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🌹VI🌹

Cuando llego a casa, mi Nino me recibe.

Es un encanto.

Leo la nota en que mi hermana me explica que le ha dado la medicación y sonrío.

Qué linda es.

Tras quitarme la ropa me pongo algo más cómodo y me preparo algo de comer.

Cocino unos ricos macarrones a la carbonara, me lleno el plato y me siento en el sofá a ver la tele
mientras los devoro.

Cuando acabo con todo el plato, me recuesto en el sofá y, sin darme cuenta, me sumerjo en un sueño profundo hasta que un sonido estridente me despierta de repente.

Adormilado, me levanto y el pitido vuelve a sonar.

Es el telefonillo.

—¿Quién es? —pregunto, frotándome los ojos.

—Kook. Soy Taehyung.

Entonces, me despierto rápidamente. Miro el reloj.

Las seis en punto. ¡Por favor!

Pero ¿cuánto he dormido? Me pongo nervioso. Mi casa está hecha un desastre. El plato con los restos de la comida sobre la mesa, la cocina empantanada y yo tengo una pinta horrible.

—Kook, ¿me abres? —insiste.

Quiero decirle que no. Pero no me atrevo y, tras resoplar, aprieto el botón.

Rápidamente cuelgo el telefonillo. Sé que tengo un minuto y medio más o menos hasta que suene el timbre de la puerta de mi casa. Salto por encima del sillón. No me dejo los dientes en la mesa de milagro. Cojo el plato.

Salto de nuevo el sillón. Llego a la cocina y, antes de que pueda hacer un
movimiento más, oigo el timbre de mi puerta. Dejo el plato. Le echo agua para que no se vean los restos.

¡Oh, Dios, está todo sin fregar!

El timbre vuelve a sonar. Me miro en el espejo. Tengo el pelo enmarañado.
Lo arreglo como puedo y corro a abrir la puerta.

Cuando abro, jadeo por las carreras que me he metido y me sorprendo al ver a Taehyung vestido con un pantalón y una camisa oscura.

Está guapísimo.

Siento cómo su mirada me recorre y pregunta:

—¿Estabas corriendo?

Como si fuera tonto, me apoyo en la puerta. Menudas carreras me acabo de meter. Él me mira de arriba abajo. Estoy a punto de gritarle:

«¡Ya lo sé! Estoy horrible».

Pero me sorprende cuando me
dice:

—Me encantan tus zapatillas.

Me pongo rojo como un tomate al mirar mis zapatillas de Bob Esponja que mi sobrina me regaló.

Taehyung entra sin que yo lo invite.

Nino se acerca.

Para ser un gato es muy sociable.

Taehyung se agacha y lo acaricia. A partir de ese momento Nino se convierte en su aliado.

Cierro la puerta y me apoyo en ella.
Nino es tan maravilloso que no puedo dejar de sonreír. Taehyung me mira, se levanta y me entrega una botella.

—Toma, precioso. Ábrela, ponla en una cubitera con bastante hielo y coge dos copas.

Asiento sin rechistar. Ya está dando órdenes.

Al llegar a la cocina, saco la cubitera que me regaló mi padre, echo hielo en ella, abro la botella y, al meterla en el hielo, me fijo con curiosidad en las pegatinas rosas y leo «Moët Chandon Rosado».

—Dijiste que te gustaba la fresa —escucho mientras siento cómo me pasa la mano por la cintura
para acercarme a él—. En el aroma de ese champán domina el aroma de fresas silvestres. Te gustará.

Extasiado por su cercanía, cierro los ojos y asiento. Me pone como una moto. De pronto, me da la vuelta y quedo apoyado entre el frigorífico y él.

Mi respiración se agita.

Él me mira.

Yo lo miro y entonces hace eso que tanto me gusta.

Se agacha, acerca su lengua a mi labio superior y lo repasa.

¡Dios, qué bien sabe!

Abro mi boca a la espera de que ahora me repase el labio de abajo, pero no.

Me equivoco.

Me levanta entre sus brazos para tenerme a su altura y luego mete su
lengua directamente en mi boca con una pasión voraz.

Incapaz de seguir colgado como un chorizo, enrosco mis piernas en su cintura y, cuando él pega su
entrepierna junto a la mía, me derrito.

Sentir su excitación dura y caliente sobre mí me hace querer desnudarlo.
Pero entonces separa su boca de la mía y me pregunta:

—¿Dónde está lo que te he regalado hoy?

Vuelvo a ponerme colorado.

¿Este hombre sólo piensa en sexo?

Vale, yo también.

Sin embargo, incapaz de no responder a sus inquisidores ojos, respondo:

—Allí.

Sin soltarme, mira en la dirección que le he dicho. Camina hacia allí conmigo enlazado a su cuerpo y me suelta.

Abre el sobre, saca lo que hay en él y rompe el plástico del embalaje, primero de una cosa y luego de la otra.

Mientras lo hace, no me quita ojo y eso que respira con más intensidad.
Me agita.

—Coge el champán y las copas.

Lo hago. Este tipo va al grano. Cuando acaba de sacar los artilugios de su
embalaje camina hacia la cocina y los mete bajo el grifo. Luego, los seca con una servilleta de papel y vuelve de nuevo hacia mí y me coge de la mano.

—Llévame a tu habitación —me dice.

Dispuesto a llevarlo hasta el mismísimo cielo en mis brazos si fuera necesario, lo conduzco por el
pasillo hasta llegar ante la puerta de mi habitación.

La abro y ante nosotros queda expuesta mi bonita cama blanca.

Entramos y me suelta la mano. Dejo el champán y las dos copas sobre la mesilla, mientras él se sienta en la cama.

—Desnúdate.

Su orden me hace salir del limbo de fresas y burbujitas en el que él me había sumergido y, todavía
excitado, protesto:

—No.

Sin apartar su mirada de mí, repite sin cambiar su gesto:

—Desnúdate.

Chamuscado en el horno de emociones en el que me encuentro, niego con la cabeza.

Él asiente.

Se levanta con cara demandante. Tira los artilugios que lleva en su mano sobre la cama.

—Perfecto, joven Jeon.

¡Buenoooo!

¿Volvemos a las andadas?Al verlo pasar por mi lado, reacciono y lo agarro por el brazo. Tiro de él
con fuerza.

—¿Perfecto qué, señor Kim? —le pregunto, envalentonado.

Con gesto altivo, mira mi mano en su brazo. Entonces, lo suelto.

—Cuando quiera comportarse como un hombre y no como un niño, llámeme.

Eso me enciende.

Me fastidia.

¿Quién se ha creído ese presuntuoso?

Yo soy un hombre.

Un hombre independiente que sabe lo que quiere.

Por ello respondo en los mismos términos:

—¡Perfecto!

Aquella contestación lo desconcierta.

Lo veo en sus ojos y en su mirada.

—¿Perfecto qué, joven Jeon?

Sin cambiar mi semblante serio, lo miro e intento no desmayarme por la tensión que acumulo en mi cuerpo.

—Cuando quiera comportarse como un hombre y no creerse un ser
todopoderoso al que no se le puede negar nada, quizá lo llame.

¿He dicho «quizá lo llame»?

Madre mía, pero ¿qué es eso de «quizá»?

Deseo a aquel hombre.

Deseo desnudarme.

Deseo que se desnude.

Deseo tenerlo entre mis piernas y voy yo y le suelto: «Quizá lo llame».

Una tensión endemoniada se cierne entre los dos.

Ninguno parece querer dar su brazo a torcer, cuando mi mano busca la de él y éste, sorprendiéndome, la agarra.

Lentamente se acerca a mí y me besa.

Me pone su gesto serio.

¡Vaya, me encanta!

Me succiona los labios con deleite y yo le respondo poniéndome de puntillas.
De nuevo se separa y se sienta en la cama.

No hablamos. Sólo nos miramos. Me quito las zapatillas de Bob Esponja. Sin pestañear, le sigue el pantalón corto que llevo y a continuación la camiseta.

Me quedo ante él en boxer. Al ver que él respira con profundidad, me siento poderoso.

Eso me gusta. Me excita.

Nunca he hecho una cosa así con un desconocido, pero descubro que me encanta.

Instintivamente me acerco a él. Lo tiento. Veo que cierra los ojos y acerca su nariz al elástico de la ropa interior.

Sonrío con malicia y él me imita.

Esta vez me agarra con fuerza por las nalgas y ya no puedo escapar. Vuelve a acercar su nariz al elástico y me estremezco cuando siento su aliento chocar contra mi bulto.

Sin hablar se levanta me acerca más a él y se mete mi pezón en su boca con un gesto posesivo.

¡Dios! Estoy tan excitado que voy a gritar. Juguetea con mis pezones mientras yo le revuelvo el pelo y lo aprieto contra mí.

Vuelvo a sentirme poderoso. Sensual.
Me miro en los espejos de mi armario y la imagen es, como poco, intrigante. Morbosa. Cuando creo que voy a explotar, me separa de él y, sin
necesidad de que diga nada, sé lo que quiere.

Me quito el boxer y quedo totalmente desnudo ante él. Durante unos segundos veo cómo me recorre
con su mirada hasta que dice:

—Eres precioso.

Oír su ronca voz cargada de erotismo me hace sonreír y, cuando él me tiende la mano, yo se la acepto.

Se levanta.

Me besa y siento sus poderosas manos por todo mi cuerpo.

Me deleito. Me tumba en
la cama y me siento pequeño.

Pequeñito.

Kim Taehyung me mira altivo y un gemido sale de mi interior en el momento en que él me coge de
las piernas y me las separa.

—Tranquilo, kook, lo deseas.

Se quita la camisa y vuelvo a gemir.
Aquel hombre es impresionante con su sensual torso. Aún con los pantalones puestos se pone a
cuatro patas sobre mí y coge uno de los artilugios que me ha regalado.

—Cuando un hombre regala un aparatito de éstos —murmura,
mientras me lo enseña—, es porque quiere jugar con el y hacerlo vibrar. Desea que se deshaga entre sus manos y disfrutar plenamente de sus orgasmos, de su cuerpo y de todo el. Nunca lo olvides. —Como siempre, asiento como un tonto y él prosigue—: Ahora cierra los ojos y abre las
piernas para mí —susurra—. Te aseguro que tendrás un maravilloso orgasmo.

No me muevo.

Estoy asustado.

Nunca he utilizado un vibrador y oír lo que él me dice me avergüenza, pero me excita. Taehyung ve la indecisión en mis ojos. Pasa su mano delicadamente por mi barbilla y me besa.

Cuando se separa de mí pregunta:

—Kook, ¿Confías en mí?

Lo miro durante unos segundos. Es mi jefe. ¿Debo fiarme de él?

Tengo miedo a lo desconocido. ¡No lo conozco! Ni sé lo que me va a hacer.

Pero estoy tan excitado que, finalmente, vuelvo a asentir.

Me besa e, instantes después,
desaparece de mi vista.

Siento cómo se acomoda entre mis piernas mientras yo miro el techo y me muerdo los labios. Estoy muy nervioso. Nunca he estado tan expuesto.

Mis relaciones hasta ese momento han sido de lo más normales y ahora, de repente, me encuentro desnudo en mi habitación, tumbado en la cama y abierto de piernas para un
desconocido que encima ¡es mi
jefe!

—Me encanta que estés totalmente depilado —susurra.

Me besa la cara interna de los muslos mientras con delicadeza me acaricia las piernas. Tiemblo.

Luego me las dobla y cierro los ojos para no observar la imagen grotesca que debo dar. Entonces siento sus dedos por mi entrada. Eso vuelve a estremecerme y, cuando su caliente boca se posa allí, doy un salto.

Taehyung comienza a mover su lengua como cuando lo hace sobre mi boca. Primero un lengüetazo, después otro y mis piernas,inconscientemente, se abren mas.

Un extraño ruido que pronto identifico como el vibrador.

Taehyung lo pasa por la cara interna de mis muslos y tiemblo de excitación. Y, cuando lo pasa por
el borde de mi entrada, un electrizante gemido me hace abrir los ojos.

—Pequeño, te gustará —lo oigo decirme.Y tiene razón.

¡Me gusta!

Esa vibración, acompañada del morbo del momento, me enloquece. Con cuidado abre los pliegues de mi entrada y coloca aquel aparato alli.

Me muevo. Es electrizante. Segundos después, lo retira y siento su lengua
succionarme con avidez.

Pocos después, su boca se retira y vuelvo a sentir la vibración.

Esta vez no dentro, sino al lado. De pronto, un calor enorme comienza a subirme del estómago hacia arriba.

Siento que voy a estallar de placer, cuando me doy cuenta de que la vibración ha subido de potencia.

Ahora es más fuerte, más devastadora. Más intensa. El calor se concentra en mi cara y en mi
sien. Respiro agitadamente.

Nunca había sentido ese calor. Nunca me había sentido así. Me siento
como una flor a punto de abrirse al mundo.

¡Voy a explotar!

Y cuando no puedo más, un gemido incontrolable sale de mi boca. Cierro las piernas y me arqueo,
convulsionándome, mientras él retira el vibrador de mi.

Durante unos segundos boqueo como un pez.

¿Qué ha pasado?

Al sentir que él se tumba sobre mí y toma mi boca resurjo de mis cenizas y lo beso.

Lo deseo.

Le devoro la boca en busca de más.

—Te daré todo lo que me pidas —escucho que me dice mientras me sigue besando.

Su voz, su tono al decir aquella insinuante frase me excita aún más. Le tomo la palabra y toco su
cinturón.

—Necesito tenerte dentro ¡ya!

Mi petición parece convertirse en su urgencia.

Rápidamente se quita los pantalones y los calzoncillos. Se queda totalmente
desnudo ante mí y me estremezco de placer. Taehyung es impresionante. Fuerte y varonil.

Su pene escandalosamente duro y erecto está preparado para mí.
Alargo mi mano y lo toco. Suave. Él cierra los ojos.

—Para un segundo o no podré darte lo que quieres.

Obediente, le hago caso mientras veo que rasga con los dientes el envoltorio de un preservativo.

Se lo coloca con celeridad y se tumba sobre mí sin hablar. Me coloca las piernas sobre sus hombros y sin dejar de mirarme a los ojos me penetra lentamente hasta el fondo.

—Así, pequeño, así. Ábrete para mí.

Inmóvil bajo su peso, le permito entrar en mi interior.

¡Oh, sí, me gusta!

Su pene duro y rígido me enloquece y siento cómo busca refugio con
desesperación dentro de mí. Me ensarta hasta el fondo y yo jadeo cuando mueve las caderas.

—¿Te gusta así?

Asiento.

Pero él exige que le hable y para hasta que respondo:

—Sí.

—¿Quieres que continúe?

Deseoso de más, estiro mis manos, agarro su culo y lo lanzo hacia mí. Sus ojos brillan, lo veo sonreír y yo me arqueo de placer. Taehyung es poderoso y posesivo.

Su mirada, su cuerpo, su virilidad pueden conmigo y cuando comienza una serie de rápidas embestidas y siento su mirada ardiente me corro de placer.

Instantes después me baja las piernas de sus hombros y me las pone a ambos lados de sus piernas.

El juego continúa. Coge mis caderas con sus fuertes manos.

—Mírame, pequeño.

Abro los ojos y lo miro. Es un dios y yo me siento un simple mortal entre sus
manos.

—Quiero que me mires siempre, ¿entendido?

No puedo evitar volver a asentir como un bobo y no le quito el ojo de encima
mientras, enardecido de nuevo, veo cómo se hunde una y otra vez en mi interior.

Ver su expresión y su fuerza me enloquece. Abro mis piernas todo lo que puedo para darle más
cabida y empiezo a sentir cosquillas en mi parte baja noto cómo mi entrada se contrae.

Tras varios embistes mas me corro,

Taehyung cierra los ojos y se corre tras un gruñido sexy, mientras me
aprieta contra él.

Finalmente cae sobre mí.

Si ven alguna incoherencia xfa avisenme

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