Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

🌹VII🌹

Desnudo y con su duro cuerpo sobre el mío, intento recuperar el control de mi respiración.

Lo ocurrido ha sido ¡fantástico! Le acaricio la cabeza, que reposa sobre
mi cuerpo, con mimo y aspiro su perfume.

Es varonil y me gusta.

Noto su boca sobre mi pecho y eso también me gusta.

No quiero moverme.

No quiero que él se mueva.

Quiero disfrutar de ese momento un segundo más. Pero entonces, él rueda
hacia el lado derecho de la cama y me mira.

-¿Todo bien, Kook?

Digo que sí con la cabeza.

Él sonríe.

Instantes después veo que se levanta y se marcha de la habitación. Oigo la
ducha. Deseo ducharme con él pero no me ha invitado. Me siento en la cama sudoroso y veo en mi reloj digital que son las siete y media.

¿Cuánto tiempo hemos estado jugando?

Minutos después aparece desnudo y mojado.

¡Apetecible!

Me sorprendo al darme cuenta de que coge los calzoncillos y se los pone.

-Anoche perdieron el partido de fútbol contra Italia. ¡Lo siento! Los mandaron a casita.

Taehyung me mira y añade:

-Sabemos perder, te lo dije. Otra vez será.

Sigue vistiéndose sin inmutarse por lo que le acabo de decir.

-¿Qué haces? -le pregunto.

-Vestirme.

-¿Por qué?

-Tengo un compromiso -responde escuetamente.

¿Un compromiso? ¿Se va y me deja así?

Irritado por su falta de tacto, tras lo que ha ocurrido entre nosotros, me pongo la camiseta y los
canzoncillos.

-¿Vas a repetir con mi jefa? -le suelto, incapaz de morderme la lengua.

Eso lo sorprende.

¡Ay, Dios! Pero ¿qué he dicho?

Sin mover un solo músculo de su cara se acerca a mí, vestido únicamente con los calzoncillos.

-Sabía que eras curioso, pero no tanto como para leer las tarjetas que no son para ti -me dice,
escrutándome con su mirada.

Eso me avergüenza. Acabo de dejar constancia de que soy un fisgon. Pero sigo mostrándome incapaz de contener mi lengua.

-Lo que tú pienses me da igual -le digo.

-No debería darte igual, pequeño. Soy tu jefe.

Con un descaro increíble, lo miro, me encojo de hombros y respondo:

-Pues me lo da, seas mi jefe o no.

Me levanto de la cama y camino hacia la cocina.

Quiero agua, ¡agua! No champán con olor a fresas. Cuando me vuelvo está
detrás de mí.

-¿Qué haces que no te vistes y te vas? -le pregunto sin inmutarme y
levantando una ceja.

No responde. Sólo me mira, desafiante, con los ojos entornados.

Furioso lo empujo y salgo de la cocina.
Camino de vuelta a mi habitación y siento que viene detrás de mí.

-Vístete y vete de mi casa -le grito, volviéndome hacia él-. ¡Fuera!

-Kook... -oigo que me dice en voz baja.

-¡Nada de Kook! Quiero que te vayas de mi casa. Pero, vamos a ver: ¿para
qué has venido?

Me mira con un gesto que me impulsa a partirle la cara. Me contengo. Es mi jefe.

-Vine a lo que tú ya sabes.

-¡¿Sexo?!

-Sí. Quedé en que te enseñaría a utilizar el vibrador.

Dice eso y se queda tan tranquilo.

¡Sinvergüenza!

-Pero ¿es que me crees tan tonto como para no saber cómo se utiliza?
-vuelvo a gritarle, preso de los nervios.

-No, Kook -comenta con aire distraído, mientras me sonríe-. Simplemente quería ser el
primero en hacerlo.

-¿El primero?

-Sí, el primero. Porque estoy convencido de que a partir de hoy lo utilizarás muchas veces, mientras piensas en mí.

Esa seguridad burlesca me mata y, torciendo el gesto, replico, dispuesto a todo:

-Pero ¡serás creído! ¡Presumido! ¡Vanidoso y pretencioso! ¿Tú quién te crees que eres? ¿El ombligo del mundo y el hombre más irresistible de la Tierra?

Con una tranquilidad que me desconcierta, responde mientras se pone el pantalón:

-No, Kook. No me creo nada de eso. Pero he sido el primero que ha jugado con un vibrador en tu cuerpo. Eso, te guste o no, nunca lo podrás obviar. Y aunque en un futuro juegues solo o con otros hombres, siempre... sabrás que yo fui el primero.

Escucharlo decir aquello me excita.
Me calienta.

¿Qué me pasa con ese hombre?

Pero no estoy dispuesto a caer en su influjo.

-Vale, habrás sido el primero. Pero la vida es muy larga y te aseguro que no
serás el único. El sexo es algo estupendo en esta vida y siempre lo he disfrutado con quien he querido, cuando he querido y como he querido. Y tiene razón, señor Kim. Le tengo que dar las gracias por algo. Gracias por no regalarme unas
insulsas rosas y regalarme un vibrador que estoy seguro que me resultará de gran ayuda cuando
esté practicando sexo con otros hombres. Gracias por alegrar mi vida sexual.

Lo oigo resoplar. Bien. Lo estoy enfadando.

-Un consejo -me replica, contra todo pronóstico-. Lleva el otro vibrador que te he regalado
siempre en el maletín. Tiene forma de barra de brillo labial y reúne toda la discreción para que nadie, excepto tú, sepa lo que es. Estoy seguro de que te será de gran utilidad y que encontrarás sitios discretos para utilizarlo solo o en compañía.

Eso me descoloca.

Esperaba que me mandara a freír espárragos, no aquello.

Malhumorado, me dispongo a sacar lo malvado que hay en mí, cuando me coge por la cintura y me atrae hacia él. Lo miro y, por un momento, me
siento tentado a subir la rodilla y darle donde más duele. Pero no. No puedo hacer eso.

Es el señor Kim y me gusta mucho.

Entonces, me coge de la barbilla y me hace mirarlo a los ojos. Y
antes de que pueda hacer o decir nada, saca su lengua y me la pasa por el labio superior.

Después me succiona el inferior y cuando siento la dureza de su pene contra la mía, murmura:

-¿Quieres que te folle?

Quiero decirle que no.

Quiero que se vaya de mi casa.

¡Lo odio por cómo me utiliza!

Pero mi cuerpo no responde. Se niega a hacerme caso. Sólo puedo seguir
mirándolo mientras un deseo inmenso crece con fuerza en mi interior y yo ya no me reconozco.
¿Qué me pasa?

-Kook, responde -exige.

Convencido de que sólo puedo contestar que sí, asiento y él, sin miramientos, me da la vuelta
entre sus brazos. Me hace caminar ante él hasta el aparador de mi habitación. Me planta las
manos en él y me inclina hacia adelante. Después me arranca la ropa interior de un tirón y yo gimo. No puedo moverme mientras siento que saca la cartera de su pantalón y, de su interior, un preservativo.

Se quita el pantalón y los calzoncillos con una mano, mientras con la otra me masajea las nalgas.

Cierro los ojos, mientras imagino que se pone el preservativo. No sé qué
estoy haciendo. Sólo sé que estoy a su merced, dispuesto a que haga lo que quiera conmigo.

-Separa las piernas -susurra en mi oído.

Mis piernas tienen vida propia y hacen lo que él pide mientras me acaricia el trasero con una mano
y con la otra se enreda mi pelo para tenerme bien sujeto.

-Sí, pequeño, así.

Y, sin más, con una fuerte embestida me penetra y oigo un ahogado gemido en mi cuello.

Eso me aviva.

Luego, me da un azotito exigente.

¡Me gusta!

Me agarro al aparador y siento que las piernas me flojean. Él debe notar mi debilidad porque me agarra por la cintura con las dos manos de modo
posesivo y comienza a bombear su erecto pene con una intensidad increíble dentro y fuera de mí.

Una y otra vez.

En aquella posición me siento pequeño ante él, es más, me siento
como un muñeco al que mueven en busca de placer.

De pronto, las embestidas paran de ritmo y su mano abandona mi cadera y baja hasta mi entrepierna. Empieza el vaivén con su mano. Eso me
hace jadear.

-Otro día -me dice-, te follaré mientras te masturbo con lo que te he
regalado.

Le digo que sí. Quiero que lo haga.
Quiero que lo haga ya. No quiero que se vaya. Quiero... quiero...

Sus embestidas se hacen cada segundo más lentas y yo me muevo nervioso, incitándolo a que suba el ritmo.

Él lo sabe.

Lo intuye y pregunta cerca de mi oreja con su voz ronca.

-¿Más?

-Sí... sí... Quiero más.

Una nueva embestida hasta el fondo. Jadeo por el placer.

-¿Qué más quieres? -añade, mientras aprieta los dientes.

-Más.

Grito de placer ante su nueva penetración.

-Sé claro, pequeño. Estás húmedo y caliente. ¿Qué quieres?

Mi mente funciona a una velocidad desbordante. Sé lo que quiero, así que, sin importarme lo que piense de mí, suplico:

-Quiero que me penetres fuerte. Quiero que...

Un grito escapa de mi boca al sentir cómo mis palabras lo avivan. Lo siento jadear. Lo vuelven loco.

Sus embestidas fuertes y profundas comienzan de nuevo y yo me arqueo dispuesto a más y más, hasta que llega el clímax.

Segundos después, él explota también y suelta un gemido de placer mientras me ensarta por última vez. Agotado y satisfecho, me agarro con fuerza al mueble.

Lo siento apoyado en mi espalda y eso me reconforta.

Al cabo de un rato me incorporo y suspiro mientras me doy aire. Tengo calor. En esa ocasión soy yo el que se marcha directo a la ducha, donde disfruto en soledad de cómo el agua resbala por mi cuerpo.

Me demoro más de lo normal. Sólo espero que él no esté cuando salga. Sin embargo, cuando lo hago lo veo apaciblemente sentado en la cama con la copa de champán en la mano.

Mi gesto es un poema. Me doy cuenta de que mi ceño está fruncido y mi boca, tensa.

Lo miro. Me mira y, cuando veo que él va a decir algo, levanto la mano para
interrumpirlo:

-Estoy molesto. Y cuando estoy molesto mejor que no hables. Por lo tanto, si no quieres que saque el demonio que llevo dentro, agarra tus cosas y márchate de mi casa.

Me toma de la mano.

-¡Suéltame!

-No. -Tira de mí hasta dejarme entre sus piernas-. ¿Quieres que me quede contigo?

-No.

-¿Estás seguro?

-Sí.

-¿Vas a responder continuamente con monosílabos?

Lo carbonizo con la mirada.

Frunzo mis ojos y digo con ganas de arrancarle aquella sonrisita de la boca:

-¿Qué parte de «Estoy molesto» no has entendido?

Me suelta. Da un trago a su copa y, tras saborearla, susurra:

-De acuerdo, pequeño, me iré. Tengo una cita. Pero regresaré mañana a la una. Te invito a comer y, a cambio, tú me enseñarás algo de Seúl, ¿te parece?

Con un gesto serio lo miró y gruño:

-No. No me parece. Que te enseñe Seúl otra persona. Yo tengo cosas más importantes que hacer que estar contigo de turismo.

Y vuelve a hacerlo. Se acerca a mí, pone sus labios frente a mi boca, saca su lengua, recorre mi labio superior y añade:

-Mañana pasaré a buscarte a la una. No se hable más.

Abro la boca estupefacto y resoplo. Él sonríe.

Quiero mandarlo a que le den por donde amargan los pepinos, pero no puedo.

El hipnotismo de sus ojos no me deja.
Finalmente, mientras tira de mí en dirección a la puerta dice:

-Que pases una buena noche, Kook. Y si me echas de menos, ya tienes con qué jugar.

Poco después se va de mi casa y yo me quedo como un imbécil mirando la
puerta.

Si ven alguna incoherencia xfa avisenme

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro