Capítulo 13. Grabados
Eran altas horas de la noche en cuanto el móvil del mayor empezó a sonar. Se maldeció por no quitarle el sonido antes, aunque le extrañaba que alguien llamara a esas horas. Se giró hacia donde se encontraba el aparato para luego fijarse que la llamada era de Irene.
- Dame una sola razón por la que me tienes que despertar a las 3 de la mañana- su tono era de enfado, pero procuraba susurrar para no despertar a Bonnie, que dormía tranquilo muy profundamente.
- Mira, que sepas que a mí tampoco me ha hecho mucha gracia que me levantaran a las 2 de la madrugada, así que te aguantas y me escuchas- la chica tomó aire-. Ok, por lo que me he podido enterar, porque estaba somnolienta, Golden dice que tenemos que ir a su mansión ahora porque tiene que enseñarnos algo importante, tanto a ti como a mí... Así que ya te estás levantando, vistiendo y saliendo por la puerta de tu casa con Bonnie en brazos, ¿oíste?
- Alto y claro- el mayor entonces reaccionó-. Espera, ¿a qué te refieres con llevar a Bonnie en brazos?
- No irás a levantarlo a estas horas de la noche, ¿no? Él por su parte tiene que dormir sus horas, digamos que ahora de noche es como si fuera un niño pequeño de verdad, y no es buena idea despertarlo a estas horas, pues se podría enfadar.
- Ok, pues ahora bajamos- y colgó.
El peliazul refunfuñó y se levantó pesadamente de la cama para vestirse y ponerse "decente". Para cuando ya estuvo listo, cargó a Bonnie con mucho cuidado de no despertarlo, con su conejito, y salió de su casa, para encontrarse con la chica castaña.
- Bien, menos mal que me has hecho caso, pensé que tendría que entrar con una sartén para despertarte- Irene se reía en voz baja.
- Y yo que creía que era Paola la loca...
- Créeme, con ella habría sido peor- Irene los guió hasta la limusina de Golden-. Vamos, que nos llevan.
Bon entró en el vehículo, seguido de Irene, para luego ir en dirección a la casa de Golden. Mientras iban en la limusina, Bon no paraba de mirar a Bonnie, pues tenía mala cara. Era como si estuviese incómodo con algo, entonces se fijó en su coleta, que estaba justo donde Bonnie dejaba todo el peso de su cabeza en ella, lo cual parecía molestarle. Con cuidado, desató aquel recogido y le revolvió el pelo, haciendo que el pequeño estuviera mucho más cómodo, tal vez por eso no siempre se recogía el pelo. Irene los miraba de reojo. Bon al parecer podría llegar a ser un buen padre al fin y al cabo, y Bonnie disfrutaba de sus cuidados, pues no todos los días se recibe tanta atención por parte de la persona que te gusta, si no sabe que es él quien le gusta. La chica sonrió cálidamente y desvió la mirada hacia la ventana del auto. ¿Por qué Golden los habrá llamado a esas horas? Esperaba que fuera algo verdaderamente importante, porque si no... lo iba a hacer "brillar" de verdad. El coche paró delante de una lujosa mansión que tenía un gran jardín delantero iluminado con pequeñas lamparitas en el césped. Irene y Bon bajaron del coche para encontrarse con Jeffry, el asistente de Golden.
- Buenas noches, jóvenes- Jeffry les saludó inclinando la cabeza-. El señor Golden les espera en la sala.
Se dio la vuelta y se adentró en la gran mansión. Bon e Irene intercambiaron miradas y siguieron al pelirrosa por la enorme casa. Al entrar pudieron claramente ver a Golden sentado en el gran sofá esperándoles con una cara serena. En cuanto Jeffry los dejó solos, Irene se abalanzó sobre Golden, intentado no hacer mucho ruido para no despertar a Bonnie, que dormía en los brazos de Bon.
- ¡A ver, chico lámpara! ¡¡Danos una buena excusa por habernos despertado a semejantes horas de la noche!!- la castaña lo sacudía agarrándole del cuello frenética mientras susurraba/gritaba.
- ¡I-Irene, c-cálmate! ¡Me asfixias!- Golden casi no podía hablar.
Bon agarró a Irene de su camiseta por atrás, alejándola de Golden. También estaba enfadado, pero si quería saber el porqué los despertaron lo mejor era dejar hablar al chico dorado.
- Vale, ¿a qué viene todo esto, Golden?- habló ahora el peliazul.
- Sólo quería avisarles de que creo que alguien os vigila- el rubio se puso serio de repente-. En la fiesta de Chica, por la noche...
~Flashback~
Golden dormía plácidamente sobre su saco de dormir, cuando escuchó que alguien se levantaba a su lado. Abrió un ojo y vio cómo Bon se levantaba y se dirigía a la habitación en la que estaban las chicas y Bonnie, lo cual se lo imaginaba, ya que a Bon le preocupaba mucho el pequeño pelimorado. Luego de un rato, notó que alguien más salía de la habitación... era Toddy, y llevaba algo en su mano, parecía una cámara. Quiso saber qué iba a hacer y la siguió. Vio cómo grababa la conversación de Bon y Bonnie, y la fue a detener, si no fuera porque esta se dio cuenta antes, y le golpeó la cabeza con la cámara, dejándolo inconsciente en el suelo y llevándolo de vuelta a su cuarto.
~Actualidad~
- Y es por eso que quería avisarles- Golden bajó la mirada-. Esa Toddy no me da buena espina y está tramando algo.
- Ahora entiendo ese golpe que escuché en mitad de la noche- Bon colocaba su mano en su barbilla.
- ¿Y qué podemos hacer?- Irene estaba de los nervios.
- Por eso os he traído aquí, para que estéis a salvo- el rubio se levantó del sofá-. Seguro que Toddy va detrás de vosotros, pues tal vez quiera entregar a Bonnie a algún laboratorio para ganar una recompensa y ser reconocida...
A Bon le hirvió la sangre de sólo pensar en ello, miró a Bonnie y lo abrazó muy fuerte, intentando no llorar.
- No... No dejaré que nadie se lo lleve...- al peliazul se le empezó a entrecortar la voz, y la castaña y el rubio le abrazaron juntos, dándole a entender que no estaba solo.
- Tranquilo, Bon, no dejaremos que nadie se le acerque, mas que tú- Irene le acarició la espalda y le dio unos golpecitos en esta.
- Sí, no tienes de qué preocuparte. Estáis a salvo aquí.
- Gracias, chicos... son los mejores.
En eso, cuando se separaron de aquel abrazo, Bon notó cómo Bonnie agarraba su camiseta y se aferraba más a su pecho, abrazando su conejito. Aquello enterneció tanto al mayor que no pudo evitar abrazarlo de nuevo y darle un beso discreto en la frente.
- Bueno, y ahora que estamos aquí, ¿dónde vamos a dormir?- Irene seguía cansada, y era de esperarse, pues eran las tres y media de la madrugada.
- Ah, sí. Creo que ya están listas vuestras habitaciones. Venid conmigo.
Golden les guió por los largos pasillos de la mansión. La verdad, es que si no tenía cuidado, el peliazul se acabaría perdiendo muy rápidamente.
El rubio les llevó hasta dos puertas blancas detrás de él. Tras la primera se encontraba una habitación simple, de paredes azuladas y buena decoración. Tenía mucha luz y una gran cama al lado.
- Bien, esta será tu habitación, Irene- el chico de hizo a un lado para dejarle pasar.
Irene por su parte, lo primero que hizo fue tirarse encima de su cama y dormirse al instante. Mientras, el rubio guiaba al peliazul, que seguía teniendo en brazos a Bonnie, hacia la otra puerta, esta, un poquito más grande. Aquella habitación era enorme. Tenía todo tipo de juguetes para niños y peluches gigantes. Al lado de la cama verde, había una pequeña cuna, adornada con un móvil giratorio colgando y más peluches. Además de que, desde aquella habitación, se podía acceder fácilmente al jardín trasero, donde estaba la piscina climatizada del rubio.
- Golden... ¿no es demasiado?- Bon estaba demasiado sorprendido para hablar.
- Para nada. Es más, yo creo que aún falta algo...- Golden iba a llamar a Jeffry, pero el peliazul lo detuvo.
- No, no. Está bien así, gracias Golden- el moreno intentaba convencerlo, y lo logró, pues Golden ya se iba a su cuarto.
- Si tú lo dices, está bien. Ya hablaremos mañana, buenas noches- y se fue.
El mayor observó detenidamente la habitación. Tenía lindos detalles en blanco formando figuras en la parte inferior de la pared. Los muebles blancos azulados le daban un toque de comodidad. Entonces Bonnie empezó a moverse en su sitio, y a Bon casi se le cae del susto. Para no cometer una idiotez, acostó a Bonnie en la cuna y lo arropó con cuidado, poniéndole su conejito de peluche al lado. Se apoyó sobre la barandilla de su cuna y se quedó un rato observándole, soltando largos suspiros enternecidos. Dios, era demasiado tierno. Sin dudas, estaba realmente enamorado del pequeño. No iba a dejar por nada del mundo que alguien lo apartara de su lado. No se percató de que ya pasó media hora y seguía en la misma postura. El sueño le ganaba y también debía dormir sus horas. Acarició delicadamente la carita de Bonnie, sintiendo su calidez y suavidad. Lo dejó dormir tranquilo y se fue a su cama, susurrando un "buenas noches" y un "te quiero" apenas sonoro.
~Al día siguiente~
Bonnie tenía mala cara, pues nada más despertarse vio un montón de barrotes rodearle.
- Ni que estuviera en una cárcel...- soltó irritado.
Se sentó en su sitio y miró a su alrededor. Parecía que estaba en una guardería. Entonces una pregunta crucial atravesó su mente:
¿Dónde está Bon?
Se agarró a los barrotes y se puso de pie para mirar a la cama de su lado. Estaba vacía. En ese momento, alguien entró por la puerta, pero para su mala suerte, era Irene.
- Buenos días, dormilón, ¿qué tal has dormido?- se acercó al pequeño.
- Bien, supongo, ¿dónde está Bon?- el pequeño se preocupaba.
- Ah, está en la cocina, hace poco que se ha levantado, ¿quieres que te lleve con él?
- ¡¡Sí, por fi!!- levantó sus bracitos para que lo sacara de aquella prisión y lo llevara junto a su maestro.
- ¡Oye! Guárdate la kawaiiosidad para matar a Bon, no a mí- se reía la castaña para sacar a Bonnie y cargarlo hasta la cocina.
Cuando llegaron a esta, Bonnie observó cómo Bon conversaba tranquilamente con Golden sobre cosas sin sentido para el pequeño.
- Mirad quien se ha levantado por fin...- la chica dejó a Bonnie en el suelo.
- Ya era hora, es muy tarde- Golden reía mientras miraba a Bon, que se ponía cada vez más rojo.
El pequeño no tardó en salir corriendo hacia el peliazul y, al llegar junto a este, alzaba sus pequeños brazos para que este lo abrazara, pero el peliazul estaba demasiado impactado con la ternura de Bonnie, que hasta le empezó a sangrar la nariz.
- ¡Maestro! ¿Qué te pasa? ¡¡Te está sangrando la nariz!!- el pelimorado se llevó las manos a la boca, y Bon volvió a la realidad.
- A-ah, no, no, tranquilo Bonnie, estoy bien- le sonrió el peliazul.
Bonnie, más calmado, volvió a levantar sus brazos, abriendo y cerrando sus manitas, y Bon, sin perder ni un momento, esta vez lo cargó feliz y le dio un fuerte abrazo mañanero, que el pequeño, muy contento, correspondió.
- Bueno, pues yo voy a seguir con el antídoto, ¿Golden, dónde está el laboratorio?- Irene tiraba del brazo del rubio para sacarlo de la habitación, dejando solos al peliazul con el pequeño.
- Bon- Bonnie le llamaba, haciendo un puchero-, tengo hambre.
- Jajaja, pues ahora te doy de desayunar- reía el peliazul, dejando al pequeño en su silla y preparándole un buen desayuno.
La mañana pasó tranquila, aunque muy aburrida para los chicos. Decidieron ir un rato a pasear al jardín trasero, ya que tenía unas flores muy bonitas y un gran invernadero, mientras Golden se ocupaba de cosas del trabajo e Irene seguía con la solución en el laboratorio.
Bonnie caminaba al lado de Bon, sin separarse ni un centímetro de él. Cuando veía una flor que le gustaba se acercaba a ella y la olía. Le gustaba mucho. Al parecer, aquel jardín era enorme, parecía más una casa de campo que una mansión de ciudad. Había una zona de hierba en la que no había nada más que hierba. Bonnie no lo pensó dos veces y se tiró en la hierba para empezar a rodar. Le divertía mucho hacerlo, se sentía libre. Bon, por su parte, se reía de las travesuras del pequeño y se sentó cerca de donde se había quedado el pequeño. El pelimorado se tumbó en la hierba con su cabeza sobre las piernas del peliazul.
- Se está muy bien con este calorcito, ya hacía tiempo que no usaba manga corta- Bonnie se miraba los brazos descubiertos y luego miraba al cielo.
- Qué suerte que Golden aún tenía ropa pequeña, aunque me pregunto de dónde la habrá sacado- el peliazul sentía la brisa fresca del verano agitar su pelo y acariciar su piel morena.
- Qué sabrá nadie- Bonnie se fijó en una flor muy peculiar-. ¡Mira maestro! Un diente de león.
Bonnie cogió con cuidado aquella planta entre sus manos y se sentó al lado del mayor. Este se quedó observando la flor.
- Venga, pide un deseo- Bon lo animó.
Bonnie asintió, cerró los ojos y lentamente sopló el diente de león, haciendo que las semillas se esparcieran por el aire.
- ¿Qué has pedido?- Bon lo miraba intrigado.
- Jeje, es un secreto- dijo el pequeño para tumbarse entre las piernas del mayor, recostando su cabeza en su pecho y mirando cómo volaban las semillas, sintiendo los brazos del mayor rodearle la espalda y su cabeza sobre la suya.
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Palabras: 2292
¡Disfruten!
- Irene
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