Capítulo 4. "Te pido disculpas".
Para tener un talento tan maravilloso, soy realmente torpe en ocasiones.
Mil veces he pensado en eso, en lo fácil que me es resolver problemas cotidianos y ejercicios de agilidad mental, meterme de a lleno en la mente de un psicópata o en la piel de una víctima, pero tardo un poco en enlazar hechos que tienen relación conmigo o me afectan directamente. Por eso, quizás, fue que nunca noté el peligro que corría en Las Vegas hasta que fue demasiado tarde, o que luego de varias horas mirando la misma gabardina, ahora es que asocio dicha prenda con la persona que tengo al lado.
—Voy a hacer una llamada —le digo a Maxwell, quien solo asiente con la cabeza y sigue manejando.
Hemos salido de la ciudad y nos encontramos por la periferia, cerca de uno de los parques forestales más grande de la región. Intuyo a dónde me está llevando, y la boca se me hace agua solo de pensar en la rica lasaña de Pepe, el mejor cocinero del mundo, a mi entender.
Marco el número de mi hermano, pulso para llamar y espero a que conteste.
Necesito consultarle sobre las pruebas recogidas en la escena, especialmente sobre la muñeca de trapo. Pero no en el auto junto a Maxwell, sino en otro sitio. En casa será complicado, así que necesito cuadrar un lugar para vernos, o que me recoja de regreso en la agencia en un par de horas.
Descuelga al fin.
—Ross… —dice. Parece algo agitado.
—Gilbert, ¿tienes tiempo?
—Estoy un poco ocupado ahora, cielo —su voz se escucha cortada, con mucho ruido de fondo y muy mala señal—. Luego te llamo.
Y cuelga sin más. A buena hora tiene que enredarse en el trabajo, cuando necesito de él con urgencia. No quiero que este caso se desenvuelva conmigo como principal sospechosa, sin siquiera poder averiguar quién demonios fue capaz de encontrar mi muñeca y usarla como decoración de su crimen.
Seguro es algo importante, o eso quiero pensar, por el alboroto que se siente en la llamada. Parece estar en alguna escuela o algo similar, por el sonido del timbre que sentí a lo lejos. También, de seguro está haciendo algún operativo con su jefe, y por eso la sequedad en su voz al hablar conmigo.
«Lo estás haciendo de nuevo, Ross. No uses tu deducción con tu hermano», me regaño a mí misma por comenzar, de forma inconsciente, a usar mi don.
Me rindo.
Comienzo a enumerar en mi mente la información provista por Leo, sobre la víctima, pero algo me detiene. Miro a Maxwell, quien sigue sin mediar palabra conmigo, e intento relajar el ambiente.
—¿Repasamos la información? —le pregunto, nerviosa.
Levanta una ceja y hace una mueca de satisfacción. Por lo visto, lo que más ama en la vida es trabajar.
—Los documentos están detrás, los tiré al asiento trasero en lo que entrabas al super.
—No me hacen falta —le dije—, lo tengo todo aquí adentro.
Me toco la frente y le sonrío, orgullosa de mi misma. El suspira y se resigna a no preguntar nada, y solo me pide que le vaya hablando sobre el caso.
Odethe Davinson, 23 años. Nacida el 11 de abril del 1995. Estudiante de último año de la Universidad de California, en la facultad de artes y humanidades.
Última vez vista: en el trabajo, dándoles un tour a unos posibles inversionistas y participantes en la siguiente subasta.
Vestía traje negro ilustrado, de chaqueta y pantalón a la medida, en tono rosa claro. Tacones de aguja, de color azul marino y el cabello recogido en un moño alto.
No se ha encontrado ninguna de sus prendas por todo el museo.
Sus últimas llamadas entrantes y salientes fueron:
11:57 pm. Paolo Poe. Saliente.
11:58 pm. Paolo Poe. Saliente.
1:41 am. Paolo Poe. Entrante. Duración de la llamada: 0:09:33 min.
Omito saber quién es Paolo Poe, mi novio, quien en unas horas tendrá que darme una muy buena explicación para salir impune de la prueba que lo vincula directamente al asesinato. Solo necesito mirarlo a la cara para saber si PaPo tiene relación con este caso o no, y voy a ser imparcial, aunque me cueste muchísimo aceptar que le brindo sexo y cariño a un sospechoso por homicidio. Lo que no me costará nada si resulta ser él, será meterlo tras las rejas.
—¿Te has aprendido todo eso en un minuto que leíste la información? —inquiere sorprendido.
—Esto es solo un resumen de lo que decía —le contesto—, y menos de dos hojas. El resto es información de cada trabajador del centro y sus horarios y demás. Solo nos queda enlazar conexiones con la víctima, pero tengo quien nos puede ayudar con eso.
—Eres increíble —suelta de la nada, haciendo que mis mejillas ardan por segunda vez.
Este hombre tiene una habilidad muy particular para sacar de las personas todas sus facetas. Hoy ha causado en mí más de una emoción, y eso es algo digno de aplaudir.
Entramos al parque forestal al fin y terminamos rumbo al Pepe´s, un restaurante rústico italiano al aire libre, con vistas al lago y a los jardines florales del parque. Alrededor del mismo, varias mesas de picnic y juegos inflables para los niños, y al otro lado de dicho lago, un concurso de papalotes y cometas de hermosos colores y curiosas formas.
Para ser martes, es un día bastante animado.
Nos sentamos en una de las mesillas más apartadas, en una esquina, lejos de las mesas familiares. Yo saco un cigarrillo de una caja regada en mi bolso y lo enciendo, ganando una expresión de incredulidad del rostro de mi acompañante.
—No soy adicta —me justifico—, pero me viene bien de vez en cuando encender un cigarrillo. Me ayuda a pensar cuando siento que me agobio.
—No te he pedido explicaciones, no es mi problema.
Odio el café, pero suelto humo como una locomotora vieja. Amo fumar a escondidas, cuando me dan las crisis de ansiedad por no poder resolver algún problema o estar agobiada con algo que me atormenta. Sé que es insano, y odio a todo aquel que fume a mi alrededor, pero el humo del cigarro al disiparse me ayuda enfocar mi mente y concentrarme.
Un muy mal hábito, pero que me ayuda siempre…
—Entonces mi enfermedad tampoco es tu problema, pero esta mañana decidiste espiarme a pesar de eso —restriego en su cara.
Sigo sin poder controlar mis ganas de ver el mundo arder. Genial, Rossane, así jamás podrán llevarse bien.
Maxwell echa su cuerpo hacia delante y cruza sus brazos sobre la mesa. Ríe con picardía y se relame el labio inferior, pero sé de sobra que solo intenta provocarme. El movimiento arrítmico de sus pies bajo la mesa delata su molestia.
—Y no me arrepiento, hoy vi algo espectacular. Solo lamento no haber podido estar más cerca para contemplar mej…
Lo consiguió… acaba de cavar su tumba.
No lo dejo terminar. Mi mano se estampa contra su mejilla sin darle tiempo a reaccionar. Una familia de una mesa cercana nos mira, pero no me importa el espectáculo que podamos armar aquí, sino el hecho de exigir el respeto que merezco como mujer. Le dejé pasar su comentario sobre mis bragas rojas dentro del auto, pero no esto. Me echo también hacia delante y agarro su corbata, acercando su rostro al mío. Sus profundos ojos negros me miran con fuego en ellos, encendidos de la rabia y la… ¿excitación?
—Si piensas que es divertido invadir mi privacidad, estás muy equivocado —le escupo con mucho enojo—. No voy a reírte la gracia solo porque seas guapo y vistas un traje bonito, yo no soy así. Leandro mencionó que a partir de hoy formo parte de la familia de la agencia, ¡ya quiero ver su reacción cuando se entere que su querido hijastro espió a la nueva integrante de la familia mientras se quitaba la ropa para ir a darse un baño.
Vuelve a relamer su labio y respira profundo, muy cerca de mi boca, la cual mira por unos segundos y luego cierra los ojos, derrotado.
—Tú ganas —dice—. Hagamos una tregua y comamos. Ya hasta a mí me dio hambre.
—Mientras te quede claro, todo bien conmigo —le aclaro—. Apenas me conoces, pero ya entenderás que no debes buscar pelea con alguien que tiene todas las de ganar.
—Como digas, ahora apaga esa cosa y pidamos la carta —Señala en cigarro casi consumido entre los dedos de mi mano libre.
Me vuelvo a sentar hacia atrás, separando nuestros rostros. Él hace lo mismo y se acomoda la corbata y el cuello de la camisa, revolviéndose incómodo sobre su asiento por las miradas curiosas del resto de clientes. Le doy una última calada al cigarro antes de apagarlo en el cenicero que centra la mesa y llamo a uno de los camareros.
Terminamos por pedir una lasaña para mí, y un carpaggio de melón para él. Mientras nos traen la comida seguimos hablando del caso.
Maxwell y yo no tenemos el mismo criterio sobre varios puntos analizados a primera vista y con simples especulaciones, y sin darme cuenta nos detenemos justo en el tema que quería evitar tocar a toda costa.
—¿Cómo llegó tu muñeca a los brazos de la víctima, Rossane?
Trago en seco. Siento una gota de sudor caer por mi frente, y dudo si mentirle o ser sincera con él.
—No sé de qué me estás hablando —me hago la desentendida.
—No te hagas la tonta. Sabes que esa muñeca me perteneció a mí primero.
—Puede ser una coincidencia, no tiene porqué ser la misma. Además, si lo fuera, hace tiempo que la doné a una iglesia para los niños sin hogar —miento sin dudarlo.
—Tampoco te hagas la buena samaritana y dime la verdad. Quizás pueda ayudarte. No creo que tengas algo que ver, así que busquemos respuestas juntos. ¿No quieres saber cómo llegó ahí? O si alguien intenta inculparte de alguna forma.
Y tiene toda la razón. Es muy extraña la coincidencia. La mala espina no se me ha quitado desde esta mañana cuando vi el cuerpo, o incluso de antes, ya al despertar. Es una sensación de no tener dominio de nada, como de estar a la deriva dentro de algo muy malo a mi alrededor.
—La tenía en mi cuarto el día que me marché de casa —le cuento, optando por abrirme un poco y darle un voto de confianza—, luego me olvidé de su existencia hasta hoy. Llevaba seis años fuera de Pasadena y nunca pensé en esa muñeca, ni en los cuatro meses que han pasado luego de mi regreso. No tengo idea de cómo llegó ahí.
—Alguien pudo haberla cogido, pero no quiero sospechar de tu familia a la ligera. Habrá que averiguar más.
Llega la comida y ambos coincidimos en almorzar al fin tranquilos. Es mejor ponernos al día o hablar de algo diferente al trabajo en lo que llenamos nuestros estómagos. Luego continuaremos.
Platicamos de todo un poco mientras comemos, poniéndonos al día sobre esos quince largos años en que no llegamos a saber nada el uno del otro. Me cuenta sobre cómo, meses después del juicio del asesino de su madre, Leandro lo mandó a estudiar a Italia para mantenerlo alejado del peligro que significaba la vida que habían escogido él y su difunta mujer.
Sin embargo, qué sorpresa tan grande cuando su hijastro regresó, nueve años después, convertido en uno de los detectives privados más importantes de todo el país europeo.
Fue entonces que decidieron abrir la agencia, y hacer un cambio en aquel mundo tan cruel y solitario, para comenzar a mostrarse a la luz pública y trabajar en equipo, en colaboración con medios formales como la policía o el departamento forense. Ellos tenían los permisos legales y la base de información certificada, mientras la agencia tenía puerta abierta a asuntos de menos protocolos, al bajo mundo y otros privilegios de cualquier organización fuera del margen de la ley.
Me parece interesante, y admirable, cómo se había conformado el lugar donde ahora trabajo, y del cual poco o nada se sabe salvo que sus agentes son los mejores.
No ha soltado ninguna información que me sea útil para sacar el tema de mi don, o cómo el sabe que lo tengo. Ni Leandro fue capaz de entender qué pasaba conmigo cuando me acogió, así que dudo que sea un simple comentario el suyo al mencionarle sobre mi excelente memoria en el despacho de su padre.
—Ya hablamos mucho de mi mundo… —me dice para desviar la atención del tema—. Cuéntame más sobre ti. Si vamos a ser compañeros a partir de ahora, tenemos que abrirnos uno con el otro.
—No he accedido a ser tu compañera, y tampoco hay mucho más que contar además de lo que ya sabes.
—Si hay. ¿Por qué la relación con tu madre es tan mala? —inquiere.
Yo dudo en contarle algo tan íntimo, pero al pensar mejor, y entender que nunca había hablado de eso con nadie —ni con Paolo—, decido sincerarme.
—No tengo la menor idea del porqué, salvo las cosas que ella misma me ha recriminado, y lo que he averiguado por mi cuenta.
—¿Investigaste a tu propia madre? —pregunta, asombrado.
Doy el último bocado de mi plato y dejo los cubiertos a un lado. Me limpio la boca con la servilleta antes de seguir hablando.
—Un poco, pero ya eso es algo que no te incumbe. Solo necesitas saber que nuestra relación pende de un hilo, y a veces es mala, pero normalmente es insostenible. Para cualquiera de fuera ella puede parecer una excelente madre, pero dista mucho de eso.
—Es una persona a la que le gusta cuidar las apariencias, por lo que veo.
—¡Y que lo digas! —exclamo, con un ataque de risa a punto de salir—. Y se cuida a un punto exagerado. Tal parece que no quiere dejar de ser perfecta. Si vieras los kilos de botox y silicona en su cuerpo te sorprendería. Parece más mi hermana que mi madre.
—Pero tu eres realmente hermosa, y te ves muy bien para tener veintiséis —confiesa—, sacaste lo mejor de sus genes al parecer.
—Es imposible que me parezca a ella —digo en tono bajo, más para mí que para él.
Soy consciente de la sombra que recubrió mi voz ahora mismo, pero no puedo decirlo de otra manera. Amelia Dawnd y yo no nos parecemos en nada.
—¿Y tu padre? —sigue con su intento de interrogatorio—. Si no te pareces a ella entonces debe ser a él.
—No quiero hablar sobre eso.
—Quizás necesites hablar sobre eso —me refuta. Su mirada curiosa me analiza, y espera una respuesta de mi parte.
Dudo…
Pero termino dando una negativa. Si hablar de mi madre es como quitarle el candado a la caja de Pandora, hacerlo sobre mi progenitor es ya abrirla de golpe. Es una información que me deja muy vulnerable, y no quiero mostrarme tan íntima y desnuda de sentimientos con alguien que ni conozco. Porque sí, al Maxwell de niño lo conocí muy poco, pero al hombre que tengo delante no lo conozco de nada.
Intuyo que es una buena persona, alguien con quien puedo llegar a entenderme; pero ya cometí el error de pensar eso mismo antes de otra persona, y terminé rota y con una herida difícil de cerrar.
No volveré a exponerme de la misma forma otra vez. Rossane Dawnd dejó de ser la chica ilusa de Las Vegas hace varios meses atrás.
Hola mis amores...
Espero que les esté gustando esta nueva historia.
La estoy reescribiendo con mucho cariño y cuidado, así que deseo de corazón que les sea de su agrado.
La siguiente actualización será el martes próximo.
Besosssssssssss ❤
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