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españa

Hola, tuve días medio del ort*, por eso tarde en actualizar, por ahora todo está mejorando , les dejo este capítulo, sepan disculpar.

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Alejandra, Belén e Isabella estaban en el aeropuerto, preparándose para abordar su vuelo a España. La terminal estaba llena de gente y el sonido de anuncios y el bullicio de los viajeros creaban un ambiente ajetreado. Alejandra empujaba la silla de ruedas en la que Isabella se encontraba, mientras Belén cargaba algunas maletas y se aseguraba de que todo estuviera en orden.

Alejandra se sentía una mezcla de alivio y ansiedad. Miró a Isabella, que estaba distraída con un libro, y luego a Belén, que parecía estar en su elemento organizando todo. La boda del hermano de Belén se aproximaba, y el viaje a España parecía ser una oportunidad para desconectar un poco de las preocupaciones que la habían estado agobiando.

—¿Todo listo? —preguntó Alejandra a Belén, intentando distraerse de sus pensamientos sobre Sofía.

—Sí, todo está bajo control. —Belén sonrió mientras revisaba una lista en su teléfono—. Solo necesitamos abordar y estaremos en camino.

Alejandra asintió y miró a su alrededor, intentando relajarse. Mientras esperaban para embarcar, pensó en todo lo que había sucedido con Sofía y cómo la situación había afectado a todos. La reciente tensión y los problemas legales de Sofía habían sido una carga pesada, y el viaje a España se sentía como una pausa necesaria, una oportunidad para respirar y centrarse en algo positivo.

El anuncio para abordar el vuelo comenzó a sonar, y Alejandra ayudó a Isabella a subir por la rampa hacia el avión, seguido de Belén. Una vez en el avión, se acomodaron en sus asientos, y Alejandra se recostó en el respaldo con una mezcla de alivio y cansancio.

—Espero que este viaje nos brinde un poco de paz —murmuró Alejandra, mirando por la ventana mientras el avión comenzaba a rodar por la pista.

Belén tomó su mano y la apretó suavemente.

—Lo hará, Ale. Vamos a disfrutar de este tiempo juntas y a relajarnos. Todo saldrá bien.

Alejandra asintió y sonrió, agradecida por el apoyo de Belén. Mientras el avión ascendía y se dirigía hacia España, Alejandra permitió que la calma la envolviera, al menos por un tiempo, dejando atrás las preocupaciones y enfocándose en el presente.

Mientras el avión surcaba los cielos, Belén se inclinó hacia Alejandra, buscando iniciar una conversación relajada.

—Ale, ya que estamos en camino a la boda de mi hermano, quería recordarte que tendremos que fingir ser una pareja muy feliz —dijo Belén con una sonrisa traviesa.

Alejandra se giró hacia ella, levantando una ceja y sonriendo.

—¿Ah, sí? ¿Y por qué es necesario fingir? —preguntó Alejandra, su tono juguetón.

—Bueno, no queremos levantar sospechas ni incomodar a la familia, ¿verdad? Además, podríamos divertirnos un poco con esto. —Belén guiñó un ojo—. Piensa en todo el drama que podemos crear.

Alejandra rió suavemente, imaginando la situación.

—Podría ser divertido. A veces es bueno salir de la rutina y hacer algo diferente. Además, parece una excelente oportunidad para pasar un buen rato juntos y relajarnos un poco.

Belén se acomodó en su asiento, claramente satisfecha con la respuesta.

—Exactamente. Vamos a disfrutar de la boda y a hacer de este viaje algo especial. Y si hay que fingir ser una pareja amorosa, lo haremos con estilo.

Alejandra asintió y tomó la mano de Belén, entrelazando sus dedos con ternura.

—De acuerdo. ¡Estamos listas para ser la pareja más convincente y encantadora de la boda!

Belén sonrió ampliamente y se recostó en su asiento, sintiéndose aliviada y emocionada por lo que les esperaba. Alejandra, mientras tanto, se permitió relajarse y disfrutar del momento, pensando que, a pesar de todo, este viaje podría ser justo lo que necesitaban para desconectar y fortalecer su vínculo.

Alejandra observaba a Isabella, que dormía tranquilamente en el asiento junto a Belén, y la vio acurrucada bajo una manta. Mientras ajustaba la manta para que estuviera más cómoda, Belén se inclinó hacia ella y, con un tono curioso, preguntó:

—Ale, ¿cómo va el caso de Sofía? No hemos hablado mucho sobre eso últimamente.

Alejandra suspiró, su mirada perdida en la ventana del avión mientras pensaba en la situación.

—La verdad, Belén, ya no sé muy bien cómo tomarme todo esto —admitió Alejandra—. Sofía hizo algo realmente valiente al rescatar a Clara, y en cierto sentido, eso me hace pensar que quizás tiene un lado amable. A veces me parece que todavía tiene algo de belleza, a pesar de todo.

Belén la miró con interés, notando la confusión en su expresión.

—¿Y eso te hace sentir algo más que confusión? ¿Todavía la ves de una forma especial?

Alejandra se pasó una mano por el cabello, buscando las palabras adecuadas.

—Sí, en parte. Pero al mismo tiempo, no puedo olvidar todo el daño que me hizo. Las cicatrices, las noches de dolor y miedo... Es difícil reconciliar la imagen de la Sofía que hizo algo noble con la Sofía que me hizo tanto daño.

Belén apretó suavemente la mano de Alejandra, mostrando su apoyo y comprensión.

—Es completamente natural que te sientas así. No es fácil procesar emociones tan contradictorias. Quizás el tiempo te ayudará a ver las cosas con más claridad. Por ahora, lo importante es que te enfoques en lo que es mejor para ti y para Isabella.

Alejandra asintió lentamente, sintiendo el alivio de poder expresar sus sentimientos.

—Sí, lo intentaré. A veces creo que lo mejor es tratar de dejar atrás el pasado y concentrarme en lo que tengo ahora: mi familia, nuestra vida juntos, y todo lo que podemos construir.

Belén sonrió, apoyando su cabeza en el hombro de Alejandra.

—Eso es lo más importante. Estamos aquí para ti y para Isabella, y juntas podemos superar cualquier cosa.

Alejandra sonrió, agradecida por el apoyo de Belén y sintiéndose un poco más tranquila mientras miraba a su familia dormir, esperando que el tiempo le diera la claridad que necesitaba.

Alejandra miró a Belén con una sonrisa, intentando cambiar de tema para despejar su mente.

—Bueno, cambiando de tema, ¿qué te vas a poner para la boda del hermano de tu familia? —preguntó Alejandra, con curiosidad.

Belén se inclinó hacia adelante, mostrando una sonrisa de emoción al pensar en la boda.

—Estoy pensando en un vestido azul marino, algo elegante pero cómodo. Quiero verme bien, pero también sentirme a gusto para poder disfrutar de la fiesta y de la compañía.

Alejandra asintió, imaginando el vestido en su mente.

—¡Suena perfecto! ¿Ya tienes todo listo para la boda o aún te queda algo por preparar?

Belén se rió suavemente, tocando la tela de su vestido en su bolso de mano.

—Casi todo está listo. Solo me falta encontrar los zapatos adecuados y un par de accesorios para complementar el look. Aunque, honestamente, creo que lo que más me preocupa es que todo salga bien en la ceremonia y que podamos disfrutar de un buen tiempo juntos.

Alejandra sonrió, sintiéndose aliviada por el cambio de conversación y por ver a Belén tan animada.

—Estoy segura de que será una boda maravillosa. Y, como siempre, tendrás el apoyo de todos nosotros. Si necesitas ayuda con algo, solo dímelo.

Belén le dio un suave codazo a Alejandra y le agradeció con una sonrisa.

—Gracias, Ale. Me alegra saber que cuento contigo. Creo que esta boda será una buena oportunidad para relajarnos y celebrar.

Alejandra asintió, sintiendo una oleada de optimismo.

—Definitivamente. Vamos a disfrutar cada momento y a dejar que el pasado quede atrás, al menos por un rato.

Ambas se acomodaron en sus asientos, charlando y riendo mientras el avión continuaba su vuelo hacia España.

En eso, Alejandra tuvo un flashback.

Flashback:

Alejandra y Sofía estaban sentadas en el sofá de su pequeño apartamento, rodeadas de revistas de bodas y muestras de telas. La emoción por la planificación de su boda estaba en el aire. Sofía, con una sonrisa radiante, sostenía una de las revistas y señalaba un vestido que le gustaba.

—Mira este, Ale. ¿Qué te parece? —preguntó Sofía, sus ojos brillando con entusiasmo.

Alejandra la miró con cariño, tomando sus manos entre las suyas.

—Es hermoso, amor. Te verás increíble en él.

Sofía se inclinó hacia adelante, dándole un suave beso en los labios. Alejandra correspondió el beso, profundizándolo y sintiendo la calidez y el amor que compartían.

—Te voy a escribir la canción más bonita del mundo —dijo Alejandra, entre besos—. Y voy a capturar nuestra historia en tan solo un segundo.

Sofía la miró con ojos llenos de amor y admiración.

—No puedo esperar a escucharla, Ale. Sé que será perfecta, como tú.

Alejandra sonrió, sintiendo cómo su corazón se llenaba de alegría y esperanza por el futuro que estaban construyendo juntas. Se abrazaron, imaginando el día de su boda, donde compartirían ese momento mágico con todos sus seres queridos.

Fin del Flashback.

De vuelta en el avión, Alejandra parpadeó, regresando al presente. Belén la miró con curiosidad.

—¿En qué piensas, Ale? —preguntó Belén, notando la expresión pensativa en su rostro.

Alejandra sonrió, sacudiendo la cabeza ligeramente.

—Solo recordaba viejos tiempos. A veces, los recuerdos son como una película que se reproduce en nuestra mente.

Belén asintió, comprendiendo.

—Es bueno recordar, pero también es importante seguir adelante.

Alejandra asintió, tomando la mano de Belén y apretándola suavemente.

—Tienes razón. Vamos a hacer que este viaje sea inolvidable y a crear nuevos recuerdos.

Belén sonrió, devolviendo el apretón, y ambas se acomodaron para disfrutar del resto del vuelo hacia España.

De vuelta en el avión, mientras el zumbido del motor llenaba el espacio, Alejandra se sumió en sus pensamientos. El flashback le trajo a la mente un recuerdo amargo.

Flashback:

Alejandra se encontraba en su estudio, rodeada de papeles y partituras. La habitación estaba silenciosa, salvo por el suave rasgueo de su guitarra. Se concentraba en la letra que había estado escribiendo durante semanas. Cada palabra estaba impregnada de amor y promesas para Sofía.

—Te voy a escribir la canción más bonita del mundo, y voy a capturar nuestra historia en tan solo un segundo —se había prometido a sí misma, mientras la melodía fluía de sus dedos.

Alejandra terminó la canción con una sonrisa en el rostro, convencida de que había creado algo realmente especial. La canción estaba destinada a ser un regalo para Sofía, un reflejo de su amor y compromiso.

Fin del Flashback.

Volviendo al presente, Alejandra sintió una punzada en el pecho. Recordó cómo, después de la ruptura y el dolor que Sofía había causado, la canción quedó guardada en un cajón, nunca cantada, nunca compartida. La promesa de esa canción, una vez llena de esperanza, ahora parecía una herida abierta.

Alejandra se recostó en su asiento, el peso de la realidad sobre sus hombros. La canción, que había sido un símbolo de su amor, nunca vería el mundo. Y eso la hacía sentir un dolor más profundo, el dolor de una promesa rota y de un amor que había cambiado para siempre.

Con un suspiro, miró a Belén y a Isabella, agradecida por su compañía y el pequeño respiro que el viaje les ofrecía. Decidió enfocar su mente en el presente y en los momentos felices que aún podían compartir, aunque la sombra de lo que había sido seguía presente en su corazón.

Belén miró a Alejandra con una sonrisa traviesa.

—¿Sabes, Ale? A veces siento que nuestras vidas parecen una historia sacada de Wattpad.

Alejandra, algo confundida, frunció el ceño.

—¿Wattpad? ¿Qué es eso?

Belén se rió suavemente y explicó:

—Es una plataforma donde la gente escribe y lee historias, sobre todo de romance. Muchas veces son historias llenas de drama, amor y giros inesperados. Tienen tramas que parecen sacadas de una novela.

Alejandra sonrió, divertida por la idea.

—Nunca había oído hablar de eso. Pero si nuestra vida fuera una historia, seguro que nunca nos escribirían.

Belén arqueó una ceja y le lanzó una mirada juguetona.

—¿Por qué no? Nuestras vidas tienen drama, amor y giros inesperados. ¡Eso es lo que hace que una historia sea interesante!

Alejandra se rió, sacudiendo la cabeza.

—Bueno, tal vez en un universo alternativo alguien podría estar escribiendo nuestras locuras. Pero en el mundo real, creo que somos la única novela que realmente necesitamos.

Ambas rieron, aliviadas por el momento ligero, mientras el avión seguía su curso hacia España.

Mientras tanto, en la sala de espera del hospital, Emma estaba sentada con las manos entrelazadas y el rostro pálido. Un policía se acercó a ella con un informe en mano.

—Señorita, quiero informarle sobre el estado actual de la investigación y la situación de Clara —dijo el policía con tono profesional pero comprensivo.

Emma asintió, con una expresión de ansiedad en el rostro.

—Hemos estado trabajando arduamente para reconstruir lo que ocurrió —continuó el policía—. Marc, el hombre que secuestró a Clara, estaba involucrado en una serie de crímenes graves. Sofía Reyes, que fue la que la rescató, también está bajo custodia. Ella ha declarado que no tuvo participación en el secuestro, pero ha admitido su responsabilidad en otros delitos.

Emma trató de procesar la información, su mente girando en torno a las implicaciones.

—¿Y qué pasa con Clara? —preguntó Emma, su voz temblando.

—Clara está estabilizada, pero aún está en una condición crítica. Hemos tomado muestras de ADN para asegurar la investigación, y los médicos están haciendo todo lo posible por ayudarla. Su recuperación será lenta, y necesitará mucho apoyo emocional y físico.

Emma sintió un nudo en el estómago.

—¿Y sobre los responsables de los abusos? ¿Sabemos algo más?

El policía suspiró.

—Estamos investigando. La evidencia sugiere que hubo múltiples agresores. Por el momento, nuestra prioridad es asegurar que Clara reciba la mejor atención posible. La investigación sobre los abusos está en curso, y le mantendremos informada sobre cualquier avance.

Emma asintió lentamente, agradecida por la información pero abrumada por la gravedad de la situación. El policía le dio una última mirada de ánimo antes de alejarse para seguir con su trabajo, dejándola sola con sus pensamientos en la sala de espera.

En la fría y austera celda de la cárcel, Sofía estaba sentada en el banco, perdida en sus pensamientos. La imagen de Alejandra la atormentaba; recordaba cómo le había fallado como esposa y la posibilidad de que ahora Alejandra la odiara le dolía profundamente. Las memorias de su matrimonio y la forma en que lo arruinó pesaban sobre ella como una losa.

El ruido metálico de la puerta la sacó de su ensoñación. Un policía entró en la celda con una expresión neutral y le extendió un sobre con varios formularios.

—¿Qué es esto? —preguntó Sofía, mirando los papeles con sorpresa.

—Han pagado su fianza —respondió el policía—. Mañana saldrá en libertad.

Sofía miró los formularios con incredulidad. No podía creer que alguien hubiera pagado su fianza, especialmente en medio de una situación tan complicada. Sus pensamientos volaron a quién podría haber hecho tal cosa.

—¿Quién ha pagado mi fianza? —preguntó, con un leve temblor en la voz.

El policía sacudió la cabeza, manteniendo el profesionalismo.

—No tengo esa información. Solo se me ha indicado que entregue estos documentos y prepare todo para su liberación.

Sofía se quedó en silencio, intentando procesar la noticia. Mientras el policía se retiraba, ella miraba los formularios, su mente llena de incertidumbre sobre el futuro y la posibilidad de enfrentarse a las consecuencias de sus acciones, así como el posible encuentro con Alejandra.

Sofía, con los formularios temblando en sus manos, pensó que no podría ser Alejandra quien pagara su fianza. ¿Cómo podría Ale hacer eso después de todo lo que había pasado? La incredulidad la arrojó a un torbellino de recuerdos oscuros.

En la penumbra sofocante de su antigua habitación, apenas iluminada por la luz de la luna filtrándose a través de las cortinas, Sofía y Alejandra acababan de terminar. El sudor aún perlaba sus cuerpos, pero en los ojos de Alejandra solo había vacío. Su mirada estaba perdida en el techo, sin rastro de la pasión o el amor que alguna vez compartieron. Sofía recordaba cómo, minutos antes, en un arrebato de ira, había golpeado a Alejandra. El remordimiento la consumió inmediatamente después, llevándola a buscar consuelo en una intimidad forzada que solo acentuaba la distancia entre ellas.

Sofía se vistió con rapidez, sus movimientos eran torpes y desesperados. Cada prenda que se ponía era un recordatorio de su culpa. Se acercó a Alejandra, que permanecía inmóvil, una muñeca rota en una cama de pesadillas. Intentó hablar con una voz que pretendía ser suave, pero que solo sonaba vacía.

—Voy a lo de mi primo Valentín. No tardaré.

Alejandra apenas asintió, sus ojos seguían clavados en el techo, como si mirar a Sofía pudiera romperla en mil pedazos. Sofía salió de la habitación, cerrando la puerta suavemente, como si cerrar esa puerta pudiera contener todo el dolor que había desatado. Pero no fue a lo de Valentín. En su lugar, se sumergió en una fiesta llena de luces cegadoras y música ensordecedora, buscando ahogar su culpa en alcohol y cuerpos extraños. Allí, en un acto de desesperación y autodestrucción, traicionó a Alejandra, buscando un alivio que nunca llegó.

Volviendo al presente, en la celda fría y solitaria, Sofía miraba los formularios con una mezcla de incredulidad y esperanza. No podía evitar preguntarse quién había pagado su fianza y qué le depararía el futuro al salir de la cárcel. Las paredes grises de la celda parecían cerrarse a su alrededor, y la imagen de Alejandra con la mirada vacía la perseguía sin descanso.

El policía la miraba con una mezcla de curiosidad y desdén, esperando que firmara los documentos. Sofía sabía que, al salir, tendría que enfrentarse a las consecuencias de sus acciones, enfrentar a Alejandra y, quizás, intentar buscar una redención que parecía inalcanzable.

Al día siguiente, Sofía se despertó con una sensación de incertidumbre y nerviosismo. Había pasado una noche inquieta, pensando en el futuro que la esperaba. Aún no podía creer que su fianza había sido pagada y que estaba a punto de salir de la cárcel.

Cuando llegó el momento de partir, se encontró con Luna en el área de visitas. Luna, que hasta ese momento había sido una figura distante y severa, ahora mostraba una expresión de genuino afecto. La tensión entre ellas se había disuelto en las últimas horas.

—Gracias por todo, Luna —dijo Sofía con sinceridad—. No sé cómo agradecerte por lo que has hecho.

Luna asintió, su rostro suavizándose en una sonrisa nostálgica.

—No es necesario, Sofía. Solo... quería que supieras que yo era una gran fan tuya. Yo siempre he admirado tu talento, y me rompió el corazón verte aquí.

Sofía, sorprendida, miró a Luna con nuevos ojos. No había considerado cómo su situación podría afectar a otros más allá de su propio círculo. La revelación la hizo reflexionar sobre su impacto en la vida de los demás.

—¿De verdad? —preguntó, su voz un poco temblorosa.

Luna asintió, su mirada cargada de emoción.

—Sí. Yo solía seguir tus carreras, tus victorias en la Fórmula 1... para mi, eras una inspiración. A veces, cuando todo parecía ir mal, pensaba en ti y en cómo superabas las dificultades. Así que, aunque haya sido difícil para mí, siempre he tenido un rincón en mi corazón para ti.

Sofía sintió una mezcla de gratitud y tristeza. Era una realidad amarga saber que había decepcionado a alguien que la admiraba tanto, pero también fue un recordatorio de que había personas que aún creían en ella, a pesar de todo.

—Espero que entiendas que lo siento, y que voy a hacer todo lo posible por cambiar —dijo Sofía, con una determinación renovada.

Luna asintió, su expresión de comprensión y esperanza.

—Lo haré. Y espero que encuentres la paz que buscas, Sofía.

Con una última mirada de complicidad y comprensión, Luna se alejó mientras Sofía se dirigía hacia la salida de la cárcel. Al dejar atrás las rejas y los muros fríos, Sofía sabía que el camino hacia la redención sería largo y difícil. Pero también sabía que, por primera vez en mucho tiempo, tenía una razón para luchar por un futuro diferente.

Sofía salió de la cárcel con una mezcla de alivio y ansiedad, cargando sus pocas pertenencias en una bolsa. Su antigua casa, una vez un refugio familiar, ahora parecía un eco de su pasado, con los recuerdos de una vida que se había desmoronado.

Al abrir la puerta, el familiar aroma a polvo y abandono la recibió. La casa estaba en el mismo estado en el que la había dejado, pero había un desorden evidente: pastillas de droga esparcidas por el suelo. Sofía se detuvo por un momento, mirando las pastillas con una mezcla de tentación y repulsión. Sentía la vieja atracción de la adicción que había sido su constante compañero, pero también sabía que no podía permitirse sucumbir a ella nuevamente.

Decidió que lo primero que debía hacer era limpiar el desorden y recuperar un poco de normalidad. Empezó a recoger las pastillas, arrojándolas en una bolsa de basura con más determinación de la que sentía en realidad. Mientras trabajaba, sus pensamientos se dirigieron a Alejandra. La ausencia de respuesta en su llamada le dolía profundamente. Necesitaba hablar con ella, explicarle, disculparse. Sin embargo, los mensajes iban al buzón de voz y las llamadas quedaban sin respuesta.

El ambiente en la casa se sentía opresivo. Cada rincón estaba cargado de recuerdos y errores, y la tarea de limpiar no hacía más que subrayar la distancia que ahora existía entre su pasado y su presente. La esperanza de reconciliación con Alejandra parecía desvanecerse con cada minuto que pasaba sin una respuesta.

Sofía se sentó en el sofá, rodeada de bolsas de basura llenas de pastillas y otras cosas que había decidido desechar. La frustración y la tristeza la abrumaban. Sabía que había causado mucho daño, y el silencio de Alejandra era un recordatorio doloroso de las barreras que tenía que superar. Pero también era una señal de que necesitaba tiempo, tanto para reparar el daño que había hecho como para reconstruir su propia vida.

Mientras la noche caía, Sofía siguió limpiando en la penumbra, con la esperanza de que, al menos, el espacio que una vez compartió con su familia pudiera empezar a reflejar la persona que aspiraba a ser: alguien que se estaba esforzando por cambiar, a pesar de la montaña de errores y desilusiones que había dejado atrás.

Esa noche, el silencio de la casa era interrumpido solo por los sollozos de Sofía. Mientras se sentaba en el suelo frío de la sala, rodeada de las cosas que había intentado olvidar y borrar, el peso de su arrepentimiento la aplastaba. Las lágrimas caían libremente por su rostro, y con cada sollozo, Sofía sentía que el dolor de su pasado se hacía más tangible.

Pensaba en el matrimonio con Alejandra, en cómo había golpeado a la mujer que una vez amó con tanto fervor. Recordaba cada golpe, cada palabra hiriente, y cómo, a pesar de los intentos de reparación, nunca pudo deshacer el daño hecho. El recuerdo de aquellos momentos la torturaba, sabiendo que la rabia y la violencia que había desatado habían marcado para siempre su relación.

La ausencia en la vida de sus hijas también era un peso que no podía sacudirse. Había pasado años en las sombras, perdiendo los momentos cruciales de sus vidas, sin poder ser la madre que necesitaban. La culpa de no haber estado allí para ellas la consumía, la hacía cuestionar su valía como madre y como persona.

El pensamiento de que Belén estaba ahora dando a Alejandra el amor que Sofía nunca pudo ofrecerle era una herida abierta. Cada vez que pensaba en la relación que Alejandra y Belén compartían, en la felicidad que ahora encontraban juntas, el dolor se intensificaba. Belén había asumido el rol que Sofía había abandonado, y el amor que ella había fallado en proporcionar ahora estaba siendo disfrutado por alguien más.

Sofía lloraba sin consuelo, lamentando cada decisión equivocada, cada momento perdido y cada oportunidad que no supo aprovechar. La noche se volvía más oscura, y con cada lágrima, el arrepentimiento y el dolor eran más intensos. Sabía que el camino hacia la redención sería largo y arduo, y que ni siquiera el arrepentimiento podría deshacer lo que había hecho. Pero en ese momento, todo lo que podía hacer era llorar por el pasado y rezar por una oportunidad de reconciliación y cambio.
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Esa noche, el recuerdo llegó con una claridad dolorosa. Sofía se encontraba en la sala de su antigua casa, el frío de la habitación contrarrestando el calor de sus lágrimas. En su mente, la escena se desplegó con brutal detalle:

Era una noche cualquiera, pero el ambiente en la casa era tenso. Alejandra, exhausta y emocionalmente desgastada, estaba acostada en la cama, tratando de evitar el contacto físico con Sofía. Sin embargo, Sofía no estaba dispuesta a aceptar un rechazo. La insistencia se convirtió en presión, y la presión se convirtió en coerción. Sofía, con un tono autoritario y una actitud dominante, forzó a Alejandra a tener relaciones contra su voluntad. La resistencia de Alejandra no se hizo escuchar; el deseo de Sofía por tener el control se imponía sobre el bienestar de su esposa.

Después, Sofía se vistió sin una palabra de disculpa, sin una mirada de compasión. Mandó a Alejandra a la cocina, para que preparara la cena. Alejandra, aún adolorida y temblorosa, intentó cumplir con la tarea, pero cada movimiento le causaba un dolor punzante. Sus piernas temblaban, y el esfuerzo por mantenerse en pie era casi insoportable. A cada paso, el dolor y la humillación la acompañaban.

Cuando Ángela, su hija de once años, entró en la cocina y vio a su madre con el rostro pálido y la expresión de angustia, su preocupación fue evidente. Con una voz suave y temerosa, preguntó: "Mamá, ¿qué te pasó?".

Alejandra, sin saber cómo enfrentar la verdad, mintió. Con una voz temblorosa, dijo: "Me caí. Estoy bien, cariño. Solo fue un accidente".

La mentira, cargada de dolor y miedo, era el único refugio que Alejandra podía ofrecer a su hija. Sabía que revelar la verdad era imposible, que la imagen de su matrimonio y de su propia dignidad se desmoronaría aún más si se dejaba ver la verdad. La sensación de traición y el dolor de ser obligada a guardar secretos desgarradores la atormentaban.

Ahora, mientras Sofía recordaba aquella noche con un peso inmenso en su corazón, el arrepentimiento se volvía casi insoportable. Las lágrimas de Sofía caían sin parar, conscientes de la profunda injusticia y el daño que había infligido a Alejandra, a su familia. Sabía que no había forma de deshacer lo hecho, y el recuerdo de esa noche se convertía en una carga más pesada en el camino hacia la redención.

En España, la mañana de la boda del hermano de Belén llegó con una mezcla de emoción y nerviosismo para Alejandra. Se encontraba en el vestidor, mirando el vestido azul que había elegido para la ocasión. El color era hermoso, pero Alejandra se sentía insegura. Los recuerdos de las críticas de Sofía sobre su físico durante su matrimonio seguían rondando en su mente, afectando su confianza.

Belén entró al vestidor con su propio vestido de boda, un elegante y sofisticado atuendo que resaltaba su belleza natural. Alejandra, al verla, sintió una oleada de admiración. La imagen de Belén en su vestido, con su gracia y elegancia, hizo que por un momento Alejandra se sintiera como si se estuviera enamorando de ella. La sensación fue intensa y confusa, pero Alejandra rápidamente la reprimió, centrándose en sus propios sentimientos de inseguridad.

Belén, notando la expresión preocupada de Alejandra, se acercó y le dio unas palabras de aliento. "Ale, te ves maravillosa. Ese vestido resalta tu belleza de una manera única. No dejes que las dudas nublen lo que eres realmente."

Alejandra forzó una sonrisa, agradecida pero aún insegura. "No estoy tan segura, Belén. No me gusta mucho cómo se me ve."

Belén le sonrió con ternura y le puso una mano en el hombro. "Eres hermosa tal como eres, Ale. No dejes que nada te haga sentir menos de lo que eres. Hoy es un día especial, y te ves espectacular."

Con esas palabras reconfortantes, Alejandra se sintió un poco más segura, aunque las dudas seguían latentes en su mente. Decidió ir a ayudar a Isabella con su vestido para la boda, pero al llegar a la habitación, descubrió que Isabella ya estaba lista y acomodada en su silla de ruedas. Isabella la recibió con una sonrisa radiante, y Alejandra no pudo evitar sentir una oleada de ternura hacia su hija.

A pesar de los momentos de inseguridad y la complejidad de sus emociones, Alejandra intentó centrarse en el presente, buscando en la boda una oportunidad para crear nuevos recuerdos y disfrutar del momento con su familia.

Alejandra y Belén llegaron al lugar de la boda, un hermoso salón decorado con flores y luces que brillaban suavemente en la tarde. Antes de entrar, Belén se volvió hacia Alejandra con una sonrisa tranquilizadora.

“Recuerda, Ale, si surge la oportunidad de besarnos para seguir con el papel de novias, no dudes en hacerlo. Solo será una parte del show”, le dijo Belén mientras tomaba la mano de Alejandra con ternura.

Alejandra asintió, aunque el nerviosismo se reflejaba en su rostro. “Lo intentaré. No conozco a nadie aquí, y eso me pone un poco nerviosa.”

Belén apretó suavemente la mano de Alejandra. “No te preocupes. Yo estaré a tu lado. Los padres de mi hermano se están acercando, y pueden ser un poco difíciles de tratar, especialmente porque son bastante homofóbicos. Solo mantén la calma y actúa natural.”

Con esa advertencia, Belén guió a Alejandra hacia la entrada principal del salón. Los padres de Belén, una pareja de edad avanzada con una actitud reservada, se acercaron a saludarlas. La madre de Belén, con una expresión de curiosidad mezclada con desconfianza, fue la primera en hablar.

“Hola, Belén. ¿Quién es esta encantadora dama?” preguntó la madre de Belén, su mirada fija en Alejandra con una mezcla de curiosidad y recelo.

Belén sonrió con confianza. “Mamá, papá, esta es Alejandra, mi novia. Y esta es Isabella, la hija de Alejandra.”

El padre de Belén asintió con una expresión neutral, mientras que la madre frunció el ceño ligeramente. “Mucho gusto, Alejandra. Isabella.”

Alejandra, sintiendo la tensión en el aire, intentó mantener una sonrisa amistosa. “Mucho gusto, señora, señor. Gracias por invitarnos.”

La interacción fue breve pero cortés, con los padres de Belén demostrando una aceptación superficial. A medida que se alejaban, Belén apretó la mano de Alejandra y le susurró al oído.

“Lo hiciste bien. Ahora vamos a disfrutar de la boda.”

Alejandra respiró aliviada mientras seguían hacia sus asientos. Aunque el ambiente era un poco tenso, Belén estaba allí para apoyarla, y eso le daba algo de tranquilidad. Mientras se asentaban, Alejandra trató de relajarse y concentrarse en disfrutar de la celebración, confiando en que el tiempo y el apoyo de Belén la ayudarían a superar sus temores.

La música lenta comenzó a sonar suavemente en la recepción, creando un ambiente romántico y sereno. El hermano de Belén, el novio de la boda, apareció en la entrada del salón, con una amplia sonrisa en el rostro. Vestido con un elegante traje, caminó hacia Belén con pasos decididos y lleno de entusiasmo.

“¡Hermana!” exclamó el novio mientras se acercaba. Abrazó a Belén con cariño, el gesto lleno de alegría y emoción.

Belén correspondió al abrazo con calidez, y al separarse, se volvió hacia Alejandra y Isabella. “Quiero que conozcas a Alejandra, mi novia, y a Isabella, su hija.”

El hermano de Belén sonrió ampliamente, extendiendo su mano hacia Alejandra. “Mucho gusto, Alejandra. Estoy encantado de conocerte. Y, por supuesto, un placer conocer a Isabella.”

Alejandra aceptó el apretón de manos con una sonrisa nerviosa. “Mucho gusto, felicidades por tu boda.”

Isabella, desde su silla de ruedas, sonrió tímidamente y saludó. “Felicidades.”

El hermano de Belén asintió, claramente contento de conocer a las importantes personas en la vida de su hermana. “Gracias. Espero que disfruten de la celebración. ¡Hoy es un día para recordar!”

Mientras Belén presentaba a su familia, Alejandra observaba la calidez y el cariño entre ellos, lo que le daba un poco de consuelo y seguridad en el nuevo entorno. La música continuaba envolviendo el salón, y el ambiente empezaba a sentirse más acogedor mientras la fiesta se desarrollaba.

Alejandra, sintiéndose un poco nerviosa y queriendo relajarse en medio de la celebración, se volvió hacia Belén. “¿Crees que estaría mal beber un poco? Solo un poco, no volveré a ser alcohólica ni nada.”

Belén le sonrió con comprensión. “Un poco de alcohol no le hará daño a nadie, especialmente en una ocasión como esta. Voy por unas bebidas para nosotras.”

Mientras Belén se dirigía al bar, Alejandra aprovechó el momento para agradecerle de manera especial. Se acercó a Belén, que estaba a punto de salir, y le dio un beso en los labios. Fue un beso suave pero cargado de gratitud, un gesto de agradecimiento y un intento de reforzar su papel de pareja en la boda.

Belén quedó un poco sorprendida, pero su sonrisa se hizo aún más amplia. “Gracias, Ale. Eso fue dulce.”

Alejandra asintió, sintiendo una mezcla de alivio y satisfacción. “Gracias a ti, por hacer que esto sea más fácil.”

Cuando Belén regresó con las bebidas, Alejandra tomó un sorbo, disfrutando del sabor y permitiéndose relajarse un poco. La presión comenzó a desvanecerse mientras se sumergían en la celebración, y el ambiente festivo ayudaba a suavizar sus nervios.

Finalmente, llegó el momento de trasladarse a la iglesia. Belén, con un vestido radiante, tomó a Alejandra de la mano mientras se dirigían a la primera fila. Alejandra sintió el peso del evento y la calidez de la compañía de Belén, que estaba a su lado.

La ceremonia fue hermosa. Belén, con lágrimas en los ojos, no podía contener su emoción mientras el hermano de Belén y su pareja se daban el sí. La ceremonia fue solemne y llena de momentos emotivos, y el amor entre los novios era palpable. Alejandra observó a Belén, sintiendo una mezcla de admiración y ternura por la mujer a su lado.

Después de la ceremonia, todos se dirigieron a la recepción. En la mesa, Belén y Alejandra se sentaron juntas. La atmósfera era festiva, y Alejandra estaba disfrutando del momento. Sin embargo, en medio de la celebración, se dio cuenta de que se había olvidado de la hora para darle la pastilla a Isabella.

Belén, atenta y preocupada por su familia, se inclinó hacia Alejandra y le susurró al oído: “Ale, ¿te acuerdas de la pastilla de Isabella? Es hora de dársela.”

Alejandra se sonrojó ligeramente, sintiendo una ola de ternura y amor por Belén al ver cuánto se preocupaba por su hija. Con una sonrisa agradecida, se disculpó y se dirigió a Isabella, que estaba disfrutando de la fiesta a su manera. Alejandra le dio la pastilla a Isabella, y luego volvió a la mesa, tratando de disimular la emoción que sentía.

Belén, con una mirada comprensiva, tomó la mano de Alejandra bajo la mesa, dándole un pequeño apretón. Alejandra sintió una cálida oleada de amor y gratitud por la mujer que estaba a su lado, apreciando el pequeño gesto de apoyo en medio de la celebración.

Cuando llegó el momento del baile, la pista de la recepción se llenó de invitados disfrutando de la celebración. Isabella se quedó en la mesa, inmersa en una conversación telefónica con Alexa, dejando a Alejandra y Belén para que disfrutaran del baile.

Alejandra, sintiéndose un poco insegura, miró a Belén con dudas mientras la pista de baile se llenaba de parejas. Belén, notando la inquietud de Alejandra, le ofreció una sonrisa alentadora y le tomó la mano con confianza. "No te preocupes, solo déjate llevar", le dijo suavemente.

Ambas comenzaron a bailar, y la música lenta que comenzó a sonar envolvía el ambiente con una atmósfera romántica. Alejandra sintió cómo su ansiedad se desvanecía a medida que se movía al ritmo de la música con Belén. La conexión entre ellas se hacía más evidente con cada paso.

Se miraron a los ojos, y sin necesidad de palabras, supieron que el momento era perfecto para un beso. Alejandra, en lugar de sentir incomodidad, experimentó una sensación de calidez y complicidad en el beso. Fue un beso diferente, lleno de ternura y profundidad, que pareció durar una eternidad. Cuando finalmente se separaron, los hermanos de Belén aplaudían y silbaban, creando una ovación animada que hizo que Alejandra se sonrojara intensamente.

Riéndose nerviosamente, Alejandra se escondió en el cuello de Belén, sintiendo su aliento cálido y tranquilizador. Belén le susurró al oído con una sonrisa: "No te preocupes, mi familia te ama. Aunque mis padres aún no estén convencidos, el resto te adora."

Alejandra asintió, sabiendo que los padres de Belén no compartían el entusiasmo, pero sintiendo el apoyo genuino de la familia de Belén. En ese momento, el amor y la aceptación de la familia de Belén, junto con la conexión que compartía con Belén, hicieron que se sintiera aceptada y querida.

Ale tomó un poco de alcohol, suficiente para relajarse pero sin llegar a estar ebria. Durante la noche, ella y Belén se besaron varias veces, siguiendo su papel de pareja ante los invitados. La boda transcurrió de manera encantadora, y el ambiente festivo continuó hasta el final.

Isabella, agotada por el día, se había quedado dormida en su silla de ruedas. Al terminar la boda, Belén se encargó de empujar la silla con delicadeza hacia el hotel, mostrando una ternura y cuidado que sorprendieron a Alejandra.

Mientras Belén avanzaba con la silla de ruedas, Alejandra observaba cómo la atención de Belén hacia Isabella era plena y sincera. Cada gesto de Belén hacia su hija de Alejandra revelaba una profunda amabilidad y respeto, haciendo que Alejandra se sintiera aún más conmovida. La forma en que Belén trataba a Isabella le mostró a Alejandra que, a pesar de los problemas que había enfrentado en el pasado, había encontrado a alguien que realmente se preocupaba por su familia.

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Después de dejar a Isabella en la habitación y asegurarse de que estuviera bien acomodada, Belén y Alejandra regresaron a su propia habitación. Aunque no estaban completamente ebrias, el alcohol había relajado sus inhibiciones.

En la privacidad de su habitación, Belén y Alejandra se miraron a los ojos, sintiendo la conexión que se había fortalecido durante la boda. Alejandra, aún sintiéndose un poco insegura, se dejó llevar por el momento. Belén la tomó suavemente de la mano, acercándola hacia ella. Los labios de Belén encontraron los de Alejandra en un beso lento y apasionado.

El contacto de sus labios fue al principio tentativo, pero pronto se volvió más ardiente y lleno de deseo. La tensión acumulada del día y el alivio de disfrutar de una noche sin preocupaciones se mezclaron en sus caricias y besos.

Alejandra se rindió a la calidez y la seguridad de Belén, sintiendo un profundo alivio en sus brazos. A medida que se besaban, sus cuerpos se movieron con naturalidad, encontrando un ritmo que parecía natural y esperado. Se recostaron en la cama, sus caricias se volvieron más intensas, y la noche continuó llena de intimidad y ternura.

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Sofía despertó de un sobresalto, su corazón latiendo con fuerza y sudor frío en la frente. Miró a su alrededor y se dio cuenta de que todo había sido un sueño. La angustia y la desesperación se apoderaron de ella al pensar en el sueño vivido: Belén y Alejandra, juntas, y en la posibilidad de que su fantasía se hiciera realidad.

Sofía estaba en la misma habitación desordenada, rodeada de recuerdos y viejas pastillas. La idea de que Belén y Alejandra pudieran haber tenido un momento íntimo la llenaba de pánico. El sueño, aunque solo una proyección de sus temores, había encendido en Sofía un sentido de urgencia.

"¡No puedo permitirlo!" pensó, aferrándose a la esperanza de recuperar a Alejandra. A pesar de la culpa y el arrepentimiento que sentía por el daño que había causado, la idea de perder a Alejandra para siempre era insoportable. Sofía sabía que debía actuar rápidamente para enmendar sus errores y hacer todo lo posible para recuperar a Alejandra, sin importar los obstáculos que se interpusieran en su camino.

Sofía estaba acostada en su cama, con la mirada perdida en el techo, sus pensamientos pesados como plomo. La culpabilidad la consumía, recordándole cada momento en el que había fallado como esposa. Se revolvía bajo las sábanas, tratando de encontrar una posición cómoda, pero la incomodidad era más profunda que lo físico.

En un intento desesperado por encontrar algo de paz, cerró los ojos y respiró hondo. Pero en lugar de calma, llegó el recuerdo, nítido y cruel, como si estuviera sucediendo en ese mismo instante.

Flashback

Era una noche como cualquier otra, pero el aire estaba cargado de tensión. Alejandra había llegado tarde del ensayo con su banda, visiblemente cansada. Sofía, ya irritada por la espera, notaba cada pequeño gesto de Alejandra como una afrenta personal.

"Necesito descansar, Sofía," dijo Alejandra, dejándose caer en la cama con un suspiro agotado. "El ensayo fue extenuante hoy."

Sofía se acercó a ella, sus ojos ardiendo con una mezcla de deseo y frustración. "Siempre estás cansada, Ale. ¿Qué pasa con nosotras? ¿Cuándo fue la última vez que estuvimos juntas de verdad?"

Alejandra se giró para mirarla, sus ojos reflejando el cansancio y algo de miedo. "No es el momento, Sofía. Estoy realmente exhausta."

Pero Sofía no estaba dispuesta a escuchar razones esa noche. Su mano se deslizó bajo la camiseta de Alejandra, acariciando su piel con una presión que no dejaba lugar a dudas de su intención. "Necesito sentirte, Ale. Esta noche."

Alejandra intentó apartarla suavemente. "Sofía, por favor. No esta noche."

La ira de Sofía se encendió ante la resistencia de su esposa. En un movimiento brusco, la inmovilizó contra la cama, su peso sobre ella, su respiración entrecortada. "No, Ale. No más excusas."

Alejandra luchó, pero Sofía era más fuerte. Las lágrimas comenzaron a correr por su rostro, pero Sofía estaba cegada por su necesidad, por su deseo de control. Sus manos viajaron con urgencia, arrancando la ropa de Alejandra mientras ésta sollozaba, pidiendo que parara.

"¿Qué pasa, Ale? ¿No quieres complacer a tu esposa?" murmuró Sofía con una voz cargada de veneno. "Vas a hacer lo que yo diga."

Alejandra intentó girar la cabeza, evitar la mirada de Sofía, pero ella le sujetó el mentón con fuerza, obligándola a mirarla a los ojos. "Mírame cuando te hablo, maldita sea."

Con una mano, Sofía sostuvo las muñecas de Alejandra sobre su cabeza, mientras la otra mano descendía cruelmente entre sus piernas. Sin preliminares ni cuidado, Sofía forzó sus dedos dentro de Alejandra, provocando un gemido de dolor en su esposa.

"Así me gusta," dijo Sofía, con una sonrisa torcida. "Sé una buena chica y disfruta."

Alejandra sollozaba, cada movimiento de los dedos de Sofía era una mezcla de dolor y humillación. Intentó cerrar las piernas, pero Sofía las mantuvo abiertas con su rodilla. "Por favor, Sofía, detente..."

"¿Detenerme? ¿Ahora quieres detenerme?" Sofía rió sin alegría, moviendo sus dedos con más fuerza, profundizando su invasión. "Siempre tienes una excusa, ¿verdad? Pues esta vez no."

Las lágrimas de Alejandra se mezclaban con sus suspiros entrecortados. Sentía que su cuerpo la traicionaba, respondiendo a la agresión de Sofía, pero el dolor y la vergüenza eran demasiado. "Te odio," murmuró entre sollozos.

Sofía se inclinó más cerca, susurrando al oído de Alejandra. "Mientes. Sabes que me necesitas. Necesitas que te haga sentir esto."

Finalmente, Sofía alcanzó su clímax, pero no trajo alivio. Sólo dejó una sensación de vacío y un frío que se asentó en su pecho. Se apartó de Alejandra, quien se hizo un ovillo, temblando y llorando silenciosamente.

Alejandra quedó tumbada en la cama, su cuerpo en un estado de shock. Las lágrimas corrían libremente por su rostro mientras abrazaba sus rodillas, intentando cubrirse. Sentía un dolor agudo y profundo, no sólo físico, sino también emocional. Su mente estaba llena de pensamientos de humillación y traición. La confianza y el amor que alguna vez había sentido por Sofía estaban destrozados, reemplazados por una herida que sentía que nunca sanaría.

Las marcas en sus muñecas donde Sofía la había sujetado con fuerza comenzaron a volverse moradas, y cada movimiento le recordaba la brutalidad de lo que acababa de ocurrir. Se sentía sucia, mancillada, y lo peor de todo, sola. Sofía, su esposa, su amor, se había convertido en su peor pesadilla.

Alejandra no pudo dormir esa noche. Los sollozos silenciosos la acompañaron hasta el amanecer, cuando finalmente la agotó el llanto y se quedó dormida, su cuerpo agotado pero su mente incapaz de encontrar paz.

Fin del Flashback

Sofía abrió los ojos de golpe, el corazón latiéndole furiosamente en el pecho. Las lágrimas corrían por sus mejillas mientras comprendía la magnitud de su crueldad. Se levantó de la cama, incapaz de seguir acostada, y se dirigió al baño, donde el reflejo en el espejo le devolvió la mirada de una mujer rota.

La culpa era insoportable, pero sabía que tenía que enfrentarse a ella si quería algún día encontrar redención. Tomó una decisión: buscaría ayuda profesional. No podía seguir viviendo con esos demonios, y debía intentar reparar el daño, aunque sólo fuera pidiendo perdón a Alejandra.

Flashback

La noche era oscura y silenciosa, pero en el interior de la casa, el ambiente estaba cargado de tensión y dolor. Sofía estaba terminando de vestirse, sus movimientos lentos y calculados, mientras de vez en cuando lanzaba miradas a Alejandra. Alejandra yacía en la cama, su cuerpo cubierto de moretones y marcas rojas, con los ojos cerrados y el rostro empapado en lágrimas.

La habitación estaba impregnada de un silencio incómodo, roto solo por los ocasionales suspiros de Sofía y los sollozos ahogados de Alejandra. La noche había sido una de las peores. Sofía había forzado a Alejandra a tener relaciones, ignorando sus súplicas y el dolor evidente en sus ojos. Alejandra había intentado resistir, pero la fuerza de Sofía y su propia debilidad la habían dejado sin opciones.

Sofía terminó de abrocharse la camisa y se sentó en el borde de la cama, observando a Alejandra con una mezcla de desprecio y satisfacción. "Levántate," ordenó fríamente. "Vas a vestirte y a cocinar algo para mí."

Alejandra, temblando de pies a cabeza, trató de incorporarse. El dolor era insoportable, cada movimiento enviaba punzadas agudas a través de su cuerpo adolorido. Sus piernas temblaban y su zona íntima ardía de manera insoportable, recordándole la brutalidad con la que había sido tratada.

"Te dije que te levantes," repitió Sofía, su tono más impaciente. Alejandra finalmente logró ponerse de pie, aunque tambaleante, y comenzó a buscar su ropa. Cada prenda que se ponía era un recordatorio del dolor y la humillación que había sufrido.

Sofía observaba con una frialdad inquietante, sin mostrar el más mínimo remordimiento. "Más rápido, Ale. No tengo toda la noche," dijo, cruzándose de brazos.

Alejandra, con esfuerzo, logró vestirse. El simple acto de ponerse los pantalones era una tortura, sus piernas temblaban y cada movimiento le arrancaba un gemido de dolor. Pero sabía que desobedecer a Sofía solo empeoraría las cosas.

Cuando finalmente estuvo vestida, Sofía la tomó del brazo bruscamente y la llevó a la cocina. "Ahora cocina algo decente. Estoy harta de tus excusas y tu comida mediocre."

Alejandra comenzó a preparar algo, sus manos temblorosas y sus movimientos lentos debido al dolor. Cada paso le costaba un esfuerzo monumental, y las lágrimas seguían corriendo por su rostro. Finalmente, la comida estuvo lista, y Alejandra sirvió un plato con manos temblorosas.

Sofía probó un bocado y su rostro se torció en una mueca de disgusto. "¿Qué es esta porquería?" gritó, arrojando el plato al suelo. "¡No sirves para nada!"

Alejandra se quedó paralizada, mirando la comida esparcida por el suelo. "Lo siento, Sofía, de verdad lo siento..."

"¡Cállate!" Sofía la interrumpió, avanzando hacia ella con una furia peligrosa en los ojos. "Vas a limpiar esto, y lo vas a hacer ahora mismo."

Alejandra, sollozando incontrolablemente, se arrodilló para recoger la comida esparcida. Sus manos temblaban mientras intentaba limpiar el desastre, sintiendo la mirada de Sofía perforándola. Cada vez que sus movimientos eran demasiado lentos, Sofía le daba una patada, acelerando su trabajo.

"Más rápido, Ale. No tengo toda la noche," dijo Sofía, disfrutando de la humillación de su esposa. "Y cuando termines aquí, me vas a preparar otra comida. Algo que valga la pena."

Alejandra trabajó hasta que sus manos estaban en carne viva, recogiendo cada pedazo de comida y limpiando el suelo hasta que brillaba. Sus rodillas y manos estaban llenas de cortes y moretones por la rudeza con la que Sofía la trataba, pero no se atrevía a detenerse. Finalmente, cuando terminó, se quedó arrodillada, sus fuerzas agotadas, deseando que la tierra se la tragara.

Sofía se levantó y se dirigió al armario para vestirse, ignorando los sollozos ahogados de Alejandra. Cada movimiento de su esposa la hacía estremecerse de dolor, pero Sofía no mostraba compasión alguna. Alejandra se quedó arrodillada en el suelo, su cuerpo temblando incontrolablemente, las lágrimas corriendo libremente por sus mejillas.

Sofía se vistió lentamente, cada pieza de ropa colocada con meticulosa calma, mientras Alejandra seguía allí, rota y humillada. "Levántate," dijo finalmente Sofía, su voz como una cuchilla fría. Alejandra, con un último esfuerzo, se levantó, tambaleándose, su cuerpo protestando cada movimiento.

"Vas a hacer lo que te digo, ¿entiendes?" dijo Sofía, su tono imperativo y cruel. Alejandra asintió débilmente, incapaz de articular una respuesta. La noche había sido una pesadilla, y el día siguiente prometía ser igual de oscuro y doloroso.

Fin del Flashback

Sofía abrió los ojos de golpe, el corazón latiéndole furiosamente en el pecho. Las lágrimas corrían por sus mejillas mientras comprendía la magnitud de su crueldad. Había destruido todo lo bueno que había tenido con Alejandra, y ahora la culpa la devoraba por dentro, dejándola solo con recuerdos de las atrocidades que había cometido.

Sofía se levantó de la cama, la madrugada aún en silencio y la oscuridad envolviéndola. Su mente estaba agitada por el sueño inquietante que había tenido. Decidió que debía hacer algo para enmendar sus errores, así que se vistió rápidamente y salió de la habitación con la esperanza de encontrar una manera de reconquistar a Alejandra.

A medida que el sol comenzaba a asomarse, Sofía fue a una floristería cercana y compró un ramo de rosas rojas y una caja de chocolates finos, tratando de imaginar cómo podría hacer que Alejandra se sintiera conmovida. Con las flores y los chocolates en mano, se dirigió a la dirección que recordaba, el nuevo apartamento de Alejandra.

Al llegar, Sofía se encontró frente a un edificio que parecía silencioso y desolado. Tocó el timbre con insistencia, esperando escuchar el sonido de pasos apresurados que indicaran que Alejandra estaba en casa. Sin embargo, no obtuvo respuesta. Tocó de nuevo, sin éxito.

Una vecina curiosa salió al pasillo, notando a Sofía frente a la puerta. "¿Estás buscando a alguien?", preguntó la mujer con una expresión de curiosidad. Sofía, un poco avergonzada, explicó que buscaba a Alejandra.

La vecina sacudió la cabeza con pena. "Oh, las que vivían aquí se fueron de viaje hace unos días. No sé adónde exactamente, pero no están en casa."

Sofía sintió una punzada de frustración. "¿No sabe si estarán por mucho tiempo?"

La señora negó con la cabeza. "Lo siento, no tengo esa información. Pero parece que están fuera por un tiempo."

Desalentada, Sofía se quedó en la puerta unos momentos, contemplando las rosas y los chocolates en sus manos. A pesar de la decepción, no se dio por vencida. Sabía que debía encontrar otra manera de llegar a Alejandra. Aun así, se llevó las flores y los chocolates consigo, determinando que encontraría la manera de hacerle llegar su mensaje de arrepentimiento y amor.

Volvió a su casa para intentar dormir.
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Sofía se despertó sobresaltada cuando su teléfono empezó a sonar insistentemente. Al ver el nombre de May en la pantalla, su corazón se aceleró. Contestó rápidamente, y antes de que pudiera decir algo, la voz angustiada de May la golpeó como una ráfaga de viento.

—¡Sofía, por favor, ayuda! ¡Ángela está teniendo un ataque de pánico! —May gritaba, su voz llena de desesperación.

Sofía se levantó de la cama de un salto, su mente corriendo a mil por hora. Sentía un nudo en el estómago mientras escuchaba los sollozos de May al otro lado de la línea.

—Voy para allá, May. Tranquila, estaré ahí en seguida —dijo Sofía, tratando de mantener la calma aunque su corazón latía desbocado.

Agarró su chaqueta y las llaves, saliendo a toda prisa de su apartamento. Mientras corría hacia el coche, su mente se llenaba de preocupación por Ángela. Su hija estaba en problemas y ella necesitaba estar ahí para ayudarla, sin importar lo que estuviera pasando en su vida.

Condujo lo más rápido que pudo, cada segundo parecía una eternidad. Al llegar a la casa de May y Ángela, tocó el timbre con urgencia. May abrió la puerta, sus ojos hinchados por el llanto, y la guió rápidamente hacia la habitación de Ángela.

—Está ahí dentro, no sé qué hacer —dijo May, con la voz temblorosa.

Sofía entró en la habitación y vio a Ángela en el suelo, respirando de manera irregular y con lágrimas corriendo por su rostro. Se arrodilló a su lado, tomando suavemente sus manos.

—Ángela, cariño, estoy aquí. Respira conmigo, ¿Si? —le dijo Sofía con suavidad, tratando de transmitir calma.

Ángela la miró con ojos llenos de miedo y angustia, pero asintió débilmente. Sofía empezó a respirar de manera lenta y profunda, guiando a Ángela para que hiciera lo mismo. Poco a poco, la respiración de Ángela comenzó a estabilizarse.

—Eso es, lo estás haciendo muy bien —murmuró Sofía, sin soltarle las manos.

Después de unos minutos, Ángela se calmó lo suficiente como para abrazar a su madre, soltando los últimos sollozos en su hombro. Sofía la sostuvo con fuerza, sus propias lágrimas amenazando con salir.

—Estoy aquí, todo va a estar bien —le susurró Sofía, acariciando su cabello.

May se acercó y se unió al abrazo, las tres encontrando consuelo en la presencia de las demás. Por un momento, todo el dolor y la confusión quedaron a un lado, mientras se reconfortaban en el amor que compartían.

Sofía apartó la silla de ruedas de Ángela y con esfuerzo la levantó para sentarla en la cama. Ángela, con los ojos aún húmedos, miró a su madre y pidió:

—¿Puedo tener un abrazo, mamá?

Era la primera vez en años que Ángela buscaba ese contacto con Sofía, y su voz quebrada hizo que Sofía sintiera un nudo en la garganta. La abrazó con fuerza, sintiendo el peso de todas las emociones y el tiempo perdido.

—Necesito hablar contigo, Sofía —dijo Ángela, soltando el abrazo y mirándola a los ojos—. Ya lo he hablado con mi psicólogo. Mantener el rencor no me ayuda. Necesito hablar contigo para poder seguir adelante.

Sofía asintió, sintiendo una mezcla de esperanza y miedo. Se sentó al lado de Ángela en la cama, tomando sus manos entre las suyas.

—Ángela, lo siento tanto —comenzó Sofía, con la voz temblorosa—. Sé que lo del accidente es imperdonable, y no hay excusa para lo que hice. Pero por favor, dame una oportunidad para demostrarte que he cambiado. No voy a defraudarte, te lo prometo.

Ángela la miró en silencio por un momento, dejando que las palabras de Sofía calaran en su mente. Sofía continuó, sus ojos llenos de lágrimas de arrepentimiento y amor.

—Estoy tan orgullosa de ti, de todo lo que has logrado y de la persona en la que te has convertido. Eres fuerte, valiente y tienes un corazón increíble. Lamento tanto haberte fallado como madre, pero quiero ser parte de tu vida nuevamente, si me dejas.

Ángela respiró hondo, sintiendo una mezcla de alivio y dolor. Sabía que este era el primer paso hacia la sanación, y aunque no iba a ser fácil, estaba dispuesta a intentarlo.

—No va a ser fácil, Sofía —dijo Ángela, su voz firme pero gentil—. Pero estoy dispuesta a intentarlo. Necesitamos sanar y construir algo nuevo, algo mejor.

Sofía asintió, sus lágrimas cayendo libremente ahora. Abrazó a Ángela con fuerza, sintiendo que, por primera vez en mucho tiempo, había una esperanza real de reconciliación y de un futuro mejor juntas.

Alejandra y Belén volvieron al hotel después de la boda, exhaustas pero satisfechas. Mientras Belén se preparaba para ir a dormir, Alejandra se sentía una maraña de emociones. Cada una se acomodó en su cama, pero Alejandra no podía dejar de pensar en la confusión que sentía.

En la oscuridad de la habitación, Alejandra miraba al techo, dando vueltas en la cama. Algo en su corazón estaba cambiando, y no podía ignorar lo que sentía. La noche anterior había sido una muestra de afecto y complicidad entre ella y Belén, pero en el fondo, Alejandra se estaba dando cuenta de que sus sentimientos hacia Sofía no se habían desvanecido por completo.

Pensar en Sofía le causaba una mezcla de dolor y nostalgia. Aunque Sofía la había lastimado profundamente, las memorias del amor que alguna vez compartieron seguían vivas. La voz suave de Sofía en sus recuerdos, los momentos felices que habían tenido, y el arrepentimiento genuino que parecía reflejarse en sus últimas acciones comenzaban a hacer eco en su mente.

Alejandra se preguntaba cómo podía volver a sentir algo por alguien que la había herido tanto. A pesar de su esfuerzo por avanzar y construir una nueva vida con Belén, su corazón seguía atrapado entre el pasado y el presente. La noche le pareció interminable mientras debatía en su mente, preguntándose si lo que sentía era un remanente de un amor antiguo o algo que realmente valía la pena explorar.

Finalmente, se dio cuenta de que necesitaba tiempo para procesar sus emociones. Cerrar los ojos y respirar profundamente, aceptando que, aunque se estaba enamorando de nuevo, debía entender sus sentimientos antes de actuar. Con una mezcla de tristeza y esperanza, Alejandra intentó dormir, esperando que el tiempo le brindara claridad.

Alejandra tenía un dilema. Belén era guapa, amable y atenta. Siempre había estado a su lado, apoyándola en los momentos difíciles y brindándole un amor incondicional. Por otro lado, Sofía había sido una persona terrible en el pasado, causando mucho dolor, pero últimamente parecía genuinamente arrepentida y estaba haciendo todo lo posible por cambiar. Además, aún encontraba en Sofía una atracción que nunca había desaparecido por completo.

Alejandra se encontraba en la cama del hotel, mirando el techo mientras sus pensamientos la abrumaban. Se giró hacia un lado y observó a Belén, que dormía plácidamente en la otra cama. Sus respiraciones suaves y rítmicas le transmitían una calma que le resultaba difícil de ignorar.

"No sé qué hacer", pensó Alejandra. "Belén es todo lo que siempre he querido en una pareja. Es guapa, amable y siempre está ahí para mí. Pero... ¿y si Sofía realmente ha cambiado? ¿Y si merece una segunda oportunidad? Aún siento algo por ella, a pesar de todo lo que pasó."

El conflicto interno era casi insoportable. Quería darle una oportunidad a Sofía por el bien de Ángela e Isabella, por la familia que habían sido una vez. Pero, ¿sería justo para Belén, quien nunca le había fallado?

Alejandra suspiró, cerrando los ojos y tratando de calmar su mente. Sabía que eventualmente tendría que tomar una decisión, pero por ahora, solo quería disfrutar de un momento de paz. Sabía que la respuesta no sería fácil y que requeriría mucha reflexión y conversación con ambas mujeres en su vida.

Mientras el dilema seguía pesando sobre ella, Alejandra se prometió a sí misma que, sin importar lo que decidiera, lo haría con el corazón y buscando lo mejor para su familia.

Alejandra recordó cómo era besar a Sofía en el pasado. Cada beso estaba cargado de emociones contradictorias: sentía un amor profundo, pero también un odio intenso. Sofía había sido su enemiga en muchos sentidos, causando heridas que aún no habían sanado por completo. Sin embargo, a pesar de todo, todavía había un amor persistente que no podía negar.

Esos recuerdos la envolvían mientras intentaba conciliar el sueño en el hotel. Las caricias, los momentos de pasión, los susurros de amor... todo se mezclaba con las peleas, los gritos y las lágrimas. Alejandra se encontró atrapada en una tormenta emocional, donde cada recuerdo traía consigo una mezcla de dolor y nostalgia.

"¿Cómo puedo seguir adelante con todo esto en mi mente?" se preguntaba Alejandra. La imagen de Sofía, con sus ojos llenos de arrepentimiento, la perseguía. Pero también estaba la imagen de Belén, siempre sonriente y comprensiva, que había sido su roca en los momentos más oscuros.

Alejandra sabía que debía enfrentar sus sentimientos y tomar una decisión que no solo afectaría su vida, sino también la de sus hijas. Necesitaba claridad, pero en ese momento todo era una confusión de emociones encontradas.

Mientras intentaba calmar su mente, Alejandra decidió que, al regresar del viaje, hablaría con Sofía y Belén. Necesitaba resolver este dilema, por ella misma y por el futuro de su familia.

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Bueno, hola.

Tarde en actualizar, días de mierda , perdón.

Tengo noticias,

Sofía y Ale pronto se verán.

Y la otra noticia es que....

Esa mejor me la guardo para mí.

Nos vemos!

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