Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 3

El sol se ha escurrido por la rendija de la ventana y ha decidido molestarme maltratándome el rostro. Juro que tenía una alarma programada para las siete, pero no ha sonado. O no la he escuchado.

Le echo un vistazo rápido al reloj digital que hay en mi mesita de noche y reparo en que son las 7:43 de la mañana.

Me yergo hacia delante y me estiro un poco para dar bienvenida al nuevo día. Un día de mierda en que no dejo de sentirme una escoria debido a Nicholas. Suelto un bostezo y abro bien los ojos. Ese maldito vestido rojo y de encajes está tendido en el respaldo de la silla de mi escritorio.

Me desperezo y me levanto. Voy cocina y abro el frigorífico. Me encuentro con tanta comida que me quedo embobada. Todo esto debe ser la compra online de la que me ha hablado Nicholas. Pensé que no iba en serio. Pero bueno... ahora lo compruebo.

Me erizo ante el aire gélido que mana del frigorífico y me quedo analizando si debo probar bocado, cuando todo esto ha salido de su bolsillo. Lo hago. Tomo una manzana y una caja de leche evaporada de una de las puertas.

Vierto un poco de leche en un vaso de cristal y le pego un mordisco a la manzana jugosa. Me termino la manzana en un santiamén y me bebo la leche apurada.

Es muy bueno desayunar algo diferente de pizza napolitana recalentada.

La puerta del cuarto de mi hermana se abre y me sobre salto. Suspiro, tranquila al ver que es Jace frotándose el cabello rojo zanahoria con una mano, mientras que con la otra censura un bostezo. Me da un saludo cansón y yo le sonrío devolviéndole el gesto. Después él desaparece tras la puerta del baño.

Friego el vaso y me dedico unos minutos a limpiar las encimeras de la cocina.

Siento un poco después los pasos de Jace y cuando lo veo, esta trajeado con una camisa y pantalones de vestir, los dos a tono, y una corbata, color hueso. Lleva en la mano un portafolios, que si bien recuerdo, le regaló mi hermana la navidad pasada, conjunto a unos calcetines. Me hace un último gesto y sale de casa. Debe ir a esa reunión que me mencionó Jolie.

Son una pareja bastante linda y unida. Llena de planes. Prevén la idea de irse a Nueva York a vivir. El solo hecho de quedarme sola y sin mi hermana, me hace querer llorar. No quiero que mi hermana se aparte de mí. Pero tampoco se lo diré, porque no soy nadie y no me permitiría troncharle el camino que se está labrando.

Miro hacia la moqueta y advierto una mancha rojiza. Hasta el momento en que la veo no recuerdo que hace tres días, mientras preparaba lasaña, se me cayó un poco de salsa de tomate.

Zambullo un paño en legía y lo comienzo a frotar contra la moqueta. Con la intención de deshacerme de esa mancha. Después de un rato restregando el paño contra la moqueta, caigo vencida. La macha carmesí no se cae del todo, pero hay que fijar bien la vista para darse cuenta. Y eso me tranquiliza en parte. Ya que mi amiga Bridget viene a visitarme la semana que viene, y es de lo más pulcro que me he encontrado en este jodido planeta.

Me aseguro una vez más de que la mancha no sea un estorbo en mi visita futura y me lavo las manos.

Me dirijo hacia la habitación de Jolie y entro sin tocar. Sé que todavía está dormida y no la quiero despertar. Tomo una silla y me siento a su lado.

Me dispongo a ver como duerme protegiéndose el vientre. Quisiera saber que se siente tener un fruto dentro de ti, pero no estoy apurada en descubrirlo. Debo escoger a alguien en quien confíe y sepa, que no me dejara a la larga o a la corta.

-¡Por favor, no! -grita mi hermana, sacándome de mi ensoñación con los embarazos.

Le miro y tiene el rostro sudoroso y pálido. Está un poco temblorosa y su pecho sube y baja aceleradamente. Aún está dormida.

Temo tanto por ella, como por Fernanda.

Me levanto de la silla y le agito el hombro con la esperanza de que despierte.

-¡Jolie! -grito mientras la zarandeo.

Sus ojos se abren al momento y me buscan. Tiene los ojos rojos y vidriosos. Aspira y espira buscando la calma y sus brazos me rodean.

Le beso con cuidado en la frente.

-¿Qué te pasó? -le pregunto preocupada. Acariciándole los rizos dispersos por su cabeza.

-Anna, fue terrible... -Su voz se escucha un poco ronca y temerosa-. Soñé que daba a luz y una enfermera pelirroja me arrancaba a mi Fernanda de los brazos y me juraba que no volvería a verla. -gimotea con la respiración trabajosa.

-Solo fue un sueño Jolie. Nadie te podrá arrancar a tu hija. -le susurro buscando la calma-. ¿Quieres un poco de agua? -le ofrezco preocupada.

Esas pesadillas que ha tenido últimamente en las que le arrebatan a mi sobrina, podrían tener una repercusión desastrosa. Su presión no se puede disparar, o puede morir la bebé.

-Vuelvo ahora.

Voy hacia la cocina y tomo una jarra con agua y un vaso. Vuelvo a la habitación y la encuentro recostada a la cabecera de la cama, con una almohada en su espalda.

Le sirvo el agua y apurada se la toma y me pide una segunda ronda.

Después de beberse el agua le noto más calmada y eso me tranquiliza. Miro la hora en su despertador y después la vuelvo a mirar a ella.

-Alcánzame esos retratos. -me pide señalándome los que hay encima de la cómoda.

-¿Los de mamá y papá? -le pregunto un poco nostálgica y taciturna.

Asiente despacio y le alcanzo los cuadros.

De reojo veo a mamá y papá besándose, y de fondo Disneyland. El parque al que nos llevaron cuando fuimos a California y yo tenía ocho años, y mi hermana once.

-Jace hoy tendrá una reunión con su jefe, para pedirle el traslado a la sucursal de Nueva York. -dice Jolie repentinamente y me saca de la ensoñación con mis padres.

La piel se me eriza y fuerzo una sonrisa incómoda para no preocuparle.

-De seguro que os va fenomenal por allá. Es mejor que este sitio y... os sentará mejor esa ciudad más abierta a oportunidades. -Le digo y trato de contener las lágrimas que se tambalean en mis ojos.

Enarca las cejas y da palmaditas en el colchón, para que me siente a su lado.

-Nada será bueno, si tú no estás ahí. -me abraza y suelto un poco la riendas y lloriqueo como una niña cuando se le cae la bola de helado del barquillo.

-Solo espero que seáis felices allá en Nueva York. -gimoteo-. Pero me preocupa el hecho de que no tendréis tiempo para Fernanda. Vosotros estaréis muy ocupados trabajando y... ella no recibirá toda la atención. -me explico.

-Si quieres, no nos vamos y listo. -dice tranquila y añade-: Le hablo a Jace y nos quedamos.

Claro que no. Como he dicho antes, no quiero troncharles el camino.

-No -replico-. Vosotros tenéis que darle un futuro mejor que esto a Fernanda. -señalo las paredes de mi corriente casa.

-Quiero que veas nacer a Fernanda... y no me iré hasta que eso suceda, Anna. -señala mientras se pasa una mano por la panza.

Me gusta ver como mi hermana piensa en mí. El mes que viene ya sale de cuentas y estoy ansiosa porque el momento llegue.

-Quiero ver con quien tiene más parentesco. -sonrío y suspiro con nostalgia.

-De seguro que se parece a ti. -Me pincha.

-Claro. Será idéntica a mí. -Le digo con ironía.

-De seguro.

Reímos juntas por un momento.

-Jace se ha tomado muy en serio Nueva York. -Su voz suena lejana de la alegría.

-¿No quieres ir? -La conozco y sé cuándo algo la disgusta.

-Claro que no. -Se lleva una almohada a la cara-, pero Jace sigue empecinado en que nos irá mejor en aquella ciudad llena de humo y gente frívola.

-Háblenlo. En una pareja la opinión de los dos importa. -le aconsejo tomándole una mano.

Se quita la almohada de la cara y suspira.

-Será en vano. Esta muy arraigado a esa idea y no es fácil hacerle cambiar de parecer. -dice con pesimismo.

-Si quedáis en algo, quiero que os quedéis aquí. Yo me buscaré algún lugar cerca de aquí, que esté en renta. -le digo sopesando las posibilidades.

-No. -replica secamente.

-¿No?

-No -recalca con seguridad en su tono de voz-. Esta es tanto mi casa como la tuya. No te marcharás así sin más. Y menos por un capricho de Jace. Nuestros padres querían que la cuidásemos y mantuviésemos las memorias intactas. Ambas. ¿Sabes cómo se pondría mamá si estuviera viva y te escuchara decir esa tontería?

Vale. Creo que no he sopesado muy bien mis palabras.

-Los extraño mucho. -Le digo flaqueando el tono.

-Yo también. Todo el tiempo.

-Fue mi culpa por insistirles en que se fueran de viaje. -Le recuerdo por enésima vez, desde ese día.

-No fue culpa tuya. -replica molesta-. Fue culpa del capullo que dios sabe que planeaba hacer al adelantárseles tan bruscamente.

-En parte, aunque inconsciente, fue mi culpa. -reitero.

-¡Que no!, y ahora vamos. -se levanta de la cama despacio y yo la ayudo.

Nos ponemos a organizar unas cosas para la consulta y después ayudo a mi hermana a escoger la ropa para ir al médico. Tomamos un bolso grande, ya que, según mi hermana, iremos de compras. Quiere hacerse de algunas cosas monas para la bebé.

Por primera vez en mi vida veo un Doppler Fetal. Siento los latidos de Fernanda y también la veo de lo mas mona y crecidita. Está grande y ya formada completamente. Aunque el médico me explica que no hemos podido obtener una buena imagen de ella, ya que al ser más grande hay menos espacio, y el feto ha bajado en la pelvis. No entiendo nada, pero no puedo en mí del gozo que me ha ocasionado ver a Fernanda y sentir sus latidos inocentes.

Después de otras preguntas y detalles que le señala el médico a Jolie, nos vamos al centro comercial. Hacemos varias compras, todas destinadas a Fernanda. Ella ha querido todo rosa y yo me he opuesto. He tenido que casi arrastrarme delante de toda esa gente para que me permitiera comprarle un conjunto amarillo de lo más lindo, y un gorrito con orejas de gatito.

Después de la ropa, pasamos a la sección de los muebles infantiles y nos peleamos por escoger una cuna, para después venir a comprarla. Poseemos opiniones diferentes y yo no creo que sea mejor una cuna de metal, a una cuna de madera. ¿Y si la pequeña se pegara con uno de los barrotes?

Mi hermana es toda una patosa comprando y es bueno que la haya acompañado. Sería capaz de gastarse el dinero en cosas que creo innecesarias para una recién nacida.

-Apuesto a que te gustaron las mediecitas que le compré. -Le digo a broma y pone los ojos en blanco.

-Claro. Son lo mejor de la tienda. -dice con sarcasmo y me río-. ¿Compramos unos refrescos? -me pregunta y asiento rápidamente.

Tengo la garganta seca de tanta caminata y sube y baja por las escaleras mecánicas.

-Ya vengo. -le aviso mientras camino hacia la máquina expendedora de refrescos.

Inserto el dinero, y espero a cambio las Coca-Colas. Cuando caen las tomo en mis manos y me dispongo a volver hacia donde he dejado a mi hermana con las bolsas de compras.

La veo llorando, y mirando hacia la entrada.

Me acerco corriendo a ella y la tomo por los hombros y la miro con preocupación.

-¿Qué pasa? -le pregunto alarmada.

Ella no hace más que llorar y llorar.

-Esto no me puede estar pasando. -gimotea.

-¿Qué es lo que no te puede estar pasando? -Me tiene a flor de piel y con la bilis ascendiéndome por la garganta.

-Míralo. Míralo con ella. -me implora señalando con su dedo tembloroso más allá de la entrada del centro comercial.

Con miedo a algo, abalanzo mi mirada directo al objetivo.

Mierda. Ahora sí que lo mato.

Hay una pelirroja embutida en un vestido con lentejuelas, negro. Jace la toma por la cintura y la pega a sí. Cada contacto, cada roce, es un puñal para mi hermana, y eso me devasta. Ella le sonríe y él le acaricia la mejilla con una mano.

¿Cómo puede?

Mi hermana está embarazada de él.

¿Cómo se atreve el capullo?

-Joder. Te quedas aquí mismo. -Le ordeno a mi hermana con rabia y comienzo a agigantar mis pasos hacia ellos.

Solo quiero darle la mayor zurra de su vida a aquella, y joderle un ojo a Jace. Quizás castrarlo para que aprenda en donde debe colocarlo.

Hago mi acto de presencia separándolos de un empellón.

-¿Quién mierdas es esta zorra? -Le ladro a Jace. Quien ha caído de culo en el suelo, después de que lo empujé.

-¿Quién cojones eres tú? -interviene ella, parándoseme delante.

Ja. Esta no sabe lo que le conviene.

-Ahora voy contigo, prostituta de las mil mierdas. -Le aviso cortante y miro a Jace maltrecho en el suelo.

-Las respuestas van por mí.

Esta puta me está pinchando la vena de la furia y está al explotar. Joder. Me estoy cegando en un mar de sangre.

-Vale, zorrita. ¿Quién eres? -Me cruzo de brazos y enarco una ceja.

-Bueno querida, él es mi esposo, y ahorita estábamos planeando un viaje importante. -dice con frivolidad.

«¿Está de broma esta pendeja?»

-Y por casualidad... ¿Es a Nueva York a donde planeáis viajar? -le pregunto con ceño fruncido y tomando posición. La tengo tan cerca que su repugnante perfume hace que me ahogue en un mar de peste.

Ella asiente y lo mira a él confundida. Él se encoge de hombros.

-Pues a ese lugar, era a donde planeaba llevar a su mujer embarazada-Enfatizo bien esa última palabra-. Tu solo eres la zorra del segundo plato. -la señalo con cólera.

¡Basta ya de parloteo!

En un santiamén estoy arrancándole el cabello rojo con mis propias manitas. Sus zapatos de tacón de aguja no le favorecen en nada. Yo al contrario ando con mis fieles deportivas. La empujo y cae en el suelo de piedra. Me le monto encima y la comienzo a abofetear, a veces con la mano abierta, y otras con el puño cerrado. Hace mucho que no sentía a la adrenalina apoderarse de mi cuerpo, y había olvidado lo increíble que se siente.

Ella también hace lo que puede con sus uñas acrílicas, que parecen garras. Me araña el brazo, pero el dolor no llega, porque mi centro nervioso está bloqueado por la ira. Paso a jalarle el cabello y de tanta fuerza, me quedo con algunos mechones carmesí entre los dedos.

-¡Acabe de sacársela de encima! -chilla Jace y no tardo en saber, que se trata de mí.

Unos brazos fuertes me envuelven y trato de arañar al maldito que me está frenando de mi venganza, por todo lo que le ha hecho Jace a mi hermana. Mi hermana es un ángel de buena y no se pelea con nadie. Pero yo no lo pienso dos veces, ni una siquiera.

-¡Suéltame! -Me zarandeo para soltarme. Pero todo es en vano.

Esos brazos fornidos siguen deteniéndome, apresándome, y desisto de escapar.

-Por favor, déjame darle la zurra que se me merece. -suplico casi sin aliento.

Una respiración se escucha cerca de mi oído.

-Mira que me has salido fiera... Annie. -El aliento fresco se pega a mi piel y me estremezco.

¡No! ¡Imposible!

-¿Morgan? -pregunto pidiéndole a Dios, que sea él.

-Pensaba que no me reconocerías la voz. -susurra en mi oído.

Mi corazón se infla de algo extraño... no se bien que es. Santo cielo, Mc Queen nuevamente en los Estados Unidos. Es el único chico con el que no me incomodaba tratar. Me entiende, o ya no sé si lo haga.

-¡Hey! -chilla Jace y me estremezco de incomodidad y rabia-. ¿Qué esperas para llevártela de aquí? -pregunta con irascibilidad e intento zafarme del agarre de Morgan. Pero nunca he podido con sus brazos.

Morgan era mi crush en la época de la universidad. Era y debe ser todavía, un imán para las mujeres. En aquellos tiempos solo tenía ojos para mí; después se mudó a Inglaterra con sus padres y no nos vimos más. Que quede claro que ni nos besamos.

-¡No me digas lo que debo de hacer! -le advierte Morgan al capullo y de seguro que este se queda chiquito, ante su tono amenazador.

-Bueno. Pero por favor, apártala de Harley. -le implora moderando el tono con que habla.

-¿Así que la zorra se llama Harley? -le digo con los dientes y la mandíbula apretados.

-Sí. -gimotea ella en el piso, y cuando la miro, tiene un hermoso cardenal en el ojo, y varias laceradas más en la cara.

Está tirada en el suelo, tratando de ponerse en pie su cuerpo desgarbado.

-Suéltala, por favor. -La voz gentil de Jolie, sale a relucir en este desmadre.

Me libero de los brazos de Morgan y siento el aire entrar con más desenvoltura a mis pulmones. Tomo una bocanada de aire y giro sobre mis talones, para así quedar frente a Morgan y de espaldas a Jace y Harley.

-Jolie... -me le acerco y la envuelvo en mis brazos.

Las bolsas de compra se le caen de las manos y sus lágrimas mojan mi piel.

-¿No es mentira? -pregunta la muy ingenua y no hace más que alborotar mis demonios interiores.

-No... no es mentira Jolie. -contesto, dolida por su actitud ingenua-. ¡Este gilipollas te ha sido infiel toda tu vida! Ni siquiera planeaba llevarte a ti a Nueva York, sino a aquella, Harley. -señalo a la mujer, vencida por mis golpes.

-Él me quiere Anna. -gimotea y hace que arda en cólera.

-No os quiere ni a ti, ni a Fernanda. -le digo con lágrimas.

¿Cómo alguien puede hacer eso?

¿Cómo Jace pudo utilizar a mi hermana tan cruelmente?

Las personas pasan apuradas por nuestro lado, y todo termina en vaciarse.

Jace está tratando de poner en pie a aquella y mi hermana sigue diciendo que él la quiere.

Ja. Él no sabe lo que le conviene realmente.

Me giro hacia Morgan y reparo en que sigue igual de guapo. No he podido olvidar sus ojos azul grisáceo, su cabello negro y perfectamente liso. Su sonrisa hermosa y su cuerpo que esta, para morirse de bueno.

-Morgan, solo quiero hacerle entender a Jace que no puede acercarse más a mi hermana. -Le digo mirándole a los ojos con la misma intensidad que los suyos me miran.

Él asiente en respuesta y me toma del brazo un instante.

-Te pido que no cruces la raya. -me advierte con suavidad.

-Está bien.

Me acerco a Jace y él deja de ver a Harley para mirarme. Lo miro fijamente, con tanta rabia, que siento que todas las venas de mi cuerpo se alteran y me van a explotar.

-Solo dime, ¿por qué?

-Lo hice porque ya no me place follarme a tu hermana.

«¿QUÉ?»

-¿¡Que cojones has dicho!?

Si lo repite lo mato.

-Eso... ya me cansé de follarme a tu hermanita.

Encuentro el momento preciso en cuanto se gira para ver a Jolie y lo tomo de las solapas de su camisa perfectamente planchada, por mi hermana, claro. Lo levanto y le pego el puño en la mandíbula. Siento como mis nudillos se dividen y el sonido irritante llamado quejido, que despide Jace de sus labios.

Sé que parezco un jodido un hombre, pero en realidad tengo fuerza natural, de nacimiento. No soy de complexión musculosa, pero si tengo fuerza en los brazos.

-Eso fue por ser un capullo de primera -Le digo estallando en adrenalina nuevamente, mientras miro como la sangre gotea por sus comisuras-. Y esto... -Llevo mi rodilla a su entrepierna-, es por Jolie. Te advierto..., olvídate de que tendrás una hija si no quieres que te sepulte en el patio de mi casa. -Le amenazo apretándolo más y él suelta un quejido.

-Bien. -Me mira con ojos suplicantes. Su mirada pide a gritos que lo suelte de una vez para que pueda encogerse de dolor.

-Ya Annie. -me advierte Morgan poniéndoseme al lado.

Suelto a Jace y me alejo.

-Ahora desaparécete de aquí. -le amenaza Morgan a Jace.

El muy cobarde logra tomar a Harley en sus brazos y sale echando cantos del lugar. Mi hermana lo ve alejarse y sé, que tenía la esperanza de que le dijera que estaba participando en una cámara oculta o algo.

-Bueno... ya te vengaste. -Me dice Morgan acercándoseme-. Él ha tenido su merecido y aquella desvergonzada no podrá reírse en un buen rato. ¿Has visto el chichón que le has dejado en la frente? -dice con burla y reímos.

-Sí. Lo he visto. -respondo mientras la risa permanece en mí semblante-. Gracias por bueno... no detenerme ni nada de eso. -le agradezco tímida.

-No hay de que, Annie. -replica dulcemente-. Ahora lleva a tu hermana a casa y trata de que se tranquilice lo más que puedas. Toma mi tarjeta y me llamas más tarde, ya sabes, si necesitas alguien con quien hablar. -Me indica con gentileza y guiño incluido y me entrega una tarjeta plateada que tiene su nombre y número.

Sonrío y lo repaso completamente. Viendo más enfocadas las cosas, ese uniforme le queda más que bien. Sus músculos se marcan tanto que me ahogo en un mar de atracción. Lleva dos botones desabrochados, por lo que puedo ver el vello negro y enroscado de su pecho y el modo en que los pantalones se ciñen a sus piernas es totalmente provocador.

-Al parecer perseguiste lo que querías. -le digo y sonrío.

Me mira confundido y pregunta:

-¿De qué hablas Annie?

-¿No querías ser policía?

-Ahhhh, sí. -contesta recordando-. Después de insistirle a papá en que lo mío no eran los negocios, me dejó entrar a las fuerzas policiales y prepararme para hacer lo que realmente amo. Protegerte...digo..., proteger a las personas. -Se revuelve el cabello lacio.

Río bajito y me muerdo el labio.

-Claro. Ahora llevaré a mi hermana a casa, debe llorar, y yo debo consolarla. -Me llevo un flequillo rebelde hasta detrás de la oreja y miro a mi hermana. Quien mantiene una expresión inerte mientras sus ojos apuntan hacia la distancia, como esperando algo.

-Ve y brindale tu hombro. -dice Morgan y me sonríe con ojos vidriosos.

-Eso haré. -Le devuelvo la sonrisa, un poco nerviosa.

Me acerco a mi hermana y la abrazo. Su pecho salta debido al llanto y sus ojos están llenos de dolor. Tiene el cabello que le tapa los ojos y la mirada en el suelo. Los puños apretados al lado del cuerpo y los labios temblorosos.

-É-él me dijo que se reuniría con su jefe. -Me dice y flaqueo ante su llanto y el tono débil de su voz.

Le abrazo un poco más y le beso justo en la cabeza.

-No... no te será fácil pasar la página, pero sé que lo superarás. -Trato de consolarla mientras mis manos se empañan con sus lágrimas.

-En cuanto pueda... pasaré de él, pasaré de Jace. -Está ahogada en lágrimas.

Jolie es fuerte... sé que cuanto encuentre a alguien que la avive de este mundo oscuro en que el que está sumida, sabrá que es hora de dejar de llorar por Jace y seguir adelante... de labrarse un nuevo camino.

-Es hora de que nos vayamos a casa... -Le siseo-, yo me encargo de las bolsas de compra. -Le aviso recogiendo unas cuantas del suelo.

-Yo te ayudo...

Morgan se acerca y toma las bolsas sobrantes con tanta soltura y bueno... para él todo lo que compramos debe pesar como pluma. Yo al contrario apenas puedo sostenerme en pie con dos bolsas en cada mano.

-Gracias... -Me dirijo hacia él con nerviosismo mientras caminamos.

Se detiene y se vuelve hacia mí con confusión.

-¿Dónde está tu coche? -Me pregunta rodando sus ojos azul grisáceo a todas partes.

Joder... Ni siquiera tengo un coche.

-Yo... yo no tengo coche. -respondo avergonzada mientras miro hacia el suelo pavimentado.

Se pasa una de sus manos por el cabello lacio y se acomoda un flequillo rebelde.

-Os llevaré entonces... -Me dice y me da su media sonrisa-. Dame eso.

Me arrebata las bolsas de compra de las manos y las cargas como si de algodón se tratara. No puedo poner peros a la hora de mirar como sus músculos se tensan bajo la piel. Es encantador.

-¿No te molestaría? -Le pregunto con el nerviosismo brotándome por los poros.

Niega con la cabeza tranquilamente y mira a mi hermana.

-Claro que no. En eso consiste mi trabajo, en ayudar... -responde con la voz azucarada.

-Gracias.

-Deja de agradecerme cada movimiento que hago. -replica con tedio.

Joder... No puedo parar de agradecerle lo bueno que está...digo... lo bueno que es.

Llegamos a su coche de patrulla y guarda las bolsas repletas de ropitas encantadoras para Fernanda en el maletero del coche. Me insiste un montón para que me siente con él delante. Pero yo insisto en estar al lado de mi hermana.

Sé lo tanto que amaba, o bueno... que ama Jolie a Jace. Lo conocemos desde el Instituto, era el más popular con las chicas y todo ese rollo. Sé que ella tenía muchos planes con él y de todo esto, lo que más me fastidio es que Nanda nacerá en un ambiente tenso entre ambas partes. Su padre y mi hermana.

-¿Crees que volverá, Anna? -Me pregunta Jolie y sé que está languideciendo en su interior. Sé que se está quebrando como si fuera una lámpara que estrellaron contra una pared.

¿No lo está preguntando en serio?

Mi mandíbula se aprieta y tengo ganas de buscar a Jace y patearle el culo de verdad. ¡Mira como ha dejado a mi hermana! Devastada por dentro y aún con la esperanza del regreso. Por Dios. Estoy casi segura de que seré la causante de su muerte, sin exagerar.

-En ese caso, no lo dejaría pisar nuestra casa -respondo y la tomo por la barbilla para atraer su atención-. Él te ha hecho daño, joder, te ha sido infiel y eso no se perdona así sin más. Y... cuando venga a buscar su ropa, ni de coña te le acerques. -Le aviso con tensión. Estoy tensa y hastía.

Joder.

-¿Cómo pudo haber sido así de cruel conmigo? -Recuesta su cabecita en el respaldo del asiento.

-Jolie, ten en cuenta esto: ¡Todos y cada uno de los hombres, son totalmente iguales! Solo se interesan por lo que tienes entre las piernas, no les importan tus sentimientos. -replico y ella me mira llena de dolor.

Me da un ramalazo de pena verla destruida. Ver destruido a mi muro de ladrillos. Mi apoyo por siempre.

-Gracias por apoyarme hermanita. -dice con la voz carrasposa y quejidos superpuestos a las palabras.

Le seco las lágrimas que gotean de sus ojos y me trago la bilis que vuelve a ascender por mi garganta. No me puedo permitir flaquear. Ella debe tener a alguien fuerte a su lado de quien tomar ejemplo.

Miro a Morgan y sus ojos han estado todo el viaje en la carretera. En un instante sus ojos me miran y la media sonrisa aparece en su rostro. Aún no me puedo creer que haya vuelto de Inglaterra, que el chico en quien más confío este de vuelta.

-¿Todavía vives en aquella casa en Lewis County? -me pregunta con mucha seriedad y yo asiento en respuesta.

Otro rato viajando en lo único que me sirve es para escuchar a mi hermana llorar y estar ahí para servirle de consuelo. Es bonito saber que Morgan todavía recuerda la casa a la que tantas veces fue por mi cumpleaños, o en las vacaciones de verano.

El aire fresco de febrero sirve de gran alivio. Adoro mirar los árboles y edificios que pasamos. Ver el agua moverse en algún lago y también los ojos azules de Morgan. Pero me destruye ver los ojos hinchados de Jolie y también como sus labios tiemblan. Odio su dolor, ya que me recuerda a mí con el corazón roto.

El auto se detiene en frente a mi pequeña casa, blanca como copo de nieve. Me agrada mirar mis hermosas peonías rosaditas y bien cuidadas y también el reloj que hay justo encima de la puerta.

Morgan me insiste en llevar todos los bártulos que compramos yo y Jolie él solo, y lo dejo. No me puedo permitir abstenerme a echarle el ojo a sus músculos trabajados en buen gimnasio, de seguro. El rostro de Morgan refleja esas sofocantes horas que pasa en la cinta de correr o levantando pesas. Quizás haciendo jogging.

Ya dentro acomoda las bolsas en un rincón, mientras yo animo a mi hermana a que se beba una taza de chocolate caliente.

-Adiós. -dice en el umbral de la puerta, y sonríe a medias.

¿Tan rápido se va? ¿No quiere pasar más tiempo conmigo?

-¿Ya te vas? -Le pregunto acercándomele. Con algún tipo de esperanza en que niegue a mi pregunta.

-Seré un estorbo si me quedo. -responde disfrazando su angustia.

¿Estorbo? Claro que no.

-Nadie ha dicho que serás un estorbo. Ven y siéntate. -Le ordeno en broma.

-Vale jefa. -Ríe mientras se peina el cabello con los dedos.

Jefa. Joder... Es muy lindo.

Nos sentamos en el mueble y ambos le insistimos a mi hermana en que pruebe la bebida calientita que le he preparado. Aunque pone los ojos en blanco y gruñe varias veces, lo logramos y la vemos darse un sorbo.

-Son adorables esas mediecitas tejidas. -Me señala las medias que tengo en las manos.

Sonrío y asiento.

-Fueron compradas con mi primer salario. -digo con orgullo por mí misma.

Siento el contacto de su mano en mi espalda-dándome palmaditas-, y me giro para tenerlo frente a frente.

-Y bueno... ¿En qué tipo de empresa trabajas? -me pregunta y me quedo hecha piedra.

¿Empresa? ¿Cuál es la semejanza entre un bistró y una empresa?

-Yo no tra-tra-trabajo en una empresa. -respondo y siento que ha cada segundo la vergüenza me está cerrando la garganta. Dejándome sin habla.

No puedo mirarlo.

-¿Y en entonces en qué? -pregunta con incredulidad.

¿Cómo carajos le digo que es un jodido bistró en donde trabajo?

-En un bistró como camarera. -Me tapo el rostro con ambas manos.

Joder. Lo decepcionaré de seguro.

-Y ¿Cuál es el motivo? -Me asalta su pregunta y siento una especie de decepción en su voz.

-Por el motivo de que la muerte de mis papás lo cambió todo para mí. No sabes lo difícil que se me ha hecho la vida después de aquello, Morgan. -respondo angustiada mientras lo miro por las ranuras de los dedos.

-Hey, tranquila Annie. -Me intenta apaciguar-. Yo también las pasé oscuras y canutas en Inglaterra. -Me dice con el ceño fruncido.

Me quito las manos de la cara y lo miro con más claridad.

-¿Qué te pasó en Inglaterra?

-Mi madre murió allá debido a un paro cardiaco. Aunque lo creas ridículo... ocurrió por una jodida broma que yo y papá nos planteamos hacerle. Hoy en día me culpo a mí mismo por todo lo que pasó. -Noto que sus ojos se han vuelto vidriosos y sus mejillas se han sonrosado.

¿Una broma? ¿Es en serio?

-¿Qué tipo de broma?

-Planeamos algo para darle un susto, uno de los grandes. Sólo que mi madre no nos había contado de sus problemas cardiacos, ni del infarto que tuvo cuando se fue a Las Bahamas. Mi tía Mina no nos había dicho nada tampoco. Y nosotros solo quisimos gastarle una broma para que se animara y dejara de estar tan taciturna como andaba. Eso le causo un segundo infarto, el infarto que su corazón no pudo aguantar, y desde entonces yo siento que ha sido mi culpa. -me explica y se me encona el vello.

-¿Hace cuánto?

-Tres años y seis meses -responde casi de inmediato-. S-si no lo hubiéramos hecho eso, no hubiera pasado y mi madre hoy estuviera con nosotros.

Él al igual que yo se ha sentido culpable por la muerte de su madre. Si tan solo me lo hubiera contado antes...

-Lo más triste es que lo hicimos y no hay vuelta al pasado. -Le digo y le acaricio la melena suave y oscura como la noche.

Sus ojos brillan. Es un brillo especial. Y sus labios me sonríen a medias, como le es costumbre a él.

-Sobre tu trabajo... lo importante es que estás en algo. -Agradezco que cambie el sentido de la conversación.

Ya casi sentía como las lágrimas me rodaban por las mejillas.

-Y ahora debo ahincarme porque tengo a mi hermana, quien necesita cuidados y soy yo sola. -Miro a mi hermana y sorprendentemente se ha dormido.

-Dile a tu hermana que pida el divorcio. Jace deberá darle una pensión alimenticia obligatoria a tu sobrina hasta la mayoría de edad y yo me encargaré de hablar con un abogado amigo mío, para que comiencen los tramites del divorcio en cuanto puedan. Los gastos del abogado van por mí. -Me dice y me da una sonrisa profesional mientras se pone de pie.

¿Puede ser más bueno que esto?

-Debo decirte... ¿gracias? -pregunto sonriendo.

Él niega con la cabeza y se peina el cabello con una mano.

-Claro que no -responde-. Y ahora... me voy. -Se encamina hasta la puerta con las manos en los bolsillos.

Se detiene y me le paro en frente. Viendo bien las cosas, me siento diminuta en frente de él.

-Siento no haber tenido la cabeza para brindarte algo de comer. -le digo apenada y él se encoge de hombros y me sonríe.

-He comido algo antes de que nos encontráramos -me informa-. Ahora este poli vuelve a su trabajo. Y trata de no meterte en más problemas, fierecilla. -Ríe y me acaricia en la mejilla con su mano cálida.

Le abro la puerta y sale de casa. Me quedo apoyada en el marco, mientras lo veo entrar en el auto. Desde dentro de su coche me hace una seña de sargento y río.

Los neumáticos del coche rechinan contra la calle y después le veo alejarse y perderse en la próxima esquina.

Entonces ahora me viene a la mente una pregunta:

¿Cómo hubiera acabado aquella, Harley, si él no me hubiera detenido?

Ahora estoy completamente segura de eso que dicen: El mundo es una aceituna.

Y además, las personas se encuentran cuando menos se lo esperan, y de la forma que menos desean.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro