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apendicitis

Holaaaa.

Capítulo especial.

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Una semana en España había sido una mezcla de emociones para Alejandra y Belén. El vuelo de regreso a México estaba en marcha, y Alejandra, aunque cansada, sentía una mezcla de alivio y tristeza. El aeropuerto de Madrid se desvanecía lentamente a través de la ventanilla del avión, y las luces de la ciudad se volvían cada vez más tenues.

Isabella no paraba de preguntar, su entusiasmo infantil en contraste con el cansancio de sus madres.

-¿Ya vamos a llegar? -preguntó Isabella por enésima vez, moviéndose inquieta en la silla de ruedas.

Alejandra le sonrió, intentando mantener el ánimo. -Sí, cariño, pronto estaremos en casa. Solo queda un poco más.

Belén, sentada a su lado, asentía y le daba una suave palmadita en la mano. -¿Qué tal si jugamos a contar las nubes en el camino? Eso puede distraerte un poco.

Isabella se mostró un poco más contenta con la idea y comenzó a señalar las nubes que pasaban por la ventana. Alejandra miró a Belén con una sonrisa agradecida, pero la verdad es que no podía sacudirse una creciente sensación de incomodidad. Un dolor agudo en su abdomen había comenzado a intensificarse desde la última noche en España.

Finalmente, el avión aterrizó en México, y el aeropuerto estaba abrumado por una multitud de periodistas y cámaras esperando captar la llegada de Belén y Alejandra. La noticia de la boda y el aparente romance entre ellas había captado la atención de los medios, y ahora estaban ansiosos por obtener la primera declaración.

Belén y Alejandra se dirigieron hacia la salida con Isabella en la silla de ruedas. Alejandra trató de mantenerse firme, pero el dolor en su abdomen se estaba volviendo cada vez más punzante.

-Creo que tenemos que acelerar esto -dijo Belén, con una expresión preocupada mientras observaba el caos a su alrededor. -Los periodistas están rodeando la salida. Intentaré encontrar una manera de salir rápidamente.

Alejandra intentó sonreír, pero el dolor la hizo doblarse ligeramente. -Está bien, Belén. No te preocupes por mí. Solo enfócate en Isabella.

Belén asintió y empujó la silla de ruedas a través de la multitud, esquivando a los periodistas que intentaban hacer preguntas rápidas y tomar fotos. Alejandra, detrás de ellas, sintió que el dolor se estaba extendiendo por su abdomen y comenzó a preocuparse más.

-¿Ale, estás bien? -preguntó Belén, volteando para mirarla mientras luchaba para mantener el control de la silla de ruedas y enfrentarse a los reporteros.

-Sí, solo... solo un poco de dolor -respondió Alejandra, tratando de restarle importancia.

Los periodistas no dejaban de hacer preguntas, y las luces de las cámaras parpadeaban incesantemente. Algunos se acercaban demasiado, y Belén se vio obligada a mantenerse firme para proteger a su familia.

Finalmente, lograron salir del área de espera y llegar al estacionamiento, donde una camioneta privada esperaba para llevarlas a casa. Isabella estaba entretenida con su tablet, mientras Belén ayudaba a colocarla en el vehículo.

Alejandra, por su parte, sintió que el dolor se intensificaba y decidió decirle a Belén lo que estaba experimentando.

-Belén, creo que necesito ver a un médico -dijo Alejandra, su voz temblando de dolor. -Esto no se siente bien.

Belén se volvió alarmada y asintió de inmediato. -¡Claro! Primero, dejemos a Isabella en casa, y luego te llevaré a ver a un médico. Prometo que lo haremos lo más rápido posible.

Una vez que llegaron a casa, Belén rápidamente ayudó a Isabella a entrar, asegurándose de que estuviera cómoda y atendida. Luego, con Alejandra a su lado, se dirigieron al hospital más cercano. El dolor de Alejandra se había vuelto constante, y ahora estaba irradiando hacia su espalda y costado.

En la sala de emergencias, Alejandra fue llevada de inmediato para una evaluación, y Belén se mantuvo a su lado mientras los médicos la examinaban. Alejandra, con la mirada tensa, trató de concentrarse en las palabras tranquilizadoras de Belén, pero el dolor seguía intensificándose.

Alejandra estaba sentada en la sala de espera del hospital, con la cabeza entre las manos, tratando de respirar profundamente mientras el dolor seguía persistente. Belén se había ido a buscar algo de comida para ellas, y en ese momento, Alejandra estaba sola, esperando ansiosamente cualquier noticia sobre su estado de salud.

Un médico se acercó con un semblante tranquilizador.

-Alejandra, he revisado los resultados de tus exámenes -dijo con voz calmada-. No parece que haya nada serio. No hay signos claros de apendicitis o cualquier otra complicación grave. El dolor podría deberse a una combinación de estrés y posiblemente una infección menor.

Alejandra sintió un alivio momentáneo, pero el dolor seguía persistiendo. Se le hizo difícil aceptar que no había una causa clara para lo que estaba sintiendo.

-¿Qué debo hacer entonces? -preguntó, tratando de ocultar su preocupación.

-Trate de relajarse tanto como sea posible. Le recomendaría que tome algunos analgésicos y descanse. Si el dolor persiste o empeora, no dude en volver -respondió el médico, antes de retirarse para atender a otros pacientes.

Alejandra se quedó sentada en la sala, el dolor todavía latente y frustrada por no obtener respuestas definitivas. Mientras trataba de calmarse, su teléfono sonó con una llamada inesperada. Al mirar la pantalla, vio que era Sofía.

Sus manos temblaron ligeramente mientras aceptaba la llamada, y su corazón empezó a latir más rápido.

-¿Hola? -dijo Alejandra con una voz que intentaba mantener la calma, aunque el dolor aún persistía.

-Hola, Alejandra -respondió Sofía, su voz sonando aliviada pero cargada de emoción-. He estado pensando en ti y en todo lo que ha pasado. Quiero hablar contigo, si estás dispuesta.

Alejandra se quedó en silencio por un momento, sintiendo una mezcla de sorpresa y desconfianza.

-¿Por qué quieres hablar conmigo ahora? -preguntó, tratando de mantener la neutralidad en su tono.

-Sé que esto puede ser inesperado, pero quería disculparme por todo el daño que he causado. He estado reflexionando sobre mis acciones y me doy cuenta de lo mucho que te he lastimado -dijo Sofía, con un tono de arrepentimiento genuino-. Me duele verte pasar por esto, y quiero hablar contigo sobre las niñas y sobre nosotras.

Alejandra cerró los ojos, luchando con sus emociones. El dolor en su abdomen se había convertido en una molestia de fondo en comparación con el dolor emocional que sentía al escuchar la voz de Sofía.

-Las niñas están bien -dijo Alejandra finalmente-. No sé qué más hay que decir. Todo lo que hemos pasado... es difícil simplemente dejarlo atrás.

-Lo entiendo -respondió Sofía-. Pero necesito que sepas que estoy dispuesta a hacer lo que sea necesario para enmendar las cosas. No sé si alguna vez podrás perdonarme, pero quiero intentarlo. Estoy dispuesta a luchar por mi familia y por ti, si me das la oportunidad.

Alejandra sintió una oleada de sentimientos encontrados. La tentación de creer en el arrepentimiento de Sofía y la desesperación por el dolor que había causado se entremezclaban con la necesidad de proteger su propio bienestar y el de sus hijas.

-No estoy segura de qué hacer con esto ahora -dijo Alejandra con una voz cansada-. Solo necesito tiempo para procesar todo esto.

-Lo entiendo, Alejandra. Solo quería que supieras que estoy aquí, y que estoy dispuesta a hacer lo que sea necesario para arreglar las cosas -dijo Sofía antes de colgar la llamada.

Alejandra se quedó en la sala de espera, mirando el teléfono en sus manos. El dolor persistente en su abdomen ahora parecía ser solo una parte del complicado rompecabezas emocional que estaba enfrentando. Mientras Belén regresaba con algo de comida, Alejandra se preparaba para enfrentar el día, con el peso de las palabras de Sofía aún presente en su mente.

Alejandra miró el mensaje de Sofía con la dirección que le había enviado. El temor se apoderó de ella, pero la necesidad de cerrar viejas heridas y entender el arrepentimiento de Sofía la impulsó a tomar una decisión. Aunque el dolor persistente en su abdomen la hacía sentirse incómoda, no podía ignorar la oportunidad de enfrentar el pasado y tomar un paso hacia adelante.

-Belén -dijo Alejandra, cuando Belén regresó con una bolsa de comida-, he recibido un mensaje de Sofía. Me ha invitado a tomar algo y hablar.

Belén la miró con preocupación.

-¿Estás segura de que quieres hacer eso? Sabes que aún estás lidiando con ese dolor, y no sabemos qué tan sincera es Sofía.

-Lo sé, pero siento que necesito hacerlo -respondió Alejandra, con determinación-. No puedo seguir cargando con todo esto sin intentarlo. Además, si la situación se vuelve incómoda o difícil, puedo volver.

Belén suspiró, tomando la mano de Alejandra en un gesto de apoyo.

-Está bien, pero ten cuidado. No dejes que esto te haga daño. Y si necesitas ayuda, no dudes en llamarme.

Alejandra asintió y, con un último vistazo a Belén, tomó un taxi hacia la dirección que Sofía le había proporcionado. A medida que se acercaba al lugar, el dolor en su abdomen parecía intensificarse, pero estaba decidida a enfrentar la situación.

Al llegar, se encontró frente a un pequeño café en un rincón tranquilo de la ciudad. El lugar tenía un ambiente acogedor, con luces suaves y música relajante. Sofía estaba esperando en una mesa cerca de la ventana. Al verla, Alejandra sintió un nudo en el estómago, más fuerte que el dolor físico.

Sofía se levantó al verla y le hizo una señal para que se acercara.

-Alejandra, gracias por venir -dijo Sofía, con una sonrisa nerviosa pero sincera.

-Hola, Sofía -respondió Alejandra, tratando de mantener la calma mientras tomaba asiento frente a ella.

-Espero que no te haya causado demasiados inconvenientes -dijo Sofía mientras miraba a Alejandra con preocupación.

-No, no es eso. Solo... necesito entender por qué me llamaste y qué quieres -dijo Alejandra, sintiéndose incómoda pero determinada a obtener respuestas.

Sofía asintió, respirando hondo antes de hablar.

-Sé que no tengo derecho a pedir nada, pero realmente quiero hacer las cosas bien. Me he dado cuenta de todo el daño que he causado y cómo he fallado como esposa, madre y persona. No espero que me perdones de inmediato, pero quiero intentar enmendar las cosas, si me das la oportunidad.

Alejandra escuchaba, sintiendo una mezcla de dolor y esperanza. Cada palabra de Sofía resonaba con una parte de ella que aún sentía el peso del pasado.

-Es difícil para mí escuchar esto después de todo lo que hemos pasado -dijo Alejandra, con la voz temblando ligeramente-. Pero... supongo que mereces una oportunidad para hablar y para mostrar tu arrepentimiento.

Sofía sonrió, aliviada.

-Gracias, Alejandra. Solo quiero que sepas que estoy aquí para lo que necesites, y que estoy dispuesta a hacer lo que sea para demostrar que he cambiado.

Alejandra asintió, aún luchando con sus emociones. Mientras la conversación continuaba, el café y el ambiente a su alrededor se volvían una burbuja protectora en medio de la tormenta emocional. Aunque el dolor persistía, Alejandra sintió que estaba dando un paso importante hacia la resolución y el entendimiento, algo que necesitaba desesperadamente para avanzar.

A medida que la conversación avanzaba, el ambiente se fue volviendo menos tenso. Sofía, con su forma de ser cálida y sincera, empezó a compartir anécdotas y recuerdos que hicieron que Alejandra soltara algunas risas genuinas. A pesar del dolor persistente en su abdomen, el momento se volvió más ligero y agradable.

—Recuerdo una vez —dijo Sofía con una sonrisa—, cuando intenté cocinar para ti por primera vez. Fue un desastre total. No podía ni seguir una receta simple, y la cocina terminó pareciendo una zona de guerra.

Alejandra no pudo evitar reírse al recordar el evento. Su risa, aunque algo contenida, hizo que la tensión en su rostro se relajara.

—Sí, me acuerdo. Fue la noche en que terminamos pidiendo pizza. Nunca olvidaré cómo te disculpaste y prometiste que aprenderías a cocinar mejor —dijo Alejandra, todavía riendo.

Sofía la miró con ternura y dijo:

—He extrañado mucho ver esa sonrisa en tu rostro. Era algo que solías hacer tan a menudo, y me doy cuenta ahora de cuánto me hizo falta.

Alejandra la miró con sorpresa y una sonrisa tímida.

—Yo también he extrañado esos momentos... a pesar de todo lo que pasó. A veces, es difícil recordar lo bueno sin que se interponga el dolor.

Sofía asintió con comprensión.

—Lo sé, y lamento profundamente haber sido la causa de ese dolor. Solo espero que, con el tiempo, podamos encontrar una manera de sanar y recordar los buenos tiempos sin el peso del pasado.

Alejandra, al ver la sinceridad en los ojos de Sofía, sintió una pequeña chispa de esperanza. Aunque el camino hacia la reconciliación era largo y complicado, había un destello de posibilidad en la conversación.

—Gracias por venir a hablar conmigo, Sofía. Aprecio que hayas dado el primer paso para enfrentar todo esto.

Sofía sonrió, aliviada.

—Gracias a ti por escucharme. Esto significa mucho para mí.

Alejandra miró a Sofía y, con un suspiro cansado pero sincero, le dijo:

—Reconozco que estás haciendo todo lo posible para cambiar, y lo aprecio bastante. Sé que no es fácil, pero estoy viendo los esfuerzos que estás haciendo.

Sofía, con una expresión de alivio y gratitud, preguntó:

—¿Puedo preguntarte algo más, Alejandra? ¿Belén te trata como te mereces? ¿Eres feliz con ella?

Alejandra sonrió, sintiendo una calidez al hablar de Belén.

—Sí, Belén es perfecta. Me trata increíblemente bien, y soy feliz con ella. Ella es todo lo que siempre quise en una pareja.

Sofía, aunque aliviada por la respuesta, todavía sentía una mezcla de emociones.

—Me alegra mucho escuchar eso. En verdad me pone feliz saber que estás bien y que has encontrado a alguien que te hace feliz.

Justo en ese momento, el teléfono de Alejandra comenzó a sonar. Se disculpó con Sofía y se levantó para atender la llamada. Sin embargo, al dar un paso, un grito de dolor se escapó de sus labios. Se retorció y cayó al suelo, el teléfono se deslizó de sus manos y se estrelló contra el suelo.

—¡Alejandra! —exclamó Sofía, alarmada. Se apresuró a acercarse a ella, su rostro pálido de preocupación.— ¿Qué pasa? ¿Estás bien?

Alejandra, con lágrimas en los ojos y un dolor evidente en su rostro, se quejaba mientras presionaba su abdomen cerca del apéndice.

—Duele... duele mucho... —murmuró entre sollozos.

Sofía, con una mezcla de desesperación y determinación, no pudo quedarse de brazos cruzados. Sin pensarlo dos veces, la levantó en sus brazos con una fuerza inesperada. La carga fue dura, pero la preocupación y el amor por Alejandra le dieron la fuerza que necesitaba.

—¡Necesitamos ir al hospital! —gritó Sofía, mientras corría hacia la salida del bar. Los flashes de las cámaras de los paparazzi iluminaban el lugar, pero Sofía no se preocupaba por eso. Su única preocupación era llevar a Alejandra al hospital lo más rápido posible.

—Sofía, por favor... —sollozó Alejandra, entre el dolor y la confusión.

Sofía no se detuvo. Corrió con Alejandra en sus brazos a través de las calles, sorteando los baches y las miradas curiosas. Finalmente, llegó a un hospital cercano. Con el corazón latiendo con fuerza y el sudor cubriendo su frente, Sofía entró por la puerta de emergencia, gritándole a los empleados.

—¡Necesito ayuda urgente! ¡ está en un dolor terrible! ¡Por favor, ayúdenla!

Un grupo de enfermeras y médicos acudió rápidamente a la escena. Una camilla fue traída y, con mucho cuidado, la colocaron bajo la atención de Sofía. Alejandra seguía llorando y quejándose, con la cara contorsionada por el dolor.

—¡Déjenme ayudar! —Sofía decía mientras las enfermeras trasladaban a Alejandra a la camilla.

Las enfermeras y médicos se movían con rapidez, ajustando las correas y preparándose para llevar a Alejandra a una sala de emergencias. Sofía observaba con ansiedad y dolor en su rostro mientras veían cómo se llevaban a Alejandra.

—¡Alejandra! ¡Todo va a estar bien! —gritó Sofía, tratando de transmitirle algo de calma en medio del caos.

Alejandra, con la vista borrosa por el dolor, vio el rostro de Sofía antes de que se alejara. Las lágrimas seguían corriendo por sus mejillas, pero una parte de ella se sentía agradecida por la ayuda, aunque el dolor era abrumador.

Sofía, con el corazón roto por ver a Alejandra en ese estado, se quedó en el vestíbulo del hospital, sintiendo una mezcla de impotencia y desesperación. Sabía que la situación era grave, pero estaba decidida a hacer todo lo posible para ayudar a Alejandra y demostrar que su cambio era real.

Sofía miró el celular de Alejandra con ansiedad, tratando de encontrar una manera de ayudar. Vio el fondo de pantalla, una imagen conmovedora de sus hijas en el día de la adopción, y sintió un nudo en el estómago. En un momento de desesperación, buscó en los contactos de emergencia. Encontró el número de Luis, su exsuegro. Sin pensarlo, marcó el número y esperó mientras el teléfono sonaba.

Luis contestó, su voz preocupada al otro lado.

—¿Hola? —dijo Luis, notando la urgencia en la voz de Sofía.

—Luis, soy Sofía. Lo siento por llamar así, pero Alejandra está en problemas. Está en el hospital, y parece que su dolor es muy intenso. Necesito que vengas cuanto antes, por favor.

Luis, alarmado, respondió rápidamente:

—¿Qué pasó? ¿Cómo está Alejandra?

—No estoy segura de los detalles exactos, pero parece que tiene un problema serio en el área del apéndice. La llevé al hospital y está siendo atendida ahora. Está sufriendo mucho, Luis.

Luis hizo una pausa, su voz cargada de preocupación.

—Estoy en camino. ¿Dónde estás ahora?

—En el hospital cerca del bar. Te esperaré aquí. Por favor, ven rápido.

Sofía colgó la llamada y se dirigió al área de espera del hospital, tratando de calmarse mientras las lágrimas se acumulaban en sus ojos. Miró el pasillo, esperando ver a Luis llegar, y cada minuto que pasaba parecía una eternidad. El peso de la situación la abrumaba, pero sabía que debía ser fuerte por Alejandra y por sus hijas.

En el hospital, los médicos estaban trabajando rápidamente para atender a Alejandra, que seguía llorando y quejándose de dolor en la camilla. Sofía, angustiada, se aferraba a la esperanza de que todo saliera bien.

El médico, con una expresión de seriedad, se acercó a Sofía mientras las enfermeras llevaban a Alejandra hacia el quirófano.

—Señora, su amiga necesita una cirugía de emergencia para tratar una apendicitis aguda. El apéndice está inflamado y, si no se opera inmediatamente, podría complicarse gravemente.

Sofía, con la voz temblorosa, asintió con la cabeza.

—¿Cuánto tiempo tomará la cirugía? —preguntó, intentando mantener la calma.

—La cirugía en sí debería durar alrededor de una hora y media, pero le mantendremos informada de cualquier novedad.

Mientras el médico se alejaba, Sofía se dejó caer en una silla en la sala de espera, la cabeza entre las manos. Los segundos parecían alargarse eternamente mientras esperaba noticias. No pasaron muchos minutos antes de que Luis llegara, con su rostro preocupado y cansado.

—Sofía, ¿cómo está Alejandra? —preguntó Luis al ver a Sofía en la sala de espera.

—La llevaron al quirófano hace un rato. El apéndice está muy inflamado, y tienen que operar urgentemente. Estoy aterrada, Luis.

Luis se sentó a su lado, tratando de consolarla.

—Tranquila, Sofía. Los médicos están en buenas manos, y Alejandra es fuerte. Haremos lo que podamos para estar aquí para ella.

Ambos se quedaron en silencio, esperando noticias mientras el tiempo parecía detenerse en la sala de espera. La tensión en el aire era palpable, y Sofía no podía evitar pensar en todo lo que había sucedido y en cómo, a pesar de todo, estaba haciendo todo lo posible para reparar el daño que había causado.

Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, el médico salió del quirófano y se dirigió a Sofía y Luis.

—La cirugía fue un éxito. El apéndice había estallado, pero pudimos removerlo sin complicaciones. Alejandra estará en recuperación durante las próximas horas. Asegúrense de que tenga un descanso adecuado y sigan las instrucciones postoperatorias que les daré.

Sofía respiró profundamente, sintiendo un alivio momentáneo al escuchar las noticias.

—Gracias, doctor. ¿Podemos verla ahora?

—Sí, pueden ir a la sala de recuperación. Solo recuerden que está sedada y puede estar algo desorientada cuando despierte.

Sofía y Luis siguieron al médico hacia la sala de recuperación. Mientras se acercaban a la cama donde estaba Alejandra, Sofía sintió un nuevo oleaje de emociones. A pesar de la situación, sentía que este momento de vulnerabilidad podría ser el inicio de un nuevo capítulo, uno donde las heridas del pasado comenzaran a sanar.

Antes de entrar en la sala de recuperación, Sofía se detuvo un momento y se volvió hacia Luis con una expresión de profunda tristeza en su rostro.

—Luis, antes de entrar, necesito decirte algo —dijo Sofía con la voz temblorosa—. Lamento tanto lo que le hice a Alejandra durante nuestro matrimonio. Nunca debí golpearla, y sé que eso es algo imperdonable. He estado trabajando para cambiar, para ser una mejor persona... para ser mejor para mis hijas.

Luis la miró con una mezcla de dureza y comprensión.

—Sofía, no puedo perdonarte por lo que le hiciste a Alejandra. Las cosas que sucedieron entre ustedes dejaron cicatrices que no se borran fácilmente. Pero ahora, en este momento, lo único que me importa es que Alejandra esté bien.

Sofía asintió, entendiendo la gravedad de sus palabras.

—Lo entiendo, Luis. Solo quiero que sepas que estoy tratando de hacer las cosas bien. Por favor, mantén eso en mente mientras estamos aquí.

Luis se limitó a asentir, sin decir más, y ambos se dirigieron a la sala de recuperación.

Cuando entraron, Alejandra estaba acostada en la cama, aún sedada, con una expresión serena en su rostro. Sofía se acercó a su lado, su corazón apesadumbrado mientras la observaba. La visión de Alejandra, vulnerable y desprotegida, hizo que Sofía sintiera una oleada de remordimiento y determinación.

Luis se quedó a un lado, observando en silencio mientras Sofía tomaba la mano de Alejandra con delicadeza.

—Voy a hacer todo lo posible para estar aquí para ti, Alejandra —susurró Sofía, su voz cargada de emoción. —Sé que tengo mucho que redimir, pero estoy aquí para ti ahora, no importa lo que pase.

Mientras Sofía se sentaba al lado de la cama, Luis miró a ambos con una mezcla de preocupación y esperanza, deseando que este fuera el primer paso hacia una posible reconciliación y un nuevo comienzo para todos ellos.

Belén llegó al hospital con una expresión de preocupación evidente. Al entrar en la sala de recuperación, vio a Alejandra acostada en la cama, aún bajo los efectos de la anestesia, con una expresión tranquila en su rostro a pesar de la reciente cirugía.

Sofía, de pie al lado de la cama de Alejandra, levantó la vista y se encontró con Belén. Sus ojos reflejaban una mezcla de alivio y cansancio.

—Belén —dijo Sofía, acercándose con respeto, sabía que no era momento de pelear—. La cirugía salió bien. Le explotó el apéndice, pero el médico dijo que fue lo suficientemente rápida y que está estable. Ahora está durmiendo por los efectos de la anestesia.

Belén, aliviada pero aún preocupada, se acercó a la cama de Alejandra. Con suavidad, inclinó la cabeza y dejó un beso en la frente de Alejandra, susurrando con ternura:

—Te quiero, Ale. Por favor, despierta pronto.

Luego, se enderezó y se dirigió hacia Luis, quien estaba sentado en una esquina, mirando a Sofía con una expresión indecisa. Belén se acercó a él y, con un tono calmado, comenzó a hablar.

—Luis, gracias por venir tan rápido —dijo Belén—. ¿Cómo estás?

Luis, todavía con un semblante serio, asintió.

—Estoy bien, solo preocupado por Alejandra. Quiero asegurarme de que esté bien.

Belén miró a Sofía, que estaba tratando de mostrar una actitud de tranquilidad, pero cuyos ojos reflejaban una carga emocional profunda.

—¿Cómo te sientes Sofía? —preguntó Belén, buscando entender mejor la situación.

Sofía se giró hacia Belén, con un tono sincero pero cargado de tensión.

—Estoy... estoy intentando hacer todo lo que puedo para ayudar. Sé que no puedo borrar el pasado, pero estoy aquí para lo que necesiten. Solo espero que Alejandra despierte bien.

Luis, interviniendo, se dirigió a Sofía con una expresión grave.

—Sofía, no puedo perdonarte por lo que pasó entre tú y Alejandra. Pero en este momento, lo único que importa es que ella se recupere. Espero que tu intención de cambiar sea sincera. Por el bien de todos, incluidas sus hijas, espero que este sea un paso hacia algo mejor.

Sofía asintió, con lágrimas en los ojos.

—Lo es. Estoy tratando de cambiar, y todo lo que quiero ahora es estar aquí para Alejandra y nuestras hijas.

Mientras Belén se volvía a dirigir a Alejandra, Luis y Sofía intercambiaron una última mirada. Había un aire de incertidumbre, pero también una chispa de esperanza en medio de la adversidad.

Luis se acercó a la cama de Alejandra, colocando un tierno beso en su frente antes de girarse hacia Sofía. Con un tono decidido pero cargado de emoción, le dijo:

—Sofía, cuida de Alejandra. No importa lo que pase, asegúrate de que esté bien.

Luego, sin esperar una respuesta, Luis se dio la vuelta y salió de la sala, dejando a Sofía y Belén solas con Alejandra.

Belén entró en la habitación, su rostro mostraba una mezcla de cansancio y alivio. Se acercó a la silla junto a la cama de Alejandra y se sentó, mirando a Sofía, que estaba de pie cerca de la puerta, con la cabeza gacha y la mirada abatida.

Un silencio pesado llenó la habitación hasta que Sofía rompió el silencio con voz temblorosa.

—Belén, quiero pedirte perdón —dijo Sofía, sus ojos llenos de lágrimas—. Por lo que te hice hace un tiempo. Me dolió mucho que Alejandra amara a otra persona, y actué de manera irracional. No hay excusas para mi comportamiento.

Belén levantó la vista, su expresión era una mezcla de tristeza y firmeza.

—Sofía —empezó Belén—, perdono las peleas. Pero lo que hiciste a Alejandra en el pasado, cómo la lastimaste, eso no puedo olvidarlo ni perdonarlo por completo. No soy quien para decidir si lo que hiciste está perdonado, porque eso le corresponde a Alejandra.

Sofía asintió lentamente, comprendiendo el peso de sus palabras.

—Entiendo —respondió, su voz apenas un susurro—. Solo quiero que sepas que estoy tratando de cambiar. Estoy aquí porque, de alguna manera, quiero enmendar lo que hice, aunque sé que eso no borra el daño pasado.

Belén respiró hondo, mirando a Alejandra, que seguía dormida y tranquila en la cama.

—Lo más importante ahora es que Alejandra se recupere. Cuidaremos de ella, y eso es lo que más importa.

Sofía se acercó a la cama de Alejandra y se inclinó para mirarla, una expresión de arrepentimiento y esperanza en su rostro. Belén la observó en silencio, comprendiendo que, a pesar de las heridas y el dolor, el futuro aún tenía la posibilidad de sanar.

Sofía miró a Alejandra mientras dormía, sus ojos llenos de una mezcla de nostalgia y dolor. Volvió a mirar a Belén, y con un suspiro, dijo:

— ¿es hermosa, verdad?

Belén asintió, sus ojos también fijos en Alejandra.

—Sí, es muy linda —respondió, su voz suave.

Sofía sonrió débilmente, y un aire de tristeza envolvió sus palabras.

—Recuerdo cómo solía sacarme una sonrisa incluso en los peores momentos. Su risa, su manera de mirar el mundo con esperanza... Ella siempre encontraba la forma de iluminar los días más oscuros.

Belén la miró, comprendiendo el dolor en la voz de Sofía.

—Era su forma de ser, siempre encontraba lo bueno incluso cuando todo parecía sombrío.

Sofía asintió lentamente, sus ojos reflejando recuerdos dolorosos.

—Sí, exactamente. Y aunque sé que mi comportamiento en el pasado fue inaceptable, no puedo evitar recordar esos momentos buenos, cuando ella era mi luz.

Belén se acercó un poco más a la cama, colocando una mano suave sobre la de Sofía en un gesto de comprensión.

—Esos recuerdos deben ser difíciles de llevar. Pero lo que importa ahora es que Alejandra está aquí y necesita de todos nosotros para recuperarse.

Sofía miró a Belén, un rastro de gratitud en su mirada.

—Tienes razón. Solo espero poder demostrar que, aunque el pasado es irreversible, estoy dispuesta a hacer todo lo posible para enmendar mis errores y apoyarla en lo que necesite.

Belén asintió, manteniendo su mano sobre la de Sofía en un gesto de solidaridad.

—Vamos a enfocarnos en su recuperación y en estar aquí para ella. Eso es lo que realmente importa ahora.

Sofía miraba a Alejandra mientras dormía, sus rasgos suaves iluminados por la luz tenue de la habitación. Era difícil para ella no sentirse abrumada por el contraste entre la imagen de Alejandra descansando en paz y las memorias turbulentas de su pasado. Alejandra, en ese momento, parecía ser la epitome de la tranquilidad y la belleza, y Sofía no podía evitar preguntarse cómo había llegado a engañarla.

Con una mano temblorosa, Sofía acarició suavemente el cabello de Alejandra, sintiendo una mezcla de arrepentimiento y asombro. En ese instante, Sofía se dio cuenta de lo hermosa que era Alejandra, no solo por fuera, sino también por lo que representaba: la persona que había amado con tanta intensidad.

Sofía recordó las veces en que había recurrido a otras mujeres para llenar el vacío en su vida, mujeres que, aunque eran atractivas, nunca se comparaban con la elegancia y la calidez que Alejandra emanaba. Ninguna de ellas tenía el mismo efecto en Sofía que el de ver a Alejandra sonreír, o simplemente estar cerca de ella.

En sus años de engaños, nunca había encontrado a alguien que pudiera reflejar la belleza y la bondad de Alejandra. La visión de su rostro sereno y las memorias de cómo solía iluminar cada rincón con su presencia le resultaban dolorosamente claras ahora. La tristeza de haber perdido a alguien tan increíble era casi insoportable, y el peso de sus acciones pasadas parecía más pesado que nunca.

Mientras observaba a Alejandra dormida, Sofía se preguntaba cómo había podido fallarle de una manera tan profunda. Cada una de sus mentiras y engaños palidecían en comparación con la imagen de la mujer que tenía frente a ella. En ese momento, Sofía se dio cuenta de que, a pesar de los errores del pasado, Alejandra siempre había sido y seguiría siendo la mujer más especial para ella.

La culpa y el arrepentimiento llenaron a Sofía, y mientras seguía observando a Alejandra, se prometió a sí misma hacer todo lo posible para enmendar sus errores y demostrar que, aunque el pasado no se pudiera cambiar, estaba dispuesta a luchar por el futuro.

Entonces Sofía tuvo un Flashback.

En el oscuro salón de su casa, Sofía recordaba vívidamente un momento doloroso del pasado. En ese flashback, se veía a sí misma observando a Alejandra desde la puerta entreabierta del dormitorio, mientras Alejandra se preparaba para salir. Los moretones en su piel, resultado de las constantes peleas, le daban un aspecto lastimado, pero Sofía solo veía la belleza y la fuerza que aún emanaba de ella.

Sofía había intentado acercarse a Alejandra, su corazón palpitaba con una mezcla de desesperación y amor. Quería besarla y decirle cuánto la amaba, pero sabía que las palabras ya no parecían suficientes. Cada vez que intentaba expresar sus sentimientos, Alejandra la miraba con desconfianza y dolor, como si esperara que el amor y las promesas fueran solo otra máscara para el mismo comportamiento dañino.

La escena se desarrollaba en cámara lenta para Sofía. La distancia emocional entre ellas parecía una barrera impenetrable, a pesar de su deseo de atravesarla. Alejandra había sido testigo de su comportamiento destructivo durante mucho tiempo, y aunque Sofía decía que había cambiado, Alejandra no podía creer en las palabras vacías que se le ofrecían.

Sofía recordaba cómo sus intentos de reconciliación, sus palabras de arrepentimiento, parecían caer en oídos sordos. Alejandra no podía olvidar el dolor del pasado, y cada intento de acercamiento se convertía en una prueba de que el amor prometido era una ilusión. La tristeza en los ojos de Alejandra y la distancia que había puesto entre ellas se grababan en la memoria de Sofía, un dolor que ahora enfrentaba con una claridad abrumadora.

Sofía había visto cómo Alejandra, a pesar de su sufrimiento, seguía siendo hermosa, con una dignidad que Sofía había perdido de vista. Cada vez que intentaba reconciliarse, las palabras no podían deshacer el daño que había causado, y la ausencia de la fe de Alejandra en sus promesas era un reflejo doloroso de la confianza rota. Ahora, mientras observaba a Alejandra dormida, Sofía sentía una mezcla de arrepentimiento y desesperanza por el tiempo perdido y las oportunidades desperdiciadas.

Pov Sofía.

Mientras me quedo aquí sentada, observando a Alejandra dormir, no puedo evitar sentirme como una intrusa en un lugar sagrado. Ella descansa tranquila, ajena al torbellino emocional que me consume. En su sueño, su rostro parece aún más sereno, más puro, como una santa en paz, ajena a las heridas que le infligí.

Cada respiración suave, cada pequeño movimiento de su pecho, me recuerda la belleza que siempre ha tenido, a pesar de todo lo que le he hecho pasar. La Alejandra que veo ahora, sin rastro del dolor o la tristeza que solía llevar consigo, es un contraste tan fuerte con la imagen que solía enfrentar cada día.

Me duele recordar cómo, en el pasado, intenté acercarme a ella con palabras que no podían reparar el daño que causé. La miraba y pensaba en lo hermosa que era, incluso con los moretones y las cicatrices, pero ella no podía ver más allá de mi traición. Ahora, al verla así, durmiendo, me doy cuenta de cuán profundamente fallé en reconocer y valorar la santidad de su espíritu.

Alejandra es una santa en mi mente ahora, no por su pureza o su bondad, sino porque en su presencia siempre encontré un reflejo de la mejor versión de mí misma, una versión que había olvidado. Cada vez que intenté repararla, fracasé porque no podía ver la verdad que ella siempre había representado: la fuerza, la belleza y el amor que merecía, y que nunca supe darle en el momento adecuado.

Mirándola dormir, entiendo más que nunca que ella siempre fue la constante en mi vida, la luz que traté de apagar con mis propios errores. Ahora, en esta noche silenciosa, rodeada de arrepentimiento y anhelo, me doy cuenta de que Alejandra ha sido mi mayor lección y mi más grande arrepentimiento. Es imposible no ver la santa que es ahora, aún en su sueño, como un símbolo de lo que perdí y de lo que aún deseo recuperar.

Desde donde estoy sentada, observando a Alejandra, puedo ver la preocupación en el rostro de Belén. Ella parece agotada, y no puedo evitar sentirme culpable por añadir más peso a sus hombros en un momento ya tan difícil. Mi corazón se encoge al ver cómo la madre de Alejandra se acerca a ella y deja un tierno beso en su frente.

—Belén, sé que estás cansada —le digo con voz suave—. Entiendo que debas ir a cuidar a Isabella. No tienes que preocuparte por nada aquí. Yo me quedaré con Alejandra.

Belén me mira con una mezcla de agotamiento y duda, claramente no segura de si debe irse o quedarse. Su amor por Alejandra es evidente en cada gesto, en cada mirada que lanza a la cama donde descansa su esposa. La veo tomar una profunda respiración, y luego asiente lentamente.

—Está bien, Sofía. Me gustaría quedarme, pero Isabella necesita que esté allí para ella. Agradezco mucho que te ofrezcas para quedarte con Alejandra —dice con voz temblorosa—. Solo quiero que sepas cuánto significa esto para mí y para Ale.

—No tienes que agradecerme, Belén. Me alegra poder hacer algo para compensar, aunque sea un poco, el daño que causé. Alejandra ha sido una parte fundamental de mi vida, y ahora, mientras ella descansa, solo quiero hacer lo correcto —le respondo, tratando de sonar lo más sincera posible.

Belén se acerca a Alejandra una vez más, le acaricia la mejilla con ternura y deja otro beso en su frente, más prolongado esta vez. La expresión en su rostro es un reflejo de su amor incondicional.

—Cuida de ella, Sofía. Te lo encargo. Y si necesitas algo, no dudes en llamarme. Prometo volver tan pronto como pueda —dice, casi como si se estuviera despidiendo por un tiempo prolongado.

—Lo haré. No te preocupes. Me aseguraré de que esté bien cuidada. Ve con tranquilidad —le aseguro, mientras veo cómo Belén se aleja lentamente.

A medida que Belén se va, me quedo sola con Alejandra, observando su rostro sereno y buscando consuelo en la idea de que, al menos por ahora, puedo estar aquí para ella. Mientras ella duerme, me esfuerzo por mantenerme tranquila, sabiendo que esta es mi oportunidad para redimirme, incluso si solo es un pequeño paso en el largo camino hacia el perdón.

Habíamos tenido buenos momentos.

Flashback:

Recién casadas, Sofía y Alejandra disfrutaban de sus primeros días en su nueva casa, una pequeña y acogedora residencia que habían convertido en su nido de amor. Cada rincón del lugar era testigo de su pasión desenfrenada, pues como buena pareja recién casada, se la pasaban haciendo el amor a cada oportunidad. Esta vez, estaban en la ducha.

El vapor caliente llenaba el baño, creando una atmósfera de intimidad y deseo. Alejandra estaba contra la pared de azulejos, con el agua cayendo sobre su cuerpo, deslizándose por su piel como un manto líquido. Sofía, empapada y ardiente, estaba pegada a ella, besando su cuello con intensidad, mordisqueando suavemente la piel húmeda.

—Te amo tanto, Ale —murmuró Sofía, su voz ronca de deseo, mientras sus labios recorrían el cuello de Alejandra, dejando un rastro de besos ardientes.

Alejandra gemía suavemente, sus manos aferrándose a los hombros de Sofía, buscando estabilidad mientras su cuerpo se rendía al placer.

—Sofía... no pares... —jadeó Alejandra, su voz quebrada por la excitación.

Sofía no necesitaba más incentivo. Con una mano, sujetaba firmemente la cadera de Alejandra, mientras con la otra, introducía dos dedos en su interior, moviéndolos con rapidez y rudeza, justo como sabía que le gustaba a Alejandra.

—Así, ¿te gusta así? —preguntó Sofía, su aliento caliente contra el oído de Alejandra.

—Sí... más... más rápido... —Alejandra apenas podía hablar, cada palabra un susurro ahogado entre gemidos.

Sofía aumentó la velocidad, sus dedos entrando y saliendo con una cadencia frenética, sus labios y dientes trabajando en el cuello de Alejandra, que arqueaba la espalda y se aferraba con más fuerza a Sofía.

—¡Sofía! —gritó Alejandra, sintiendo cómo una ola de placer la arrasaba desde el centro de su ser. Su cuerpo temblaba, sus piernas se aflojaban, y cada músculo parecía tensarse y relajarse en un torbellino de sensaciones.

El clímax la golpeó con fuerza, su respiración entrecortada y sus gemidos llenando el pequeño baño. Sentía una corriente eléctrica atravesarla, desde la base de su columna hasta cada extremidad, cada fibra de su ser envuelta en una intensa euforia.

Sofía la sostuvo, manteniendo sus dedos en su interior hasta que los temblores de Alejandra comenzaron a disminuir. Finalmente, sacó sus dedos con suavidad y la abrazó, dejando que el agua cálida las envolviera a ambas.

—Eres increíble, Ale —susurró Sofía, besando tiernamente la frente de Alejandra, que aún jadeaba, recostada contra la pared.

—Tú también lo eres, Sofía —respondió Alejandra, con una sonrisa exhausta pero satisfecha. Se miraron a los ojos, compartiendo un momento de intimidad y amor que parecía eterno.

En ese instante, nada más importaba. Eran dos almas completamente entregadas la una a la otra, unidas por un amor que creían inquebrantable, compartiendo una pasión que los primeros días de su matrimonio solo intensificaban.

Fin del flashback.

Y habíamos tenido malos momentos...

Flashback:

Sofía había comenzado a juntarse con un grupo de malas amistades, influencias negativas que la llevaron a probar drogas por primera vez. Aquella noche, llegó a casa completamente drogada. Acababan de casarse y Alejandra, siempre atenta y preocupada, no tardó en notar algo extraño en el comportamiento de Sofía.

La casa, que normalmente era un refugio de amor y tranquilidad, se convirtió en un escenario de caos. Sofía hablaba incoherentemente, riendo y conversando con los cuadros en las paredes como si fueran viejos amigos. Alejandra, que estaba en la cocina preparando la cena, salió al escuchar el ruido y encontró a Sofía en un estado lamentable.

—Sofía, ¿qué te pasa? —preguntó Alejandra, con preocupación en su voz.

Sofía se volvió hacia ella, con una sonrisa desquiciada en el rostro. —¡Mira, Ale! ¡Los cuadros me están hablando! —dijo, señalando un cuadro de un paisaje.

Alejandra frunció el ceño, sintiendo una mezcla de enojo y desesperación. Era evidente que Sofía estaba drogada, algo que jamás había visto en ella.

—Ven conmigo —dijo Alejandra, tomando a Sofía del brazo con firmeza.

Sofía, aún en su estado alterado, se dejó llevar sin resistirse. Alejandra la guió fuera de la casa, hacia el parque del jardín trasero. Con un gesto decidido, Alejandra tomó la manguera de jardín y la abrió, dejando que el agua fría saliera a presión.

—¿Qué estás haciendo, Ale? —preguntó Sofía, riendo sin control.

—Voy a hacer que vuelvas en ti —respondió Alejandra con determinación. Sin más preámbulos, apuntó la manguera hacia Sofía y comenzó a mojarla de pies a cabeza.

Sofía gritó y trató de cubrirse, pero el agua seguía empapándola. Alejandra no paró hasta que Sofía estuvo completamente mojada, su ropa pegada a su piel y el maquillaje corrido por su rostro.

—¿Estás drogada, Sofía? —preguntó Alejandra, con una mezcla de ira y desesperación en sus ojos.

—No... no, claro que no —murmuró Sofía, pero era obvio que mentía.

Alejandra apagó la manguera y se acercó a Sofía, que temblaba de frío y aún más confundida por el efecto de las drogas. La sostuvo por los hombros, mirándola directamente a los ojos.

—¿Por qué, Sofía? —preguntó Alejandra, su voz quebrándose—. ¿Por qué te haces esto? ¿Por qué nos haces esto?

Sofía no supo qué responder. Las lágrimas comenzaron a mezclarse con el agua que corría por su rostro. En ese momento, la magnitud de su error comenzó a calar en su mente nublada.

—Lo siento, Ale —susurró Sofía, su voz apenas audible.

Alejandra la abrazó, sintiendo una profunda tristeza. No sabía cómo lidiar con lo que estaba sucediendo, pero una cosa era segura: no dejaría que Sofía se destruyera a sí misma y a su relación por culpa de las drogas. La ayudaría a salir de esa oscuridad, sin importar cuánto le costara.

Fin del flashback...

Miré a Alejandra mientras dormía. Incluso debilitada por la cirugía, seguía siendo la mujer más hermosa que había conocido. Sus respiraciones eran suaves, y cada vez que sus párpados temblaban, me preguntaba si estaba soñando. Me pregunté cómo había llegado a este punto, contemplando su rostro, sintiéndome tan culpable y tan llena de remordimientos.

De repente, Alejandra empezó a moverse ligeramente y abrió los ojos. La anestesia aún estaba haciendo efecto y sus palabras salían sin filtro.

—Sofía... aún siento algo por ti —dijo con voz ronca.

Sentí un nudo en el estómago. Intenté mantener la calma y recordarle que estaba bajo los efectos de la anestesia.

—Ale, estás diciendo eso porque todavía estás bajo la anestesia. No sabes lo que dices —le respondí, tratando de sonar tranquila.

Alejandra me miró, sus ojos llenos de una sinceridad que me desarmó.

—No, Sofía, te lo digo en serio. Te ves tan sexy con esos tatuajes —murmuró, su voz un poco más fuerte.

Mi corazón latía con fuerza. No sabía qué hacer ni qué decir. Alejandra y yo teníamos una historia complicada, y ella ahora estaba con Belén, ¿no?

—Ale, recuerda que estás en pareja con Belén —le recordé, tratando de traerla de vuelta a la realidad.

Ella negó con la cabeza, sus ojos llenos de una determinación que no había visto en mucho tiempo.

—No, Sofía, estoy fingiendo una relación con Belén. No es real —confesó, y sus palabras me golpearon como una bofetada.

Me quedé en silencio, procesando lo que acababa de decirme. Alejandra estaba fingiendo una relación con Belén. Todo lo que había creído saber sobre su vida se estaba desmoronando ante mis ojos.

—¿Por qué? —pregunté finalmente, mi voz apenas un susurro.

Alejandra me miró con una tristeza profunda en sus ojos.

—Porque pensé que así sería más fácil para todos, especialmente para Isabella. Pero no puedo seguir fingiendo, Sofía. Aún siento algo por ti, siempre lo he sentido —dijo, y sus palabras resonaron en mi cabeza.

Me sentí abrumada por una mezcla de emociones: culpa, esperanza, miedo. Alejandra había sido todo para mí, y aunque había cometido errores terribles, una parte de mí nunca había dejado de amarla.

—Ale, no sé qué decir —admití, sintiéndome más vulnerable que nunca.

Ella sonrió débilmente y cerró los ojos de nuevo, exhausta.

—No tienes que decir nada ahora, Sofía. Solo quería que lo supieras —susurró, antes de volver a quedarse dormida.

Me quedé allí, observándola dormir, sintiéndome más confundida que nunca. Alejandra aún me amaba, y esa verdad lo cambiaba todo.

también aún la amaba. Ahora sabía que Alejandra también sentía lo mismo. Mientras la observaba, el deseo de besarla crecía en mi interior. Alejandra volvió a despertar, esta vez más lúcida. Miró alrededor, confundida, y preguntó:

—¿Dónde estoy? ¿Qué me pasó?

Me acerqué más a ella, intentando mostrar calma y fortaleza.

—Estás en el hospital, Ale. Salimos a tomar un café y colapsaste de dolor. Te traje aquí lo más rápido que pude —le expliqué, mi voz temblando ligeramente al recordar el pánico que había sentido.

Alejandra asintió lentamente, procesando la información. Aún parecía débil, pero sus ojos tenían una chispa de comprensión.

—Gracias, Sofía —dijo con un tono suave, sus ojos encontrándose con los míos.

—No tienes que agradecerme, Ale. Haría cualquier cosa por ti —respondí sinceramente, sintiendo una oleada de emociones.

El dolor aún era evidente en su rostro, pero en ese momento, una suave sonrisa apareció en sus labios.

—De verdad, gracias. No sé qué habría hecho sin ti —dijo, y su mano temblorosa buscó la mía.

Tomé su mano entre las mías, sintiendo la calidez y la familiaridad que tanto había extrañado.

—Siempre estaré aquí para ti, Ale. Siempre —le prometí, apretando suavemente su mano.

En este momento, este pequeño intercambio de palabras y emociones, había cambiado todo. Sabíamos que aún nos amábamos, y ahora teníamos que descubrir qué hacer con ese amor.

Alejandra me miró con una mezcla de incertidumbre y determinación.

—Sofía, ¿cuando desperté antes no dije nada ridículo, verdad? —preguntó, con un leve rubor en sus mejillas.

—No, Ale. No dijiste nada ridículo —mentí suavemente, queriendo protegerla de cualquier vergüenza innecesaria en su estado actual.

Ella asintió y luego, tras unos segundos de silencio, me miró de nuevo.

—¿Podemos hablar? —me preguntó, con una seriedad que me hizo sentir un nudo en el estómago.

—Claro, Ale. Lo que necesites —respondí, sentándome en una silla junto a su cama.

Alejandra respiró hondo, sus ojos buscando los míos con una intensidad que me desconcertó.

—Quiero saber... —empezó, su voz temblando ligeramente—, quiero saber por qué me golpeabas.

El impacto de su pregunta me dejó sin aliento. Cerré los ojos por un momento, buscando las palabras adecuadas para responder a algo tan doloroso y complicado.

—Ale, yo... —empecé, sintiendo una oleada de arrepentimiento y tristeza—. No hay excusa para lo que hice. Estaba perdida, enojada conmigo misma y con el mundo. Empecé a rodearme de malas influencias, a consumir drogas, y eso me llevó a actuar de maneras horribles. Pero nada de eso justifica el daño que te hice. Te fallé de la peor manera posible.

Alejandra escuchaba atentamente, sus ojos reflejando el dolor del pasado.

—Sofía, yo te amaba. Nunca entendí por qué me tratabas así —dijo, su voz quebrándose.

—Y yo también te amaba, Ale. Aún lo hago. Pero en ese entonces, no supe manejar mis propios demonios y te hice pagar por ello. Lo lamento profundamente. Me arrepiento todos los días de mi vida —dije, con lágrimas acumulándose en mis ojos.

Alejandra asintió lentamente, procesando mis palabras. No esperaba que me perdonara, pero necesitaba que supiera cuánto lo sentía.

—Sofía, quiero creer que has cambiado. Quiero creer que podemos encontrar alguna manera de sanar, de seguir adelante, aunque sea por nuestras hijas —dijo finalmente, su voz llena de una mezcla de esperanza y dolor.

—Haré lo que sea necesario para demostrarte que he cambiado, Ale. No solo por ti, sino por nosotras, por Isabella y Ángela. No quiero volver a ser esa persona nunca más —respondí, con una determinación renovada.

Alejandra me miró con una mezcla de escepticismo y esperanza. Sabía que las palabras no eran suficientes, pero estaba dispuesta a hacer todo lo posible para redimirme y ganarme su confianza de nuevo.

Alejandra me dedicó una sonrisa cansada y susurró:

—Gracias por traerme al hospital, Sofía.

—No tienes que agradecerme, Ale. Solo quiero que estés bien —respondí, tratando de sonar tranquilizadora.

Ella se acomodó en la cama, buscando una posición más cómoda para dormir un poco. La cirugía había sido agotadora, y su cuerpo necesitaba descansar.

—Voy a quedarme un rato aquí, por si necesitas algo —dije, sentándome de nuevo en la silla junto a su cama.

Alejandra asintió débilmente y cerró los ojos. La vi relajarse poco a poco, su respiración volviéndose más profunda y regular. Mientras la observaba dormir, me di cuenta de lo vulnerable que se veía, y una vez más, el peso de mis errores pasados me golpeó con fuerza.

Decidí quedarme allí, vigilándola mientras dormía. Quería estar cerca en caso de que necesitara algo. Mirándola, prometí en silencio hacer todo lo posible por redimirme y reconstruir la confianza que había destrozado.

Flashback:

Era su aniversario de tres meses de casadas. La habitación estaba iluminada tenuemente por la luz de la luna que se filtraba a través de las cortinas. El aire estaba cargado de la electricidad del deseo y el amor profundo que compartían.

Sofía tenía a Alejandra contra la pared, su cuerpo presionado firmemente contra el de ella. Sus labios se movían ávidamente sobre el cuello de Alejandra, dejando un rastro de besos húmedos y ardientes. Sus manos se movían con destreza, una sosteniéndola firmemente por la cadera mientras que la otra se deslizó entre sus piernas. Sofía penetró a Alejandra con dos dedos, moviéndolos con rapidez y rudeza.

—Te amo tanto, Ale —murmuró Sofía contra su piel—. Eres todo para mí. No puedo imaginar mi vida sin ti.

Alejandra jadeaba, sus manos aferrándose a los hombros de Sofía mientras el placer la abrumaba. Sentía cada movimiento, cada palabra de Sofía resonando en su cuerpo. La sensación era intensa, electrizante, y no podía contenerse más. Con un gemido alto, se corrió alrededor de los dedos de Sofía, su cuerpo temblando de placer.

—Sofía... —jadeó Alejandra mientras su respiración se calmaba lentamente—. Sofía...

Sofía retiró sus dedos lentamente, llevándolos a sus labios para lamerlos con una sonrisa satisfecha. Se apartaron de la pared y se acostaron juntas en la cama, riendo suavemente mientras recuperaban el aliento.

Alejandra, aún respirando con dificultad, se volvió hacia Sofía con una expresión seria en su rostro.

—Sofía, tengo que preguntarte algo —dijo, su voz teñida de preocupación.

—¿Qué pasa, amor? —respondió Sofía, acariciando suavemente el cabello de Alejandra.

—¿Todavía te drogas? —preguntó Alejandra directamente, buscando los ojos de Sofía.

Sofía negó con la cabeza, su expresión sincera y decidida.

—No, Ale. Lo dejé. No quiero nada que nos separe o nos haga daño. Te prometo que ya no lo hago.

Alejandra suspiró de alivio, abrazándose más fuerte a Sofía.

—No puedo imaginar una vida donde caigas en ese vicio. Te amo demasiado para perderte así.

Sofía la abrazó con fuerza, besando su frente con ternura.

—Nunca te perderás, Ale. Siempre estaré aquí contigo.

Fin del flashback..

Pov Alejandra.

Desperté lentamente, sintiendo un leve dolor en mi abdomen. Parpadeé para despejar la niebla de mis ojos y lo primero que vi fue a Sofía mirándome fijamente. Sus ojos estaban llenos de una mezcla de preocupación y algo más profundo que no pude descifrar de inmediato.

Sofía dio un paso hacia adelante, acercándose a mi cama. Mi corazón empezó a latir más rápido mientras ella se inclinaba hacia mí. Podía sentir su respiración entrecortada, su proximidad haciendo que todo lo demás en la habitación se desvaneciera. No sabía qué hacer, estaba confundida, perdida en ese momento.

Entonces, Sofía se acercó aún más y sus labios rozaron los míos. Fue un beso suave al principio, pero lleno de una intensidad que me hizo temblar. No sabía cómo reaccionar, pero mi cuerpo parecía tener una mente propia. Cerré los ojos y seguí el beso, respondiendo a la presión de sus labios con la misma pasión.

El mundo a nuestro alrededor desapareció. Todo lo que existía en ese momento éramos Sofía y yo, unidas en un beso que parecía borrar todo el dolor y la confusión de los últimos años. Sentí una mezcla de emociones, desde el amor hasta el rencor, pero en ese momento, lo único que importaba era lo que estaba sucediendo entre nosotras.

Finalmente, nos separamos, ambas jadeando por el impacto del momento. Abrí los ojos y vi la intensidad en los suyos. Sabía que algo profundo acababa de cambiar entre nosotras, y no estaba segura de cómo manejarlo.

—Sofía... —murmuré, sin saber qué más decir.

Ella me miró con una mezcla de arrepentimiento y esperanza.

—Alejandra, lo siento... no pude evitarlo —dijo, su voz temblando ligeramente—. Te amo, y me duele tanto todo lo que pasó. Solo quiero una oportunidad para arreglarlo.

Me quedé en silencio, procesando sus palabras. No estaba segura de lo que vendría después, pero una cosa era clara: este beso había reabierto viejas heridas y despertado sentimientos que había intentado enterrar.

—Yo... no sé, Sofía. Necesito tiempo para pensar —respondí finalmente, tratando de mantener la calma.

Sofía asintió, su expresión reflejando su comprensión y tristeza.

—Tómate el tiempo que necesites, Ale. Solo quiero que sepas que estoy aquí para ti, siempre.

Mientras ella se alejaba ligeramente, sentí una mezcla de alivio y temor. Sabía que este era solo el comienzo de un largo camino para resolver nuestro pasado, pero al menos ahora había una posibilidad de enfrentarlo juntas.
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Desperté de golpe, jadeando y con el corazón acelerado. Un dolor agudo se extendió desde el área de la cirugía, obligándome a caer de nuevo en la cama. Gemí de dolor, tratando de calmarme mientras mis ojos se acostumbraban a la luz de la habitación.

Entonces, algo llamó mi atención al lado de la cama. Un ramo de flores, específicamente petunias, descansaba en la mesita. Eran hermosas y vibrantes, y no podía evitar sonreír un poco al verlas. Sabía que eran de Sofía; siempre había tenido una debilidad por las petunias.

Antes de que pudiera procesar todo, la puerta de la habitación se abrió y Belén entró rápidamente. Su rostro mostraba una mezcla de preocupación y alivio al verme despierta.

—¡Ale! —exclamó, acercándose a mi lado—. Me tenías muy preocupada. ¿Cómo te sientes?

Traté de sentarme un poco más, pero el dolor me detuvo.

—He estado mejor —dije con una sonrisa débil—. Lo siento por asustarte, Belén.

Ella se inclinó y dejó un beso en mi frente, sus ojos reflejando el miedo que había sentido.

—No te disculpes, lo importante es que estés bien. Cuando supe que habías tenido que ir de emergencia al hospital, me asusté muchísimo. ¿Qué pasó exactamente?

Suspiré, recordando lo ocurrido.

—Estaba con Sofía. Estábamos hablando y de repente sentí un dolor terrible. Apenas podía moverme y ella me trajo corriendo al hospital.

Belén asintió, mirando las flores junto a la cama.

—Veo que Sofía ha estado aquí. Debo admitir que no estaba segura de dejarla contigo, pero parece que hizo lo correcto al traerte aquí rápidamente.

Asentí, recordando cómo Sofía me había llevado en brazos al hospital, ignorando a los paparazzi y enfocándose solo en mi bienestar.

—Sí, ella hizo lo correcto. Estoy agradecida por eso.

Belén me miró con una mezcla de alivio y preocupación.

—Lo importante es que te recuperes. Necesitas descansar. Los doctores dijeron que la cirugía fue un éxito, pero necesitas tiempo para sanar completamente.

La miré a los ojos y sentí una oleada de gratitud por su apoyo constante.

—Gracias, Belén. Gracias por estar aquí.

Ella me sonrió y tomó mi mano, apretándola suavemente.

—Siempre estaré aquí para ti, Ale. Ahora, intenta descansar. Estoy aquí para cuidarte.

Cerré los ojos, permitiéndome relajarme un poco mientras sentía la calidez de su mano en la mía. A pesar del dolor y la confusión, saber que tenía a alguien que me amaba y se preocupaba por mí me daba una sensación de paz.

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"Escándalo en la Vida Privada de Sofía Reyes y Alejandra Villarreal: De un Bar a la Urgencia"

En una serie de eventos que han captado la atención de los medios y fans por igual, Sofía Reyes, la ex corredora de F1 y actual figura pública, y Alejandra Villarreal, la renombrada bajista de la banda The Warning, fueron vistas recientemente en circunstancias que han generado gran revuelo. Los detalles de su noche en el bar y la emergencia médica que siguió están ahora en el centro de las noticias.

La historia comenzó en la noche del sábado, cuando Reyes y Villarreal fueron vistas en un bar en el centro de la ciudad. Según testigos, la ex pareja parecía estar disfrutando de una tranquila velada. Sin embargo, el ambiente relajado pronto se tornó dramático cuando Alejandra Villarreal comenzó a mostrar signos de malestar severo.

Detalles del Incidente.

La situación tomó un giro inesperado cuando, alrededor de las 5:39 , Sofía Reyes fue vista cargando a Alejandra en sus brazos mientras se dirigía apresuradamente al Hospital Hudson. Fotografías capturadas por varios reporteros muestran a Reyes en un estado de evidente angustia, mientras que Villarreal, visiblemente pálida y en agonía, se sostenía el área del abdomen, claramente en dolor.

Una de las imágenes más impactantes muestra a Reyes, con el rostro enrojecido por el esfuerzo y la preocupación, corriendo hacia la entrada del hospital con Alejandra en sus brazos. La escena, capturada por un fotógrafo en el lugar, rápidamente se convirtió en viral, y los medios de comunicación se apresuraron a cubrir el incidente.

Entrevista con el Médico

Para entender mejor la situación, contactamos al Dr. Lusent, jefe de urgencias del Hospital Hudson. En una entrevista exclusiva, el Dr. Lusent, explicó lo sucedido con mayor detalle:

—"Alejandra Villarreal llegó a nuestro hospital en un estado crítico. Ella estaba sufriendo un dolor abdominal intenso, que indicaba una posible apendicitis. Al llegar, el equipo de emergencia la evaluó de inmediato y confirmó que su apéndice había comenzado a perforarse, lo que estaba causando una infección severa."

El Dr. Lusent, continuó describiendo la gravedad de la situación:

—"La apendicitis es una condición que requiere intervención quirúrgica urgente. Si no se trata a tiempo, puede llevar a complicaciones graves, como la peritonitis, que es una infección del revestimiento abdominal. En el caso de Alejandra, tuvimos que proceder a una cirugía de emergencia para remover el apéndice y limpiar la infección."

Reacciones y Consecuencias

El hecho de que Sofía Reyes, una figura pública conocida por su carrera en la Fórmula 1 y su compleja vida personal, haya estado involucrada en un evento tan dramático ha generado una avalancha de especulaciones y comentarios. Las redes sociales están inundadas de teorías y preocupaciones, mientras los fanáticos de ambas figuras se preguntan sobre el estado actual de la relación entre Reyes y Villarreal.

Belén, la actual pareja de Alejandra Villarreal, ha sido vista en el hospital mostrando preocupación. Su presencia junto a la cama de Alejandra ha sido un punto focal en las noticias, y se ha confirmado que Belén ha estado al lado de su pareja mientras ella se recupera de la cirugía.

Conclusión.

Este evento ha puesto de relieve la complicada y muy pública vida de Sofía Reyes y Alejandra Villarreal. La combinación de la ex esposa de Reyes, las complicaciones médicas de Villarreal y la cobertura intensiva de los medios han llevado a una serie de especulaciones sobre el estado actual de las relaciones entre las figuras involucradas.

Mientras Alejandra Villarreal continúa su recuperación tras la cirugía, el público y los medios de comunicación seguirán observando de cerca cada desarrollo en esta historia. La esperanza es que tanto Alejandra como Sofía encuentren la manera de manejar esta crisis de manera que beneficie su bienestar personal y profesional.

Sofía reyes entrando al hospital con su ex esposa en brazos.

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Holaaaa.

Casi mato a Ale jajaja.

Nos vemos pronto.

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