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LISA (2)

Holaaa

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Lisa ajustó el cuello del incómodo uniforme una vez más, tratando de ignorar lo sofocante que se sentía. El tejido rígido y el color apagado no ayudaban a mejorar su humor, pero había decidido desde el principio que no iba a quejarse. Este trabajo era su primera oportunidad de empezar de nuevo, y no iba a desperdiciarla.

Había cubierto cuidadosamente todos sus tatuajes con mangas largas. Aunque le parecían parte de su identidad, sabía que no quería llamar la atención innecesaria en su primer día. Sus compañeros no necesitaban conocer su pasado; prefería que la juzgaran por su desempeño y no por las marcas en su piel.

-Aquí está tu sección -dijo Marcos, un compañero de trabajo que parecía llevar años en el restaurante. Era un hombre de unos treinta años, de cabello corto y barba perfectamente recortada, con una actitud relajada pero profesional.

Lisa asintió mientras seguía sus instrucciones con atención.

-Aquí tienes que asegurarte de que todo esté impecable. Cada mesa debe tener estos cubiertos alineados así, y las copas, siempre limpias y brillantes.

Marcos le mostró cómo colocar cada elemento con precisión, y Lisa imitó sus movimientos, asegurándose de que todo quedara perfecto.

-¿Y si algún cliente pide algo que no está en el menú? -preguntó Lisa, mientras ajustaba la posición de una servilleta.

-Les dices con una sonrisa que lo verificarás con la cocina. Pero, entre tú y yo, la respuesta casi siempre será que no -respondió Marcos con una sonrisa cómplice.

Lisa dejó escapar una leve risa. Había algo tranquilizador en la forma en que Marcos explicaba todo. A pesar de que el trabajo era exigente, su actitud hacía que todo pareciera más manejable.

-Gracias por tomarte el tiempo de explicarme todo -dijo Lisa sinceramente.

-No te preocupes, todos fuimos nuevos alguna vez. Además, no es tan difícil. Si trabajas duro, lo dominarás rápido.

Lisa asentía, concentrada en cada detalle. No le importaba empezar desde abajo; lo que quería era demostrar que podía hacerlo bien. Mientras limpiaba una mesa, sintió cómo algunos de los otros empleados la miraban de reojo y susurraban entre ellos.

-No les hagas caso -dijo Marcos, como si pudiera leerle la mente-. Siempre hay chismes cuando alguien nuevo llega.

-¿De qué hablan? -preguntó Lisa sin detenerse en su tarea.

-De lo que siempre hablan: de dónde vienes, quién eres. Pero eso pasa. En un par de semanas, serás parte del equipo, y nadie se acordará.

Lisa suspiró, agradecida por la perspectiva de Marcos, pero sabía que sería más complicado. Su pasado era un secreto que intentaba mantener bajo llave, pero en un lugar como este, los secretos tenían una forma de salir a la luz.

Pasaron las horas, y Lisa trabajó con una determinación que incluso impresionó a algunos de los empleados más veteranos. Se movía rápido, aprendía cada procedimiento al pie de la letra y no dejaba pasar un solo error. Cuando llegó el momento del almuerzo, se dejó caer en una silla en el área de descanso, agotada pero satisfecha con lo que había logrado.

Marcos apareció con una bandeja de comida y la dejó frente a ella.

-Es por cortesía de la casa. Te lo mereces después de cómo te has movido hoy.

-Gracias -dijo Lisa, sorprendida por el gesto.

-Solo asegúrate de comer rápido. La tarde siempre es más movida.

Lisa asintió y comenzó a comer, sintiendo que, por primera vez en mucho tiempo, estaba dando un paso en la dirección correcta. Aunque el camino era largo, al menos ya había comenzado.
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Lisa había estado trabajando arduamente en el restaurante durante los últimos meses. Dos meses desde su primer día, y cada jornada se volvía un poco más soportable, aunque siempre difícil. A medida que pasaba el tiempo, había logrado ganarse el respeto de sus compañeros y, por fin, había comenzado a sentirse como parte del equipo. Había hecho esfuerzos por dejar atrás su pasado, concentrándose en aprender todo lo posible sobre su nuevo trabajo. Sus manos se movían con destreza ahora, organizando las mesas, sirviendo los platos con la mayor precisión posible, y siendo siempre puntual.

Hoy, sin embargo, sabía que iba a ser diferente. La reserva era importante, muy importante. Se hablaba de una mesa que llegaría, con dos estrellas. Entre los invitados, se decía que habría una famosa cantante de rock y una mujer que había sido piloto de F1. Lisa no tenía idea de quiénes serían, pero la sola mención de esas figuras le dejó claro que iba a ser una noche difícil. Y no solo por la importancia del evento, sino por la atención y presión que generaba.

Mientras se preparaba mentalmente para lo que estaba por venir, Lisa ajustó su uniforme y se metió en la cocina para asegurarse de que todo estuviera en orden. Los nervios comenzaron a aparecer, pero se los tragó con determinación. Sabía que si se permitía dudar, todo podría ir mal.

Cuando el sonido de risas alegres llegó a sus oídos, Lisa sabía que la mesa importante estaba por llegar. Se puso en marcha, revisando las notas y asegurándose de que cada detalle estuviera perfectamente alineado. La puerta se abrió, y, por un momento, Lisa se quedó quieta, congelada.

Era como si el tiempo se detuviera. Frente a ella, entrando en el restaurante, había dos mujeres jóvenes, cogidas de la mano, luciendo completamente enamoradas. Una de ellas llevaba en brazos a un pequeño niño, mientras la otra sonreía tiernamente, mirando a su pareja con una suavidad que hacía que la escena fuera aún más conmovedora. Lisa las reconoció al instante.

Una de ellas era Ángela, la hija mayor de Sofía, la chica que había conocido hace años, y la que, en su mente, siempre estaría asociada a ese horrible día. No solo por lo que había sucedido con Sofía, sino por el impacto que su presencia tuvo en la vida de Lisa. Y luego estaba Isabella, la hija menor de Sofía, una adolescente que no tardó en distraerse con su celular.

Pero lo que hizo que el corazón de Lisa se detuviera por completo fue lo que vino después: Sofía apareció detrás de ellas, caminando con paso firme, sonriendo de una manera que Lisa nunca había visto. Su rostro no reflejaba ni tristeza ni agotamiento. Sofía ya no era esa mujer rota, esa persona que había sido condenada por sus decisiones y sus errores. Sofía parecía... feliz.

El niño que iba en brazos de Ángela tropezó con Lisa, golpeándola ligeramente en el costado. Lisa reaccionó rápidamente, levantándose para no caer, y antes de que pudiera siquiera reaccionar, Sofía estaba a su lado, tomando la situación con su naturalidad de siempre, como si nada hubiera cambiado.

-¡Oh! Disculpa, querida, es que a veces el pequeño se entusiasma -dijo Sofía, dándole un ligero golpecito al niño en su pequeña cabeza, sonriendo. Luego, la mirada de Sofía se dirigió hacia Lisa, y la reconoció al instante-. Oh, perdón, ¿cómo te llamas? -preguntó mientras la observaba con una mirada curiosa y suave, claramente reconociéndola, pero también notando algo en su rostro que no entendía completamente.

Lisa se quedó petrificada por un segundo. Las palabras parecían ahogarse en su garganta. ¿Era posible? ¿Era realmente Sofía? La misma Sofía que había sido responsable de tantas decisiones y tantos dolores en su vida. La misma mujer que había estado allí, en ese mismo restaurante, años atrás, con una vida que Lisa había intentado olvidar.

-Me llamo Lisa -respondió finalmente, su voz saliendo apenas audible. Sin embargo, en ese instante, la joven madre que estaba a su lado tomó la iniciativa y dirigió a todos hacia la mesa reservada, como si estuviera completamente tranquila, como si nada en el mundo pudiera alterarla.

Mientras Lisa los guiaba, no pudo evitar notar lo diferente que Sofía lucía. Había algo en ella que ya no era la mujer rota que ella recordaba. Se veía... bien. Había algo más en su expresión, una paz, como si finalmente hubiera encontrado su lugar en el mundo. Sofía no parecía ser la misma mujer que había cruzado su vida de manera tan violenta y cruel.

Mientras los acomodaba en la mesa, Lisa les sirvió el menú y se aseguró de que todo estuviera en orden. Pero sus pensamientos seguían regresando a esa escena: Sofía, tan cambiada, tan distante de lo que había sido. En su mente, se formaban un millón de preguntas sin respuesta.

Y, en medio de todo eso, el niño pequeño que había golpeado a Lisa la miró con sus grandes ojos curiosos, mientras Sofía lo acariciaba suavemente, mostrándole la importancia de su presencia en la familia. Por un momento, Lisa pensó que podría estar viendo una familia feliz, una que nunca habría imaginado después de todo lo que había ocurrido.

-¿Todo bien, Lisa? -preguntó uno de los otros camareros, notando que Lisa se había quedado pensativa.

Lisa asintió rápidamente, forzando una sonrisa y volviendo a centrarse en su trabajo. Pero en su interior, el caos de sus pensamientos no se calmó. La situación era surrealista, casi como un mal sueño. ¿Cómo podía ser que la vida de Sofía hubiera cambiado de esa manera? ¿Cómo podía ser que, después de todo lo que había pasado, ahora estuvieran aquí, tan cerca, tan distintas?

Pero al final, Lisa sabía que lo único que podía hacer ahora era concentrarse en su trabajo y continuar con su vida. Aunque el pasado siempre parecía acecharla, había algo en ella que la mantenía firme, algo que la empujaba a seguir adelante. Sin importar quién estuviera frente a ella.

Lisa subió con la bandeja de los pedidos, pensando en todo lo que había sucedido en los últimos minutos. Estaba intentando concentrarse en lo que tenía que hacer, pero sus pensamientos volvían una y otra vez a Sofía, a la familia, al niño... ¿Cómo podía ser todo tan extraño? ¿Cómo era que ahora Sofía se veía tan diferente, tan plena?

Mientras avanzaba entre las mesas, un alboroto cerca de la barra llamó su atención. Un pequeño niño, con una gran energía y correteando por todo el lugar, se cruzó de repente en su camino. Lisa apenas pudo reaccionar, pero logró esquivarlo justo a tiempo, sonriendo ante la ocurrencia del pequeño.

-¡Cuidado! -dijo entre risas, mientras se agachaba para mirar al niño que se había estampado contra su pierna, sin darse cuenta de lo que hacía.

El niño la miró, los ojos grandes y brillantes, con una mirada traviesa. Lisa no pudo evitar reírse ante su espontaneidad.

-¿Y tú cómo te llamas, pequeño? -preguntó Lisa con suavidad, sonriendo y acercándose a su altura.

-Lucas -dijo el niño con una sonrisa, aunque su pronunciación era un tanto infantil y desordenada.

-¡Qué lindo nombre tienes! -respondió Lisa con una sonrisa afectuosa, mientras acariciaba su cabello-. Me gusta mucho.

El niño la miró fijamente, y con su vocecita aún más tambaleante, dijo:

-Es... es de... mamá... amigo... -y dejó la frase colgando, con palabras mal dichas y pronunciadas. Lisa no pudo evitar sonreír aún más, con ternura.

-¿Ah sí? ¿Es en honor a un amigo de tu mamá? -preguntó Lisa, sin poder evitar el brillo de simpatía en su rostro.

Lucas asintió con la cabeza, como si estuviera completamente seguro de lo que decía, aunque sus palabras seguían siendo difíciles de entender. Lisa, sintiendo un cariño inmediato por él, le tomó la manita con suavidad, sintiendo el calor de su pequeño cuerpo.

-Bueno, Lucas -dijo Lisa mientras se ponía de pie y lo miraba con cariño-, vamos a llevarte de vuelta a tu mamá, ¿sí?

Con esa frase, la guió hacia la mesa de Sofía y su familia. Mientras caminaba, Lisa no pudo evitar notar que, desde su ausencia, Sofía había comenzado a mirar alrededor, notando que su nieto no estaba. Su expresión cambió de inmediato, y su hija mayor, Ángela, empezó a mirar con preocupación.

-¿Dónde está Lucas? -preguntó Ángela, frunciendo el ceño mientras se levantaba de su silla.

Sofía también parecía inquieta. La mirada de preocupación se reflejó en su rostro cuando vio que su nieto pequeño no estaba con ellas.

Lisa sintió un ligero nudo en el estómago, pero no dijo nada. Continuó caminando junto al pequeño, quien sonreía como si no se hubiera perdido en lo absoluto, como si estuviera perfectamente contento de estar de vuelta con su familia.

Cuando finalmente llegaron a la mesa, Lucas levantó su manito hacia su madre y dijo, sin mucho interés en la situación:

-Mamá... -y luego señaló a Lisa-. Ella me ayudó.

Sofía, al ver la situación, suspiró con alivio, y Ángela sonrió mientras regresaba a su asiento. Lisa se mantuvo de pie, esperando una respuesta, pero las palabras de Sofía no llegaron enseguida. Solo sonrió levemente, quizás reconociendo a Lisa como la persona que había tenido algo que ver con su nieto.

-Gracias -dijo finalmente Sofía, con una voz suave, pero sincera, como si de alguna forma su pasado y su presente estuvieran encontrándose en ese pequeño gesto.

Lisa asintió, tratando de disimular la incomodidad que sentía en ese momento. Su vida había cambiado tanto, y aunque parecía que todo seguía adelante, no podía evitar que las cicatrices del pasado, especialmente las que estaban relacionadas con Sofía, se hicieran evidentes una vez más.

La cena continuó sin mayores problemas, y aunque Lisa intentaba concentrarse en su trabajo, el ambiente estaba impregnado por esa extraña tensión entre ellos. Sofía ya no era la misma mujer, y Lisa, a pesar de todo lo que había vivido, no sabía cómo sentir al respecto. Mientras se alejaba, sus pensamientos seguían girando en torno a esas pequeñas interacciones que podían cambiarlo todo.

Mientras Lisa recogía los platos vacíos, la incomodidad crecía en ella. Las mangas de su uniforme, que había subido para no estar tan caliente, se movían constantemente, molestándola. Al ajustarlas una vez más, los tatuajes que había escondido durante su tiempo en prisión quedaron a la vista. Un brazo cubierto con dibujos complejos y colores vivos contrastaba con la ropa sencilla del restaurante.

En ese instante, Ale, la esposa de Sofía, no pudo evitar mirar fijamente los tatuajes. Algo en la complejidad de esos diseños le resultó familiar, pero fue May, la esposa de Ángela, quien de inmediato notó algo extraño. En el brazo de Lisa, sobre la piel marcada con tinta, había un tatuaje que era exactamente igual al que Sofía tenía en la muñeca. Era un símbolo único, casi insignificante para quien no lo conociera, pero para Sofía, que lo llevaba con una mezcla de nostalgia y orgullo, resultó ser imposible de ignorar.

Sofía, que estaba distraída jugando con su nieto, se detuvo un segundo al percatarse de que algo le había llamado la atención. De manera instintiva, sus ojos recorrieron los tatuajes de Lisa, esos mismos que ahora brillaban bajo la luz del restaurante. Cuando se dio cuenta, un pequeño gesto de desconcierto cruzó por su rostro, y, en un instante, su atención se desvió por completo hacia Lisa.

Por un segundo, Sofía pareció perder el foco de su niño, quien se inclinó peligrosamente hacia un lado, a punto de caer de su silla. Sofía lo tomó rápidamente, pero su mente seguía fija en esa revelación, como si una conexión invisible la hubiera vinculado a Lisa de nuevo, más allá de la coincidencia de los tatuajes.

"Lisa..." murmuró en voz baja, como si ella misma estuviera reconociendo la mujer frente a ella sin querer aceptar la verdad.

Lisa, consciente de la mirada fija en ella, se apresuró a juntar los platos con prisa. El corazón le latía fuerte, pero trató de no mostrar ninguna reacción. Sabía que ese momento sería incómodo, y aunque su cuerpo se movía rápidamente hacia la cocina, su mente estaba atrapada en un torbellino de recuerdos no deseados.

En ese instante, el nombre de Lisa se quedó suspendido en el aire, mientras ella apresuraba sus pasos, deseando con todo su ser desaparecer entre las puertas de la cocina y encontrar un poco de paz en el trabajo, lejos de esas miradas inquisitivas que la perseguían.

En la mesa, el ambiente se había vuelto incómodo. Todos, desde May hasta su hija Ángela, notaron la expresión cambiada de Sofía, que parecía perdida en un mar de pensamientos. Incluso el pequeño Lucas, con su inocente candor, miraba a su abuela y le preguntaba con voz suave, una mezcla de preocupación y confusión.

"¿Mamá? ¿Qué pasa, mamá? ¿Está la camarera enojada?" Lucas preguntó, sus palabras algo distorsionadas por su corta edad. En su mente, pensó que quizás Lisa había asustado a Sofía con algún gesto, ya que la vio tan fija en ella, como si la reconociera. Los ojos del niño, grandes y curiosos, buscaban respuestas en su madre, como solo un niño puede hacer.

Sofía, todavía en shock, levantó la mirada para encontrar a su familia observándola con preocupación. La realidad de lo que acababa de suceder la había golpeado como una ola, pero intentó calmarse antes de responder. Respiró hondo, y con una voz más suave de lo que ella misma esperaba, comenzó a hablar.

"Es... es solo que..." Sofía comenzó, sus palabras vacilantes, como si quisiera que el tiempo se detuviera. "Hace cuatro años, esa chica... la que ahora es la camarera, me salvó la vida. Fue en el asunto con Marc, cuando... cuando todo se desmoronó. Se suponía que ella había muerto. ¡La mataron! O eso pensé." La voz de Sofía se quebró ligeramente al pronunciar esas últimas palabras, como si los recuerdos de ese momento regresaran con más fuerza de lo que había imaginado.

Ángela la miró sorprendida, sin entender completamente lo que su madre quería decir. "¿Ella? ¿Lisa?" preguntó, confundida.

Sofía asintió lentamente, mientras sus ojos se llenaban de una mezcla de tristeza y añoranza. "Sí, Lisa. Ella fue quien intervino en la fábrica abandonada, quien detuvo a Marc cuando estaba a punto de matarme. Después de eso... ya no supe nada más. Todos pensaron que la mataron en el proceso, pero... ahí estaba, en este restaurante, de pie frente a mí, como si el tiempo no hubiera pasado."

El pequeño Lucas, sin comprender mucho más, levantó las manos con inocencia y sonrió, como si todo fuera solo un juego. "¿La señora hizo que abuela se asustara?" repitió, mirando con curiosidad a su madre. La escena era tan pura y tierna que alivió un poco la tensión en el aire.

Ángela sonrió suavemente al escuchar la pregunta de su hijo. "No, hijo, no te preocupes. Solo... es un recuerdo del pasado. Solo un recuerdo," dijo, acariciando su cabecita, mientras May miraba a Sofía con expresión seria, sabiendo lo que esas palabras significaban.

Después de pagar la cuenta, Sofía se levantó con su familia, pero antes de salir, se detuvo un momento y, de manera discreta, se acercó a un empleado. En voz baja, preguntó con algo de urgencia: "¿A qué hora sale Lisa de su turno?"

El empleado, algo sorprendido por la pregunta, le indicó que Lisa terminaría en unas horas. Sofía asintió con una expresión pensativa antes de abandonar el restaurante con su familia, dejando atrás una sensación extraña que ni ella ni su hija podrían sacarse de la cabeza.

Mientras caminaban hacia el auto, Sofía se sentía atrapada entre la gratitud y el dolor de un pasado que nunca dejaría de perseguirla. La presencia de Lisa, tan inesperada y tan familiar, había reabierto heridas que ella había intentado cerrar durante tanto tiempo. Sin embargo, sabía que debía hacer algo al respecto, algo que aún no comprendía por completo.
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Era una tarde tranquila, el sol comenzaba a ponerse, pintando el cielo de tonos naranja y rosa, pero Lisa no podía disfrutar del paisaje. Sus músculos estaban agotados después de un largo día de trabajo, y su espalda, tensa y dolorida, le recordaba todo lo que había pasado en los últimos años. La rutina diaria, la lucha por salir adelante, todo la había dejado exhausta. Planeaba ir a su departamento, dejarse caer en la cama y olvidarse de todo por unas horas.

Pero entonces, una frase llegó a sus oídos, una que había escuchado miles de veces, una que solo Sofía conocía. Su nombre completo, pronunciado de una manera tan familiar, tan cálida, que hizo que su corazón se acelerara sin previo aviso.

"Lisa Alvarez....o ya te cambiaste el apellido, ¿es en serio que no vas a saludar a tu vieja amiga?"

Lisa se detuvo en seco. El sonido de su nombre, tan lleno de historia y de recuerdos, hizo que sus piernas temblaran, y un nudo se formó en su garganta. No necesitaba mirar, sabía exactamente quién era. Su respiración se aceleró y se giró lentamente, enfrentándose a la persona que había marcado su vida de tantas maneras.

Allí estaba Sofía, de pie frente a ella, mirándola con esos ojos que Lisa nunca había olvidado. El tiempo había pasado, sí, pero Sofía seguía siendo la misma de siempre, aunque con una historia diferente escrita en su rostro. Sofía la observaba con una mezcla de sorpresa y cariño, y en sus ojos había algo que Lisa no había visto en mucho tiempo: amor, esa conexión que siempre había existido entre ellas.

Lisa, sin saber qué decir, murmuró: "Perdón..." Las palabras salieron de su boca como un susurro, como si tratara de esconder todo lo que sentía. El dolor, la angustia, la culpa por todo lo que había pasado. No sabía cómo empezar, no sabía cómo explicar el vacío que había dejado la separación, el rencor, la distancia que había crecido entre ellas.

Pero antes de que pudiera decir algo más, Sofía la miró con ternura y, sin pensarlo, sus labios pronunciaron el apodo cariñoso que siempre le había dicho en la secundaria.

"Mi pequeña luchadora..."

Las palabras hicieron que el mundo a su alrededor se desvaneciera. Fue como si el tiempo retrocediera, como si todo lo que había sucedido después de aquel terrible suceso se desvaneciera por un momento. Lisa cerró los ojos, dejando que las emociones la invadieran. No pudo evitarlo. El abrazo que Sofía le dio fue inmediato, como si el mundo entero estuviera de acuerdo en que se necesitaban, que no podían seguir adelante sin sanar lo que había quedado roto.

Sofía envolvió a Lisa entre sus brazos, con una fuerza que, aunque suave, transmitía todo lo que no podían decirse con palabras. Lisa se aferró a ella, sin poder contener las lágrimas que finalmente comenzaron a caer, esas lágrimas que había estado reprimiendo durante tanto tiempo. No importaba el tiempo que había pasado, ni lo que se habían dicho o dejado de decirse. En ese momento, solo existían ellas dos.

Y allí, en ese abrazo que las envolvía, Lisa sintió por primera vez en mucho tiempo que, tal vez, todo no estaba perdido.

Sofía se separó ligeramente, pero no dejó de mirar a Lisa con una expresión mezcla de confusión y necesidad de respuestas. Tomó una respiración profunda antes de hablar, como si las palabras que estaba a punto de decirse le pesaran en la boca.

"Lisa, tenemos que hablar. Necesito saber... ¿cómo sobreviviste? Se suponía que... que habías muerto. Te mataron esa noche. Todo el mundo lo creyó. Yo..." Sofía no pudo continuar de inmediato. Sus palabras se quebraron, y por un momento, el dolor de esos años de incertidumbre pareció estallar de nuevo.

Lisa la miró, los ojos llenos de tristeza y una sombra de dolor. El simple hecho de que Sofía estuviera ahí frente a ella, preguntando lo que nunca había osado preguntar antes, la hizo sentir una presión en el pecho, como si el peso del tiempo y de todo lo que no se habían dicho se colara entre ellas.

"Yo... Yo también pensé que había muerto," respondió Lisa con voz baja, apenas audible. "La ambulancia... estaba en camino, y luego... luego me desmayé. No sé qué pasó después, pero reviví. Estuve en un hospital durante meses, con todo el mundo pensando que había muerto. Nadie me dijo nada, Sofía. Nadie me dijo que habías sobrevivido, que habías vuelto con tu familia. Nadie me dijo nada de ti."

Sofía escuchó en silencio, los ojos llenos de una mezcla de culpabilidad y sorpresa. El shock de escuchar a Lisa hablar sobre ese momento tan crítico, tan cercano a la muerte, le hizo sentirse impotente, como si todo lo que había sucedido a partir de ese instante hubiera sido una mala jugada del destino.

"Te lo juro, Sofía... no sabía qué pensar. No sabía si... si querías que me fuera, si te habías olvidado de mí, si lo que pasó esa noche significaba que todo ya no tenía sentido. Me dejaste atrás. Yo..." Lisa se detuvo por un momento, su voz vacilando. No quería decir todo lo que sentía, pero la necesidad de hacerlo era más fuerte que ella.

Sofía la miró, su rostro suave pero lleno de emociones a flor de piel. "No sabes lo que me dolió perderte, Lisa," dijo con una suavidad que contrastaba con su habitual dureza. "Lo único que hice fue tratar de sobrevivir, pero... siempre pensé que había perdido a la persona más importante de mi vida. Me destrozó pensar que te había perdido para siempre. Pero luego todo cambió. Cuando volví con Alejandra, tuve que reconstruir mi vida, mis hijas, mi familia, y aunque estaba feliz, siempre... siempre había algo que faltaba."

Lisa la miró con los ojos humedecidos, sintiendo cada palabra de Sofía atravesando su pecho. Lo que había pasado entre ellas había sido mucho más profundo de lo que jamás habría imaginado. Habían compartido una vida, una historia, y todo se había destruido en un solo instante.

"¿Y ahora qué? ¿Qué hacemos con esto?" preguntó Lisa, su voz temblando. "Ya no soy la misma persona, Sofía. Y tú... ya tienes tu vida, tu familia..."

Sofía la miró por un largo momento, pensativa, antes de responder. "No sé qué hacer, Lisa. Pero sé que aún te necesito en mi vida. No sé si alguna vez podremos recuperar lo que tuvimos, pero no quiero que te vayas de nuevo. No quiero que nos sigamos perdiendo."

Lisa tragó saliva, procesando todo lo que acababa de escuchar. No sabía si podía perdonarse a sí misma por todo lo que había pasado, pero escuchar esas palabras de Sofía le hizo sentir algo de esperanza. Quizás, solo quizás, aún había algo de redención en lo que quedaba entre ellas. Y tal vez, solo tal vez, podrían encontrar una manera de sanar lo que se había roto.

El coche avanzaba lentamente por la carretera, y Sofía mantenía la mirada fija al frente, sus dedos jugueteando con el volante mientras Lisa la observaba en silencio. Las luces de la ciudad pasaban por la ventanilla, creando destellos que iluminaban el rostro de Sofía de vez en cuando, pero la atmósfera en el coche estaba cargada de algo que no se podía ignorar: un reencuentro lleno de emociones no dichas, de palabras que no se habían pronunciado en años.

Sofía rompió el silencio con una risa suave, algo amarga, pero sincera. "Sabes," comenzó, "estaba en la F1, pero ya no. Bueno, más bien me despidieron." La mirada de Lisa se tornó curiosa, pero Sofía continuó sin esperar una respuesta. "No me quedé mucho tiempo, el mundo de las carreras cambió para mí después de... todo lo que pasó. Me despedí, no solo del trabajo, sino de esa vida llena de adrenalina que, por alguna razón, creía que lo era todo. Ahora, doy charlas sobre drogas, sobre lo que implica perder el control, sobre cómo recuperar tu vida después de tocar fondo."

Lisa la observaba, en parte sorprendida y en parte emocionada por lo que Sofía había logrado después de todo. Pero lo que más la conmovió fue la sinceridad que veía en sus ojos. No estaba hablándole como la mujer que un día había sido su amante o su amiga. Ahora hablaba desde un lugar de gratitud y reconocimiento.

"Y... no sé cómo agradecértelo, Lisa," continuó Sofía, su voz quebrada por un momento, pero recobrando rápidamente el control. "Gracias a ti pude estar aquí, ver a mi hija mayor casarse, ver el nacimiento de mi nieto, estar allí cuando Isabella empezó la secundaria. Tú... me diste todo eso. Tú me salvaste la vida."

Lisa sintió un nudo en la garganta al escuchar las palabras de Sofía. Nunca imaginó que lo que había hecho esa noche, ese simple acto de salvar a alguien, tendría el peso que ahora parecía tener en la vida de Sofía. Era algo que jamás había pensado, pero ahora que Sofía lo decía, le llegaba de una manera que no podía ignorar.

"Lo único que hice fue lo que cualquiera haría," murmuró Lisa, sin saber cómo reaccionar a tanto agradecimiento.

"Lo que tú hiciste fue más que eso," respondió Sofía con firmeza, tomando su mano brevemente antes de soltarla y poner de nuevo ambas sobre el volante. "Tú me devolviste mi vida, Lisa. Sin ti, no hubiera podido ver crecer a mis hijas, no habría tenido la oportunidad de arreglar lo que perdí con Alejandra. Si no fuera por ti, no habría ninguna de esas cosas."

El coche giró por una última calle, y el imponente edificio que apareció ante ellas le dejó claro a Lisa que Sofía no había estado jugando con sus palabras. Era una mansión, lujosa, en un vecindario que parecía de otro mundo. El coche se detuvo frente a la entrada, y Sofía la miró por un momento antes de abrir la puerta y bajarse.

"Vamos," dijo Sofía mientras Lisa la seguía.

Una vez dentro de la mansión, Sofía la condujo por varios pasillos hasta llegar a una sala grande, con una chimenea encendida en el fondo. "Ale y Isabella están descansando. Es tarde y están agotadas. Así que... siéntate. Voy a prepararte un café," dijo Sofía mientras se dirigía hacia una mesa, donde una jarra de café recién hecho ya estaba sobre una bandeja.

Lisa, aunque aún nerviosa, no pudo evitar sentir cierta calidez en la bienvenida. Sofía parecía querer que se sintiera en casa, pero Lisa no podía dejar de sentirse fuera de lugar, como si todo esto fuera un sueño.

"Lisa," dijo Sofía mientras se acercaba con una taza de café humeante, "te agradezco más de lo que puedes imaginar. Sé que lo que hiciste por mí no lo hizo nadie más. Y por eso, quiero que tomes esto." Sofía dejó el café sobre la mesa y sacó de su bolso un cheque. Lo deslizó frente a Lisa, que lo miró confundida.

"Esto es por ti, por lo que hiciste. Y no quiero que lo rechaces," dijo Sofía, sin dejar espacio para dudas. "Es una suma considerable, pero quiero que uses este dinero para empezar de nuevo. Tienes derecho a rehacer tu vida, Lisa. Tienes derecho a ser feliz, a salir de esa vida que dejaste atrás."

Lisa miró el cheque con una mezcla de incredulidad y desconfianza. "No puedo aceptarlo," dijo finalmente, con la voz firme. "No lo merezco. Tú ya tienes todo, Sofía. Tienes a tu familia, a Alejandra, a tus hijas... Yo no necesito esto."

Sofía la miró intensamente, con una mirada que parecía leer cada pensamiento de Lisa. "No lo entiendes, ¿verdad?" preguntó suavemente. "Tú me salvaste. Y lo que te doy no es solo un cheque. Es un agradecimiento. Es todo lo que no pude darte antes. Y créeme, lo que yo tengo, lo tengo gracias a ti. Si no fuera por ti, yo no tendría nada de lo que tengo ahora. Así que por favor, no rechaces lo que te estoy ofreciendo."

Lisa respiró profundamente, sintiendo una mezcla de emociones que le nublaban la mente. Sofía estaba siendo genuina, pero el peso de todo lo que había pasado la hacía sentirse pequeña, como si no mereciera ninguna de esas cosas. "No sé si puedo aceptar esto," murmuró, sin mirarla directamente.

Sofía sonrió suavemente y se acercó a ella, tocando su brazo con delicadeza. "No tienes que aceptarlo todo de inmediato. Pero hazlo por ti. Porque te lo mereces. Y porque, después de todo lo que pasamos, creo que mereces tener una oportunidad para vivir sin tener que mirar atrás."

Lisa cerró los ojos un momento, dejando que las palabras de Sofía penetraran en su mente. No sabía qué hacer con todo esto. Pero por primera vez en mucho tiempo, sintió que alguien realmente le ofrecía una oportunidad para empezar de nuevo.

"Está bien," dijo finalmente, tomando el cheque entre sus manos. "Lo aceptaré. Pero... esto no cambia nada entre nosotras, Sofía."

Sofía asintió lentamente, una expresión seria en su rostro. "No cambia nada, Lisa. Nada en absoluto."

Un mes después, Lisa había logrado darle vida a su bar. Al principio, las cosas fueron lentas, pero con el tiempo, algo cambió. El lugar comenzó a atraer a más y más personas, especialmente a Sofía y su familia. Era común ver a Lucas, el pequeño nieto de Sofía, corriendo entre las mesas y riendo mientras jugaba con su abuela y tías. La familia de Sofía, que ya se había convertido en parte importante de la vida de Lisa, hacía de su bar el centro de las celebraciones, especialmente cuando algo importante sucedía. De repente, el bar se convirtió en uno de los lugares más populares de la ciudad.

El lugar estaba lleno de energía, y Lisa comenzaba a sentir que sus problemas estaban quedando atrás. Vivía en su propio departamento, y aunque la vida seguía teniendo sus desafíos, al menos ya no se sentía sola. De hecho, cuando la hija mayor de Sofía, Ángela, ganó el campeonato mundial de boxeo, la celebración se llevó a cabo en el bar de Lisa, lo que la llenó de orgullo.

Sin embargo, a pesar del éxito y de la sensación de haber superado tantas dificultades, aún había algo que le faltaba. Algo que no podía olvidar. La chica que conoció hace meses en el bar, Liv, nunca volvió a aparecer, y Lisa no había sabido nada de ella desde entonces. Había algo en esa conexión, en la intensidad de ese encuentro, que no podía sacar de su mente.

Una tarde, mientras Sofía estaba con su esposa, Alejandra, jugando con su nieto en una mesa cercana, Lisa se encontraba detrás de la barra, sirviendo unas bebidas. El bullicio del bar no era nada nuevo, pero de repente, la puerta se abrió con un timbre, y una figura familiar entró al lugar. Era una chica alta, con un aire confiado, y una sonrisa que inmediatamente llamó la atención. Lisa la reconoció al instante: era Liv.

Liv caminó directamente hacia la barra, y cuando sus ojos se encontraron con los de Lisa, una chispa de reconocimiento brilló entre ellas. La chica, con un tono juguetón, dijo:

"¿Tienes idea cuántas mujeres se llaman Lisa en este país? Te estuve buscando, preciosa."

Sofía, al escuchar la frase, levantó la vista y no pudo evitar soltar una pequeña risa. Se giró hacia su esposa, quien estaba todavía jugando con Lucas, y le dijo en tono de burla:

"¿Ves? Siempre hay alguien buscando a nuestra Lisa."

Lisa, por su parte, no pudo evitar sonrojarse un poco al escuchar esa entrada tan directa de Liv. No esperaba verla allí, ni mucho menos que se acercara con tanta seguridad. El bar estaba lleno de personas, pero en ese momento, solo ella y Liv parecían existir.

"¿Me estuviste buscando mucho?" respondió Lisa, intentando mantener la calma mientras le servía una bebida. Pero no podía evitar sentirse nerviosa, una emoción que ya no había sentido en mucho tiempo.

Liv se inclinó ligeramente sobre la barra, mirándola de cerca, y respondió con una sonrisa traviesa: "Tal vez. O tal vez solo esperaba encontrar el momento perfecto para regresar."

Sofía, desde su mesa, observaba la escena con una sonrisa divertida, como si ya supiera que algo importante iba a suceder entre las dos. Sin decir palabra alguna, Sofía simplemente se recostó en su silla y levantó su cerveza, disfrutando del momento mientras las dos mujeres se sumergían en una conversación que estaba destinada a seguir creciendo.

Lisa no sabía exactamente qué esperar, pero una cosa era segura: el encuentro con Liv había vuelto a encender algo en su interior, algo que había estado apagado por un buen tiempo. Y quizás, solo quizás, este era el momento en que las piezas por fin encajarían de nuevo.

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Holaaaa

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