Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

¿que somos?

Holaaa.

Vamos a arrancar fuerte.

------

Pov Ale.

Los días pasaron y cada encuentro con Sofía se volvía más intenso y cargado de emoción. Esta noche, bajo la luz suave de la lámpara, estábamos en mi habitación, y Sofía estaba dejando besos en mi cuello, sus labios ardientes recorriendo mi piel con una mezcla de ternura y pasión. Mis suspiros eran cada vez más profundos, y mi cuerpo respondía a cada caricia suya.

—Sofía… —murmuré, sintiendo cómo sus dedos hábiles me llevaban al borde del éxtasis.

Sus manos eran firmes pero suaves, y cuando deslizó sus dedos más profundamente dentro de mí, no pude evitar arquear la espalda. Un torrente de sensaciones me inundó, y sentí que mi cuerpo empezaba a temblar. Cada músculo en mí parecía tensarse, mis dedos se agarraban con fuerza a las sábanas, y mis piernas temblaban involuntariamente.

—Sigue… por favor… —gemí, casi en un susurro desesperado.

Sofía obedeció, sus movimientos se volvieron más rítmicos y profundos. Sentí sus labios moviéndose por mi cuello, susurrándome palabras que apenas podía escuchar por encima del sonido de mi propio corazón latiendo con fuerza. De repente, una ola de calor me recorrió desde el centro de mi ser, extendiéndose hasta la punta de mis dedos y más allá. Mis espasmos fueron intensos, y cada uno parecía arrancarme un gemido más fuerte que el anterior.

—Sofía, me estoy… —no pude terminar la frase antes de que un placer abrumador me envolviera por completo.

Me corrí con una fuerza que casi me dejó sin aliento, mis músculos se contrajeron rítmicamente alrededor de los dedos de Sofía. Sentí una liberación profunda, y un líquido cálido salió de mí, cubriendo los dedos de Sofía. Cada espasmo parecía arrancar un gemido más fuerte que el anterior, y mi cuerpo se convulsionaba incontrolablemente bajo el torrente de placer.

Finalmente, mi cuerpo empezó a relajarse, y caí de nuevo sobre la cama, respirando con dificultad, pero con una sonrisa en los labios. Sofía, sin dejar de besarme, me miró a los ojos y, con una sonrisa traviesa, sacó lentamente sus dedos de mi interior. Sin dejar de mirarme, llevó sus dedos a sus labios y los probó, cerrando los ojos mientras disfrutaba del sabor.

—Te amo, Ale —susurró, mirándome con intensidad.

Con el corazón aún acelerado, la miré a los ojos y respondí, con una voz entrecortada por el reciente orgasmo:

—Yo también te amo, Sofía.

Nos quedamos así, mirándonos y sonriendo, mientras la calidez de nuestros cuerpos y el eco de nuestros suspiros llenaban la habitación. Fue un momento de conexión profunda, donde todo lo que existía era el amor y la pasión que compartíamos.

Después de recuperar el aliento y sentir el suave calor del momento, me acomodé sobre Sofía como un koala, envolviendo mis brazos alrededor de su cuello y mis piernas alrededor de su cintura. Sofía, riendo suavemente, deslizó sus manos por mi espalda hasta mis nalgas, agarrándome con firmeza para sostenerme en su lugar.

—¿Cómoda? —preguntó con una sonrisa traviesa, mientras sus dedos jugaban ligeramente con mi piel.

—Más que nunca —respondí, apoyando mi cabeza en su hombro y dejando que la calidez de su cuerpo me envolviera.

Sentí cómo sus manos se movían suavemente, acariciando y explorando, disfrutando del contacto íntimo. Sus caricias eran tanto de sostén como de placer, y cada roce de sus dedos enviaba pequeñas oleadas de satisfacción por mi piel.

—Podría quedarme así para siempre —dije, cerrando los ojos y saboreando el momento.

—¿Ah, sí? —Sofía rió, apretando un poco más mis nalgas y haciendo que soltara un pequeño suspiro—. Bueno, creo que también podría acostumbrarme a esto.

Nos quedamos así, abrazadas y riendo suavemente, compartiendo historias y anécdotas. Le conté sobre mis hermanas, Daniela y Paulina, y las travesuras que solíamos hacer cuando éramos pequeñas. Sofía me escuchaba con atención, ocasionalmente soltando una carcajada y compartiendo sus propias historias.

—¿Sabes? —dijo Sofía después de un rato—. Mi hermana mayor, Anna, solía llevarme a todos lados con ella cuando éramos niñas. Recuerdo una vez que…

La interrumpí con un beso, incapaz de resistir la ternura de su voz y la cercanía de su cuerpo. La besé con suavidad, saboreando cada segundo, y cuando nos separamos, me miró con una mezcla de sorpresa y alegría.

—¿Por qué hiciste eso? —preguntó, sonriendo.

—Porque te amo —respondí simplemente, acurrucándome aún más cerca de ella.

Nos quedamos así, bajo la luz suave de la habitación, hablando y riendo, compartiendo nuestras vidas y sueños, y disfrutando de la conexión profunda que habíamos redescubierto. En ese momento, supe que, sin importar lo que el futuro nos deparara, siempre tendríamos estos momentos de amor y felicidad para sostenernos.

Pov Sofía.

Eran esos momentos tranquilos en los que nos recostábamos en la cama, simplemente disfrutando de la compañía del otro. Ale estaba tumbada a mi lado, susurrando palabras cariñosas mientras jugaba con mi cabello. Fue en uno de esos momentos que decidí contarle algo que llevaba dando vueltas en mi mente.

—Ale, ¿te he contado que me invitaron a dar una charla sobre drogas? —empecé, tratando de sonar casual, aunque mi voz temblaba un poco.

Ale, con una expresión curiosa, se giró para mirarme.

—No, no me habías dicho nada. ¿En serio? —preguntó, levantando una ceja en sorpresa—. ¿La vas a dar?

Tomé una profunda respiración y me quedé en silencio por un momento. Sabía que Ale estaba esperando una respuesta, pero la verdad es que no estaba segura de cómo responder.

—No lo sé —dije finalmente—. Me invitaron a hablar, pero no estoy segura de si debería aceptar. No he hecho una rehabilitación formal ni nada parecido. No me siento como la mejor persona para hablar sobre superación.

Ale me miró con una mezcla de preocupación y comprensión. Se acercó un poco más, su mano cálida envolviendo la mía.

—Sofía, entiendo tus dudas —dijo suavemente—. Pero el hecho de que hayas pasado por todo esto, de alguna manera, te da una perspectiva única. No necesitas ser una experta para compartir tu experiencia. A veces, tu historia personal puede ser más poderosa que cualquier discurso académico.

Miré a Ale, y sus palabras comenzaron a calar en mí. Su apoyo incondicional siempre había sido una fuente de fuerza para mí, pero escucharla ahora me daba una nueva perspectiva.

—Lo sé, pero... —empecé a decir, luchando por encontrar las palabras adecuadas—. Hay tantas personas que han pasado por rehabilitación, que han hecho un trabajo tan profundo para superar sus adicciones. A veces me pregunto si mi experiencia es suficientemente valiosa para ser compartida.

Ale apretó mi mano con suavidad y me miró con una sonrisa alentadora.

—Tu experiencia es valiosa, Sofía. No se trata solo de cómo superaste tu adicción, sino de cómo estás tratando de avanzar ahora, de cómo estás tratando de ayudar a otros con lo que has vivido. No subestimes el poder de tu historia.

Sentí un nudo en la garganta al escuchar sus palabras. Ale siempre sabía cómo encontrar las palabras correctas para darme ánimo. Miré a su rostro iluminado por la luz suave de la habitación y me sentí profundamente agradecida.

—Gracias, Ale —dije, sintiendo una oleada de emoción—. Tus palabras significan mucho para mí. Quizás, después de todo, debería considerar dar la charla. Tal vez mi historia pueda ayudar a alguien.

Ale se inclinó y me dio un beso suave en la frente, como si intentara transmitir todo su amor y apoyo en ese simple gesto.

—Estoy aquí para ti, no importa lo que decidas —dijo—. Y si decides dar la charla, estaré a tu lado en cada paso del camino. Estoy orgullosa de ti, Sofía.

Nos abrazamos en silencio, encontrando consuelo en el calor y el amor que compartíamos. Sentí una renovada determinación al pensar en la posibilidad de utilizar mi experiencia para hacer una diferencia, gracias al apoyo incondicional de la persona que más amaba.

El sol se estaba poniendo y el atardecer teñía el cielo de tonos cálidos, mientras Ale y yo estábamos en el departamento, preparándonos para salir. Ale se estaba poniendo un disfraz, un conjunto meticulosamente planeado para que pudiera salir en público sin ser reconocida. Sabía que Ale estaba ansiosa; salir juntos siempre había sido complicado debido a nuestra situación.

—¿Estás segura de esto? —le pregunté, mientras ella ajustaba una peluca y se miraba en el espejo, tratando de asegurarse de que el disfraz encajara perfectamente.

Ale frunció el ceño, todavía ajustándose el sombrero. —Sí, pero aún así, alguien puede reconocerme. Me han visto mucho en público últimamente.

Dejé que mis dedos recorrieran la tela del disfraz, sintiendo la textura y la forma en que se ajustaba a su cuerpo. —Ale, no tienes que camuflarte si no quieres. Podemos intentar ir sin disfrazar a nadie. Podríamos decir que somos amigas que han salido a divertirse.

Ale me miró con una mezcla de sorpresa y escepticismo. —Pero, ¿qué pasa si alguien nos reconoce? Aún estamos en una situación complicada, y la gente todavía piensa que estoy con Belén.

Le di una sonrisa tranquilizadora y me acerqué a ella. —Lo entiendo, pero ¿qué tal si simplemente actuamos como si fuéramos dos amigas disfrutando de una noche fuera? Podemos hacer que parezca que estamos aquí solo por diversión. Y si alguien nos reconoce, simplemente les decimos que hemos estado pasando tiempo juntas.

Ale parecía vacilar, pero luego asintió lentamente. —Está bien, lo haremos a tu manera. Aunque aún tengo un poco de miedo de que alguien nos reconozca.

Le tomé las manos con suavidad y le di un beso en la mejilla. —Confía en mí. Además, si nos reconocen, podemos simplemente actuar con naturalidad. No estamos haciendo nada malo.

Ale asintió, aunque todavía parecía algo nerviosa. —Está bien, intentémoslo. Pero si empezamos a sentirnos incómodas, buscaremos una manera rápida de salir de la situación.

Salimos del departamento y nos dirigimos al lugar que habíamos planeado visitar. Me aseguré de mantener una conversación animada para que Ale se sintiera más relajada y cómoda. Mientras caminábamos, nos manteníamos cercanas, disfrutando del tiempo juntas y tratando de hacer que la noche fuera especial.

El lugar estaba lleno de gente, y mientras caminábamos entre la multitud, me aseguré de mantenerme cerca de Ale. Era un juego delicado, pero lo estábamos manejando con gracia.

—¿Ves? —le susurré—. Nadie parece prestarnos mucha atención. Solo sigamos actuando naturalmente.

Ale se relajó un poco y sonrió. —Sí, estás en lo cierto. Esto no es tan malo después de todo.

Pudimos disfrutar de la noche sin mayores contratiempos. Aunque sabíamos que teníamos que mantenernos en alerta, la idea de disfrutar de una salida pública juntas nos permitió relajarnos y pasar un buen rato.

Después de nuestra primera parada, fuimos a comer algo ligero. La conversación giró en torno a temas triviales: planes futuros, cosas graciosas que habíamos visto en las redes sociales, y pequeñas anécdotas del día a día. La normalidad de esos temas me hizo sentir un alivio refrescante.

Cuando terminamos de comer, me propuse hacer la noche aún más especial. La llevé a un auto lujoso, un modelo reciente que me había estado llamando la atención. Ale se sorprendió y se rió un poco al ver el coche, pero su sonrisa mostraba una mezcla de emoción y curiosidad. Nos subimos al auto, y yo me acomodé al volante, preparándome para un paseo que prometía ser memorable.

Mientras conducía a alta velocidad, disfrutando del rugido del motor y del viento en la cara, sentí la necesidad de acercarme más a Ale. Pasé una de mis manos por sus muslos, sintiendo la suavidad de su piel a través del tejido de su ropa. Miré hacia su rostro y vi cómo sus ojos se encontraban con los míos. Era una conexión íntima, reforzada por el ambiente encantador de la tarde y la emoción de nuestra escapada.

Ale, con su curiosidad despierta, me preguntó adónde estábamos yendo. No podía evitar sonreír, disfrutando de su expectación. —Es una sorpresa, —le respondí, manteniendo el misterio mientras aceleraba ligeramente en la carretera abierta.

El paisaje a nuestro alrededor era simplemente hermoso. La tarde ofrecía una gama de colores cálidos, con el sol comenzando a ocultarse detrás del horizonte, tiñendo el cielo de tonos dorados y rosados. El contraste de los colores y la velocidad del auto creaban una sensación de libertad y aventura.

Ale se recostó en el asiento, disfrutando del viaje y del paisaje mientras yo mantenía mi mano sobre sus muslos, acariciando suavemente. La sensación de su piel contra la mía y la forma en que la miraba, me hacía sentir que estábamos en un mundo aparte, solo nosotros dos, disfrutando del presente.

Mientras el viento nos envolvía y el rugido del motor era nuestro único compañero, vi cómo Ale, llena de una energía contagiosa, decidió aprovechar el hecho de que el auto era convertible. Sin previo aviso, se levantó y sacó el cuerpo por el techo, extendiendo los brazos al viento y dejando escapar un grito de felicidad que resonó en la carretera vacía. La imagen de Ale en esa pose, con el sol acariciando su rostro y el cielo amplio sobre ella, era simplemente deslumbrante.

No pude evitar reír, sintiendo un profundo enamoramiento al ver la mujer que amaba disfrutar de ese momento tan auténtico. Su risa, su alegría, todo en ella me hacía sentir más cerca de lo que jamás había imaginado. Aceleré un poco, queriendo hacer el paseo aún más emocionante, pero también sabía que no podíamos extenderlo demasiado.

—Ale, amor, —le grité sobre el viento, —sería mejor que vuelvas al asiento, estamos por llegar.

Ella se sentó nuevamente en el asiento, aún riendo y con una sonrisa que iluminaba la noche. La vi recuperar el aliento y acomodarse, su felicidad evidente en cada gesto.

Aproveché el momento para colocar mi mano sobre sus muslos nuevamente, disfrutando de la proximidad y del calor de su piel.

—Tienes que saber, —le dije suavemente, —que te ves increíble con esa ropa. Todo te queda perfecto.

Ale me miró, sus ojos brillando con una mezcla de sorpresa y gratitud. Se inclinó hacia mí, sonriendo con una expresión que reflejaba tanto alegría como amor. En ese instante, con el mundo alrededor de nosotros desvanecido en el crepúsculo, sentí que no había lugar más perfecto que ese. La conexión que compartíamos, la emoción del paseo, y la promesa de lo que estaba por venir, hacían que cada segundo juntos fuera un regalo.

Finalmente, el auto llegó a nuestro destino. Nos detuvimos y nos miramos, conscientes de que este momento era solo el principio de una noche llena de promesas y sorpresas. La magia de la tarde y el cariño compartido se mantendrían en nuestros corazones, recordándonos que cada instante a su lado era un tesoro precioso.

Cuando llegamos a nuestro destino, el atardecer estaba en su punto más hermoso, pintando el cielo con tonos cálidos y dorados. El paisaje a nuestro alrededor era impresionante: un campo de flores que se extendía en una paleta de colores vibrantes, y el suave murmullo del agua de unas termales ocultas en un rincón secreto que había descubierto. El lugar parecía sacado de un sueño.

Sacar la manta del baúl fue el primer paso para preparar nuestro pequeño picnic, pero antes de eso, quise ofrecerle algo aún más especial. Extendí mi mano hacia Ale, y la vi aceptarla con una sonrisa radiante. Caminamos juntas por el sendero bordeado de flores, la belleza del entorno y el sol en su punto más bajo hacían que todo se sintiera mágico.

Cuando llegamos frente a las aguas termales, Ale se quedó maravillada. Sin embargo, sus ojos mostraron un destello de preocupación cuando dijo:

—No traje traje de baño.

Me eché a reír, encantada con la forma en que todo parecía salir a la perfección. Me acerqué a Ale y, con una sonrisa, saqué de la bolsa de picnic un traje de baño que había escondido. Era una bikini verde que había pensado que le quedaría perfecta.

—No te preocupes por eso, —le dije mientras le mostraba el traje. —Lo traje especialmente para ti.

Ale miró el traje de baño con sorpresa y alegría. Sus ojos se iluminaron aún más, y antes de que pudiera decir algo, se acercó y me dio un beso lleno de gratitud y amor. Fue un beso dulce, lleno de la promesa de la tarde que íbamos a pasar juntas.

—Eres increíble, —murmuró Ale contra mis labios, antes de que me separara un poco. —Gracias por esto.

Con la bikini verde en mano, Ale se dirigió hacia la zona privada para cambiarse. Mientras tanto, preparé la manta y me aseguré de que todo estuviera listo para disfrutar de un día perfecto. El ambiente, la tranquilidad del lugar, y el amor que compartíamos hacían que todo fuera aún más especial.

Cuando Ale se lanzó al agua, la forma en que su cuerpo se sumergió en las termales, brillando bajo el sol poniente, me dejó sin aliento. El traje de baño verde se ajustaba perfectamente a su figura, acentuando sus curvas de manera seductora. Su cabello mojado caía en suaves ondas sobre sus hombros, y la visión de ella nadando y riendo en el agua era tan irresistible que sentí un nudo en el estómago.

Ale, con una sonrisa juguetona, me llamó desde el agua, invitándome a unirme. Aunque me debatía internamente, una parte de mí estaba decidida a resistir el llamado, principalmente por la timidez que sentía al estar en traje de baño. Pero la imagen de Ale, tan feliz y encantadora, fue demasiado para ignorarla.

Dejé que mi mirada se posara en ella un momento más, apreciando cada detalle de cómo el sol acariciaba su piel mojada. No podía resistirlo más. Si había algo que no podía permitir, era perderme este momento a su lado. Con una sonrisa decidida, me dirigí hacia mi bolsa de picnic y saqué el bikini azul que había traído para la ocasión.

Ale me observó mientras cambiaba mi ropa con rapidez, y no pude evitar sentir una pequeña mezcla de nervios y emoción al pensar en cómo la sorprendería. El bikini azul que elegí era simple pero elegante, y me sentí un poco más segura al llevarlo. Cuando terminé, me dirigí hacia el borde de las termales y me metí en el agua con un chapuzón, como Ale lo había hecho antes.

Ale se giró al escuchar el splash y su sonrisa se ensanchó al verme entrar. Nadó hacia mí con una expresión de alegría y alivio, y me rodeó con sus brazos mientras me sumergía en el agua tibia.

—Sabía que no podrías resistirte, —me susurró, su aliento tibio en mi oído.

Ríe con una mezcla de satisfacción y cariño, y me besó suavemente en los labios. Nos dejamos llevar por el calor del momento y el confort del agua, disfrutando de la tarde perfecta que habíamos creado juntas. Mientras el sol seguía poniéndose y la luz dorada envolvía nuestro pequeño rincón de paraíso, supe que este era uno de esos momentos que recordaríamos con una sonrisa durante mucho tiempo.

Estábamos flotando en las aguas termales, el calor envolviéndonos mientras el sol se escondía en el horizonte. Ale y yo estábamos abrazadas, su cuerpo cálido contra el mío, y yo me permitía perderme en el consuelo de su presencia. La tarde había sido perfecta, llena de risas y momentos compartidos, y la cercanía física solo aumentaba la intensidad de mis sentimientos.

Ale estaba de espaldas a mí, permitiéndome besar su cuello. No pude resistirme a disfrutar de su piel cálida y suave bajo mis labios. Mis besos eran suaves al principio, pero luego se volvían más apasionados. Sentía cómo su cuerpo se relajaba contra el mío, y cada pequeño gemido que ella emitía me llenaba de una satisfacción profunda.

—Últimamente, estoy demasiado feliz —le confesé, mi voz envuelta en el murmullo del agua. Cada palabra estaba cargada de emoción genuina y agradecimiento. —Y eres tú quien me hace sentir así.

Ale se estremeció ligeramente con cada beso que daba en su cuello. La sentí más cerca, si eso era posible. Sus palabras me llenaban de un calor que no solo era físico, sino emocional. La abracé con más fuerza, queriendo transmitirle todo lo que sentía.

Fue entonces cuando Ale, con una voz cargada de incertidumbre y esperanza, hizo la pregunta que había estado en mi mente desde hace tiempo.

—¿Qué somos?

Me detuve un momento, el corazón latiendo con fuerza mientras pensaba en cómo responder. El amor y la felicidad que sentía eran tan intensos que encontrar las palabras adecuadas parecía una tarea monumental. Ale me miró por encima del hombro, sus ojos buscando una respuesta en los míos.

—Somos lo que decidamos ser —respondí finalmente, mi voz temblando ligeramente, pero con convicción. —Somos dos personas que se encontraron en el momento adecuado y se dieron cuenta de que lo que sentían era real. No importa cómo lo llamemos, lo importante es lo que compartimos y lo que estamos dispuestas a construir juntas.

La respuesta pareció calmar a Ale, y la vi relajar su cuerpo contra el mío, susurrando una respuesta que no necesitaba ser verbal. Nuestra conexión era clara y fuerte, y aunque el futuro era incierto, sabíamos que, por ahora, estábamos exactamente donde queríamos estar.

Nos abrazamos aún más fuerte, y el agua nos envolvía mientras el sol se desvanecía completamente en el horizonte, dejándonos en un espacio íntimo y perfecto para los dos.

A medida que seguía besando el cuello de Ale, el calor del agua termal y la cercanía entre nosotras hacían que cada momento se sintiera más profundo y significativo. Sentía que el tiempo se detenía, y en ese estado de intimidad, decidí abrir mi corazón por completo.

—Ale, hay algo más que necesito decirte —empecé, mi voz apenas un susurro mientras mis labios seguían recorriendo su piel. No podía seguir posponiéndolo más. —Lo que hicimos hoy, lo que sentimos ahora... me hace pensar en todo lo que pasó en el pasado. Y no puedo seguir sin disculparme.

Ale se quedó quieta, dejándose llevar por el ritmo de mis besos. Noté que su cuerpo se tensaba un poco, y lo tomé como una señal de que estaba lista para escucharme. Me aparté ligeramente para mirarla a los ojos, intentando transmitirle toda la sinceridad de mis palabras.

—Quiero pedirte perdón por todo lo que hice hace años. Por haberte golpeado, por haberte engañado. Me arrepiento profundamente de cada error que cometí, de cada decisión equivocada. El peor error fue dejarte ir, firmar el divorcio... Nunca debí dejarte ir. —Las palabras salían de mi boca con un peso que había estado cargando durante tanto tiempo.

Ale me miró fijamente, sus ojos mostrando una mezcla de sorpresa y dolor, pero también de una esperanza que había guardado. Sentí una oleada de emociones mientras seguía hablando, queriendo que entendiera la profundidad de mi arrepentimiento y amor.

—Prometo que he cambiado. He trabajado duro en mí misma, en entender lo que estaba mal y en enmendar mis errores. Te amo a ti y a nuestras hijas más de lo que puedo expresar. —Mis palabras eran fervientes, cada una cargada con el peso de mis sentimientos y mi deseo de redimirme. —Lo que siento por ti es real, y es más profundo que lo que alguna vez pensé que podía experimentar.

La tensión en el aire era palpable, y me di cuenta de que estaba a punto de hacer una de las cosas más importantes de mi vida. Tomé una respiración profunda y miré a Ale con todo el amor y la vulnerabilidad que podía reunir.

—Así que, Ale, como en nuestros días de adolescencia, te pido que volvamos a estar juntas. Que me des otra oportunidad para demostrarte que he cambiado, que puedo ser la pareja que mereces. Quiero comenzar de nuevo contigo, sin ningún de las sombras del pasado.

Ale me miró con una mezcla de emoción y expectativa. La tarde se estaba desvaneciendo y el cielo empezaba a oscurecer, pero la luz entre nosotras parecía brillar aún más fuerte. Con una suavidad y ternura que no podía ser más sincera, la besé en los labios, esperando que ese gesto dijera todo lo que las palabras no podían.

La respuesta en sus ojos era todo lo que necesitaba para sentirme completa, y la promesa de un nuevo comienzo llenó el espacio entre nosotras mientras el sol se ocultaba en el horizonte.

Pov Alejandra.

Cuando Sofía terminó de hablar, me quedé en silencio, procesando cada una de sus palabras. El corazón me latía con fuerza, y el peso de sus disculpas y promesas me envolvía. El calor del agua y la intensidad de su mirada hicieron que todo pareciera más real, más urgente.

Sentí que el momento era crucial, y con una mezcla de emoción y decisión, me incliné hacia ella. Nuestros labios se encontraron en un beso profundo y lleno de significado. Era un beso que hablaba de perdón, de amor renovado y de un futuro que aún podía ser compartido.

Cuando finalmente nos separamos, mis ojos se encontraron con los suyos, y vi en ellos una chispa de esperanza y felicidad que me hizo sonreír.

—Sí, Sofía...si mi amor —dije con voz suave, pero cargada de emoción. —Acepto ser tu novia. Quiero estar contigo, quiero que volvamos a ser lo que éramos, pero mejor. Quiero comenzar de nuevo.

Sofía me miró con una mezcla de alivio y alegría, y no pude evitar sentir una ola de felicidad al ver su expresión. Nos acercamos de nuevo y nuestros labios se encontraron en un beso aún más apasionado, lleno de promesas y sentimientos. El agua nos rodeaba y el cielo se llenaba de estrellas, pero en ese momento, todo lo que importaba era el amor que compartíamos.

Nos abrazamos, el contacto íntimo y cálido entre nuestras pieles haciendo que todo el mundo exterior se desvaneciera. Era como si todo se hubiera alineado para este instante, y mientras nos besábamos bajo el cielo estrellado, supe que este era el comienzo de algo hermoso y significativo.

El pasado había sido doloroso y complicado, pero en ese momento, sentí que estábamos listos para escribir un nuevo capítulo juntos. Y mientras el sol se ocultaba por completo, con la noche envolviéndonos en su manto, me entregué a la promesa de un futuro juntos, lleno de amor, comprensión y nuevas oportunidades.

Me recosté de espaldas en el agua, sintiendo cómo la calidez del agua termal me envolvía y relajaba. Sofía me rodeó con sus brazos, y su cercanía me hizo sentir segura y querida. Sus besos en mi cuello eran suaves y llenos de ternura, cada uno acompañado de susurros que me llenaban de emoción.

—Eres increíble, Ale. No hay nadie como tú —susurró Sofía cerca de mi oído, su voz un susurro que me hizo sonreír.

Me dejé llevar por el momento, disfrutando de la sensación de sus labios en mi piel. Las estrellas brillaban sobre nosotros, reflejando una luz suave en el agua y creando un ambiente mágico. Era como si todo el universo hubiera conspirado para que este momento fuera perfecto.

—Gracias por darme otra oportunidad, Sofía —le dije, mi voz un murmullo mientras me dejaba abrazar por ella. —No sé cómo agradecerte todo lo que estás haciendo, pero sé que estoy muy feliz de estar aquí contigo.

Ella respondió con un apretón suave y me besó de nuevo en el cuello, la calidez de su boca y el roce de su piel contra la mía eran reconfortantes. Cada beso y susurro era una promesa de un futuro mejor, de un amor renovado y de una nueva etapa en nuestras vidas.

—No tienes que agradecerme —dijo Sofía, su tono lleno de sinceridad. —Solo quiero que sepas cuánto te amo, cuánto me importas y cuánto me alegra tenerte de nuevo en mi vida.

Nos manteníamos en el agua, disfrutando de la tranquilidad y la intimidad del momento. Sabía que Belén estaba cuidando de Isabella y que todo estaba en orden en casa. Así que, por un rato, me dejé llevar por la felicidad y el amor que compartíamos.

Sofía siguió besando mi cuello y susurrando palabras dulces, y me perdí en la sensación de su ternura. Sentí que el tiempo se detenía a nuestro alrededor, y en esos momentos, todo lo que importaba era el amor que nos unía.

Nos abrazamos más fuerte, sintiendo el agua alrededor de nosotros, y me dejé envolver por el abrazo cálido y el amoroso susurro de Sofía. En ese rincón escondido, con el cielo estrellado sobre nosotros, supe que estábamos construyendo algo hermoso, algo que valía la pena.

Sentí cómo las manos de Sofía subían lentamente por mi cuello, apretando con una ternura que me hizo temblar. Cada beso que me daba en el cuello era una caricia que despertaba en mí una mezcla de emociones. En ese momento, la sensación era tan intensa que me hizo sentir como si estuviera en una película romántica, con una banda sonora perfecta y un final feliz garantizado.

Pero, al mismo tiempo, la realidad era mucho más compleja. Mirando a Sofía, pude recordar el pasado, los momentos en los que me había hecho temblar de miedo. Los recuerdos de aquel tiempo cuando ella era la causa de mi dolor parecían distantes y ajenos. Aquel temor había sido reemplazado por una profunda y sincera felicidad.

Ahora, aquí en el agua, con Sofía abrazándome, sentía que estábamos escribiendo una nueva historia. Ella no era solo mi ex esposa, sino también la mujer que me había dado una segunda oportunidad en el amor. Había cambiado, y yo estaba dispuesta a darle esa oportunidad de redención, a explorar un futuro juntos.

A lo largo del tiempo, mi vida había encontrado equilibrio en la presencia de Ángela e Isabella, quienes también eran parte fundamental de mi felicidad. Me permitían ver a Sofía bajo una luz nueva, una luz que reflejaba el amor que todavía existía y la posibilidad de un futuro mejor.

El contraste entre el pasado doloroso y el presente lleno de amor me hizo sentir una mezcla de gratitud y esperanza. Sofía, con su abrazo cálido y sus besos suaves, era la causa de mi alegría en este momento. Me hizo recordar que el amor puede sanar viejas heridas y que, incluso en las circunstancias más improbables, la felicidad puede florecer.

Me dejé llevar por la sensación de estar en el agua con ella, disfrutando de cada beso, cada susurro. Era como un sueño hecho realidad, una oportunidad de escribir una nueva historia juntos, de construir algo hermoso a partir de lo que una vez fue doloroso. Con Sofía a mi lado, sentía que todo era posible, y que el futuro estaba lleno de posibilidades y promesas.

Sentí cómo los labios de Sofía se movían con una mezcla de dulzura y pasión a lo largo de mi cuello, dejándome una serie de chupones que eran prueba tangible de su amor y deseo. Cada beso y cada roce de sus labios me hacían sentir una oleada de emociones, como si el tiempo se detuviera por completo.

Con el agua rodeándonos, me encontré atrapada en una sensación de paz y felicidad. “No quiero salir de aquí jamás,” dije, intentando mantener la voz firme a pesar del temblor en mi garganta. La idea de dejar este momento, de abandonar la calidez de los brazos de Sofía y la serenidad del agua, era una perspectiva que no podía soportar.

Sofía, con una sonrisa juguetona, me respondió: “Entonces no lo hagamos. Quedémonos aquí siempre.” Sus palabras eran un susurro en el agua, cargadas de cariño y promesas. Continuó besándome, y sus labios se movían con una ternura que me hacía olvidar todo lo demás.

A medida que sus besos se volvían más intensos, sentí cómo mi corazón latía con una mezcla de amor y gratitud. No podía pedir más en ese momento, y la idea de permanecer allí, envuelta en el abrazo de Sofía, me parecía la perfección absoluta.

Con el sol comenzando a ocultarse en el horizonte, el cielo reflejaba tonos dorados y rosados que se mezclaban con el agua. Todo parecía perfecto. Y en esos momentos, con Sofía a mi lado, supe que podía dejar de lado el pasado doloroso y simplemente disfrutar del presente, del amor que compartíamos y de la promesa de un futuro juntos.

Nos manteníamos en el agua, inmersas en nuestro propio mundo, donde los problemas y las preocupaciones parecían lejanos. En esos besos, en ese contacto, encontré la paz que tanto había deseado. Mientras Sofía seguía besándome y envolviéndome en su amor, me di cuenta de que este era el lugar donde realmente quería estar.

Mientras el agua rodeaba nuestros cuerpos, sentí las manos de Sofía moverse lentamente, explorando con una ternura que contrastaba con la intensidad de nuestros besos. Sus dedos, con una delicadeza inesperada, comenzaron a recorrer la curva de mis pechos, rodando suavemente sobre la tela del bikini.

Cuando notó mi reacción, un temblor involuntario que recorría mi cuerpo, sus caricias se volvieron más insistentes, pero siempre con una cuidadosa atención. Sentí cómo su toque se hacía más presente, cada roce y cada movimiento me enviaban oleadas de sensaciones que no podía ignorar. Su forma de tocarme, con una mezcla de amor y deseo, me hacía sentir una conexión profunda, más allá de las palabras.

Me dejé llevar por el momento, disfrutando de la sensación de sus manos sobre mí, y de cómo sus besos en mi cuello se alternaban con su exploración más íntima. Cada contacto, cada caricia, me recordaba lo lejos que habíamos llegado desde aquellos días difíciles, y cómo, a pesar de todo, habíamos encontrado nuestro camino de vuelta al amor y la felicidad.

Con una mezcla de pasión y ternura, Sofía seguía tocándome, y yo, con mi corazón acelerado, no podía hacer otra cosa más que cerrar los ojos y perderme en la sensación de estar completamente conectada con ella. El agua, la calidez de su cuerpo, y la forma en que me hacía sentir, eran una combinación perfecta que me llenaba de felicidad.

Sentía el calor del agua y el latido de mi corazón, ambos envolviéndome en una mezcla de calma y excitación. Sofía, con su cuerpo tan cerca del mío, me hacía olvidar cualquier preocupación. Pero entonces, sus manos empezaron a moverse de nuevo, y cuando una de ellas llegó al borde de mi bikini, el mundo pareció detenerse.

"Sofía..." susurré, sintiendo un nudo de anticipación en mi estómago.

"Si quieres parar, solo dímelo," murmuró contra mi cuello, su aliento cálido provocando un escalofrío que recorrió mi columna.

No respondí con palabras; en su lugar, me apoyé más contra ella, dejando que mi cuerpo hablara por mí. Sentí sus dedos deslizarse lentamente dentro de mi bikini, y mi respiración se volvió irregular. Cada movimiento, cada toque, era una mezcla perfecta de deseo y ternura.

Cuando sus dedos encontraron mi clítoris, un gemido involuntario escapó de mis labios. Su toque era suave pero decidido, y mi cuerpo reaccionó de inmediato, arqueándose hacia atrás. Mis manos buscaron apoyo, mientras me dejaba llevar por las sensaciones. Cerré los ojos y dejé escapar un suspiro, perdida en el momento.

Las caricias de Sofía eran meticulosas y precisas, cada movimiento de sus dedos enviando olas de placer por todo mi cuerpo. Sentía cómo el calor se acumulaba en mi vientre, una tensión deliciosa que crecía con cada segundo. Mi respiración se volvía más rápida y superficial, y mis gemidos se mezclaban con el sonido del agua.

"Sofía..." jadeé, apenas capaz de hablar mientras mi cuerpo se tensaba y relajaba al ritmo de sus caricias.

Ella continuaba, sus labios aún posados en mi cuello, besándome y susurrándome promesas de amor eterno. Su otra mano se aferró a mi cintura, sosteniéndome firmemente contra ella mientras aumentaba la intensidad de sus movimientos. Me dejé llevar completamente, sintiendo cómo el placer se acumulaba dentro de mí, amenazando con desbordarse en cualquier momento.

Cada toque, cada caricia, era como una declaración de amor y redención. Sentía sus dedos moverse con delicadeza, aumentando la intensidad poco a poco. Mi cuerpo respondía a cada gesto con una urgencia que no podía controlar. Las estrellas brillaban sobre nosotros, pero en ese instante, el único universo que importaba era el que compartía con Sofía. Estábamos juntas, finalmente, sin miedo, sin reservas, solo amor y deseo.

"Sofía, no pares..." susurré, mi voz apenas un murmullo. Podía sentirme al borde, cada fibra de mi ser lista para estallar en un clímax.

Ella respondió aumentando el ritmo, sus dedos moviéndose con más firmeza y precisión. El placer se convirtió en una corriente eléctrica que recorría mi cuerpo, haciendo que mi espalda se arquease aún más. Las sensaciones se volvieron casi abrumadoras, y sentí cómo la tensión en mi vientre alcanzaba su punto máximo.

Con un último gemido, me dejé llevar por el orgasmo. Mi cuerpo se estremeció y se tensó, cada músculo contrayéndose y relajándose en una danza de placer. Sentía las ondas de placer recorriéndome, cada espasmo acompañado por un suspiro de alivio y éxtasis. Sofía no dejó de moverse, guiando cada momento hasta que el clímax comenzó a desvanecerse, dejándome flotando en un estado de completa satisfacción.

"Te amo, Sofía..." susurré, mi voz temblorosa pero llena de certeza.

Sofía sonrió contra mi cuello, sus labios aún rozando mi piel mientras susurraba, "Y yo a ti, Ale. Para siempre."

El placer aún me recorría el cuerpo cuando sentí a Sofía moverse detrás de mí. Apenas tuve tiempo de recuperarme cuando susurró en mi oído, "Ahora viene lo mejor, mi amor." Aún de espaldas a ella, noté cómo sus manos bajaban por mi cuerpo hasta mis muslos. Con una suave presión, abrió mis piernas bajo el agua y posicionó sus dedos justo en mi entrada.

"¿Lista?" preguntó con una mezcla de deseo y ternura. Antes de que pudiera responder, la sentí penetrar de golpe con dos dedos, llenándome por completo. Un gemido escapó de mis labios, y mi cuerpo se arqueó instintivamente hacia atrás.

Sofía comenzó a moverse de inmediato, entrando y saliendo de mí con rapidez y determinación. Cada empuje era un golpe de placer, una mezcla de intensidad y necesidad que me hacía gemir sin control. Mis manos se aferraron a sus brazos, buscando algún tipo de ancla mientras las olas de placer se intensificaban.

Sus movimientos eran precisos y deliberados, cada uno llevándome más cerca del borde. Sentía su respiración caliente en mi oído y su cuerpo firme contra el mío, ambos envueltos en la calidez del agua y el deseo compartido.

"Sofía..." jadeé, mi voz rota por la intensidad de las sensaciones. Ella continuó, sus dedos moviéndose con una precisión casi brutal, pero deliciosa. Cada entrada y salida me llevaba más cerca del límite, y cada vez que pensaba que no podía ser más intenso, ella aumentaba la velocidad.

"¿Te gusta, Ale?" murmuró en mi oído, su voz oscura y cargada de deseo. "¿Te gusta cómo te hago mía?"

"Sí..." gemí, mi voz temblando con la mezcla de placer y desesperación. "Más, por favor..."

"¿Quieres más?" Sofía continuó, su tono obsceno y provocador. "Te haré rogar por ello, Ale. Quiero verte correr en mis dedos."

Sus palabras me hicieron temblar, y mi cuerpo respondió antes de que mi mente pudiera procesarlo. Los espasmos comenzaron a recorrerme, cada uno más intenso que el anterior. Sentía cómo la tensión en mi vientre se acumulaba rápidamente, cada segundo más cerca del clímax.

"Por favor, Sofía... no pares..." rogaba, mis palabras entrecortadas por los gemidos. Cada movimiento de sus dedos era una ola de placer, una corriente que no podía resistir. Mis espasmos se intensificaron, mis músculos contrayéndose alrededor de sus dedos mientras el clímax se acercaba.

Con un último grito, sentí cómo el orgasmo me abrumaba. Mi cuerpo se arqueó, y un torrente de placer me recorrió, cada espasmo una explosión de éxtasis. Sofía no dejó de moverse, guiando cada momento hasta que me dejé ir por completo, sintiendo cómo me corría en sus dedos.

La sensación era abrumadora, un torrente de liberación y placer que me dejó sin aliento. Sentía cómo mis jugos cubrían sus dedos, y cada espasmo era una liberación de la tensión acumulada.

"Así, Ale... así..." susurró Sofía, su voz baja y llena de satisfacción. Lentamente, comenzó a retirar sus dedos, dándome tiempo para recuperar el aliento.

Abrió sus labios ligeramente y probó los jugos que había dejado en sus dedos, cerrando los ojos mientras lo hacía. "Perfecta," susurró, su voz suave y llena de amor.

Me giré ligeramente, mirándola con ojos aún llenos de deseo y gratitud. "Te amo, Sofía," susurré, mi voz temblorosa pero segura.

"Y yo a ti," respondió.

Sofía me sacó del agua con una firmeza suave, sus manos apoyándome mientras salíamos. Sentía la calidez del sol en mi piel mojada, y el aire fresco de la tarde contrastaba con el calor de nuestros cuerpos. Me acostó con cuidado sobre la manta, mis piernas temblando ligeramente por el orgasmo reciente.

Sin decir una palabra, comenzó a quitarme la parte baja del bikini. Sus movimientos eran decididos pero llenos de cariño. Me estremecí cuando la tela mojada se deslizó por mis muslos y tobillos. La miré, mis ojos llenos de anticipación y amor, mientras ella se quitaba su propio bikini.

Sofía abrió mis piernas con suavidad, acomodándose entre ellas. El mundo parecía detenerse mientras se posicionaba, sus ojos fijos en los míos, cargados de deseo y ternura. Sentí su cuerpo alinearse con el mío, y el contacto fue como una chispa que encendió cada nervio en mi cuerpo.

Con un movimiento lento y deliberado, Sofía comenzó a entrar en mí. lento y satisfactorio, llenándome completamente. Un gemido bajo escapó de mis labios, y mis manos encontraron su espalda, aferrándome a ella mientras nuestros cuerpos se conectaban.

"¿Te gusta así, Ale?" murmuró, su voz baja y cargada de deseo. Cada palabra era un susurro caliente contra mi oído, enviando escalofríos por mi columna.

"Sí... Sofía... me encanta..." gemí, mis palabras entrecortadas por el placer. Sus movimientos eran lentos pero profundos, cada embestida llevándome más cerca del borde.

"Te ves tan hermosa así, Ale," continuó, su voz oscura y provocadora. "Toda mía... bajo mi control..."

Sus palabras me hacían temblar, y mi cuerpo respondía a cada una de sus embestidas. Sentía cómo su pelvis chocaba contra la mía, cada movimiento una ola de placer que me hacía gemir más fuerte. Mis manos recorrían su espalda, sintiendo cada músculo moverse bajo su piel.

"Más... por favor..." rogué, mis caderas moviéndose para encontrarse con las suyas. Cada movimiento era más intenso que la anterior, y el placer crecía con cada segundo.

"Te haré rogar por mí, Ale," murmuró Sofía, su voz cargada de autoridad y deseo. "Te haré correr una y otra vez, hasta que no puedas más."

Sus palabras me hicieron gemir más fuerte, y mis espasmos comenzaron a intensificarse. Sentía cómo la tensión se acumulaba en mi vientre, cada segundo más cerca del clímax. Mis gemidos se convirtieron en jadeos, y mis manos se aferraron a su espalda con más fuerza.

Sofía no dejaba de moverse, su ritmo lento pero implacable. Sentía cómo el placer me llenaba completamente, cada movimiento llevándome al borde del abismo. "Vamos, Ale... córrete para mí..." susurró, sus palabras enviando una última ola de placer a través de mi cuerpo.

Con un grito, sentí cómo el orgasmo me abrumaba. Mi cuerpo se arqueó bajo el suyo, y una oleada de placer me recorrió, cada espasmo una explosión de éxtasis. Sentía cómo mis jugos cubrían sus dedos, y cada espasmo era una liberación de la tensión acumulada.

Sofía no dejó de moverse, guiando cada momento hasta que me dejé ir por completo, sintiendo cómo me corría en sus dedos. La sensación era abrumadora, un torrente de liberación y placer que me dejó sin aliento.

"Ale..." murmuró Sofía, su voz baja y llena de satisfacción. Lentamente, comenzó a reducir el ritmo, permitiéndome recuperar el aliento.
.
.
.
.
La noche había caído sobre nosotras mientras volvíamos en el auto. Las luces de la carretera iluminaban intermitentemente nuestros rostros, creando un ambiente íntimo y cargado de electricidad. Sofía conducía con una mano en el volante y la otra descansando sobre mi muslo. Sentía el calor de su palma a través de la tela de mi vestido, y mis sentidos se agudizaban con cada caricia.

Cada vez que su mano se movía, mi piel respondía con un cosquilleo eléctrico. Mi cuerpo aún estaba sensible por todo lo que habíamos compartido esa tarde, y la anticipación hacía que mi respiración se volviera más profunda. De repente, Sofía deslizó su mano más arriba, hasta llegar a mi entrepierna. Sentí cómo corría la tela de mi ropa interior a un lado, y un gemido escapó de mis labios cuando sus dedos se deslizaron dentro de mí de una sola vez.

"Te gusta, ¿verdad?" murmuró, sus ojos fijos en la carretera pero su voz llena de deseo. "Te encanta sentirme dentro de ti..."

Tiré la cabeza hacia atrás, apoyándola en el respaldo del asiento. Mis piernas se abrieron instintivamente, dándole mejor acceso. "Sofía... sí... me encanta," gemí, mi voz apenas un susurro entrecortado.

Sus dedos se movían con una habilidad que sólo alguien que conocía cada rincón de mi cuerpo podía tener. Entraban y salían, el ritmo lento y tortuoso, mientras sus palabras se volvían más sucias y obscenas. "Eres tan húmeda, Ale... tan lista para mí..."

Cada palabra era como una chispa que encendía un fuego dentro de mí. Mis caderas se movían en sincronía con sus dedos, buscando más, rogando por más. "Sofía... no pares..." imploré, mis manos agarrando el asiento con fuerza.

"¿Te gusta que te hable así, Ale? ¿Te gusta rogarme?" Su tono era provocador, su voz baja y cargada de promesas.

"Sí... por favor... más..." Mi voz era un jadeo desesperado, mi cuerpo arqueándose hacia ella, buscando más de esa deliciosa tortura.

"Quiero que te corras para mí, Ale. Quiero sentir tus espasmos en mis dedos, quiero escuchar tus gemidos..."

Sentía cómo mi cuerpo respondía a sus palabras, la tensión acumulándose en mi vientre. Sus dedos se movían más rápido, más profundo, y cada embestida me acercaba al borde. "Sofía... voy a... oh, Dios..."

"Eso es, Ale... déjate llevar... córrete para mí..."

Mi cuerpo se arqueó, y un grito escapó de mis labios cuando el orgasmo me golpeó con fuerza. Sentía cómo los espasmos recorrían mi cuerpo, cada uno más intenso que el anterior. Me corrí en sus dedos, sintiendo una liberación que me dejó temblando.

Sofía no se detuvo hasta que el último espasmo me dejó sin aliento. Lentamente, retiró sus dedos, y los llevó a sus labios, probándome con un gemido de satisfacción. "Eres deliciosa, Ale," murmuró, sus ojos brillando con una mezcla de amor y deseo.

Me dejé caer en el asiento, mi cuerpo aún temblando por el placer. "Te amo, Sofía," susurré, mi voz llena de gratitud y amor.

Después de mi intenso orgasmo, me di cuenta de que no podía dejar a Sofía sin gozar. La necesidad de darle placer era abrumadora, una forma de devolverle todo lo que me había dado. Me acerqué a ella, comenzando a besar su cuello suavemente.

"¿Qué estás haciendo, Ale?" murmuró, sus ojos fijos en la carretera, aunque había una nota de diversión en su voz. "Estoy manejando..."

"No por mucho tiempo," le susurré al oído mientras mis labios seguían su camino hacia su clavícula. Con un movimiento decidido, desabroché su cinturón y deslicé mis dedos hasta el botón de sus pantalones, desabrochándolos rápidamente.

Sofía respiró hondo, una mezcla de anticipación y sorpresa. "Ale..." Su voz tenía una advertencia, pero no hizo nada para detenerme.

Paró el auto en una zona oscura y apartada, dejando que mi mano continuara su camino. Deslicé mi mano dentro de sus pantalones y susurré, "Te voy a hacer rogar, Sofía."

Deslicé mis dedos de una sola vez dentro de ella, sintiendo su calor y humedad envolviéndome. Un gemido escapó de sus labios, y su cabeza cayó hacia atrás contra el reposacabezas. "Ale... Dios..."

"Te gusta, ¿verdad?" murmuré, mis dedos moviéndose lentamente dentro de ella, explorando y encontrando cada punto sensible. "Te encanta cuando te toco así."

Sus caderas comenzaron a moverse instintivamente, buscando más fricción. "Sí... me encanta... no pares..."

"¿Quieres más?" pregunté, mi voz cargada de deseo y dominio. "Quiero escuchar cómo ruegas."

"Por favor, Ale... más... necesito más..." Su voz era un gemido desesperado, y añadí un tercer dedo, moviéndome más rápido y más profundo.

"Así me gusta, buena chica," le dije con un tono provocador. "Quiero que te corras para mí."

Sofía se aferraba al asiento, sus uñas clavándose en la tapicería mientras sus gemidos se volvían más fuertes. "No... no quiero correrme todavía... quiero más..."

Mis dedos encontraron su punto G, y comencé a estimularlo con movimientos rítmicos y precisos. "Te vas a correr, Sofía. Te vas a correr para mí ahora."

Su cuerpo comenzó a temblar, y sentí cómo se entregaba por completo. "Ale... no puedo... oh, Dios... sí..."

Los espasmos comenzaron a recorrer su cuerpo, y un grito escapó de sus labios cuando finalmente se dejó ir. Sentí cómo se apretaba alrededor de mis dedos, su humedad aumentando a medida que se corría intensamente. Su cuerpo se arqueó, y un torrente de fluidos brotó de ella, cubriendo mis dedos y su ropa interior.

Sofía jadeaba, su pecho subiendo y bajando rápidamente mientras se recuperaba. Lentamente, retiré mis dedos y los llevé a mis labios, probándola con una sonrisa. "Eres deliciosa, Sofía."

Ella me miró con ojos vidriosos, su respiración aún entrecortada. "Te amo, Ale."

Después de todo lo que acabábamos de compartir, sentí la urgencia de estar aún más cerca de Sofía. Con un esfuerzo, me subí a horcajadas sobre ella, mi cuerpo aún temblando por el reciente clímax. La miré a los ojos y vi el deseo reflejado en ellos, un reflejo del mío propio.

Comencé a besarla, primero suavemente, luego con una pasión que parecía incendiarme desde dentro. Sus labios se movían con los míos en una danza familiar y necesitada. Sentí sus manos deslizarse por mi cuerpo, encontrando mis pechos y comenzando a estimularlos con caricias y ligeros pellizcos que enviaban oleadas de placer por todo mi ser.

Sofía murmuró entre besos, "Eres increíble, Ale."

Sus palabras, combinadas con sus caricias, me hacían perderme aún más en la vorágine de sensaciones. No podía contenerme más. Necesitaba más de ella, más de su toque. Sus manos comenzaron a descender, moviéndose hábilmente hasta llegar a la zona más sensible de mi cuerpo. Cuando sus dedos encontraron mi entrada, no dudé ni un segundo.

"Déjame hacerlo," susurré contra sus labios, y ella asintió.

Guié sus dedos dentro de mí, sintiendo cómo se estiraban y llenaban cada rincón. Con movimientos lentos al principio, empecé a montar sus dedos, moviendo mis caderas en un ritmo que aumentaba con cada segundo. La sensación de estar en control, de tomar lo que necesitaba, era intoxicante.

Sofía gimió, sus ojos fijos en mí mientras yo subía y bajaba sobre sus dedos. "Ale... te ves tan hermosa así."

"¿Te gusta?" le pregunté con voz entrecortada, mis movimientos volviéndose más rápidos y desesperados.

"Me encanta... no pares," respondió, sus manos apretando mis pechos con más fuerza.

El placer creció en oleadas, cada movimiento de mis caderas enviando chispas de éxtasis a través de mi cuerpo. Podía sentir cómo mis músculos se tensaban alrededor de sus dedos, cada vez más cerca de otro clímax. Sofía, siempre atenta, movió sus dedos con mayor intensidad, sincronizando sus movimientos con los míos.

"Te voy a hacer correr de nuevo," murmuró, su voz cargada de deseo. "Quiero verte estallar para mí."

Sus palabras me llevaron al borde. Mis gemidos se volvieron más fuertes, incontrolables, y mis movimientos más frenéticos. Finalmente, sentí el clímax arrollándome como una marea alta, y un grito escapó de mis labios cuando me dejé ir completamente. El placer me envolvió, y me aferré a Sofía mientras mi cuerpo temblaba y se arqueaba.

Sofía me sostuvo, sus dedos aún dentro de mí, moviéndose suavemente mientras mi orgasmo disminuía. Sus ojos no se apartaron de los míos, una conexión profunda que no necesitaba palabras.

"Siempre tú," susurré, aún jadeante, inclinándome para besarla de nuevo, más suave esta vez, agradecida por todo lo que compartíamos.

Después de todo lo que habíamos compartido, me sentí completamente agotada pero satisfecha. Me levanté un poco para permitir que Sofía sacara sus dedos, el aire fresco en el auto ayudando a calmarme. La noche era tranquila, y sentí un profundo sentido de paz.

Sofía y yo habíamos decidido que me quedaría a dormir en su lugar, así que sin más preámbulo, nos dirigimos hacia allá. Me acomodé en el asiento del auto, tratando de ajustar mi ropa y relajarme después de la intensa experiencia que acabábamos de vivir.

Sofía estaba a mi lado, manejando con una calma que contrastaba con la pasión de antes. Sus movimientos eran suaves y meticulosos mientras guiaba el auto por la carretera. Yo me dejé llevar por la tranquilidad del viaje, sintiendo cómo el cansancio se apoderaba de mí.

No tardé mucho en caer dormida, apoyada contra el asiento. La sensación de seguridad y confort me envolvía mientras mi respiración se hacía lenta y profunda. Los suaves movimientos del auto y el suave murmullo del motor se convirtieron en una melodía reconfortante que me arrullaba a un sueño profundo.

Cuando abrí los ojos de nuevo, ya era de noche, y el auto estaba detenido. Sofía me miró con una sonrisa cálida y me susurró suavemente para despertarme. La noche estaba aquí, y yo estaba lista para pasarla a su lado, recuperándome y disfrutando del regreso a su hogar.

La noche ya había caído por completo, y el cielo estrellado brillaba intensamente. Sofía se inclinó para mirarme y me sonrió con ternura.

—Estamos en casa —me dijo en voz baja, su tono suave y lleno de cariño.

Ella abrió la puerta del auto y se movió con cuidado para no hacer ruido. Luego, me ayudó a salir del asiento, sus manos firmes pero gentiles, llenas de una calidez que me tranquilizaba. Me envolví en una manta que había quedado en el auto y dejé que ella me cargara en sus brazos. Me sentí completamente segura en su abrazo.

—No te preocupes por nada —murmuró Sofía mientras me llevaba hacia la puerta de la casa—. Solo relájate.

A medida que entrábamos, el interior de la casa estaba iluminado suavemente por luces cálidas. Sofía me llevó por un pasillo decorado con fotos familiares y recuerdos, hasta llegar a su habitación. La cama estaba perfectamente hecha, con las sábanas arrugadas por mi llegada tardía, pero aún así invitaba al descanso.

Sofía me acomodó suavemente en la cama, asegurándose de que estuviera cómoda antes de cubrirme con las sábanas. Me sentí reconfortada por el calor de la cama y la suavidad de las mantas. Ella se inclinó hacia mí, y me besó en la frente con una ternura que hizo que mi corazón se derritiera.

—¿Te sientes bien? —preguntó con una preocupación genuina en su voz.

—Sí, estoy bien. Gracias por todo, Sofía. —Le respondí, sintiendo una oleada de gratitud.

—Siempre estaré aquí para ti —prometió, su mano acariciando suavemente mi cabello.

Se levantó para apagar las luces de la habitación, dejando solo una tenue iluminación nocturna que creaba una atmósfera tranquila y relajante. Volvió a mi lado y se acomodó en la cama junto a mí, acercándose para abrazarme con suavidad. Sus brazos me envolvieron en un cálido abrazo, y su respiración se sincronizó con la mía, creando un ritmo tranquilo y reconfortante.

—Descansa, amor —susurró Sofía—. Mañana será un nuevo día, y lo pasaremos juntos.

Me acurruqué contra ella, sintiendo su calor y su amor envolviéndome. Cerré los ojos y me dejé llevar por el sueño, agradecida por el momento de paz y la compañía reconfortante de Sofía. La noche avanzó lentamente mientras la tranquilidad y la seguridad me envolvían, y me entregué al descanso con una sonrisa en el rostro, sintiendo que todo estaba bien en el mundo.
.
.
.
.
.
Pov Isabella.

Estaba en mi habitación con Alex, la chica con la que estoy empezando a salir. Todo estaba tranquilo y relajado; Alex me estaba dando un tierno beso en los labios, y yo me estaba sumergiendo en la dulzura del momento. Sus labios eran suaves y cálidos, y yo me sentía como en una nube. Sin embargo, el momento fue interrumpido abruptamente cuando la puerta de la habitación se abrió de golpe.

Miré a la puerta y vi a Belén, de pie en el umbral. Su expresión combinaba sorpresa con un toque de diversión. Me puse roja de inmediato, sintiendo que mi corazón latía a mil por hora. Alex también se puso un poco nerviosa, y me miró con ojos grandes.

—Hola, Bel —dije, intentando sonar casual mientras me giraba hacia ella—. ¿Necesitas algo?

Belén entró en la habitación con una sonrisa traviesa. Antes de que pudiera responder, Alex dejó un suave chupón en mi cuello, lo que me hizo sonrojar aún más. Sentí que las mejillas me ardían, y no podía evitar mirar a Alex con nerviosismo.

—Vaya, parece que estoy interrumpiendo algo —dijo Belén con una mezcla de diversión y preocupación—. ¿Qué está pasando aquí?

Tratando de mantener la compostura, me giré hacia Alex y le hice una señal para que se apartara un poco. Alex intentó disimular, pero parecía igual de incómoda que yo. La situación era un poco embarazosa, y no podía evitar sentir que la atmósfera se había vuelto muy tensa.

—Lo siento, Belén —dije con un susurro, mientras intentaba mantener la calma—. Solo estábamos compartiendo un momento. No queríamos causar problemas.

Belén se acercó a nosotros con una mirada mezcla de comprensión y seriedad. La vi mirar el chupón en mi cuello, y luego sus ojos se encontraron con los de Alex.

—Chicas —dijo Belén con una sonrisa que intentaba ser tranquilizadora—, entiendo que estén en una etapa de descubrimiento. Pero, Isabella, tienes solo once años, y aunque entiendo que los sentimientos son nuevos y emocionantes, creo que es mejor que guardemos este tipo de cosas para cuando seas un poco mayor.

Miré a Belén con una mezcla de vergüenza y arrepentimiento. Alex, tratando de suavizar la situación, me ayudó a mover la silla de ruedas más cerca. Me di cuenta de que la silla no estaba cerca, y me sentí un poco atrapada.

—¿Puedo ir contigo, Belén? —pregunté, moviéndome en mi silla de ruedas, con la esperanza de escapar de la situación embarazosa.

Belén se acercó y me ayudó a moverme más cerca de ella. Luego, con una sonrisa, dijo:

—No quiero que se enojen. No estoy aquí para regañarlas, solo quiero asegurarme de que todos estemos en la misma página. Si necesitan algo de beber, avísenme. Pero, por favor, no hagan nada más por ahora. Todavía son muy jóvenes para esas cosas.

Alex y yo nos miramos con una mezcla de vergüenza y alivio. Tratamos de mantener la calma mientras Belén nos ofrecía algo para beber. Alex se levantó y se dirigió hacia la cocina, y yo me quedé en la habitación con Belén.

—Belén, lo siento mucho —dije, sintiendo un peso en el pecho—. No pensamos que esto pudiera pasar. Solo queríamos disfrutar de un rato juntas.

Belén se inclinó hacia mí y me dio un suave abrazo, tratando de calmarme.

—No te preocupes, Isabella. Todos cometemos errores y aprendemos. Solo recuerden ser conscientes de las circunstancias. La paciencia es una virtud, y la adolescencia puede ser un poco complicada.

Alex volvió con unos vasos de jugo y se sentó junto a mí. Belén se sentó también y comenzó a charlar sobre temas triviales, tratando de aligerar el ambiente. Mientras hablábamos, traté de olvidar el momento embarazoso y concentrarme en la conversación.

—Así que, chicas —dijo Belén con una sonrisa—, ¿qué les gustaría hacer ahora? Tal vez ver una película o jugar algún juego. Estoy aquí para cuidarlas, así que no duden en decirme si necesitan algo.

Alex y yo nos reímos suavemente y asentimos. Aunque el momento había sido un poco incómodo, la actitud comprensiva de Belén y la disposición para relajarse nos hicieron sentir mucho mejor. A medida que pasaba el tiempo, el ambiente en la habitación se volvió más relajado y disfrutamos del resto de la tarde con tranquilidad.

Después de que Alex se fue, me senté frente al espejo en mi habitación, tratando de disimular el chupón en mi cuello. Aunque había intentado cubrirlo con un poco de maquillaje, seguía notándose. Estaba en una especie de trance, intentando enfocarme en lo que hacía, cuando Belén entró en la habitación. La vi asomarse por la puerta, con su habitual sonrisa amigable.

—Hola, Isabella —dijo Belén mientras se acercaba a mí—. ¿Cómo estás? Ya es tarde y estaba a punto de irme a dormir. ¿Necesitas algo antes de que me vaya?

Miré hacia arriba, dejando mi espejo a un lado. Me sentí un poco cohibida, pero también sabía que Belén era una de las pocas personas con las que podía hablar con sinceridad.

—Hola, Belén —dije con una voz un poco tímida—. Solo estaba intentando cubrir esto. No sé si lo logré mucho.

Belén se acercó y examinó el chupón con una sonrisa comprensiva.

—No te preocupes tanto por eso. Es normal a tu edad. Todos hemos pasado por momentos similares. ¿Qué tal si te ayudo a cubrirlo mejor?

Le agradecí mientras me ayudaba con el maquillaje. Aproveché el momento para hacerle una pregunta que había estado rondando en mi mente.

—Belén, ¿crees que mi mamá es feliz con Sofía? Quiero decir, después de todo lo que pasó. No puedo evitar preocuparme por ella. Y, bueno, también me pregunto si Sofía está haciendo bien las cosas esta vez. No quiero que mi mamá vuelva a sufrir como antes.

Belén se detuvo por un momento, mirando con seriedad. Sus dedos continuaban aplicando el maquillaje con precisión, pero su expresión reflejaba una profunda reflexión.

—Sabes, Isabella —comenzó Belén con voz suave—, tu mamá siempre ha sido una persona increíblemente fuerte. Sofía ha pasado por muchas cosas y ha trabajado duro para cambiar. Creo que, a pesar de todo lo que sucedió en el pasado, ahora está haciendo un esfuerzo genuino por ser mejor.

Pausó un momento, mirando mi reflejo con una mezcla de ternura y preocupación.

—Alejandra es una mujer muy especial. No siempre es fácil, pero todos merecemos una segunda oportunidad. Sofía parece estar haciendo un esfuerzo real por ser la persona que tu mamá necesita. Sin embargo, siempre es importante estar atentos y asegurarnos de que se mantengan en una buena dirección. Las heridas del pasado no desaparecen de la noche a la mañana, pero el amor y el compromiso pueden ayudar a sanar.

Asentí mientras escuchaba, sintiendo un poco de alivio. Aunque sabía que no podía controlar todo, escuchar esas palabras de Belén me daba una sensación de esperanza.

—Gracias, Belén. Me alegra escuchar eso. Solo quiero que mi mamá sea feliz, y si Sofía está haciendo lo correcto, eso me hace sentir un poco mejor.

Belén terminó de ayudarme con el maquillaje y me dio una palmadita en el hombro.

—De nada, Isabella. Tu mamá es una mujer fuerte y capaz de encontrar la felicidad. Lo importante es que todos sigamos apoyándola y estemos ahí para ella. Y tú, por supuesto, eres una parte importante de su vida. No olvides que también mereces ser feliz y estar bien.

—Lo sé —dije con una sonrisa—. Gracias por estar aquí, Belén. Me siento mejor.

Belén sonrió y se levantó, comenzando a dirigirse hacia la puerta.

—Bueno, es hora de irme a dormir. Espero que descanses bien. Si necesitas algo, no dudes en llamarme.

—Lo haré —respondí—. Buenas noches, Belén.

—Buenas noches, Isabella —dijo Belén mientras cerraba la puerta suavemente detrás de ella.

Me quedé sola en la habitación, sintiéndome un poco más tranquila. Aunque las preocupaciones y las preguntas seguían en mi mente, sentí que había dado un pequeño paso hacia la aceptación. Con una última mirada en el espejo, me acomodé en la cama y me preparé para dormir, agradecida por el apoyo y la comprensión que Belén me había ofrecido.

--------

Holaaas.

Cómo estamos.

Que les pareció el cap.

Nos vemosss.

Recuerden que los amooo.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro