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Capítulo 27

Narrado por Nick

-No puedo creer lo que me estás diciendo-le ladro a Sharon tinto en rabia. Sé que sus intenciones solo eran hacérmelo saber, pero joder, saber que Anna está a cientos de kilómetros de mí, eso sí que me jode-. No sirves ni para traerme buenas noticias. Te apareces así de la nada y me dices que la mujer que amo se ha ido a Hawái.

-¿Qué esperabas que hiciera? -me pregunta sentándose en la silla que queda justo en frente de la mía-. Quizás no te hubieses molestado en este instante si no hubieses sido tan gilipollas. Tal vez debiste de haber pensado en lo que hubiera pasado si Anna se enteraba de tus juegos sucios, y por tu poco raciocinio sucedió, se enteró, y terminó violada y con un maldito trauma que le está costando citas con una psicóloga.

«¿Una psicóloga?»

Mierda. Esto es muy serio, siento que los hombros me pesan toneladas de la carga que se viene encima.

Decido ponerme un poco fuerte para no derramar lágrimas, e inquiero:

-¿Crees que quería que esto sucediera? -Cruzo mis brazos sobre mi pecho para comprimirlo un poco, siento que voy a explotar. Este tema me pone muy mal, lo de la violación, la tortura, y encima la lejanía de Anna.

-Sé que no querías, pero tampoco intentaste evitarlo -dice con hostilidad y enarca una de sus cejas bien depiladas en modo de condena-. Estaba al tanto de toda tu mierda. Sabía que estabas negociando con gente peligrosa, y no se lo comenté por ti, porque me dijiste que era mejor guardar el secreto, que no querías perderla nuevamente. Y de todos modos la perdiste, y esta vez para siempre.

No puedo contradecirla. Sharon tiene la jodida razón. Decidí guardar el secreto en vez de apartarla, soy un patán del que nadie se enamoraría si me conociese realmente. Siento que tengo la necesidad de buscarla, de mirarle a los ojos y destrabar mi garganta, aunque no sé si tendría esa desfachatez.

-Tienes razón -le digo a Sharon con la voz un poco carrasposa-. Yo soy el único culpable en todo esto.

La mujer a la que admiro se levanta y estira el bajo de su falda ceñida hacia abajo. Luego me da una mirada de desaprobación y sale de la oficina. Los ojos se me cristalizan al instante y mi frente choca contra la superficie del escritorio. Las lágrimas que se me acumulan en el lagrimal comienzan a descender por mi rostro. La imagen de Anna diciéndome que soy el culpable de su violación vuelve a mi cabeza. Me martilla las sienes y el cerebro, la conciencia me está jugando la más mala pasada de mi vida.

Espero a que todos salgan de la empresa para caminar por los pasillos con lágrimas desordenadas en mi rostro. No es bueno para mi reputación de «Iceman» que mis empleados me vean lloriqueando por cada espacio del edificio. Tomo mi auto del aparcamiento e introduzco la llave en el contacto. Enciendo la radio para calmar un poco mis ánimos, pero todas las canciones que encuentro me suenan a ruptura. Joder. Decido apagar la radio nuevamente y pegar el pie en el acelerador. Hace un calor de perros, cuando salgo a la calle y comienzo a andar por la vía no encuentro el consuelo de ninguna brizna de aire. Todo parece estar en mi contra, Sharon, este calor insoportable, y además un tráfico terrible.

El teléfono suena repentinamente y contesto, poniéndolo en altavoz. Rápidamente mis manos se congelan sobre el volante al escuchar la voz de Bridget. ¿Qué cojones quiere?

-Tenemos que hablar -dice ella con total serenidad. Al parecer no le basta todo el malentendido que causó entre Anna y yo la otra vez.

-¿En serio? -le pregunto con ironía-. ¿Y de qué?

El chofer del auto de atrás comienza a quejarse y decido pisar nuevamente el acelerador para no comenzar una pelea estúpida. Ya me basta la conversación que estoy teniendo ahora.

-No es algo que te pueda decir por teléfono. Encuéntrame a las siete en el Bar Flynn -responde y cuelga al instante, dejándome sin la posibilidad de gritarle un «Vete a la mierda».

No entiendo cómo hay personas que acaban con tu vida y tienen el descaro de hablarte como si nada hubiera pasado. Bridget causó un jodido malentendido entre Anna y yo, luego desapareció de todo el maldito Washington y hasta hoy no sabía nada de ella. Me carcome la intriga, mierda, esto me pone más que nervioso. Oiré lo que tiene que decir y luego le daré la espalda e intentaré no encontrármela más nunca.

Llego a casa y rápidamente entro al baño para darme una ducha. El Bar Flynn queda bastante lejos, y quiero llegar antes de las siete para cerrar el asunto en menos de dos minutos-Si la conversación no se complica-. Cuando termino de ducharme entro a mi habitación y busco unos vaqueros y camisa negros, me los pongo junto con unas converse que utilizo para hacer footing diariamente, y salgo de casa. Sigue haciendo un calor de muerte. Entro al auto y al instante enciendo el aire acondicionado. Tomo el acceso de regreso a la carretera y prendo la radio para escuchar una suave balada.

* * *

Hoy hay más personas que otras veces. Me cuesta un poco colarme por entre la gente, la mayoría borrachos sin ninguna meta en su vida. Me siento en una pequeña mesa apartada de la multitud de tarados que se apiñan delante de la barra, con una cerveza en la mano. Miro pensativo hacia la entrada, o eso intento. Pienso en qué es lo que tendrá que decirme esa zorra. Me enfurece pensar que se hizo pasar por amiga de Anna, y después tramo un gran malentendido para que rompiéramos. Y sin más cree que no ha pasado nada. Si pasó, todo fue su culpa.

-Hola -Escucho entre toda la maldita música de heavy metal.

Dirijo la mirada hacia adelante y veo unos mechones de cabello azules intenso, justo en ese instante siento que la sangre quema en mis venas.

-Te apareces diciendo un simple «Hola» -digo con sorna y le doy un trago intenso a mi cerveza helada.

Bridget se sienta en la otra silla con una pequeña caja de jugo. La miro con incredulidad y pregunto:

-¿Y eso que no traes una cerveza? Por lo que sé amas el alcohol -Enarco una ceja mientras estudio su expresión nerviosa.

-¿Desde cuándo te importa lo que bebo? -me dice poniendo los ojos en blanco. Se relame los labios y vuelve a beber de su jugo-. Hay algo importante que no te he dicho, y creo que debes saberlo.

El pulso se me acelera y rápidamente me doy otro trago de cerveza. La bebida me produce cosquilleos mientras baja por mi garganta. Luego la miro, luce igual que cuando la conocí en Italia. Un maldito demonio con esos piercings y cabello extraños.

-Habla ahora, Bridget. Estoy apurado -le digo y dejo la cerveza a un lado.

Toma un poco de aire y bebe lo último que quedaba de su jugo. Absorbe hasta que la caja se estrecha, y luego me mira mientras hace movimientos nerviosos con sus manos.

-Estoy embarazada de cuatro meses y poco más, por eso me ves sin una cerveza en la mano -dice y rápidamente mi ira amenaza con despuntarse.

-¿Qué intentas con esto? -le digo casi gritando. Intento contenerme, pero me es casi imposible.

-Nada, no intento nada. Creo estoy embarazada de ti, y no me he acostado con nadie más desde aquella vez en Italia -replica encogiéndose de hombros, lo que me enfurece aún más.

«¿Y debo de creerle que no se ha acostado con nadie?».

-Me largo -le digo dándole un último trago a mi cerveza, y luego me levanto sin mirarle.

-¿Sabes que eres el padre? -dice antes de que me aleje entre la multitud.

Me giro hacia ella con el ojo izquierdo temblándome de la rabia, y con la voz enronquecida le digo:

-Ya lo veremos cuando nazca el crío y hagamos la prueba de paternidad. Hasta entonces no cuentes con un centavo de parte mía.

Evado a todos los borrachos que frecuentan este sitio, y cuando salgo y el aire frío de la noche me atrapa, decido que es mejor largarme de una puta vez.

N/A:

Mientras escribía este libro decidí a mitad de la historia probar con algo nuevo, y lo nuevo era que los lectores vieran lo que piensa otro personaje además de Anna. Y quería entregarla los pensamientos de Nick, el tío más traumado de esta historia.

I see you in the next chapter ;)
😍😍😍

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