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¿ustedes son solo amigas?


Buenassss.

Escuchen esto.

Quien más comenté se va a llevar un adelanto de los próximos dos capítulos.

Sin más me retiro, disfruten.

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Pov Alejandra.

Me desperté en la madrugada, otra vez. El sueño había sido esquivo últimamente, pero esta vez algo más me sacó de la cama. Escuché un sonido en el pasillo, algo que no debía estar ahí. Mi corazón empezó a latir más rápido mientras me deslizaba fuera de las cobijas, tratando de no hacer ruido para no despertar a Isabella.

Con cuidado, abrí la puerta de la habitación. La luz tenue del pasillo apenas iluminaba las sombras, creando un ambiente inquietante. Caminé con pasos silenciosos, esforzándome por captar cualquier otro sonido que pudiera indicar de dónde venía el ruido.

De repente, vi una figura a lo lejos, casi inmóvil. Mi corazón dio un vuelco al reconocerla. Era Sofía. Estaba allí, en el pasillo, observándome con una mirada fija e inexpresiva. Sentí una mezcla de miedo y rabia, mi cuerpo tenso y alerta.

Justo en ese momento, sentí una mano firme y reconfortante en mi hombro. Belén estaba allí, detrás de mí, su presencia dándome el valor que necesitaba.

-¿Qué estás haciendo aquí, Sofía? -pregunté, mi voz más firme de lo que me sentía por dentro.

Sofía no respondió de inmediato. Simplemente siguió mirándome con esos ojos que tanto me habían herido en el pasado. Finalmente, después de unos segundos que parecieron eternos, dio un paso atrás y se giró, marchándose sin decir una palabra. Nos quedamos allí, Belén y yo, observando cómo se alejaba. No sabía exactamente qué pensar o sentir.

Suspiré, aliviada pero aún intranquila. Miré a Belén y asentí con gratitud.

-Vamos a intentar descansar un poco más -dijo Belén suavemente, guiándome de regreso a la habitación.

Me recosté nuevamente en la cama, pero mi mente seguía dando vueltas. No podía dejar de preocuparme por la seguridad de Isabella. Entonces, sentí el abrazo cálido de mi hija. Se había despertado y me estaba reconfortando, su pequeño cuerpo aferrado al mío.

-Todo estará bien, mamá -susurró Isabella, con esa voz dulce y llena de amor.

Sentí una paz inesperada en ese momento. Aunque la inquietud seguía presente, el abrazo de Isabella me ayudó a calmarme. Agradecí tenerla a mi lado en estos momentos de incertidumbre, y finalmente, empecé a relajarme, sabiendo que, pase lo que pase, estaríamos juntas.

A la mañana siguiente, me desperté con una determinación renovada. Esto no podía seguir así. Revisé que Belén siguiera dormida y me aseguré de no hacer ruido para no despertarla. Con cuidado, me vestí y salí de la habitación. Sabía que tenía que enfrentar a Sofía y ponerle fin a esta situación de una vez por todas.

El trayecto hasta la casa de Sofía fue un torbellino de pensamientos y emociones. Cada paso que daba reforzaba mi decisión. Cuando llegué, respiré hondo y toqué el timbre. Después de unos momentos, la puerta se abrió y allí estaba ella, mirándome con sorpresa.

-Alejandra, ¿qué estás haciendo aquí tan temprano? -preguntó, visiblemente confundida.

-Necesitamos hablar -respondí con firmeza.

Sofía me invitó a pasar y, después de un segundo de vacilación, acepté. Entré en la casa y me dirigí al salón. Sofía me ofreció asiento, pero preferí quedarme de pie. No quería perder tiempo.

-Sofía, esto tiene que parar -comencé, mirando directamente a sus ojos-. Lo que hiciste anoche... No puedes seguir apareciendo así. Es perturbador para mí y para Isabella. Necesitamos paz.

Sofía parecía sorprendida por mi tono, pero antes de que pudiera decir algo, continué.

-Sé que todo esto ha sido complicado para ambas, pero tienes que dejarnos en paz. Si vuelves a aparecer de esa manera o a causarnos problemas, no dudaré en llamar a la policía.

Sofía se quedó en silencio por un momento, procesando mis palabras. Pude ver una mezcla de emociones en su rostro: sorpresa, ira, y quizás un poco de tristeza. Finalmente, habló.

-No quiero hacerte daño, Alejandra. Sólo quiero ver a mis hijas.

-Entonces hazlo de la manera correcta -respondí-. Respeta nuestros límites. Si realmente te importan, demuéstralo de una manera que no nos haga daño.

Sofía asintió lentamente, sin dejar de mirarme. No sabía si mis palabras tendrían el efecto deseado, pero al menos había dejado claro mi punto. Me di la vuelta para irme, sintiendo una mezcla de alivio y tensión.

Entonces, justo cuando pensé que todo terminaría, sentí un tirón en mi brazo. Sofía me había tomado con fuerza y, antes de que pudiera reaccionar, me arrojó al suelo. El impacto me dejó sin aliento y, en un abrir y cerrar de ojos, comenzó a golpearme. Cada golpe resonaba en mi cuerpo, dejándome cada vez más indefensa y aterrorizada.

Intenté defenderme, pero el miedo me paralizaba. Sofía, con una expresión de furia en el rostro, se inclinó sobre mí y empezó a ahorcarme. Sentí sus manos apretando mi garganta, cortándome la respiración. Luché por liberarme, pero mis fuerzas me abandonaban rápidamente.

-Si no eres mía, no serás de nadie más -dijo Sofía con una voz llena de odio y desesperación.

Mis pensamientos se desvanecían, y la oscuridad comenzó a envolverme. Cerré los ojos, esperando el final, cuando de repente todo cambió.

Desperté bruscamente, jadeando y sudando. El sueño había sido tan vívido que me costaba distinguir la realidad de la pesadilla. Sentí que el miedo me envolvía, impidiéndome respirar. Cada vez que intentaba calmarme, las imágenes de Sofía me golpeando y ahorcándome volvían a inundar mi mente.

De repente, la puerta de la habitación se abrió de golpe y Belén entró corriendo, con el rostro lleno de preocupación.

-¡Ale! ¡Alejandra! ¿Estás bien? -dijo, acercándose rápidamente a la cama.

Intenté hablar, pero las palabras no salían. Todo lo que podía hacer era jadear y luchar por respirar. Mi pecho se apretaba y sentía que el aire no llegaba a mis pulmones. Estaba teniendo un ataque de pánico.

Belén se sentó a mi lado y me tomó las manos, tratando de estabilizarme.

-Respira, Ale. Estoy aquí. Respira conmigo -dijo, con su voz firme pero tranquila.

Intenté seguir su ritmo, pero el pánico seguía controlando mi cuerpo. Belén me abrazó, tratando de transmitirme su calma.

-Mírame, Ale. Mírame -insistió, tomando mi rostro entre sus manos-. Estás a salvo. Todo está bien. Solo respira.

Poco a poco, su presencia y sus palabras empezaron a tener efecto. Mis respiraciones se hicieron menos frenéticas, aunque el miedo seguía presente. No podía evitar sentirme vulnerable y asustada.

-No puedo... no puedo... -murmuré entre sollozos.

-Sí, puedes. Estoy aquí contigo. No estás sola -respondió Belén, sin dejar de mirarme a los ojos.

Me aferré a sus palabras, tratando de encontrar la fuerza para calmarme. Poco a poco, mi respiración comenzó a regularse. Aunque el miedo seguía ahí, la presencia de Belén me ayudaba a no sentirme tan perdida.

Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, mi respiración se estabilizó un poco más. Belén me seguía abrazando, susurrándome palabras de consuelo.

-Gracias... -dije, mi voz apenas audible.

-Siempre, Ale. Siempre estaré aquí para ti -respondió Belén, con una sonrisa suave pero llena de determinación.

Aunque el miedo y la angustia no se habían ido por completo, el abrazo de Belén y su apoyo incondicional me recordaron que no estaba sola en esta lucha.

Después de un rato, cuando mi respiración se había estabilizado y el ataque de pánico comenzaba a desvanecerse, me sentí lo suficientemente tranquila para hablar. Belén seguía a mi lado, su presencia calmante me daba la seguridad que necesitaba.

-Belén... -empecé, con la voz temblorosa-. Fue horrible... el sueño...

Belén me miró con ojos llenos de preocupación y ternura.

-Cuéntame, Ale. Estoy aquí para escucharte -dijo suavemente, apretando mis manos.

Tomé un respiro profundo y traté de ordenar mis pensamientos.

-Estaba en casa de Sofía -comencé-. Pensé que finalmente todo terminaría, pero ella me tomó del brazo y me arrojó al suelo. Empezó a golpearme y luego... luego comenzó a ahorcarme. No podía respirar, no podía defenderme... Me dijo que si no era suya, no sería de nadie más.

Belén me escuchaba con atención, su rostro reflejando el dolor que sentía al escuchar lo que había experimentado en el sueño.

-Sentí tanto miedo, Belén. Pensé que iba a morir. Y justo cuando cerré los ojos, me desperté aquí, pero todo parecía tan real...

Las lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas y Belén me abrazó más fuerte.

-Ale, lo siento tanto. Nadie debería pasar por algo así, ni siquiera en un sueño -dijo, su voz suave y reconfortante-. Estoy aquí contigo. Sofía no puede hacerte daño. Estás a salvo ahora.

Me dejé consolar por su abrazo, sintiendo cómo su calidez y apoyo me envolvían. Aunque las imágenes del sueño seguían persiguiéndome, la presencia de Belén me daba una sensación de seguridad que no había sentido en mucho tiempo.

-Gracias, Belén. No sé qué haría sin ti -susurré, apoyando mi cabeza en su hombro.

-No tienes que hacerlo sola, Ale. Juntas superaremos esto. Siempre estaré aquí para ti -respondió, acariciando mi espalda con ternura.

Nos quedamos así, abrazadas, durante lo que parecieron horas. Poco a poco, el miedo y la angustia se disiparon, reemplazados por una sensación de alivio y esperanza. Con Belén a mi lado, sentía que podía enfrentar cualquier cosa, incluso los fantasmas de mis pesadillas.

Después de un rato, cuando me sentí lo suficientemente calmada, me di cuenta de que no sabía qué día era. Miré a Belén, aún abrazándome, y pregunté:

-¿Qué día es hoy?

Belén me soltó suavemente y miró su reloj.

-Hoy es 16 de junio -respondió.

De repente, recordé la importancia de la fecha. Hoy era el aniversario de Ángela y May. Tenía que estar allí para mi hija.

-¡Es el aniversario de Ángela y May! -exclamé, sintiendo una mezcla de emoción y ansiedad-. No puedo faltar.

Belén asintió comprensivamente.

-Lo sé, Ale. Pero después de lo que pasó anoche... ¿Estás segura de que quieres ir? Puedo quedarme aquí contigo.

Negué con la cabeza, decidida.

-No, Belén. Necesito estar allí. Es importante para Ángela. Además, no quiero que Sofía me vea como débil. Tengo que seguir adelante.

Belén sonrió con cariño y me acarició la mejilla.

-De acuerdo. Vamos a prepararnos entonces. Hoy es un día importante.

Nos levantamos y comenzamos a prepararnos. Mientras nos vestíamos, mi mente seguía ocupada con pensamientos de cómo sería enfrentar a mi familia hoy. Esta sería la primera vez que fingiríamos ser pareja frente a todos. Belén y yo habíamos hablado de esto, pero ahora que el momento había llegado, no podía evitar sentirme nerviosa.

Belén me pasó un vestido y me ayudó a ajustarlo.

-Todo saldrá bien, Ale -dijo con una sonrisa tranquilizadora-. Estamos en esto juntas.

Asentí, agradecida por su apoyo incondicional. Nos miramos en el espejo una última vez antes de salir. Belén tomó mi mano y me dio un apretón reconfortante.

-Vamos a darles una sorpresa -dijo con una chispa de diversión en sus ojos.

Sonreí y salimos juntas, decididas a enfrentar el día. A medida que nos acercábamos a la casa de mis padres, mis nervios comenzaron a aumentar. Belén, como siempre, notó mi inquietud y me apretó la mano con fuerza.

Llegamos a la sala y, de inmediato, mis ojos se encontraron con Sofía. Estaba allí, sentada junto a Lisbet, la última mujer con la que había estado. Sentí un nudo en el estómago, pero me esforcé por mantener una expresión tranquila. Hoy no era el día para dejar que ella me afectara.

Belén apretó mi mano suavemente, recordándome que no estaba sola. Nos dirigimos hacia el centro de la sala, donde mi familia se había congregado para la celebración.

-¡Alejandra, Belén! -dijo mi padre, Luis, con una sonrisa-. Qué bueno que pudieron venir.

-No nos lo perderíamos por nada del mundo -respondió Belén, su voz llena de calidez mientras me rodeaba la cintura con un brazo.

Sentí el peso de las miradas sobre nosotras. Sabía que todos estaban observando, especialmente Sofía y Lisbet. Era el momento de empezar a fingir. Me giré hacia Belén y le sonreí, tratando de poner todo mi cariño en ese gesto.

-Belén, ¿te he dicho lo hermosa que estás hoy? -dije, acariciando su mejilla con suavidad.

Belén sonrió y me devolvió la caricia.

-Lo dices todo el tiempo, Ale. Pero nunca me canso de escucharlo -respondió, con un brillo en sus ojos.

Nuestros pequeños gestos de afecto parecían naturales, aunque sabía que Sofía estaba observando cada movimiento. Podía sentir su mirada penetrante desde el otro lado de la sala.

-Realmente son una pareja encantadora -dijo Lisbet, con una sonrisa que no llegaba a sus ojos.

-Gracias, Lisbet -respondió Belén amablemente, manteniendo su mano en mi cintura-. Alejandra y yo estamos muy felices juntas.

-Eso es lo importante, ¿no? -dijo Sofía, su tono gélido-. La felicidad.

El comentario de Sofía hizo que un escalofrío recorriera mi espalda, pero me obligué a mantener la compostura. No iba a dejar que sus palabras me afectaran. Me aferré a la mano de Belén con más fuerza y le di un abrazo rápido.

-Estamos construyendo algo hermoso juntas -dije, mirando a Belén con una sonrisa.

Belén me devolvió la mirada con una ternura que casi me hizo olvidar que estábamos fingiendo.

-Y no podría pedir una mejor compañera para este viaje -añadió, antes de acariciar mi espalda con suavidad.

El gesto fue breve, pero suficiente para transmitir el mensaje. Sentí el murmullo de la gente alrededor y vi las miradas de aprobación de mi familia. Pero más que nada, vi la frustración en los ojos de Sofía. Ella sabía que había perdido el control sobre mí, y eso la molestaba.

A lo largo de la noche, Belén y yo seguimos actuando como una pareja cariñosa. Nos abrazábamos, compartíamos risas y nos susurrábamos al oído, todo mientras manteníamos la imagen de una pareja enamorada.

Después de un rato, Ángela se acercó a mí y me llamó a un lado para hablar en privado. Noté la curiosidad en sus ojos y supe de inmediato sobre qué quería hablar.

-Mamá, ¿puedo preguntarte algo? -dijo Ángela, su voz baja pero firme.

-Claro, Ángela, dime -respondí, tratando de mantener una expresión tranquila.

-¿Tú y Belén están saliendo? -preguntó, mirándome fijamente.

Tomé una profunda respiración, sabiendo que había llegado el momento de ser completamente honesta.

-Sí, Ángela. Belén y yo estamos saliendo -respondí, esperando su reacción.

Para mi sorpresa, una sonrisa se formó en el rostro de Ángela.

-Me alegra mucho escuchar eso, mamá. Belén parece una persona maravillosa. Te felicito -dijo, abrazándome con fuerza.

Sentí un gran alivio al escuchar sus palabras. Saber que Ángela aprobaba mi relación con Belén significaba mucho para mí.

-Gracias, cariño. Eso significa mucho para mí -dije, devolviéndole el abrazo.

Nos separamos y Ángela volvió a la sala, donde los demás seguían conversando y disfrutando de la celebración. Mientras la observaba regresar con los demás, sentí una oleada de gratitud y felicidad.

Me uní de nuevo a Belén y al resto de la familia en la sala, mi corazón más ligero que antes. A pesar de todo lo que había pasado, estaba rodeada de personas que me amaban y apoyaban. Con Belén a mi lado y la aprobación de mi hija, sentí que finalmente estaba en el camino correcto para reconstruir mi vida.

Belén y yo solo fingimos aquí, en el hotel y fuera de lo social solo somos mejores amigas que se tratan como pareja, jamás lo seríamos porque solo somos eso, Amigas.

La música empezó a sonar y todos salieron a bailar. Ángela y May se movían con gracia en la sala, sus risas llenando el espacio. Belén se acercó a mí con una sonrisa traviesa y me tendió la mano.

-¿Bailamos, mi amor? -dijo, exagerando el tono romántico.

Me reí y acepté su mano, dejando que me guiara hacia el centro de la sala. Mientras nos movíamos al ritmo de la música, Belén se inclinó hacia mí y susurró:

-¿Lo estoy fingiendo bien?

Sonreí y le respondí en voz baja, tratando de mantener la seriedad.

-Estás haciendo un trabajo espectacular, mi querida.

Justo en ese momento, escuchamos una risita detrás de nosotros. Me giré y vi a Paulina, mi hermana, observándonos con una sonrisa divertida.

-Sabía que estaban fingiendo -dijo Paulina, poniendo los ojos en blanco de manera exagerada.

Daniela, que estaba a su lado, se unió a la diversión y añadió:

-Sí, se nota a kilómetros de distancia. Pero tienen talento, eso sí.

Belén y yo nos miramos, intentando contener la risa, pero al final estallamos en carcajadas. La situación, aunque incómoda, se sentía más ligera con el buen humor de mis hermanas.

-Bueno, si lo van a fingir, al menos háganlo bien -dijo Paulina, dándonos un empujoncito juguetón.

Belén aprovechó el momento para girarme con elegancia y luego me atrajo hacia ella, sonriendo.

-¿Así está mejor? -preguntó, sus ojos brillando con diversión.

-Perfecto -respondí, dejándome llevar por el momento.

Mientras seguíamos bailando, sentí una conexión genuina entre nosotras. Las risas y los movimientos coordinados nos hacían parecer una pareja de verdad, y aunque todo había empezado como una actuación, algo en mi corazón se sintió más real.

La música continuó y nos perdimos en el ritmo, rodeadas por la calidez y el apoyo de mi familia. Estar allí, compartiendo ese momento con Belén, me hizo sentir que, a pesar de todo, estaba en el camino correcto hacia la felicidad.

Ellas siguen bailando, riendo y disfrutando del momento hasta que, de repente, siento la necesidad de salir un momento a tomar aire.

-Voy a salir a tomar un poco de aire -le digo a Belén, que asiente con una sonrisa.

Me dirijo hacia la terraza, abro la puerta y dejo que el aire fresco me envuelva. Respiro profundamente, intentando despejar mi mente, pero el olor a humo de cigarrillo invade mis sentidos. Me giro y, para mi sorpresa, veo a Sofía fumando en una esquina.

-Hola, Alejandra -dice Sofía, soltando una nube de humo mientras me mira.

-Sofía, sabes que fumar es malo para ti, ¿verdad? -le digo, tratando de mantener la calma.

Sofía se encoge de hombros y da otra calada a su cigarrillo.

-¿Desde cuándo te interesa mi vida? -responde con indiferencia.

Frunzo el ceño, sintiendo una mezcla de frustración y lástima.

-No me importa tu vida, Sofía. Pero sí me importa porque eres la madre de nuestras hijas. Si te mueres por fumar, las niñas quedarían huérfanas -le digo, mi voz más firme de lo que esperaba.

Sofía me mira con una sonrisa irónica.

-Solo Isabella quedaría huérfana, Ángela ya es mayor de edad -replica, exhalando el humo con desprecio.

-¿Entonces no te importa Isabella? -le pregunto, mirándola directamente a los ojos.

Sofía se queda en silencio por un momento, sus ojos se desvían mientras da otra calada a su cigarrillo. La indiferencia en su mirada me duele más de lo que esperaba.

-Claro que me importa -dice finalmente, pero su tono carece de convicción.

Decido que es mejor no seguir con esta conversación. Suspiro y me alejo un poco, apoyándome en la barandilla de la terraza. La vista de la ciudad iluminada debería ser tranquilizadora, pero la presencia de Sofía lo arruina.

-Deberías volver adentro, Alejandra. No queremos arruinar la fiesta, ¿verdad? -dice Sofía con un tono burlón.

Ignoro su comentario y cierro los ojos, tratando de recuperar la calma. No vale la pena entrar en una discusión, no aquí y no ahora. Después de unos minutos, oigo pasos acercándose y me doy cuenta de que Belén ha salido a buscarme. Me gira suavemente y me envuelve en un abrazo.

-¿Todo bien? -me pregunta en voz baja.

-Sí, solo necesitaba un poco de aire -respondo, dejándome reconfortar por su presencia.

Belén me sonríe y me toma de la mano.

-Vamos adentro. No dejes que ella te arruine la noche.

Asiento, pero cuando Belén se dirige hacia la puerta, decido quedarme un momento más en la terraza. La miro marcharse y luego giro mi atención de nuevo hacia Sofía. Ella sigue fumando, mirando el horizonte como si no le importara nada en el mundo.

-Felicidades por tu nueva relación con Belén -dice Sofía con tono burlón, exhalando otra bocanada de humo. Es evidente que no está contenta con la noticia.

Respiro hondo, tratando de mantener la calma.

-Gracias, Sofía. Felicidades a ti también por tu relación con Lizbeth -respondo, intentando ser respetuosa.

Sofía suelta una carcajada amarga.

-Sinceramente, no me gusta Lizbeth -admite, con una indiferencia que me sorprende. Sigue fumando como si la conversación no tuviera importancia.

Frunzo el ceño, realmente preocupada por sus palabras.

-Si no te gusta, entonces déjala. No le hagas daño -le recomiendo, tratando de apelar a cualquier rastro de empatía que le quede.

Sofía se encoge de hombros, dando otra calada a su cigarrillo.

-Lizbeth es más bien una acompañante, alguien para no estar sola -responde con frialdad.

Siento una oleada de ira y tristeza al escucharla. No puedo creer lo insensible que se ha vuelto.

-Eso no está bien, Sofía. No puedes tratar a las personas como si fueran objetos desechables. Lizbeth merece alguien que realmente la valore, no alguien que la use para no sentirse sola -la reto, mi voz llena de desaprobación.

Sofía me mira con un destello de algo que parece ser culpa, pero rápidamente lo oculta detrás de su habitual máscara de indiferencia. Apaga su cigarrillo contra la barandilla de la terraza y se aleja sin decir una palabra más.

La miro marcharse, sintiendo una mezcla de alivio y tristeza. No sé si mis palabras tendrán algún impacto en ella, pero al menos he intentado hacer lo correcto.

Después de un momento, respiro hondo y regreso al interior, dispuesta a seguir adelante y disfrutar de la noche con aquellos que realmente importan.

Después de la tensa conversación en la terraza, vuelvo al interior de la casa, intentando dejar atrás el encuentro con Sofía. Belén me espera junto a la pista de baile, su sonrisa reconfortante me ayuda a calmarme un poco.

-¿Todo bien? -me pregunta, tomando mi mano.

-Sí, todo bien. Vamos a seguir disfrutando de la noche -le respondo, sonriendo.

La música sigue sonando y la fiesta continúa. Belén y yo retomamos nuestro papel, fingiendo ser una pareja enamorada. Nos movemos con gracia, compartiendo miradas y sonrisas cómplices. Puedo sentir los ojos de Sofía sobre nosotras, su mirada llena de resentimiento y celos.

Intento concentrarme en Belén y en la alegría de la celebración, pero la tensión es palpable. En un momento, mientras estamos cerca de la mesa de bebidas, Sofía se acerca con una copa de vino en la mano. Su rostro muestra una mezcla de enojo y desafío.

Antes de que pueda reaccionar, Sofía derrama intencionadamente su copa de vino sobre mi vestido. El líquido rojo se extiende rápidamente, manchando la tela y provocando un silencio momentáneo en la sala.

-¡¿Qué demonios te pasa?! -exclama Belén, claramente furiosa, dando un paso hacia Sofía.

-Belén, no -le digo, colocando una mano en su brazo para detenerla. No quiero que esto se convierta en un espectáculo aún mayor.

Sofía me mira con una sonrisa de satisfacción, como si hubiera logrado una pequeña victoria.

-Ups, qué torpe soy -dice con sarcasmo, sin un ápice de remordimiento en su voz.

-No vale la pena, Belén -repito, manteniendo la calma con esfuerzo. La última cosa que quiero es que esta noche termine en una pelea.

Belén me mira, sus ojos llenos de preocupación y rabia contenida. Finalmente, asiente y retrocede, aunque puedo sentir su tensión.

-Vamos a limpiarte esto -dice, su tono más suave ahora, guiándome hacia el baño.

A medida que nos alejamos, siento las miradas de los demás invitados. Trato de ignorarlas y me concentro en respirar profundamente. No dejaré que Sofía arruine esta noche más de lo que ya lo ha hecho.

En el baño, Belén me ayuda a limpiar la mancha lo mejor que podemos. Aunque el vestido está arruinado, su apoyo me da fuerzas.

-No sé cómo logras mantener la calma con ella -murmura Belén, sacudiendo la cabeza.

-No es fácil, créeme -respondo, dejando escapar un suspiro. -Pero no dejaré que me controle. No más.

Mientras Belén y yo terminamos de limpiar la mancha de vino en el baño, la puerta se abre de golpe y aparece Ángela, con una expresión preocupada en su rostro. En sus manos sostiene una remera limpia.

-Mamá, lo siento mucho por el comportamiento de Sofía -dice, extendiéndome la prenda. Sus ojos están llenos de culpa y frustración. -No tenía derecho a hacerte eso.

Le tomo la remera y empiezo a cambiarme, agradecida por su gesto.

-No es tu culpa, Ángela -le digo, tratando de tranquilizarla. -Sofía tomó esa decisión por sí misma. No te sientas responsable.

Pero puedo ver la tensión en los ojos de Ángela, la forma en que su mandíbula está apretada. Está claramente enojada con Sofía, y no la culpo por eso. Suspiro y me acerco a ella, colocando una mano en su brazo.

-Ángela, no vale la pena que te enojes por esto. Sé que es difícil, pero no puedes dejar que Sofía te afecte tanto -le digo con suavidad, intentando calmarla.

-Es solo que... no entiendo cómo puede ser así contigo. Después de todo lo que has pasado -responde Ángela, la frustración evidente en su voz. -Y encima lo hace en mi aniversario, arruinando todo.

Belén sale del baño en ese momento, dándonos un espacio. Le agradezco con la mirada, y ella asiente, dejándonos solas.

-Sé que es difícil de entender, cariño. Pero hay personas que simplemente no saben cómo lidiar con sus propios problemas y terminan lastimando a otros -le explico, tratando de que entienda. -Lo importante es cómo reaccionamos nosotros. No podemos controlar lo que Sofía hace, pero sí podemos controlar nuestras propias acciones y sentimientos.

Ángela me mira, sus ojos llenos de confusión y tristeza. La abrazo, deseando poder protegerla de todo el dolor que Sofía ha causado.

-Lo siento, mamá. Siento que tengas que pasar por esto otra vez, y que Sofía siga siendo así -dice Ángela, con la voz quebrada. -No quiero que sigas sufriendo.

Siento sus lágrimas en mi hombro, y las mías no tardan en unirse. La abrazo con más fuerza, tratando de transmitirle todo mi amor y apoyo.

-Eres más fuerte de lo que crees, Ángela. No dejes que nadie te haga sentir menos. Y recuerda, siempre estaré aquí para ti -le digo, con la esperanza de infundirle un poco de fortaleza.

Ángela asiente lentamente, abrazándome con fuerza.

-Gracias, mamá. Haré mi mejor esfuerzo -responde, su voz un poco más firme.

Nos quedamos así por un momento, reconfortándonos mutuamente. Finalmente, me separo de ella y le sonrío.

-Vamos, volvamos a la fiesta. Esta noche es para celebrar, no para dejarnos llevar por la negatividad -digo, tratando de animarla.

Ángela asiente y juntas salimos del baño, dispuestas a seguir adelante y disfrutar del resto de la noche. A pesar de los desafíos y las tensiones, estamos juntas, y eso es lo que realmente importa.

Mientras salimos del baño, noto que la música ha cambiado a una melodía más suave y romántica. En la pista de baile, Ángela y May están abrazadas, moviéndose al ritmo de la música con una ternura palpable. Sus miradas se encuentran con una intensidad que solo puede surgir de un amor joven y puro.

Belén y yo nos quedamos en la entrada de la sala, observando la escena con una mezcla de amor y admiración. Hay algo en la forma en que Ángela y May se miran, algo tan genuino y profundo, que me hace sentir una oleada de orgullo y alegría.

-Mira cómo brillan -dice Belén en un susurro, su voz cargada de emoción. -Es hermoso verlas así, tan felices.

Asiento, sintiendo un nudo de emoción en la garganta.

-Sí, lo es -respondo, con la voz apenas un susurro. -Ver a Ángela tan feliz me da esperanza. Después de todo lo que hemos pasado, ver a mis hijas encontrar la felicidad es lo que más deseo.

Belén me rodea con su brazo, acercándome más a ella. Nos quedamos allí, en silencio, disfrutando del momento. La pista de baile está llena de parejas moviéndose al ritmo de la música, pero mis ojos no pueden apartarse de Ángela y May.

Es en estos momentos, rodeada de amor y de las personas que más importan, cuando siento que todo vale la pena. A pesar de los desafíos, de los momentos oscuros, hay luz y amor al final del túnel.

-Ángela y May son la prueba de que, a pesar de todo, el amor prevalece -dice Belén, como si leyera mis pensamientos.

La miro y sonrío, sintiendo una profunda gratitud por tenerla a mi lado.

-Tienes razón. Y me alegra que estemos aquí para verlo juntas -le digo, apretando su mano.

Nos quedamos allí un rato más, observando con amor a Ángela y May, sabiendo que, sin importar lo que venga, siempre tendremos estos momentos de pura felicidad para recordar y atesorar.

La música sigue sonando y el ambiente en la sala es alegre, pero no puedo evitar sentir la mirada de Sofía clavada en mí. Su mirada me quema, y cada segundo que pasa me siento más y más agobiada. Necesito salir de ahí, tomar un poco de aire fresco para calmarme.

-Voy a salir un momento al balcón -le digo a Belén, intentando sonar casual. Ella me mira con preocupación, pero asiente con una leve sonrisa de apoyo.

Salgo al balcón y respiro profundamente, dejando que el aire fresco de la noche me llene los pulmones. La luna brilla en el cielo, ofreciendo una luz suave y reconfortante. Me apoyo en la barandilla, tratando de centrarme en la tranquilidad del momento.

Pasados unos minutos, escucho el sonido de la puerta del balcón abriéndose y, al girarme, veo a Sofía de pie, observándome con una expresión que mezcla rabia y dolor.

-¿Qué haces aquí fuera sola? -pregunta, su tono cargado de reproche.

-Solo necesitaba un poco de aire -respondo, tratando de mantener la calma.

Sofía da un paso más cerca, su mirada intensa.

-¿Por qué estás con Belén y no conmigo? -dice de repente, su voz baja pero llena de intensidad. -¿Por qué no podemos arreglar las cosas?

Su pregunta me toma por sorpresa, pero intento mantener mi compostura. La miro directamente a los ojos, sintiendo una mezcla de tristeza y determinación.

-Sofía, lo nuestro terminó hace mucho tiempo. No fue por falta de intentos, sino porque no éramos buenas la una para la otra -digo con firmeza. -Belén me ha ayudado a sanar, a encontrar una nueva dirección en mi vida. Y, sinceramente, ya no quiero volver al pasado.

Ella me observa, sus ojos oscuros buscando alguna fisura en mi determinación. Da otro paso hacia mí, y puedo sentir la tensión en el aire.

-¿Crees que Belén es mejor para ti? ¿Que ella puede amarte como yo te amaba? -pregunta, su voz llena de amargura.

Me esfuerzo por mantener la calma y darle una respuesta sincera.

-No se trata de quién es mejor, Sofía. Se trata de quién me ayuda a ser mejor. Y Belén lo hace. No estoy diciendo que no me amaste, pero también me hiciste daño. Mucho daño. Y no puedo volver a eso.

Sofía se queda en silencio, su rostro reflejando una mezcla de ira y dolor. Finalmente, da un paso atrás y suelta un suspiro cargado de frustración.

-¿Daño? ¿Eso es todo lo que recuerdas? -dice con incredulidad, su voz temblando de emoción contenida.

Siento una oleada de emociones, y finalmente decido hablar con claridad sobre lo que llevo tanto tiempo guardando.

-Sí, Sofía. Daño. ¿Olvidas las veces que me golpeaste? ¿Las noches que pasé llorando por tu violencia y tus infidelidades? -digo, con una voz más fuerte de lo que esperaba. -Intenté salvar nuestro matrimonio, pero no podía salvarme a mí misma estando contigo.

Sofía me mira, su rostro palidece y por un momento parece tambalearse.

-Yo... no sabía que... -comienza a decir, pero sus palabras se desvanecen en el aire.

-No lo sabías o no te importaba. Pero ahora ya no importa, Sofía. Lo único que me importa es seguir adelante y encontrar la paz -le respondo, con firmeza.

Ella no dice nada más, simplemente se queda allí, mirándome con una mezcla de arrepentimiento y desesperación. Finalmente, sin decir una palabra más, se da la vuelta y se marcha, dejándome sola en el balcón.

Respiro hondo una vez más, mirando la luna y tratando de recuperar la calma. Sé que esta no será la última confrontación con Sofía, pero por ahora, me siento aliviada de haber expresado lo que llevo tanto tiempo guardando. Regreso al interior, donde Belén me espera con una mirada de apoyo y comprensión, y me uno nuevamente a la celebración, decidida a no dejar que nada ni nadie arruine este momento.

Regresé al interior, tratando de sacudirme el encuentro con Sofía. Belén estaba esperándome con una mirada de apoyo y comprensión.

-¿Estás bien? -preguntó suavemente, acercándose a mí.

Asentí, aunque todavía sentía el peso del encuentro en mis hombros.

-Sí, solo necesitaba sacarlo de mi sistema. Gracias por preocuparte -dije, esbozando una leve sonrisa.

Belén me abrazó brevemente y luego me tomó de la mano.

-Lo hiciste bien. Es importante que te defiendas y pongas límites. Estoy aquí para ti, Ale.

Le di las gracias con la mirada, apreciando su presencia en mi vida. Antes de que pudiera responder, escuchamos a May llamando la atención de todos en la sala.

-¡Familia y amigos, por favor, un momento! -dijo May, sosteniendo una copa y sonriendo ampliamente.

Ángela se puso de pie a su lado, y juntos se dirigieron al centro de la sala. La música se detuvo y todos los ojos se volvieron hacia ellos. May tomó la palabra primero.

-Queremos agradecerles a todos por estar aquí hoy, celebrando nuestro aniversario. Ha sido un año lleno de amor, desafíos y crecimiento, y no podríamos haberlo hecho sin el apoyo de todos ustedes -comenzó May, su voz llena de emoción.

Ángela asintió y tomó la palabra.

-May, tú has sido mi roca, mi inspiración y mi amor incondicional. No puedo imaginar mi vida sin ti. Gracias por cada momento, por cada risa y por cada lágrima compartida. Eres mi todo -dijo, sus ojos brillando de amor mientras miraba a May.

May sonrió y continuó.

-Ángela, eres mi sol, mi fuerza y mi razón para seguir adelante. Juntos hemos creado algo hermoso, y estoy emocionada por todo lo que el futuro nos depara. Te amo con todo mi corazón -terminó, levantando su copa en un brindis.

Todos aplaudieron y levantaron sus copas, uniéndose al brindis. Belén y yo nos miramos, compartiendo una sonrisa. El amor entre Ángela y May era inspirador y contagioso, llenando la sala de una energía positiva y esperanzadora.

La música volvió a sonar, y la fiesta continuó con una renovada alegría. Me sentí agradecida por estar rodeada de mi familia y amigos, y por tener a Belén a mi lado. Este era un nuevo capítulo, y estaba decidida a hacer que fuera uno lleno de amor y felicidad.

La música continuaba llenando la sala, y todos estaban envueltos en la alegría del momento. Ángela, con una gran sonrisa en su rostro, se acercó a mí con una copa de vino en la mano.

-Mamá, ¿quieres una? -preguntó en tono amable, ofreciéndome la copa.

Sonreí y negué con la cabeza.

-Gracias, Ángela, pero todavía no estoy lista para volver a tomar. Prefiero mantenerme sobria por ahora -respondí con sinceridad.

Ángela asintió, comprendiendo mi decisión.

-Lo entiendo, mamá. Lo importante es que estés bien -dijo, abrazándome con fuerza. Sentí su calidez y amor en ese abrazo, y me llenó de alegría saber que me apoyaba.

Después de un momento, Ángela se separó un poco y me miró con una expresión seria.

-Mamá, ¿puedo pedirte un consejo? -preguntó.

-Claro, hija. ¿Qué necesitas? -respondí, curiosa.

-Es sobre mi relación con May. Acabamos de cumplir cinco años, y quiero saber cómo seguir construyendo algo fuerte y duradero. A veces siento que aún hay tanto que aprender y mejorar -dijo, su voz reflejando una mezcla de emoción y preocupación.

Le tomé las manos y la miré a los ojos.

-Ángela, lo más importante en una relación es la comunicación y el respeto mutuo. Hablen abiertamente sobre sus sentimientos, sus sueños y también sobre los problemas que puedan surgir. No tengan miedo de ser vulnerables entre ustedes. Y siempre, siempre, apóyense mutuamente en sus metas individuales y compartidas -le aconsejé.

Ángela asintió, absorbiendo cada palabra.

-Gracias, mamá. A veces siento que, aunque llevamos juntos cinco años, todavía tengo tanto que aprender sobre el amor -dijo, con una sonrisa de agradecimiento.

-Eso es parte de la belleza del amor, Ángela. Siempre estamos aprendiendo y creciendo, tanto individualmente como juntos. Y viendo cómo tú y May se apoyan y se cuidan, sé que están en el camino correcto -respondí, devolviéndole la sonrisa.

Ángela me abrazó nuevamente, esta vez con una sensación de alivio y gratitud. En ese momento, sentí una profunda conexión con mi hija y una inmensa felicidad por el amor que había encontrado en May.

Cuando nos separamos, Belén se acercó y sonrió al vernos juntas.

-¿Todo bien? -preguntó, leyendo la expresión en nuestros rostros.

-Sí, todo bien -respondimos Ángela y yo al unísono, riendo.

Entonces volvimos a la pista.

Unos momentos antes, noté cómo Sofía nos miraba a Belén y a mí con una intensidad desagradable. Su enojo era palpable, y murmuraba algo con Lisbeth, tratando claramente de llamar la atención.

-Seguro que no son pareja, están fingiendo. Nadie podría amar a Alejandra -dijo Sofía, lo suficientemente fuerte como para que todos lo escucharan.

Belén y yo intercambiamos miradas, sintiendo el impacto de sus palabras. Nos apartamos un poco del grupo para hablar en privado.

-¿Estás bien? -me preguntó Belén, con preocupación en sus ojos.

-Sí, estoy bien. Es solo que... Sofía nunca cambia. Pero, si ella quiere jugar a ese juego, podríamos darle una pequeña lección -respondí, tratando de mantener la calma.

Belén levantó una ceja, curiosa. -¿Qué tienes en mente?

-Podríamos darle un poco de su propia medicina. Fingir que somos más que amigas, solo por esta noche. Solo si tú estás cómoda con eso -dije, sintiendo un nerviosismo creciente.

Belén sonrió, su calidez me reconfortaba. -Claro, Ale. Si se da la oportunidad, podemos hacerlo. Pero solo porque quiero apoyarte y porque somos amigas.

Asentí, agradecida. -Gracias, Belén. Sabes que nunca querría ponerte en una situación incómoda.

Regresamos a la fiesta y justo en ese momento, comenzó a sonar "Born This Way" de Lady Gaga. La canción nos animó y decidimos salir a la pista de baile. Nos dejamos llevar por el ritmo, bailando con energía y alegría.

La oportunidad se presentó cuando notamos que Sofía no nos quitaba la mirada de encima. Estábamos cerca, moviéndonos al ritmo de la música, y Belén me miró con una sonrisa cómplice.

-¿Estás lista? -me preguntó, susurrando.

-Sí, hagámoslo -respondí, mi corazón latiendo con fuerza.

Con Sofía observándonos fijamente, Belén se acercó y me dio un beso. No fue un beso apasionado, pero sí lo suficientemente convincente. Sentí una mezcla de emociones mientras nuestros labios se tocaban: apoyo, amistad y un toque de desafío. No había besado a nadie en tres años, y este beso, aunque fingido, fue hermoso y largo.

Al separarnos, vi la sorpresa y el enojo en el rostro de Sofía. Sabía que habíamos logrado lo que queríamos. De repente, escuchamos aplausos. Ángela y May, junto con el resto de los presentes, nos aplaudían con entusiasmo.

Belén y yo continuamos bailando, disfrutando del momento y la música, mientras sentía una renovada sensación de fortaleza. Sofía ya no tenía poder sobre mí, y por primera vez en mucho tiempo, me sentí verdaderamente libre.

La noche continuó con una atmósfera de amor y celebración. A pesar de las tensiones y desafíos, momentos como estos me recordaban lo afortunada que era por tener a mi familia y amigos a mi lado. Y mientras observaba a Ángela y May bailar juntos, sentí una paz interior que no había sentido en mucho tiempo.

El momento de despedirse se acercaba. Ángela, que había tomado un poco, estaba en un estado animado y comenzó a divagar sobre Harry Potter, diciendo cosas un tanto incoherentes mientras todos se preparaban para partir.

Ángela: ¡Y luego, Harry encontró el Mapa del Merodeador y fue como "¡Yo soy el elegido!" y Voldemort no sabía qué hacer!

May: (riendo) Ángela, creo que has mezclado un poco las historias de Harry Potter.

Ángela: (riendo) ¡Oh, pero es que yo soy la reina de Gryffindor, lo sé!

May: Claro que sí, cariño. Vamos, deberíamos irnos pronto.

Ángela: (asintiendo exageradamente) Sí, la reina de Gryffindor se retira. ¡Adiós, Muggles!

Me reí por la forma en que Ángela terminó, y antes de que se fueran, las salude a ambas con una sonrisa.

Alejandra: ¡Ángela, siempre sorprendiéndonos con tu imaginación!

Ángela continuó diciendo cosas divertidas y extravagantes sobre Harry Potter mientras May la acompañaba con una risa cómplice.

Ángela: ¡Soy la reina de Gryffindor y la elegida! ¡No olviden eso, Muggles!

May: (riendo) Ángela, tienes una imaginación muy vívida.

Narrador.

Alejandra y Belén se preparaban para despedirse. Notando que Sofía había bebido un poco, Alejandra gentilmente le preguntó si prefería que se llevara a Isabella esa noche. Sofía asintió con una sonrisa forzada y agradeció a Alejandra por cuidar de su hija. Mientras Alejandra se llevaba a Isabella, Belén le susurró al oído palabras de apoyo y admiración por su paciencia.

Pov Sofía.

Después del beso, la ira me consumió. Tomé la mano de Lisbeth, obligándola a seguirme sin decir una palabra. Salimos del lugar y nos dirigimos al auto, donde apenas pude contener mi frustración.

Encendí el motor con un movimiento brusco y me dirigí hacia la salida del estacionamiento que estaba a unas cuadras de dónde estabamos. Sentía su mirada clavada en mí, esperando una explicación.

-¿Qué te pasa? -preguntó Lisbeth, apenas cerrando la puerta del auto.

Apreté el volante con fuerza, tratando de controlar mi voz. -¡Nada, solo que estoy harta de esta situación!

Lisbeth frunció el ceño. -¿Harta de qué? No entiendo por qué te pones así. ¿Es por Alejandra?

Solté una risa amarga. -No, claro que no. ¿Por qué me importaría Alejandra?

Lisbeth no iba a dejarlo pasar tan fácilmente. -Sofía, no soy tonta. Desde que llegamos, has estado actuando de forma extraña. No puedes engañarme diciendo que no te importa cuando está claro que sí.

Golpeé el volante con la palma de la mano, frustrada. -¡Está bien! Sí, me molesta. Me molesta verla tan... feliz. ¿Eso es lo que quieres oír?

Lisbeth se quedó en silencio por un momento, procesando mis palabras. -¿Así que todo esto es porque Alejandra está con Belén? ¿Es eso lo que te duele tanto?

-No es solo eso. Es... todo. La forma en que me mira, como si estuviera mejor sin mí. -Sentí mi voz quebrarse ligeramente, revelando una vulnerabilidad que detestaba mostrar.

Lisbeth suspiró, sonando tanto compasiva como frustrada. -Sofía, tienes que dejar esto atrás. Si realmente no sientes nada por mí, deberías ser honesta. No podemos seguir así.

Mantuve la vista en la carretera, evitando mirarla. -No es tan fácil, ¿sabes? No puedo simplemente... apagar lo que siento.

-Entonces, necesitas aclarar tus sentimientos y ser honesta contigo misma y con los demás. -Lisbeth miró por la ventana, su voz más suave pero firme. -Esto no es justo para ninguno de nosotros.

La discusión continuó mientras nos alejábamos de la casa, dejando un rastro de tensión y emociones no resueltas. Mientras tanto, en la fiesta, la música y la alegría seguían, ajenos a la tormenta emocional que acababa de estallar en nuestro auto.

Lisbeth rompió el silencio de nuevo, esta vez con un tono más cortante. -Sabes, parte de esto es culpa de tus hijas.

Me quedé atónita, sin palabras.

-Sí, lo digo en serio. Deberías dejarlas más con Ángela y dedicar el resto del tiempo a estar conmigo. -Lisbeth me miró de reojo, evaluando mi reacción.

-Ángela ya vivió mucho tiempo su libertad. Ahora le toca hacerse cargo de Isabella. -Lisbeth seguía manipulándome, su voz dulce pero envenenada. -No puedes seguir dejándote manipular por ellas. No es justo para nosotras.

-No puedo simplemente dejar a mis hijas de lado, Lisbeth. Son mi familia. -Sentí mi voz temblar, intentando mantener la calma.

-¿Familia? -Lisbeth rió amargamente. -Una familia que solo te trae problemas. ¿No ves que nunca serás realmente feliz si sigues cargando con ellas?

Sus palabras me hirieron profundamente, pero no podía mostrar debilidad. -No voy a abandonar a mis hijas. Punto.

Lisbeth suspiró, visiblemente frustrada. -Si realmente te importo, tendrás que encontrar una manera de balancear las cosas. O perderás todo.

El silencio volvió a llenar el auto, pesado y opresivo. Mis pensamientos eran un caos, tratando de encontrar una salida a este laberinto emocional en el que me encontraba.

Lisbeth se cruzó de brazos, satisfecha por haber sacado a relucir mi frustración. -Sabes, parte de esto es culpa de tus hijas.

La miré, atónita. -¿Qué?

-Sí, lo digo en serio. -Lisbeth continuó, su tono más suave pero lleno de veneno-. Deberías dejarlas más con Ángela y dedicar el resto del tiempo a estar conmigo.

Intenté defenderme, pero mis palabras salieron débiles. -Ángela ya es mayor de edad, y Isabella... bueno, Isabella es solo una niña.

Lisbeth puso una mano en mi pierna, acariciándola suavemente. -Sofía, ellas no te respetan. Ángela siempre hace lo que quiere y Isabella... ella solo te trae problemas. No puedes seguir así.

Sentí cómo la rabia y la frustración se mezclaban con la manipulación de Lisbeth, creando una tormenta perfecta. -Tal vez tengas razón...

-Claro que la tengo. -Lisbeth sonrió, viendo que su manipulación estaba surtiendo efecto-. Has sacrificado tanto por ellas y, ¿para qué? Para que te sigan faltando al respeto, para que te traten mal.

Las palabras salieron de mi boca antes de que pudiera detenerme, impulsadas por el enojo y la manipulación de Lisbeth. -Es cierto. Ángela siempre ha sido egoísta, pensando solo en ella misma. Y Isabella... siempre tan ingrata, nunca aprecia nada de lo que hago por ella.

Lisbeth asintió, su sonrisa ampliándose. -Exactamente. No puedes dejar que te sigan haciendo esto. Tienes que poner límites y pensar en tu felicidad.

Las palabras seguían fluyendo, cada vez más crueles, mientras mi juicio se nublaba por el enojo y la influencia de Lisbeth. -A veces me pregunto por qué siquiera me molesté en adoptarlas. Solo han traído problemas y dolor. Ojalá nunca las hubiera adoptado.

Lisbeth me miró, satisfecha por haber sacado lo peor de mí. -Así se habla. Es hora de que empieces a pensar en ti misma.

Mientras las palabras seguían saliendo de mi boca, una parte de mí se daba cuenta de lo terribles que eran. Pero el enojo y la manipulación de Lisbeth nublaban mi juicio, haciendo que las dijera de todos modos.

Al llegar a casa, Lisbeth me miró con ternura, como si realmente creyera que me estaba ayudando. -Vamos a estar bien, Sofía. Solo tú y yo.

Asentí, sin palabras. Aunque una parte de mí sabía que lo que había dicho era terrible, la rabia y el dolor seguían dominando mis pensamientos. Entramos en la casa, y mientras Lisbeth cerraba la puerta detrás de nosotros, me di cuenta de que había cruzado una línea de la que no estaba segura si podría regresar.

Lisbeth me llevó a la sala y me ofreció una copa. La acepté sin pensarlo, el líquido ambarino ardiendo en mi garganta mientras tomaba un largo trago. Lisbeth me miraba con ojos calculadores, alentándome a seguir hablando.

-Y Ángela, -comencé, el alcohol empezando a soltar mi lengua aún más-. Siempre con sus dramas, sus altibajos emocionales. Es como si le encantara ser el centro de atención con su "salud mental". ¿Cómo espera que la tomen en serio si siempre está llorando por algo?

Lisbeth asintió, sus ojos brillando con una aprobación perversa. -Es verdad. No puedes seguir cargando con sus problemas. Ella debería ser lo suficientemente fuerte para manejar sus propios asuntos.

Las palabras seguían fluyendo, venenosas y amargas. -Ángela se aprovecha de mi compasión. Usa su ansiedad y sus crisis para manipularme, para hacerme sentir culpable. ¡Estoy harta de eso!

-Sofía, necesitas ser firme. Tienes que poner límites -Lisbeth me miraba intensamente, sus manos apretando mis hombros con fuerza-. No puedes permitir que sus problemas te arrastren hacia abajo.

Tomé otro sorbo de la copa, sintiendo el calor del alcohol extenderse por mi cuerpo. -Y Isabella, siempre ha sido tan distante. Como si nunca hubiera querido ser parte de esta familia. Hace todo lo posible por alejarse, por hacerme sentir que soy la peor madre del mundo. A veces pienso que le hubiera ido mejor con otra persona.

Lisbeth sonrió, satisfecha. -Exactamente. Has dado todo por ellas, y ¿qué te han dado a cambio? Dolor y desprecio. Tienes que liberarte de esa carga.

Mis palabras se volvieron más duras, más despiadadas. -No quiero seguir sacrificando mi felicidad por ellas. Si Ángela no puede manejar su propia vida, no es mi problema. Y si Isabella no puede apreciar lo que tiene, entonces que se vaya. Que ambas se vayan. Estoy cansada de ser la madre que siempre está ahí para arreglar sus vidas.

Lisbeth se inclinó hacia mí, su voz baja y seductora. -Estás haciendo lo correcto, Sofía. Es hora de que vivas para ti. Olvídate de ellas.

Me recosté en el sofá, sintiendo el peso del resentimiento levantarse un poco con cada palabra cruel que pronunciaba. Sabía que estaba siendo injusta, pero el enojo y el alcohol combinados me hacían decir cosas que nunca hubiera pensado antes.

Lisbeth se sentó a mi lado, tomando mi mano. -Todo va a estar bien, Sofía. Estoy aquí para ti.

Asentí, mis pensamientos desordenados y confusos. Mientras miraba el reflejo de la luz en la copa, una parte de mí se preguntaba si alguna vez podría reparar el daño que estaba causando con mis palabras. Pero en ese momento, el dolor y la ira eran demasiado grandes para dejar espacio a cualquier otra cosa.

El alcohol empezaba a hacer efecto, y me sentía más ligera, como si el peso de mis pensamientos y preocupaciones se desvaneciera lentamente. Lisbeth me miraba con una sonrisa astuta, aprovechando mi estado vulnerable.

-Sofía, ¿alguna vez has probado algo más fuerte? -preguntó con una voz seductora, inclinándose hacia mí-. Algo que realmente te haga olvidar todo, que te libere.

La miré, algo desconcertada. -¿A qué te refieres?

-Drogas, Sofía. Algo más potente que el alcohol. Muchas personas lo usan para liberarse de sus problemas, para sentir una verdadera libertad -explicó, sus ojos brillando con una especie de excitación-. Podríamos intentarlo juntas.

Sentí un escalofrío recorrer mi espalda. Nunca había considerado las drogas como una opción. -No, Lisbeth. Eso no es para mí. No quiero ir por ese camino.

Lisbeth no se dio por vencida fácilmente. -Piensa en ello, Sofía. Podría ser una experiencia liberadora. Un escape de todas esas responsabilidades que te agobian. Solo una vez, para ver cómo te sientes.

Negué con la cabeza, más firme esta vez. -No, Lisbeth. Sé que esto no es lo que necesito. Las drogas no van a solucionar mis problemas. Solo los empeorarán.

Ella suspiró, viendo que no cambiaría de opinión. -Está bien, está bien. Solo quería ofrecerte una opción más.

Sentí una extraña mezcla de alivio y desconfianza. Lisbeth siempre tenía una agenda, y su insistencia me hacía sentir incómoda. Pero me quedé en silencio, observándola mientras tomaba otro sorbo de mi copa.

-Gracias por pensar en mí, pero no quiero complicar más las cosas de lo que ya están -dije finalmente, tratando de cerrar la conversación.

Lisbeth me miró por un momento más, luego sonrió y se recostó en el sofá. -Entiendo. Solo quería que supieras que hay otras formas de encontrar alivio. Pero respeto tu decisión.

La conversación cambió a temas más ligeros, pero una parte de mí seguía alerta, consciente de que Lisbeth estaba siempre buscando maneras de controlar la situación. Me pregunté si alguna vez podría confiar plenamente en ella, o si siempre tendría que estar vigilando sus intenciones.

Pov Alejandra.

Nos sentamos juntas en un banco de la plaza, la noche en Monterrey ofreciendo un ambiente sereno a nuestro alrededor. Habíamos estado fingiendo ser pareja en una reunión social y, para sellar la actuación, nos dimos un beso. Ahora, era crucial aclarar que ese gesto no cambiaría nuestra amistad.

Belén rompió el silencio con una sonrisa forzada. "Ese beso... solo fue parte del papel que estamos interpretando, ¿verdad?"

La miré, sintiendo alivio por su pregunta directa. "Exactamente, Belén. Fue solo eso, un gesto para mantener las apariencias."

Ella asintió, un destello de complicidad en sus ojos. "Claro, porque si no, no seríamos muy convincentes como pareja falsa."

Intenté sonreír, agradecida por su actitud ligera. "Exactamente. Quiero que sepas que nuestra amistad es lo más importante para mí."

Belén asintió de nuevo. "Lo sé, Alejandra. No quiero que esto afecte nuestra relación de ninguna manera."

Respiré profundamente, sintiéndome aliviada de que estuviéramos en la misma página. "Entonces, estamos de acuerdo en que esto no cambiará nada entre nosotras."

Ella sonrió suavemente. "Absolutamente. Sigamos siendo las mejores amigas que siempre hemos sido."

Nos quedamos en silencio por un momento, disfrutando del tranquilo paisaje nocturno de Monterrey. Sabía que, juntas, podríamos manejar cualquier situación que se nos presentara, incluso si eso significaba actuar como pareja falsa en ocasiones.

Ella asintió, pero luego pareció insegura. "Sabes, Alejandra... nunca he besado a nadie antes. Bueno, sí, pero mi primer beso no lo considero realmente un beso, así que perdón si beso mal"

Me reí suavemente, apreciando su honestidad. "No te preocupes por eso, Belén. No hay reglas sobre cómo debe ser un beso. Lo que importa es cómo nos sentimos nosotras."

Ella pareció aliviada por mi respuesta. "Gracias, Alejandra. Es un alivio saber que no beso mal."

La tranquilidad de la plaza nos rodeaba mientras ella seguía pensando en voz alta. "¿Crees que Sofía cambiará alguna vez?"

Tomé un momento antes de responder, eligiendo mis palabras con cuidado. "Lo dudo, Belén. Después de todo lo que ha pasado, no sé si es capaz de cambiar."

Ella asintió lentamente, como si ya hubiera esperado esa respuesta. "Supongo que tienes razón. Es solo que a veces quiero creer que las personas pueden mejorar."

"Nunca está mal tener esperanza", le dije con una sonrisa comprensiva. "Pero también es importante protegerte a ti misma."

Nos quedamos sentadas en la plaza, la complicidad entre nosotras reforzada por nuestras conversaciones sinceras. Aunque estábamos navegando por aguas desconocidas, saber que podíamos contar la una con la otra hacía que todo pareciera más fácil de manejar.

Nos sentamos juntas en un banco de la plaza, la noche de Monterrey extendiéndose pacíficamente a nuestro alrededor. Después de aclarar nuestras emociones respecto al beso, la conversación tomó un giro más ligero hacia nuestros sueños y aspiraciones.

Belén sonrió con entusiasmo. "Alejandra, últimamente he estado más enfocada en mi sueño de ser actriz. He estado tomando clases de actuación y haciendo audiciones siempre que puedo."

Asentí con interés. "Eso suena genial, Belén. Debes estar avanzando mucho."

Ella asintió, animada. "Sí, estoy haciendo progresos. Aún queda mucho camino por recorrer, pero estoy comprometida con hacer realidad este sueño."

Decidí compartir mi propio progreso con ella. "Y yo... he estado trabajando para volver a la banda con mis hermanas, 'The Warning'. Estamos escribiendo nueva música y preparándonos para algunos conciertos pequeños."

Belén pareció emocionada. "¡Eso suena increíble, Alejandra! Estoy segura de que serán un éxito."

Sonreí, agradecida por su apoyo. "Gracias, Belén. Es un proceso largo, pero estoy emocionada por la posibilidad de compartir el escenario con mis hermanas nuevamente."

La conversación fluyó entre nosotros mientras compartíamos nuestros logros y desafíos en la persecución de nuestros sueños. La noche nos envolvía con su tranquilidad, recordándonos que cada paso hacia nuestros objetivos era significativo y valioso.

"Mira, Alejandra", dijo Belén con una sonrisa radiante. "He vuelto a hablar con mis hermanos y parece que finalmente me aceptan por ser lesbiana. Han sido conversaciones difíciles, pero siento que estamos avanzando juntos."

Me alegré sinceramente por ella. "¡Qué maravilloso, Belén! Me alegra mucho escuchar eso. Debe significar mucho para ti tener su apoyo."

Ella asintió, sus ojos brillando con gratitud. "Sí, ha significado todo para mí. Saber que puedo ser honesta sobre quién soy y recibir amor y aceptación de mi familia... es algo que nunca pensé que llegaría a experimentar."

Después de compartir ese momento emotivo, Belén deslizó hacia otras fotos en su teléfono. Me mostró imágenes antiguas de ella con sus hermanos, contándome historias de cada uno con cariño y nostalgia.

"Esta es una foto de mis hermanos", dijo, señalando una imagen de ellos juntos en un parque. "Aquí están, Nicolás y Mateo. Crecimos juntos en medio de risas y travesuras. Aunque a veces hubo diferencias, siempre han estado ahí para mí."

Escuché atentamente cada historia, admirando la conexión profunda que Belén tenía con su familia. Era evidente cuánto significaban para ella y cómo cada paso hacia la aceptación mutua había sido crucial en su camino personal.

Después de un momento, Belén guardó su teléfono con cuidado y me miró con gratitud. "Gracias por escuchar, Alejandra. Eres una de las personas más importantes en mi vida."

Sonreí, sintiéndome privilegiada por ser parte de su historia. "Y tú eres una inspiración, Belén. Estoy aquí para ti en cada paso de tu viaje."

Nos quedamos sentadas en la plaza, abrazadas por la noche tranquila de Monterrey. Nuestra amistad había pasado por tantos momentos, y cada conversación como esta solo fortalecía nuestro vínculo, recordándonos lo valiosas que éramos la una para la otra en cada etapa de la vida.

la conversación se volvió más íntima mientras hablábamos de la importancia de nuestros hermanos en nuestras vidas.

Belén miró hacia la distancia por un momento antes de hablar. "Mis hermanos, Nicolás y Mateo, han sido como pilares para mí", comenzó, con una expresión reflexiva. "Aunque tuvimos nuestros desacuerdos, siempre estuvieron ahí para apoyarme. Son mi familia y me aceptan tal como soy, lo cual significa mucho."

Asentí con empatía. "Es maravilloso tener ese tipo de apoyo incondicional en la familia. Sé exactamente cómo te sientes."

Belén sonrió suavemente, agradecida por mi comprensión. "Y tú, Alejandra, también tienes una conexión especial con tus hermanas, ¿verdad?"

Asentí con una sonrisa cálida. "Sí, definitivamente. Mis hermanas, Paulina y Daniela, han sido mis confidentes y mis compañeras de aventuras desde que éramos pequeñas. Aunque a veces tenemos nuestras diferencias, su apoyo y amor siempre han sido fundamentales para mí."

Recordé los momentos compartidos con Paulina, Daniela y yo, desde nuestras travesuras de infancia hasta las experiencias musicales que compartimos en nuestra banda, The Warning. "Incluso ahora que seguimos caminos diferentes en la vida, sé que siempre puedo contar con ellas."

Belén asintió, compartiendo un momento de conexión sobre la importancia de la familia en nuestras vidas. La noche nos envolvía con su calma mientras seguimos hablando, reforzando la amistad que compartíamos y recordándonos la importancia de los lazos familiares en cada paso de nuestro camino.

La noche había caído sobre Monterrey y Belén y yo nos estábamos preparando para regresar al hotel. Después de un día lleno de conversaciones significativas y momentos compartidos, caminábamos hacia donde Isabella estaba jugando en los columpios. Las luces de la plaza creaban una atmósfera tranquila mientras nos acercábamos.

Isabella estaba balanceándose con entusiasmo cuando llegamos. Giró en su columpio al escuchar nuestros pasos acercándose. Sin embargo, en lugar de saludarla, simplemente le dije con cariño: "Isabella, cariño, es hora de irnos al hotel".

Ella asintió con una sonrisa, bajándose rápidamente del columpio y caminando hacia nosotros. Nos tomamos de las manos y comenzamos a caminar de regreso hacia el hotel. Isabella compartió brevemente lo divertido que había sido jugar en los columpios, mientras Belén y yo la escuchábamos con atención.

La noche nos envolvía con su calma mientras avanzábamos juntas. Sentía una profunda gratitud por tener a Isabella a mi lado, y por la amistad creciente que compartía con Belén. Cada momento como este, sencillo pero lleno de amor, reafirmaba la importancia de los lazos familiares y amistosos en mi vida.

Narrador.

En medio de la noche, Sofía yacía en la cama junto a Lisbeth, su novia, sumida en un sueño agitado. En su mente, una pesadilla tomaba forma: sus hijas, Ángela y Isabella, se estaban casando sin haberla invitado. Sofía se revolvía inquieta, sintiendo una mezcla de tristeza y desamparo en ese sueño tan vívido y angustioso.

El escenario de la boda de sus hijas se desplegaba frente a sus ojos cerrados. Veía el lugar decorado con flores y luces, pero a medida que miraba a su alrededor, se daba cuenta de que no estaba invitada. La sensación de ser excluida la invadió, desgarrando su corazón en el sueño.

Sofía se agitaba más en la cama, sintiendo cómo la pesadilla se aferraba a ella con fuerza. Lisbeth notó su inquietud y suavemente le acarició el cabello, tratando de calmarla en su sueño. Aunque Sofía estaba atrapada en ese momento de angustia, el contacto reconfortante de Lisbeth le brindó un poco de consuelo.

En su sueño, Sofía miraba a sus hijas, radiantes y felices, pero el dolor de no estar presente en ese momento crucial de sus vidas la atormentaba profundamente. La sensación de pérdida y separación la envolvía como una sombra oscura.

Finalmente, Sofía empezó a murmurar incoherencias en su sueño, expresando la confusión y el dolor que sentía. Lisbeth la abrazó con más fuerza, susurrándole palabras de tranquilidad y amor, tratando de guiarla suavemente fuera de la pesadilla.

La noche continuó, con Sofía luchando en su sueño y Lisbeth velando por ella con paciencia y ternura. Juntas, enfrentarían los altibajos de la vida, incluso los que solo se desatan en los reinos de los sueños más profundos.

Sofía se despertó agitada, con el corazón aún acelerado por la pesadilla y la urgencia de resolver las cosas con sus hijas. Se dio cuenta de que necesitaba hablar con Ángela, pero decidió posponer esa conversación para el día siguiente. Mañana iría a la casa de May, la novia de Ángela, para disculparse por lo sucedido recientemente. Aunque había echado a Ángela de casa hace unas semanas, comprendió que era hora de reconciliarse.

Por ahora, decidió que lo mejor sería volver a dormir. Necesitaba descansar para enfrentar lo que le esperaba al día siguiente. Apagó la luz de la mesilla de noche y se acurrucó bajo las sábanas, tratando de tranquilizar su mente inquieta.

Entre suspiros y pensamientos sobre cómo abordar la situación con delicadeza, finalmente se dejó llevar por el sueño. La calma de la noche la envolvió mientras se preparaba mentalmente para el día siguiente, donde esperaba poder arreglar las cosas con Ángela y empezar a sanar las heridas del pasado.

Así, con la promesa de un nuevo comienzo en su mente, Sofía se sumergió en un sueño reparador, dejando que el mañana trajera consigo la oportunidad de la reconciliación y el perdón.

En la casa de May, Ángela y ella estaban ocupadas empacando cosas en cajas. Tenían una sorpresa preparada para todos: después de años de relación, con Ángela ahora de 19 años, finalmente tomarían un paso importante juntas al mudarse mañana. El departamento era espectacular, amplio y ubicado en una zona encantadora, siendo su lugar soñado.

Entre risas y susurros emocionados, May y Ángela compartían miradas cómplices mientras empacaban recuerdos y planeaban el futuro en su nuevo hogar. Para ellas, este paso simbolizaba independencia y un compromiso mutuo más profundo.

"Creo que nadie se espera esto", dijo May con una sonrisa juguetona mientras colocaba libros en una caja.

Ángela asintió, con los ojos brillando de emoción. "Va a ser genial sorprender a todos. Este lugar es perfecto para nosotras."

A medida que continuaban organizando sus pertenencias, las conversaciones giraban en torno a cómo decorarían el departamento y las nuevas experiencias que vivirían juntas. Cada objeto empacado parecía marcar el comienzo de una nueva etapa en sus vidas.

Después de años de amor y crecimiento juntas, May y Ángela estaban listas para este próximo capítulo. Sin embargo, aún no habían revelado la noticia a nadie más. Estaban disfrutando de este momento íntimo antes de compartir su felicidad con sus seres queridos.

Con cada movimiento en el departamento, la emoción y la anticipación llenaban el aire. Mañana sería el día en que comenzarían oficialmente su vida juntas en su propio espacio, un lugar que representaba sus sueños y su amor compartido.

Ángela y May continuaban empacando con entusiasmo mientras compartían momentos de complicidad. Sin embargo, un peso aún descansaba sobre los hombros de Ángela: ella aún no se sentía lista para contarle a Sofía sobre su mudanza. Mientras hablaban sobre cómo organizar el espacio y planificar su futuro juntas, Ángela confesó sus dudas a May.

"May, ¿crees que deberíamos decirle a mi mamá mañana?" preguntó Ángela, su voz llena de incertidumbre.

May se detuvo un momento y miró a Ángela con cariño. "Amor, entiendo cómo te sientes. Pero recuerda que esta es nuestra decisión y debemos hacer lo que sea mejor para nosotras."

Ángela asintió lentamente. "Lo sé. Pero después de todo lo que ha pasado entre mamá y yo, no estoy segura de estar lista para enfrentar eso."

May la abrazó con ternura, sintiendo la tensión en los hombros de Ángela. "Está bien tomarte tu tiempo. No hay prisa. Lo importante es que estamos juntas y nos apoyamos mutuamente, pase lo que pase."

Ángela se sintió reconfortada por las palabras de May. Sabía que tenía su apoyo incondicional, independientemente de cuál fuera su decisión con respecto a Sofía. Respiró profundamente, decidida a disfrutar este momento especial con May y a abordar las conversaciones difíciles cuando se sintiera preparada.

Juntas, continuaron organizando su nuevo hogar, llenas de esperanza y expectativas para el futuro que construirían juntas. El departamento, ahora lleno de cajas y planes, era un símbolo tangible de su amor y compromiso el uno con el otro.

Horas después, el camión de la mudanza finalmente llegó, trayendo consigo el comienzo oficial de la nueva vida de Ángela y May juntas en su departamento. El día se había llenado de emociones y expectativas mientras supervisaban la descarga de sus pertenencias en su nuevo hogar.

El apartamento estaba lleno de cajas etiquetadas con cuidado y muebles que pronto encontrarían su lugar. Ángela y May trabajaban juntas, desempacando con entusiasmo y discutiendo emocionadamente sobre cómo decorarían cada espacio.

"Creo que aquí irá el sofá", sugirió May, señalando un rincón en la sala de estar.

Ángela asintió mientras abría una caja de libros. "Y este estante puede ir allí para nuestros álbumes de fotos."

A medida que avanzaban con la mudanza, el apartamento comenzó a tomar forma, reflejando su estilo y personalidad combinados. Entre risas y miradas cómplices, compartieron momentos de anticipación y alegría por el futuro que estaban construyendo juntas.

Después de unas horas de trabajo arduo y dedicado, finalmente se detuvieron para admirar su progreso. Se abrazaron, empapadas de sudor pero llenas de felicidad.

"¡Lo logramos!", exclamó Ángela, mirando alrededor con orgullo.

May sonrió ampliamente. "Sí, y este lugar es perfecto para nosotras."

Ambas se tomaron de la mano, emocionadas por la aventura que tenían por delante. Aunque aún no habían compartido la noticia con Sofía, sabían que era solo cuestión de tiempo. Por ahora, querían disfrutar este momento especial, celebrando su nueva vida juntas en su lugar soñado.

Después de haber organizado la mayoría de las cosas en su nuevo departamento, Ángela y May decidieron celebrar esta nueva etapa de sus vidas con un momento especial. Pusieron un poco de música animada y empezaron a bailar en medio de la sala de estar, riendo y disfrutando el uno del otro.

El ritmo de la música llenaba el espacio mientras Ángela y May se movían al compás, compartiendo miradas cómplices y sonrisas radiantes. Cada paso de baile era una celebración de su amor y la emoción de estar finalmente juntas en su propio hogar.

Después de unos minutos de baile divertido, May detuvo la música y tomó suavemente las manos de Ángela. La miró con cariño antes de inclinarse hacia adelante y plantarle un dulce beso en los labios. Fue un gesto lleno de ternura y felicidad, simbolizando el inicio de esta nueva etapa en su relación.

Ángela respondió al beso con igual ternura, envolviendo a May en sus brazos mientras se perdían en el momento especial que compartían juntas.

Después de un momento, se separaron con una sonrisa radiante. "Te amo", murmuró May, acariciando suavemente la mejilla de Ángela.

"Y yo a ti", respondió Ángela con sinceridad.

Ambas se abrazaron de nuevo, sabiendo que este día sería recordado como el comienzo de algo maravilloso y significativo en sus vidas.

Después de disfrutar del momento, decidieron explorar el resto del departamento. May mostró a Ángela su habitación, equipada con todo lo necesario para sus transmisiones en streaming, mientras que Ángela señaló con orgullo su propia habitación, convertida en un pequeño gimnasio personal.

Juntas, planearon cómo harían de este espacio su propio santuario, donde podrían crecer juntas y apoyarse mutuamente en cada paso del camino.

Sofía despertó al día siguiente, sintiéndose decidida a abordar las cosas con Ángela. Se vistió rápidamente y se dirigió hacia la casa de May. Al llegar, tocó la puerta y fue recibida por Emma, la hermana mayor de May.

"Hola, Emma. ¿Está Ángela aquí?", preguntó Sofía, con un tono de esperanza en su voz.

Emma la miró con cierta sorpresa. "Oh, Ángela no te lo dijo aún", dijo vacilante.

Confundida, Sofía frunció el ceño. "Decirme qué, Emma?"

Emma suspiró, buscando las palabras adecuadas. "Las chicas se mudaron juntas anoche, a la madrugada."

Sofía se quedó sin habla por un momento, procesando la noticia. No esperaba esta revelación y se sintió un torbellino de emociones: sorpresa, confusión y un poco de dolor.

"¿Se mudaron juntas?" Sofía repitió, tratando de entender.

Emma asintió suavemente. "Sí, parece que decidieron dar ese paso anoche. Lo siento, pensé que Ángela ya te lo había dicho."

Sofía bajó la mirada, sintiéndose abrumada. Por un lado, estaba contenta de que Ángela estuviera avanzando en su vida y tomando decisiones importantes. Por otro lado, lamentaba no haber sido informada antes.

"Gracias por decírmelo, Emma", dijo finalmente, tratando de mantener la compostura. "Supongo que debo hablar con Ángela."

Emma asintió comprensivamente. "Estará bien, Sofía. Ángela te ama, estoy segura de que solo quiere lo mejor para ambas."

Sofía asintió con un débil intento de sonrisa. "Sí, tienes razón. Gracias."

Con eso, se despidió de Emma y se retiró, con la mente llena de pensamientos sobre cómo abordar la conversación con Ángela.

Sofía caminaba de regreso a su casa, sintiendo un nudo en la garganta y el corazón apretado por la noticia que acababa de recibir. El dolor de haberse perdido un momento tan importante en la vida de Ángela la embargaba por completo. Cada paso resonaba con el peso de la culpa que llevaba consigo desde hace tanto tiempo.

El recuerdo de los errores del pasado la atormentaba: el alcohol, las infidelidades, las decisiones que habían separado a su familia. Ahora, ver cómo Ángela había tomado este paso significativo sin contar con ella, la hacía sentir más culpable que nunca.

En su mente, revivía momentos en los que había estado ausente, tanto física como emocionalmente. Recordaba las noches en las que el alcohol se había interpuso entre ella y la responsabilidad de ser madre. Cada ocasión en la que había elegido el camino equivocado resonaba en su conciencia, como un eco doloroso de lo que podría haber sido.

Cuando finalmente llegó a casa, se dejó caer en el sofá y se cubrió el rostro con las manos. Las lágrimas empezaron a brotar, mezcladas con el arrepentimiento y el dolor de haber decepcionado a Ángela, de haberse perdido momentos cruciales de su vida.

"Lo siento tanto, Ángela", murmuró en voz baja, aunque sabía que sus palabras no podían llegar a su hija en ese momento. "Ojalá pudiera retroceder el tiempo y hacer las cosas bien."

El peso de la culpa la envolvía como una manta pesada. Sabía que no podía deshacer el pasado, pero estaba determinada a hacer lo que fuera necesario para reconstruir su relación con Ángela y estar presente en su vida de ahora en adelante.

Con una determinación renovada, Sofía se secó las lágrimas y se levantó del sofá. Sabía que tenía mucho que enfrentar y muchas conversaciones difíciles por delante, pero estaba lista para comenzar.

A pesar de su determinación, Sofía se encontró luchando contra sus propios demonios internos. El dolor de haberse enterado de la mudanza de Ángela sin su conocimiento la había dejado vulnerable y emocionalmente frágil. Cuando Lisbeth, su novia, le ofreció alcohol más tarde esa noche, Sofía, en un momento de debilidad, aceptó.

El primer trago pareció aliviar temporalmente el peso en su corazón. Sin embargo, con cada sorbo, la carga emocional que llevaba parecía volverse más pesada. Recordó con amargura cómo el alcohol había sido una fuente de problemas en el pasado, y cómo había prometido dejar atrás esos días oscuros.

Pero en ese momento, la tentación de escapar de la realidad era demasiado fuerte. Se dejó llevar por la sensación de entumecimiento que el alcohol le ofrecía, aunque sabía que era solo una ilusión pasajera.

Con cada trago, los pensamientos de culpabilidad y arrepentimiento se mezclaban con la bruma del alcohol. Recordaba los momentos perdidos con Ángela, las veces que había estado ausente o no había sido la madre que su hija merecía. El dolor se intensificaba con cada recuerdo, pero el alcohol parecía ofrecer una forma momentánea de evadirlo.

Al final de la noche, Sofía yacía en el sofá, con la mente nublada y el corazón aún más pesado que antes. Se sentía avergonzada por haber caído de nuevo en una vieja trampa, sabiendo que había prometido a sí misma y a Ángela que sería mejor.

Con un suspiro cargado de frustración y tristeza, Sofía se quedó dormida, sintiendo que había fallado una vez más.

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Holaaaaaaaaaa.

Cómo están.

Que opinan de ese beso de Belén y Alejandra, desde ya aclaro que eso no va a cambiar su amistad.

Que piensan que pasara entre Ángela y Sofía.

Ideas de musica para los siguientes capítulos?

Puede parecer que lo de la mudanza no es importante Pero si lo es y mucho.

Igual va a ver un capítulo sobre eso en el libro de Angela.

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