lo que te he pedido.

—Pero, Tae, yo…

—¡Prométemelo!

No entiendo qué pasa.

No entiendo por qué quiere que le prometa lo que pide.

Pero la determinación en sus ojos me hace decirle:

—Vale, te lo prometo.

Su gesto se relaja, baja hacia mi boca e intenta besarme. Yo retiro la cara.

—¿Me acaba de rechazar joven Jeon?

—Sí.

—¿Por qué?

—Sencillamente porque no quiero besarte.

Divertido, curva sus labios.

—¿En este momento para ti soy un idiota?

—Pues sí. En toda su extensión, señor Kim.

Taehyung me suelta y se tumba a mi lado. Los dos miramos las copas de los árboles y no hablamos. Minutos después siento que me toma de la mano. La aprieta y yo la acepto.

Una hora después, su móvil suena. El es chofer.

Nos espera a la salida del. En silencio, tomados de la mano, caminamos por el parque hasta llegar al coche. El chofer, al vernos, nos abre la puerta
y subimos.

Una vez en el interior, noto la mirada pensativa de Taehyung. Quiero saber qué piensa. Pero no quiero preguntar.

Y cuando llegamos a mi casa, saca mi
lamparita de la bolsa, me la entrega y me da un suave beso en los labios, mientras me retira el pelo de la cara.

—Siempre que la mire, me acordaré de ti, pequeño —murmura.

Asiento. No puedo hablar. Esto es una despedida.

Si hablo, lloro y no quiero que me vea llorar.

Finalmente, sonrío, él cierra la
puerta y se va.

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