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Capítulo 33

     Narrado por Anna

     25 de agosto, 2016.

      Sharon ha venido a recogerme esta mañana después de que Louisa nos telefoneara a las dos, para que fuéramos a su departamento, el cual está ubicado en el barrio histórico de Anacostia. Antes he avisado a mi jefe que habían irrumpido en mi casa, pero no he dado muchos detalles, y por el tono de preocupación en su voz, creo que entendió todo lo que le expliqué. Cuando pasamos cerca del río reparo en que llegamos, y suspiro, el viaje hasta aquí no ha sido el más divertido, creo no lo ha sido ni un poco, más bien incómodo. Aunque Sharon ha intentado hablarme, me resigno a hacerlo. Las palabras están embutidas en mi garganta, siento que no pueden salir de mi boca. Es una sensación para nada placentera, el nudo en mi garganta contiene todo en mi interior.

     —Ya llegamos —dice Sharon deteniendo el coche. Siento como el suave ronroneo de su auto plateado se detiene.

     Tomo mi bolso y me bajo. El edificio de ladrillo consiste en cuatro plantas, y por lo que sé, Louisa vive en el último piso. Por entre las ranuras del ladrillo se esparcen enredaderas y las ventanas de cristal no son para nada amplias. El día es gris y un poco frío, a pesar del mes en que nos encontramos. Nos adentramos y tomamos las escaleras, ya que el edificio no tiene ascensor. Increíble.

     Sharon toca varias veces sobre una puerta blanca que tiene grabado en dorado el número ocho. Por el resquicio de la puerta se cuela la luz, y por ello llego a la conclusión de que mi amiga se encuentra en casa. Al instante la puerta se abre y me quedo sorprendida cuando veo a Louisa con una pequeña niña pelirroja en sus brazos. Debe de ser Hilary. Tiene los ojos de color verde oscuro, y grandes como dos balines.

     —¡Qué bueno que habéis venido! —exclama nuestra amiga mientras se hace a un lado para que entremos en su apartamento.

     —¿Cómo está esa pequeña pelirroja? —le pregunta Sharon encantada, mientras pasamos dentro. Los ojos le brillan.

     —Muy bien. Hoy se ha aprendido dos nuevas figuras geométricas —responde Louisa con una sonrisa mientras se acomoda el flequillo que se ha dejado crecer en estos últimos meses, detrás de la oreja.

     Miro a mi alrededor. Las paredes son de color azul marino y el suelo de madera clara y reluciente, de un color parecido al del marfil. Hay unas pequeñas butacas y un sofá en una esquina de la habitación, junto a una televisión de pared y una mesita para café, donde se encuentran tres tazas de café humeantes.

     —¿Pasa algo? —me pregunta Louisa dejando a su pequeña sobre un pequeño cojín, con varios juguetes a su alrededor—. Te noto distraída —Me ha pillado. Estoy más concentrada en mirarlo todo, que en mis amigas. No sé qué me está pasando realmente.

     —No… no pasa nada —balbuceo sentándome en una butaca frente al sofá forrado de un material de color gris.

     —He preparado café —anuncia ella, y me hago la sorprendida a pesar de ya haberme dado cuenta. No quiero echar a perder la reunión entre amigas—. Tiene chocolate y canela.

     Tomo la taza entre mis manos. Está caliente, pero no tanto. Cuando le doy el primer sorbo gimo sin darme cuenta, amo el sabor del café mezclado con el chocolate y la canela.

     —No me canso de decir que tu hija es una monada —comenta Sharon mirando a Hilary, quien se encuentra entretenida con sus juguetes—. Si mis hijos Violeta y Joyd pudieran volver a ser pequeños, sería muy feliz —Sonríe de tal forma, que sus cachetes se colorean de rojo escarlata instantáneamente.

     —Gracias —Se apresura a decir Louisa—. Pero bueno, no habéis venido hasta Anacostia para hablar de mi hija. Me he enterado de lo que te ha pasado, Anna —Ahora me mira directamente a mí. Solo quiero que esta butaca se abra y me trague, para ver si así se evapora mi vergüenza.

     —Sí, bueno —mascullo—. Hace dos días Nicholas y Bridget irrumpieron en mi casa, y cuando entré los encontré besándose en mi salón. —Se me amarga la vida solo con decirlo, por eso no quería hablar sobre el tema. Ya que sé lo mucho que afecta a mi bienestar personal, pensar y hablar sobre esto. Pero bueno, son mis amigas.

     »Después de echarlos de casa repase en todo el desastre que causaron. Todos los cajones de mi armario estaban tirados en el suelo, y mi álbum de fotos estaba roto. En el salón había una lámpara y un jarrón rotos, me querían dañar más de lo que estaba, y lo consiguieron. —Comienzo a juguetear con mis dedos de manera nerviosa. Solo decir lo ocurrido hace dos días me deja un sabor de boca terrible.

     —¿No has pensado en denunciar a esos dos locos por allanamiento? —pregunta Louisa exasperada. Estas tías se ha tomado las cosas con más seriedad que yo.

     —No. La verdad es que no —Miro a mi alrededor, y reparo un instante en las dos coletas que Louisa le hizo a Hilary.

     —¿Entonces los encontraste besándose en mitad de tu salón? —Se nota que Louisa está casi explotando—. Al parecer tu «amiga» no resulto ser quién creías que era.

     —Ya lo creo —Sharon pone los ojos en blanco y le da un sorbo a su café—. Tendré una gran conversación con Nicholas. No puede ir regando su mierda por todos lados, no le bastó con lo que te ocurrió hace unos meses.

    El estómago se me llena de espinas solo de pensar en lo que me ocurrió hace unos meses. No podré olvidar nunca lo que todos aquellos capullos que deberían arder en el infierno, me hicieron. Me magullaron y violaron de la peor manera. Me sentí una basura, y mi opinión al respecto no ha cambiado mucho desde ese entonces.

     —¿Podemos no hablar de ese incidente? —le pregunto a Sharon con lágrimas en los ojos. Ella parece analizar mi expresión durante un instante, y luego asiente concorde a mi petición.

     —Cuando el padre de Hilary venga a buscarla para llevarla a su casa, podremos irnos a algún sitio mejor que este —dice Louisa mirando la hora en su reloj de pulsera—. Ya debería de haber llegado, son las tres y prometió estar aquí a las dos y media —comenta entre dientes.

     —Tranquila —Se apresura a decir Sharon para calmarla—Seguro que se ha retrasado por el tráfico. Sabes que se ha vuelto una mierda últimamente —Noto el alivio en su cara cuando Louisa asiente, aunque su respiración parece haberse vuelto trabajosa.

     —Ma… mamá —balbucea Hilary desde su pequeño asiento adornado con juguetes sonoros, mientras agita sus pequeños brazos en el aire.

     Louisa se levanta y la toma en sus brazos. Luego le comienza a hacer cosquillas, y cuando para de reír, la trae junto a nosotras.

     —¿Por qué no la sostienes un rato? —me pregunta sonriendo, y yo la miro a ella y luego a la pequeña con cabello color zanahoria.

     —Vale —respondo estirando mis brazos sobre la mesita de café, y cuando Louisa me la deposita entre ellos, la atraigo hacia mí.

      Hilary me da varias sonrisas y comienza a jugar con mi pelo, algo que me saca de quicio, pero que, por el bien de todos, decido aguantar. Conversamos un rato más y cuando llegan las cuatro pasadas, ya Louisa está caminando de un lado del salón al otro, y la pequeña Hilary se ha quedado dormida en mi regazo. Parece un pequeño ángel con su cabello crespo y de un color similar al de su madre, recogido en dos coletas.

     —Lo llamaré nuevamente —dice claramente enojada. Creo que su yugular estallará en cualquier instante.

     Vuelve a sacarse el móvil del bolsillo trasero de sus vaqueros, y comienza a caminar de un lado a otro igual que una desequilibrada, justo como hace un momento. Después de varios segundos en los que casi arroja el teléfono contra la pared pintada de azul marino, se sienta en la butaca con lágrimas en los ojos.

     «¿Qué está pasando, amiga?» Es lo que tengo ganas de preguntarle, pero parece demasiado afectada, y no quiero meter el dedo en la llaga.

     —Está bebiendo nuevamente, mierda —Se sorba la nariz y se limpia con el dorso de la mano el rímel que comienza a ligársele con las lágrimas—. No sé por qué cojones sigo creyéndole a ese capullo. —murmura para sí misma, mientras mira la arboleda más allá de la pequeña ventana de cristal.

     —¿Qué ha pasado esta vez? —le pregunta Sharon colocándole la mano en el hombro.

     —Ni puta idea. Pero debe de estar bebiendo por ahí, en algún maldito bar —responde ella con la voz quejumbrosa y áspera, como si hubiera tragado clavos y trozos de vidrio.

     Me remuevo un poco en el asiento, y Hilary se queja en sueños, pero se mantiene dormida. Pobre pequeña. La miro y un flashback de mis padres discutiendo invade mi memoria.

      La puerta suena, y los estruendos hacen que la pequeña abra los ojos asustada. Cuando veo que sus ojos se tornan vidriosos, la abrazo y le hago esconder su pequeña cabeza en mi pecho. Louisa se levanta como un resorte desde donde se encuentra, y se traslada hasta delante de la puerta, la cual tiembla debido a los golpes que la siguen amenazando.

     —Debe de ser él —comenta Sharon en voz baja con una evidente expresión de horror—. Llamaré a la policía —Toma el móvil de su bolso y comienza a marcar el número de emergencias con la respiración claramente laboriosa, pero nada comparada a la de Louisa. El corazón me late a mil.

     Louisa abre la puerta y al mismo tiempo un hombre casi la atropella para irrumpir en el apartamento. Es alto y moreno, tiene una gran mata de pelo crespo, de color negro, que cubre su cabeza. Unas terribles ojeras se evidencian en su rostro, sus labios están resecos y pálidos. Su mirada cargada de ira recorre todo el salón hasta plantarse sobre mí, o bueno, sobre la pequeña niña asustada que esconde su diminuto rostro en mi pecho.

     —¿Crees que en esas condiciones mi hija se irá contigo a algún lado? —le dice Louisa bullendo de cólera. Cierra la puerta con un fuerte estruendo, y se le planta delante poniendo los brazos en jarras.

     —Me llevaré a la renacuaja quieras o no —le desafía él, y cuando dirijo mi mirada hacia sus brazos, repaso en las venas que se muestran alteradas debajo de su piel tostada.

     —Vete —le pide Louisa. Claramente ha comenzado a sentirse débil, porque su voz se torna deleznable.

     —No me moveré de aquí —replica él hombre apartándola a un lado, con tanta fuerza, que esta acaba empotrada contra la pared, y un cuadro que se hallaba colgado en ese espacio se viene abajo, formando bullicio.

     Hilary tiembla abrazada a mí, y cuando el tío está a menos de un metro de donde estoy sentada, siento que debo de actuar. El hedor a alcohol se inyecta en mis fosas nasales, y mis pulmones casi colapsan. Me levanto con la niña en los brazos y cuando intento alejarme, él ya tiene mi brazo atrapado en una de sus mugrientas manos. Me mira como si quisiera matarme, su mugre hace que quiera vomitar, y el hedor a alcohol es algo intolerable.

     —Dame a la renacuaja —me exige y niego con la cabeza, desafiante.

     —Su nombre es Hilary, y creo que debería de darse un baño antes de tocarla siquiera —le contraataco adustamente—. Suélteme —me desprendo de su agarre y me alejo de los muebles mal colocados.

     El tío toma todos los adornos que descansan sobre una pequeña estantería, y los lanza por todas partes. Luego vuelca las butacas y la mesita de café, quebrándolas en su totalidad. Sharon se aparta de ahí todo lo rápido que puede, con el corazón saliéndosele por la boca.

      —Te dejaré sin nada, zorra —dice mirando a Louisa, sus ojos inyectados en sangre se clavan en ella vilmente—. Me las pagarás por haberme arrebatado todo —continua mientras le entierra el puño a la madera del reposabrazos de una butaca, logrando que esta se astille.

     —Lleva a Hilary a su habitación —me pide Louisa con lágrimas en los ojos—. La policía se encargará de él.

      Con la amargura perforándome el pecho me adentro en el pasillo y abro todas las puertas a mi paso, hasta que doy con la habitación de Hilary. La dejo sobre la pequeña cama con estampados del personaje de dibujos animados, Tinker Bell, y me instalo junto a ella para que se sienta más segura.

     —Papá siempre es violento con mamá —dice al poco rato, cuando un gran estruendo se escucha desde el salón de la pequeña casa.

     —Todo irá bien —le aseguro envolviéndola en mis brazos, y añado—: A mamá no le pasará nada. —Aguanto la respiración un momento, para evitar que las lágrimas se escapen de mis ojos.

     Justo en ese momento me recuerdo a mí misma de pequeña, mientras que Jolie me tomaba del brazo y me llevaba a nuestra habitación. Y luego, después de eso, se sentían los gritos de mamá y papá. Jolie sabía lo que pasaba, pero yo no entendía el porqué de la hostilidad entre nuestros padres. No sabía que papá tenía una terrible adicción que casi le llevó a divorciarse de mamá. A veces mamá acaba con uno que otro cardenal, y nos explicaba a Jolie y a mí, que le ocurrían mientras realizaba las tareas de la casa.

     —¿Me puedes alcanzar a Barbie? —me pregunta señalando con su pequeño índice hacia el techo de su casita de muñecas.

     Asiento intentando sonreír, pero no puedo. Me levanto un poco—Solo lo suficiente para alcanzar la muñeca—, y luego se la entrego y evidencio una débil sonrisa cuando la toma en sus pequeñitas manos.

     —¿No has pensado otro nombre para tu muñeca? —le pregunto y ella niega con la cabeza.

     —Se llama Barbie, es un nombre bonito e inusual —alega con ingenuidad, y yo sonrío un poco.

     Minutos después se escucha el sonido de unas sirenas y las luces azules y rojas penetran en la ventana de la habitación de Hilary. Se ha vuelto a dormir abrazando a la muñeca de cabellera rubia. Parece más bonita que antes, un pequeño ángel que sobresale del resto por su brillo e ingenuidad invaluables.

     Me levanto y camino hasta la ventana. Cuando miro a través del cristal veo dos coches de policía aparcados delante del edificio. Sin hacer ruido alguno salgo de la habitación, y camino por el pasillo casi oscuro hasta el salón. Al entrar en la habitación veo a un policía esposando al hombre que ha destruido media casa de Louisa, y a mis dos amigas llorando sobre el suelo. Noto un terrible golpe en la mejilla de Louisa, y no tardo menos de dos segundos en aterrizar junto a ellas en la fría madera

     —¿Te ha golpeado? —le pregunto a Louisa, mirando con detalle la marca que se esparce por gran parte de su cara.

     Me mira repleta de dolor y asiente. Coloca mis manos sobres las suyas, e intento que paren de temblar. Esto ha sido una terrible pesadilla que me ha traído recuerdos de mi infancia y parte de mi adolescencia. El escozor no para de perforarme el alma.

     —Tendréis que venir a declarar —dice uno de los policías—. Este sujeto se pasará una larga temporada en una celda. Le sugiero que pida una orden de alejamiento contra él —Mira fijamente a mi amiga, y esta asiente viendo como sacan a base de patadas a su exmarido.

     Luego de que prestamos declaración y pasamos por la desagradable experiencia de estar por más de una hora en una comisaría, yo y Sharon llevamos a Louisa de vuelta a su casa, y la ayudamos a recoger el desastre. Cuando la dejamos completamente segura, y lista para dormir, paso a la habitación de Hilary y la miro durante un momento mientras duerme. Veo un poco de mí en ella, no sé si es bueno o malo.

      Al llegar a casa me quito los tacones que me torturaban los pies, y camino directamente hacia la nevera, de donde tomo una botella de vodka que tenía guardada desde hace una semana. Tomo un vaso de cristal y cuando le agrego el hielo, vierto el vodka en su interior. Voy hacia el salón y pongo reproduzco un disco con la recopilación de las canciones de Taylor Swift. Me doy un trago de vodka y siento como la bebida baja ardiente por mi garganta. Recuerdo nuevamente como mi padre golpeaba y le gritaba a mi madre, y vuelvo a beber un poco más.

     Al poco rato me siento levitando, parezco una maldita pluma dirigida por la brisa. Miro hacia la mesita de café, donde descansa mi teléfono. Lo tomo y busco la aplicación de los mensajes, veo un poco borroso, pero no me confundo al ver sus ojos verdes y cabello de miel. Abro nuestro chat y le escribo, ayudada por el corrector:

     Te extraño mucho, imbécil.

      Luego de que me termino el contenido del vaso, tomo la botella y pego mis labios a ella para darme otros sorbo del ardiente vodka.   

    

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