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Capítulo 9

Me zambullo de nuevo en el agua y nado hasta el fondo. Allá abajo el agua está más fría, pero lo más lindo de estar debajo del agua, es la calma y el silencio. Sientes como si el mundo solo fueras tú y el agua, el agua y tú. Emerjo y lo miro, con las mejillas sonrosadas y esa mirada tan cautivadora y especial que posee.

Sus iris de color esmeralda me analizan, sus labios se presionan en una fina y perfecta línea. Nunca habría llegado a pensar que sus labios me dejaran tan buen sabor de boca, y tampoco que él me arremetería con un beso sorpresa. Y como una adolescente, le pido al cielo y las estrellas que esto no sea un sueño que se irá como la bruma, después de darme un pellizco.

-¿Te sientes libre? -Me pregunta Nick, con una tierna sonrisa.

-Sí, Nick. Me siento como las cipselas de un diente de león, cuando son arrastradas por la brisa -contesto, nadando hacia él.

En los últimos instantes me he adaptado a la temperatura inclemente del agua. Apuesto a que Nick ya se sentía como un pez, desde que sus pies rozaron el agua.

-Zambúllete conmigo -Me propone él, pasando una de sus manos por mi brazo izquierdo. Logrando así unas dulces caricias que me enconan el vello.

-Hace segundo y medio me he sumergido.

-No importa, zambúllete conmigo -insiste con una sonrisa.

Me tapo la nariz con una mano y cierro los ojos. Nick me abraza y sé que es el instante perfecto para tomar una profunda bocanada de aire. Cuando nos hundimos se hace el silencio y solo estamos él y yo. Abro los ojos, y aunque la figura no es del todo nítida, es suficiente para quedarme como una boba, admirando su cabello ondeándose como las algas en el océano. Puede que los ojos me ardan un poco, pero logro mantenerme firme, y no los cierro con tal de seguir mirándole a él.

Sus labios rozan los míos y accedo a experimentar mi primer beso debajo del agua. En cierto momento me pongo nerviosa, pero Nick abrazándome, sosiega mi zozobra con sus caricias. Es mágica la experiencia de besar a alguien debajo del agua, se siente increíble. Pareces flotar en medio de toda la profundidad. Pareces esas cipselas del diente de león, que flotan en el aire sin rumbo fijo. Mientras nuestros labios están unidos, mi mente vaga por todo lo que hemos pasado, no ha sido tanto, pero ha sido algo que dio un giro inesperado a mi vida.

Puede que me haya vuelto a sentir libre, o esa jovencita de la universidad que se iba de fiesta con sus amigos y bebía hasta no poder saber el sentido de sus pasos.

Todo es muy lindo debajo del agua, sí. El silencio y la gran seguridad que me ofrece Nick, pero todo esto se derrumba en cuanto siento que ya no queda ni pizca de oxígeno en mis pulmones. Le zarandeo del hombro, para avisarle de que ya debemos emerger, y lentamente brotamos del agua, como un botón de rosa abriéndose y dando al descubierto una hermosa flor.

-¡Dime que me quieres! -Me susurra Nick, mientras me rodea con sus fuertes brazos.

-Yo... -titubeo, divagando en mis pensamientos.

-¡Dilo! -Me exige, pero sus ojos me comunican otra cosa. Me comunican la necesidad que mi príncipe tiene de escuchar cuanto lo amo.

-Te quiero, Nick. Te quiero más que a nada -respondo y lo beso en la mejilla.

Mis palabras sinceras y delicadas, avivan la llamarada que lo recorre en su interior y abalanzamos nuestros labios hacia una nueva película de acción en la que él me muerde con tanta fuerza el labio inferior, que casi grito. He sentido como si una espina atravesara mi labio, ha sido fatal y la sangre brotando de la pequeña herida de sus dientes, no ha tardado en llegar.

-¡Joder! -exclama con los ojos como platos-¿Te he hecho daño? ¿Te duele? -Me pregunta preocupado.

¿Nick preocupado por mí?

Bueno, la verdad es que ahora estamos comenzando algo, y es normal que él se preocupe por mí, como yo por él. Aunque yo no le hubiese mordido el labio, cualquier cosa que le pasase sería motivo de preocupación para mí.

-La verdad es que sí -respondo segundos después pasándome la lengua por el labio, para ver si se me aplaca el ardor.

-En serio mil disculpas, princesa. Es que me he dejado llevar por todo lo que está pasándonos. -Se excusa, un poco angustiado.

No puede ser más lindo que esto. Nicholas está preocupado por mí. Por un simple mordisco en el labio que solo me ha sacado tres o cuatro gotas de sangre. No puedo hacer más que tomarle de la barbilla con una mano, y obligarle a que me mire. Su mirada está un poco distante, como si hubiese cometido algún error que le llevará a pena de muerte.

-Nick, por favor, no pasa nada -Le digo, buscando sosegar su mirada.

Su labio inferior tiembla, y realmente no sé si es debido al frío, o porque está abarrotado de angustia.

-Estoy bien, solo hace un poco de frío -Eso me alivia. Prefiero eso, a que se sienta angustiado por mi causa-. Mejor ya salimos del lago. Vendremos otro día, quizás cuando el clima esté cálido -Me sonríe, y me quedo un instante admirando los hoyuelos que se dibujan en su semblante.

-Vale -Salpico con una mano, y le mojo la cara.

Me mira como si fuese un cazador, mientras se frota un ojo con una de sus manos.

-Ahora verás -Me dice en tono juguetón, mientras yo doy brazadas por todas partes, tratando de alejarme de él.

Reímos como los típicos tontos. Nos salpicamos de agua y nos abrazamos. El último beso antes de salir del agua es de los mejores, de tres minutos de duración-o al menos así yo lo creo-. Todo va tan bien desde nuestra declaración, no hemos discutido, y lo más trágico que ha pasado, ha sido la mordedura dolorosa que me ha proporcionado hace unos minutos.

Salimos del lago, estoy empapada y congelada. El frío que alguna vez he pensado que se había vuelto ausente, ahora me tiene en un solo temblor. Nick me envuelve en su chaqueta, y mientras estoy sentada en la banca abrochándome las correas de mis zapatos de tacón, él se está abotonando su camisa de tela fina y blanca como nube.

-Me gustaría poder ofrecerte un abrigo, en vez de una chaqueta tan fina -Se dirige a mí, mientras se acomoda la corbata negra.

Lo miro y niego con la cabeza, para dejarle claro que con su chaqueta estoy bien. Es mejor que nada, y el detalle es lo importante. Creo que, desde nunca, un hombre se había preocupado tanto por mí.

-Mejor nos vamos. Aunque quisiera quedarme, el frío está que pela -Le informo, abrazándome por encima de la chaqueta negra.

Aunque el agua y todo lo que hemos hecho, ha ayudado a que mi mente se abra paso a la lucidez, todavía hay algunas cosas que no tengo claras del todo. Y lo peor, la mirada se me ha vuelto un reguilete en medio de un huracán. Todo se mueve y me pregunto qué pasa, si es que hace unas dos horas todo iba bien. Puede que el alcohol me esté haciendo el verdadero efecto en este jodido momento.

-Te veo un poco ida, ¿todavía tienes mareo? -Me pregunta, mientras mi mirada está perdida en el césped de un verde tupido.

Me paso la mano por la frente y exhalo un suspiro, el cual después de expedido se transforma en vaho-. Solo un poco, al parecer el alcohol me está jugando una mala pasada -contesto con la voz un poco distante, mientras lo miro acercándoseme.

-Bueno, entonces sabes que irás hasta el coche cargadita en mi espalda. -Me avisa y no me niego, sería algo imposible.

Me alza en sus brazos, después me cuelga en su espalda y yo me encargo de cruzar mis brazos por su cuello. Apoyo mi cabeza en su húmeda espalda, y lo dejo llevarme hasta el auto.

-Sabes que podía caminar sola, ¿verdad? -digo en un simple susurro, mientras él todavía camina conmigo en su espalda.

-No podía arriesgarme a que te virases un tobillo o algo parecido -replica el muy sobreprotector, haciendo una pausa para sostenerme con más fuerza.

No tengo idea de la hora que sea. Solo sé que es muy tarde y espero que mi hermana no me venga con sus sermones a estas horas. Por Dios, solo me la imagino, apoyada en el umbral de la puerta principal, justo cuando lleguemos. Con los brazos cruzados y el entrecejo fruncido. Con llamaradas ardientes brotándoles de los ojos.

Siento el irritable sonido de la alarma del auto de Nick desactivándose, y después el crujido de la puerta abriéndose.

Él me deja suavemente en el asiento del copiloto, y me abrocha el cinturón de seguridad. Con los ojos entornados lo miro, y él me sonríe débilmente. Nunca podré deshacerme del recuerdo de su mirada, de sus ojos verdes y todo a lo que ha empujado mi vida. Todo puede ocurrir en un pestañazo, en un solo segundo el destino te puede poner a manos de quien cree tu otra mitad. Aunque no esté segura de sí Nick es o no mi otra mitad, de lo que sí estoy completamente segura, es de que lo amo y agradezco a la vida por hacer que me lo topara en el camino.

Él hace lo propio y se pone al volante. Cuando introduce la llave en el contacto y el auto acelera, me siento un poco más tranquila. En primera porque estoy camino a casa, y en segunda, porque sé que estoy segura con él.

Nick me está hablando acerca de algo, pero su voz está lejana y no alcanzo a escuchar nada de nada. Mis párpados se vuelven pesados e intento mantenerlos abiertos.

«Solo será un pestañazo», me digo mentalmente, antes de cerrar los ojos.

• • •

-Ann, despierta -Escucho una voz un tanto lejana-. Ya llegamos a tu casa, vamos perezosa -Siento una mano zarandeándome del hombro, y caigo en cuenta de que no es un sueño.

Pestañeo varias veces al abrir los ojos, y la silueta de Nick se divisa tan cerca de mí, que tengo que tragar saliva y respirar profundamente para calmar los latidos precipitados de mi corazón.

-¿Ya llegamos? -pregunto con voz ronca, tratándome de erguirme.

Asiente y su cabello se mueve despacio. Me desabrocha el cinturón, y el aire se acomoda más fácil en mis pulmones. Me vuelve a tomar en brazos y logra sacarme del coche. Se lo debería agradecer, ya que de hecho estoy toda parapléjica y no logro moverme, la bebida me la ha liado. La cabeza me sigue fallando, y el estómago se me ha revuelto de una forma brutal.

Cierra la puerta en un crudo impacto y comienza a caminar. Mientras me tambaleo colgando en su hombro, miro el suelo empedrado, y levanto un poco más la vista para chequear mis hermosas peonías que se están marchitando.

Nick toca en la puerta y cuando esta se abre, siento como si un mar de lava se me abalanzara encima, o una estampida de elefantes aplastara hasta el último hueso de mi cuerpo. La voz preocupada, alarmada y hostil de mi hermana es un balazo que no puedo esquivar ni con tapones para los oídos.

-¿Dónde estabais vosotros? -pregunta con sequedad.

-Disculpa la hora, es que yo y Ann estábamos cenando y el tiempo se nos fue de las manos -miente Nick, pero sé que solo quiere salvarme la campana.

-¿Cómo pudisteis no mirar el reloj, aunque sea un momento? -Lo interroga Jolie, evadiendo su justificación. Ya la veo, encolerizada e incrédula-. Sois adultos, ¿en dónde estaban vuestras cabezas?

-Vale. Lo siento, creo que no he sido del todo consciente, pero me harías un gran favor si te hicieras a un lado para poder pasar -dice Nick, y me percato de que está comenzando a molestarse. Apuesto a que su tono amenazante, ya se ha engullido a mi hermana.

Jolie se ha hecho a un lado, aunque no deja de murmurar barbaridades. Es muy irascible, aunque tranquila en partes iguales. Muchas veces le he aconsejado que calme su genio, pero no funciona del todo. Para ella su deber primordial es controlarme todo el tiempo.

-El estómago y la cabeza me dan muchas vueltas -Me quejo bajito, para que ella no me escuche.

-Entonces te darás una ducha y te beberás una gran taza de café, para que aclares la mente -sisea Nick, dejándome en el mueble.

-¿Cuánto ha tomado la hermanita modelo? -Le pregunta Jolie a Nicholas, cerrando de un estrepito la puerta principal.

-No he estado pendiente de cuanto bebía, pero sé que no ha sido poco -responde Nick.

No me atrevo a mirar a ningún sitio. Prefiero hacerme la inconsciente o algo, porque sé que, si mi hermana se percata de que estoy despierta, comenzara uno de sus obstinantes interrogatorios.

-¡Perfecto! -dice ella un poco arrogante-. ¿Por qué has dejado que bebiera? -Ahí viene la dinamita.

Los dientes de Nick crujen de tan apretados que están, su mandíbula se ha tensado en menos de un segundo. Ya mi hermana ha logrado que se enoje. Sé que es un hombre que odia las preguntas, y también las respuestas negativas. Se cree superior y alfa en cualquier sitio que pisa, pero creo que ya me he acostumbrado a ello.

-No soy su padre ni una mierda para andar diciéndole que debe o no hacer -replica mi príncipe, bueno, mi dragón que escupe fuego.

-Lo que digas -murmura Jolie, moviéndose de sitio-. Por favor, déjala en su habitación y márchate. Más tarde le llevaré una toalla para que se duche, y una bebida caliente. -Le informa y siento el rugido de nuestra televisión encendiéndose.

Sé que la televisión es una forma que utiliza para refugiarse de conversaciones que no quiere continuar. Y bien sé que lo que ha comenzado con Nicholas, es algo que no desea acabar. Ha visto la faceta oscura del hombre que le ha hecho tantos regalos, y eso no le ha gustado ni un poco.

-Yo pensaba en quedarme a cuidar a An...

-Ni lo intentes -lo corta Jolie-. Es mi hermana y de ella me encargo yo -exclama con aspereza.

Lo miro de reojo, y solo eso me basta para atisbar la ira en su rostro. Sé que está pulverizando a mi hermana con la mirada, destruyéndola completamente.

Se carraspea y se levanta conmigo en sus brazos-. Solo deseo lo mejor para Anna-dice con la voz diferente, y me pregunto qué ha pasado con el tono gentil que utilizaba conmigo en aquel lago. Todo ha dado un gran giro, y ahora su voz es huraña y suena rasposa.

Ella suelta una carcajada que logra irritarme, pero si digo o hago algo, será peor.

-Me importa un comino lo que desees. Ahora ve allí y deja a mi hermana en su jodida habitación -gruñe tirando el control remoto en una dirección desconocida. Yo solo sé que algo se ha quebrado.

¡¿Qué rayos le pasa?! Me pregunto tan iracunda, que no logro hilar muchos pensamientos.

Ya pronto le reclamaré por su actitud más que borde. Claro, cuando deje de tener arcadas y una vista doble de todo.

-Bien entonces -murmura él con la voz entrecortada. Como si hubiese caído derrotado.

Mientras camina en dirección a la habitación, miro las pálidas paredes del pasillo. Las fotografías enmarcadas, que alguna vez fueron reales. Los padres que alguna vez tuve, e incluso el perrito que se me murió debido a una enfermedad de la cual no entendía, en el tiempo en que solo tenía cinco años. Pero solo recuerdo que lloré mucho, porque era mi único amigo.

A veces suelo pensar que todos somos invitados en la vida, y que el anfitrión, que es La Parca, decide quien se va de su fiesta. A veces puede ser muy injusto y crudo, ciego e incoherente. Con mis padres fue de lo más injusto. Ellos merecían vivir y disfrutar de momentos, como el nacimiento de su primera nieta, Fernanda.

Miro a Nicholas, y veo algo que nunca me hubiese imaginado. Está a punto de derramar lágrimas. Lágrimas que ha contenido todo este tiempo, porque es un hombre fuerte. Dirijo una mano a su mejilla y le acaricio suavemente, casi como un leve roce.

-Quisiera que... -susurra, aunque no lo dejo terminar cuando cierro sus labios con uno de mis dedos.

-Sé muy bien que deseas quedarte conmigo -digo en un susurro y añado-: lamento que mi hermana se haya comportado de una forma tan borde.

Mi corazón se ha acelerado un poco, y no tengo ni media noción de por qué. La mirada de Nick parece un pedazo de hielo, está rígido como una piedra, y no ha intentado decir más nada. Y yo, aunque quisiera salir en su defensa, en estos momentos no estoy ni medianamente bien como para ello. Es duro escuchar las palabras cortantes de mi hermana, cuando se está en un grado de embriaguez un poco intenso.

Nick gira del picaporte y se adentra en la habitación. No paro de decirme a mí misma que mi habitación es un lugar que odio. Es muy fría y repleta de recuerdo buenos y malos. Buenos porque son parte de mi vida, y malos porque me hacen rememorar cosas que amo, y que ya no tengo conmigo.

Me recuesta con delicadeza en el colchón blando y se sienta en un extremo apartado de mí. Mientras me meto bajo el edredón, él me contempla en posición pensativa. Sus ojos me estudian como si fuera uno de esos libros de los cuales uno no se puede despegar por su trama pegajosa, o como si de un puzle se tratara. Su cabello está ligeramente desordenado, sus mejillas sonrosadas y una pequeña sonrisa hace mención en su semblante, supongo que después de darse cuenta de que yo también lo estoy estudiando, o desvistiendo con la mirada.

-¿Q-qué miras? -Le pregunto incómoda, mientras me acomodo una almohada detrás de la espalda.

-A ti, a qué más -responde bajito y añade-: Solo miro lo hermosa que te ves, es todo.

-No tienes que estar tan apartado de mí, acércate -Le digo y sonrío, mientras le hago sitio a mi lado.

Asiente, se retira los zapatos y los deja con sumo cuidado junto a los míos, los cuales están un poco enfangados, por cierto. Se mete en la cama conmigo, mientras yo miro los calcetines blancos que lleva puestos. Me abraza con uno de sus brazos por la parte baja de la espalda, y con el cuidado que se requiere, me atrae más hacia sí.

Nos miramos durante segundos, minutos quizás. Sus ojos se han vuelto más cálidos que una taza de chocolate caliente en un día de invierno. Ahora sus iris verdes desprenden brillo, mientras el reflejo de mi rostro, es lo que plasman. Me acaricia en la mejilla con su mano, con tanta delicadeza, que le respondo cerrando los párpados y dejando escapar un suspiro ansioso de más contacto. Me besa suavemente, es corto el periodo en que nuestros labios húmedos se juntan, pero adoro ese momento, aunque quisiera que hubiese durado un poco más.

-No quiero que te apartes ni un segundo de mí -susurra en mi odio, logrando estremecerme.

-Yo tampoco quiero eso. No ahora que sé que me quieres. -digo en respuesta a su dulce comentario.

Siento un dolor parecido al de cuando una flecha te atraviesa el pecho, o en mejores términos, la cabeza. Es algo parecido a una descarga eléctrica muy fuerte, que me estruja el cerebro como si de un papel se tratara. Y aunque no quiera, suelto un gemido mientras mis parpados se oprimen con fuerza.

-¿Qué pasa? -pregunta él, mientras su aliento cargado de bebida se aferra en mis mejillas.

Aunque el dolor persiste en mi interior, no quiero otro motivo de preocupación para Nick. No quisiera verle angustiado, y menos echándose la culpa de que esté borracha como una cuba. Trato de relajarme antes de responderle para que mi voz no se escuche temblorosa, porque sé que se percataría al instante.

-Sí, Nick -contesto dibujando una falsa sonrisa y añado-: Estoy estupendamente.

-Vale, solo preguntaba para saber si estabas o no apta para un jueguito -dice el muy pícaro, apretándome más contra sí. Prendiendo una llama en mi pecho.

Me hago la incrédula y alzo ambas cejas, entornando los ojos- ¿De qué clase de "jueguito" hablas? -Le pregunto conteniendo a esa risita ansiosa que corretea por mi garganta.

-Bueno... solo pensaba en pegar mis labios en los tuyos y jugar al tocadito -dice simulando ingenuidad, lo que me calienta más todavía.

Acaricio con una de mis manos su pecho protegido por la camisa blanca, mientras que, con la otra, enredo mis dedos en su pelo. Lo miro a los ojos y descifro el deseo en ellos. Sé que me desea tanto como yo a él, y también que se está absteniendo de hacer algo que haga que me olvide de Jamie Dornan al instante, o bueno, no. Pasará un buen rato para que olvide esos ojos azul marino y esos labios carnosos.

-Hazlo -Le digo, pero al parecer los segundos son pocos para que lo procese.

-¿Quieres jugar al tocadito? -Me pregunta en tono infantil.

Asiento, mientras enrosco mi dedo índice en un mechón de sus cabellos.

Nuestros labios se juntan tan salvajemente, como si nuestra vida dependiese de eso. Yo cierro los parpados porque me gusta así, mientras sé que él me sigue mirando. Trazo con mis dedos nerviosos los músculos de sus brazos, mientras él me sostiene de la espalda y me acaricia como si fuese de cristal. Esto es una sensación por la que vale la pena vivir, y también hacer esperar a las malas sensaciones del alcohol en el cuerpo.

Sus manos descienden por mi cuerpo, como si estuviesen trazando un mapa sobre mi piel. Aunque sé que, en estos momentos, sus manos están tirando del bajo de mi vestido, no caigo en ello porque el momento mágico y lleno de brillo está sucediendo. Le desanudo la corbata y la tiro a lo lejos, sin rumbo fijo.

Ahora el muy desvergonzado me tira del cabello, como pidiendo más fuego en el momento, pero no puedo darle eso que busca, borracha o no.

-No podemos hacer esto -Lo detengo, interponiendo una mano entre nosotros.

-¿Por qué? -pregunta secamente, un poco molesto. Lo evidencio en su mirada.

-Porque no quiero que mi primera experiencia sexual sea algo que olvide de hoy para mañana. No deseo algo así, Nicholas -replico, un poco molesta.

-Ya... -El tono seco y frío que usa para hablarme, logra que el alcohol se me suba al cerebro.

Me separo de su lado y me destapo. Me siento en la orilla del colchón, apartada de su mirada incomprensiva. Ni siquiera se ha dado por enterado de que soy virgen y que nunca he experimentado algo así.

-¿En serio te gusto? -Le pregunto, mirando el anillo brillante en el dedo anular de mi mano derecha.

Se acerca hacia mí, y siento su respiración caliente en mi cuello. Me erizo, mientras trato de no ver a ninguna parte. Porque me siento incomprendida, y sé que él no ha entendido el punto de esta discusión.

-Claro que me gustas Anna. ¡Mírate! Eres una preciosura -dice, y decepcionada me levanto del colchón y me pego contra la pared.

La decepción se alborota en mi pecho, mientras las llamas de deseo no desaparecen de sus ojos. En estos momentos podría decir: Todos los hombres son iguales. O me podría preguntar ¿Él sabrá a lo que me refiero con gustar? ¿Él sabrá que su mirada me hechiza? ¿Y qué los momentos divertidos si no son con él, no tienen gracia?

-No te gusto realmente -Siento como unas cuchilladas me desgarran desde dentro, e intento controlar el llanto que se avecina como una tormenta.

-Claro que me gus... -dice, pero lo corto empujándole.

-¡Mentiras, Nicholas! -Me trago la bilis que asciende por mi garganta-¡No has visto en mí, lo que yo he visto en ti! -Le doy punto final a nuestra conversación, señalándole la puerta.

Mira hacia la puerta, y con el ceño fruncido me pregunta:

-¿Quieres realmente que me vaya? -Me pregunta con los ojos enrojecidos.

Asiento en respuesta. Amargada en mi interior repleto de púas y cristales rotos. La decepción es algo que puedo evidenciar en su rostro, mientras se pone la corbata con apuro. Sé que está de lo más que apurado en largarse de aquí sin decir nada, pero tampoco quiero exigirle nada.

Las cosas pueden ser luz en un instante, y al otro volverse un torbellino. Pueden ser turbias y frías, duras como la piedra. Y todavía no logro explicarme de qué manera, esto que hemos logrado construir, se derrumbó en menos de lo que canta un gallo.

Se repasa el cabello en el espejo que cuelga de una pared, pero sé que lo está mirando es a mí. No se atreve a verme directamente a los ojos y eso me decepciona más. Es él quien ha cometido el error; es él quien solo se ha interesado en mi físico y no hurgado más allá de la carcasa, cuando yo si vi un corazón bonito, y un alma que tenía mucha felicidad y momentos mágicos que ofrecer.

-Si estás pensado que te despediré o algo, tranquila -dice girándose hacia mí, y trago saliva al caer en cuentas de que la única que está llorando, soy yo.

¿En serio Nicholas? ¿Eso es lo que crees que pasa por mi mente?

-¿En serio crees que pensaba en eso? ¿En serio crees que eso es más importante que lo que acaba de pasar? -replico bullendo en rabia-. No, Nicholas. No pensaba en mi jodido trabajo. Pensaba en que sólo has sabido valorar mi cuerpo, cuando yo hacía lo posible por descifrar lo que me decía tu mirada, cuando hacia lo posible por entender cada una de tus palabras -Él me mira con un poco de palidez en el rostro, lo que es señal de que sabe muy bien a lo que me refiero. Si antes lo creía un simple idiota, ahora lo creo el rey de todos ellos, el más grande de los idiotas.

-Enserio necesito irme -dice tartamudeando, sin atreverse a mirarme a la cara-. Necesitaré mi chaqueta, porque hace frío.

-No te detendré.

Me quito su mierda de chaqueta y se la tiro con rabia. No quiero verle, no se atreve a dialogar y resolver lo que él ha comenzado, al admitir que solo le gusta lo que ve por fuera. Y yo de tonta explicándome, para solo ver más de ese desinterés.

Sale de la habitación y siento como el alma se me cae a los pies. Mi mundo se sume en la mayor de las oscuridades, no siento mis manos. Solo estoy parada aquí, presenciando como el hombre que me ha hecho ver el mundo de una forma muy diferente a la anterior, se va sin decirme siquiera un simple «Adiós». Y lo peor, es que creo que en parte es mi culpa, en parte yo he iniciado esto. Yo he querido saber qué era lo que le gustaba de mí, que lo atrajo de mi forma de actuar, no de mi cuerpo. Pero al parecer él solo ha puesto sus ojos en mis curvas o lo que queda de ellas. Él es quien tiene la mayor de las culpas en todo esto. Él es quien me ha roto en poco.

¿Podré combatir a la vida sin él a mi lado?

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