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CAPÍTULO NUEVE - RESPONSABILIDAD

CARMEN

Aún no sé qué hacer con la tarjeta que me dio Mercedes mientras almorzábamos. Guillermo tenía razón cuando me avisó de que tener su número de teléfono era mucha responsabilidad.

Me lo advirtió cuando nos conocimos y yo no supe entender el significado hasta ahora, que estoy en el salón de mi piso con la tarjeta en la mano sin atreverme a marcar su número.

—¿Qué estás haciendo con cara de que te han secuestrado al perro? —me pregunta Magda, cuando entra en el salón de nuestro pequeño piso.

—Tengo el número de teléfono de Guillermo —le digo, pensativa.

—¡¿Qué?! —se sorprende.

—Su tía me ha invitado a almorzar cuando me los he encontrado por casualidad y ella misma me lo ha dado —le explico.

—¿Por qué esa cara de pena?

—Me ha dejado muy claro que no podemos ser nada más que amigos, no obstante, también me ha devuelto el beso cuando fuimos al baño. No quiere nada conmigo, pero me come la boca como si me necesitase para seguir respirando. Nunca antes me habían besado así.

—¿Y qué vas a hacer? —me pregunta Magda entendiendo la situación.

—No lo sé. Debería hacer como que no existe, aunque me gusta demasiado para dejarlo pasar sin luchar por lo que podría ser —me sincero.

—No puedo entender lo que está pasando por la cabeza de ese chico, sin embargo, te conozco y eres una gran chica. No consigo imaginar que no sienta algo por ti si cada vez que os encontráis acabáis enrollándoos. No obstante, es ciego, algo de crucial importancia. No es como si le faltase un dedo o tuviese alergia al polen.

—A mí no me importa que sea ciego —le explico.

—¿Y él lo sabe?

—Por supuesto, además, le dije que lo había echado de menos.

—Quizás piense que no quiere hacerte algo así, no quiere que te veas dentro de unos meses con un novio ciego —lo justifica Magda.

—Siempre dice que no podrá tener una familia normal, porque existe una gran posibilidad de que sus hijos sean ciegos.

—Ves, se sacrifica por ti porque no quiere que sufras por no poder darte todo lo que tendrías si estuvieses con otro. Al menos, no es un egoísta que solo piensa en él, se acuesta contigo y luego, si te he visto, no me acuerdo, aunque en este caso no te vaya a ver nunca —hace Magda una broma tan mala que ni ella se ríe.

—¿Te he dicho que soy la primera chica a la que besa? —le digo dudando, porque aún no entiendo cómo me puede rechazar siempre que nos encontramos.

—Sí, y eso le hace ser más especial. No te digo que renuncies a él, solo que intentes primero darle un poco de espacio, luego sé su amiga y con el tiempo lo conquistas, hasta que acabe loco por ti —me aconseja mi amiga más romántica.

—Podría invitarlo a la boda de mi ex como amigo —digo en voz alta lo último que me está rondando por la cabeza.

—Sí, ir juntos a una boda une mucho —afirma Magda, divertida.

Nunca he visto a Magda muy enamorada, solo ha tenido un novio serio desde que la conozco y rompieron después de más de dos años de relación y a ella no le importó mucho. Está enamorada de la idealización del amor y no ha conocido a nadie que le haya hecho sentir que es la persona ideal para ella.

Su ex era un buen chico que está estudiando Medicina, pero que anteponía sus estudios a todo lo demás, incluidos amigos y pareja. No se veían mucho y al romper, la vida de mi amiga no cambió radicalmente, solo dejó de quedarse en el piso de su novio los sábados por la noche, que era, realmente, cuando estaban juntos.

Entonces nos dijo que la relación no la hacía feliz, porque aunque su novio era agradable y nunca la engañaría con otra, ninguno de los dos se quería realmente. Era algo cómodo, pero nada más.

Desde ese día está empeñada en que su próximo novio tiene que hacer que sienta esas famosas mariposas en el estómago y me he dado cuenta de que yo, por primera vez, las siento cuando veo a Guillermo.

No me importa que sea ciego o que tenga tres ojos y trece dedos, me he enamorado de este chico desde que nos conocimos, para que luego digan que no existe el amor a primera vista. No obstante, tendré que jugar bien mis cartas, porque si no lo hago, no estaremos juntos nunca.

—¿Qué ha pasado para que estéis las dos en el salón, sin música, sin apuntes y con la tele apagada? —nos pregunta Concha, cuando nos ve sentadas cada una sumida en sus pensamientos.

—Estamos ideando un plan, puesto que Carmen ha conseguido el teléfono de Guillermo —se chiva Magda.

—¿Te lo ha dado? —pregunta Concha, incrédula, mientras comienzo a contarle a las dos toda la historia.

La tía de Guillermo tiene que ser rica, porque pidió en el restaurante sin importarle los precios y seguro que la comida le costó medio riñón. Además, los camareros la conocen, por lo que, posiblemente, sea una cliente habitual.

Yo también invitaría a mi sobrino a almorzar si el dinero me sobrase, pero, además, seguro que también lo invita a otros eventos, porque Hilda también parecía de la clase alta y conoce a Guillermo muy bien.

Cuando les cuento a mis amigas el encontronazo que tuve con la madre de Catalina y las insinuaciones de ella con Guillermo, mis amigas no paran de reírse. En el fondo, tiene su gracia, aunque no lo supe apreciar en el momento que sucedió.

—Lo que tienes que hacer es proponerle a Guillermo una relación de amigos con derechos —me recomienda Concha al escuchar toda la historia.

—¿No te das cuenta de que para eso a Carmen el chico le gusta demasiado? —le explica nuestra compañera de piso.

—Pero es mejor eso que ser simples amigos. Lo único que tienes que conseguir es que seáis exclusivos y así, será como salir con él, aunque sin ponerle la etiqueta de novios.

—Pero primero tienes que hacerte un poco la de rogar, si no, no te tomará en serio —añade Magda.

—¿Creéis que soy una mujer fatal? Sabéis que se me da horrible eso de ligar —les recuerdo.

—Pues no se te da tan mal si has conseguido que Guillermo bese a alguien por primera vez —me da ánimos Magda.

Concha no espera nada para llamar a mi hermana y contarle lo sucedido con Murdock, como ellas lo llaman. A mí no me dejan ni opinar, a pesar de que Concha tiene puesto el altavoz del teléfono.

Entre las tres me organizan la vida e incluso me dicen cuándo, cómo y por qué tengo que llamar a Guillermo para quedar con él. En el fondo se lo pasan bien con mis desventuras amorosas. 

GUILLERMO

Mi tía me deja en mi lugar de trabajo a pesar de que faltan veinte minutos para que comience a trabajar. Normalmente, se quedaría conmigo hasta que empezase, no obstante, hoy tiene una cita con su ex que quiere hablar con ella para quejarse de que sus hijos no tienen ninguna relación con él, a pesar de que, como no se cansa de repetir, siempre le ha pasado su manutención a su exmujer por sus hijos, incluso ahora que Tania está ganando suficiente dinero para vivir a cuerpo de rey.

Mi tía no le hace ni caso. Hasta hace un año, su ex no se había interesado por sus hijos, solo pagaba religiosamente lo acordado y no se preocupó ni cuando Eric tuvo el accidente con la moto y se partió la muñeca izquierda. Menos mal que es diestro, me llega a pasar a mí y me hubiese subido por las paredes de la desesperación.

Mi tío siempre fue un mujeriego, como todos los hombres de su familia o, al menos, es lo que constantemente dice mi tía. Cambió cuando conoció a Mercedes y durante los cuatro años de noviazgo y los ocho de matrimonio no se desvió del camino, hasta que mi tía se enteró de que se había acostado con una joven que trabajaba en la casa de los padres de él.

Al día siguiente, mi tía hizo las maletas de mi tío y fue lo que se encontró en la puerta al llegar a casa después de haber estado un fin de semana de pesca en un barco con sus amigos.

Los primeros meses, negó todo de lo que se le acusaba, luego pidió perdón, pero cuando se dio cuenta de que mi tía no iba a darle otra oportunidad, se buscó una novia quince años menor que su todavía esposa y se dedicó a pasearla por ahí, como si fuese un trofeo.

En casa fueron siempre muy cuidadosos de no decir nada sobre el padre de mis primos delante de nosotros tres, no obstante, a los seis meses de la separación y con su nueva novia, mi tío dejó de visitarlos y llamarlos, además de que firmó el divorcio y no volvimos a saber nada más de él. Así que, cuando mis primos y yo mismo comenzamos a preguntar por él, mi tía nos contó la verdad, por supuesto que edulcorada y apta para menores, porque nunca dijo una mala palabra contra el padre de sus hijos, al fin y al cabo, habían compartido juntos muchas cosas y mi tía siempre se ha distinguido por tener mucha clase.

Mi tío ni siquiera se preocupó de sus hijos en Navidades o de llamarlos por sus cumpleaños y ahora que ha roto con su novia, porque la encontró en Menorca, en el yate de la familia, en la cama con su profesor de tenis, quiere retomar la relación con Eric y Tania donde la había dejado hace catorce años.

De esto hace un año y ninguno de sus dos hijos ha dado muestras de querer acercarse a su progenitor. Tania se rio en su cara al querer hablar con ella el verano pasado por su cumpleaños. Eric tampoco le ha dirigido la palabra, solo le dijo que se fuese a la mierda cuando un día se lo encontró y su padre lo amenazó con desheredarlo si no accedía a relacionarse con él. Por lo que se ve, mi tío sigue siendo un idiota. La familia de mi tío es muy rica, pero a la Calvo no le faltan medios para vivir bien sin trabajar si alguno de los tres lo quisiéramos, por lo que mi tío podría irse con todo su dinero a donde lo había mandado mi primo.

—Te he puesto un masaje a última hora. Ya sé que has hecho un montón de horas, pero son de esas señoras que vienen y solo quieren que las trates tú —me dice mi jefe al terminar el primer masaje de la tarde.

—No te preocupes, ya te he dicho que, hasta que empiecen las clases, no me molesta hacer horas, al contrario —le respondo, sabiendo que posiblemente tenga que lidiar con mi abuela o alguna de sus amigas dentro de hora y media.

Para mi sorpresa, al revisar el nombre del nuevo cliente sorpresa, tengo a Encarna, una de las mejores amigas de mi abuela, que no ha venido nunca a que le haga un masaje.

Me gusta que los usuarios, que es como llamamos a los clientes, se sientan cómodos mientras trabajo con ellos y nunca doy muestras de conocerlos a no ser que ellos den ese paso primero.

Por eso no le digo nada a Encarna, esperando a que sea ella quien me hable si al final se decide a hacerlo, a pesar de que la noto tensa al comenzar a darle el masaje.

—Soy yo, Guille —me dice la amiga de mi abuela.

—Lo sé, Encarna. No sé cómo aún no os habéis dado cuenta de que soy ciego, no idiota —bromeo con ella, porque siempre nos hemos llevado muy bien.

—Tu abuela me ha hablado de tus masajes y lo maravillosos que son, sin embargo, me estás sorprendiendo gratamente.

—Sé que no has venido por el masaje, pero si quieres, te sigo el juego y hablamos de banalidades.

—Tú siempre tan directo —me dice entre risas y como no continúa hablando, yo no insisto.

Solicitó un masaje de cuerpo entero de una hora. Siempre he sido muy estricto con el tiempo porque no me gusta quedarme corto y que el masaje no sea equilibrado, por lo que sé que aún nos quedan veinte minutos cuando Encarna vuelve a intentar hablar conmigo.

—Me ha dicho tu abuela que estás interesado en una chica.

—No estoy interesado, al contrario, estoy haciendo todo lo posible por olvidarme de ella, pero no puedo porque mi familia no deja de nombrarla, invitarla a que nos acompañe cuando nos la hemos encontrado o darle mi número de teléfono —le digo un poco frustrado.

—¿A ella le gustas? Quizás solo le interese la vida que le puedas dar —me dice Encarna para mi sorpresa.

—Ella no sabe nada sobre mi familia, lo único que sabe de mí es mi nombre, que hago masajes para ganarme la vida y que no puedo ver desde que nací —le explico.

—Aun así, me veo obligada a hablar contigo. Tú ayudaste mucho a mi nieto cuando estaba confundido y es justo que alguien hable contigo también.

—¿A qué te refieres?

—No estás obligado a estar con una chica si te gustan más los chicos —me dice y comienzo a entender a lo que ha venido la buena de Encarna.

—Lo sé, eso mismo le hice ver a tu nieto, pero no es mi caso —le hago saber.

—¿No? Parecías que sabías mucho sobre cómo se sentía él —me dice confundida.

—Porque mi primo Eric pasó por lo mismo dos años antes y yo le apoyé.

—Pero nunca te he visto con una chica.

—Porque no había estado con ninguna, aunque Carmen y yo no tenemos ninguna relación. Solo nos gustamos —le explico.

—¿Y por qué no estáis juntos?

—Porque no sería correcto, Encarna. Yo no podría hacerla feliz —me sincero.

—¿Tú? Por supuesto que sí, Guille y no permitas que nadie te diga lo contrario —responde molesta y ambos nos sumimos en nuestros propios pensamientos.

Lo de Carmen se me está yendo de las manos. Ya no solo mi abuela cotillea con mis primos y mi tía, también lo hace con sus amigas. Lo peor de todo es que hace más de cuatro horas que me separé de ella y aún no me ha llamado o enviado un mensaje, a pesar de que tiene mi número de teléfono.

Yo no le dije que trabajaría hoy por la tarde, así que, si no lo ha hecho, es porque no ha querido. Todo era más fácil cuando sabía que no podía contactarme, porque ahora no solo estoy pendiente del reloj que me avisa si tengo algún mensaje o me han llamado, también me siento fatal porque es ella la que no quiere relacionarse conmigo.

En definitiva, estaba mucho mejor cuando no le di la oportunidad de volverme a encontrar, no duele tanto como el saber que puede hacerlo, pero no le da la gana. 

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