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Prologo

  En las calles de Konohagakure no Sato, una turba borracha y furiosa marchaba por todas las calles con intensiones siniestras. Un cielo nocturno se alzaba sobre la capital del País del Fuego, las estrellas brillando con intensidad en el firmamento y la luna llena brillando sobre sus cabezas. Antorchas, cuchillos, tridentes, botellas de alcohol rotas y todo tipo de armas eran llevadas en mano mientras la turba avanzaba furiosa, pidiendo sangre; específicamente la sangre de un solo ser.

Los cumpleaños deberían ser momentos felices en las vidas de las personas. La celebración de que estabas vivo un día más, algo que debería producir alegría, en especial para los niños. Ese no era el caso el joven rubio que se escondía dentro de basurero en un intento de no llamar la atención. Él solo regresaba de comer su pastel de cumpleaños preparado por su tía en su llamado “lugar seguro”. Dicho lugar resultaba encontrarse cerca del distrito de un clan muy afamado e importante, o eso había escuchado él.

Desde que tenía el uso de razón, sus cumpleaños siempre habían sido nada más que una pesadilla de la que parecía no poder despertar. En un día normal, los adultos lo miraban con odio y desprecio, como si fuera una plaga de alguna clase, o como si fuera el criminal más vil, pero en el día de sus cumpleaños la historia era otra. No sabía por que le hacían daño o por que tan siquiera lo trataban así, nunca les había hecho nada malo. A los adultos esto pareció jamás importarle todas las veces que lo atrapaban.
Las voces y los gritos de la turba furiosa ya no se escuchaban, permitiendo al pequeño finalmente salir del basurero.

Observo que las calles se encontraban vacías, las voces habían cesado, pero podía divisar las luces de sus antorchas todavía a lo lejos. Sin pensárselo dos veces corrio lo más rápido que le permitían sus piernas. Corrio como alma que lleva el diablo hasta llegar a la zona donde se encontraba su casa. Al ver los edificios tan familiares, desacelero el paso. A estas horas las personas estarían ya durmiendo.

A diferencia del resto, los adultos aquí solo se limitaban a ignorar que siquiera existía. Los ataques que recibía tendían a ceder una vez llegaba a los alrededores de su casa, era algo que no podía explicar. Pareciera que los adultos le tenían miedo en la zona donde residía, como si supieran que una vez entraran no podrían salir, y si lograban salir, no sería en una pieza.

Mientras seguía su trayecto a casa, pudo ver que algunos adultos se encontraban fuera de sus hogares. Vio a dos hombres en un callejón, uno parecía muy enfadado, presionando al otro que era más pequeño mientras sostenía un objeto filoso en mano, el niño solo los ignoro, no quería problemas. Paso de largo de un edificio muy peculiar, pues solo habitaban mujeres que hacían cosas raras con los hombres. En más de una ocasión llego a ver lo que hacían, un hombre encima de una mujer mientras gritaban como animales salvajes. A él solo le parecía una actividad muy rara, pero no era de importancia pues tenía que calmar su hambre con la comida de que se encontraba en los basureros cuando su tía no podía darle algo de comer o no estaba.

Snif snif snif

El sonido de alguien que lloraba despertó la curiosidad del rubio de 5 años. Camino hacia el origen de la persona que parecía estar llorando. Los llantos provenían de un callejón, así que entro con cautela mientas se acercaba lentamente. Una niña de pelo azul casi negro se encontraba sentada abrazando sus piernas llorando. Pareciese que algo la molestaba. Él solo se acerco lentamente, mirándola con algo de curiosidad. No era normal ver a otro niño en las cercanías de donde él vivía.

–Hola ¿te encuentras bien?–fue la pregunta del rubio bigotudo de 5 años que no apartaba la mirada de la figura de la niña. Ella solo levanto la cabeza, sorprendida por ver a alguien más, dejando ver su rostro algo golpeado. Él solo se miro que la niña tenía unos hermosos ojos perlados–. ¿Por qué estás llorando?–pregunto el rubio, acercándose más a la niña de ojos perlados.

–Eh ¿q-quién eres?–pregunto ella con miedo, retrayendo sus piernas tanto como podía hacia si misma. Se podía notar el miedo en su mirada, su cuerpo estaba temblando; no sabía si por el frío de la noche o por el miedo que mostraba tenerle.

–Oh claro, disculpa–se río algo avergonzado el rubio. Carraspeo su garganta y le extendió la mano a la niña con una sonrisa radiante en su rostro–. Soy Naruto Uzumaki–

–Y-yo soy Hinata, Hinata Hyuga–respondió con timidez la ahora nombrada Hinata que tomo la mano del rubio para levantarse. Parecía ser una niña muy tímida por lo que podía observar de ella.

–¿Hinata? Es un nombre muy lindo–dijo Naruto sin pensar, haciendo que la niña se sonrojara de sobre manera que podría darle competencia a un tomate–. ¿Qué hace una niña tan linda como tú por aquí?¿No sabes que es muy peligroso?–Naruto se rasco la nuca mientras la miraba con algo de curiosidad. En verdad que no era normal eso.

–Mi padre me hecho a la calle por ser débil–lloro aún más la niña restregándose los ojos, el rubio solo pudo dirigirle una mirada de simpatía–. Dijo que el estar afuera en la calle me haría más fuerte y que dejaría de avergonzar a nuestro clan–dijo la niña sollozando, mirando al suelo en vergüenza.

–Vaya, eso es horrible, pero ¿y esos golpes?–fue la pregunta de Naruto al ver los golpes que portaba la ojiperla en el rostro.

–Unos niños se burlaron de mis ojos y me golpearon por que decían que era un fenómeno–dijo ella ya calmándose un poco, sus sollozos disminuyeron hasta que al final se detuvo–. Me escondí aquí para que me dejaran en paz–

Naruto solo pudo sentir pena por la niña, había pasado una mala noche. Aunque claro, no era la única, a él todavía lo estaban buscando por toda la aldea para lastimarlo. Solo pudo estremecerse internamente por ese simple pensamiento. Sin embargo, se armo de valor. Y le dedico nuevamente una sonrisa a la pobre niña que parecía tener su misma edad. Antes de que pudiera decir algo, sintió un estallido de dolor emanar de sus piernas, cayendo al suelo mientras gritaba de dolor. La ojiperla solo pudo ahogar un grito al ver a un ninja con una mascara de pájaro, le había lanzado dos kunais en las piernas,

–Al fin te encontré, maldito demonio, vas a pagar por todo lo que has hecho–dijo el Anbu sacando las kunais de las piernas del rubio para luego estamparlo contra la pared, kunai en mano apuntando al cuello–. Quien sabe, puede que hasta me consideren un héroe por terminar el trabajo del Cuarto Hokage–dijo él con burla en su voz, preparándose para matar al demonio de Konoha. Recibió un golpe en la rodilla, lo que lo hizo soltar al rubio para observar a su atacante; la niña Hyuga.

–¡Déjalo en paz, él no ha hecho nada!–exclamo Hinata mirando fijamente al Anbu. En cambió, el Anbu solo le dio una patada a la Hyuga, provocando que se estampara contra el piso.

–¡Tú no te metas, mocosa, sino es qu...!– el Anbu no termino lo que iba a decir ya que tenía un shuriken clavado en la garganta, sangre emanando de la misma como una cascada. Unos metros en la entrada del callejón se encontraba nada más ni nada menos que el mismísimo Tercer Hokage, quien le dirigía una mirada asesina. Se termino ahogando en un charco de su propia sangre que termino manchando a los niños que parecían asustados.

–Anbus, llévense el cadáver y tírenlo en el Bosque de la Muerte, las bestias salvajes seguro tienen hambre. Infórmenle al Dr. Stylish de que vamos de camino–dio la orden el viejo Hokage a lo que los Anbus simplemente obedecieron, llevándose el cadáver con ellos–. No se preocupen niños, muy pronto estarán en mejores manos–dijo el Tercero mientras cargaba a un lastimado Naruto en un brazo y a una conmocionada Hinata en el otro, dirigiéndose con gran velocidad a la torre Hokage.

Paso una hora hasta que lograron llegar a la torre del Hokage. Dentro los esperaba un sujeto alto con lentes, cabello oscuro con un mechón blanco y una sonrisa que no inspiraba confianza en los niños. El hombre solo los miro detenidamente. Se inclino hacia adelante mientras su mirada pasaba del rubio que tenía las piernas lastimadas y ensangrentadas hacia la ojiperla que se encontraba algo asustada, golpeada y manchada con sangre de pies a cabeza, pero por lo demas parecía estar en buenas condiciones. Con un asentimiento dirigido hacia el Hokage, se hecho hacia atrás.

Pum pam

El sonido emitido por el Hokage reverbero por toda la oficina al haber golpeado en la nuca a los niños, llevándolos a la inconciencia. Los cuerpos de los niños cayeron sin reparo, sus cráneos golpeando el duro suelo. El hombre con anteojos solo miro esto con una sonrisa de diversión.

–Supongo que estos son los niños ¿verdad?–dijo el hombre con traje que ajustaba su corbata. A simple vista estos niños no eran gran cosa. Pero estando en manos del Imperio, se volverían las armas más poderosas que el mundo ha visto jamás. Dos guardias con uniforme imperial entraron a la oficina del Hokage, recogiendo a los niños.

–Así es, Naruto Uzumaki y Hinata Hyuga, herederos de sus respectivos clanes–dijo el Hokage fumando su pipa mientras se dirigía a su silla–. Fue difícil convencer a los ancianos del consejo Hyuga de entregar a la niña sin antes colocarle el Sello del Pájaro Enjaulado. Le recomiendo que se los lleve lo más antes posible, Dr. Stylish.

–Oh ¿y eso por qué?–fue la pregunta que le devolvio el doctor al líder de la aldea, levantando una ceja en señal de confusión.

–Digamos que no pasara mucho tiempo antes de que su padre se de cuenta de que su hija no ha vuelto a casa–declaro con una sonrisa traicionera asomándose en sus labios. Todavía recordaba el intento frustrado de secuestro de la niña Hyuga por parte de Kumogakure. Los gritos furiosos que el Cuarto Raikage emano ese día se escucharon por toda la aldea. El hombre moreno musculoso estuvo ardiendo de furia por el fracaso en del secuestro y más por ser descubierto. El viejo Hokage solo había disfrutado de aquel espectáculo creado por el descontrol del hombre corpulento–. ¿Para cuando estarían listos los dos?

–Aproximadamente de 3 a 5 años si no hay algún inconveniente, pero no se preocupe. Son solo unos niños, de modo que no serán un problema–dijo con una sonrisa inquietante Stylish, dándole la espalda a Sarutobi para dirigirse a la puerta. Estando a unos escasos centímetros se detuvo y volteo a ver por el rabillo de ojo al anciano–. Estaremos en contacto–sin nada más que decir, procedió a retirarse. El sonido de sus pasos disminuyendo cada vez más.

Hiruzen solo pudo dejar salir un suspiro, alejando la pipa de si mismo y soltaba una bocanada de humo. Esta negociación había sido una de las más importantes en su cargo como Hokage. Konoha por fin tendría unas armas muy letales. Debía darles las gracias a los padres del muchacho; si ellos no se lo hubieran entregado antes de morir, quien sabe lo que sería del bebé o de ellos si no lo hubieran hecho o si hubieran sobrevivido. Habían hecho lo correcto por el bien de Konoha al confiarle el bebé y así tener una poderosa arma, claro que esto y ultimo ellos no lo sabrían.
Los muertos no podían desear nada, querer nada, pues estaban muertos. Si no fuera por Minato, Kushina hubiera sido el arma más poderosa que Konoha habría tenido; aun así la mujer había sido una de las ninjas más letales que la aldea había tenido desde los hermanos Senju, solo despues de su esposo. Tomando una ultima bocanada de su pipa, Sarutobi solo pudo dejar escapar una risa de satisfacción.

Nada los iba a detener ahora.

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