Capítulo 1. "Yo soy Rossane Dawnd".
Todo día debe comenzar con una caminata matutina…
Hoy no es un día diferente al resto. Estiro mis piernas y cojo fuerzas para comenzar a andar los cinco kilómetros diarios de ida, y los mismos de vuelta hacia mi casa. Levantarse tan temprano en la mañana no es fácil, pero me adapté a salir a hacer ejercicio a esa hora desde hace ya varios años, cuando comencé a inclinarme por el mundo de la ley, los crímenes y las agencias de investigadores privados.
Y sí, mi nombre es Rossane Dawnd, investigadora privada y nueva miembro de una de las agencias de más prestigio en Los Ángeles, California.
Siempre he padecido de una enfermedad incapacitante, la cual ha afectado mi rendimiento a lo largo de mi vida, y tuve que esforzarme el doble que los demás en cualquier actividad que me propusiese; pero eso solo me motivaba, con la meta de aplastar el ego de todo aquel que alguna vez me dijo que yo “no podía”.
Y han sido duros años de sacrificio, de demasiados altibajos y dolores inimaginables para poder llegar a donde estoy hoy día. Nunca me he querido encasillar en el papel de investigadora modelo, siguiendo un estándar de empollona o con los sentimientos y emociones guardados en un baúl. No, me dejo guiar por lo que mi corazón dicta en cada momento; y rompiendo estereotipos, logré escalar y resolver cuanto caso me fuera impuesto. Pero esta metodología de hacer las cosas lleva sus trabas, y hoy día me siguen afectando las consecuencias de, en ocasiones, ser tan imprudente.
Ser muy buena termina siendo demasiado malo; es ley. Dejamos que las personas nos aplasten, hagan con nosotros a su conveniencia, mientras observamos sin ser conscientes de que, en algún momento, no seremos más que papel desechable para ellos. He intentado dar siempre lo mejor de mí, y eso ha pasado, repitiéndose como un bucle sin fin, donde no he sido más que un mero accesorio que tarde o temprano terminan desechando o aplastando.
Pero no más… no necesito un nuevo compañero para seguir haciendo lo que mejor sé: resolver crímenes y buscar culpables.
Me quedan pocas horas para darme un baño, desayunar y salir corriendo a la agencia donde comenzaré a trabajar hoy. Ya tenía listo desde ayer, mi outfit de mujer empoderada y profesional, con un ligero toque de recato y sobriedad. No, en serio, mis jeans y pullover de Mickey Mouse son muy profesionales, lo prometo. Último grito de la moda.
Entro sin decir una sola palabra, procurando no molestar a mis padres tan temprano, y evitar confrontaciones que luego pudiesen hacer peligrar mi desayuno. Sin embargo, el repiqueteo de unos perfectos tacones al final de la escalera me hace retroceder con molestia. Lo ha logrado, la señora Amelia Dawnd ha vuelto a acorralarme.
—Se te va a hacer tarde para ir a tu entrevista —me dice en tono despectivo—, y luego no podrás jugar a los detectives, Ross.
—Esto hace mucho tiempo dejó de ser un juego, Amelia —respondo como tantas veces—. Voy a subir a alistarme, necesito impresionar hoy si quiero una buena paga para largarme de aquí cuanto antes.
Tengo que ser fuerte y respirar profundo. Son solo unos días, solo estaré aquí el tiempo necesario para buscar un apartamento donde vivir. Desde que salí de Las Vegas hace cuatro meses, estoy viviendo nuevamente con mis padres y mi hermano. Fue idea de él que regresara a Pasadena para comenzar de cero, y retomara mi trabajo desde ahí, “como siempre debió ser”, según él.
En ese tiempo he buscado múltiples alquileres, pero todos demasiado caros y demasiado estrechos. Encontré uno de mi agrado hace apenas unas semanas, pero es necesario pasarle una manita antes de comenzar a vivir ahí. En mis ratos libres voy y lo arreglo a mi gusto. Una semana más y saldré de este infierno y de esta casa.
Mi madre baja lentamente desde el segundo piso, con gracia, escalón por escalón. Se queda a poco más de medio metro de distancia, todavía por encima de mí, y con una sonrisa comedida y torcida, escupe todo su veneno disfrazado de cariño real y preocupación.
—Hagas lo que hagas siempre serás mi pequeña, Rossane. Jamás podrás librarte de mi, la sangre es demasiado fuerte, querida.
—La sangre… —pienso en voz alta—, ¿esa misma que deberías transfundirte? Porque creo que la poca que tienes ya está como que podrida.
—No me ofendas —dice sin perder su compostura—, no es gracioso que trates de esta forma a tu propia madre.
—Solo piensa en lo que te digo. —Sigo con mi juego hacia ella—. Y no te inyectes más Botox, no sé si estoy hablando con una persona o un maniquí.
Juro que acabo de ver una vena palpitando en su frente. ¡Oh, si! Acabo de alterar a la señora Dawnd nuevamente, que bien se siente.
Parecerá inmaduro, injusto o inhumano hablarle así a mi propia madre, pero es totalmente justificado. Amelia no es santo de ninguna devoción, y hace muchos años atrás pude descubrirlo de la peor manera posible. Si solo el mundo supiera lo que ha sido capaz de hacer con tal de ser quien es actualmente, hace años estaría en la cárcel.
Pero es la mujer que me ha criado, y a quien debo no haber muerto de niña. Se ha ganado mi silencio, en el proceso perdió gran parte de mi afecto desde que descubrí su verdad. El secreto mejor guardado de la historia, y mi carta bajo la manga si en algún momento interviene en mi camino.
Subo hasta el segundo piso y me dirijo a mi habitación. Mi celular comienza a sonar con el nombre de “PaPo” en la pantalla. No tengo tiempo para él, así que simplemente lo ignoro y me quito la ropa sudada para entrar al baño. Me miro en el espejo unos minutos, detallando sobre aquel tatuaje en mi espalda que no recuerdo aún cómo había llegado ahí. Según Gil, mi hermano mayor, yo estaba demasiado borracha el día que me lo hice, y no le encontré fallos en su lógica; ya que, si algo está claro en mí, es mi gusto por las margaritas y mi poco aguante a las mismas.
Seguro habría sido el día que salí con Camila al antro, o cuando me escapé a la playa con Denise y su novio hippie. No lo sé, pero está claro que este extraño símbolo no apareció en mi piel por arte de magia.
Camino en dirección al baño, en bragas, cuando mi mirada se posa justamente en una figura a lo lejos, en la calle de al frente. Es un hombre, irreconocible desde la ventana que da a mi balcón, con gabardina y traje oscuro debajo. Mira fijamente en mi dirección, o eso parece desde mi distancia. Intento no preocuparme; pero algo me dice que me cubra y salga al balcón y le pegue un susto.
Agarro mi albornoz y abro la ventana, pero en cuanto doy un paso afuera el hombre da la vuelta y se va. No me da tiempo a gritarle algo, y el frío viento de la mañana me hiela la sangre al punto de ser insoportable estar fuera con tan poca ropa. Vuelvo a cerrar y hago como que nada pasó.
Entro al baño y abro la llave de la ducha, espero a que caliente bien y entro con cuidado para no resbalar. No sería el primer tortazo que me doy por estar de mensa y apurada. Ya una vez empapada por aquella exquisitez vaporosa, mi cuerpo se destensa y puedo eliminar mis preocupaciones, la discusión con mi madre y los nervios por el nuevo trabajo. Demoro poco más de diez minutos allá dentro, pero fueron suficientes como para salir renovada, y con la actitud necesaria para ponerme mi pullover de Mickey Mouse con la frente en alto.
Aunque, al final, termino vestida con pantis oscuras y vestido negro de corte princesa, y unas botas negras. Agarro por si acaso un saco en tonos negro y rojo, para taparme del frío característico de las calles de Los Ángeles en esta época del año. Agarro la cartera, el celular con las llamadas de Paolo, y el bálsamo labial que me aplicaré de camino al Centro, si es que quiero llegar a tiempo a la agencia en mi primer día.
Al salir de mi cuarto encuentro a Gil, con su cara de amargado de siempre, escrutándome de pies a cabeza.
—Pareces una chica gótica. Ese atuendo te resta edad—me dice.
—Pero me hace ver sexy y con mucho estilo —le respondo luego de darle un efusivo beso en la mejilla—. Esta combinación nunca falla.
—Espero que no te desilusiones cuando te den el trabajo. Ya te dije que no es tan emocionante como te lo imaginas.
Sonrío, aliviada de tenerlo a él. Era mi ángel guardián desde pequeña, aquel que me hacía olvidar todos los conflictos del día a día con el resto de mi familia. Ahora, luego de varios años sin verlo, me parece más imponente y atractivo. El policía más sexy de toda Pasadena.
—Gil, no busco emociones. Solo quiero sentirme útil en algo, y darle una oportunidad a mi talento. Necesito retomar mi vida y mi profesión.
—Entonces es perfecto para ti —dice, devolviéndome la sonrisa—. Hablé con Leandro, él se encargará de enseñarte la agencia. Los primeros casos que cogerás serán sencillos y te asignarán a un buen compañero.
—¡No jodas! No necesito ningún compañero, Gilbert. Y puedo ocuparme de mucho más que maridos infieles, actores encubriendo sus meteduras de pata o robos en casas de “mireyes”.
—Rossane, es eso o te vas buscando otro trabajo.
Es demasiado tajante, tanto que no vale la pena protestar más. Bajo las escaleras y salgo de la casa sin haber desayunado nada, tampoco es que tenga estómago para algo luego de que Gil me jodiera tan amablemente mis planes.
Puede ser una patada en el culo cuando le da la gana. Eso tampoco ha cambiado en él con los años.
No necesito un nuevo compañero, sé como resolver un caso por mi cuenta sin ayuda ni contactos de nadie. Una mujer bonita, fuerte y con carácter puede valerse más que cien hombres. Lo he aprendido a la fuerza, y es hora de llevarlo a la práctica, y olvidar de una vez por todas el pasado que dejé al salir de Las Vegas.
Miro el reloj de mi celular y ya son pasadas las ocho de la mañana. El centro de la ciudad no queda tan lejos, pero me urge llegar temprano. Leandro, el jefe de la agencia, podía ser un dolor de cabeza según mi hermano. Aunque yo no pienso lo mismo, solo conozco de Leo aquel lado amable que siempre me ha mostrado desde pequeña. Es un cincuentón típico del mejor policíaco que podría haber leído: canoso y descuidado, fumador compulsivo y una persona con muy pocas horas de sueño. Su mujer había fallecido en un “accidente” cuando yo era más joven; y misteriosamente, sin entenderlo aún, yo había sido clave para resolver aquel caso.
Desde entonces se volvió más familia que mi propia familia; aquel tío desolado pero amable que estaba para lo que necesitase. Incluso fue quien me adentró en su mundo, y quien me impulsó a dejar Pasadena y Los Ángeles en busca de una nueva vida. De tan solo pensar que nada pasó como lo teníamos soñado, se me estruja el corazón.
¿Se alegrará de verme o estará decepcionado? No pude usar mi don como él lo tenía planificado, y fallé rotundamente en seguir su ejemplo y en alcanzar mis sueños.
Aprovecho, ya montada en el taxi y sin ánimos de seguirme apuñalando el alma con cosas del pasado, para llamar a Paolo, mi insistente novio que no para de mandar mensajes desde temprano.
—Ross…
—Dime, PaPo —le llamo por el apelativo cariñoso que encontré juntando las primeras letras de su nombre y apellido—, me cogió tarde para salir de casa, por eso no te había contestado antes.
—Cariño, solo te llamaba para desearte suerte en el trabajo —dice en un tono poco convincente—, era solo eso.
—¿Tanta insistencia para desearme suerte? —inquiero con un poco de recelo.
El taxi se detiene en la dirección acordada. Saco unos billetes de la cartera y se los tiendo al chofer. Aún con el celular pegado a la oreja me bajo del auto, quedando en la calle del frente al edificio de ladrillos rojos donde se encuentra la agencia.
—Rossane… —dice mi nombre al otro lado del teléfono—, ¿sigues ahí?
—¿Aquí dónde? —pregunto, confundida. Me distraje un momento viendo la vieja fachada de mi trabajo.
—Te decía que me llegó un cliente ahora, que debo colgar. Solo eso, quería desearte suerte y escuchar tu voz antes de comenzar a trabajar.
—Ah… si, luego hablamos PaPo —le respondo, ya más atenta a lo que dice—. En la noche cuando vayas a cenar a casa te cuento todo.
—Hasta luego, loca —susurra con sorna.
No hay respuesta de mi parte. Accidentalmente colgué la llamada sin poder quejarme o reírme siquiera. Ni caso, me encuentro frente a un viejo ascensor que no me da muy buena pinta, así que opto por hacer un poco más de ejercicio y subir por las tristes y oscuras escaleras. Es en un cuarto piso, nada que estas fuertes piernas no puedan aguantar.
Una vez estoy en el pasillo del cuarto piso, mi impresión cambia completamente. Hay varias personas corriendo de aquí para allá con montañas de hojas y documentos en las manos, otras tantas hablando por teléfono o fumando dentro de la instalación. Camino, nerviosa, en busca de Leandro por algún lugar del recinto, mas no soy capaz de hablar con nadie por el caos desatado en este momento.
¿Se supone que sea así todos los días? Madre mía…
Una mano de agarra repentinamente, haciendo que de un brinco por el susto. Poco más y mi puño se estampa en la cara de algún pobre inocente.
—¿Eres la nueva? —me pregunta un hombre, el que me tiene agarrada del brazo.
Giro para observarlo, con el corazón en la boca todavía tras la impresión, pero con los nervios no soy capaz de razonar o pensar en quién puede ser. Seguro uno de los muchos trabajadores de aquí, alguien del montón.
—Aún no —respondo tras aclararme la garganta y soltarme de su agarre—. No me han hecho la entrevista.
—Estamos cortos de personal en este momento —me dice. Vuelve a agarrarme y jala de mí sin cuidado, abriéndonos paso entre el gentío. Llegamos a una puerta del pasillo y entramos a una de las oficinas, ahí me suelta y explica la situación—. Hoy haremos una excepción. Ya me encargaré de llenar tu plantilla en recursos humanos.
—¿Pasó algo?
—Si, tenemos un caso complicado y nuestros agentes están en ello, pero nos faltan manos… y cerebros para investigar. ¿Trajiste algo donde apuntar?
Niego. No me hace falta ninguna libretilla para apuntar nada. Si de algo puedo regodearme es de mi excelente y prodigiosa memoria.
Revuelve varios papeles encima del escritorio luego de mi negativa. Encuentra un bolígrafo y una hoja en blanco, y en ella apunta una dirección.
Norton Simon Museum.
411 W Colorado Blvd, Pasadena, CA 91105.
—¿Mi primer caso? —pregunto una vez agarré el papel en mi mano.
—Si, preguntona. Mi nombre es Maxwell Bronthew, agente de servicio en el departamento de C.F.M de la agencia.
—Pero… —Trago en seco, pensando si hablar o no—, así, sin más. Voy, resuelvo un simple caso y ya está. ¿Es eso?
Maxwell me mira extrañado. Busca su celular en un bolsillo de su gabardina y llama a alguien.
—Leo, ¿tu sobrina es una joven de unos veintitantos, trigueña y de ojos azules? —le pregunta a Leandro al otro lado de la línea—. Anja… ok. No te preocupes, yo me encargo.
Y cuelga.
—¿Qué te dijo?
—Ve a esa dirección —dice sin contestar a mi pregunta—, en un rato te alcanzo. Solo necesito dos cosas: la primera es que observes el trabajo de tus compañeros antes de actuar por tu cuenta; allá verás a Alexandra Duglas, otra detective en campo. La segunda, que no menciones que eres sobrina de Leandro por el momento. Cuando resolvamos esto se harán las presentaciones pertinentes.
—Una simple aclaración —explico para dejar claras las cosas—, yo no necesito compañeros. A pesar de como me veo, llevo demasiado tiempo en este mundo y sé valerme mejor yo solita.
—¿Tienes novio? —me pregunta.
—Si… ¿A qué viene la pregunta?
—A nada. Solo dale mis bendiciones. Aguantarte debe ser un verdadero infierno.
Y se va, antes de darme tiempo a procesar sus palabras. Me alegro que lo haya hecho, o me iban a despedir en mi primer día de la patada en el culo que le iba a dar. ¡Quién se cree este Maxwell para decirme tal ofensa sin conocerme!
Paolo es más que feliz conmigo… estoy completamente segura. En dos meses de relación no he tenido una sola queja de su parte.
Luego de unas cuantas maldiciones internas salgo de ahí tras de ese imbécil, mas lo pierdo de vista entre aquel alboroto. Al parecer el caso es grave, así que debo hacer todo lo que esté en mis manos por ayudar. Corro escaleras abajo, salgo del edificio y pido otro taxi rumbo al Norton Simon, el museo privado más importante de la ciudad, donde seguramente me espera mi primer caso luego de casi un año de inactividad.
Ya le mostraré a Leandro, a Maxwell y a Gil que estoy hecha para esto, y que conmigo nadie más va a jugar. Rossane Dawnd cambió el día en que volvió a poner un pie en Pasadena, y ahora tendrán que agarrarse, porque vienen tormentas tras mis pasos para aquellos que intenten menospreciarme.
Holisss!!!!
Estuve en pausa un tiempo, para dedicarme al 100% a corregir y reescribir los capítulos de esta historia.
Comenzamos con nuevo título y enfoque diferente.
Quédense si quieren saber más sobre esta nueva Rossane Dawnd 🤩❤
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro