Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

CAPÍTULO DOS - DESAPROVECHANDO LA OPORTUNIDAD

CARMEN

Guillermo me cae bien. Me hace reír, algo que, últimamente, me estaba costando un poco. Además, no he conocido nunca a un ciego y siento una curiosidad desmedida y eso, teniendo en cuenta que soy curiosa por naturaleza, es preocupante.

—Vale, ahora te toca a ti hacer las tres preguntas, pero como aún me quedan muchas más en el tintero, me dejas tu número de teléfono y otro día continúo —me atrevo a decirle con un poco de coquetería.

—¿Estás segura de eso? Tener esta información te da poder y es mucha la responsabilidad —me responde y, por primera vez desde que me senté con él en la mesa, no hay ni un ápice de diversión en su rostro o su voz.

—Sí, me arriesgaré —le contesto muy segura de mí misma.

Cuando saco el móvil del bolso, me doy cuenta de que tengo siete llamadas perdidas de mi jefe y un mensaje que pone que vaya urgentemente a cumplir con mi trabajo. Por supuesto que no le hago caso.

Yo no tengo derecho a vacaciones ni a paro porque no estaba contratada, tampoco tengo mucho dinero ahorrado, pero me tendré que apañar con la beca y buscar un trabajo urgentemente. Es verano, el momento ideal para que gane dinero un estudiante.

En cuanto guardo el número de Guillermo, meto el teléfono en el bolso, dejándolo en silencio. No me apetece nada escuchar las llamadas insistentes de mi jefe y su mujer, sobre todo, después de que ella se empeñara en que me fuera y no volviese porque era una buscona.

—¿Qué haces cuando no estás preparando sushi? —es la primera pregunta de Guillermo y me arrepiento de no haberla hecho yo misma con anterioridad.

—Partiendo de que no seguiré trabajando en el restaurante, en invierno asisto a clases de Farmacia en la facultad, estoy en cuarto. Suelo salir por ahí con mis dos compañeras de piso, visito a mi familia, me pierdo en la playa con mi moto, aunque no muy a menudo, salgo a correr por las mañanas y, como a todo el mundo, me gusta leer y escuchar música —le digo intentando parecer interesante.

—Pensé que ibas a decirme que montas a caballo o que juegas a balonmano —me sorprende con su comentario.

—Hasta hace tres años practicaba karate, pero lo dejé en cuanto me mudé a Granada. Por eso salgo a correr, quiero mantenerme en forma —le explico.

—A mí también me gusta hacer deporte, aunque no salgo a correr por ahí, pero lo hago en una cinta. Sin embargo, lo más que me gusta es nadar.

—¿Nadar? ¿Y cómo sabes por dónde vas? —pregunto antes de reflexionar lo que estoy diciendo.

—La mayoría de las personas cierran los ojos cuando nadan. ¿Cuál es tu libro o libros favoritos? —vuelve a sorprenderme con la pregunta.

—Definitivamente, Mujercitas de Louisa May Alcott. No importa las veces que lo vuelva a leer, siempre me cautiva igual que cuando era una niña —me emociono al recordar el libro.

—Solo me queda una pregunta, así que tengo que meditarla mucho —me dice y, por lo poco que lo conozco, sé que me está tomando el pelo.

—Hasta ahora lo has hecho muy bien y tengo que reconocer, aunque me fastidie, que mucho mejor que yo —me sincero.

—No era muy difícil —se burla de mí.

—Oye, tú tenías ventaja porque sabías que trabajaba en un restaurante —le recuerdo haciéndome la ofendía.

—¿Te gusta la pizza?

—¡Qué! —exclamo sorprendida.

—Mi tercera y última pregunta.

—¿Para eso necesitabas meditar? No me jodas —no puedo evitar decir antes de echarme a reír.

—¿Te gusta o no? —insiste él.

—Claro que me gusta la pizza.

—Y yo que pensaba que serías el amor de mi vida —me dice serio, pero con una sonrisa en la cara que parece que se ha ganado la lotería.

—¿A ti no te gusta?

—No, es como un bocadillo, pero le puedes poner de todo lo que se te antoje y me parece asqueroso.

—Un día te haré una pizza en mi piso y te va a encantar —le ofrezco.

—Eso tenías que haberlo dicho con Eric delante, para que viese que yo también puedo ligar —coquetea claramente conmigo.

—¿Tienes novia? Es decir, hay alguien importante en tu vida, que no sean tu familia y tus amigos, me refiero —le digo avergonzada, hablando atropelladamente.

—Mi tema tabú es hablar de las mascotas —me dice y sé que lo hace para molestarme.

—¡Guillermo! —le regaño.

—No, no tengo novia, ni nadie relevante que no sean mi familia o mis amigos —me dice lentamente y suspirando cuando acaba la frase.

—Yo tampoco —le hago saber, para que Lola no se queje luego de que no dejo claras mis intenciones.

—Eso es muy difícil de creer.

—Es la verdad, tenía un novio antes de venirme a Granada, pero me dijo que si me iba me dejaba y los últimos tres años no he encontrado a nadie que lo pueda catalogar como crucial —le explico, porque soy una bocazas.

—Sigo sin creerte. Se nota que eres una chica a la que le gusta salir y conocer gente —me describe acertadamente.

—Claro. No me he metido a monja todo este tiempo, pero ninguna relación ha terminado de cuadrar. Mi hermana dice que mis expectativas son demasiado altas —le resumo mi patética vida sentimental.

—¿Cómo era tu ex?

—Fue mi primer novio. Cuando empezamos, él estaba acabando segundo de bachiller y yo primero, aunque nos llevábamos dos años porque él estaba repitiendo segundo. Era divertido y cariñoso, no obstante, también estaba un poco mimado y a veces le daban ataques de celos, algo que nunca me gustó. Imagino que, al ser hijo único, no le gusta compartir.

—Yo también soy hijo único, sin embargo, si te refieres a compartir a tu novia con otros chicos, entiendo que eso les pasa a casi todos, incluidos a los que tienen siete hermanos.

Lo que he dicho al ver sus ojos por primera vez es cierto, son preciosos, verdes, de distintas tonalidades y con destellos amarillos. Lo sé porque no he podido parar de observarlos todo el tiempo, una ventaja de que mi interlocutor sea ciego.

Desde que vi a Guillermo pude apreciar que es mono, tiene buen cuerpo y a simple vista se percibe que hace ejercicio, pero cuanto más lo miro, más me percato de lo atractivo que es. Está moreno, aunque se nota que solo porque es verano y que en cuanto el sol deje de brillar todos los días, su tono de piel se esclarecerá y el pelo le queda genial, pese a que está despeinado, le hace parecer un niño travieso.

Posiblemente, haya conocido a chicos muchos más guapos que él, pero en atractivo no recuerdo que le gane ninguno. Así mismo, a mí siempre me han gustado los hombres como él, con la nariz delgada y los labios no muy gruesos, es decir, sin rasgos muy pronunciados. Además, tiene unas pestañas kilométricas y eso me encanta, tanto como que no me importaría en absoluto besarlo ahora mismo.

—No tener hermanos, tiene que ser muy aburrido —le digo mientras lo observo y pienso en que hacer para acabar besando a este chico.

Hace dos meses que no he estado con nadie, al menos, íntimamente, y va siendo hora de que esa situación cambie.

—¿Tenerlos es más divertido? —me pregunta ajeno a todo lo que me ronda por la cabeza.

—Siempre puedes ver las tonterías que hacen tus hermanos.

—Lo de ver, lo dirás por ti. Yo seguiría en tinieblas.

—Pues ellos podrían ver las tonterías que harías tú —intento arreglar mi metedura de pata.

—No estoy tan seguro. Tengo una anomalía congénita y hereditaria, así que, posiblemente, hiciéramos todos juntos el idiota y mis padres se partirían el culo.

—¿Cómo puedes bromear con algo así?

—Me he acostumbrado. Llevo veintitrés años siendo ciego y no conozco otra cosa —me dice sin darle importancia.

—¿Y a qué más te has acostumbrado? —le pregunto para conocerlo mejor.

—A llevar las gafas puestas.

—Te las voy a poner, si tanto las echas en falta —le hago saber mientras me acerco a él con las gafas en la mano.

No soy una persona tímida, aunque tampoco soy muy lanzada, eso se lo dejo a mi hermana. Sin embargo, estos últimos años he tenido varias experiencias con algunos chicos y eso ha hecho que sea más atrevida.

Aun así, nunca he sido yo la primera en besar, pero en este caso, la situación lo requiere, puesto que, al ser ciego, por poder, no podría ni encontrarme.

Igualmente, no voy a besarlo sin más, no quiero que piense que me aprovecho de él, puedo ir tanteando el terreno y ver lo que sucede.

—Aunque las gafas te queden muy bien, me gustas más sin gafas —le digo y me quedo a escasos centímetros de él al ponérselas en el pelo, después de desordenárselo un poco más.

Él no me responde, pero veo cómo traga grueso, lo que quiere decir que, al menos, le ha afectado que lo toque. Sin darles mucha importancia a las personas que se encuentran a nuestro alrededor, mis manos bajan hacia su cara y Guillermo me imita.

Me quedo fascinada en sentir cómo recorre mi rostro, sin olvidarse de nada.

—Así es cómo puedo verte yo, con el tacto —me explica y me doy cuenta de que ahora sabe cómo soy.

—Voy a besarte —le digo, cuando él termina de explorar mi cara.

No espero a que me conteste, sino que me acerco aún más y poso mis labios sobre los suyos.

Al principio no me muevo, pero pasados unos segundos y tras darle un tiempo para que Guillermo se aleje, si es lo que quiere, abro la boca ligeramente y acaricio el labio inferior de Guillermo con los míos.

En cuanto escucho un suave gemido por su parte, comienzo a besarlo con los labios, sin prisas, y me alivia notar como él me imita, ya que eso significa que quiere este beso tanto como yo.

No tardo en juguetear con la lengua, él me sujeta con fuerza y nuestras lenguas comienzan a acariciarse. Nunca he besado así, con tanta pasión. Quizás tenga la culpa de que a mi primer novio no le gustaba besar, pero un minuto después soy yo la que gimo en su boca y me separo al recordar que estamos en un lugar público.

GUILLERMO

Cuando Carmen me pone las gafas en la cabeza y comienza a tocarme el pelo, puedo sentir la tensión entre nosotros, incluso siendo ciego.

No puedo controlarme y también comienzo a tocar su rostro. Me gusta tocarla, tanto como jamás pensé que me pudiese gustar hacerlo.

—Así es cómo puedo verte yo, con el tacto —le explico, cuando me dejo llevar y me centro solo en su rostro.

—Voy a besarte —me dice unos segundos después.

No le contesto, pero recibo gustoso los labios de ella sobre los míos, sobre todo cuando comienza a utilizar su lengua tímidamente y yo la imito. No puedo evitar soltar un pequeño gemido, pero es que mi libido está por las nubes.

—Lo siento, olvidé que estamos en una terraza —me dice al separarse de mí, dejándome una erección dolorosa en los pantalones.

—Yo no comprendo lo que se puede o no se puede hacer con público —intento que no se note lo que me molesta que haya dejado de besarme.

—Aunque no lo creas, no suelo ser tan osada.

—Imagino que si esperas por mí, podrías haber partido el año —intento no darle importancia.

La conversación se vuelve cómoda como anteriormente y unos minutos después soy yo el que busco su cara y la beso. Me gusta besar a Carmen y quiero hacerlo todo lo que pueda si no lo voy a poder hacer más después de que nos despidamos.

No me importa el dolor que me causa el no poder aliviarme en este momento, quiero tocarla, besarla y sentirla. Así que volvemos a pedir unas tapas y, esta vez, unas botellas de agua, y continuamos hablando y besándonos a partes iguales.

***

A las cuatro y media, cuando el bar cierra, me despido a las puertas de un taxi, que he pedido unos minutos antes para que me recoja por fuera del local. No es la primera vez que vengo, de hecho, me encanta venir unos días antes de que juegue Argentina al fútbol porque aquí casi todos los camareros y muchos clientes son seguidores de esta selección.

—¿Estás seguro de que no quieres que vaya contigo? —insiste Carmen, que ya me ha acompañado a llegar hasta donde nos encontramos en este momento.

—He quedado, no tienes que preocuparte por mí —intento que no se inquiete por mi situación.

—¿Te parece bien que te llame mañana y quedemos? —me pregunta y noto ciertas ansias en sus palabras.

—Solo si me das un beso de despedida —le contesto sin dudarlo ni un segundo.

Posiblemente, esta sea la última vez que escuche su voz y sienta sus besos. Nunca he besado a nadie con anterioridad, pero si he leído libros donde los protagonistas se besan y estoy seguro de que a ella le ha gustado tanto como a mí.

En un momento dado, se dejó llevar tanto que incluso me mordió el labio inferior, pero lo que me volvió loco fueron sus manos tirando levemente de mi pelo.

Al menos, esperé a no estar tan excitado para levantarme de la mesa, aunque, indudablemente, ella tuvo que notar mi erección en algún momento.

—¿Era guapa? —le pregunto al taxista, cuando me subo a su vehículo para que me lleve a la casa de mi tía.

—Mucho más que mi mujer cuando la conocí. Si fuera usted, no la dejaría escapar —responde el taxista y yo no puedo evitar pensar que ya es demasiado tarde.

***

Por suerte, cuando llego a la casa de mis tíos, el almuerzo ya ha terminado y me puedo sentar a charlar con Eric sin interrupciones de ningún tipo. No es que me importe contarle todo lo que acaba de suceder delante de alguien más, sin embargo, tengo ciertas dudas que prefiero que se queden entre nosotros.

—¿La besaste? —me pregunta incrédulo.

—Al principio, me besó ella a mí —le explico después de contarle una corta versión de los hechos.

—¿Y cómo habéis quedado?

—No lo hemos hecho —le miento, porque no quiero escuchar la llantina de mi primo sobre que estoy siempre desaprovechando oportunidades.

—Pues es una pena, porque me encantaba esa chica para ti.

No contesto a su comentario, porque si fuese por mi primo, todas las chicas que se dignan a hablar conmigo sin asustarse porque soy ciego son perfectas para mí. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro