una rafaga de aire fresco
Pasaron rápidas las semanas igual que caen las primeras hojas caducas de los árboles, cubriendo de un manto pardo el suelo de los parques de Londres. Ya había llegado el dorado otoño, y con él las incesantes lluvias, y las bajadas de temperatura que obligaban a usar una vez más los pesados abrigos, y gorros.
Hermione llevaba ya más de dos meses en la ciudad, y seguía metida de lleno en aquel dichoso caso. Cuanto más hundía su estilizada nariz entre los documentos que conformaban el dossier de Crabbe, mas se convencía de que todo parecía demasiado fácil, y eso le hacía fluctuar de si en realidad era así. Multitud de dudas se cernían en su cabeza pero no conseguía unir todos aquellos hilos que quedaban sueltos. La entrevista con Goyle la había dejado más confundida que antes, y su posterior charla con Malfoy le convenció de que Crabbe había estado enamorado de esa chica, y que tal vez sus celos —debido a la profesión de ella—, podían haberlo llevado a acabar con su vida. Pero nada de eso constaba en el dossier y era sin duda una prueba concluyente; Malfoy ocultaba el móvil del homicidio, y ella debía conseguir que Crabbe confesara delante del juez que la mató por celos, por amor, por no querer compartirla con nadie más. Ese debía ser su objetivo principal.
La inesperada visita de alguien muy querido logró que se olvidara de todo aquello que le preocupaba. Fue una ráfaga de aire fresco la llegada del hermano de Ron: Charlie. Charles Weasley apareció frente a la puerta del apartamento de Pansy un día cualquiera de primeros del mes de octubre, llegaba como siempre, sin avisar. Hermione sintió un vuelco en el pecho cuando lo vio con su acostumbrado aspecto desaliñado. Charlie era alto, pelirrojo, innumerables pecas cubrían su rostro hasta lograr que pareciese bronceado. Tenía los ojos de un intenso color azul y solía ladear la sonrisa dejando entrever sus dientes que al contraste con el color de su piel, resplandecían. Era de constitución fuerte y atlética. A pesar de ser un tipo atractivo y bastante deseable para el género femenino, el cuñado de Hermione continuaba soltero a sus treinta y un años, y eso tenía una simple explicación; Charlie estaba profundamente enamorado, su corazón estaba ocupado desde hacía años por una sola cosa a la que se dedicaba en cuerpo y alma, y volcaba en ella toda su pasión: su profesión. Nunca amaría a una mujer igual que amaba la arqueología, él se definía como un ávido buscador de tesoros. Por esa razón pasaba grandes periodos de tiempo alejado de su hogar y su familia, en lugares dispares, inimaginables, y en ocasiones muy peligrosos.
Cuando Charlie la saludó por medio de un caluroso abrazo, Hermione sintió como su corazón se llenaba de nostalgia. De todos sus cuñados, el hombre que tenía frente a ella era el más parecido a su difunto esposo —si se rasuraba la barba incipiente y sus pecas fuesen menos numerosas, serían dos gotitas de agua—, y eso consiguió que miles de recuerdos agradables y otros no tanto, asaltasen su mente y su alma.
—¡Oh! Menuda sorpresa Charlie, ¿qué haces en Londres? —preguntó aturdida mientras se separaba de los fuertes brazos del pelirrojo.
—Estoy de vacaciones. He pasado un par de semanas en Ottery con la familia, ellos me comentaron que te habías instalado en Londres, y como hacía años que no pisaba la ciudad pensé en pasar mis dos semanas restantes de libertad en compañía de mi cuñada favorita, antes de regresar al trabajo —explicó el joven mientras sus ojos desprendían un brillo de entusiasmo que contagió a Hermione, consiguiendo que la melancolía desapareciese de su corazón. Charlie prosiguió mientras echaba una ojeada al recibidor del apartamento—. ¿Y tú, que tal te encuentras? Este sitio no parece estar nada mal.
Las últimas palabras las pronunció mirando fijamente a Pansy que había salido al encuentro de su compañera para averiguar quién era la persona con la que hablaba.
—Me encuentro tranquila, en paz… ¡Oh vaya! No sabía que estabas ahí, Pansy, ven, acércate te presentaré a mi cuñado Charlie.
Hermione hizo las correspondientes presentaciones y los dos recién conocidos se estrecharon amistosamente las manos. Hermione llenó de aire sus pulmones, y mirando sin dar crédito a su cuñado, añadió con voz temblorosa.
—Aún me cuesta creer que estés aquí. Os he echado tanto de menos… ¿Qué tal están todos en La Madriguera?
—Tratando día a día de restablecer la normalidad. Mamá aún se sigue poniendo muy triste de vez en cuando, sobre todo ahora que pronto vuelven las fechas navideñas.
Ya habían dejado atrás el recibidor y se encontraban en el salón donde el joven pelirrojo tomaba asiento junto a su cuñada en el enorme sofá. Pansy se sentó muy cerca en uno de los butacones, sin apartar sus curiosos ojos claros del recién llegado. Hermione volvió a suspirar profunda y amargamente. Siempre que oía hablar de lo decaída y atormentada que se encontraba Molly, no podía evitar pensar que ella tenía parte de culpa en el estado de ánimo de su suegra. Era consciente de que su marcha contribuía a aumentar su pena, porque con ella también se había marchado una parte importante y feliz de la vida de su malogrado hijo. Pero Hermione era firme en su decisión y seguía pensando que alejarse de Ottery, y de todo aquello que la unía a Ron, era lo mejor que podía haber hecho. No había sido una medida al azar, todo fue dolorosamente meditado.
—No creo que pase estas navidades con vosotros en la Madriguera —lo dijo en voz baja, pero eso no impidió que tanto Charlie como Pansy la oyesen claramente.
El pelirrojo carraspeó nerviosamente mientras pasaba uno de sus fuertes brazos por los frágiles hombros de su cuñada, que se veía muy afectada.
—No te aflijas. Ninguno esperábamos que vinieses, aunque todos lo deseamos. Sabes lo que significas para nosotros, pero entendemos que quieras seguir delante…
—¡Oh Charlie!... Ron, siempre… él, pase lo que pase, vaya a donde vaya, él siempre estará aquí… —puso la palma de su mano en el lugar del pecho donde le latía con fuerza el corazón.
—Nadie puede reprocharte que trates seguir adelante sin Ron, sabemos que no es fácil para ti, igual que no lo es para nosotros. Nunca podremos olvidarlo pero hay que seguir. Eres joven, y tienes todo el derecho a ser feliz —mientras expresaba aquellas palabras de consuelo, Charlie abrazó con ternura a Hermione ante los conmovidos ojos de Pansy—. Sé que mi hermano allá donde esté desea que sea así, él siempre quiso verte feliz.
Un silencio sepulcral inundó el salón. Hermione descansaba sobre el pecho de su cuñado y Pansy notaba un nudo asfixiante en su garganta.
—¿Dónde te alojarás, Charlie? —la voz entrecortada por la emoción de Pansy consiguió que ambos jóvenes rompiesen su abrazo, y fijaran sus respectivas miradas en ella.
—En un hotel, muy cercano a esta zona.
—¡Oh, no! ¡Pero eso no puede ser! No pienso permitir que un familiar de Hermione duerma en un hotel cuando aquí hay una habitación libre —sentenció la joven arrugando el gesto.
—No quiero ser una molestia.
—No serás ninguna molestia —replicó ella con cierto tono de indignación—. Nunca he necesitado alquilar esa habitación, el hecho de rentar es simplemente porque no me gusta estar sola, no porque necesite el dinero. Siempre pensé que tarde o temprano esa habitación se utilizaría, creo que esta es una buena ocasión.
—No sé… —dudó antes de dar una respuesta final, y por ello preguntó a su cuñada con mirada inocente, ladeando de forma infantil una sonrisa—. ¿Qué opinas tú, Hermione?
—Creo que Pansy ha tenido una gran idea. Sería maravilloso que aceptases puesto que no dispongo de mucho tiempo libre y si te tengo cerca podemos pasar todo ese tiempo juntos, sin necesidad de estar llamándonos para quedar y vernos —contestó a la vez que se enjugaba el rostro por el que había resbalado algunas amargas lágrimas.
—Muy bien, pero con una condición —se mantuvo en silencio unos segundos y luego agregó con voz firme mientras sus ojos destilaron un brillo azul muy intenso—, la próxima compra la hago yo, no me gusta andar de gorra en ningún lado ¿conforme?
Ambas mujeres se miraron la una a la otra. Con un gesto Hermione le dio a entender a su compañera que debía aceptar ya que conociendo como conocía a los Weasley —y Charlie era sin duda uno de ellos—, no iba a ceder bajo ningún concepto, eran tercos como mulas. Así que la voz de Pansy sonó a resignación cuando dijo:
—No es necesario, pero si eso es lo único que te impediría quedarte aquí… de acuerdo, la compra es tuya.
De esa improvisada forma, Charlie pasó a ocupar por dos semanas la habitación libre del apartamento de las muchachas. Tuvo el placer de conocer a Nott al día siguiente de su llegada, y aunque en primera instancia, el atractivo novio de Pansy le dio una amable bienvenida, no pudo evitar estar algo receloso con el hecho de que un desconocido bastante interesante, durmiese bajo el mismo techo que su chica.
Los días fueron pasando hasta completar una semana. Durante ese tiempo, Draco no visitó el apartamento de Pansy por diferentes motivos, hubo un pequeño caos en los despachos, que se solucionó con el despido de un par de subordinados. Además su escaso tiempo libre lo repartía entre su futura esposa y la hermana de ésta. Con la primera tuvo que asistir a una cena en casa de unos tíos de la joven a los que apenas conocía, y que resultó ser una auténtica tortura. Y tras recibir insistentes llamadas de Daphne reprochándole su falta de atenciones, finalmente se dejó ver por el apartamento de la chica, y la cosa acabó como siempre, enredados entre las sábanas. Ella completamente satisfecha, apoyada en el pecho de él, oyendo los fuertes latidos de su corazón; y él, sin entender como había llegado a enredarse tanto en aquella historia, o peor aún, como continuaba allí, dejando que Daphne descansase sobre su pecho. Si alguien sospechaba algún día de lo que sucedía entre ambos, la cosa terminaría en tragedia. No quería ni imaginar cual sería la reacción de su padre si él acababa con sus sueños de fusionar legalmente y de forma decente, el apellido Malfoy con el Greengrass.
Una mañana soleada de domingo, Draco caminaba con parsimonia por un parque. En su mano llevaba el extremo del arnés al que estaba atado un animal. El perro olfateaba por entre las húmedas hojas esparcidas por el suelo. Había llovido intensamente durante unos días y aquellos rayos de sol eran como una bendición del cielo. Además de la compañía del foxhound al que llamaba Ferret, Astoria trataba de acompasar sus pasos a los de su novio y a los de la mascota de éste, pero se le dificultaba porque al no ser una chica previsora, sus botas de tacón alto se incrustaba en el húmedo y blando suelo dejando pequeños agujeritos. Resopló cuando su paciencia llegó al límite. Draco desvió hacia ella sus grises ojos dejando entrever su mal humor.
—¿Por qué no nos sentamos un rato? —sugirió ella con voz lastimera.
A regañadientes, porque no había nada que aborreciese más que permanecer sentado en uno de los bancos del parque viendo pasar gente delante de sus narices, Draco accedió.
Era tan aburrido como tragarse una de esos interminables espectáculos de ópera que tanto fascinaba a su madre. Todo le parecía tedioso, la feliz pareja que paseaba a su bebé metido en un carrito último modelo. El anciano que embutido en un chándal para hacer footing, daba pequeños saltitos y hacía estiramientos perezosos frente a ellos. Unos molestos niños correteando alrededor del banco enfurecieron a Ferret, que comenzó a gruñir y a enseñar los dientes, amenazante. Astoria dejó escapar un gemido de placer pasado unos minutos mientras estiraba las piernas, dejando que los intensos rayos del astro rey que se colaban por entre las ramas casi desnudas de los árboles, le acariciasen su hermoso rostro.
—¡Oh, esto es vida!
Draco chasqueó la lengua fastidiado, se sentía mal. Tenía una resaca espantosa que trataba de disimular. La noche anterior había estado de fiesta con Daphne y después de beber hasta altas horas de la madrugada, había acabado una vez más durmiendo en su casa. Volvió a recorrer el parque con una iracunda mirada, y entonces la vio. Entre un grupo de cuatro personas, Draco distinguió el castaño y desordenado cabello de Hermione, a una chica rubia de ojos claros muy abiertos, y a dos hombres. Uno de ellos tenía el cabello rubio y miraba absorto las ramas semi desnudas de los robles que delimitaban el camino, el otro fue el que llamó más su atención, y no por el rojo de su cabello —que era bastante llamativo—, o por su fuerte constitución física, ni siquiera por ser tan alto como una torre; lo que realmente le daba curiosidad era saber qué tipo de relación podía tener con la abogada, puesto que el recio brazo del hombre descansaba sobre los hombros de ella, ambos se miraban de vez en cuando, y reían con sospechosa complicidad por algún comentario que hacía la chica rubia. Entornó los ojos mientras los observaba, ahora el pelirrojo había dejado de abrazarla por los hombros y gesticulaba con vigor a la vez que hablaba. Draco no lograba escuchar que era lo que conversaban, ya que se encontraban muy lejos y Ferret no dejaba de gruñir y ladrar a los niños que seguían fastidiando alrededor de ellos. Pero sí podía captar que fuese lo que fuese lo que estuviera explicando aquel hombre, interesaba mucho a Hermione, porque ella no apartaba sus castaños ojos de él. Escudriñó con inquina al grupo notando algo extraño retorcerse dentro de su estómago cuando el brazo de Charlie volvió a posicionarse sobre los hombros de Hermione, y ella suavemente le pasaba el suyo por la cintura. Dio un respingo, algo vibró dentro del bolsillo de su abrigo oscuro. Era su teléfono móvil, palpó con impaciencia el lugar donde se sacudía el aparato, y finalmente lo extrajo colocando el auricular en su oído.
—Dime, ¿qué quieres?... Ya, no lo he olvidado… Por supuesto que estaremos allí, no tenemos nada mejor que hacer… ¡Maldita sea! No te enfades, es una broma… Tenemos muchas ganas de ir al cumpleaños sorpresa de Nott —al oírlo, Astoria que estaba a su lado arqueó las cejas mostrando una mueca de desconcierto. Malfoy ladeó una sonrisa y se despidió de su interlocutora, que no era otra que Pansy, prometiendo que serían puntuales.
—¡El cumpleaños de Nott! ¡Lo había olvidado! —exclamó Astoria encogiendo las piernas en un ademán de ponerse en pie, pero continuó sentada.
—Yo también —se sinceró mientras desviaba sus gélidos ojos hacia el grupo que había estado observando unos segundos antes.
Pero las cuatro personas que lo conformaban habían desaparecido. Miró en derredor suya, tratando de localizar a la abogada y a su atractiva pareja, pero fue inútil. No había ni rastro de ellos, así que regresó a su conversación que mantenía con su novia.
—Deberíamos comprarle algo, ¿no crees? —sugirió con desdén.
—Eso mismo iba a proponerte yo, vamos no perdamos más el tiempo.
Aún no había terminado de pronunciar la frase cuando la joven ya estaba en pie. Draco resoplo y con desidia hizo lo mismo que ella, aferrando el arnés de Ferret a su mano, tirando suavemente de él para indicarle al animal que ya era hora de marcharse.
Mientras recorría el camino flanqueado por aquellos enormes y ramificados árboles, Draco volvió a escudriñar con la mirada el lugar, pero el resultado fue el mismo, se los había tragado la tierra. Sin embargo, su extraña necesidad de saber quién era aquel tipo pelirrojo, y porqué demostraba tanta confianza con Granger, seguía muy latente.
Entraron para almorzar en un restaurante cercano al parque por donde habían estado paseando. El dueño del lugar era conocido de Rolf así que, a pesar de estar completamente atestado de gente, consiguieron mesa con relativa prontitud. Aconsejados por el rubio esposo de Luna, pidieron entre risas el plato estrella del local y unas buenas cervezas negras para acompañar la comida. Rolf comenzó a animarse con la conversación y la bebida, y puso a Charlie rápidamente al corriente de sus experimentos con los fertilizantes. Aquella revelación, consiguió captar de inmediato la atención del pelirrojo cuñado de Hermione, que se sintió realmente interesado por lo que su entusiasmado interlocutor le estaba contando. Un poco más tarde, cuando ya casi había desaparecido la comida de sus platos, la conversación se desvió hacia Hermione y el caso que tenía entre manos. La bebida escaseó, y decidieron pedir una nueva ronda. Luna resolvió que ya era hora de dejar de hablar sobre experimentos y presuntos asesinos, comentando de pronto.
—Me alegra mucho lo que me has dicho, Charlie. Cuando hablo por teléfono con mi padre siempre me cuenta que está muy bien, pero nunca sé si creerle… me siento culpable por haberlo dejado tan solo. Echo de menos Ottery— acabó la frase con un melancólico suspiro.
—No te aflijas querida, pronto será Navidad y podremos ir a visitar a tu padre —agregó Rolf frotando suavemente la espalda de su esposa.
—¡Será fantástico volver a reunirnos todos allí! —exclamó ella recobrando su perpetua y contagiosa sonrisa.
—Todos no… —susurró Hermione, y los demás la miraron al unísono—. Ron y yo no estaremos.
Charlie dejó de clavar su mirada en ella y la desvió hacia el suelo, porque él ya había sido partícipe de esa decisión de Hermione. Bufó mientras le daba un buen sorbo a su negra y espumosa cerveza apurándola.
—¿Cómo que no irás? ¿Dónde piensas meterte entonces? ¿Acaso te vas a Australia con tus padres? —inquirió Luna sin dar crédito a lo que estaba escuchando, a la vez que borraba fulminantemente la sonrisa de su rostro.
—No, tampoco iré con mis padres. Me quedaré aquí en Londres, tengo trabajo y eso me ayudará a no pensar… —hubo un silencio que pareció eterno. Hermione trató de retener las lágrimas, y a duras penas lo consiguió—. Necesito estar alejada de todo y todos, para mí no deja de ser un trago muy amargo estar una Navidad más sin él.
Los argumentos de la joven abogada y sus ojos acuosos, fueron suficientes para que ninguno de sus amigos insistieran, o tratasen de convencerla de lo contrario; aunque en el fondo de sus corazones deseaban con ansias que ella cambiase de opinión.
Hermione les sonrió agradecida pero con cierta pesadumbre, y luego miró su reloj de pulsera.
—¡Cielos! Es muy tarde… Ernie me espera en la oficina para un asunto relacionado con el caso Crabbe. Chicos, disculpadme, pero debo marcharme… ¿Qué harás, Charlie?
—Pasaré la tarde con Luna y Rolf. Así podrá mostrarme sus avances con el fertilizante milagroso… de veras, es asombroso lo que me has contado.
Hermione pudo comprobar que los halagos de Charlie consiguieron iluminar el rostro de Rolf con una mueca de satisfacción y orgullo. Se despidió del grupo, y se puso en marcha hacia el bufete.
Cuando llegó, su joven compañero ya la esperaba. Iba vestido de manera casual, se había desprendido de su austero traje de chaqueta de color marrón, y en su lugar se hallaba ataviado con unos tejanos, y una cazadora de piel oscura. No quedaba ni rastro de gel fijador en su rubio cabello y por eso los rizos del joven se desperdigaban sin control por su cabeza. Hermione lo contempló, satisfecha con la imagen que tenía ante sus ojos, y así lo expresó.
—Estás perfecto, nadie sospechará… en marcha.
Tardaron un poco más de lo que esperaban en llegar a su destino; el tráfico estuvo imposible aquella tarde.
Se encontraban frente a la puerta del club donde había trabajado la víctima de Crabbe. Ernie bajó del coche, Hermione permaneció dentro. Ella no debía salir de allí, una mujer visitando un club de alterne era algo muy extraño, y podía levantar sospechas. Antes de que el joven se alejara, Hermione le dio las últimas instrucciones sobre lo que debía tratar de averiguar, y luego lo contempló inquieta mientras desaparecía al fin tras las puertas de aquel lugar.
Ernie entró un poco indeciso. Nunca había estado en un sitio como aquel. Era un joven atractivo, las mujeres se le acercaba sin necesidad de que él hiciese muchos esfuerzos, por ello nunca tuvo la necesidad de pagar para adquirir compañía femenina. Aún así, trató de parecer un tipo acostumbrado a visitar clubes de alterne. Le sorprendió la cantidad de hombres que había en el local. Mujeres semidesnudas y algunas realmente bellas, rulaban por el lugar entremezclándose con los clientes, las bailarinas y las camareras, también muy ligeras de ropa. Ernie caminó entre ellos hasta llegar a la barra. Un hombre grueso, con bigote y con incipiente calvicie, le espetó.
—¿Qué vas a beber, chico?
—Una cerveza —pidió Ernie con voz firme.
El fornido hombre agarró una jarra y empujando una palanca la llenó de aquel líquido rubio y de blanca espuma.
—Gracias.
No consiguió arrancar ni una sola palabra más al enorme barman, así que desechó la idea de comenzar su interrogatorio por él. Mientras le daba un buen sorbo a su cerveza, el joven abogado echó una ojeada en torno suyo para tratar de localizar a alguien que pareciese dispuesto a hablar. Pero era muy difícil, el lugar estaba a media luz, los tonos rojos, negros y dorados conseguían marearlo, y los rostros de los allí presentes se distorsionaban un poco. Resopló con fuerza, iba a ser más difícil de lo que Hermione había pensado, y ni siquiera ella podía estar allí para indicarle por donde debía ir.
—Hola, guapo…
Casi se atraganta con el sorbo de cerveza cuando vio delante de sus ojos a una joven de cabello oscuro y piel blanca, cuyo torso únicamente iba cubierto por una boa de plumas de color rosa fucsia, enroscada de forma perversa. Además, llevaba un cigarrillo encendido entre sus finos dedos.
—Ho… Hola —balbuceó.
—¿Buscas compañía? —preguntó insinuante acercando sus rojos labios a la oreja del muchacho, logrando que algo serpenteara en la espalda de Ernie.
—Depende —contestó él aunque no supo cómo consiguió articular palabra sin tartamudear—. Busco a una chica, me han hablado bien de ella unos amigos que han estado en Londres de visita. Yo acabo de llegar a la ciudad y me gustaría comprobar si lo que me han contado es cierto.
Ernie escrutó el bello rostro de la prostituta pero no halló ningún signo de alarma, y eso le dio confianza para seguir al pie de la letra el plan que había tramado con Hermione durante los días previos. La muchacha se humedeció los labios, y tras exhalar el humo de su cigarrillo directamente sobre el rostro de Ernie —haciéndolo toser levemente—, dijo con voz aterciopelada.
—Veré si puedo ayudarte, tal vez hasta sea yo misma la nombrada… ¿Cómo se llama?
—Liza.
El semblante de la joven se ensombreció y el cigarrillo resbaló por sus dedos. Ernie se apresuró a pisotearlo para apagarlo. Luego dirigió sus claros ojos hacia la prostituta que seguía aturdida.
—Ella… —comenzó a decir, pero hizo una pausa, se estremeció un poco arropándose con la boa de plumas, y luego continuó—. Ella ya no trabaja aquí.
—¿Y podrías indicarme donde hace sus servicios ahora? —Ernie no quería poner nerviosa a la chica pero necesitaba información, y trataría de sacarla a toda costa.
—Yo apenas la conocí, pero… —comenzó a buscar de forma frenética con la mirada algo o a alguien—. ¿Ves aquella camarera de allí?
Ernie desvió la vista hacia donde señalaba el dedo de la joven.
—¿La chica rubia?
—Sí, ella. Era gran amiga de Liza, tal vez pueda darte más información que yo. No es algo de lo que me guste hablar.
Dijo eso, y tras aventar un poco su boa de plumas la vio alejarse de él, tratando de confundirse entre la muchedumbre.
Ernie no lo dudó, bebió de un sorbo la cerveza para infundirse ánimo y se dirigió hacia la joven camarera rubia, que recogía los vasos sucios de una mesa. Era una muchacha joven, tal vez de su misma edad, tenía el cabello rubio oscuro y ondulado, el rostro redondo y de estatura media. Ernie se acercó por detrás, y esperó a que ella se girase hacia él. Entonces pudo ver sus ojos, verdes como dos esmeraldas. Su semblante estaba triste y parecía cansada. Sin apenas mirarlo trató de esquivarlo sosteniendo la bandeja plateada con los vasos en una de sus manos.
—Disculpa —la voz de Ernie consiguió que se detuviese y lo mirase de forma inquisitoria.
—Si quieres algo de beber, tienes que pedirlo en la barra. Yo solo sirvo las mesas.
—No, no es alcohol lo que necesito. Quiero hablar contigo… de Eliza White.
Se arrepintió de haber sido tan directo cuando percibió como incluso las pecas que la muchacha tenia sobre la nariz parecieron desaparecer ante la repentina palidez de su piel. Los vasos temblaron levemente sobre la bandeja, y sus verdes ojos se tornaron pardos.
—¿Quién eres? ¿Policía?
—No, soy… —dudó si confesarle la verdad, Hermione le había aconsejado que pasase desapercibido, pero aquella joven le inspiraba confianza y por ello se decidió a ser sincero con ella—, soy abogado.
—Yo no sé nada —dijo eso y se giró dándole la espalda y caminando.
Ernie resopló frustrado pero no se dio por vencido y la siguió unos pasos hasta que con su mano pudo agarrar con suavidad el brazo de la muchacha, sin desestabilizarla. Se detuvo cuando vio como peligraban los vasos sobre la bandeja.
—¿Por qué no me dejas en paz? —le exigió fulminándolo con la mirada.
—¿Qué relación tenía tu amiga con Crabbe? —Ernie agotaba el último cartucho sin darse cuenta que un hombre fornido y con cara de pocos amigos, encargado de vigilar y preservar la seguridad de las chicas que trabajaban en el local, no le quitaba el ojo de encima.
La camarera miró inquieta en derredor suya, Ernie la notó temblar levemente y entonces le soltó el brazo. La joven clavó en él sus claros ojos, que parecieron perforarle la cabeza hasta llega hasta sus más ocultos pensamientos.
—¿Trabajas para Malfoy? —inquirió abriendo mucho los ojos y los vasos se agitaron un poco sobre la bandeja.
—No, trabajo para el bufete que lleva la acusación de Crabbe.
Pareció decepcionada porque lanzó un fuerte resoplido, y tras dudar un poco, expresó de nuevo.
—Ya te dije, no sé nada.
—¿Y si trabajase para él, me contarías algo?
La chica cerró los ojos, tomo aire y lo expulsó lentamente tratando de serenarse.
—No trabajas para él —sentenció.
Ernie lo entendió todo.
—Muy bien, si no quieres hablar, admito que estás en tu derecho… ¿Cómo te llamas?
La joven soltó una risita irónica, se humedeció los labios porque notaba la garganta seca y luego contestó con voz firme.
—No creo que el nombre de una simple camarera de burdel le importe a nadie.
—A mí sí. No voy a seguir interrogándote. Está claro que no es con la acusación con quien deseas hablar sino con la defensa. No insistiré, pero al menos me gustaría saber con quién he hablado —sonrió, y al hacerlo dejó ver sus blancos dientes y una mueca que arrugaba su nariz de forma muy seductora. La joven se turbó, porque hasta ese instante no se había percatado de que el abogado era un tipo bastante atractivo. La hermosa sonrisa de Ernie ablandó un poco el carácter de la muchacha.
—Me llamo Lavender —susurró, lo suficientemente alto como para que él pudiese escucharla. Le devolvió la sonrisa, y añadió—. Liza no se merecía lo que ese desgraciado le hizo, y espero que el culpable se pudra en la cárcel.
Ernie vio como el hombre fornido se acercaba a ellos y creyó que ya había llamado la atención lo suficiente como para poner pies en polvorosa. Miró a Lavender antes de marcharse de allí y la vio sortear a la gente con la bandeja en alto y los vasos tambaleándose peligrosamente, pero con gran habilidad, llegó hasta la barra y los depositó en ella.
Se giró para mirar si él seguía allí, pero solo pudo ver los ondulados mechones de su rubio cabello desapareciendo tras la puerta.
Ernie contó con pelos y señales su conversación con la joven camarera del club de alterne, y tras escucharlo con mucho interés, Hermione, Sirius y Remus llegaron a una conclusión: Lavender sabía algo que podía beneficiar a Malfoy y por lo tanto también a Crabbe, pero si eso era así, si su testimonio podía ayudar a la defensa, ¿por qué no lo había hecho ya? Y sabían a ciencia cierta que no lo había hecho, porque si Malfoy hubiese sabido que tenía una mínima posibilidad de reducir la pena de su cliente, o en el mejor de los casos, su completa absolución, no habría perdido la oportunidad de alardear de ello. Y sin embargo se veía nervioso y perdido, así que no debía conocer a Lavender, y en el caso de que sí la conociese, no tenía ni idea de qué era aquello que ella podía saber. La gran duda era, ¿qué le impedía a ella contar lo que sabía?
Por más que se estrujaba el cerebro no conseguía dar con una respuesta. Barajó la posibilidad de que tal vez estuviese amenazada, o que su testimonio en realidad fuese solo humo y ella le diese más importancia de la que en realidad podía tener. Una cosa era evidente, Crabbe estaba implicado, porque fueron sus huellas las que se encontraron repartidas por toda la habitación donde hallaron el cadáver de Eliza White.
Bufó con fuerza mientras estiraba los brazos sentada en el sillón de su despacho. Le dolía el cuello, por la tensión o por una posición inadecuada frente a la pantalla del ordenador, de repente una cabeza de cabello rojo asomó por la puerta. Hermione dio un respingo y se llevó la mano al pecho, mientras esbozaba una sonrisa nerviosa.
—Tu hermano solía hacer lo mismo, parecéis gatos, nunca se os oye venir… ¿Qué tal con Rolf y Luna?
—Una locura —rió Charlie—. Son una pareja peculiar.
Hermione también rió entretanto apagaba el ordenador, se embutía en su abrigo, y colgaba de su brazo el bolso y de su mano su maletín.
—Será mejor que nos vayamos, no quiero llegar tarde. Pansy dijo que fuésemos puntuales. Quiere que estemos allí antes que llegue Nott.
Todo estaba listo. Había encargado al mejor catering unos refrigerios para el cumpleaños de su novio. Nott cumplía veintiséis años y tenía la intuición de que aquella celebración sería muy especial. Se había implicado mucho, y había disfrutado haciéndolo. Preparar la fiesta sorpresa de su novio le había hecho ver muchas cosas. Supo que puso todo su interés y su cariño en cada cosa que escogía para él, y eso consiguió que se sintiese feliz. Tal vez comenzaba a darse cuenta que Nott le importaba más de lo que nunca creyó.
Contempló con satisfacción como había quedado todo; la decoración, la distribución de los platos, la tarta. Corrió a su habitación y después de darse una relajante ducha, se puso su mejor vestido, ese con el que había notado que Nott solía sonreír y suspirar más. Luego cubrió su bello rostro con un leve maquillaje y dio brillo a sus labios. Aún estaba dándose los últimos retoques cuando el llamador de la puerta se oyó. Presurosa, fue a abrir, pudiendo comprobar que eran Draco y su hermosa prometida.
—¡Oh Cielos! ¡Estás divina! —exclamó Astoria con fingida amabilidad, simulando a continuación que le daba un par de besos en las mejillas, pero no las rozó, no quería estropear su maquillaje.
Draco se quedó observándola un rato, con la boca torcida en una especie de sonrisa y enarcando una de sus cejas de forma insolente. Pansy lo miró impaciente, bufó, y entonces él habló.
—Nott es un tipo con suerte.
Una enorme sonrisa se dibujó en el rostro de Pansy, que con un gesto cariñoso lo agarró del hombro empujándolo hacia dentro del apartamento mientras cerraba la puerta.
—¿Solo estamos nosotros? —preguntó Astoria mirando a su alrededor.
—Por ahora sí, además solo seremos seis personas —contestó Pansy con visible emoción.
—¿Quiénes son los otros dos? —indagó Draco deshaciéndose de su abrigo de firma italiana. Era una pregunta idiota; de sobra sabía quien sería una de las que completarían el grupo. Pero le intrigaba saber más.
—Hermione y Charlie.
—¿Charlie? ¿Quién demonios es Charlie?
La pregunta la había hecho Astoria que caminaba alrededor de la mesa mirando con deseo los deliciosos entrantes que estaban sobre ella.
—¡Oh! Es cierto, vosotros no lo conocéis. Es pariente de Hermione, vino de visita y se está quedando en casa unos días.
Draco entrecerró los ojos, pensativo. Debía ser aquel pelirrojo alto que estaba con ella en el parque, pero no hizo ninguna pregunta al respecto. Ya tendría tiempo de comprobarlo durante el trascurso de la velada.
No tuvo más que esperar alrededor de media hora cuando, Hermione y Charlie hicieron acto de presencia en el apartamento. Entraron de muy buen humor, riendo y charlando animadamente. Pero pronto aquellas risas se extinguieron cuando los ojos pardos de Hermione se toparon con la fría mirada de Draco. Arrugo el gestó, junto a él había una joven muy bonita, de largo cabello azabache y ojos claros como el agua de un rio en plena primavera. Era una criatura hermosa, alta y estilizada, con labios turgentes y rojos.
—¡Oh!, ya estáis aquí —exclamó Pansy sobre excitada apartando de un manotazo a su rubio amigo, consiguiendo que éste le dedicase una colérica mirada.
—¿Hemos llegado a tiempo?
—Sí, Hermione. Todavía falta diez minutos para la llegada de Nott —le confirmó Pansy mientras agarraba a Charlie por el brazo y lo aproximaba hacia la otra pareja que estaba en el salón—. Creo que algunos no os conocéis. Draco, él es Charlie.
Ambos se estrecharon la mano con solemnidad. En otra situación, Charlie le habría dado un par de palmadas amistosas en la espalda a modo de saludo más informal, pero la altivez con la que Draco lo escrutaba no le dio pie a ir más allá. Se oyó un suave carraspeo, y de detrás de Draco salió Astoria que aproximándose al pelirrojo y a su acompañante, dijo con voz aterciopelada.
—Yo soy Astoria, su prometida.
Mientras pronunciaba esas palabras, la bella joven pasó su brazo por el de su novio. Hermione soltó una risita disimulada que nadie pudo advertir. Podía creer lo que Astoria decía porque Draco no lo negaba, pero jamás se le habría pasado por la cabeza que aquel tipo arrogante fuese capaz de comprometerse con algo, o con alguien.
—Encantada —saludó Hermione ofreciéndole su mano. Mano que Astoria estrechó con amabilidad y con señorío.
Apenas tuvieron tiempo de saludarse, cuando un tintineo de llaves indicó que Nott estaba entrando en el apartamento. Pansy apagó las luces con rapidez y pidió silencio a sus invitados; todos obedecieron. Se oyeron pasos, y la voz del joven, que había encendido la luz del pasillo para no pegarse una buena leche.
—Pansy, ¿estás ahí?... ¿Por qué está todo tan oscu…?
—¡Sorpresa!
Las luces se encendieron y Nott pudo ver ante sus ojos cinco caras sonrientes.
—¡Vaya! —exclamó aturdido a la vez que se rascaba el cogote nervioso, alborotando su cabello azabache, dándole un aspecto desenfadado.
Pansy salió de entre los otros y se abalanzó hacia él colgándose de su cuello, estampándole un beso en los labios.
—¡Feliz cumpleaños, mi amor! —dijo cuando sus labios quedaron libres.
Todos fueron acercándose y felicitando al joven que continuaba con su pesado abrigo y su bufanda de lana enroscada en el cuello. Astoria le entregó el regalo que esa misma tarde había comprado junto a Draco, y que resultó ser una camiseta del Arsenal que llevaba impreso en la espalda el número cuatro. Aquel regalo hizo mucha ilusión al joven que era un auténtico forofo de aquel equipo de fútbol. Hermione por su parte no supo que comprarle, no conocía sus gustos, ni sus preferencias, así que optó por algo que generalmente gusta a todo el mundo sobre todo si se comparte con la compañía adecuada: una botella de buen vino. Nott le agradeció el gesto y propuso brindar con aquella bebida esa noche durante la cena. Pansy se acercó a él y le entregó su regalo, un exclusivo reloj de pulsera y mientras le daba un beso en la mejilla, cariñosamente le susurró:
"El verdadero regalo lo tendrás después de la cena, cuando todos se hayan ido"
Aquellas palabras arrancaron una amplia sonrisa en los labios del joven, tragando saliva ruidosamente y notando como su corazón galopaba con fuerza haciéndole daño en el pecho.
Cenaron en paz, entre charlas y risas, Astoria pareció hacer buenas migas con Charlie. Éste le habló de sus viajes y sus descubrimientos alrededor del mundo. Ella lo escuchaba con la boca abierta, haciendo cientos de preguntas curiosas que el pelirrojo contestaba gustoso. Draco y Hermione apenas se miraban, pero cuando sus ojos se encontraban por casualidad, de forma inconsciente, se sostenían la mirada unos segundos y luego, sin decir nada, sin un mínimo gesto que pudiese delatar sus pensamientos, apartaban la vista el uno del otro y se sumían en cualquiera de las conversaciones que se estaban llevando a cabo. Era una situación complicada tener que compartir momentos tan íntimos y familiares cuando estaban predestinados a arrancarse la piel a tiras para ganar un juicio.
Después de la cena, llegó la hora de la tarta. Este era el único plato especial que no se hubo encargado al catering, y habían sido las delicadas manos de Pansy las que lo prepararon con cariño y esmero. Cuando Nott lo supo se sintió tremendamente halagado, y por primera vez sintió que realmente cabía la posibilidad de que por fin le importase de veras a aquella chica que ocupaba todos y cada uno de sus pensamientos.
Draco, que era el único que siempre llevaba un encendedor, porque de vez en cuando se fumaba algún que otro cigarrillo, encendió las velas de la hermosa tarta de chocolate de Pansy. Su amiga apagó las luces y fue a situarse junto al homenajeado. Todos entonaron a la tenue luz de las velitas el "Cumpleaños feliz". Estallaron en aplausos cuando terminaron la melodía. Hermione observó por un instante a Draco, el joven parecía estar disfrutando de la velada, a la luz de las etéreas llamitas que desprendían las velas de la tarta, los grises ojos de Draco tomaron un tono dorado que lograron hacer estremecer a Hermione. Tragó saliva, y recordó todo lo sucedido aquella tarde, cuando Ernie salió de burdel y les puso al tanto de lo que había descubierto. No fue mucho, pero aquella chica, Lavender, parecía ser la única que tenía en sus manos una posible victoria para Draci, y él estaba ajeno a todo eso.
—¡Vamos, Theo, pide un deseo y sóplalas! —gritó Pansy emocionada.
Nott se quedó pensativo unos segundos, miró a su novia, le guiñó uno de sus claros ojos, y luego puso los labios formando una O pequeñita para dejar escapar por ella un poco de aire. Sin embargo no lo hizo, porque el momento se vio interrumpido por el llamador de la puerta que sonó estrepitosamente en medio de aquel expectante silencio.
—¿Quién podrá ser? Estamos todos aquí —observó Pansy frunciendo el ceño.
—Iré a averiguarlo —expuso Draco secamente y salió del salón.
Comenzó a tardar demasiado, las velas se estaban derritiendo dejando resbalar su cera caliente hasta la cubierta de chocolate, fundiéndolo al instante. Pansy perdió la paciencia, y dijo mientras se dirigía a la puerta del salón.
—Será un maldito vendedor de enciclopedias o de seguros…
Salió al fin del salón, caminó presurosa y muy molesta por el pasillo, y desde allí pudo ver la espalda de Draco que se mantenía con uno de los brazos apoyados en el quicio y con la puerta entreabierta.
—¿Quién demonios nos ha interrumpido, Draco?
Pero no hizo falta que su rubio amigo contestase, Pansy sintió como si una lanza atravesase su corazón y otra igual su garganta impidiéndole respirar con normalidad. El cuerpo de Malfoy se había apartado dejando al descubierto a la persona que se encontraba en el umbral sin atreverse a entrar. Se humedecieron sus ojos cuando susurró…
—Blaise…
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