Capítulo 2
Al abrir la puerta encuentro el auto negro estacionado en la calle. Ahora puedo ver mejor el lujo y el detalle de la máquina en la que se transporta mi «amigo de la universidad». Sus ojos color esmeralda refulgen desde dentro, su sonrisa brillante le da un latigazo a mi corazón y siento que las piernas se me debilitan sobre los tacones.
Mi hermana me besa en la mejilla y me da el empujoncito necesario para que vaya más allá del umbral de la puerta.
Él se inclina sobre el asiento del copiloto y abre la puerta. Siento un calor que se acoge en mis mejillas y veo que Jolie sigue parada en la puerta, acariciándose la panza. Ella me da un guiño y me sonríe. Le hago un gesto en despedida y vuelvo nuevamente mi mirada hacia el auto azabache y con cristales oscuros.
Entro y me abrocho el cinturón de seguridad.
Siento su respiración cerca de mi cuello y cuando reparo en lo que está sucediendo me besa en la mejilla y esa zona en la que se han plantado sus labios se queda húmeda y fresca.
-Al parecer esa miseria te sirvió para parecer mujer -Me dice con petulancia y sonríe.
Obvio hace que me indigne y posiciono mi mano en la manija de la puerta, con intención de escapar de sus garras.
-Quizás sea mejor que me baje y te deje en paz -replico entreabriendo la puerta.
Cuando voy a abrirla por completo, él me toma de la muñeca y me mantiene inmovilizada en el asiento de cuero.
Gruñe y me fulmina con los ojos entornados.
-No intentes hacer ninguna mierda, y menos cuando la noche apenas empieza -Me advierte con exasperación y se desanuda una corbata de cuadros negros y rojos-. Para serte sincero, no quiero despedirte. Pero no vacilaré si tengo que hacerlo. Te advierto que si no pisas ese puto restaurante italiano te vas a la mismísima calle a vender periódicos. -Ladra y su amenaza hace que me petrifique.
Algo en mi pecho me comunica que debo hacer eso, obedecerlo. Algo me advierte que él está al mando.
-¿Conque restaurante italiano? -Me cruzo de piernas y enarco una ceja.
El rostro lo tiene cubierto por una fina capa de sudor y lo noto al ver como brilla su piel tostada.
Se muerde el labio y me dedico a degustar del momento en que sus carnes color cereza se amoldan entre sus dientes blancos y parejos.
-Demonios -maldice y le pega al volante con los puños cerrados.
No puedo evitar soltar una risita mientras él echa la cabeza hacia atrás y la recuesta en el respaldo del asiento. Sus ojos verdes me flechan y se dibuja una sonrisa en su rostro de macho alfa, aunque también veo decepción.
-Quería que fuera una sorpresa -Pone morritos y suspira. Me sonrojo y evito a toda costa que lo note-. Lo siento Anna. En serio que me imaginaba tu expresión de sorpresa en cuanto llegáramos en frente a ese lugar tan molón. -dice bajito y sus palabras me llegan al corazón.
Después de todo hay un punto a su favor: Pensó en mí.
-¿Puedes encender el aire acondicionado? -le suplico mientras me abaniqueo con la mano a la altura del pecho.
Asiente y unos hoyuelos se dibujan en su rostro sudoroso.
El aire frío invade el interior y lucho contra el deseo de ver los tensos músculos de sus brazos al darse un estirón.
«Me gustas Anna. No puedo dejar de pensar en ti y tu "cuerpo hermoso". Quiero hacerte el amor hasta que amanezca.» Me dice Nicholas en mi mente.
Joder.
No sé por qué mierda estoy imaginándomelo en este instante desnudo y conceptualizando sus hoyuelos y cada retazo de su rostro en mi mente. Me tiene con el vello enconado y el labio inferior atrapado entre los dientes.
«Es solo una reunión.» Me digo
«Es solo una puta reunión de negocios.» Me repito mentalmente
Un pequeño impulso me saca de mis pensamientos y reparo en que el auto ha echado a andar. Miro por el espejo retrovisor hacia la puerta de casa y está cerrada. Mi hermana al notar nuestra conversación debe haber entrado, para no husmear en lo que nos decíamos.
-Ann, ¿Estás bien? -Sus hoyuelos como dagas se clavan en mi pecho.
-¿Ann? -pregunto perpleja y el amplía los ojos.
La velocidad con que su pecho sube y baja se agrava, y tamborilea con sus dedos en el volante tapizado con piel.
-Bueno... eso si te puedo llamar así, si no te gusta me informas -contesta y me mira fijamente durante un instante.
Giro la cabeza lentamente en su dirección y recorro con la mirada, sus labios carnosos y húmedos. Por un instante me pierdo en el color cereza de su boca.
-Mejor eso a «gordita», ¿verdad? -Enarco una ceja y noto una gota de sudor descender por su cuello y fundirse en las solapas de su camisa de vestir.
-¿Todavía quieres ir a ese sitio? -inquiere evadiendo mi pregunta.
-No sé. -farfullo.
Miro a través de la ventanilla y advierto unas pequeñas luces titilantes a lo lejos.
La verdad es que la comida italiana no me trae ni una pizca de buenos recuerdos. Ni porque mi padre era italiano, y parte de mi familia lo es. Por lo menos por parte de padre. Además, ya vosotros sabéis de mi incidente en ese restaurante del que salí llena de salsa y quitándome la mozzarella de la cara y las rodajas de tomate del cabello.
-Tengo el presentimiento de que esta será una noche larga -Exhala un suspiro y me lanza una mirada tentadora-. ¿Verdad?
-Será de las más cortas que has tenido -Le corrijo un poco molesta-. Esta mierda de salida solo es para salvar mi pellejo, ¿recuerdas?
No sé el porqué de mis palabras bordes, pero he sentido la necesidad de recordarle nuestro pacto para que no se fuera de rositas y se hiciera el de la memoria en blanco.
-Ya lo había olvidado. -contesta en voz baja. Pero de malas para él, lo escucho.
-Más vale que no lo hagas. -Le advierto, y ahí de nuevo mi actitud borde.
Me da la ligera impresión de que quiere terminar nuestra conversación, ya que enciende la radio y aumenta el volumen de la música. Y sé que me debo de sentir un poco culpable, ya que he sido yo quien ha creado olas cuando las aguas estaban tranquilas.
Dirijo mi mirada de sus labios a la ventanilla y las luces de la lejanía ahora están más divisables en edificios y casas. Por un momento me siento libre y además considero que puedo salir más allá de las barreras de Washington, de Lewis County.
Siento la voz carrasposa del cantante caer en picada cuando Nicholas reduce el volumen de la música.
-¿Al fin a dónde vamos? -le pregunto.
Ha estado sin decir nada estos minutos y eso me ha hecho sentir incomoda. Uno de los dos debía quebrar el silencio.
Me mira un instante y se encoge de hombros y posa su mirada en la carretera de asfalto perfectamente compactado.
-¿Te gusta el champán? -me pregunta mientras marca una ruta diferente en su GPS.
-No bebo. No es sano. -protesto y él traza una media sonrisa.
-Bien entonces. No te obligaré a beber -Me mira comprensivo-. Pero ya no tengo más ninguna idea de un sitio en el que encajes. - Aunque lo dice sin doble sentido, creo, me molesto un poco.
-Bueno, conozco esta carretera. -Miro una señal de aviso y una garita que he pasado varias veces-. Hay un Mc Donaldʼs a un kilómetro de donde estamos. Podemos llegarnos a ese sitio. -le sugiero y asiente con una sonrisa refrescante a la vista.
-Hace mucho que no tengo el amago de comerme una hamburguesa. -dice y se pasa la lengua por el labio inferior.
Me erizo y trago saliva mientras miro su boca con ojos como platos.
-¿Qué tienes Ann? -Su voz es tan sutil que hace que me sacuda en el asiento.
-Nada. -miento y él enarca una ceja de forma inquisitiva.
-Vamos, cuenta. -insiste.
Me tengo que inventar una buena para sacármelo de encima.
-Solo pensaba en la última vez que fuimos toda la familia a ese lugar y nos comimos unas Big Mac deliciosas y nos tomamos unas Coca-Colas mientras papá nos contaba una de sus historias absurdas. - contesto y suspiro con nostalgia.
-Pueden seguir haciéndolo.
-No podremos, será imposible después de lo que pasó. -Mis vías respiratorias se bloquean por las lágrimas.
-Y ¿qué paso? -pregunta abriendo más los parpados.
-Es solo que... -Hago una pausa al darme cuenta de que no debo contarle nada-, es algo que no te incumbe. Es muy íntimo y no te conozco de nada. -contesto y pone los ojos en blanco.
-Si me conoces. Soy tu jefe. -replica con arrogancia.
-Ni de coña. Ya... no insistas. -Me cruzo de brazos y el asiente, por suerte.
De un momento a otro sus dedos largos y callosos se posan en mi hombro desnudo y comienzan a acariciarme la piel. Las almohadillas de sus dedos están calientitas, aunque quiera decirle que no me toque, esto es más fuerte que yo. El contacto.
-Solo quería parecer preocupado. -dice con voz fuerte y segura. Y su aliento cálido se pega en mi piel.
-Vale. -replico en voz baja y vuelvo la vista a la ventanilla tintada en negro.
Veo a través del cristal como las luces de un edificio contrastan con la oscura noche.
Nos acercamos al pequeño restaurante con un cartel de una «M» amarilla y curvea y sus tradicionales Golden Arches. Nicholas aparca en el aparcamiento. Donde no hay tantos autos.
-No deberías comer tanta comida chatarra. -Me dice en cuanto mira al restaurante.
Me bajo del auto evadiendo su cometario y abro mi bolso en busca de dinero.
-¿Para qué es eso? -Me señala los billetes sobresalientes.
-Para pagar, para que más puede ser -Pongo los ojos en blanco y sigo hurgando en busca de más pasta.
-Yo lo pagaré todo, ahora vamos dentro. -Me toma del brazo y me atrae hacia sí-. ¿Qué se supone que haga una pareja? -Me pregunta y no esperaba que la dinamita estallara tan pronto, la verdad.
-Hace años que no tengo novio. -Evito su mirada.
«Cincuenta... Cincuentaiuno...»
-Vaya vida más latosa. - dice y reímos un poco.
-Sí, es una lata. -reafirmo su comentario.
Nos detenemos en la entrada y nos miramos al mismo tiempo. Siento la espina del deseo intentar pincharme el pecho.
-Espero complacerte al hacer este esfuerzo. -Señala con una de sus manos el interior del Mc Donaldʼs. Las mesas de aluminio y las personas comiendo.
-Bueno. Será difícil complacerme si tienes esa cara estirada y nauseabunda. -bromeo y ríe junto conmigo mientras abre la puerta para que pase primero que él.
Me armo de valor y le pregunto:
-¿Nunca has tenido novia?
-La verdad es que no -replica encogiéndose de hombros-. ¿Por qué? ¿Quieres ser mi novia? -me ametralla con esas preguntas y me petrifico.
Ni de coña. Tal vez... bueno... es muy lindo.
-Ni en tus sueños más profundos. -replico seria; aunque tengo las mejillas encendidas.
-Vale, vale. Que era broma, no te creas tanto. -Se apura a decir mientras con sus manos me empuja por la espada hasta el fondo del restaurante.
Nos sentamos en una de las mesas y enseguida Nicholas pide unas Big Mac y unas Coca-Colas para nosotros. La camarera parece tratar de llamarle la atención a Nicholas haciendo todo tipos de movimientos y sonriendo. Empinándose y casi poniendo el rostro de mi jefazo entre sus tetas. Incluso en un momento, se dicen algo y ríen. Aunque él después se pone serio, frunce el ceño y le dice algo por lo bajo.
Cuando ella se aleja decido volver a tomar las riendas.
-¿Le conoces? -Le pregunto y señalo a la camarera que se contonea mientras camina hacia otra mesa donde hay una pareja.
-Sí -responde secamente-. Pero no te preocupes... solo fuimos compañeros en el bachillerato, pero mírala a ella ahí y mírame a mí aquí. -Sé que debe referirse a la posición social.
-Parecen conocerse más que dos adolescentes que iban juntos a la misma clase. -No sé por qué cojones. Pero la sangre me hierve en las venas.
Frunce el ceño y me da una sonrisa agradable.
-¿Estás celosa? No hay razón para estarlo. Yo solo tengo ojos para ti. -replica con la voz sutil y ligera.
Yo me sonrojo un poco y me tapo las mejillas con las manos. No quiero que note mi rubor.
-Deja la cursilería para otra. -digo tajante y bebo un poco de agua.
Mentira. He amado ese momento en que ha dicho que solo tiene ojos para mí. Es muy lindo. Pero si aparento que me gusta, sus garras me tendrán asfixiada.
-No es malo que tengas ce...
-¡Mira Nicholas! -Lo corto-. Te pido que no insistas en que estoy celosa. No sé de donde te lo habrás inventado, pero basta ya. Que haya preguntado si tú y esa zorra se conocían, no tiene que ver con los malditos celos. -replico evadiendo su mirada, y frunzo el labio.
«Cien... Ciento uno...»
-Así que zorra... -Me mira fingiendo estar asombrado.
Exhalo un suspiro sonoro y aprieto el vaso de agua en mi mano.
-Sí, es una zorra -replico un poco pasada de tono. Quiero callarme, pero no puedo-. Vi cuando te mostraba los pechos en bandeja. Oh cielos, lo olvidaba, era que quería mostrarte su nuevo sostén para que te comprases uno igual. Por favor. ¡Se te estaba ofreciendo! -Río con sarcasmo. Sí que estoy pareciendo celosa. Pero ahora que he liberado esto me siento mejor conmigo misma.
-Yo también le mostré mi bóxer para que se comprase uno igual. -Me contrataca y le azoto en el hombro.
-Ya será hora de que haga acto de mi presencia en casa. -suelto con rabia mientras recojo el bolso de la superficie de la mesa de aluminio frío.
Hago el amago de pararme, pero me toma del brazo y me sienta de un tirón en la silla.
-¡No te vas! -replica en tono amenazante-. Te quedarás sentada ahí porque yo quiero. Nadie me deja plantado, preciosa. -Se aparta el cabello que le cae en rizos, de la frente.
-Yo no soy «nadie», soy Anna. -le digo cortante.
-Es como si lo fueras. -Me espeta y se da un sorbo de agua.
-Claro. Solo porque tú eres rico y yo no tengo donde caerme muerta, ¿Es eso? ¿De eso se trata? -le digo mirándole fijo, y con la voz carrasposa.
¿En serio de esto se trata todo? ¿Va a tratarme como a una mierda?
-¿¡Puedes dejar de ser el centro del jodido universo!? -se queja con los dientes apretados.
-Eso es algo que te de...
Nos vemos interrumpidos por la zorra que viene a traernos el pedido. Deja los dos, ambos para él, y los refrescos también. Parecen creer que yo no existo, o bueno, así lo cree ella.
Joder. Me he quedado con la lengua picándome.
-¡Porque mejor no haces tu trabajo de mierda, y le das la jodida hamburguesa y el refresco a la dama! -Escucho gruñir a Nicholas.
-L-lo siento. -masculla ella apenada y me coloca delante el plato con mi hamburguesa. Ubica un vaso al lado del plato y vierte la Coca-Cola en el interior.
Logro vislumbrar entre de tanto cabello rebelde en su cara, unos ojos vidriosos y sus labios temblorosos. La chica... la zorra..., está a punto de llanto.
-¿¡Por qué la tratas así, Nicholas!? -lo reprendo y capto su atención al momento.
Frunce el ceño y pone los ojos en blanco.
-¿Te defiendo de la zorra y así me pagas? Y además ¿Dándome un sermón? -replica molesto mientras aprieta entre sus dedos el vaso de plástico blando que contiene el refresco-. Es lo último que me imaginaba de ti, por Dios. -gruñe y le hace un gesto desdeñoso a la camarera para que salga volando de nuestro lado.
-No hacía falta que me defendieras -Me apuro a decir.
Es verdad, no dependo de nadie para poner a alguien en su sitio con mis propias manos y boca.
-Vale. -Me veo sorprendida cuando serena su tono.
Le da un sorbo largo al refresco y muerde la hamburguesa con ganas. Me quedo atontada mientras degusto de su dentadura perfecta despedazando el pan y la hamburguesa en el interior.
Comienzo a hacer lo propio y muerdo la deliciosa hamburguesa, la cual que me ha pedido a gritos en todo este periodo de discusión que la deguste.
Lo hago y suelto un gemido al sentir como el pepinillo, la cebolla y la lechuga crujen en mi boca.
-¿Te gusta? -me pregunta con la boca ocupada por la comida.
Adoro ese instante en que parece una ardilla con la boca atiborrada de bellotas. Se ve muy lindo y me saca una sonrisa.
Asiento y vuelvo apegarle un mordisco a la hamburguesa.
-Me gustas cuando comes. Te ves llena de vida. -comenta con sus ojos repasándome y las comisuras de sus labios curvadas hacia arriba.
-¿Gracias? -Le digo entre bocado y bocado.
No jodas Rey del Despido. Ahora es cuando comienzas a parecer cursi para enrollarme y ahí es cuando caigo...o caía...Ya no más de esa Anna estúpida que creía en el amor verdadero cuando comenzó la universidad. O en los cuentos de hada en los que la princesa se casa con el príncipe y terminan comiendo perdices.
Su mano se enrosca en la que mantengo en la superficie de la mesa y cuando lo intento, no puedo lograr zafarme de su agarre.
-¿¡Qué intentas ahora!? -Me enfurruño.
-Solo estoy acariciando tu mano... ¿No puedo? -me pregunta con sus ojos de diablo disfrazados de ángel. La ternura con que se muerde el labio y como el cabello rebelde le desciende por la cara, me hace delirar y pedirle al cielo.
«Qué más da... solo una enrolladita y ya, Anna» Me dice mi subconsciente, gozoso de este momento en que su palma caliente pasa por el dorso de mi mano.
-Sí. -¡NO! -. Pero te costará un aumento que me haga llorar de bueno. -bromeo. Pero él parece tomarlo muy en serio.
-¿Te parecen unos mil dólares de salario? -Me pregunta y toma la pasita que hay en el vaso entre sus labios y succiona.
¡No habla en serio!
Joder, que solo estaba de broma.
-No hablaba en serio, ¿sabes? -le informo antes de que esto vaya más allá de una broma mal elaborada.
-Yo sí. Soy tu jefe. -Me recuerda con arrogancia. -Y...no sé si te molestes..., pero he mandado a renovar el contenido de tu frigorífico. -Sonríe y absorbe más del líquido marrón.
¿Qué ha hecho que?
-¿Cómo es eso? -le pregunto absorta a lo que me ha dicho.
Para de succionar de la pasita y sonríe nuevamente. Aún con el tubito entre sus labios.
-He comprado comida vía internet a tu nombre. Y no debes devolver el dinero que gaste en ello -dice con total profesionalidad en su tono y añade-: Nada de alimentos que contengan altos niveles en calorías. Veras muchos vegetales y cosas bajas en grasas.
Me ruborizo y el calor no tarda en aparecer en mis mejillas.
-¿Ha-as hecho eso por mí? -Mascullo.
Nos conocemos de hoy y se preocupa por lo que como. Me defiende y me trata como nunca lo ha hecho un chico, excepto Morgan. Pero él está en Inglaterra y es otra historia que no he contado.
Asiente lentamente y me da una sonrisa perfecta.
-Sé que te conozco de hoy, pero... -Noto sus mejillas coloreándose de escarlata, contrastando con su piel pálida-, me gus... me has caído muy bien, y siento que podríamos hacer buenas migas. -Ese momento en el que ha dudado en sus palabras casi hace que mi corazón de tan inflado, explote.
Sonrío y absorbo de mi pasita en mi vaso con Coca-Cola.
-Debería detenerte... pero no lo haré. -le digo soltando la pasita de entre mis labios y tomo el último bocado de hamburguesa en mi boca.
Suspira con alivio y río un poco.
-Gracias por aceptar mi obsequio. -me dice pasando su pulgar por la palma de mi mano y la descarga no tarda en fustigar mi piel sensible al tacto.
No evito mirar sus ojos angelicales y sonrio y deslizo mi índice por su muñeca.
-Te pasas de cursi, de verdad. -Río, pero no detengo mi caricia.
-Se me pasará después de que follemos. -¿¡QUÉ!? -. Hey, no te molestes, solo bromeaba. -añade. Seguramente después de ver la nube con truenos sobre mi cabeza.
Respiro con alivio. Pero no olvido que Noah, el jodido capitán del equipo de rugby, me dijo eso mismo en medio de todo el Instituto. Fue una etapa horrible, mi instituto. Era una chica sin amigos y con poca aceptación. Pero muchos andaban detrás de mí. Por tal razón le caía como un puntapié en el trasero, a muchas chicas.
-Llevamos solo horas de conocernos... y ya estabas hablando de follar. ¿No te jode? -le digo seria. Puede que haya sido solo una bromita de mal gusto, pero estoy molesta.
-¡Joder! -se queja-. Ya te he dicho que era una broma. Lo siento, ¿me disculpas? -dice y se aparta el pelo de la vista. El cual desobedeciéndole vuelve a caerle delante de sus ojos verdes.
-Sí. Pero ya he tenido experiencias tal y como tu bromita de mal gusto. -replico con disgusto.
Suelta un suspiro y toma entre sus dedos un pedazo de hamburguesa y me lo pega a los labios.
-Abre la boca. -Me ordena.
Adoro sus ojos. El verde. Parezco perderme un paisaje selvático cuando los miro, en una arboleda, quizás en un bosque o en la Amazonía. Y también me recuerdan a los de mi difunto gato, Cascabel.
Abro lentamente los labios y el pedazo de hamburguesa ingresa en mi boca con parte de su dedo. Lo saboreo sin reparo y siento en mi lengua la yema de su dedo calientito.
Cierra los parpados, se muerde el labio y yo me erizo completa.
Echo la cabeza hacia atrás para retirar su dedo de mi boca, y termino de tragarme el bocado.
Mira hacia el suelo pasándose la mano por la boca y después me mira a mí. Me repasa durante varios segundos... minutos quizás.
-Sabes... -Capta mi atención rápidamente-, pensaba que esto saldría fatal. -admite sonriendo.
-¿Por qué?
-No sé. Me sucumbía el miedo de que no te gustara esto... lo que estamos teniendo ahora mismo.
-En serio... no me gusta ni un poco. -bromeo.
Ja. Tengo que devolverle la bromita de follar con una también.
Sus facciones se fruncen en molestia y le pega con el puño a la mesa metálica. Logrando un pequeño abollo en donde su puño implanta fuerza.
-Pensaba que sí. -gruñe-. Será mejor que te vayas a tu casita de mierda. -Ladra y a su paso derriba el plato en el suelo.
La porcelana quebrándose llama la atención de todos en el lugar y me siento avergonzada.
-Era una broma. Siento sí te afectó en algún sentido. -Le digo evitando todas las miradas que se clavan en nosotros.
-A mi nada me afecta, hermosa. -Es el mismo Nicholas de hace una hora-, en realidad no sé por qué cojones te he invitado a una cita. -escupe y saca una billetera de uno de los bolsillos de su pantalón.
-Mírame. -Le ordeno y me fulmina con la mirada-. Si has creído que saldríamos casados de este sitio, pues te equivocaste de mujer ¿vale? -Le informo con la misma rabia que atraviesa su mirada.
Se ríe a carcajadas y después frunce el cejo.
-Nunca ha estado entre mis papeles casarme con una mujerzuela como tú. Solo quería echar un polvo esta noche. Planeaba llevarte a un motel después de esto y follarte hasta correrme en tu interior. -Mi corazón se quiebra en mil pedazos y mis ojos se nublan debido a las lágrimas.
-¿Qué dices? -Trato de gritarle, pero mi tono de voz ha flaqueado.
-Eso. Solo quería follarte. -Repite y duele más que la primera bala.
Me levanto indignada y tomo el bolso de mano y se lo zumbo por la cara.
-Ni de coña lo hubiera permitido. -Replico bullendo por la rabia salvaje que me carcome desde el interior.
Tira unos billetes en la mesa.
-Mierdas como tú no valen un jodido dólar. -le digo casi sin aliento, pero con la voz ahogada en lágrimas.
Salgo del Mc Donaldʼs y me quito los tacones plateados. Voy con mi dignidad debajo del brazo.
-¡A la mierda tu dinero! -grito para mi sola y lanzo el calzado lejos.
Mierda.
Hay un frío que pela aquí fuera y estoy desabrigada, descalza y rota por dentro. ¿Qué mierda tiene mi destino que ver con los restaurantes? Dos veces abochornada en un sitio así. Pero esta vez me ha dolido más. Esta vez me ha dejado clara sus asquerosas intenciones delante de toda esa gente. La mayoría parejas y familias con bebés que comenzaban a llorar con los gritos.
Camino y camino, por la calle fría. Mis tendones se encogen y maldigo al detenerme y caerme en el suelo. Justo ahora los tendones de mis pies dan la nota.
Estiro y encojo el pie que da la lata, pero no se me pasan los latigazos.
He caminado un promedio de un kilómetro, ya que vuelvo a ver esa señal de transito medio oxidada de antes y la garita.
La calle se ilumina y miro hacia atrás. Los focos de un auto me alumbran la cara y me tapo los ojos con una mano, mientras recojo las piernas y me las protejo con el otro brazo. Se detiene a poco menos de tres metros de mí con un crujido seco de los neumáticos contra el asfalto.
Siento un portazo y aparto la mano de mi cara. Ahí está él, con su cabello rebelde, su cuerpo bien tallado y sus... espera, ¡¿LÁGRIMAS?!
Se me acerca despacio mientras lleva las manos en los bolsillos y los ojos rojos y verdes. Rojos de dolor, y verde porque sí.
En momentos como este no entiendo que pasa. Soy yo quien debe de estar llorando, no él. Él es quien me ha ocasionado daño, dolor y desesperanza.
Camina hacia mí mientras sigo tirada en el suelo. No me puedo parar, aunque quiera. Se agacha a mi lado y pasa una de sus manos por mi hombro. Mi piel fría se comienza a calentar con su roce.
-Déjame llevarte a tu casa. -me suplica...sí..., es una súplica.
Lo miro a los ojos y las mariposas revolotean en mi estómago. Su rostro esta tan cerca del mío y ahora es que me doy cuenta. Su respiración es trabajosa y su cabello está más engrifado por el viento seco que lo incita a enmarañarse.
-Eres un bastardo. -le grito y trato de apartarlo de mí, pero no puedo.
Mira hacia el suelo y suspira. Después me mira con esos ojos llorosos.
-Lo sé, Ann. -admite con voz quejumbrosa y se quita el suéter que lleva puesto.
Me trago la bilis y tomo el suéter y me enfundo con la tela gruesa y caliente.
-Ven -Me extiende una mano mientras se pone en pie.
No sé qué hacer. No es que quiera quedarme helándome a un costado de esta calle solitaria. Pero él me ha infligido mucho daño, me ha tratado como a una jodida mercancía de la que se deshace con la misma facilidad que me conoció. Las cosas conmigo no van así.
-Yo me levanto sola. -le digo cortante.
Hago el amago de ponerme en pie. Pero el terrible dolor vuelve y hace que me balancee y casi caiga. Casi. Nicholas me sostiene por la parte baja de la espalda y después me carga en sus brazos.
Evito su mirada mientras los focos de luz se vuelven más grandes a mi vista y después me encuentro en el asiento del copiloto. Nuevamente entre sus garras. Asfixiada por el olor a él, que hay dentro de este coche.
Me abrocho el cinturón de seguridad y miro hacia la ventanilla mientras él se sube en el auto.
-No me hables en todo el camino. -le advierto sin girarme para verle.
-¿Por qué no? -me pregunta arrogante y tengo que aspirar y espirar renumeradas veces para no violentarme.
«Quinientos mil...quinientos mil uno...»
¿En serio lo pregunta?
-Porque no. ¿Qué te creías? ¿Qué que me prestaras tu mierda de suéter arreglaría la situación? -replico borde.
-Nunca creí eso. -su tono se ha calmado de momento.
Me esperaba algo más... BOOOM
-Si me vas a dar el aventón será mejor que arranques esta cosa. -le aviso mientras me acomodo el cabello rebelde detrás de la oreja.
Su auto comienza a andar y abro la ventanilla. El cabello se sale de detrás de mi oreja y vuelve a atravesarse en mi rostro, en mi vista nublada. En realidad, no creo que algún autobús pase muy a menudo a estas horas. Lo miro por un instante y sus ojos están clavados en mí. No ha parado de mirarme en estos minutos que llevamos moviéndonos.
-No tienes el derecho a despedirme. -le digo por fin.
El silencio incómodo me ha estado matando en los últimos minutos.
-Lo sé. Después de todo... "salimos". -dice sin apartar sus ojos selváticos de la carretera desolada a esta hora.
-Y ¿Me dejarás en paz? -le pregunto.
En serio sería bueno saber que dejará de hablarme o algo a partir de ahora. No me siento segura ni con su presencia. Igual que con los muchos que me han abucheado.
Sinceramente he creído que podríamos crear algo cuando lo vi tan afectuoso y divertido. Cuando dejó mal parada a aquella por mi causa, cuando sentí su dedo jugar con mi lengua. Fue increíble verlo sonreír y... por Dios, creo que me gusta mucho. Aunque como siempre, esto ha terminado en calamidad y palabrotas atravesadas entre los dos.
-Solo si tú quieres eso... -responde con las cejas elevadas y la voz más calmada que le he sentido.
¿Qué es lo quiero realmente?
No lo sé. Eso es lo peor. Ha sido tan bueno y eso en tanto tiempo... que siento que no podría dejar de verlo. Me he sentido íntimamente relacionada con él.
-Yo... -Comienzo a juguetear con mis manos-, yo creo que es mejor estar apartados. Tu eres mi jefe, y yo tu empleada. -respondo sin intentar verlo a la cara.
-Está bien, Ann. -Su voz es casi tan suave como terciopelo.
¿Qué es esto?
¿Ahora me habla con voz de víctima cuando ha sido quien me ha clavado el puñal en el pecho?
-¿Cómo puedes actuar como si nada hubiera pasado? -le pregunto molesta. Sintiendo como las manos me tiemblan.
Me mira con confusión en sus ojos y después se pasa una mano por la cara, mientras que, con la otra sostiene el volante.
-Sé lo que he hecho. Pero que quieres... ¿Qué te grite? O mejor ¿Qué te llame zorra? -me pregunta cabreándose.
Bueno...Vale, lo admito. Verlo así de apaciguado no es costumbre desde que lo conocí hace ocho horas. Esperaba que me gritara, que quisiera matarme, pero solo ha seguido la rima de mis palabras.
-No. No quiero nada de eso. -replico tratando de mantenerme fuerte-. Pensé que eras mejor que esto. -lo señalo con desdeño.
Suspira y toma una bocanada de aire. Abre la ventanilla de su lado y el aire se hace más frío, aunque él está sudado.
-No lo soy -dice bajito y veo como a través de sus ojos se refleja la carretera en movimiento-. Soy así Anna. No sabes la mierda que me ha costado ponerme así de gentil y cursi contigo. -Sus palabras suenan un poco fatigosas.
¿Le ha costado? ¿Ha hecho ese esfuerzo por mí?
-Bueno... parece que has dejado de intentarlo -Le recuerdo.
Pone los ojos en blanco y después me mira de forma repentina.
-Nunca estuvo en mis intenciones decir lo que dije. Pero tampoco podía dejar que me hicieras quedar en ridículo. Me ilusionaste, ¿sabes? -Mi pecho se aprieta y mi corazón hinchado no razona.
¿Lo hice?
-No te creo -Le digo tajante.
La velocidad con que los neumáticos ruedan por el pavimento va disminuyendo y el coche se detiene con un seco crujido contra la calle.
-Ya llegamos -Me avisa y reparo en sus ojos inyectados en sangre. Rojos y vidriosos. Su voz languideciendo.
-Adiós -le digo secamente.
Su mano me sostiene del antebrazo antes de que pueda deshacerme del cinturón.
-¿Te puedo dar un beso en la mejilla? -me suplica.
No sé. Siento que si hago esto me veré atrapada entre barrotes y esposada sin posibilidad de ser libre nuevamente. Me tendrá a su merced si siento sus labios nuevamente en mí.
-Ni en tus sueños más profundos. -contesto con frialdad y me suelto de su agarre.
Me despojo del cinturón y me salgo del auto tibio, sin mirarlo a él. Me quito el suéter y se lo lanzo por la ventanilla bajada.
-Adiós Ann. -Siento a su voz decirme.
El césped antes de llegar al porche esta húmedo y mis pies descalzos se mojan. No miro hacia atrás. Su auto no ha acelerado y apuesto mi vida a que él me está mirando. Viendo como camino, insegura, temblorosa, dolida.
Sinceramente he sentido que me gustaba, que era diferente a la horda de hombres que he conocido a lo largo de mi vida universitaria.
Toco la puerta de madera oscura y cruje al contacto con mis nudillos. Miro hacia atrás y sus ojos se divisan en la penumbra del interior del auto negro como la noche.
La puerta se abre y la panzona de mi hermana me saluda con una sonrisa. Sonrisa que se destroza al verme los ojos como sé que los debo de tener, hinchados, y descalza y echa un guiñapo por el dolor.
-¿Qué ha pasado, Anna? -me pregunta con preocupación mientras su mirada se dirige por encima de mi hombro.
-Entremos. -le digo pasando por su lado.
Camino mirando el suelo de madera y cuando mis pies tocan la moqueta suspiro. Me acerco al mueble y dejo caer mi cuerpo.
-Sigue ahí, Anna. -me avisa Jolie y sé que está alarmada.
-No se irá si no cierras la jodida puerta.
-Vale.
La puerta cruje al cerrarse y después escucho el leve sonido de los pasos de mi hermana. Se sienta a mi lado en el mueble y su mano cálida me frota en el hombro.
-¿Jace está despierto? -le pregunto.
Tengo que saberlo. No me siento para nada cómoda, llorando con alguien que no sea mi hermana.
-Tranquila -Me conoce y sabe que estoy a punto de llorar-. Él llegó cansado del trabajo, se dio una ducha y cayó sedado en la cama. Puedes llorar. -dice con la mayor calidez y preocupación que puede utilizar en su tono.
Desato el llanto. Mis ojos han contenido mucho estas lágrimas que salen en cascada de mis ojos. Estoy hecha menudos pedazos. Esos demonios todavía me persiguen y se ahíncan en la idea de verme sufrir, siempre en mi ámbito de ser amada y feliz con un hombre.
-¿Qué ha pasado exactamente?
-Ese hombre es lo peor, Jolie. Solo me ha utilizado. ¿Sabes que se siente cuando te gritan delante de una multitud como si fueras una jodida prostituta?
Ella niega con la cabeza, absorta.
-Se siente fatal. Te sientes como la mayor mierda de la tierra. -respondo por ella.
-¿Así te ha hecho sentir él?
-Así no... peor.
Ya debería saber cómo me siento después de lo Harry. El hijo de puta que casi me droga con tal de violarme.
-Había sido una dulzura. Me había causado cosquilleo incluso. Fue tan lindo y... después solo me dijo que su intención era llevarme a un jodido motel y follarme hasta correrse. -Ella ahoga un grito y sus ojos se llenan de lágrimas.
-¿¡Eso te ha gritado!? -me pregunta sin querer creerlo.
Ja. Ha sido peor.
-Joder que sí. -respondo y el dolor solo aumenta.
Mi hermana me abraza y eso me alivia un poco. Su calidez me hace sentir... protegida. Con ella siempre siento que nada pasará, que estoy segura. Ella es mi muro, joder, eso que muchos tenemos para apoyarnos cuando nos sentimos desvalidos.
-Anna, todo pasará, créelo. -me susurra mientras me acaricia el cabello.
¿Pasará? ¿En serio?
-¿Lo crees?
-Sí, lo creo Anna. A mí también me han roto el corazón y aquí estoy.
-Gracias por siempre estar presente en mi vida. -le digo y la abrazo con más ganas.
La quiero con la vida. Mi hermana mayor es todo lo que me queda y es como una rosa que no debo dejar marchitar. Mi rosa favorita en un campo entero.
-Gracias a ti, por ser parte de la mía. -Me dice y me besa en la frente.
-Vale, vale. Ya basta de esto. -Le digo tratando de reponerme. Esto es duro de hacer, pero no cuesta hacer el intento.
-Bueno... no estés más triste y no me preocupo más. -dice enarcando una ceja -. Y por cierto... mañana Jace tiene una reunión importante y no puede acompañarme a la consulta, ¿tú puedes?
-Yo te acompaño. -Le sonrió.
-Se me había olvidado decirte que hoy vino un mecánico, y reparó nuestra lavadora. -dice para animarme. Eso sí que me da felicidad.
-Eso es muy bueno. -Le digo y fuerzo otra media sonrisa.
-Ahora te duchas, yo me voy a dormir. -Me dice a modo de orden.
-Claro. -Mi lagrimar está regenerando el dolor y no quiero descargarlo delante de ella.
Espero a que se levante y se vaya para que el dolor me domine. Cuando lo hace, las lágrimas desordenadas vuelven a surcar mis mejillas y mi vista se vuelve a nublar. Las figuras pierden sentido, y mi existencia también.
¿Él estará llorando igual que yo?
No lo creo.
Voy hacia el baño viendo como los paneles de madera me giran en la cabeza. Un fuerte azotazo ha causado que la cabeza me duela de momento. Un momento que me durara sus buenas horas.
El agua caliente no logra calmarme el dolor de cabeza, aunque si me ha relajado una gran cantidad de músculos del cuerpo, que tenía tensos.
Me embuto en un pijama de cuadros y me meto bajo el edredón con la intención de acallar la voz que me insiste en que siga llorando como una adolescente que descubre que su novio solo quería follarsela. Yo soy la adolescente, y Nicholas, el capullo disfrazado de novio.
Nicholas. Él y sus palabras me han despedazado completa. Han venido como sables directo a mi pecho y me han acuchillado hasta tener el placer de verme llorar. Me ha hecho infeliz cuando empezaba a sentirme segura y bien a su lado. Es lo peor.
Él es lo peor.
¿Cómo es que existe tanta crueldad en un solo ser?
Ni jodida idea. Nicholas es un predador. Un capullo sin sentimientos que me ha dejado vacía por dentro y sin esperanza de volverme a enamorar...
QUIERO DARLE MIS MAS GRATOS SALUDOS A TODOS LO QUE HAN VOTADO POR MÍ Y ME HAN LEIDO. OS QUIERO CON LA VIDA, Y OS ASEGURO QUE NO OS CAMBIARÍA POR NADA.
UN BESO PARA MI AMIGA PPAT11. TE QUIERO HERMANITA MENOR
GRACIAS ;) OS AMOOOOOOOOOOO
😘😘😘😘
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