no, yo no soy esa
Holaaaaa.
Hoy toca capítulo fuerte y lindo.
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Al día siguiente, la mañana en la casa de Sofía era tranquila y serena. Los pájaros cantaban dulcemente y el mundo parecía estar en calma. Las personas en sus casas aún dormían, disfrutando del descanso del fin de semana. Se esperaría que Ale y Sofía hicieran lo mismo, pero en su habitación, la escena era muy diferente.
Pov Alejandra.
El sol apenas se filtraba a través de las cortinas, llenando la habitación con una luz suave y dorada. La cama desordenada era el único testigo de su pasión desbordante. Yo estaba tendida debajo de Sofía, mi respiración entrecortada y mi cuerpo temblando de deseo. Mis manos se aferraban a su espalda, dejando pequeños arañazos que marcaban su piel.
-Sofía... -murmuré, mi voz cargada de placer y necesidad.
Sofía, con una expresión de pura concentración y amor, movía sus dedos dentro de mí con un ritmo lento pero firme. Cada movimiento provocaba un gemido suave de mi parte, y arqueaba mi espalda en respuesta a la deliciosa sensación. Los ojos de Sofía brillaban con deseo y una profunda devoción.
-Eres tan hermosa, Ale -susurró Sofía, su voz ronca y baja mientras se inclinaba para besar mi cuello-. Me vuelves loca.
Cerré los ojos, dejándome llevar por el momento. Cada beso y cada caricia me acercaban más al borde del éxtasis. Mis manos se movieron instintivamente, acariciando su espalda y dibujando líneas suaves y ardientes en su piel.
-Sofía, no pares... -suplicaba, mi voz casi un gemido-. Por favor, no pares.
Sofía sonrió contra mi cuello, sintiendo el poder que tenía sobre mí. Movió sus dedos más rápido, aumentando la intensidad y provocando que me aferrara a ella con más fuerza.
-Nunca, mi princesa -dijo Sofía-. Nunca pararé de hacerte sentir así.
El sonido de nuestras respiraciones y mis suaves gemidos llenaban la habitación, creando una sinfonía de placer y amor. Los dedos de Sofía se movían con habilidad, explorando y provocando las respuestas más intensas de mi cuerpo. Cada movimiento, cada toque, era una declaración de amor y devoción.
Sentía cómo la presión dentro de mí crecía, construyéndose con cada segundo que pasaba. Mi cuerpo temblaba y mis dedos se aferraban a Sofía como si fuera mi ancla en un mar de sensaciones abrumadoras.
-Eres tan dulce, mi amor -murmuró Sofía, su voz un susurro contra mi oído-. Me encanta ver cómo te derrites por mí.
Mi cuerpo se arqueaba, mis uñas se clavaban en la espalda de Sofía mientras ella continuaba susurrando palabras sucias y apodos cariñosos.
-Sigue así, preciosa... -me animaba-. Quiero verte perder el control, quiero que te vengas para mí.
Los dedos de Sofía se movían con más rapidez y precisión, buscando ese punto exacto que me llevaría al borde. La sensación era tan intensa que no podía contener mis gemidos.
-Sofía, me voy a... -no pude terminar la frase, mi cuerpo se arqueó y un grito ahogado escapó de mis labios mientras alcanzaba el clímax.
Sofía me sostuvo con fuerza, sus movimientos ralentizándose mientras me ayudaba a atravesar la ola de placer. La habitación se llenó de una sensación de paz y satisfacción, el mundo exterior se desvaneció, dejándonos en nuestro pequeño universo de amor y conexión.
Lejos de detenerse, Sofía retiró sus dedos, sintiendo las marcas de mis uñas en su espalda. Pero no le importaba, sus ojos llenos de determinación y deseo. Con una suavidad que contrastaba con la intensidad de su pasión, abrió mis piernas y bajó lentamente, sus labios encontrando el camino hacia mi centro.
El primer contacto de su lengua me hizo jadear y arquear la espalda, mis manos buscando algo a lo que aferrarse. Sofía era experta en esto, sabía exactamente cómo tocarme, cómo llevarme al borde y mantenerme allí.
-Dios, Sofía... -gemí, mi voz temblando con cada movimiento de su lengua.
Ella no dijo nada, concentrada en su tarea, sus ojos brillando con determinación. Cada lamida, cada succión, era un torrente de placer que me hacía perder la cabeza. Mi cuerpo se tensaba y temblaba bajo sus caricias, cada vez más cerca de ese abismo de éxtasis.
Sofía no se detuvo, sus labios y lengua moviéndose con precisión y pasión. Mi respiración se volvió errática, y su nombre se convirtió en un mantra entre mis gemidos. Sentí cómo la presión dentro de mí crecía, cómo cada músculo se tensaba.
-Por favor, Sofía... no pares... -rogué, mis palabras apenas un susurro.
Finalmente, mi cuerpo no pudo más. Con un grito ahogado, me dejé llevar por la ola de placer que me invadió. Mis caderas se levantaron del colchón y mis manos se aferraron a las sábanas, mientras me corría con una intensidad abrumadora.
Sofía me calmó con besos suaves en mi abdomen, sus manos acariciando mis muslos con ternura. Pero no estaba satisfecha aún. Se posicionó entre mis piernas, nuestras miradas se encontraron y vi el deseo ardiente en sus ojos.
-No hemos terminado, mi amor -murmuró, su voz ronca y cargada de deseo.
Unió nuestros centros, y el contacto inmediato me hizo gemir. Comenzó a moverse lentamente, un vaivén rítmico y profundo que me hacía temblar de nuevo. Sus palabras, susurros sucios y obscenos, llenaban el aire.
-Eres tan hermosa cuando te corres, Ale -susurró, su voz un arma que me atravesaba-. Quiero verte perder el control una y otra vez.
Mis manos se aferraron a sus caderas, tratando de encontrar algún tipo de estabilidad mientras mi mente se sumergía en el placer. Sentía cada movimiento, cada roce de nuestros cuerpos, y era intoxicante.
-Sofía... más... -gemí, mi voz quebrada por la intensidad del momento.
Ella aceleró el ritmo, sus movimientos se volvieron más frenéticos y urgentes. Sentía cómo mi cuerpo respondía, cómo cada fibra de mi ser se concentraba en la sensación de estar tan unida a ella. Sus palabras continuaban, susurros que me llevaban más allá del límite.
-Eres mía, Ale. Solo mía. -Su voz era un ronroneo que me hacía temblar.
Mis uñas se clavaron en su espalda, mis gemidos llenaban la habitación mientras me perdía en el placer. Sofía no paraba, sus movimientos se volvían más intensos y rápidos. Sentía cómo la tensión crecía de nuevo, cómo mi cuerpo se preparaba para otra ola de éxtasis.
Finalmente, con un grito de su nombre, me dejé llevar por el clímax. Mis espasmos fueron fuertes y prolongados, mi cuerpo temblando bajo ella. Sofía me sostuvo, sus movimientos desacelerándose mientras yo me dejaba llevar por la marea de placer.
Cuando la intensidad finalmente disminuyó, nos quedamos allí, nuestras respiraciones entrelazadas y nuestros cuerpos pegajosos de sudor. Sofía me besó suavemente, sus labios una promesa de amor y devoción.
-Te amo, Ale -susurró, sus ojos brillando con ternura.
-Y yo a ti, Sofía -respondí, mi voz apenas un murmullo mientras me acurrucaba contra ella.
La mañana continuó su curso, pero para nosotras, el tiempo se había detenido en ese momento de conexión y amor.
Decidimos dormir un rato después de todo teníamos todo el tiempo del mundo.
Pov Sofía.
Desperté abrazada a Ale, su cuerpo cálido contra el mío, mientras la luz de la mañana comenzaba a filtrarse por la ventana. Su respiración era suave, y yo no podía evitar acariciar su espalda con ternura. Estos momentos después de estar juntas siempre eran los más especiales para mí, la calma y el amor incondicional que compartíamos en esos instantes eran incomparables.
-¿Qué planes tienes para hoy? -le pregunté en un susurro, mis dedos moviéndose lentamente sobre su piel.
Ale levantó la cabeza un poco para mirarme, sus ojos aún somnolientos pero llenos de cariño.
-Tengo ensayo con la banda esta tarde, con Pau y Dany -me dijo, sonriendo suavemente. Me alegró saber que aún mantenía esos compromisos que tanto disfrutaba.
-Dales mis saludos cuando los veas -le pedí, sintiendo un amor profundo por la forma en que se entregaba a su pasión por la música.
Ella asintió, y yo seguí, -Por mi parte, tengo que encontrarme con un viejo amigo, Hugo. Hacía tiempo que no nos veíamos, así que creo que será interesante ponernos al día.
Ale asintió de nuevo, su expresión relajada. -Está bien. ¿Qué te parece si nos vemos esta noche en el muelle? Me encantaría pasar un rato contigo después de todo esto.
-Me encantaría -respondí, mi corazón se llenó de una felicidad cálida al pensar en la noche que íbamos a compartir.
Me incliné hacia ella y dejé un beso suave en la parte superior de su cabeza. La vi levantar la mirada, sus labios encontrándose con los míos en un beso lleno de promesas y amor.
-Hasta esta noche, entonces -le susurré, mi voz suave y llena de afecto.
Ale sonrió, su mirada llena de gratitud y cariño. -Sí, hasta esta noche.
Nos quedamos abrazadas un momento más, disfrutando del silencio y de la compañía de la otra. La promesa de nuestra noche juntas y el simple placer de estar en los brazos de quien amaba eran todo lo que necesitaba en ese momento.
Me quedé tumbada en la cama mientras Ale, aún con el pelo despeinado y una sonrisa en el rostro, me miraba con una mezcla de cariño y deseo. Ella estiró la mano y acarició mi mejilla antes de preguntarme:
-¿Puedo usar tu ducha antes de irme al ensayo? -Su voz era suave, pero me pareció que había una chispa de esperanza en sus ojos.
La idea de ver a Ale preparándose para su día me hizo sonreír. Me incliné sobre ella y le di un beso largo y profundo, uno que sabía que podía decirle todo lo que sentía en ese momento.
-Claro, amor. Puedes hacer lo que desees -le respondí con un tono lleno de cariño, mis labios aún rozando los suyos mientras hablaba.
Ale me devolvió el beso con una sonrisa satisfecha. Se levantó lentamente, estirándose mientras me lanzaba una mirada juguetona. Su presencia siempre tenía una forma de iluminar el día, incluso en sus momentos más sencillos.
-Gracias, Sofía. -Dijo mientras se dirigía al baño. -Nos vemos pronto.
-Claro, estaré esperando -le respondí, acomodándome en la cama y disfrutando de la tranquilidad que seguía a esos momentos tan íntimos y especiales.
Mientras Ale se duchaba, me senté en la cama, pensando en lo afortunada que era por tenerla en mi vida y en lo que el futuro nos depararía.
Ale salió del baño envuelta en una toalla, con una expresión de ligera vergüenza en el rostro. Se acercó a mí con una mezcla de timidez y expectativa, y me preguntó:
-Sofía, ¿podrías prestarme algo de ropa? Pero prometo devolvértela.
No pude evitar sonreír ante su solicitud. Me levanté de la cama, caminando hacia el armario mientras pensaba en lo adorable que se veía en ese momento. Saqué un conjunto casual y lo entregué a Ale, luego la miré con ternura.
-Claro, puedes quedarte con la ropa. -Dije mientras le daba el conjunto. -Y no tienes que devolverlo.
Ale sonrió, agradecida, y se acercó para darme un beso en la mejilla. Mientras la ayudaba a vestirse, me aseguré de que estuviera cómoda y de que todo estuviera bien ajustado. Me encantaba poder cuidar de ella, incluso en los pequeños detalles.
Cuando terminé, Ale se despidió con un abrazo cálido y un beso en los labios. -Nos vemos más tarde, ¿sí? -dijo mientras se dirigía hacia la puerta.
-Claro, te estaré esperando -le respondí, viendo cómo se alejaba. La seguí con la mirada hasta que salió y cerró la puerta detrás de ella.
Sonreí, sintiendo una mezcla de satisfacción y amor. Me preparé para mi encuentro con Hugo, sintiendo que, a pesar de las dificultades pasadas, todo estaba encajando perfectamente en mi vida.
Luego de vestirme, agarré las llaves del auto y me dirigí al bar donde había quedado con Hugo. Al llegar, me recibió con un cálido abrazo y me ofreció una cerveza, la cual acepté con gusto.
-¡Sofía! -dijo Hugo, sonriendo mientras me servía la cerveza. -Cuánto tiempo sin verte. ¿Qué ha pasado desde que saliste de la cárcel?
Me acomodé en un taburete y tomé un sorbo de mi cerveza antes de responder.
-Bueno, he arreglado las cosas con Ale -le conté, sintiendo una mezcla de felicidad y alivio al hablar de ella. -La Fórmula 1 me desligó de contratos, así que ya no soy piloto, pero estoy feliz con Ale. Sin embargo, últimamente he estado sintiendo mucho estrés.
Hugo frunció el ceño y, con un tono de complicidad, dijo:
-Bueno, tengo unas pastillas que prometen hacerte olvidar el estrés.
Me reí, pensando que era una broma.
-¿En serio, Hugo? ¿Estás bromeando?
Hugo no pareció inmutarse, y continuó con seriedad.
-No, en serio. Son bastante efectivas.
Me detuve y lo miré, dándome cuenta de que hablaba en serio. Mi sonrisa se desvaneció y me sentí incómoda.
-No voy a consumir drogas, Hugo. Ale está ayudándome a superar el pasado, y no quiero recaer. Además, recuerda que ya me ofreciste eso hace tiempo y no acabó bien.
Hugo parecía no querer rendirse.
-Vamos, un poco no te hará daño. Además, Ale no tiene que saberlo. Quién sabe, incluso podríamos salir a buscar un par de mujeres para pasarla bien.
Me sentí ofendida y no pude evitar levantar la voz.
-¡Hugo, basta! No voy a engañar a Alejandra.
Hugo me miró con una mezcla de sorpresa y desdén.
-¿Por qué? Hace años te importaba poco engañarla.
Eso encendió una chispa dentro de mí. Me puse de pie, furiosa.
-No es lo mismo, Hugo. He cambiado. No quiero repetir los errores del pasado. Ale no merece eso. Me ha dado una oportunidad para cambiar, y yo no voy a arruinarlo todo ahora.
Hugo, visiblemente molesto, se cruzó de brazos.
-¿Y qué pasa si te sientes estancada? ¿No vas a buscar una solución?
-No es así como funciona, Hugo -dije, tratando de mantener la calma. -El estrés es parte de la vida, pero eso no justifica el volver a las drogas. Estoy haciendo un esfuerzo real para ser mejor, y no voy a tirar todo por la borda por un par de pastillas.
Hugo suspiró, claramente frustrado.
-No puedo entender por qué te has vuelto tan rígida con esto. Lo que sea, si decides no aceptar las pastillas, es tu elección. Pero no esperes que te apoye si te sientes tan miserable.
Me sentí herida por sus palabras, pero no dejé que eso me detuviera.
-Lo siento, Hugo, pero necesito hacer esto por mí misma. Gracias por la oferta, pero no es lo que necesito.
Sin más, me levanté y me dirigí a la salida del bar, dejando a Hugo detrás con una sensación agridulce de derrota y determinación. No iba a permitir que nada ni nadie interfiriera en mi camino hacia una vida mejor.
Pov Alejandra.
Mientras ensayábamos, la sala se llenaba con el sonido de la música. Pau estaba concentrada en la batería, Dany ajustaba su guitarra, y yo, con el bajo en mano, intentaba mantenerme al ritmo. En medio de todo, mis pensamientos se desviaban hacia Sofía y cómo todo entre nosotras estaba cambiando.
Cuando paramos un momento, Pau y Dany no perdieron la oportunidad de hacerme bromas.
-¡Ale! -dijo Pau, con una sonrisa traviesa-, ¿qué te ha pasado en el cuello? ¿Te mordió un vampiro?
Dany se rió y se unió a la broma.
-Sí, Ale. Dijiste que ibas a ir despacio con Sofía, pero parece que la velocidad no es un problema para ti. ¡Mira esos chupones!
Me sonrojé, sintiendo cómo el calor subía a mis mejillas.
-¡Vamos, chicas! -dije, tratando de mantener la calma-. No es para tanto.
Pau se acercó y me dio un codazo amistoso.
-Claro, claro. Solo que esos chupetones son difíciles de ignorar. ¿No prometiste que serías más cuidadosa?
Dany se rió y agregó:
-Parece que la próxima vez que hagas promesas, asegúrate de no dejar pruebas tan obvias.
Me reí junto a ellas, aunque me sentía un poco avergonzada. No había pensado en lo obvios que eran los chupones hasta que lo mencionaron. Pero no podía negar que parte de mí disfrutaba la diversión, incluso si significaba ser el centro de las bromas.
-¡Está bien, ya entendí! -dije entre risas-. Sí, Sofía y yo estamos disfrutando mucho. ¿Y qué? A veces uno se deja llevar.
Pau me miró con una expresión comprensiva.
-No te preocupes, Ale. Solo nos divertimos. Y si Sofía es la razón de esos chupones, entonces más poder para ella.
Dany asintió, aún con una sonrisa en el rostro.
-Exactamente. Solo recuerda, la próxima vez que digas que irás despacio, asegúrate de que no haya evidencia.
Reímos todas juntas, y el ambiente se llenó de una camaradería que hacía que el ensayo fuera aún más divertido. Aunque el tema de los chupetones era motivo de bromas, me sentí agradecida de tener a mis hermanas cerca, capaces de hacerme reír incluso cuando me sentía un poco avergonzada.
Pov Sofía.
Estaba caminando por la calle, todavía digiriendo la conversación con Hugo. Me sentía aliviada de que Ale no estuviera enterada de lo que había pasado en el bar. En mi mente, trataba de no pensar en las viejas tentaciones, cuando escuché un grito agudo que me hizo detenerme en seco. Miré hacia atrás y vi a una mujer, vestida con ropa reveladora, avanzando hacia mí.
Ella se acercó con una actitud seductora, su andar era casi provocador.
-Hola, preciosa -dijo, acercándose más-. ¿Estás buscando algo para esta noche?
Sabía de inmediato a qué se refería. La mujer no estaba aquí por casualidad, y no era mi tipo de compañía. No necesitaba esto, especialmente después de todo lo que había pasado con Ale.
-¿Qué quieres? -le pregunté, intentando sonar firme, aunque mi voz estaba tensa.
Ella sonrió, con un toque de desdén en su expresión.
-Me contrataron para pasar la noche contigo. Soy lo que necesitas para olvidarte de todo.
Me sorprendió su franqueza, pero el nombre de Hugo apareció de inmediato en mi mente.
-¿Quién te mandó? -pregunté, cruzando los brazos con determinación.
La mujer me miró de manera retadora y se encogió de hombros.
-El hombre del bar. Hugo.
Mi sangre hirvió al escuchar su nombre. Hugo había ido demasiado lejos. No solo me estaba tentando con drogas, sino que también intentaba que me acostara con esta mujer. Mi enojo estalló de inmediato. No podía permitir que esto pasara, no después de todo el esfuerzo que había puesto en cambiar.
Sin decir una palabra más, me dirigí hacia el lugar donde Hugo estaba, que no estaba muy lejos. Lo vi de pie cerca de la entrada de un club, con una sonrisa amplia en su rostro. Pensé que iba a ser sencillo enfrentarlo y hacerle saber que se había pasado de la raya.
-¡Sofía! -exclamó Hugo cuando me vio, claramente sorprendido por mi presencia-. ¿Ya terminaste con tu cerveza?
-No -dije, con la voz cargada de ira-. Acabo de tener una conversación interesante con tu "empleada". ¿Sabes lo que me está haciendo esto?
Hugo frunció el ceño, aparentemente confundido.
-¿De qué estás hablando?
-Sabes perfectamente de qué estoy hablando -dije, acercándome a él-. Contrataste a esa mujer para que pasara la noche conmigo, ¿verdad?
Hugo trató de desviar la mirada, pero no pude ignorar la sonrisa burlona en su rostro.
-Sí, lo hice. Pensé que podrías necesitar una distracción, después de todo, no estás en el mejor momento.
-¡Eres un maldito manipulador! -grité, furiosa-. No te atrevas a meterte en mi vida de esa manera. ¡Esto es completamente inaceptable!
Intenté mantener la calma, pero mi enojo se desbordó. Sin pensarlo, levanté la mano y le propiné un golpe en la cara. Hugo se tambaleó hacia atrás, sorprendido por la fuerza de mi reacción. La mujer que había traído se acercó rápidamente, tratando de intervenir.
-¡Déjalo, Sofía! -gritó ella-. No vale la pena.
Pero ya era demasiado tarde. Hugo, recuperándose lentamente, me miró con furia en los ojos.
-¿Qué te pasa? -rugió-. ¿Cómo te atreves a golpearme?
-¿Cómo te atreves a tratarme así? -repliqué-. Pensé que podías ser un amigo, pero solo eres un oportunista más.
La pelea continuó, con Hugo intentando contraatacar, pero yo estaba decidida a no dejar que me hiciera sentir mal. Cada golpe, cada empujón, era mi manera de mostrar que no permitiría que nadie controlara mi vida, ni siquiera alguien que alguna vez consideré un amigo.
Finalmente, cuando Hugo parecía haber tenido suficiente, retrocedió y se alejó, maldiciendo mientras lo hacía. La mujer lo siguió, mirando hacia atrás con una mezcla de preocupación y resignación.
Mientras se alejaban, me quedé allí, respirando pesadamente. No podía creer que todo esto había pasado. Pero sabía que había hecho lo correcto al enfrentar a Hugo y que, aunque había sido una situación difícil, me había liberado de una trampa más que me había intentado poner.
Con el corazón aún acelerado, me dirigí de vuelta a la casa, deseando poder borrar ese momento de mi mente y concentrarme en lo que realmente importaba: mi vida con Ale y el futuro que queríamos construir juntas.
Después de enfrentar a Hugo y dejar que se fuera, no pude evitar sentir que el enojo seguía ardiendo dentro de mí. En un intento desesperado por calmarme, entré en un bar cercano y pedí dos cervezas, una tras otra. El líquido ardía en mi garganta, pero no hacía nada para mitigar el torrente de frustración y rabia que me invadía. Cada trago parecía solo aumentar mi malestar.
Salí del bar, tambaleándome ligeramente. Caminé sin rumbo fijo, tratando de escapar de mis propios pensamientos. La noche estaba tranquila, pero mi mente estaba en caos. Miré el reloj en mi teléfono: aún faltaba mucho para encontrarme con Ale. La espera se hacía interminable.
Mi mente empezó a divagar, y aunque sabía que las drogas eran una mala idea y que no quería caer en ese círculo vicioso nuevamente, no podía evitarlo. Pensé que quizás una dosis podría ayudar a apaciguar mi ansiedad. Pero me detuve en seco cuando me di cuenta de que no quería volver a esa vida, no después de todo el esfuerzo que había hecho para superar mi adicción.
Me apoyé en una pared cercana y cerré los ojos, respirando profundamente. Necesitaba encontrar una manera de canalizar este enojo, de enfocarme en algo positivo. Pensé en Ale, en cómo estaba esperándome y en lo feliz que me hacía estar con ella. Esa imagen fue mi ancla, la que me ayudó a centrarme.
Decidí que lo mejor sería dar un largo paseo, despejar mi mente y esperar el momento en que pudiera reunirme con Ale. Mientras caminaba, me concentré en los sonidos de la noche, el canto distante de los pájaros y el suave murmullo del viento. Aunque el camino era solitario, sentía que cada paso me acercaba a un lugar más tranquilo dentro de mí misma.
Finalmente, me dirigí hacia el muelle, el lugar donde había planeado encontrarme con Ale. Aunque aún faltaba tiempo para que llegara allí, sentí que la caminata había sido útil. Necesitaba estar en un estado de calma cuando la viera, no quería que mis problemas del pasado interfirieran en nuestra relación.
La noche estaba oscura y fría, y yo estaba desesperada por aliviar la ansiedad que me estaba consumiendo. Fui a comprar cigarrillos, a pesar de que sabía cuánto odiaba Ale que fumara. El estrés me estaba aplastando y, mientras el tiempo pasaba, la ansiedad se hacía más insoportable. Fumé casi sin parar, buscando en cada calada un respiro, hasta que la noche ya estaba bien avanzada. Cuando escuché pasos acercándose al muelle, tiré el cigarro al agua rápidamente, tratando de ocultar mi error.
Ale apareció y me saludó con un beso que me llenó de un breve consuelo. Pero cuando se separó, la tristeza en su mirada me hizo sentir aún más culpable. Me miró fijamente y, con una mezcla de preocupación y decepción, me preguntó si había estado bebiendo y fumando.
"Sofía, ¿has estado tomando y fumando?" La voz de Ale estaba cargada de dolor y seriedad.
"¡No!" respondí, intentando mantener la calma y evitar su mirada. Sabía que estaba mintiendo, pero no sabía cómo enfrentar la verdad.
Ale no se conformó con mi respuesta evasiva. Su tono se volvió más firme y triste: "Sofía, necesito que seas sincera conmigo. ¿Lo hiciste o no?"
El silencio se hizo pesado, y mi corazón se hundió al ver su expresión. Finalmente, admití con voz temblorosa, "Sí, he estado fumando. Estaba estresada, y no pude evitarlo. También he tomado."
Ale se mostró aún más decepcionada. "¿Por qué no me dijiste la verdad desde el principio? Pensé que estábamos superando esto juntas. No puedo estar con alguien que sigue escondiéndome cosas y cayendo en viejos hábitos."
Su decepción y enojo me hicieron sentir como si estuviera a punto de romperme. Intenté explicarle, "No quería mentirte, Ale. Todo salió mal en el bar con Hugo, y me sentí tan perdida que recurrí a fumar y beber. Estoy intentando manejar esto, pero me equivoqué."
Ale se mostró aún más enojada, su rostro reflejaba una frustración profunda. "No sé si puedo seguir con esto si no puedes ser completamente honesta conmigo. Me has demostrado que aún no has cambiado."
Ale se dio la vuelta, su enojo y desilusión eran evidentes. Yo traté de detenerla, "Por favor, no te vayas. Déjame explicarte más. Estoy tratando de mejorar, pero no sé cómo hacerlo sola."
Ale se detuvo y, tras un momento de tensión, se giró hacia mí. "Necesitas ayuda, Sofía. Esto no es algo que puedas manejar sola. Debes ir a terapia, hablar con alguien que te ayude a lidiar con todo esto."
Con esas palabras, Ale se acercó y me besó suavemente, como un gesto de reconciliación y apoyo. El beso era tierno y lleno de comprensión, y me hizo sentir que aún había esperanza. Ale me miró con ternura y determinación, "Voy a ayudarte a encontrar la terapia adecuada. Pero necesitas estar dispuesta a hacerlo y a dejar de esconder las cosas."
Asentí, con lágrimas en los ojos, sintiendo una mezcla de alivio y tristeza. "Lo haré, Ale. Haré lo que sea necesario para mejorar."
Ale sonrió levemente, y aunque aún había dolor en sus ojos, me sentí un poco más aliviada al saber que estaba dispuesta a ayudarme. La noche continuó con un silencio reflexivo.
Me sentía abrumada por la culpa y el arrepentimiento. Con lágrimas en los ojos, miré a Ale y traté de expresarle cuánto lo sentía. Mi voz temblaba mientras decía, "Ale, de verdad lo siento. No quería decepcionarte. No sé qué hacer a veces, y todo esto me ha superado. Me duele mucho verte decepcionada."
Ale me miró con una mezcla de tristeza y ternura. Se acercó y, con suavidad, me tomó entre sus brazos. Sus labios encontraron los míos en un beso largo y profundo. Sus besos eran un consuelo en medio del caos emocional que sentía.
Cuando se separó, me miró a los ojos y, con calma, dijo, "Sofía, sí, estoy un poco enojada. Pero no más. Sé que estás intentando cambiar, y entiendo que esto es difícil para ti. Sé que te va a costar, pero confío en que eres capaz de hacerlo. No estoy aquí para juzgarte, sino para apoyarte."
Sus palabras me dieron una mezcla de alivio y esperanza. Sentía que, a pesar de todo, había una luz al final del túnel. Ale continuó abrazándome, y sus caricias me dieron un respiro en medio de la tormenta emocional.
"Vamos a salir de esto juntas," me susurró Ale, "pero necesitas buscar ayuda y ser honesta conmigo. Estoy aquí para ti, y quiero que lo superes."
Asentí con la cabeza, sintiendo la calidez de su abrazo y la sinceridad en sus palabras. "Lo haré, Ale. Prometo que me esforzaré al máximo. Gracias por no rendirte conmigo."
Ale me abrazó más fuerte, y aunque el camino por delante no sería fácil, sentía que con su apoyo, podría enfrentar los desafíos que se presentaran. La noche se llenó de un sentimiento de esperanza renovada, mientras nos manteníamos unidos en medio de la adversidad.
Mientras nos relajábamos en el muelle, decidí sacar mi celular y abrir el juego de preguntas incómodas que habíamos mencionado antes. Ale miró el teléfono con curiosidad, y yo sonreí, dándole a elegir la primera pregunta. Nos reímos y comenzamos a jugar, respondiendo preguntas triviales como nuestras comidas favoritas y lugares que queríamos visitar.
Pero pronto, las preguntas se volvieron más atrevidas. La primera pregunta incómoda que salió fue: "¿Cuál es tu fantasía sexual más decente y realizable?" Miré a Ale con una mezcla de nervios y anticipación.
"¿Empiezo yo?" pregunté, tratando de parecer casual.
Ale asintió, y yo me mordí el labio mientras pensaba. "Siempre he fantaseado con tener una cena romántica en la playa bajo las estrellas, y luego, si la noche está perfecta, tener un momento íntimo allí mismo."
Ale sonrió, sus ojos iluminándose con interés. "Eso suena hermoso. Ahora es mi turno. ¿Cuál sería el lugar más inusual en el que te gustaría tener una cita?"
Respiré hondo y respondí: "Una cita en una casa de escape, donde tengamos que resolver acertijos y rompecabezas juntos. Luego, podríamos celebrar nuestra victoria en un lugar tranquilo y privado."
Ale se rió, y yo seguí con el juego. La siguiente pregunta era: "¿Qué tipo de sorpresa te gustaría recibir en una noche especial?"
Me reí, imaginando la respuesta. "Me encantaría una sorpresa que incluya una noche de spa en casa, con masajes, velas, y luego una cena casera que tú hayas preparado."
Ale se acercó un poco más, y el juego continuó con preguntas cada vez más personales y atrevidas. La conversación se volvió íntima, y sentí que la conexión entre nosotras se profundizaba con cada respuesta.
Finalmente, el juego nos llevó a una conversación sincera sobre nuestros deseos y sueños, y aunque empezamos con preguntas incómodas, terminamos la noche sintiéndonos más cercanas y comprendidas. El juego nos ayudó a abrirnos de manera divertida y ligera, y la noche se convirtió en una de las más memorables que habíamos compartido.
Mientras continuábamos con el juego, la pregunta se volvió más profunda: "¿Cuál es tu mayor sueño o deseo?"
Me quedé en silencio por un momento, sopesando la pregunta. Finalmente, con una voz un poco temblorosa, respondí: "Mi mayor sueño es que Isabella pueda curarse completamente y volver a caminar. Todos los días me siento culpable por lo que pasó. Si no me hubiera drogado y no hubiera chocado con el taxi en el que iban Isabella y Ángela, tal vez... tal vez las cosas habrían sido diferentes. Pero no puedo dejar de pensar en el 'qué hubiera pasado si'."
Ale me miró con ternura y se acercó, envolviéndome en un abrazo reconfortante. "Sofía, no hay que pensar en lo que pudo haber sido. Lo importante es que estás aquí ahora, tratando de hacer las cosas bien. A veces, el dolor y la culpa son parte del proceso de sanar. No tienes que cargar con toda la culpa sola. Estás trabajando para cambiar y hacer las cosas mejor. Isabella y Ángela saben que te importan y que estás intentando hacer lo correcto."
Sus palabras fueron un bálsamo para mi alma angustiada. Me abrazó más fuerte y sentí el peso de la culpa y el arrepentimiento aligerarse un poco. Ale tenía razón; el pasado no se podía cambiar, pero podía seguir trabajando para hacer un mejor presente y futuro. La conversación se volvió más ligera y continuamos con el juego, sabiendo que habíamos compartido algo profundo y significativo, pero también disfrutando de la conexión y el entendimiento que habíamos reforzado entre nosotras.
Ale me miró con una sonrisa nostálgica y preguntó: "¿Recuerdas el día en que adoptamos a Ángela e Isabella? Ángela tenía solo ocho años y Isabella apenas dos."
Sonreí al recordar aquel día. "Sí, lo recuerdo perfectamente. Fue un día lleno de emoción y nerviosismo. Ángela estaba tan ansiosa, pero también un poco asustada. Era como si quisiera asegurarse de que todo fuera perfecto para Isabella, y para ella misma. Isabella, por otro lado, era tan pequeña y adorable. No tenía ni idea de lo que estaba pasando, pero estaba emocionada por tener una nueva familia."
Ale asintió, su mirada se suavizó con la memoria compartida. "Recuerdo cómo Ángela trató de ser la hermana mayor protectora desde el primer momento. Incluso antes de que llegáramos a casa, ella ya estaba hablando sobre cómo iba a cuidar de Isabella y cómo la enseñaría a jugar a sus juegos favoritos."
"Sí," respondí con una sonrisa. "Ángela estaba tan emocionada de ser una hermana mayor. A veces, creo que la responsabilidad de ser la hermana mayor la hizo crecer más rápido de lo que esperaba. Pero siempre lo hizo con tanto amor. Y ver a Isabella crecer y aprender de Ángela ha sido una experiencia maravillosa. Aunque el camino ha tenido sus desafíos, verlas juntas ha sido uno de los mayores regalos de mi vida."
Ale me tomó de la mano y apretó suavemente. "Esos recuerdos son preciosos. Nos han ayudado a construir una familia llena de amor, a pesar de los obstáculos. Estoy tan agradecida por cada momento que hemos compartido."
Nos quedamos en silencio por un momento, saboreando la nostalgia de esos días y la gratitud por la familia que habíamos construido. La conversación nos hizo sentir aún más unidas, recordándonos la importancia de valorar cada momento y las bendiciones que teníamos.
Mientras estábamos recostadas en el muelle, boca arriba y tomadas de las manos, mirábamos las estrellas que parpadeaban en el cielo nocturno. El aire fresco de la noche nos envolvía, y todo parecía estar en paz, salvo por el peso de los recuerdos que me invadían.
De repente, un recuerdo doloroso emergió en mi mente: las veces en que había golpeado a Alejandra, mi comportamiento impulsivo y destructivo de esos días. La culpa y el arrepentimiento se apoderaron de mí con una fuerza abrumadora. La visión de aquellas noches turbulentas, los momentos en los que la herí, me hizo sentir una profunda tristeza y auto-rechazo.
Sin poder contener las lágrimas, me levanté del muelle, alejándome un poco de Alejandra. Mi cuerpo se sacudía con sollozos mientras trataba de contener el llanto. La sensación de desolación y arrepentimiento era tan intensa que me resultaba difícil respirar.
Alejandra, preocupada, se levantó rápidamente y se acercó a mí. "Sofía, ¿qué pasa? ¿Por qué estás llorando?" Su voz estaba llena de preocupación y amor.
"Lo siento, Ale," balbuceé entre sollozos. "No puedo dejar de pensar en cómo te lastimé, en lo mal que me comporté contigo en el pasado. No mereces eso. Me duele recordar cuánto te herí."
Alejandra me abrazó con fuerza, su calidez y amor proporcionando un consuelo que no sabía que necesitaba. "Sofía, sé que cometiste errores. Todos los cometemos. Lo importante es que estás aquí ahora, que estás tratando de cambiar y de hacerlo mejor. Yo también he tenido momentos difíciles y dolorosos, pero lo que importa es que estamos juntas y estamos trabajando para sanar."
Sus palabras eran un bálsamo para mi alma, y a pesar del dolor que sentía, me sentí un poco más aliviada. "Te amo, Ale. Y estoy dispuesta a hacer todo lo que sea necesario para enmendar el daño que causé y para construir un futuro mejor para nosotros."
Alejandra me abrazó más fuerte, susurrando palabras de consuelo y amor. Nos quedamos así, abrazadas bajo las estrellas, mientras las lágrimas se calmaban lentamente. En ese momento, sentí una mezcla de dolor y esperanza, pero sobre todo, una profunda gratitud por tener a Alejandra a mi lado, dispuesta a perdonarme y a seguir adelante juntas.
Escuché el rugido de una camioneta acercándose, y mi corazón se aceleró al reconocer a los medios descendiendo. Sabía que estaban buscando a Ale y a mí. Me incliné hacia Ale, la besé con urgencia y le susurré: "Debemos irnos ahora."
Le puse la capucha para ocultar su rostro y, rápidamente, me puse la mía. Ambas nos levantamos y, con la cabeza agachada, caminamos despacio por debajo de los medios que estaban alrededor. La tensión en el aire era palpable, y sabía que no podríamos usar el auto sin que nos identificaran. Ale, con un brillo decidido en sus ojos, me preguntó: "¿Sabes manejar una moto?"
"Sí," respondí, algo sorprendida por su pregunta. Antes de que pudiera decir algo más, Ale sacó unas llaves de su bolsillo y me las pasó. Me quedé boquiabierta. "¿Qué es esto?" le pregunté, mientras tomaba las llaves.
Ale sonrió de una manera que hizo que mi corazón saltara. "Hay muchas cosas que aún no conoces sobre mí," me dijo con un tono lleno de promesas. "Pero si logras sacarnos de aquí, te prometo que te mostraré todo lo que sé hacer."
La mirada y el tono en sus palabras hicieron que mis pensamientos se desbocaran, y me sonrojé. El deseo y la urgencia se entrelazaban en el aire, y mientras miraba a Ale, me sentí más cerca de ella que nunca. La idea de explorar todo lo que había detrás de esa promesa era tentadora, pero sabíamos que debíamos concentrarnos en escapar primero.
Me moví hacia la moto estacionada a unos metros, y Ale se mantuvo a mi lado. Mientras me colocaba el casco, ella me besó rápidamente, un beso lleno de pasión y ternura que me hizo sentir como si estuviéramos en una película romántica. Fue un momento en el que el tiempo parecía detenerse, y sentí que todo en el mundo se reducía a nosotros dos.
"Vamos," le dije suavemente, mientras arrancaba la moto. Ale se abrazó a mí con fuerza, y mientras nos alejábamos, sentí su aliento en mi oído. "Gracias, Sofía. No sé qué haría sin ti," me susurró.
Pasamos al lado de los medios sin que nos notaran, y el alivio me invadió. La moto rugía mientras nos alejábamos, y cuando finalmente estuvimos a una distancia segura, no pude contener un grito de felicidad. Ale, a mi lado, también se echó a reír, la tensión del momento se desvaneció en una mezcla de euforia y liberación.
Cuando el semáforo se puso en rojo, detuve la moto y miré a Ale con una sonrisa. Me quité el casco, y Ale hizo lo mismo, sus ojos brillando con un destello de travesura. Nos miramos, y en un instante, nos lanzamos en un beso apasionado. Era como si todo el mundo se hubiera desvanecido, y solo existiéramos nosotros dos en ese momento.
Ale me miró con intensidad y me preguntó, "¿A dónde vamos ahora?"
Le di una sonrisa llena de promesas y me incliné hacia ella. "Ahora que te he sacado de los medios, creo que es justo que me des una recompensa," le dije, mi voz cargada de un tono juguetón.
Ale me miró con sorpresa y una sonrisa en los labios. "¿Y qué tienes en mente?" preguntó, sus ojos reflejando tanto curiosidad como deseo.
Sin perder la oportunidad, le respondí con un guiño. "Vamos a ver si eres tan buena con las promesas como lo eres con los besos," le dije, mientras giraba la llave de encendido y la moto rugía de nuevo.
Mientras aceleraba, me dirigía hacia un lugar que pensaba sería perfecto para pasar el resto de la noche. La emoción de la escapada y la promesa de lo que vendría después hacía que todo el mundo se sintiera vibrante y lleno de posibilidades.
Llegamos a nuestro destino, un rincón apartado y tranquilo junto al mar. El sonido de las olas rompiendo suavemente en la orilla era el único ruido que acompañaba nuestra respiración acelerada.
Al detener la moto, Ale se inclinó hacia mí con una intensidad que me sorprendió. Sin decir una palabra, se acercó y me besó con una pasión que parecía querer abarcar todo el mundo en ese instante. Sus labios se encontraron con los míos en un abrazo ardiente, como si estuviéramos tratando de recuperar todo el tiempo perdido en esa única muestra de afecto.
El beso era feroz y urgente, cargado de la emoción de la escapada y el deseo de estar juntos en ese momento. Sus manos se aferraban a mi rostro, mientras las mías buscaban su cintura, acercándola aún más. El calor de su cuerpo y el roce de sus labios me hicieron sentir que el mundo exterior no existía, solo nosotros y la promesa de lo que vendría después.
Cuando finalmente nos separamos, ambas respirábamos pesadamente, pero con sonrisas de satisfacción en nuestros rostros. La noche estaba nuestra, y en ese rincón del mundo, solo importábamos Ale y yo.
Mientras besaba a Ale, no podía evitar la intensidad de cada contacto. Sus labios eran como un imán y me absorbían en cada beso. Entre los besos, nuestras palabras eran casi susurros, llenos de esa complicidad que solo compartíamos en esos momentos.
-No trates de disimular tus intenciones -murmuró Ale, una sonrisa juguetona en sus labios.
-¿Intenciones? -le respondí, intentando mantener la calma.
-Sí, sé que lo que realmente quieres -dijo Ale con una mirada traviesa-. No tenemos que aparentar nada.
La verdad es que sus palabras me hicieron sonreír. Quería seguir el juego, pero también había una parte de mí que quería explorar más, sin reservas. Sin embargo, intenté mantener la compostura y respondí:
-Estamos en una zona pública. Podrían vernos, ¿recuerdas?
Ale frunció el ceño, pero luego entendió la seriedad de la situación. Se inclinó hacia adelante, susurrando:
-Está bien, pero quiero algo más privado.
Yo asentí y, sin perder tiempo, bajé de la moto. Le ofrecí mi mano a Ale, y juntas nos adentramos en el bosque cercano. La oscuridad y el silencio nos rodeaban, creando una atmósfera perfecta para la intimidad que buscábamos.
Nos besamos con una intensidad que parecía encender el aire a nuestro alrededor. Los árboles, como testigos silenciosos, parecían envolvernos en su sombra protectora. Entre caricias y murmullos, el tiempo se diluyó, y la noche se volvió nuestra aliada.
A medida que avanzaba la noche, Ale empezó a decirme que era hora de irse. Su voz tenía un tono de resignación, pero también de comprensión. La realidad estaba regresando, y teníamos que enfrentarla.
-Es casi medianoche -dijo Ale, mirándome con tristeza-. Debo irme a casa.
-Claro, te llevo -respondí, intentando ocultar mi propio pesar por la separación.
Regresamos a la moto y, con el viento fresco en nuestros rostros, condujimos hacia mi casa. La adrenalina de la noche nos mantenía despiertas, y el deseo no parecía disminuir.
Cuando llegamos a la puerta del edificio, el deseo que habíamos contenido durante el viaje estalló en besos apasionados. Ale metió su mano bajo mi remera, tocando mi abdomen marcado. La sensación de su piel contra la mía era electrizante. Nos besábamos con tanta fuerza y necesidad que parecía que el mundo exterior no existía.
De repente, un sonido interrumpió nuestro momento. Volteamos para ver a Belén, que se acercaba con una expresión de sorpresa en su rostro, pero pronto se transformó en una risa sincera.
-¿Qué hacen aquí? -preguntó Belén, riendo mientras nos observaba.
Yo me separé lentamente de Ale, con el rostro ardiente de vergüenza. Ale me miró con una mezcla de sorpresa y diversión mientras Belén seguía acercándose.
-Vine a sacar la basura -explicó Belén, aún riendo-. Pero parece que me he encontrado con una escena interesante.
Ale y yo intentamos recuperar la compostura, pero la risa de Belén era contagiosa. Aunque la situación era inesperada, no pude evitar reírme también. La tensión se desvaneció, y lo que pudo haber sido un momento incómodo se transformó en algo ligero y divertido.
Belén, aún con una sonrisa en su rostro, nos saludó con una inclinación de cabeza antes de volverse hacia la puerta del edificio. Yo miré a Ale y le di un beso suave, intentando mantener el ambiente ligero.
-Parece que la noche nos ha traído más sorpresas de las que esperábamos -dije con una sonrisa.
Ale asintió, riendo suavemente. Aunque el momento había cambiado, el sentimiento de cercanía y complicidad seguía intacto.
Cuando llegué al departamento, Belén estaba en la cocina, con una expresión que sabía indicaba que tenía algo que decirme. Me recibió con una sonrisa burlona que ya me hacía suponer que me esperaba alguna clase de broma. Le devolví la sonrisa y me acerqué.
-¿Qué pasa, Belén? -pregunté, notando el tono juguetón en su voz.
Belén no se contuvo y empezó a contarme lo que había ocurrido la noche anterior.
-Bueno, resulta que mientras estaba cuidando a Isabella y Alex estaba aquí... Encontré a Alex dejándole unos chupones en el cuello de Isabella -dijo Belén, su risa apenas contenida-. Me preguntaba si podrías hablar con Isabella sobre eso.
Mi primera reacción fue de sorpresa, y luego me invadió una mezcla de preocupación y diversión. Sabía que Belén estaba más divertida que molesta, pero entendí que era un buen momento para hablar con Isabella de manera seria.
-Claro, hablaré con ella -le respondí, acercándome para abrazarla-. Gracias por decírmelo.
Me sentí aliviada al ver que Belén parecía contenta con mi respuesta. Después de ese abrazo, subí a la habitación donde Isabella estaba. Golpeé suavemente la puerta antes de entrar.
-¿Puedo pasar? -pregunté, y cuando Isabella asintió, me senté junto a ella.
-Quería hablar contigo sobre algo que Belén me mencionó -empecé, manteniendo mi tono calmado-. Anoche, mientras ella estaba cuidándote, notó que Alex te estaba dejando unos chupones en el cuello.
Isabella se sonrojó y miró hacia abajo. Pude ver que estaba un poco avergonzada.
-Sí, lo sé... -dijo, apenas en un susurro.
-Mira, Isabella, entiendo que esto pueda parecer divertido y emocionante, pero también quiero que pienses en cómo te sientes al respecto. Alex y tú están en una etapa en la que explorar y experimentar es normal, pero es importante que todos estén cómodos con lo que está pasando.
Isabella asintió lentamente, comprendiendo la seriedad de la conversación.
-Lo siento si causé algún problema -dijo, levantando la mirada.
-No se trata de eso. Solo quiero que te asegures de que estás haciendo esto porque realmente quieres y te sientes bien con ello. No por presión o porque sientas que es lo que se espera de ti.
Isabella me miró con una mezcla de gratitud y comprensión.
-Gracias por hablar conmigo -dijo con sinceridad-. Lo tendré en cuenta.
La conversación terminó con un abrazo sincero entre nosotras. Sentí que Isabella había entendido el mensaje y que estaba en un lugar en el que podía reflexionar sobre lo que estaba pasando. Al final, me sentí aliviada por haber podido tener esa charla con ella, sabiendo que estaba apoyándola de la mejor manera posible.
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Era el cumpleaños de Ale, y Sofía había planeado una sorpresa especial. La celebración iba a ser en la casa de Belén, que había preparado una fiesta sorpresa para Ale. Sin embargo, el primer regalo de Sofía para Ale era un momento íntimo y especial.
Pov Alejandra.
Estábamos en la cama, rodeadas por la suavidad de las sábanas y el silencio de la noche, excepto por el suave murmullo de la ciudad afuera. El reloj marcó las doce, y Sofía, con una sonrisa traviesa, se inclinó hacia mí.
-Feliz cumpleaños, amor -susurró, justo antes de sus labios se encontraran con los míos.
El beso comenzó suave y tierno, pero pronto se volvió más apasionado, como si estuviera transmitiendo todo el amor y la emoción que sentía en ese momento. Sentí cómo su calidez y la intensidad de su abrazo me envolvían, y me entregué completamente al beso, disfrutando de cada segundo de su cercanía.
-Gracias -le dije entre besos, mientras mis manos se deslizaron por su espalda, atrayéndola aún más cerca.
Sofía rompió el beso brevemente, mirándome a los ojos con ternura.
-Eres lo mejor que me ha pasado, Ale -dijo, antes de inclinarse para darme otro beso, este aún más profundo y lleno de sentimiento.
Mientras nos besábamos, me olvidé del mundo exterior y de la fiesta sorpresa que me esperaba ( porque si, ya sabía de la fiesta) El momento era nuestro, y me sentía completamente feliz y amada. Sabía que la celebración apenas comenzaba, pero nada podía superar el regalo que Sofía me había dado en ese instante.
Sofía comenzó a dejar una serie de besos en mi cuello, cada uno más lento y apasionado que el anterior.
-Te voy a dar un par de regalos de cumpleaños -murmuró contra mi piel, su voz ronca y llena de promesas.
Su boca descendió hasta mi clavícula, y cada beso parecía encender un fuego dentro de mí. Sentí cómo sus labios se movían con suavidad pero con intención, dejando un rastro de calidez y deseo en su camino.
-Sofía... -dije en un susurro, apenas capaz de formular palabras mientras sus caricias me consumían.
Ella sonrió contra mi piel, su aliento cálido enviando un escalofrío por mi espina dorsal.
-Shhh, déjame consentirte -respondió, sus manos acariciando mi espalda y sus labios continuando su recorrido.
El mundo exterior desapareció por completo. Todo lo que importaba era el momento, la sensación de sus labios en mi piel y la promesa de lo que vendría. Me entregué completamente a ella, sintiendo una felicidad y amor que ninguna fiesta sorpresa podría igualar.
Sofía me quitó la remera con una suavidad que contrastaba con la urgencia en sus ojos. Dejé que ella tomara el control, sintiendo cómo cada prenda caía al suelo y nos acercaba más. Quité su remera, revelando su piel cálida y tentadora, y luego nos despojamos de nuestros pantalones, hasta que solo quedábamos en ropa interior.
Sus labios siguieron descendiendo por mi cuerpo, dejando un rastro de besos ardientes. Cuando llegó a mi ropa interior, la arrancó con un movimiento decidido, haciéndome jadear ante la intensidad del momento. No hubo tiempo para pensar, solo para sentir.
Sofía comenzó a darme placer con una habilidad y pasión que me hicieron perder la cabeza. Cada movimiento de su lengua era preciso y fuerte, llevándome a un estado de éxtasis puro. Mis manos se enredaron en su cabello, y dejé escapar un gemido profundo, incapaz de contener las sensaciones que me recorrían.
-Sofía... -logré susurrar entre jadeos, mi cuerpo arqueándose hacia ella.
Ella respondió con un sonido gutural, aumentando la intensidad y llevando mi placer a nuevas alturas. El mundo exterior desapareció por completo, y solo existíamos nosotras, enredadas en un torbellino de deseo y amor.
Sofía continuó con sus movimientos precisos, y el placer creció hasta que finalmente me dejé llevar completamente. Me corrí con fuerza en sus labios, mi cuerpo temblando mientras me aferraba a las sábanas. Sofía no se detuvo hasta que estuvo segura de que había disfrutado cada momento.
Cuando finalmente regresó a mis labios, la besé con una mezcla de gratitud y deseo renovado. Podía saborear el eco de nuestro amor en sus labios, y la sensación era electrizante.
-Feliz cumpleaños, Ale -murmuró Sofía contra mis labios, su voz suave y llena de cariño.
La abracé con fuerza, sintiendo cómo nuestros corazones latían al unísono.
-Gracias, Sofía -le susurré-. No podría haber imaginado un mejor regalo.
Sofía no perdió tiempo después de nuestro beso. Su mano descendió lentamente por mi cuerpo hasta llegar a mi entrepierna. Sentí el primer dedo penetrarme con fuerza y no pude evitar un gemido de placer.
-¿Te gusta esto, Ale? -me susurró al oído con una voz cargada de deseo.
Respondí con un jadeo, incapaz de formular palabras coherentes. Sofía sumó un segundo dedo y luego un tercero, moviéndolos con una precisión que me volvía loca.
-Eres tan increíblemente sexy cuando te dejas llevar así -murmuró mientras sus dedos se movían más rápido-. Me encanta ver cómo te retuerces de placer.
Cada palabra suya aumentaba mi excitación. El ritmo de sus dedos y sus palabras obscenas me llevaron al borde del clímax rápidamente.
-Vamos, Ale. Déjate ir para mí. Quiero sentir cómo te corres en mis dedos -susurró, su voz ronca y cargada de deseo.
Mi cuerpo no pudo resistir más. Sentí una ola de placer recorrerme, mis músculos contrayéndose con espasmos fuertes mientras me corría en los dedos de Sofía. La intensidad del orgasmo me dejó sin aliento, y me aferré a ella, dejando que el placer me envolviera por completo.
Sofía se posicionó entre mis piernas, alineando su centro con el mío. El contacto inicial envió una descarga de placer a través de mi cuerpo, y no pude evitar un gemido. Sofía me miró a los ojos, con una sonrisa traviesa.
-Feliz cumpleaños, amor -dijo, antes de comenzar a moverse lentamente, creando una fricción deliciosa entre nosotras.
El ritmo lento al principio era torturante y exquisito a la vez. Podía sentir cada movimiento, cada roce, y me aferré a sus hombros, necesitando más. La sensación de su piel contra la mía, el calor de su cuerpo, todo se combinaba para hacerme perder la cabeza.
-Sofía... por favor... más -jadeé, mis uñas clavándose ligeramente en su espalda.
-¿Así? -preguntó, acelerando un poco el ritmo, pero aún manteniéndolo controlado.
-No... más fuerte... necesito más... -rogué, mi voz temblando con la necesidad.
Sofía sonrió y comenzó a moverse más rápido, aumentando la presión y el ritmo. Cada movimiento enviaba olas de placer a través de mi cuerpo, y podía sentir cómo el calor se acumulaba en mi centro, preparándome para un clímax explosivo.
-Eso es... Ale... déjate llevar... -murmuró entre gemidos, sus propios movimientos volviéndose más erráticos a medida que también se acercaba al límite.
El ritmo frenético, la intensidad de nuestros cuerpos moviéndose juntos, todo se combinaba para crear una tormenta perfecta de placer. Sentí cómo mi cuerpo empezaba a temblar, mis músculos contrayéndose con anticipación.
-Sofía... me voy a... -no pude terminar la frase, mi cuerpo ya sumido en un orgasmo intenso que me hizo gritar su nombre.
El clímax me golpeó con una fuerza arrolladora, y sentí cómo mis músculos se contraían alrededor de ella. Al mismo tiempo, Sofía también se dejó llevar, su cuerpo temblando mientras se corría contra mí. Sus gemidos se mezclaban con los míos, creando una sinfonía de placer compartido.
-Ale... -jadeó, su cuerpo todavía temblando mientras ambos nos aferrábamos la una a la otra, dejándonos llevar por las oleadas de placer que nos atravesaban.
Finalmente, el ritmo disminuyó y nos quedamos allí, nuestras respiraciones entrecortadas mezclándose en el aire. Sofía se tumbó a mi lado, y yo la abracé, sintiendo su piel cálida contra la mía. La noche era perfecta, y no podía imaginar un mejor cumpleaños.
Entonces nos quedamos allí, abrazadas, sintiendo la calidez de nuestros cuerpos. La respiración aún entrecortada, nuestras pieles brillaban con una fina capa de sudor. Sofía me acarició suavemente el cabello, sus dedos trazando caminos lentos y reconfortantes.
Sentí el latido de su corazón contra mi pecho, un ritmo lento y constante que me tranquilizaba. Nuestros cuerpos estaban pegados, aún sensibles por el orgasmo compartido. Mis piernas temblaban ligeramente, recordándome la intensidad del momento que acabábamos de compartir.
-¿Cómo te sientes? -me susurró Sofía, su voz suave y cargada de ternura.
-Increíble -respondí, devolviéndole la sonrisa.
Sofía se inclinó y dejó un beso en mi frente, luego en mis labios. Sus caricias se volvieron más lentas, más exploratorias. Sentí su mano deslizarse por mi espalda, recorriendo cada curva, cada línea de mi cuerpo. Mi piel se erizó bajo su toque, disfrutando de la intimidad del momento.
-Te amo, Ale -dijo, mirándome a los ojos.
-Y yo a ti, Sofía -contesté, antes de besarla de nuevo.
Nuestros labios se encontraron en un beso lento y profundo, mientras nuestras manos seguían explorando. Sentí la suavidad de su piel bajo mis dedos, el calor de su cuerpo. Mis manos recorrieron su espalda, bajando hasta sus caderas, mientras ella hacía lo mismo conmigo.
Nos tomamos un momento para sentir cómo habían quedado nuestras entrepiernas, aún sensibles y palpitantes. El calor y la humedad eran un recordatorio de la pasión que habíamos compartido. Acaricié suavemente su abdomen, sintiendo los músculos tensarse bajo mi toque. Ella hizo lo mismo conmigo, sus dedos trazando líneas en mi piel que me hacían estremecer.
Nuestros pechos se rozaron, enviando pequeñas descargas de placer a través de nuestros cuerpos. Las yemas de sus dedos recorrieron mis costillas, y yo acaricié sus pechos con suavidad, disfrutando de la cercanía y la conexión entre nosotras.
Sofía sonrió y me besó de nuevo, sus labios suaves y reconfortantes. Nos quedamos así, disfrutando de la intimidad y el amor que compartíamos, sabiendo que este momento era solo nuestro.
Entonces Sofía me pidió que me sentara. La miré con curiosidad mientras se levantaba y se dirigía a la cómoda. Abrió un cajón y sacó una pequeña caja envuelta con un lazo delicado. Me la entregó con una sonrisa, sus ojos brillaban con emoción y amor.
-Ábrelo -me dijo suavemente, sentándose a mi lado.
Con dedos temblorosos, desaté el lazo y levanté la tapa de la caja. Dentro, sobre un suave lecho de terciopelo, había un hermoso collar. El colgante era una pequeña piedra de color azul zafiro, engarzada en plata fina. Era simple pero deslumbrante, perfecto en su elegancia.
-Sofía... es hermoso -murmuré, mis ojos llenándose de lágrimas de emoción.
-Quería darte algo especial, algo que siempre puedas llevar contigo -dijo Sofía, tomando el collar de la caja y desabrochando el cierre-. Algo que te recuerde cuánto te amo.
Me giré y levanté el cabello, permitiendo que Sofía me pusiera el collar. Sentí sus dedos acariciar mi cuello mientras cerraba el broche, y luego dejó un beso suave en mi nuca. Me giré de nuevo para enfrentarla, mis ojos encontrándose con los suyos.
-Gracias, Sofía. Es el regalo más hermoso que he recibido -le dije, mi voz apenas un susurro por la emoción.
Ella sonrió y me acarició la mejilla, sus dedos secando una lágrima que había escapado.
-Te mereces todo, Ale. Feliz cumpleaños -dijo, antes de inclinarse para besarme una vez más.
Nos quedamos allí, abrazadas, disfrutando del momento y de la intimidad que compartíamos. El collar se sentía perfecto alrededor de mi cuello, un símbolo del amor y la conexión que teníamos. Sabía que siempre lo llevaría conmigo, como un recordatorio constante de lo afortunada que era de tener a Sofía en mi vida.
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