Capítulo 25
Una semana después.
El olor a barbacoa me llega al olfato, pero me resigno a salir de mi habitación. Jolie me ha hecho sufrir hablándome de todas las salchichas que están asando en el patio trasero, me ha contado de las brochetas de camarones con piña, del zumo de naranja recién exprimido. Ha sido una maldita tortura, peor que todos los golpes que recibí, y que ahora están sanando. Entreabro la puerta discretamente y los veo a todos sentados en la mesa, compartiendo el manjar que tanto me he imaginado. El olor es increíble y mi estómago comienza a gruñir, tengo mucha hambre, ya que he estado a base de comidas ligeras.
-Si Anna estuviera aquí ya no quedarían salchichas -dice Eloïse riéndose, y todos los demás imitan su risotada.
-Para ella he preparado una sopa bastante ligera -dice Jolie y por un instante se me retuerce el estómago, solo de escuchar la palabra «sopa»-. Pero también le dije que viniera a disfrutar con nosotros, pero no ha querido salir de su habitación.
-Puedo ayudar con eso -dice Morgan levantándose.
Rápidamente cierro la puerta y corro hacia la cama, me tapo completa con el cobertor y finjo estar en el más profundo de los sueños. El sonido de la puerta cerrándose tras sus pasos denota mi derrota, tiene un gran poder de convencimiento. Su mano tira del cobertor, destapándome hasta la cintura, luego pasa el dorso de esta por mi mejilla, haciendo que me sonroje un poco. Joder, soy malísima cuando finjo estar dormida.
-Pequeña ángel, despierta -dice con voz suave, mientras se sienta a mi lado en la cama.
Comprimo los párpados, intentando no caer en sus palabras sumamente suaves. Morgan vuelve a acariciarme la mejilla y después pasa su pulgar por mi labio inferior, haciendo que comience a temblar un poco.
-No lo hagas -le digo deteniendo su mano, mientras lo miro a los ojos.
-¿Que no haga qué? -pregunta enarcando una ceja.
Mierda. He considerado mal sus gestos, he pensado que estaba a punto de besarme, de tocarme.
-No, nada... No me hagas caso, estoy un poco loca -digo poniéndome irguiéndome hacia delante, mientras acomoda la almohada detrás de mi espalda.
-Solo vine a preguntarte si querías reunirte a la reunión en el comedor -dice y sonríe, es muy guapo, pero no es mi tipo.
Me quedo reflexiva durante un instante, en el cual busco las palabras correctas para negarme a su propuesta.
-Me duele la cabeza, estoy indispuesta -miento, fingiendo decaimiento.
Me sonríe y toma mi barbilla con su pulgar, haciéndome mirarle directo a sus ojos de un azul místico. Niega con la cabeza y se humedece el labio inferior. Después dice:
-Ángel, sabes que te conozco demasiado. Sé cuándo te sientes mal y cuando no, sé cuando estás feliz o cuando finges estarlo. Ahora estás afectada por todo lo que ha pasado, es duro, muy difícil, puedo imaginarlo. Pero, por favor, necesito que te liberes de la lobreguez que asecha a tu alma, debemos ir poco a poco, pero sé que lograrás volver a ser esa Anna que tanto amo.
Trago en seco. Sus palabras tienen mucho fundamento, es cierto todo lo que ha dicho, me conoce demasiado bien. Sabe todo de mí, o casi todo. En la universidad pasamos mucho tiempo juntos, convivimos cada día hasta crear una relación que nunca quisiera terminar por nada.
-Morgan, tengo mucho miedo -le digo un poco lastimera-. Desde aquel día he tenido pesadillas, he soñado con aquellos hombres arrancándome la ropa, diciéndome guarradas, golpeándome. Me han torturado todo un maldito mes, Morgan, me han apaleado como a un jodido animal.
Sus brazos me rodean sin que lo prevenga, y siento una seguridad que me hace espirar el aire con más tranquilidad. Su aliento se impregna en mi cuello y mi hombro se empapa de sus lágrimas. Acaricio su cabello negro y sedoso, haciéndole saber con mi gesto que todo está bien. Sé que cuando sufro el sufre a la par, desde que nos conocemos ha sido así.
-No quiero que me recuerdes más eso, Anna. Me ha dolido mucho, no creas que he dormido desde que me enteré de lo que sucedió -gimotea en mi cuello.
-Es muy difícil, Morgan. Se me hace muy difícil no pensar en ello -le digo pasando mis brazos por su espalda-. Creo que estoy un poco mejor, vamos a cenar.
Nos enjuagamos las lágrimas y salimos de la habitación. Todos sonríen al verme, y para no hacer el feo, sonrío un poco. Me siento con ellos y rápidamente cuando me ponen las brochetas delante comienzo a comer sin detenerme. Es triste llevar una vida a base de sopas y jugos, todo líquido.
-Tenías mucha hambre -dice Eloïse con los ojos como platos-. Un poco más y te comes la porcelana.
Me hace reír un poco y eso es una buena señal. El dolor, el trauma, las pesadillas no son algo que pase rápido, pero ellos me hacen creen que cruzaré esa barrera que se interpuesto en mi vida sin mí consentimiento.
-Teníamos planeado para esta noche ir a un club, si os apetece a todos, podéis acompañarnos -dice el novio de Eloïse, y Jolie y Stefan se apuntan rápidamente.
-A mí no me apetece -interrumpe Morgan mordisqueando la salchicha-. Como sé que Anna no irá, prefiero quedarme aquí con ella.
Lo miro casi con la mandíbula rozándome el cuello de la blusa. Bueno, nunca he dicho nada de si iré o no, pero él ya ha escogido por los dos, y no estaría más cuerdo, no deseo salir a ningún sitio por el momento.
-Podemos cuidar a Fernanda -agrego yo mientras termino con la última brocheta.
Terminamos de cenar con tranquilidad y después Jolie y los demás se van para el club, mientras que yo y Morgan nos quedamos al cuidado de Fernanda. Morgan le pone una terna melodía infantil mientras yo caliento su biberón, está adormilada, pero se rehúsa a dormirse del todo, cada vez que Morgan le mira, sonríe juguetonamente, mostrando los dientes frontales que han comenzado a salirle.
Vuelvo de la cocina con el biberón envuelto en una toalla, sostenido en una mano. Me siento con ellos en el mueble y me encuentro a Fernanda jugando con las solapas de la camisa de Morgan, mientras este le sopla aire en el rostro, y ella se ríe.
-Ya es hora de darle su biberón -le digo a Morgan mientras sonrío, mirando la gran conexión entre ellos.
-Ven, dámelo -dice extendiéndome una mano-. Quiero dárselo yo, tu si quieres prende la televisión.
-Gracias -le digo en modo burlón mientras le entrego el biberón-. Creo que tomaré mi laptop y haré un pequeño recuento de la primera temporada de Friends.
Morgan pone los ojos en blanco y me mira con una sonrisa burlona.
-Es increíble cómo no te cansas de esa serie -bufa y mira por un instante a Fernanda, dándole una sonrisa-. Hay muchas mejores, pensé que te gustaba The Walking Dead -agrega enarcando una ceja de manera atractiva, me encanta ese gesto, bueno, me encanta ese gesto en Nicholas.
-Sí me gusta -replico-. Es solo que prefiero algo que contenga humor a una serie de terror.
-Bueno, vale. Trae la laptop, un bol de palomitas con mantequilla, y quizás vea Friends junto a ti, así no te ríes sola -dice en tono burlón, y le pego en la cabeza.
Me pone cara de gruñón durante un momento, pero luego una tierna sonrisa aparece en su rostro. Me levanto del mueble y voy hacia la cocina con una extraña alegría engullendo todo mi ser. No entiendo cuál es el motivo de tal emoción, pero tampoco intentaré descubrirlo.
Termino de preparar el gran tazón con palomitas y voy en busca de la laptop a mi habitación. Cuando vuelvo al salón Fernanda está completamente dormida en los brazos de Morgan, y él está medio adormilado, son un par de perezosos. Le vuelvo a pegar en la cabeza y se exalta un poco, luego me mira fingiendo inocencia, y dice:
-Juro que no estaba durmiendo, solo estaba... acomodando mis pensamientos -dice con la voz un poco ronca.
Pongo los ojos en blanco, y subo las cejas ligeramente en muestra de tedio.
-Lo que digas, perezoso. Ambos lo sois -lo pincho sentándome en el mueble-. Deja a Fernanda en la cuna, luego trae tu culo aquí.
Me lanza una mirada fulminante y yo me río.
-Srita. Carson, modele su lenguaje -dice a modo de reprimenda.
Se pierde en el pasillo y rápidamente siento un pequeño grito de pavor. Luego la palabra «mierda», la cual repite un promedio de seis veces, en un tono agudo.
-¿Qué ha pasado? -le pregunto dejando la laptop en la mesita.
-Ven aquí y míralo tú -gruñe y me río imaginando todo tipo de cosas graciosas.
Me levanto y camino hasta el pasillo, y cuando entro en la habitación de mi hermana lo encuentro a él y par de ojos azules de Fernanda abiertos de par en par. La diminuta boca de la pequeña está llena de vómito, y lo peor, la camisa favorita de Morgan también.
-Lo veía venir -le digo apoyándome al umbral de la puerta-. Déjame tu camisa, la lavaré ahora mismo -le ordeno.
Se saca la camisa rápidamente, desabotonándosela a la velocidad del viento. Luego me la entrega y toma a Fernanda. Me quedo un instante con la mirada conociendo los músculos de su cuerpo, el gran tatuaje de una paloma en su pecho. Nunca le conocí ese tatuaje, bueno, nunca le había visto sin camisa.
-Necesito que mi camisa esté limpia para cuando me vaya -me dice, haciendo que pestañee un poco, despertando de mi ensoñación-. Limpiaré a la cría, tu solo mete eso en la lavadora.
-Vale -digo y doy media vuelta, saliendo de la habitación.
Voy al cuarto de la colada y meto la lavadora y otras cosas que tenía sucias en la lavadora, con agua y un detergente con aroma a cítricos que me encanta. Un instante después paso la ropa a la secadora y vuelvo a la habitación, encontrándome a Morgan y a Fernanda dormidos en la cama de mi hermana. No tiene remedio alguno, son idénticos.
Me siento en la cama con cuidado y me quedo mirándolos, parecen unos angelitos así dormidos. Recorro con la mirada toda su piel blanca pero tostada, sus abdominales bien trabajados, el hermoso tatuaje en su pecho, la pequeña melena negra que cae hasta su cuello. Cierro los ojos y escucho por un instante el suave sonido de su respiración, serena y casi imperceptible.
-Te veo un poco aletargada -espeta Morgan haciendo que me exalte-. Juré que te habías quedado dormida así mismo, erguida.
-Boberías, vamos a ver la serie -digo un poco ofuscada.
-No tengo muchos deseos de ver Friends, es una buena serie y eso, pero mi cerebro no da para tanto a estas horas -dice y sonríe.
-Vale. Entonces comámonos esas palomitas con mantequilla y listo, te vas para tu casa.
Me toma de la mano y la aprieta fuertemente con la suya.
-El problema es que no quiero irme.
-¿Qué quieres decir?
-Estoy muy agotado, siento que cada centímetro de mi cuerpo se ha desmoronado.
-Entonces te puedes quedar hoy, el sofá que ha comprado Stefan está más cómodo que el que teníamos antes -le propongo y me mira con una mezcla de desaprobación y gentileza, siento que, aunque intenta ser una cosa, acaba siendo la otra.
-Me duele un poco la espalda.
-Bueno, vale. Tú duermes en mi cama y yo en el sofá, problema resuelto.
Me levanto de la cama y su mano me agarra del brazo. Tra de mí hacia él y me cuerpo acaba pegado al suyo. Mis labios rozan su pecho, mientras percibo la presión de su miembro contra mi estómago, joder, tiene una maldita erección.
-Anna, yo... Esto es más fuerte que yo. Te amo y, joder, no puedo evitar tenerte tan cerca de mí.
-Morgan, por favor, mi sobrina está dormida a solo unos centímetros de nosotros.
-Te amo, Anna, desde ese primer año de universidad en que nos topamos en el campus -dice con la voz áspera. Trago en seco durante un instante, y me levanto de encima suyo.
Lo miro durante un momento. Sus ojos están humedecidos, la tienda de campaña que se forma en sus vaqueros no ha desaparecido, estoy completamente impactada por su comportamiento promiscuo, algo extraño en él. Siempre supe de sus sentimientos por mí, pero nunca pensé que se decidiera a declarármelos, y menos en este momento.
-No puedo, Morgan. Solo te veo como a un amigo, solo eso.
Aunque le he dicho palabras así de crudas, es la verdad. No siento por él algo más que vaya más allá del agradecimiento y un genuino cariño. Es muy guapo y además una gran persona, pero no es el tipo de hombre que me atraiga.
Se levanta y me mira con lágrimas rodando por sus mejillas. Está my dolido y me causa un gran disgusto haber infundido tal sentimiento en él. No era mi intención, nunca lo ha sido, pero tampoco deseo que desgaste sus años de juventud en mí, cuando hay muchas chicas que desean a hombres de su tipo.
-Te entiendo, Anna. No quiero forzarte a estar conmigo -dice encogiéndose de hombros-. Creo que lo más correcto en este momento es que tome mi camisa seca o empapada, y me vaya para mi casa a conciliar el sueño.
Pasa por mi lado e intento detenerlo. Lo sigo hasta el cuarto de la colada conteniendo el llanto. Me enferma el solo hecho de pensar en la posibilidad de que ocurra lo que más temo, que perdamos nuestra amistad, que se quiebren nuestros lazos.
-¿Seguiremos siendo amigos? -le pregunto apoyándome contra la pared, viendo cómo se pone la comisa con urgencia.
-No tenemos porqué dejar de serlo. Solo quería saber lo que sentías con respecto a lo obvio, mi amor por ti.
-Siento que no sea lo que esperabas, pero quiero que sepas que te quiero -le digo tomándole de la mano, haciendo que me mire.
-¿Me dejas pedirte algo? -me pregunta mirándome a los ojos, con sufrimiento, pero, aun así, con brillo.
-¿Qué?
-¿Me permites robarte un beso?
-Por... por favor -le digo tartamudeando, como si las palabras se acumularan en mi garganta, negándose a salir de mi boca.
Sus labios atrapan a los míos. Me besa suavemente, con un ritmo lento que luego apresura. Nuestras lenguas se rozan tímidamente, como si estuviéramos realizando cosas prohibidas, como si hubiese algo mayor que nos estuviera recordando que pecamos. Cuando nuestro beso termina Morgan sale sin decir una palabra, y yo me quedo con los labios húmedos, y con el tierno aroma a Christian Dior impregnado en mi cuerpo, me ha gustado mucho su primer y último beso.
#Love #FriendZone #Shippers
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