Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

ojos que no ven, corazón que no siente.

No me odien.

Empezemos.

-----------------------------------------------------------------

Pov Sofía.

Perdida, asustada... Así me siento ahora. Ya no me queda nada, ninguna droga que me mantenga a flote, que me saque de este vacío. La culpa se ha ido, sí, pero el miedo ha vuelto, más fuerte que nunca, y no puedo soportarlo. Mis manos tiemblan, mi mente no deja de dar vueltas, buscando desesperadamente una salida, algo que me saque de este agujero oscuro en el que me he hundido.

No sé qué hacer. Siento que me estoy desmoronando, que en cualquier momento voy a romperme en mil pedazos. En un impulso desesperado, busco mi teléfono y llamo a Hugo. Es el único que puede ayudarme ahora, el único que sabe lo que necesito. Cuando responde, casi puedo escuchar la satisfacción en su voz, como si supiera que volvería a llamarlo.

—En la esquina de mi barrio hay una tienda que vende unas pastillas para olvidar —me dice, como si fuera la respuesta más natural del mundo—. Los vecinos aseguran que su efecto prolifera.

No necesito más. Anoto la dirección, mi mano temblando tanto que apenas puedo escribir. Agradezco a Hugo y cuelgo antes de que pueda decir algo más. Ya he tomado mi decisión.

El camino hasta la tienda es un borrón, apenas soy consciente de lo que estoy haciendo. Todo lo que sé es que necesito esas pastillas, las necesito más que nunca. Cuando llego a la dirección, entro sin dudarlo. El lugar es oscuro y lúgubre, pero no me importa. Me acerco al mostrador, pido lo que necesito, y el hombre detrás de él me mira con una mezcla de compasión y desaprobación. Pero no dice nada, solo me entrega lo que he pedido, y yo le doy el dinero antes de salir apresuradamente.

Con las pastillas en mi mano, siento una mezcla de alivio y terror. Sé que estoy cruzando una línea de la que tal vez no haya retorno, pero no me importa. Necesito olvidar, necesito escapar, y estas pastillas son mi única esperanza. Sin pensarlo más, trago una, esperando que funcione, que me saque de este infierno en el que me he sumido.

Me apoyo contra la pared, cerrando los ojos mientras espero que el efecto prolifere. Los minutos se sienten como horas, y me pregunto si he cometido un error, si esta vez no podré salir de esta. Pero entonces, poco a poco, siento cómo mi mente se adormece, cómo los pensamientos oscuros se disipan, reemplazados por un vacío acogedor. No es felicidad, no es paz, pero es mejor que el dolor, mejor que el miedo.

Y por ahora, eso es suficiente.

Siento los efectos de las pastillas comenzar a invadir mi cuerpo. Es una sensación extraña, como si estuviera flotando fuera de mi propio ser. Mis pensamientos se vuelven borrosos, y cada vez es más difícil concentrarme en la realidad. Estoy desconectada de todo lo que me rodea. Me preguntan si puedo sentir mi cuerpo, y todo lo que siento es una calma inquietante.

Mi mente, sin embargo, no puede dejar de pensar en Ale. ¿Cómo se sentiría ella ahora? Me imagino su rostro, su tristeza, su decepción. Mañana tengo rehabilitación, y tengo que enfrentar todo esto con Ale a mi lado. Quiero creer que puedo dejarlo atrás, que puedo cambiar, pero en este momento, lo único que quiero es escapar.

La sensación de adormecimiento es más fuerte que en otras ocasiones. Es como si la droga estuviera haciendo su trabajo con una intensidad renovada, envolviéndome en un manto de olvido. Olvidarme de todo, de la culpa, del miedo, de las promesas rotas.

En este momento, la droga es mi única forma de refugio. Estoy perdida, asustada, pero esto es lo único que me da un alivio temporal. Mañana será otro día, y en ese momento, enfrentaré lo que venga. Pero por ahora, solo quiero perderme en esta sensación y dejar que el mundo se desvanezca.

Las pastillas me estaban afectando más de lo que imaginaba. Caminaba por la casa, tratando de calmarme, pero mis pasos eran inciertos. De repente, mi visión comenzó a distorsionarse. En la sala, vi a Ale, pero no podía ser. Ale no vivía aquí. Me froté los ojos, tratando de despejar la vista, pero ella seguía allí.

A los pocos momentos, Belén entró en la sala. Mi corazón se aceleró, y mi mente gritó. No podía creer lo que estaba viendo. Belén comenzó a besar a Ale con una intensidad que me hizo sentir un nudo en el estómago. Ale cedía a esos besos, y mi furia creció. Me acerqué, decidida a enfrentar a Belén, pero cuando intenté golpearla, no sentí resistencia. La mano de Belén parecía atravesar mi intento de golpe, como si ella no me notara en absoluto.

La verdad me golpeó como un tren: estaba alucinando. Mi cabeza estaba jugando una mala pasada. Quería gritarle a mi mente que parara, que dejara de mostrarme estas visiones. Intenté salir de la sala, pero todo parecía girar y desmoronarse a mi alrededor. La imagen de Ale y Belén se mantenía firme en mi visión, un tormento que no podía detener.

Mi mente gritaba por claridad, pero las pastillas continuaban nublando mi percepción. Me sentía atrapada en un laberinto de ilusiones, incapaz de escapar de las imágenes que mi cerebro seguía proyectando.

Al día siguiente, desperté en el suelo, con un dolor de cabeza que palpitaba con cada latido de mi corazón. No tenía ni idea de cómo había terminado ahí, rodeada de botellas vacías y pastillas dispersas. Mis recuerdos de la noche anterior eran fragmentos confusos y aterradores. Me quedé un momento, tratando de reunir fuerzas para moverme, pero el peso de la culpa y el miedo era casi paralizante.

Finalmente, me levanté y fui al baño. El reflejo en el espejo era casi irreconocible. Mi piel estaba pálida, los ojos hundidos y enrojecidos. El agua de la ducha fría me ayudó a despejar un poco la niebla en mi mente, pero no lo suficiente. Tenía que ir a la rehabilitación, tenía que recoger a Ale. No podía permitirme otro error, no podía seguir decepcionándola.

Me vestí apresuradamente, tratando de ocultar cualquier rastro de la noche anterior. El auto estaba justo donde lo había dejado, pero cuando subí, mis manos temblaban al agarrar el volante. Respiré hondo, tratando de calmarme, y conduje hasta la casa de Ale.

Cuando la vi en la puerta, mi corazón se encogió. Se veía hermosa, como siempre, pero sus ojos reflejaban una preocupación que no podía ignorar. Sonreí, o al menos lo intenté, y le abrí la puerta del auto. Sabía que no podía decirle nada, no podía cargarla con mis errores. Le ocultaría todo, como lo había hecho tantas veces antes. Pero mientras Ale se acomodaba en el asiento, no pude evitar sentir que esta mentira, como las otras, eventualmente saldría a la luz.

Ale me saludó con un beso cálido, como si intentara transmitirme toda la confianza y apoyo que necesitaba. Supe en ese instante que había tomado la decisión correcta al no decirle nada sobre la noche anterior. Nos subimos al auto y nos dirigimos a la rehabilitación en silencio, aunque su mano se mantuvo firme sobre la mía durante todo el camino.

Al llegar, nos dirigieron a nuestro lugar designado. La sala estaba llena de personas en situaciones similares a la mía, cada uno con su propio acompañante. Me sentí un poco más pequeña al ver a todos aquellos que, como yo, estaban tratando de luchar contra sus demonios. Pero tener a Ale a mi lado, me daba un poco de fuerza, aunque fuera solo superficial.

La sesión comenzó, y las dinámicas grupales rápidamente entraron en acción. El terapeuta pidió que los acompañantes pasaran al frente uno por uno para explicar de dónde conocían a la persona que estaban acompañando y cómo se habían enterado de su problema con las drogas.

Mi estómago se retorció al escuchar eso. No estaba preparada para que Ale tuviera que decir en voz alta lo que estaba enfrentando conmigo. Sentí su mano apretar la mía, dándome una señal de apoyo silenciosa. Finalmente, llegó nuestro turno. Ale se levantó con determinación y caminó hacia el frente, y yo pude ver la mezcla de amor y dolor en sus ojos.

—Hola, soy Ale, —comenzó, mirando al grupo antes de fijar su mirada en mí—. Conozco a Sofía desde hace muchos años. Ella es la persona que más amo en este mundo, y siempre he admirado su fuerza y su capacidad de sobreponerse a las adversidades.

Hizo una pausa, respirando hondo. Sus palabras eran como un bálsamo, pero también sentía la presión de lo que venía.

—Me enteré de que Sofía estaba consumiendo drogas cuando empezó a comportarse de manera extraña. Al principio, pensé que solo estaba pasando por una mala racha, pero luego empezaron a aparecer señales que no podía ignorar. Notaba que se distanciaba, que sus emociones estaban fuera de control, y finalmente, encontré evidencia directa. Fue devastador. Saber que alguien a quien amas está luchando de esa manera te rompe el corazón.

Sentí que el aire se me escapaba mientras Ale hablaba, pero no podía dejar de mirarla. Su voz temblaba ligeramente, pero había una firmeza en sus palabras que demostraba cuánto me quería.

—Lo que más quiero es verla superar esto. Estoy aquí porque creo en ella, porque sé que es fuerte, incluso cuando ella misma no lo cree. Pero también sé que no podemos hacerlo solos. Necesitamos ayuda, y por eso estamos aquí.

El silencio que siguió fue denso, lleno de la emoción que Ale había derramado. Yo no podía hablar, pero mis ojos estaban llenos de lágrimas. Ale regresó a mi lado, y cuando me abrazó, todo lo que pude hacer fue apoyarme en ella, tratando de mantenerme firme aunque por dentro me sintiera rota.

Mientras la sesión continuaba, intenté concentrarme en las palabras del terapeuta, pero mi mente no dejaba de volver a la noche anterior. Las imágenes de mí consumiendo las pastillas se repetían como una película en bucle. Sentía el peso del engaño creciendo en mi pecho, aplastándome.

Ale me abrazaba con fuerza, como si yo fuera algo precioso que temía perder. Su amor y apoyo eran inquebrantables, pero en lugar de sentirme aliviada, me sentía sucia, como si no mereciera esa devoción.

"¿Cómo puedo permitir que me trate así, cuando ni siquiera sabe lo que hice?"La culpa me carcomía por dentro, y con cada palabra de apoyo que Ale decía, la sensación de ser una impostora se hacía más intensa.

Me sentía como si estuviera fuera de mi propio cuerpo, viendo a una versión rota de mí misma que no podía aceptar el amor que le ofrecían. En mi interior, una voz repetía una y otra vez que yo era basura, que no merecía ese abrazo, ni las palabras de aliento, ni la esperanza que Ale estaba poniendo en mí.

Los recuerdos de la noche anterior eran como espinas clavadas en mi mente. Podía recordar con exactitud el momento en que decidí tomar esas pastillas, el breve alivio que sentí cuando sus efectos comenzaron, y luego la desesperación al darme cuenta de que había fallado una vez más.

Miré a Ale, que seguía sosteniéndome como si fuera lo más importante en su mundo."Si tan solo supiera..." pensé. Pero no podía decirle. No quería destruir la imagen que ella tenía de mí, aunque sabía que, con cada mentira que dejaba crecer, la caída sería más dura.

Mis manos temblaban levemente, y sentí la necesidad urgente de apartarme, de no dejar que ese abrazo cálido me tocara más, porque en el fondo me sentía contaminada, indigna. Pero no lo hice. Me quedé en su abrazo, dejando que ella creyera que estaba bien, mientras en mi interior me ahogaba en culpa y vergüenza.

La sesión continuaba, pero para mí, era solo un ruido de fondo. La única realidad era la lucha que estaba librando dentro de mi mente, una batalla entre la culpa de lo que había hecho y el deseo desesperado de no perder a Ale.

"No puedo seguir así,"pensé. Pero no sabía cómo salir del agujero en el que me encontraba. Solo sabía que, por ahora, tendría que seguir pretendiendo, aunque me doliera más de lo que podría soportar.

Salimos del lugar y Ale me abrazaba con ternura, tratando de protegernos de las miradas curiosas. Su cariño era un refugio, pero también me recordaba lo lejos que estaba de ser la persona que ella pensaba que era.

Decidimos ir al muelle abandonado, un lugar que solía ser nuestro escape. Al llegar, la calma del lugar y la privacidad nos envolvieron, y nos entregamos a un beso interminable. Nuestros labios se encontraban una y otra vez, con una pasión que me hacía olvidar por un momento el peso de mis mentiras. A pesar de las múltiples veces que nuestros labios se encontraban, cada beso parecía más intenso que el anterior, hasta que el roce de nuestras bocas comenzó a hacer que mis labios se sintieran irritados y rojizos.

Sin embargo, el momento perfecto se desmoronó cuando Ale se detuvo repentinamente. Me miró con preocupación y, por primera vez en mucho tiempo, me vio a través de mi fachada. Sus ojos se encontraron con los míos, y no pude evitar sentirme vulnerable ante su mirada.

“Sofía, ¿por qué están tan rojos tus ojos?” La pregunta fue directa, y me hizo tambalear. Intenté mantener mi compostura, pero sabía que no podía darle una respuesta sincera sin revelar la verdad que tanto me aterrorizaba.

En mi mente, las palabras se enredaban y mi respiración se volvía más rápida. “No... no es nada. Solo... solo estoy cansada,” murmuré, mi voz temblando con cada palabra.

Ale no parecía del todo convencida, pero aceptó mi explicación sin cuestionar más. Sin embargo, sus ojos seguían buscando respuestas que yo no estaba dispuesta a dar.

Sentí una oleada de culpa al ver cómo la preocupación se reflejaba en su rostro. “No puedo decirle lo que hice,” pensé. “No puedo romper esto ahora.”

Seguimos besándonos, pero el amor que sentía en esos momentos se mezclaba con la tormenta interna que estaba viviendo. Cada roce de sus labios era un recordatorio doloroso de lo que estaba arriesgando, y cada segundo que pasaba en su abrazo me hacía sentir más atrapada entre la realidad y las mentiras que me habían llevado hasta aquí.

Sabía que debía encontrar una forma de enfrentar mis problemas, de buscar ayuda de verdad. Pero mientras tanto, tenía que seguir manteniendo la ilusión de normalidad, aunque eso significara vivir en constante terror de ser descubierta.

Después de un largo rato de besarnos, nuestros labios estaban ardientes, casi como si hubieran absorbido todo el calor de la tarde. De repente, me detuve, me separé ligeramente y miré a Ale con una sonrisa traviesa. "¿Quieres hacer algo divertido?" le pregunté, con un brillo pícaro en los ojos.

Ale, un poco desconcertada, frunció el ceño y preguntó, "¿Es legal?"

Me encogí de hombros, dejándole ver mi expresión juguetona. "No del todo."

La tomé de la mano y tiré suavemente para que se levantara. Caminamos juntas, disfrutando del paisaje y del contacto cercano. Después de un rato de andar, nos internamos en un bosque. Allí, el ambiente se volvió más íntimo, y nos detuvimos varias veces para besarnos. Cada beso era más intenso, más lleno de deseo.

Finalmente, llegamos a una fábrica abandonada. La construcción parecía una reliquia del pasado, con paredes desgastadas y ventanas rotas. Me volví hacia Ale con una sonrisa y comencé a contarle la historia de la fábrica. "Es un lugar ilegal para entrar," le dije, "pero todo lo que lleva la palabra 'ilegal' es una invitación para mí."

Ale parecía intrigada pero también un poco cautelosa. "¿Seguro que es una buena idea?"

"¡Por supuesto!" respondí con entusiasmo. "Vamos."

Avanzamos hasta llegar a una puerta con un gran cartel que decía "No Entrar". Ale se detuvo y lo miró. "Mira, ahí dice que no entremos."

Me reí suavemente y me acerqué a la puerta. "Para mí, un cartel que dice 'no entrar' es solo una invitación disfrazada."

Ale me miró, aún dudosa, pero sus ojos reflejaban la misma emoción que sentía yo. Con una mezcla de nervios y anticipación, empujé la puerta y entramos en la fábrica abandonada, listas para explorar lo desconocido.

Cuando empujé la puerta de la fábrica abandonada, el chirrido metálico hizo eco en el aire estancado. Miré a Ale, que estaba dudosa en el umbral. “Vamos, no te preocupes,” le dije, extendiendo mi mano hacia ella. “Será divertido.”

Ale miró alrededor, claramente incómoda. “¿No es peligroso?”

“Solo un poco,” respondí con una sonrisa tranquilizadora. “Es parte de la diversión.”

Le di un tirón suave, y finalmente, aceptó. Tomó mi mano y entramos juntas. Los viejos pisos de madera crujían bajo nuestros pasos mientras avanzábamos por el interior sombrío. Las sombras de los viejos equipos de la fábrica se alargaban en las paredes como figuras fantasmas.

Mientras nos adentrábamos más en la oscuridad, decidí contarle una historia para añadir un poco de emoción al momento. “Esta fábrica tiene una historia espeluznante,” comencé. “Dicen que hace muchos años, un grupo de trabajadores quedó atrapado aquí después de un incendio. Los rumores dicen que sus espíritus aún rondan por aquí, buscando escapar.”

Ale me miró con ojos abiertos, claramente asustada. “¿En serio? Eso suena horrible.”

Sonreí y la miré con ternura. “Solo es una historia, no te preocupes.” Para calmarla, me acerqué y la besé suavemente. Nuestros labios se encontraron en un beso tierno y reconfortante, un gesto que, de alguna manera, parecía protegernos de la atmósfera inquietante del lugar.

Ale se relajó un poco después del beso, y yo continué besándola, intentando que se sintiera más segura y menos aterrorizada por la historia. A pesar del entorno siniestro, ese beso en medio de la oscuridad nos unió y nos dio un pequeño refugio de la inquietante fábrica.

La oscuridad dentro de la fábrica era casi palpable, envolviéndonos en un manto de misterio. Agarré una linterna que encontré tirada cerca de la entrada, su luz parpadeante proyectando sombras temblorosas en las paredes desgastadas. Ale estaba cerca de mí, sus dedos entrelazados con los míos, y aunque no lo admitiera, podía sentir su nerviosismo.

Mientras avanzábamos por los pasillos, la luz de la linterna iluminaba cada rincón, revelando los restos polvorientos de lo que alguna vez fue una fábrica en funcionamiento. De repente, un grito agudo rompió el silencio. Ale se había detenido en seco, señalando algo en el suelo.

"¡Sofía, hay una rata!" gritó, su voz temblando.

Me acerqué, sintiendo su miedo en el aire, pero al bajar la linterna, vi la causa de su pánico. Una pequeña rata de juguete, sucia y vieja, yacía en el suelo. No pude evitar reírme mientras me giraba hacia Ale, que aún estaba pálida del susto. "Tranquila, solo es un juguete," le dije, alzando la rata de plástico con la punta de mi zapato.

La risa ligera que me sacudió pareció contagiar a Ale, aunque ella intentó disimularlo. Aproveché el momento para acercarme y besarla, suavemente al principio, saboreando el alivio en su expresión. Ale respondió al beso con más intensidad, sus manos se deslizaron hasta mi cuello, apretándome contra ella, como si quisiera fundirse en ese momento, olvidar la oscuridad y la inquietud a nuestro alrededor.

Pero no podía dejar que nos perdiéramos en ese beso, no todavía. Con una sonrisa traviesa, me aparté suavemente, dejando que mis labios se separaran de los suyos. "Tenemos que terminar de recorrer esto," susurré, dejando la promesa de más en el aire.

Ale suspiró, un poco frustrada, pero me siguió mientras continuábamos explorando la fábrica, la linterna iluminando nuestro camino y nuestros pasos resonando en el vacío de lo desconocido.

Mientras seguíamos caminando, la oscuridad de la fábrica comenzó a disiparse y, de repente, llegamos a un espacio completamente diferente. Un pequeño parque se extendía ante nosotros, un rincón inesperado de belleza oculta entre las ruinas. El césped era de un verde vibrante, salpicado de flores que parecían haber encontrado su lugar bajo la luz suave del sol que se filtraba por las ventanas rotas. Era como si hubiéramos cruzado a otro mundo, dejando atrás la opresión y el misterio.

Ale me miró con una mezcla de asombro y algo más, algo que sólo supe identificar cuando se acercó lentamente. No hubo necesidad de palabras. Sentí la calidez de sus labios antes de que nuestros cuerpos se encontraran, y me dejé llevar por el beso, dejándome envolver por la tranquilidad de aquel lugar.

Pero Ale tenía algo más en mente. Sus manos, que inicialmente me acariciaban con suavidad, subieron hasta mi cuello, apretándolo ligeramente. Sentí cómo mi respiración se hacía más pesada, y el calor en mi cuerpo se intensificó. No pude evitar que un suave gemido escapara de mis labios, y justo en ese momento, Ale se separó, mirándome con una sonrisa triunfal.

"¡Lo hice!" exclamó, con una alegría que llenó el aire. Había logrado dominarme, al menos por un instante, y lo celebraba como una victoria personal.

Me quedé allí, recuperando el aliento, observándola mientras reía y se movía con esa confianza que siempre me había fascinado. Sabía que en este juego, nuestras posiciones podían cambiar en cualquier momento, pero en ese instante, dejé que Ale disfrutara su pequeño triunfo, mientras el sol seguía bañando el parque con su luz dorada.

Ale volvió a besarme, pero esta vez con una intensidad que no había mostrado antes. Sus labios eran demandantes, llenos de una urgencia que rápidamente encendió algo dentro de mí. Sentí cómo sus manos empezaban a deslizarse bajo mi remera, buscando mi abdomen, acariciándome con una mezcla de deseo y ternura.

Pero justo en ese momento, un sonido rompió la burbuja que habíamos creado. Un clic, claro y distintivo, como el disparo de una cámara. Nos congelamos, y antes de que pudiera reaccionar, Ale se separó de mí, su rostro transformado por el pánico. "¿Qué fue eso?", murmuró, los ojos abiertos de par en par mientras miraba a su alrededor.

No tuve tiempo de pensarlo. Una mezcla de instinto y rabia me empujó a actuar. Miré hacia donde creí haber visto una sombra moverse, y sin dudarlo, empecé a correr. Ale se quedó atrás, paralizada por el miedo, mientras yo me lanzaba tras esa figura que había invadido nuestro momento.

El intruso corría rápido, y aunque me esforcé al máximo, no logré alcanzarlo. Mi respiración se hizo pesada, cada vez más frenética mientras mis pasos resonaban en la fábrica. Finalmente, tuve que detenerme, con las manos en las rodillas, jadeando y maldiciendo en silencio. Había escapado.

Regresé con Ale, mi frustración evidente en cada paso. Ella aún estaba allí, su rostro pálido, sus manos temblando ligeramente. Nos miramos, y supe que ambos sentíamos lo mismo: una mezcla de miedo, vergüenza, y una creciente preocupación por lo que podría pasar ahora que habíamos sido descubiertas.

Ale comenzó a respirar rápidamente, su pánico evidente mientras sus ojos se llenaban de lágrimas. “Todo se arruinó, Sofía. ¡Todo!” Su voz temblaba, y podía ver cómo sus manos comenzaban a agitarse, incapaces de quedarse quietas.

“¿Qué pasa, Ale? ¿Por qué estás así?” pregunté, tratando de calmarla, pero no parecía escucharme.

“¡Se suponía que todo esto era un secreto! Si alguien vio... si alguien sospecha...” Sus palabras se cortaban entre jadeos, cada vez más frenéticos. “Estoy fingiendo estar con Belén, y ahora todos van a pensar que soy una infiel. ¡Lo van a arruinar todo!”

El pánico en sus ojos me golpeó como un puñetazo. Ale se estaba desmoronando frente a mí, y no sabía cómo detenerlo. “Ale, tranquila, vamos a resolverlo, ¿sí?” Pero mis palabras no la alcanzaban. Su respiración se aceleró aún más, sus manos llevadas a su pecho en un intento desesperado de calmar su corazón que latía desbocado.

“Ale, escúchame, tienes que respirar.” Traté de acercarme a ella, pero su mirada era distante, perdida en el torbellino de ansiedad que la envolvía. “Todo se va a aclarar, nadie tiene que saber lo que pasó aquí.”

“No lo entiendes, Sofía.” Sus palabras salieron entrecortadas, casi ahogadas por el miedo. “Si esto sale a la luz, no solo me destruirá a mí, también a Belén. No sé qué hacer.” Las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas, su cuerpo temblando visiblemente.

Me sentí impotente. Verla así, tan vulnerable y rota, me partió el alma. Solo pude tomarla de los hombros, intentando que me mirara a los ojos. “Vamos a salir de esto juntas, Ale. Te lo prometo.”

Pero su ansiedad seguía presente, luchando por liberarse de su control.

Decidimos que lo mejor era volver al departamento de Ale. Durante todo el camino, Ale no pudo contener las lágrimas. Mientras conducía, su llanto se volvió más desesperado, y me sentí impotente intentando consolarla.

“Ale, por favor, calma. Vamos a encontrar una solución,” le dije, aunque mi propia mente estaba dando vueltas tratando de pensar en cómo íbamos a salir de esta.

“No… no puedo, Sofía,” sollozaba Ale. Con las manos temblorosas, tomó su teléfono y marcó el número de Belén. La llamada fue corta, entre cortada por los sollozos de Ale. Apenas pudo pedirle que volviera antes de la grabación, que era urgente. Belén, preocupada, aceptó regresar, pero eso no hizo que Ale se sintiera mejor.

“Todo está arruinado… Todo...” Ale repetía mientras miraba por la ventana, su voz entrecortada por el miedo.

Yo solo podía mantener una mano en su hombro, intentando transmitirle una calma que ni siquiera yo sentía. “Vamos a resolverlo, Ale. Podemos pensar en una excusa… algo que justifique lo que pasó.”

“¿Justificar qué, Sofía? ¡¿Cómo explico que me estaba besando cuando se supone que estoy con Belén?!” Su voz sonaba rota, cada palabra más desesperada que la anterior.

“Podemos decir que… que fue un malentendido, que tú y yo estábamos actuando para despistar a los paparazzi… que todo fue una confusión.” Intenté que mi voz sonara convincente, pero la verdad era que no estaba segura de nada. La situación era un desastre y solo se complicaba más con cada segundo que pasaba.

“¿Y si nadie nos cree? ¿Y si esto termina destruyendo todo?” Ale se llevó las manos al rostro, sus lágrimas no cesaban.

“Vamos a encontrar la manera de que nos crean. Belén puede respaldarnos. Diremos que tú y yo somos amigas cercanas, que estábamos bromeando… No sé, Ale, pero tenemos que intentar algo,” respondí, sabiendo que mis palabras apenas arañaban la superficie del problema.

Llegamos finalmente al departamento. Ale apenas podía sostenerse, sus piernas temblaban. La ayudé a entrar, y una vez dentro, se dejó caer en el sofá, cubriendo su rostro con las manos.

“No puedo creer que esto esté pasando,” susurró, su voz llena de angustia.

Me arrodillé frente a ella, tomando sus manos entre las mías. “Ale, escucha, pase lo que pase, estamos en esto juntas. Belén entenderá… Encontraremos una solución.”

Pero Ale solo podía llorar, la presión era demasiado grande. En su mente, las imágenes de lo que había sucedido, mezcladas con el miedo a ser descubierta, la abrumaban.

Todo lo que podíamos hacer en ese momento era esperar y ver cómo resolveríamos el desastre en el que nos habíamos metido.

La puerta se abrió lentamente, y el sonido de los pasos de Belén llenó el silencio que había en el departamento. Al verla entrar, un rayo de alivio cruzó mi mente, aunque el pánico seguía latente. Belén se detuvo en seco al ver a Ale, su mejor amiga, llorando desconsolada en el sofá.

“¿Ale?” Su voz era suave, llena de preocupación. Se apresuró a cruzar la sala y se arrodilló junto a ella, colocando una mano en su espalda, mientras la otra acariciaba su cabello con ternura. “¿Qué pasó? ¿Por qué estás así?” Sus palabras eran cálidas, casi susurradas, mientras intentaba calmarla.

Ale levantó la vista, con los ojos hinchados y enrojecidos por las lágrimas. Apenas podía hablar, el dolor era evidente en cada palabra que intentaba pronunciar. “Belén… lo siento tanto…”

Belén la abrazó más fuerte, sin hacer más preguntas en ese momento. Su preocupación era evidente, y aunque no sabía lo que había pasado, su único objetivo era consolar a Ale de la mejor manera posible. “Tranquila, Ale… Estoy aquí. Sea lo que sea, lo resolveremos juntas.”

Mientras tanto, yo me mantuve a un lado, sintiéndome una extraña en medio de su momento íntimo. La culpa me atravesaba como un cuchillo, sabiendo que, de alguna manera, esto era culpa mía. Había sido mi idea ir a la fábrica abandonada, había sido yo quien la había arrastrado a todo esto.

Belén continuaba consolando a Ale, murmurando palabras tranquilizadoras mientras acariciaba su cabello y la abrazaba con fuerza. “Respira hondo, ¿sí? Todo estará bien… Estoy aquí.”

Ale se aferraba a ella, como si Belén fuera su ancla en medio de la tormenta que la había golpeado. Los sollozos comenzaron a disminuir, y poco a poco, Ale parecía encontrar un pequeño refugio en la presencia de su mejor amiga.

Finalmente, cuando Ale pudo hablar con un poco más de claridad, miró a Belén con ojos llenos de arrepentimiento. “Belén… cometí un error. Uno muy grande…”

Belén la miró, todavía sin soltarla, pero con una calma firme en su expresión. “No importa lo que haya pasado, Ale. Lo enfrentaremos juntas. Lo resolveremos, ¿de acuerdo?”

Era en ese momento, al ver a Belén calmando a Ale con tanta ternura, que entendí cuánto significaban la una para la otra. Belén era la fuerza que Ale necesitaba, y en ese instante, supe que cualquiera que fuera la solución a este problema, Belén no dejaría que Ale cayera.

La tensión en la habitación era palpable mientras nos quedábamos allí, con Ale aún temblando ligeramente en el sofá y Belén sosteniéndola con una calma que yo envidiaba profundamente. Sabía que eventualmente tendríamos que enfrentar lo que había sucedido, y finalmente, fui yo quien rompió el silencio.

“Belén, lo siento mucho,” dije, tratando de mantener mi voz firme. “Fuimos a un lugar que no debíamos, y... alguien nos tomó fotos mientras nos besábamos.”

Belén dejó escapar un suspiro profundo, sus ojos cerrándose por un momento como si intentara procesar lo que acababa de decirle. Luego, abrió los ojos y me miró, su mirada firme pero no enfadada, lo cual solo hizo que me sintiera aún más culpable.

“Podríamos sacar un comunicado,” sugirió, su voz más baja de lo habitual. “Podríamos decir que tú y yo terminamos hace mucho, Ale. Así podríamos justificar que tú y Sofía estén juntas ahora.”

Sentí cómo Ale se tensaba aún más a mi lado antes de que hablara, su voz temblorosa pero decidida. “Eso no es posible, Belén. La boda de tu hermano fue hace casi dos meses. Es muy poco tiempo para que Sofía y yo hubiéramos empezado a salir, y para que ya estemos tan... públicas.”

Me sentí atrapada en medio de esa situación, el peso de lo que habíamos hecho cayendo sobre mí como una losa de concreto. Intentaba mantener la calma, pero la realidad de nuestras acciones estaba comenzando a hundirse. No habíamos sido cuidadosas, habíamos dejado que nuestras emociones nos dominaran, y ahora estábamos en una situación que parecía imposible de resolver.

Belén se quedó en silencio por un momento, luego dijo, casi en un susurro: “No podemos estar cien por ciento seguras de que el paparazzi publicará las fotos. Es posible que solo intenten chantajearnos, o tal vez, ni siquiera se atrevan a publicarlas.”

Había una ligera esperanza en sus palabras, pero no pude evitar sentirme escéptica. Sabía cómo funcionaba ese mundo, y sabía que una foto como esa podría valer mucho dinero. “Pero, ¿y si las publican?” pregunté, la preocupación evidente en mi tono. “¿Qué haremos entonces?”

Belén me miró directamente a los ojos, su expresión dura y resuelta. “Si lo hacen, enfrentaremos las consecuencias juntas. No dejaremos que esto nos destruya, Sofía.”

El alivio que sentí fue solo momentáneo. Belén estaba dispuesta a enfrentar lo que viniera, pero eso no cambiaba el hecho de que yo había puesto a Ale en una posición vulnerable. Todo esto era un desastre, y aunque Belén intentaba encontrar soluciones, la realidad era que no podíamos controlar lo que sucedería a continuación.

“Tenemos que estar preparadas para cualquier cosa,” dijo Belén, su voz firme y decidida. “Pero por ahora, lo mejor que podemos hacer es mantener la calma y esperar.”

Miré a Ale, que seguía aferrada a Belén, su rostro aún húmedo por las lágrimas. En ese momento, me di cuenta de cuánto había arriesgado al llevarla a esa fábrica, de cuánto había puesto en juego nuestra relación, y no solo eso, sino también la vida que Ale y Belén habían construido juntas.

No sabía cómo íbamos a salir de esto, pero sabía que lo único que podía hacer era estar allí para Ale, hacer todo lo posible para protegerla, aunque el daño ya estuviera hecho.

Ale estaba agotada, tanto física como emocionalmente. Mientras las lágrimas seguían cayendo de sus ojos, me miró con una vulnerabilidad que pocas veces le había visto. “Sofía,” murmuró, su voz temblorosa, “¿te puedes quedar a dormir esta noche? No quiero estar sola.”

Sentí una punzada en el corazón. Quería estar con ella, quería consolarla, pero también sabía que pasar la noche allí significaba enfrentarme a mis propios demonios, los cuales no estaba segura de poder manejar. Sin embargo, el amor que sentía por Ale era más fuerte que mis miedos, así que después de un momento de duda, asentí.

“Claro, me quedaré,” le respondí, tratando de sonar más segura de lo que me sentía.

Ale me tomó de la mano y me llevó a su habitación. El cuarto estaba oscuro, solo iluminado por la tenue luz de la luna que se filtraba por las cortinas. Nos sentamos en la cama, y mientras ella seguía llorando, la rodeé con mis brazos, intentando transmitirle algo de tranquilidad.

Pasó mucho tiempo así, en silencio, con Ale sollozando contra mi pecho. Finalmente, cuando se calmó un poco, levantó la cabeza y me miró, sus ojos aún brillando con lágrimas. “¿Qué vamos a hacer ahora, Sofía?” preguntó, su voz rota por la angustia. “Todo esto es un desastre. No sé qué hacer.”

Acaricié suavemente su cabello, tomando un momento para pensar en cómo responderle. Sabía que no podíamos retroceder en el tiempo ni cambiar lo que había sucedido. Lo único que podíamos hacer era enfrentar las consecuencias de nuestros actos.

“Lo que vamos a hacer,” le dije finalmente, tratando de mantener mi voz firme, “es encarar el problema de frente. No hay otra opción, Ale. Ahora es cuestión de esperar y ver qué hace el paparazzi. No podemos controlar lo que pase, pero sí podemos controlar cómo reaccionamos.”

Ale asintió lentamente, aunque todavía podía ver la preocupación en sus ojos. La abracé más fuerte, deseando poder absorber todo su dolor, su miedo, y hacerlos desaparecer. No sabía si podría pasar la noche sin ceder a la tentación de las drogas, pero en ese momento, lo único que importaba era estar allí para Ale, ser su apoyo, aunque me sintiera tan rota por dentro.

Nos quedamos allí, abrazadas en la oscuridad, y mientras el tiempo pasaba, intenté concentrarme solo en el latido constante de su corazón, en la sensación de tenerla cerca. Amaba a Ale, y aunque el futuro se veía incierto y aterrador, sabía que haría lo que fuera necesario para protegerla, para estar a su lado, incluso si eso significaba enfrentar mis propios miedos y luchar contra mis demonios.

El peso de la culpa era insoportable. Mientras estábamos allí, abrazadas en la oscuridad, un torrente de emociones comenzó a abrumarme. Todo lo que había estado reprimiendo, todo lo que había intentado esconder, empezó a salir a la superficie. Las lágrimas empezaron a correr por mis mejillas, primero de manera silenciosa, pero pronto se convirtieron en sollozos incontrolables.

Ale se asustó, lo sentí en la forma en que su cuerpo se tensó contra el mío. “Sofía, ¿qué pasa? ¿Por qué estás llorando así?” me preguntó, su voz llena de preocupación. Traté de contenerme, de no asustarla más, pero las palabras empezaron a salir antes de que pudiera detenerlas.

“Lo siento, Ale. Perdóname, por favor,” dije entre sollozos, mi voz quebrada. No podía evitarlo, necesitaba sacarlo todo, aunque me aterrorizaba lo que eso significaría.

Ale me miró confundida, sus ojos llenos de preocupación. “Sofía, si esto tiene que ver con el paparazzi, no es tu culpa. No podías saber que esto iba a pasar…”

“No,” la interrumpí, sacudiendo la cabeza. “No se trata del paparazzi. Es algo más, algo peor…”

Ale se quedó en silencio, esperando que continuara. Sabía que no podía seguir escondiéndolo, no después de todo lo que habíamos pasado juntas. Respiré hondo, tratando de calmarme lo suficiente como para poder hablar.

“Ale,” comencé, mi voz temblorosa, “hace dos noches… tuve una recaída. No te lo dije antes porque tenía miedo, miedo de lo que pensarías de mí, miedo de decepcionarte. Mis ojos no están rojos por el sueño, sino por las drogas. Hoy no quería que lo supieras, quería que todo pareciera normal, pero… no puedo seguir escondiéndolo.”

Vi cómo la expresión de Ale cambió mientras procesaba mis palabras. Su rostro pasó de la preocupación a una mezcla de sorpresa y tristeza. Me esperaba cualquier cosa, que se enojara, que se alejara de mí, pero en lugar de eso, me abrazó más fuerte.

“Gracias por decírmelo, Sofía,” murmuró contra mi cabello. Su voz estaba llena de comprensión, y eso me rompió aún más por dentro. No merecía esa compasión, no después de lo que había hecho.

“Lo siento tanto,” susurré, incapaz de detener las lágrimas. “Hugo me visitó hace dos días y me dejó drogas. La culpa me devoraba y no pude aguantar. Lo siento tanto, Ale. No quería lastimarte, pero… creo que tengo un problema. No, lo sé. Tengo una adicción.”

Decirlo en voz alta fue como quitarme un enorme peso de encima, pero al mismo tiempo, me sentí más vulnerable que nunca. Ale se quedó en silencio por un momento, y luego, para mi sorpresa, empezó a acariciar suavemente mi espalda.

“Lo importante es que lo reconozcas,” me dijo con una suavidad que me hizo llorar aún más. “Vamos a superar esto juntas, Sofía. No estás sola.”

Sentí una mezcla de alivio y culpa, porque Ale no se merecía estar pasando por esto. Pero a pesar de todo, ella seguía allí, a mi lado, dispuesta a luchar conmigo. La abracé con más fuerza, sabiendo que aún nos quedaba un largo camino por recorrer, pero por primera vez en mucho tiempo, me sentí un poco más esperanzada. Estaba dispuesta a enfrentar mis demonios, por mí, pero sobre todo, por ella.

Ale me besó, y su toque fue suave, lleno de cariño. Por un momento, el mundo se detuvo, y todo el dolor, la culpa y la confusión se desvanecieron. Pero cuando se apartó ligeramente, sus palabras me devolvieron a la realidad.

“¿Recuerdas lo que dijeron en rehabilitación, Sofía?” Sus ojos se encontraron con los míos, serios pero llenos de amor. “Las recaídas son normales. No significa que hayas fracasado, solo que necesitas seguir luchando. Estoy aquí contigo, no importa cuántas veces caigas.”

A pesar de su apoyo incondicional, no podía evitar sentirme indigna de su amor. “No lo merezco, Ale,” susurré, mis manos temblando ligeramente mientras las mantenía sobre sus hombros. “No merezco a alguien tan increíble como tú. Te estoy arrastrando a este infierno conmigo y no es justo.”

Ale negó con la cabeza, un gesto suave pero firme. “Sofía, no digas eso. Tú eres todo para mí, y si estás luchando, entonces luchamos juntas. No me importa cuán difícil sea el camino. Lo importante es que sigues intentándolo, que sigues aquí.”

Me miró con una ternura que casi dolía, y sentí que las lágrimas volvían a amenazar con caer. Pero Ale no me dejó caer en la desesperación. Me tomó de las manos, apretándolas con suavidad.

“No te culpes tanto,” dijo con voz calmada. “No estás sola en esto. Y aunque ahora te sientas rota, eso no cambia lo que siento por ti. Te amo, Sofía. En tus peores momentos, en los mejores, en todo. No tienes que ser perfecta. Solo tienes que ser tú.”

Sus palabras, tan simples pero tan sinceras, me hicieron sentir un poco menos perdida. La abracé con fuerza, aferrándome a ella como si fuera mi ancla en medio de una tormenta. Aunque el miedo y la culpa seguían presentes, con Ale a mi lado, sentí que tal vez, solo tal vez, podría encontrar una forma de salir adelante.

Belén entró en la habitación, y su mirada era tranquila pero decidida. “Voy a salir con Isabella,” dijo en un tono suave, “para que ustedes dos puedan hablar con calma.” Nos miró a ambas por un momento, como si estuviera asegurándose de que todo estuviera bien. Luego, sin esperar respuesta, se dio la vuelta y salió, cerrando la puerta detrás de ella.

Escuchamos el sonido de la puerta de entrada cerrarse, seguido por el murmullo lejano de sus pasos alejándose. La casa quedó en silencio, y de repente, la atmósfera cambió. Ale se volvió hacia mí, sus ojos brillando con una mezcla de amor y deseo.

“No puedo evitarlo, Sofía,” dijo mientras se acercaba a mí, su voz apenas un susurro. “Te amo tanto.” Sus manos se posaron en mi rostro, sus dedos trazando suavemente la línea de mi mandíbula antes de que sus labios se encontraran con los míos.

El beso fue lento, lleno de emoción contenida. Sentí cómo mi cuerpo respondía automáticamente, dejándome llevar por la sensación de estar con Ale, de sentirla cerca de mí. Todo lo que había pasado, toda la culpa y el dolor, parecía desvanecerse bajo el peso de su amor.

Sin romper el beso, Ale me empujó suavemente hacia la cama, y yo me dejé guiar, confiando en ella completamente. Nos tumbamos juntas, y Ale me miró con una intensidad que hizo que mi corazón latiera más rápido.

“Te voy a demostrar cuánto te amo, Sofía,” susurró contra mis labios, y antes de que pudiera responder, sus manos comenzaron a moverse con decisión. Sentí cómo empezaba a quitarme la ropa, prenda por prenda, sus dedos firmes pero gentiles, cada movimiento cargado de cariño.

No pude evitar cerrar los ojos mientras me dejaba llevar por la sensación, por la forma en que Ale me tocaba, como si cada caricia fuera una promesa, una confirmación de lo que sentíamos la una por la otra.

Me sentí segura, amada, y aunque había mucho que aún debía enfrentar, en ese momento solo quería perderme en el amor de Ale, en todo lo que éramos juntas.

Ale me dejó solo con la ropa interior, sus manos moviéndose con una mezcla de ternura y pasión. Se detuvo un momento para mirarme, sus ojos recorriendo mi cuerpo como si estuviera grabando cada detalle en su memoria. Luego, sin decir una palabra, se inclinó hacia mí y me besó en los labios, suavemente al principio, pero con una intensidad creciente.

Sentí cómo sus labios se apartaban de los míos y comenzaban a bajar lentamente, dejando un rastro de besos suaves y cálidos a medida que descendían por mi cuello, por mi pecho, y más abajo. Mi respiración se aceleró cuando la sentí deslizarse hasta mi vientre, sus manos acariciando mi piel, y entonces, sin previo aviso, me quitó la ropa interior con una destreza que me dejó sin aliento.

Cada movimiento que hacía parecía diseñado para volverme loca de deseo. Ale no se apresuró, su boca se acercó a mi zona más íntima, sus besos eran lentos, delicados, como si estuviera explorando cada rincón de mí con la devoción de alguien que realmente ama. Mi cuerpo reaccionó instintivamente, mis manos se aferraron a su cabello, tirando suavemente, buscando un ancla mientras el placer se acumulaba en mi interior.

Mientras su lengua trabajaba en mí, sus manos no se quedaron quietas. Sentí cómo una de ellas subía hasta mis pechos, tocándolos con una mezcla de firmeza y cariño. Los suaves gemidos que escapaban de mis labios se mezclaban con el sonido de su respiración, y todo lo demás en el mundo dejó de importar. Solo estábamos Ale y yo, envueltas en ese momento de pura conexión, de amor y deseo.

Quería que ese momento durara para siempre, quería perderme en el placer que Ale me estaba dando, en la manera en que me hacía sentir amada, adorada. Mis manos se apretaron más en su cabello, y dejé que mi cuerpo respondiera a cada una de sus caricias, a cada uno de sus besos. Ale sabía exactamente lo que hacía, y me estaba llevando al borde con una habilidad que solo el amor verdadero podía dar.

Ale intensificó todo, sus manos recorriendo mi cuerpo con una seguridad que me dejaba sin aliento. A medida que sus caricias en mis pechos se volvían más firmes, empecé a sentir un calor creciente en mi interior, un deseo que se encendía más con cada segundo. No pude evitar soltar palabras húmedas, entrecortadas, llamándola por su nombre, pidiendo más. Mi cuerpo entero vibraba con la necesidad de más contacto, más de Ale.

Entonces, como si respondiera a mis pensamientos, Ale subió lentamente para besar mis labios, pero esta vez había una urgencia en sus movimientos. Sentí su mano deslizarse entre mis piernas, y de repente, me penetró con dos dedos, rápidos y seguros, haciendo que mi cuerpo se arqueara hacia ella en un reflejo de puro placer. No había nada suave en sus movimientos ahora; eran firmes, decididos, exactamente lo que necesitaba.

Cada empuje de sus dedos dentro de mí me llevaba más alto, y cuando Ale añadió un tercer dedo, sentí cómo el placer me abrumaba, mis gemidos se volvían más fuertes, más desesperados. Ale bajó su boca a mis pechos, besándolos, lamiéndolos, mordisqueándolos de una manera que solo aumentaba mi excitación. Mientras lo hacía, me hablaba, susurrando obscenidades al oído, usaba apodos sucios que me hacían estremecer. Su voz, cargada de deseo y control, me empujaba cada vez más cerca del borde.

No podía aguantar mucho más, y lo sabía. Mi respiración se aceleró, mis manos apretaron las sábanas, y finalmente, el placer me alcanzó como una ola imparable. Me corrí en sus dedos, mi cuerpo temblando mientras gritaba su nombre. Ale se detuvo un momento, sacó sus dedos lentamente, y con una sonrisa traviesa, los llevó a su boca, probándolos, disfrutando del sabor de mi orgasmo.

Verla hacer eso, tan segura, tan satisfecha, me dejó sin aliento. Ale sabía exactamente lo que hacía, y yo no podía hacer más que mirarla, completamente rendida a ella, agradecida de tener a alguien que me conociera tan bien, que supiera cómo llevarme al límite y más allá.

Ale cayó al lado de mí, su respiración aún agitada, y me abrazó con fuerza. Me hundí en su abrazo, sintiendo el calor de su cuerpo contra el mío. No podía evitar que las lágrimas llenaran mis ojos, y sin poder contenerme más, dije lo que llevaba tanto tiempo sintiendo:

—No me merezco esto, Ale… No te merezco a ti.

Ale me miró, sus ojos llenos de amor y comprensión. Me acarició suavemente la mejilla y negó con la cabeza.

—Sofía, tú mereces muchas cosas lindas. Lo sé, lo siento. Mereces ser amada, ser cuidada, ser feliz. No digas eso, por favor. —Su voz era tan suave, tan llena de ternura, que me hizo temblar.

Suspiré profundamente, luchando contra las emociones que amenazaban con desbordarse.

—Quiero hablar con mi madre, Ale. Siento que muchas de las cosas malas que tengo… las aprendí de ella. Pero me da tanto miedo. Miedo de enfrentarla, miedo de lo que pueda decir o hacer. —Confesarlo en voz alta me hizo sentir vulnerable, pero a la vez, era un alivio compartirlo con Ale.

Ale me dio un beso en la frente, y supe que estaba ahí para mí, incondicionalmente.

—Deberías hacerlo, Sofi. Hablar con ella. Enfrentar ese miedo. Pero no tienes que hacerlo sola, yo estaré a tu lado, siempre. —Me miró a los ojos, transmitiéndome una fuerza que me ayudaba a sentirme un poco más valiente.

En ese momento, los celulares de ambas empezaron a sonar insistentemente. Un sentimiento de angustia se apoderó de mí, sabía lo que significaba. Ale también lo supo, porque sus ojos se llenaron de preocupación.

—¿Será…? —pregunté, aunque en el fondo ya conocía la respuesta.

Ale asintió lentamente, su rostro palideciendo. Ambos sabíamos lo que significaba. Las fotos. El paparazzi había publicado las fotos de nosotras en la fábrica. El escándalo que tanto temíamos ahora era una realidad.

Dejé escapar una lágrima y Ale hizo lo mismo. Nos miramos, compartiendo ese dolor silencioso, ese miedo a lo que vendría.

—Lo siento tanto, Ale… —susurré, mi voz temblando.

Ale no dijo nada, solo se inclinó hacia mí y me besó, un beso lleno de tristeza, de resignación, pero también de amor. Nos aferramos la una a la otra, sabiendo que el mundo allá afuera estaba a punto de volverse más caótico, pero en ese momento, juntas, enfrentábamos lo que viniera, porque al final del día, nos teníamos la una a la otra.

Pov Alejandra.

Desperté al día siguiente con el sol apenas asomándose por la ventana. Sentí el calor suave del cuerpo de Sofía contra el mío, su respiración tranquila mientras yo la rodeaba con mis brazos. Estábamos en cucharita, y el simple hecho de sentirla tan cerca me daba un consuelo que no sabía que necesitaba.

Me di cuenta de que las dos estábamos usando camisetas largas, sin nada más debajo, y la sensación de su piel suave bajo mis manos me hizo querer abrazarla más fuerte, protegerla de todo el dolor que nos rodeaba. Sin embargo, no quería despertarla. Necesitaba que descansara, que tuviera un momento de paz después de todo lo que habíamos pasado. Pero al moverme un poco, sentí cómo se tensaba ligeramente y supe que estaba despierta.

—No te preocupes, Ale —dijo Sofía con voz suave, aunque su tono dejaba entrever el cansancio. Me di cuenta de que ella también había estado despierta toda la noche, y eso me dolió más de lo que quería admitir.

—No pude dormir —continuó, y mi corazón se encogió de dolor por ella. La abracé más fuerte, sin saber qué más hacer para ayudarla.

—Lo siento tanto, Sofía —murmuré, mi voz rota por la culpa que seguía pesando en mí desde el día anterior.

Sofía se giró un poco para mirarme por encima del hombro, su expresión era tranquila, pero había algo en sus ojos que mostraba cuánto le estaba costando mantener esa calma.

—¿Por qué te disculpas, Ale? —preguntó, su tono lleno de una dulce confusión.

Suspiré profundamente, tratando de encontrar las palabras adecuadas.

—Por lo que pasó en la fábrica. Fui yo quien comenzó todo. Te besé y… —Me detuve, las palabras atascadas en mi garganta. La culpa me estaba devorando por dentro.

Sofía negó con la cabeza y sonrió un poco, su mano acariciando la mía, que descansaba sobre su abdomen.

—No debes culparte, Ale. No fue solo cosa tuya. Yo también quería esos besos. No fue un error. —Su voz era firme, segura, como si intentara borrar la culpa que seguía atormentándome.

—Pero… —empecé a decir, pero Sofía me interrumpió suavemente.

—No, Ale. No dejes que esto te destruya. Estamos juntas en esto. No quiero que te castigues por algo que ambas queríamos.

Sus palabras me hicieron sentir un poco más ligera, aunque la culpa seguía ahí, como una sombra persistente. La abracé con más fuerza, como si al hacerlo pudiera protegernos a ambas de todo lo que estaba por venir.

—Te amo, Sofía —le susurré, y la sentí sonreír contra mi pecho.

—Y yo a ti, Ale. Más de lo que puedes imaginar.

Nos quedamos así, en silencio, sintiendo el latido del corazón de la otra, en un momento que, aunque breve, nos daba la fuerza para enfrentar lo que venía. Juntas, como siempre.

Me vestí rápidamente, intentando mantener la calma a pesar del torbellino en mi mente. Sofía también se puso su ropa, y nos dirigimos hacia la sala, donde ya había entrado Belén, que nos esperaba con una expresión preocupada.

Sofía se sentó junto a mí en la cama mientras yo sacaba el celular. La noticia se había esparcido como un incendio forestal. La bajista de la banda "The Warning", Alejandra Villarreal, y la ex corredora de F1, Sofía Reyes, capturadas besándose en una fábrica abandonada. No podía creer que todo se hubiera desmoronado tan rápido. La mención de infidelidad en el titular me hizo sentir una punzada en el estómago.

Deslizando mi dedo por la pantalla, leí una y otra vez el artículo, tratando de asimilar la magnitud de lo que estaba pasando. Las imágenes de Sofía y yo, tan felices en la fábrica, se mostraban a todo color. Era como si cada vez que miraba, las fotos me gritaran en la cara que todo se estaba hundiendo.

—No podemos quedarnos aquí, Ale —dijo Belén, rompiendo el silencio. —Necesitamos enfrentar esto.

Sofía me miró con preocupación, y me di cuenta de que estaba luchando con la misma sensación de impotencia que yo. El artículo era implacable y estaba claro que no íbamos a salir de esto sin una batalla.

—¿Qué vamos a hacer? —pregunté, mi voz quebrada mientras trataba de mantener la compostura.

Belén tomó una respiración profunda, preparándose para dirigirnos a través de esta tormenta.

—Primero, debemos pensar en cómo manejar la situación públicamente. La gente está hablando, y necesitamos controlar la narrativa. Hay que abordar el tema antes de que se nos escape de las manos.

—Sí —asintió Sofía, sus ojos llenos de determinación. —Tenemos que prepararnos para enfrentar las preguntas y las críticas. No podemos permitir que esto nos destruya.

Me sentí aliviada al ver que, aunque estábamos devastadas, no estábamos solas en esto. La idea de enfrentar la situación juntas, como lo habíamos hecho tantas veces antes, me daba una pequeña chispa de esperanza.

—Vamos a hacer frente a esto —dije, tratando de mantener la firmeza en mi voz. —Nos mantendremos unidas y mostraremos a todos que no estamos solas.

Con un fuerte suspiro, me levanté, sintiendo la presión de lo que nos esperaba. La noticia ya estaba fuera, y ahora era momento de enfrentarnos a la tormenta, juntas.

Mientras Belén y Sofía discutían qué hacer, yo entré a Twitter y empecé a leer los comentarios. La gente no estaba siendo amable. Aquí algunos de los mensajes que pude ver:

- “¡Qué decepción! Alejandra siempre ha sido una figura pública ejemplar, pero ahora resulta que es una traidora. No puedo creer que haya engañado a Belén así.”
- “¿De verdad Alejandra y Sofía están juntas? ¿Desde cuándo? Esto solo muestra que nunca supimos quién es realmente Ale.”
- “¿Qué clase de persona engaña a su pareja con ex esposa? Esto es muy bajo.”
- “Belén merece algo mejor. Es horrible ver cómo alguien tan respetado como Alejandra actúa de esta manera.”

Cada comentario era una crítica afilada, y la indignación general solo hacía que la situación se sintiera aún más desesperada. No podía creer lo mal que estaba todo.

—Esto está mal —dije, mi voz temblando de frustración y tristeza—. No podemos seguir así. Las críticas están siendo implacables.

Belén, que estaba al tanto de todo esto, me miró con una mezcla de determinación y preocupación. De repente, sus ojos se iluminaron como si hubiera tenido una gran idea.

—¿Y si sacamos un comunicado? —propuso—. Podríamos decir que Ale y yo habíamos terminado antes de la boda de mi hermano. En la boda solo fue para cerrar una etapa, y que Alejandra y Sofía comenzaron su relación después de eso.

Sofía asintió, su mirada llena de esperanza. La idea parecía tener sentido y podría ayudar a cambiar la narrativa.

—Eso podría funcionar —dijo Sofía—. Si aclaramos que nuestra relación empezó después de la boda y que la ruptura de Ale y yo fue antes, podríamos suavizar el golpe.

Belén empezó a redactar el comunicado mientras yo le daba mi aprobación. Era un intento de mitigar el daño, de recuperar algo de control en medio del caos. Aunque sabía que no resolvería todo, al menos era un paso hacia adelante.

—Vamos a hacerlo —dije—. No podemos quedarnos de brazos cruzados. Si vamos a enfrentar esto, al menos que sea con honestidad y con una estrategia.

Nos pusimos manos a la obra para redactar el comunicado, intentando con todas nuestras fuerzas manejar la situación de la mejor manera posible.

Mientras miraba el televisor, las palabras de la noticia se grabaron en mi mente como una herida abierta. La pantalla mostraba las imágenes que no podía borrar de mi cabeza, y el reportero hablaba con un tono que me hizo sentir aún más vulnerable.

“Alejandra Villarreal y Sofía Reyes: Escándalo en el abandono”

“Las recientes fotos de Alejandra Villarreal, conocida bajista de la banda 'The Warning', y Sofía Reyes, ex corredora de Fórmula 1, han causado un gran revuelo. En las imágenes, tomadas en una fábrica abandonada, se les puede ver besándose apasionadamente. La sorpresa ha sido aún mayor al descubrir que Alejandra, quien ha estado en una relación muy pública con Belén, ha sido vista con Sofía, creando así un torbellino de especulaciones sobre una posible infidelidad.

La noticia ha sido recibida con consternación por parte de los seguidores de Alejandra y Belén. La aparente traición ha desencadenado una ola de críticas en redes sociales, donde los fanáticos y detractores debaten sobre el impacto de este escándalo en la carrera de Alejandra y su relación con Belén.

‘No puedo creer que Alejandra haya hecho esto,’ comentó un usuario. ‘¿Qué pasó con la fidelidad que todos creímos que ella tenía?’

Otro comentario decía: ‘Alejandra y Belén parecían el ejemplo perfecto de una pareja feliz. Este escándalo lo destruye todo.’

La situación se ha tornado aún más compleja al intentar comprender el momento en que estas imágenes fueron captadas, y qué repercusiones tendrá en la vida personal y profesional de los involucrados.”

Las lágrimas empezaron a caer sin que pudiera detenerlas. No solo me sentía humillada y expuesta, sino que también veía cómo todo lo que había querido proteger estaba desmoronándose frente a mis ojos. La traición y el dolor se mezclaban con la tristeza de ver cómo todo lo que había construido junto a Belén parecía estar desmoronándose por completo.

Leí cada comentario y cada especulación con un nudo en el estómago, sintiendo el peso de cada palabra como una carga en mi corazón. Sabía que tenía que enfrentar esto, pero en ese momento, solo podía llorar por el caos que había causado y por la confusión que sentía. La realidad me golpeó con fuerza, y todo lo que pude hacer fue sentarme y tratar de encontrar una forma de reparar el daño, mientras el dolor y la desesperanza me ahogaban.

Comunicado Oficial de Belén:

“Queridos seguidores y amigos,

Ante el reciente revuelo causado por las fotografías de mi amiga y compañera Alejandra Villarreal y Sofía Reyes, siento que es importante ofrecer una aclaración sobre la situación.

Alejandra y yo hemos terminado nuestra relación hace varios meses, antes de la boda de mi hermano. La boda fue un evento significativo para nosotros y, aunque nuestra relación ya había llegado a su fin, decidimos asistir juntos para cerrar esa etapa de nuestras vidas de manera respetuosa.

Alejandra y Sofía comenzaron su relación poco después de nuestra separación oficial. Entendemos que las imágenes y el momento en el que fueron tomadas pueden haber llevado a malentendidos, pero queremos asegurarles que no hay infidelidad involucrada. La relación entre Alejandra y Sofía comenzó de manera honesta y transparente después de la separación de Alejandra y yo.

Agradecemos su comprensión y apoyo en este momento, y esperamos que puedan respetar nuestra privacidad mientras navegamos por esta transición. La vida y las relaciones son complicadas, pero la honestidad y el respeto hacia todos los involucrados es nuestra prioridad.

Atentamente,
Belén”

---

Reacciones a la aclaración...

La noticia del comunicado comenzó a cambiar la narrativa en las redes sociales. Los comentarios reflejaban un giro en la percepción pública:

- “Gracias a Belén por aclarar la situación. Ahora entiendo mejor lo que ocurrió. Las cosas no siempre son tan simples como parecen.”

- “Me alegra saber que no hubo infidelidad. La separación de Ale y Belén debe haber sido difícil, pero respeto que se hayan aclarado las cosas.”

- “La verdad siempre sale a la luz. Espero que Ale y Sofía puedan seguir adelante sin más problemas.”

- “Es bueno ver que se manejan las cosas con honestidad. A veces, los rumores pueden destruir más de lo que imaginamos.”

Aunque algunas críticas seguían, el comunicado ayudó a calmar la tormenta y a dar contexto a la situación. La verdad detrás de la separación y el inicio de la nueva relación ofreció una perspectiva más completa para quienes seguían el drama desde fuera.

Mientras Belén se despedía para ir a grabar, me dejé abrazar por Sofía. Sus brazos alrededor de mí eran un refugio en medio del caos, y por un momento, me permití aferrarme a la promesa que me hizo: “Todo estará bien.”

A pesar de las lágrimas que todavía me recorrían el rostro y el nudo en mi garganta, sentí un pequeño consuelo en sus palabras. Su voz era firme y llena de esperanza, y eso me daba algo en qué aferrarme. El mundo afuera seguía girando, pero en ese instante, todo lo que necesitaba era su cercanía.

Belén, aunque preocupada por la situación, se mostró comprensiva y, al partir, me dejó con la certeza de que al menos podríamos enfrentar esto juntos. Verla irse me recordó la complejidad de nuestra situación, pero también la fuerza de las relaciones que perduran a pesar de las pruebas.

Sofía me miró con una mezcla de determinación y cariño. Sabía que el camino no sería fácil, pero sentía que, al menos por ahora, no tenía que enfrentar todo sola. Me recosté contra ella, sintiendo su respiración y el latido de su corazón, y por primera vez en el día, me permití relajarme un poco.

“Vamos a superarlo,” me susurró Sofía, y aunque no tenía todas las respuestas, su promesa era todo lo que necesitaba para seguir adelante. La tormenta estaba lejos de terminar, pero tener a Sofía a mi lado me daba una razón para mantener la esperanza.

Nos quedamos allí, en silencio, aferrándonos a lo que podíamos mientras el mundo continuaba girando, esperando que el tiempo y la verdad trajeran consigo la calma que tanto necesitábamos.

---------

Holaaaaa

Nos vemos mañana

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro